lunes, 31 de diciembre de 2018

Mercado de Tlatelolco, 1520

 
Hernán Cortés

"Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada y desde la Tierra- Firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, [...], hay dos leguas. [...]. ... Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimiento como de vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de colchas, de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay calle de caza, donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela, papagayos, búharos, águilas, falcones, gavilanes y cernícalos, y de algunas aves destas de rapiña venden los cueros con su pluma y cabezas y pico y uñas. Venden conejos, liebres, venados y perros pequeños, que crían para comer, castrados. Hay calles de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios, donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay casa como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas. Hay casas donde dan de beber y comer por precio. Hay hombre como los que llaman en Castilla ganapanes, para traer cargas. Hay mucha leña, carbón, braseros de barro testeras de muchas maneras para camas, y otras más delgadas para asientos y para esterar salas y cámaras. Hay todas las maneras de verduras que se fallan, especialmente cebollas, puerros, ajos, mastuerzo, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas, hay frutas de muchas maneras, en que hay cerezas y ciruelas que son semejables a las de España.
 
 Venden miel de abejas y cera y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar, y miel de unas plantas que llaman en las otras y estas maguey, que es muy mejor que arrope y destas plantas facen azúcar y vino, que asimismo vende. Hay a vender muchas maneras de filado de algodón, de todos los colores, en sus madejicas, que parece propiamente alcaicería de Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha más cantidad. Venden colores para pintores cuantos se pueden hallar en España, y de tan excelentes matices cuanto pueden ser. Venden cueros de venado con pelo y sin él, teñidos, blancos y de diversos colores. Venden mucha loza, en gran manera muy buena; venden muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros, ollas, ladrillos y otras infinitas maneras de vasijas, todas de singular barro, todas o las más vedriadas y pintadas.
 
 Venden maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en el sabor, a todo lo de otras islas y Tierra Firme. Venden pasteles de aves y empanadas de pescado. Venden mucho pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallina y de ánsares y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad; venden tortillas de huevos fechas. Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no las expreso. Cada género de mercaduría se vende en su calle, sin que entremetan otra mercaduría ninguna, y en esto tienen mucha orden. Todo lo venden por cuenta y medida, excepto que fasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso. Hay en esta gran plaza una muy buena casa como de audiencia, donde están siempre sentados diez o doce personas, que son jueces y libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandan castigar los delincuentes. Hay en la dicha plaza otras personas que andan continuo entre la gente mirando lo que se vende y las medidas con que se miden lo que venden, y se ha visto quebrar alguna que estaba falsa ..."

(Tomado de: Hernán Cortés – Cartas de Relación. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #7, México, D.F., 1993)
 
 
 
 
Bernal Díaz del Castillo

«...Digo esto porque a caballo nuestro capitán, con todos los más que tenían caballos, y la más parte de nuestros soldados muy apercibidos, fuimos al Tatelulco, e iban muchos caciques que el Montezuma envió para que nos acompañasen; y cuando llegamos a la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirado de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían; y los principales que iban con nosotros nos lo iban mostrando: cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían situados y señalados sus asientos.
 
 Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras ricas, y plumas y mantas y cosas labradas, y otras mercaderías, esclavos y esclavas: digo que traían tantos a vender a aquella gran plaza como traen los portugueses los negros de Guinea, e traíanlos atados en unas varas largas, con collares a los pescuezos porque no se les huyesen, y otros dejaban sueltos.
 
Luego estaban otros mercaderes que vendían ropa más basta, e algodón, e otras cosas de hilo torcido, y cacaguateros que vendían cacao; y desta manera estaban cuantos géneros de mercaderías hay en toda la Nueva-España, puestos por su concierto, de la manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo, donde se hacen las ferias, que en cada calle están sus mercaderías por sí, así estaban en esta gran plaza; y los que vendían mantas de henequén y sogas, y cotaras, que son los zapatos que calzan, y que hacen de henequén y raíces muy dulces cocidas, y otras zarrabusterías que sacan del mismo árbol; todo estaba a una parte de la plaza en su lugar señalado; y cueros de tigres, de leones y de nutrias, y de venados y de otras alimañas, e tejones e gatos monteses, dellos adobados y otros sin adobar. Estaban en otra parte otros géneros de cosas e mercaderías.

