El Enmascarado de
Plata
El Santo,
héroe máximo de la época de oro de la
lucha libre, fue un hombre que guardó celosamente su rostro humano bajo su
inmortal máscara de plata. Un hombre sobre el que existen cientos de rumores.
Sus fanáticos y fanáticas llenaban la arena durante los combates de máscara
contra cabellera, atentos a la menor posibilidad de que se descubriese la
identidad de su ídolo. Nunca se atrevieron ni a imaginar quién podría estar
debajo de la tela: lo respetaban demasiado para hacer suposiciones fáciles.
El Santo
cuidaba cada detalle, al extremo de que, cuando viajaba con su administrador
asistente, el Pelón Suárez, éste debía ir en otro avión. El enmascarado de
plata mantuvo el misterio durante más de cuarenta años y sólo después de su
muerte el público pudo ver su cara recia, vieja y golpeada, enterándose al
mismo tiempo de su nombre: Rodolfo Guzmán Huerta, quien naciera en Tulancingo,
Hidalgo.
Luego el
público aceptó sin chistar que su hijo lo relevara en el ring, con la misma
máscara y con el mito sobre sus espaldas. Aunque procreó diez hijos con su
mujer, Maruca, un rumor muy extendido dice que el Hijo del Santo no es tal,
sino que se trata de uno de sus sobrinos.
A fines de
los años cincuenta, el editor José Guadalupe Cruz hizo del Santo un superhéroe,
dibujando su historieta de manera semanal. Al mismo tiempo, el ídolo de las
masas se presentaba cada domingo en diferentes lugares de la república. Desde
los años sesenta también protagonizó películas, hechas con bajísimo
presupuesto, todas las cuales hoy son de culto. En estas cintas, el Santo pelea
contra los seres más extravagantes: marcianos, momias, mujeres vampiro, zombis,
mujeres lobo, científicos locos. El personaje, adelantado a su época, era
conocido en países del Medio Oriente y del sureste asiático. Estaba más cerca
de la gente que Superman, y además no tenía su aburrida doble vida. Su ayudante
y enemigo, Blue Demon, era mejor que cualquier Robin o que cualquier Guasón.
Rodolfo
Guzmán creció en Tepito. De niño destacó en el béisbol y en el futbol, luego en
la lucha grecorromana y en el jiujitsu. Dicen que antes de convertirse en el
Santo, peleó con los nombres de Rudi Guzmán, El Hombre rojo, El Enmascarado, El
Demonio Negro y El Murciélago II, hasta que la comisión de boxeo y lucha le
exigió cambiar de nombre, pues este último ya estaba registrado. A sugerencia
de su entrenador, Jesús Lomelí, eso también es lo que dicen, escogió el
sobrenombre de el Santo, con el que debutó el 26 de julio de 1942, a los
veinticinco años de edad, en la arena México.
Durante la
década siguiente, tras abandonar el bando de los rudos, el Santo pulió su
técnica en Guanajuato, en la primera escuela profesional de lucha libre que
existió en nuestro país, dirigida por Cuauhtémoc el Diablo Velasco. Eso, por lo
menos, es lo que se afirma.
Otro rumor
que corre por ahí, cuenta que en los años ochenta, en el programa de televisión
Contrapunto, conducido por Jacobo Zabludovsky, este periodista hizo que el
Santo mostrara por primera vez medio rostro. Se dice que lo hizo bajo engaños y
que el luchador salió del estudio sumamente molesto.
(Tomado de:
Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México)
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