Entrevistando a las pirámides 2 Teotihuacán
El entrevistador de pirámides se dirige enseguida a la de Teotihuacán, que sigue en antigüedad a la de Cuicuilco, aunque la diferencia de edad sea de muchos cientos de años. Teotihuacán fue centro religioso desde el año 250 hasta el año 750 después de Cristo, según ha podido averiguarse mediante el cotejo del calendario de los mayas con el de Occidente. Teotihuacán es hoy un centro de atracción para el turismo, y eso explica, tal vez, la acogida mundana y cordial que aquí encuentra el entrevistador.
La pirámide del Sol, alta y airosa, pregunta al visitante qué desea de ella, aunque añade que no podrá hacerle grandes revelaciones, pues los arqueólogos se han encargado ya de arrancarle todos los secretos.
-...Mejor dicho -se corrige-, casi todos. Constantemente salen a relucir cosas nuevas, muchas de ellas olvidadas por mí misma desde hacía largo tiempo. Por ejemplo, hace algunas semanas se descubrieron aquí unos frescos con cientos de figuras realistas del mundo de Tláloc. Seguramente sabe usted que Tláloc no era solamente el hacedor de la lluvia, sino el señor de todas las aguas. Gobernaba los océanos y las nubes, la hidropesía y el peligro de morir ahogado, la sed y el sudor, los ríos y las fuentes, los canales y los acueductos, el rocío y la tempestad, los peces y las ostras, las barcas y los nadadores, las plantas y aves acuáticas.
"Quien moría bajo los auspicios de este dios, podía considerarse afortunado, pues Tlaloc reinaba sobre un paraíso propio, el más delicioso Edén que pueda usted imaginarse. Nada de angelotes mofletudos, nada de almas aladas y modosas con las manos reverentemente cruzadas, nada de tocar de trompeta y rasguear de arpas; no, un verdadero paraíso para gente indolentes y haraganas. Entre cuatro almas, por ejemplo, cogen por los brazos y las piernas a otra y se entretienen en mantearla. ¿Ha visto usted alguna vez a los difuntos divirtiéndose en pasatiempos tan poco serios? La principal ocupación de estos bienaventurados consiste en dedicarse al juego, con una raqueta en la mano. Y siempre se están riendo. Si alguien cae al suelo, se ríe; si se baña o se lanza el agua de cabeza, se ríe todavía de mejor gana. Y todas las canciones que se cantan en este paraíso son alegres y un poco petulantes, como corresponde a la euforia de quienes moran en él.
"El único el que no verá usted reír en este reino de los muertos es el más gracioso de todos. Es el que, con una rama de muerto en la mano, cruza el umbral; acaba de llegar de su entierro y viene todavía sollozando ante el dolor de su muerte. Eche usted un vistazo a los frescos; le aseguro que no los olvidará mientras viva aunque llegue a ser tan viejo como yo."
Dicho esto, hace ademán de retirarse o, mejor dicho, de dar licencia para que se retire el entrevistador, pues una pirámide, aunque sea una pirámide parlante, jamás puede separarse de su base. Pero al entrevistador le gustaría que le dijera algo acerca de ella misma. Se apoya en sus últimas palabras sobre su vejez para preguntarle acerca de su vida.
-Le parecerá a usted tal vez paradójico si le digo -me contesta- que una pirámide, mejor dicho, el tronco de una pirámide, es de todos los cuerpos el que menos puede verse a sí mismo. Desde los primeros años de mi vida maldije mi figura piramidal y desee haber nacido con cuerpo prismático, de torre por ejemplo. Todo lo que sé acerca de mí lo sé solamente de oídas. Tengo entendido que sobre mi cabeza se levanta una figura representando el sol con un inmenso corazón de oro puro. No puedo confirmarlo ni desmentirlo. Sí, he visto subir por los escalones de mis costillas grandes bloques de pórfido, pero no sabría decir lo que han hecho con ellos en lo alto de la plataforma. Sobre mi cima comienza el reino del aire, que no es ya de mi jurisdicción.
"Es cierto que en cambio he podido observar durante bastante tiempo los acontecimientos que se producían frente a mí en los dominios de mi hermana, la pirámide de la Luna. Es probable que lo que ocurría sobre mi cuerpo a la dorada luz del sol, no se diferenciara gran cosa de lo que a la pálida luz de la luna ocurría sobre el cuerpo de mi hermana. Las víctimas destinadas a los sacrificios humanos subían las escaleras adornadas con flores, y después de arrancarles el corazón las precipitaban al fondo, poseídas ya de una noble rigidez. Hoy sólo los turistas trepan por nuestras escaleras, siempre con prisa y con ojos de curiosidad. Pero al bajar, casi todos sienten el vértigo. Conmovidos todavía por los relatos espeluznantes del guía, tienen la sensación de que es a ellos a quienes les han arrancado el corazón y de que su envoltura mortal baja rodando en macabras volteretas. Pero, por favor, no escriba usted esto. Podría perjudicar nuestro turismo. Tiene usted muchas otras cosas que contar de nosotras. Nuestro recinto era la ciudad sagrada en que los muertos se convertían en dioses, como indica el mismo nombre de Teotihuacán. (La voz teo significa dios, como en griego: curiosa coincidencia.) Cientos de miles de personas venían aquí en peregrinación; a nuestros pies se celebraban grandes fiestas religiosas y se alzaban templos y palacios de proporciones inimaginables, y de una belleza cuyas huellas encontrará todavía usted entre las ruinas. Pero todo esto es muy conocido, pues se ha escrito mucho acerca de ello."
(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)
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