Pasemos adelante, y digamos de los que vendían frisoles y chía y otras legumbres e yerbas, a otra parte. Vamos a los que vendían gallinas, gallos de papada, conejos, liebres, venados y anadones, perrillos y otras cosas desde arte, a su parte de la plaza. Digamos de las fruteras, de las que vendían cosas cocidas, mazamorreras y malcocinado; y también a su parte, puesto todo género de loza hecha de mil maneras, desde tinajas grandes y jarrillos chicos, que estaban por sí aparte; y también los que vendían miel y melcochas y otras golosinas que hacían, como nuégados.

Pues los que vendían madera, tablas, cunas viejas e tajos e bancos, todo por sí. Vamos a los que vendían leña, ocote e otras cosas desta manera. ¿qué quieren más que diga? Que hablando con acato, también vendían canoas llenas de yenda de hombres, que tenían en los esteros cerca de la plaza, y esto era para hacer o para curtir cueros, que sin ella decían que no se hacían buenos.
 
Bien tengo entendido que algunos se reirán desto; pues digo que es así; y más digo, que tenían hechos de cañas o paja o yerbas porque no los viesen los que pasasen por ellos, y allí se metían si tenían ganas de purgar los vientres porque no se les perdiese aquella suciedad. ¿Para qué gasto yo tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza? Porque es para no acabar tan presto de contar por menudo todas las cosas, sino que papel, que en esta tierra llaman amatl, y unos cañutos de olores con liquidámbar, llenos de tabaco, y otros ungüentos amarillos, y cosas deste arte vendían por sí; e vendían mucha grana debajo de los portales que estaban en aquella gran plaza; e había muchos herbolarios y mercaderías de otra manera; y tenían allí sus casas, donde juzgaban tres jueces y otros como alguaciles ejecutores que miraban las mercaderías. Olvidado se me había la sal y los que hacían navajas de pedernal, y de cómo las sacaban de la misma piedra.
 
Pues pescaderas y otros que vendían unos panecillos que hacen de una como lama que cogen de aquella gran laguna, que se cuaja y hacen panes dello, que tienen un sabor a manera de queso; y vendían hachas de latón y cobre y estaño, y jícaras, y unos jarros muy pintados, de madera hechos. Ya querría haber acabado de decir todas las cosas que allí se vendían, porque eran tantas y de tan diversas calidades, que para que lo acabáramos de ver e inquirir era necesario más espacio; que, como la gran plaza estaba llena de tanta gente y toda cercada de portales, que en dos días no se viera todo. Y fuimos al gran cu, y ya que íbamos cerca de sus grandes patios, y antes de salir de la misma plaza estaban otros muchos mercaderes, que, según dijeron, eran de los que traían a vender oro en granos como los sacan de las minas, metido el oro en unos canutillos delgados de los ansarones de la tierra, y así blancos porque se pareciese el oro por de fuera; y por el largor y grosor de los canutillos tenían entre ellos su cuenta qué tantas mantas o qué xiquipiles de cacao valía, o qué esclavos u otra cualesquiera cosas a que lo trocaban...»
 
(Tomado de: Bernal Díaz del Castillo – Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Espasa-Calpe Argentina, S.A., Colección Austral #1274. México, D.F., 1955)
 
 

sábado, 29 de diciembre de 2018

Francisco Primo Verdad y Ramos

 
 
 
Nació el 9 de junio de 1760 en la hacienda "Ciénega del Rincón" del Estado de Aguascalientes. Hizo sus estudios en el Colegio de San Ildefonso y después siguió la carrera de Derecho. Era uno de los más distinguidos miembros del Colegio de Letrados y por mucho tiempo fue abogado de la Real Audiencia. En 1808 ocupaba el cargo de Síndico del Ayuntamiento de la ciudad de México.

De acuerdo con su compañero el Lic. Azcárate, entrambos formularon el memorial presentado al virrey. Su prestigio como hombre de letras, su decidido carácter y su categoría de Síndico le hicieron tomar una participación más activa y plantear con mayor claridad el problema que ofrecía la situación lamentable de España y las consecuencias lógicas que de ella derivaban.

El 9 de agosto de 1808 se citó a una junta a todas las clases directoras de la Colonia; el Virrey, la Audiencia, los altos miembros del clero, los Inquisidores, los títulos de Castilla y los vecinos más notables. Entonces el Lic. Verdad, en un valiente discurso, expuso las condiciones porque atravesaba España y se atrevió a decir que, a falta de sus reyes, la soberanía recaía en el pueblo y que éste, por conducto de sus representantes legítimos, era el que debía conservar estos dominios para cuando Fernando VII recobrase su libertad.

