Una ciudad maquillada.- El gran circo que fue la Ciudad de México durante las Fiestas del Centenario, opíparamente manipuladas por Porfirio Díaz, operaba como el bello rostro -rostro que de continuo retocado, maquillado- de una ciudad enferma de tuberculosis política cuyo padecimiento, larvado en los pulmones, pronto provocaría la gran crisis.
Los afeites con los que a la ciudad se le simularon las arrugas y las llagas de la enfermedad social y política que había invadido la intimidad orgánica del país, no impidieron que ocho semanas después (18 de noviembre, 1910) aflorara caudalosamente el malestar nacional en Puebla.
Meses atrás el volcán había empezado a despertar, encolerizado. Las huelgas de Cananea, Son., y la de Río Blanco, Ver., fueron algunos de los primeros síntomas que ya no captó la otrora fina sensibilidad política de Díaz, envejecido y atrofiado por el lacayismo envilecedor de la oligarquía que medraba al amparo de su sombra y de la brutalidad de la represión institucionalizada.
Desatado el movimiento armado en el norte del país, la Ciudad de México, de momento, se vio a salvo de combates. Poco duraría este compás de espera para la metrópoli, cuyas calles empero, ya alojaban manifestaciones públicas de descontento, una de ellas, particularmente violenta, ocurrida el 25 de abril de 1911: frente a la Cámara de Diputados, un grupo de estudiantes, acompañado por gente del pueblo encabezado por dos modestos empleados de la tienda La Gran Sedería de la Ciudad de México, Juan García Rosas y Atanasio Villarino Ceceña, este último nativo de San José del Cabo, Baja California Sur, pidieron tumultuosamente la renuncia del Gral. Díaz. Obviamente esta manifestación fue disuelta con los sables de la caballería.
Una ciudad sin clase media. Las fotografías de la Ciudad de México de la época constituyen elocuentes testimonios que permiten identificar las clases sociales que el sistema había fosilizado. Por una parte, vemos indígenas ataviados miserablemente con ropas de campo: manta y sombrero de palma los hombres; grandes enaguas y rebozos humildes las mujeres; y por otra, jaquets, sombreros altos de seda o bombines, corbatas de plastrón con su inevitable fistol, fracs, crinolinas, sombrillas de lujo, como en París; hipódromos, carruajes soberbiamente engalanados... Y el Dictador con apariencia inconmovible de monolito, con aplomo de eternidad y con los destellos de las numerosas condecoraciones que le hinchan el tórax. ¿Clase media en las fotografías? Prácticamente ausencia de ellas y en general, de la vida y de la estructura socioeconómica del país.
Así el porfirismo había venido castrando el surgimiento de una cabal clase media. Y la ciudad, entonces, era morada que sin comunicación, diálogo y relación, en la que habitaba la pseudoaristocracia criolla y latifundista asociada con el ejército y con el alto clero; y con una densa capa social de desheredados, muchos de ellos provenientes de las áreas rurales y que, en la capital -en sus suburbios sórdidos- procuraban asilo y trabajo.
La naciente y balbuceante clase media que empezaba a germinar, en el país desempeño dos funciones históricas contradictorias -y en la ciudad se advirtió el fenómeno con evidencias y claridades de fotografía muchas veces amplificada-: un grupo, más politizado y más impaciente que culto, que formó los cuadros directivos del movimiento revolucionario; otro, más numeroso y no menos impaciente, quizá más culto pero menos politizado, que optó por la "neutralidad" -si así puede denominarse la conducta pasiva, acomodaticia, mimética-, grupo que en secreto admiraba el oropel porfirista y que anhelaba filtrarse dentro de él, aunque fuese en calidad de polizón o de lacayo.
Durante los días 23 y 24 y 25 de mayo de 1911, la capital fue escenario de manifestaciones y motines de multitudes que exigían la renuncia del general Díaz.
(Tomado de: Romero, Héctor Manuel. - "Dios omnipotente, y Don Porfirio presidente..." -La Ciudad de México (Delegación Cuauhtémoc) en 1910/1911-. Ediciones de la Delegación Cuauhtémoc, México, D. F., 1982.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario