Los indígenas bajo la administración de Lerdo de Tejada
Los grupos indígenas del país produjeron en los años que nos ocupan [1872-1876] varias alteraciones. En el norte, comanches y apaches, que escapaban de la cacería que el general norteamericano Sheridan había decretado contra ellos, asolaban ranchos y aldeas, asesinaban hombres y niños, raptaban a las mujeres, robaban el ganado y hacían imposible la vida desde Sonora a Tamaulipas. Destacamentos militares establecidos en los estados fronterizos, así como también en Yucatán, trataron de detener los avances, latrocinios y homicidios que los indios cometían. Hombres influyentes, como los Terrazas de Chihuahua y García Morales en Sonora, hicieron frente a la situación, organizando grupos de milicias, a los que dotaron de armas e implementos para la persecución de los malhechores. El mejor aliado que por entonces se tuvo para combatir ese flagelo lo representaron otros grupos indígenas, como el de los kikapoos, que llegó en 1859, dio guerra a los comanches y logró contenerlos. El gobierno les otorgó tierras en Chihuahua y más tarde ante el acoso de los texanos al mando de McKencie a esos indios, se les trasladó a Durango en donde todavía habitan consagrados a la agricultura.
En el noroeste fueron los pápagos, los opatas y pimas quienes resistieron a los apaches, más la situación de peligro no cesó del todo y la tranquilidad de Sonora, Sinaloa y Baja California no era muy efectiva. En el occidente Manuel Lozada, el 17 de enero de 1873, lanzó su Plan Libertador de los pueblos unidos de Nayarit, se declaró en franca rebeldía contra el gobierno de Lerdo, rebelión que sólo termina con la muerte de Lozada el mes de julio de ese mismo año.
Por el sur, alejados de todo centro cultural, sin ninguna vía de comunicación, dentro de selvas oscuras y primarias, indios esclavizados, sometidos a todos los vejámenes de hacendados, funcionarios y militares mantenían un nivel de vida infrahumano.
En Chiapas los chamulas practicaban aún el sacrificio humano copiando la crucifixión como forma de holocausto. El castigo que se les impuso provocó la guerra de castas que se contuvo en 1873 con resultados sangrientos muy crecidos. San Cristóbal, Simojovel y Chilón sufrieron durante largos meses la furia incontenible de los indios que en ese momento volcaban su odio concentrado de siglos sobre sus opresores, blancos y ladinos. En Yucatán, aunque la guerra de castas surgida dos décadas atrás había cesado, aún no se extinguían los rescoldos de la misma. Buena parte de los indios sublevados, para escapar de la muerte o de su venta como esclavos a Cuba, prefirió internarse en la selva y vivir en una rebelión latente. Chan Santa Cruz, la capital de los rebeldes, no fue sujeta ni por liberales ni por los imperiales y en 1872 produjo nueva explosión rebelde que puso en peligro a Valladolid y alertó al gobierno que destacó fuerzas para contenerlos.
Los indios llamados cruzoob, apoyados por los ingleses de Belice, quienes les dotaban de parque y armas, asaltaban haciendas y pequeños poblados robando y matando sin cesar. La República Restaurada no pudo dominar ese foco de rebeldías y de inseguridad. Correspondió al régimen de Porfirio Díaz acabar con dureza y en forma definitiva con ese problema.
(Tomado de: Torre Villar, Ernesto de la - La administración de Lerdo de Tejada (1872-1876). Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)
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