El discurso del Lic. Verdad causó honda conmoción. El Inquisidor Decano declaró en alta voz que la idea de la "soberanía del pueblo" era herética. Los oidores impugnaron acremente la tesis sustentada por Primo Verdad y la junta se disolvió sin llegar a otro acuerdo que el de proclamar como rey a Fernando VII.

El virrey convocó a una nueva y acalorada junta simpatizando ostensiblemente con las ideas que el Ayuntamiento sostenía. Sin embargo, no se llegó en ella a ningún resultado práctico, aplazándose las cosas para una junta posterior que no llegó a celebrarse por la conspiración a que ya nos hemos referido apoyada por el partido español, por la Audiencia y encabezada por el rico hacendado, D. Gabriel Yermo que terminó con el asalto a Palacio y la aprehensión del virrey Iturrigaray.

El licenciado Verdad fue en seguida aprehendido y enviado a la cárcel del Arzobispado, instruyéndosele un proceso que no pudo terminar porque el día 4 de octubre de 1808 amaneció muerto, suponiéndose desde luego, con bastante fundamento, que fue asesinado.

La Comisión Nacional del Centenario, en memoria de este primer mártir de la Independencia, mandó colocar una placa de conmemoración e impuso su nombre a la calle que entonces fue Cerrada de Santa Teresa, donde estuvieron situadas las cárceles del Arzobispado.
 
(Tomado de: Felipe Servín - Próceres de la Independencia de América. Cuadernos de Lectura Popular #115, Secretaría de Educación Pública, México, D.F., 1968)

viernes, 28 de diciembre de 2018

Sóstenes Rocha


Nativo de Guanajuato, ingresó en el Colegio Militar en 1851, y al terminar sus estudios pasó al cuerpo de Zapadores en 1853. Fiel al gobierno republicano, se distinguió en las guerras de Reforma y contra el Imperio. Ganó la batalla de Dante Gertrudis y participó en el sitio de Querétaro. Apoyo firme de Juárez, sofocó la revuelta de la Ciudadela en 1871 y liquidó la de la Noria, en el Estado de Zacatecas. Fue director del Colegio Militar. Murió el 31 de marzo de 1897.

(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez)

jueves, 27 de diciembre de 2018

José Carlos Becerra

 
Nació en Villahermosa, Tabasco, en 1936; murió en Italia en 1970. Hizo estudios de Arquitectura y Letras en la UNAM. En 1965 se dio a conocer con un poema elegíaco, Oscura Palabra, que despertó el interés de la gente de letras. En 1967 publicó Relación de los hechos y en 1969 obtuvo dos premios de poesía. En 1970 emprendió un viaje por Europa y murió en un accidente de automóvil. Sus poemas, dispersos en revistas y periódicos, fueron reunidos en un volumen póstumo: El otoño recorre las islas (1973).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen II, Bajos-Colima)
 
Blues
 
No era necesaria una nueva acometida de la soledad
para que lo supiera.
Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.
Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.
La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.
El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripción,
una voz esculpiendo su olvido.
Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en ese azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.
Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nubes que el otoño piensa.
Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay una rama de árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.
Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha al vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señales de viaje.
Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quien esté enamorado.
Aquí está la tarde para designar una ausencia.
Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el viento.
No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.
Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero.
 
