Los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón iniciaron desde muy jóvenes una tenaz oposición a Porfirio Díaz, por lo que en diversas ocasiones fueron encarcelados junto con otros liberales enemigos de la dictadura.
La represión del régimen obligó a los Flores Magón a trasladarse en 1904 a los Estados Unidos, en donde se les unieron otros expatriados, entre los que figuraban Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Praxedis Guerrero y Antonio de P. Araujo. Aún allí continuarían luchando, especialmente por medio de su periódico Regeneración.
en el año 1906 formularon el Programa y Manifiesto de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, redactados personalmente por Ricardo, y en el que por primera vez se señalaron con claridad los objetivos de justicia social que, con el tiempo, la revolución haría suyos.
La lectura de las obras de Proudhon, Bakunin y Kropotkin tanto como la convivencia en California con miembros de la Organización de Trabajadores Industriales del Mundo, Industrial Workers of the World (I.W.W.), de ideología anarquista, hicieron que los Flores Magón, y en especial Ricardo, cabeza del grupo, evolucionaran del liberalismo al anarquismo. A medida que sus pensamientos se radicalizaban consideraban contrarias a la libertad del hombre todas las formas de autoridad estatal, así como artificiosos los nacionalismos tradicionales. Llegaron, como puede esperarse, a una doctrina social universalista que pensaba sólo en función de la humanidad y pugnaba por la liberación de los trabajadores, sin tener en cuenta la nacionalidad que tuvieran. Su nuevo programa se sintetizaba en la lucha contra el Estado, el capital y el clero.
Por estas razones divergían de Madero y se comprende que en noviembre de 1910, cuando se inició la Revolución, actuaran separadamente de él.
En aquella época residían en los Ángeles. Desde allí organizaron una expedición dirigida a Baja California, escasamente poblada. De dos mil habitantes con que contaba el Distrito Norte, la mayor parte vivían en Ensenada, la capital. En la frontera sólo había pequeños poblados: Mexicali, con trescientos vecinos; Tijuana, con doscientos, y Tecate, con menos todavía.
Los rebeldes tomaron Mexicali el día 29 de enero de 1911, bajo las órdenes de José María Leyva y Simón Berthold. Aumentó el contingente con miembros de la I.W.W., algunos de ellos norteamericanos. En el mes de mayo quedaron bajo su control las localidades de Tecate, Los Algodones y Tijuana.
A pesar de que las autoridades de Estados Unidos, en acatamiento a la Ley de Neutralidad, impedían el paso a Baja California a quienes querían sumarse al movimiento, buen número de componentes de San Diego logró introducirse, en especial algunos miembros de la I.W.W. de diversas nacionalidades, de tal manera que la mitad de los que participaban eran mexicanos y el resto extranjeros. Entre éstos hubo algunos de verdaderas convicciones revolucionarias, como Jack Mosby, y otros simples aventureros, tal como el general Carl Rhy Price, que desapareció con los fondos recaudados.
Mientras tanto, en el resto del país triunfaba la revolución encabezada por Madero. A consecuencia de los Tratados de Ciudad Juárez, Díaz renunciaría a la presidencia el 25 de mayo. A pesar de ello, los floresmagonistas decidieron continuar su lucha, pues consideraban que aquél, en realidad, no mejoraría a los obreros ni a los campesinos.
En tales circunstancias intervino Dick Ferris, publicista y actor cómico norteamericano, quien por medio de la prensa de San Diego proclamó el 2 de junio la República de Baja California, autodesignándose presidente. Además, en sus declaraciones a los periódicos simuló que se entendía con los Flores Magón por motivos separatistas. Estos y sus correligionarios desmintieron categóricamente la noticia.
Este personaje, que proclamaba estar en contacto con capitalistas norteamericanos, estuvo vendiendo bonos de la “Republic of Lower California” y, subrepticiamente logró que por un momento se izara en Tijuana una bandera semejante a la de los Estados Unidos, pero con una sola estrella, que pretendía ser la de la nueva república. Los revolucionarios la quemaron y continuaron usando la bandera roja del anarquismo.
A principios del mes de junio, Madero envió delegados de paz a fin de convencer a los floresmagonistas para que depusieran las armas. Ricardo se negó, pero sus seguidores de Mexicali accedieron. Un arreglo similar se pretendía con los de Tijuana, cuando llegaron a ésta, procedentes de Ensenada, tropas federales ya incorporadas por decreto al ejército revolucionario maderista. A ellas se sumó buen número de civiles voluntarios; después de algunas horas de combate lograron recuperar la plaza, haciendo que los ocupantes se retiraran hacia los Estados Unidos, en donde fueron detenidos por las autoridades norteamericanas.
Estos sucesos, descritos aquí brevemente, han sido conceptuados de muy distintas maneras, de tal forma que el asunto se ofrece con carácter sumamente polémico.
Por una parte hay quienes los han considerado actos de filibusterismo, calificando a los Flores Magón de traidores a la patria, por abrigar el propósito de separar a la península de Baja California para anexionarla después a los Estados Unidos. En sentido contrario se ha llegado a afirmar que su avanzada ideología revolucionaria hace inverosímil tal acusación y que los que pelearon contra ellos eran militares y elementos porfiristas.
Estas son lo que podríamos considerar posiciones extremas e irreconciliables, debatidas enconadamente, incluso hasta el punto de poner en predicamentos a las autoridades locales, pues no ha faltado ocasión en que el mismo día y a la misma hora un bando organizara una ceremonia en el monumento erigido a los defensores de 1911 y el otro un acto en honor de Ricardo Flores Magón, solicitando ambos la presencia de las autoridades.
Existen otros criterios que no pretender ver tajantemente las cosas, separadas en héroes y traidores, en blanco y en negro, sino que tienen en cuenta la compleja situación, en la que hay que distinguir diversos aspectos. Desde esta perspectiva, algunos consideran que podría hablarse de filibusterismo en el caso de Dick Ferris y de algunos otros aventureros, pero nunca en el de los hermanos Flores Magón y sus correligionarios. Otros, poniendo a salvo la honestidad de éstos, reconocen que por sus utópicas ideas anarquistas crearon impensadamente una peligrosa situación para la integridad territorial del país. En fin, los hay que exaltan la integridad incorruptible de los Flores Magón, precursores de la revolución, a la vez que reconocen que los bajacalifornianos, combatiendo en aquellos días contra los floresmagonistas, al ver que aquéllos llegaban del otro lado de la frontera y que muchos de ellos eran extranjeros, obviamente pensaron que eran filibusteros, por lo que tuvieron plena conciencia de que entonces peleaban en defensa de la patria.
Pero hasta hoy no han dejado de aflorar las posiciones extremistas, por lo que la cuestión sigue siendo polémica.
(Tomado de: D.P. [¿David Piñera?] – Los hermanos Flores Magón y Baja California. Historia de México, tomo 11, Etapa La Revolución Mexicana; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, D.F., 1978)
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