 
Batman
 
Recomenzando siempre el mismo discurso,
el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para distraer al silencio;
la persecución, la prosecución y el desenlace esperado por todos.
Aguardando siempre la misma señal,
el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle.
(Quiero decir ese gran reflector encendido de pronto…)
La noche enrojeciendo, la situación previa y el pacto previo enrojeciendo,
durante la sospecha de la gran visita, mientras las costras sagradas se desprenden
del cuerpo antiquísimo de la resurrección.
Quiero decir
el gran experimento.
buscándole a Dios en las costillas la teoría de la costilla faltante,
y perdiendo siempre la cuenta de esos huesos
porque las luces eternamente se apagan de pronto, mientras volvemos a insistir en hablar a través de ese corto circuito,
de esa saliva interrumpida a lo largo de aquello que llamamos el cuerpo de Dios, el deseo de luz encendida.
Llamando, llamando, llamando.
Llamando desde el radio portátil oculto en cualquier parte,
llamando al sueño con métodos ciertamente sofocantes, con artificios inútilmente reales,
con sentimientos cuidadosa y desesperadamente elegidos,
con argumentos despellejados por el acometimiento que no se produce.
Palabras enchufadas con la corriente eléctrica del vacío, con el cable de alta tensión del delirio.
(Acertijos empañados por el aliento de ciertas frases, de ciertos discursos acerca del infinito.)
Recomenzando, pues, el mismo discurso,
recomenzando la misma conjetura,
el Clásico desperfecto en mitad de la carretera,
el Divinal automóvil con las llantas ponchadas
entorpeciendo el tráfico de las lágrimas y de los muertos, que transitan Clásicamente en sentidos contrarios.
Recomenzando, pues, la misma interrupción,
La pedorreta histórica de las llantas ponchadas,
el sofisma de cada resurrección,
el ancla oxidada de cada abrazo,
el movimiento desde adentro del deseo y el movimiento desde afuera de la palabra, como dos gemelos que no se ponen de acuerdo para nacer,
como dos enfermeros que no se coordinan para levantar al mismo tiempo el cuerpo del trapecista herido.
(Aquí el ingenio de la frase ganguea al advertir de pronto su sombrero de copa de ilusionista;
ese jabón perfumado por la literatura con el cual nos lavamos las partes irreales del cuerpo,
o sea el radio de acción de lo que llamamos el alma,
las vísceras sin clave precisa, los actos sin clave precisa,
la danza de los siete velos velada por la transparencia del dilema;
y por la noche, antes de acostarse,
la dentadura postiza en el vaso de agua,
la herida postiza en el vaso de agua, el deseo postizo en el vaso de agua.)
La señal... la señal... la señal...
Así sonríes sin embargo, confiando otra vez en tu discurso,
mirándote pasar en tus estatuas,
flotando nuevamente en tus palabras.
La señal, la señal, la señal.
Y entretanto paseas por tu habitación.
Sí, estás aguardando tan sólo el aviso,
ese anuncio de amor, de peligro, de como quieran llamarle,
ese gran reflector encendido de pronto en la noche.
Y entretanto miras tu capa,
contemplas tu traje y tu destreza cuidadosamente doblados sobre la silla, hechos especialmente para ti,
para cuando la luz de ese gran reflector pidiendo tu ayuda, aparezca en el cielo nocturno,
solicitando tu presencia salvadora en el sitio del amor
o en el sitio del crimen.
Solicitando tu alimentación triunfante, tus aportaciones al progreso,
requiriendo tu rostro amaestrado por el esfuerzo de parecerse a alguien
que acaso fuiste tú mismo
o ese pequeño dios, levemente maniático,
que se orina en alguna parte cuando tú te contemplas en el espejo.
Miras por la ventana
y esperas...
La noche enrojecida asciende por encima de los edificios traspasando su propio resplandor rojizo,
dejando atrás las calles y las ventanas todavía encendidas,
dejando atrás los rostros de las muchachas que te gustaron,
dejando atrás la música de un radio encendido en algún sitio y lo que sentías cuando escuchabas la música de un radio encendido en algún sitio.
Sigue la noche subiendo la noche,
y en cada uno de los peldaños que va pisando, una nueva criatura de la oscuridad rompe su cascarón de un picotazo,
y en sus alas que nada retienen, el vuelo balbucea los restos del peldaño o cascarón diluido ya en aire;
y mientras tanto tú no llegas aún para salvarte y salvar a esa mujer
que según dices
debe ser salvada.
¿En qué sitio, en qué jadeo
el sueño recorre el apetito reconcentrado de los dormidos?
¿Qué ola es ésa, que al golpear contra el casco
hace que el marinero de guardia ponga atención por un momento, para decirse después que no era nada
y torne a pasearse por el cuarto, mirando de vez en cuando por la ventana las luces dispersas de la calle?
¿Qué ir y venir está gastando el cuerpo de su andanza
contra el casco manchado, cubierto de parásitos marinos?
...porque de pronto has dejado de pasearte por la habitación.
¿Acaso escuchas realmente ese ruido? ¿Ese ruido viene del pasillo o viene de tu deseo?
(Cierta especie de ruido que tropieza con cierta especie de silencio dentro de ti,
como alguien que se topa con una silla al caminar a oscuras...)
¡Tal vez ya prendieron el reflector para pedirte auxilio!
¡Tal vez fue esa mujer quien lo encendió!
Pero no, todavía no,
nadie camina por el pasillo hacia tu puerta, nadie tropieza con una silla dentro de ti,
y allí están doblados tu traje de héroe y tus sentimientos de héroe,
listos para cuando entres en acción.
¿Pero por qué no han encendido ese gran reflector?
¿Es sólo el ascenso de la noche lo que deja sus cascarones rotos en el aire?
¿Qué criatura de la oscuridad picotea para que el aire tome forma de cascarón roto, de peldaño dejado atrás?
¿Qué es aquello que detiene de súbito tus paseos por la habitación mientras te dices 'Acaso deba esperar otro rato'?
Y vuelves a asomarte por la ventana.
¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo rayándolo fugazmente con sus pequeñas luces de navegación?
Y algo dentro de ti que tú crees que es la noche allá afuera,
cruje pisando cascarones rotos, peldaños donde el cuerpo de su andanza deja un hilo finísimo de baba o soliloquio,
mientras retorna el fantasma de una mujer bandeado por la oscuridad
donde el mar se encaverna después del zarpazo,
y ese fantasma, que es la otra cara de la espuma, repite contra el casco del barco el golpe del sueño
salpicando al silencio desde lejos.
Y vuelves a asomarte por la ventana.
¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo?
¿Qué es ese ruido que te hace mirar tu traje y tu antifaz,
y asomarte después por la ventana?
Ir y venir alrededor de una silla,
enrevesado viaje alrededor de una silla, guardando el equilibrio difícilmente
al caminar y girar sobre un hilo finísimo de saliva.
Ir y venir, habladuría alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado,
ir y venir alrededor de un viejo y descompuesto automóvil que estorba el tráfico en la carretera,
gestos entrecruzados, habladuría de ventanas y escaleras
labrando la estatua cuyo sentido griego vacila y se viene abajo en el trayecto entre una ventana y un reflector que no se ha encendido,
mientras los cascarones rotos de la oscuridad crujen y se disuelven bajo el brusco aleteo con que la oscuridad va impulsando la noche.
Y otra vez te paseas,
¿quieres desovillar el hilo de saliva, el hilo de palabras sobre el que te balanceas en precario equilibrio?
¿En qué juego de tus frases, en qué humillante silencio has puesto el oído?
Y otra vez te paseas y otra vez te vuelves hacia la ventana,
pero ese resplandor… pero ese resplandor que descubres de pronto,
es el amanecer,
palidísimo gesto de esa luz entre los edificios, donde el silencio enhebra las pisadas lejanas de todo lo nocturno.
¿Y ahora,
qué es lo que sientes que se aleja,
como alguien corriendo descalzo por la playa, entre la niebla que la luz va a ocupar?
¿Y en esa claridad en aumento, acaso puede todavía distinguirse
la señal de un reflector encendido?
Paseos alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado,
monólogo alrededor de una silla donde está un simulacro en forma de traje doblado,
mientras el amanecer se deja llevar por su propia marea ascendente, y por el ruido de las barredoras mecánicas y de los primeros camiones urbanos que aparecen por las calles desiertas.
 

Basta cerrar los labios
 
Basta morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.
Deja que la mano sea como un guante
que usa el corazón para tocar el brazo
o el alba de una novia entristecida.
Deja que la mano sea como un campo
donde el aire trasciende como humedad de pelo.
El otoño se despierta en mi pecho y se sacude las plumas
como pájaro caído fuera de la redondez de su canto.
El otoño se desbanda por mi pecho
como un viento veteado de árboles.
¿Quién me pone en los labios
un color de palabras donde se siente el peso de la noche?
A veces hay algo en las palabras que se dicen,
en aquellas que llevan del labio ansiosa vida,
aquellas que sollozan el paisaje
y respiran la cal de otra garganta;
que es como ponerse de codos a pensar
sobre el pretil de una tristeza antigua.
Hay playas
donde la mar resuena como carne,
como el golpe de un cuerpo que de pronto ha llorado.
Hay lagunas y juncos, estuarios
donde amarran los peces su oceanía desmedida,
y hay ríos donde la tierra llega al mar
insepulta en sus sueños imposibles.
Sufro. Sufro de esa moneda
que redondea a la mano inútilmente.
Sufro como un sentir pequeña espina
en la mirada fija de las lágrimas.
Sufro la cañamiel de una canción muy tonta.
Sufro el esparcimiento de una muerte insepulta.
Sufro la profundidad de los ríos
donde la noche tienta a los ahogados.
Paso los ojos
por la luz poco oída de una estrella.
Paso los labios por las palabras de un día,
donde el silencio crece como yedra.
Para morir, para cesar los labios
para olvidar de pronto la forma de la tierra
y salir para siempre de la asunción del mar;
no es necesario el traje de los condenados
ni la ceniza de los aturdidos.
No es necesaria la cama de los enfermos
ni el campo de batalla ya después, en silencio.
Basta un anuncio de hojas de afeitar,
basta la prosperidad de un gerente,
basta un tranvía equivocado.
Es arrojada la noche a la costa de nuestro pecho
por un oleaje de luces.
Hay un poco de acero turbado en una mano.
Hay un niño sin ojos moviéndose en los ojos
Entonces ¿cómo tomar la luna?
¿Con qué mano o qué lágrima
tocar la luz donde los labios ceden a la noche?
La respiración suena como pisar hojas secas.
El bosque es tan profundo que las manos no se encuentran.
Puedo silbar para espantar mi miedo,
para que me oigas yacer en un claro del bosque
cuando en realidad sólo hay claro en tus ojos.
Palabras y miradas transbordando ataúdes.
De ataúdes de niños
a negros ataúdes con barbas de abuelo.
A veces la noche
crece como la barba de un dios desconocido.
Cerrar los labios es quedarse a solas.
Puedes mover el frío entre tus dientes.
Puedes ver en un cuello la pasión de la tarde.
La mano puede confiarse al frío sin darse cuenta.
 
 
 
 

martes, 25 de diciembre de 2018

Catecismo Náhuatl en imágenes

 
Contenido

Es éste uno de los varios catecismos que se emplearon para la evangelización de los indígenas mesoamericanos. Se halla trunco ya que de él sólo se conservan seis hojas, pintadas en papel europeo por ambos lados. El catecismo expone por medio de preguntas algunos temas principales de la doctrina cristiana. Al pie de las imágenes hay un texto náhuatl que facilita su interpretación. Entre los temas que trata están los tocantes a Dios con sus tres personas distintas y la enunciación de los principales atributos de cada una de ellas. Se informa que la Virgen María fue madre del hijo de dios, de la redención de Jesús por los pecados de los seres humanos y de que vendrá a juzgar a vivos y muertos en el juicio final, así como su destino, el cielo o el infierno. La presencia del Papa en Roma, como representante de Cristo en la tierra, está ilustrada por varias imágenes. La última parte hace referencia al demonio, enemigo de los seres humanos.
 
 
 
Características físicas
 
Está pintado en papel europeo, por ambos lados. Las seis hojas que se conservan miden aproximadamente 15.6 cm de altura por 10.5 cm de ancho. Las pinturas y glosas se presentan en columnas o bandas horizontales. El trazo, aunque a veces infantil, refleja en algunos casos cierta habilidad del tlacuilo que lo elaboró. De esto son muestras las representaciones de la Virgen María, así como el jeroglífico que expresa la idea de necuiltonoliztli, “riqueza”, que consiste en una flor dentro de un círculo con aves a ambos lados, verosímilmente colibríes. Los colores empleados son azul, rojo, amarillo y verde. La secuencia de los textos exige siempre una lectura horizontal a lo largo de las siete bandas que se registran en las páginas del catecismo.
 
 

(Tomado de: Miguel León-Portilla. Catecismo Náhuatl en imágenes. Arqueológica Mexicana, edición especial #42, La colección de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Editorial Raíces, México, D.F., 2012)

lunes, 24 de diciembre de 2018

Apellidos en México

 
 
La enorme mayoría de los apellidos de México es de origen español: castellano (González, Moreno), vasco (Ibarra, Garay), gallego o portugués (Bassols, Formentí). Sólo en muy pocos casos se ha modificado la grafía: Chaves se ha vuelto Chávez, por atracción de patronímicos como López y Sánchez, en tanto que Flórez, que así lo es, se ha convertido en Flores, por considerarlo plural de flor. Desde los primeros años de la conquista los vencidos adoptaron el apellido español; en muchos casos les fue impuesto, junto con el nombre de pila, al momento del bautismo, o vendido por los funcionarios del registro civil. Centenares de millares de indígenas monolingües lucen los apellidos más clásicos del mundo hispano; éstos, a veces, tienen en su idioma correspondencias irreconocibles. Así, en popoluca, lengua de la familia zoqueana, los Gutiérrez son llamados Moho; los González, Maca (estrella); los Rodríguez, To’och; los Hernández, Uo’oshi, Ho’o, Tonjuan y Tuki (tortuga); los Ramírez, Uan (cuerno) y Lamun (Ben Elson, 1948). En Yucatán existe la tendencia a castellanizar el apellido maya, ya sea asimilándolo con uno español, cuando existe homofonía (Kantún, “piedra amarilla”, se vuelve Cantón; Celiz, Celis; Bas, Baz) o traduciéndolo: los Ek de ayer son los estrella de hoy; los Dzib se han vuelto Escribano y los Dzul, Caballero.
 
Apellidos indígenas
 
Gran parte de la población rural yucateca y campechana conserva los apellidos mayas: alrededor de 300 “apellidos de familia con gratísimo sabor eminentemente nacional” (obispo Carrillo y Ancona, 1875). En los estados de Tlaxcala y Puebla el apellido náhuatl se conserva vigoroso; los Moctezuma de Olinalá, Gro., y San Luis Potosí pretenden descender del último monarca azteca.

En Michoacán algunos centenares de familias lucen todavía apellidos tarascos.

Raros son los yaquis Suboquí (codorniz y Omocol (tortolita), el cahita y coca Sengua (flor), el mayo Yocupicio (agua menuda), y el cora Cánare (cardador). Entre los otomís de Itzmiquilpan se encuentran los apellidos Bhifi (acocote), Nzabí (jagüey), Nxuní (gavilán) y Xáxní (una de gato), alusión a las espinas encorvadas de ciertas plantas.

Entre los tarahumares se encuentran los nombres totémicos Chumarí (venado) y Maguyaca (león), o inspirados en las plantas como Muraca (espiga de maíz). También los apellidos se vuelven apodo: Warínamo (ligero), Chiti-Chate (feo por flaco), y Lowíame (loco).

En el Istmo de Tehuantepec sobreviven algunos apellidos zapotecos: Chiñas (dulce), Yú (tierra, y por extensión barro y loza), Charis (derivación de Charé, o sea Che-reu, “voy a Reu”, barrio de Tehuantepec) y Vete (zorrrillo).

En Chiapas se han perpetuado en algunos apellidos voces de un idioma recientemente muerto: el chiapaneco, emparentado con el mangue de Nicaragua y perteneciente al gran grupo linguistico oto-mangue. Ejemplos: Nucamendi (corral de piedra) y Nandayapa (río verde).

Del tarasco, en Michoacán, proceden Ireta (poblado), Huacuja (de huacos, “águila”), Equihua (de ekiua, “disgústate”, “enójate”), Huato (de huata, “cerro”), Pitacua (flecha), Cuara (velador de milpas) y Ziranda (ceiba).

Entre los de origen náhuatl, los hay híbridos, derivados de gentilicios: Mexicanos, en Malinalco y la Mixteca; Tezcucano, en Atlixco y Cholula; y Xalpeño y Amozoqueño, en Puebla. Son de origen calendárico: Zepactle, en Tequila, Ver,, que se refiere a cipactli, el primer día de la veintena; Cóatl (serpiente), en la región de Cholula; Mazahua (el del venado), en Zongolica, Ver., que evoca el séptimo día; Atlime (las aguas), el noveno, en Huejotzingo; Aca (caña), el decimotercero, en Cholula; Cuautle (Águila), el decimonoveno, en Tlaxcala; Xóchitl (flor), el vigésimo, en Veracruz, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo.

Derivan de nombres de animales: Cocotle (tórtola), Coyote, Michi (pez), Chapuli (chapulín) y Cólotl (alacrán); de las plantas (fitónimos): Ahuatl (encino) y Xílotl (mazorca tierna); de los minerales: Tepuz (cobre); y de los oficios: Tlacuilo (escriba) y Nahuatlato (intérprete). Chimalpopoca (escudo humeante) se conserva también en sus elementos separados: Chimal y Popoca.

Entre los mayas, Xiú evoca la dinastía tolteca que llegó a Yucatán en el siglo X y es “casi con seguridad” de origen náhuatl (Morley); significa “yerba”, “turquesa” y “año” (xíhuitl). Desde su salida de Nonoalco hasta la actualidad se han sucedido 46 generaciones de Xiúes: jefes toltecas, reyes mayas, hidalgos españoles (el primero fue Ah Kukun Xiú, que tomó el nombre de Francisco de Montejo Xiú) y ahora humildes milperos.

Son de probable origen totémico maya: Cutz (pavo silvestre), Ceh (venado), Balam (jaguar), Muy (conejo), Miz (gato), Tzul y Bil (perro), Och (zorro), Vech (armadillo), Coba (chachalaca), Cot (águila) Mo (guacamaya), Hu y Tzel (iguana), Mac (tortuga), Can y Chan (serpiente), Pat (cazón), Mex (peje araña), Cab (abeja), Pech (garrapata), Maz (grillo), y Zak (langosta). El reino mineral está representado por Couoh (piedra fina de la miel), tal vez el ámbar; Chuc (carbón) y Kantun (Piedra amarilla); y el vegetal por Nic (flor), Batun (cierta planta comestible) y Aban (una mata). Otros son Canul (guardián), Ek (estrella), Ku (Dios o templo), Nabte (dardo) Noh (grande).

Apellidos extras

Entre los ingleses e irlandeses: Hill (colina), Hay (heno, seto), Bay (de pelo castaño rojizo), Cox (de Cocks, insignia de los gallos) y Healy; O’Gorman (vástagos del hombre azul), O’Farril (supervalientes), O’Higgins (hijos de Ricardito), O’Horan (descendientes del guerrero) y O’Really (nieto del atleta); Burns (que mora a orillas de un torrente), Buchanam (el que vino de Both Chanaim, el asiento de Canon, en Stirlingshire), Lancaster Jones (castro romano del río Lune en Lancanshire, hijo de Juan), Graham (casa solariega gris), Brown (pardo), Turnbull (fuerte, audaz), Macdonald (hijo del que gobierna el mundo), Cruikshank (que mora al pie de un cerro cortado), Mac Gregor (hijo de Gregorio, el vigilante), Sherwell (fuente límpida), Johnson (hijo de Juan), y Keith (morador de la región de Keith, “bosque” de Escocia). Entre los compuestos anglomexicanos: Noriega Hope (esperanza), Díaz Todd (zorro), Álvarez Morphy (guerrero de mar), y Guajardo Davis (hijo de David). Entre los alemanes: Uthoff (fuera del cortijo), Freyman (hombre libre), von Borstel (de la cerda), Schulemburg (castillo de las escuelas), Rosenblueth (flor de rosas), Schaufelberger (morador de un monte en forma de pala), y Stierle (torito). Entre los compuestos germanomexicanos: Rosenzweig (rama de rosas), Herzog (duque), Tielmans hombre del pueblo), Weber (tejedor), Weckmann (panadero), Scherer (tundidor de paños), Christlieb (el que ama a Cristo), Fisher (pescador), Hank (Enriquito), Graef (el que preside un tribunal, conde), Lengerke (lanza del país), Schubert (zapatero) y Kunhardt (el hombre temerario de la tribu). Entre los franceses: Betancourt (cortijo de Beto), Rouaix ((topónimo derivado de rouet, rieco), Jacques (Jacobo), Porte Petit (puerta-chico), Rolland (Roldán), Trouyet (prensador de aceite), Coquet (gallito), Broissin (de Broisser, correr por los jarros), Leduc (el duque), Foucher (atrevido en el pueblo), Bouquet (chivito), Mallard (de malo, Maclovio), Dupré (del prado), Fournier (panadero), Levy (adhesión), Lacroix (la cruz), y Manautou (de manaud, gobierno del hombre). Entre los italianos: Lombardini (diminutivo de Lombardo), Attolini (padrecito), y Torri (torres); Usigli (Zama, Ghigliazza, Spota, Spíndola, Cusi y Parodi, nombres de lugares; Brambila (tal vez “el que quita el cascabillo del arroz”), Pani (panes, Denegri (de los negros), Caffarel (matronímico: mujer del ejército), Ferrari (herreros), Stampa (imprenta), Foglio (hoja), Sodi (duro, sólido, gallardo), Alessio (alejo), Marini (marinos) y Coen (sacerdote).

Liekens tiene un patronímico neerlandés, derivado de Leud, pueblo; Zeevaert (navegación marítima, Seefahrt en alemán), también es de extracción flamenca; Zabludovsky es polaco; Arai (pozo nuevo), Matsumoto (pino principal) y Murayama (aldea-monte) son japoneses; Wong (amarillo) y Chong (henchido) son chinos; Levi o Levy (de la tribu de Levy), Cohen (sacerdote), Sarfati (francés) y Azkenazi (alemán) son netamente hebreos; y libaneses Kawage (cafetero), Ramia (Jeremías), Henaine (trascripción de Huanaina, Juanita), Nahum (consuelo), Abdelnur (siervo de la luz) y Kuri.
 

(Tomado de: Enciclopedia de México, tomo I) 

sábado, 22 de diciembre de 2018

Alberto Beltrán

 
Nació en la ciudad de México en 1923. Estudió dibujo en la Escuela Libre de Arte y Publicidad, de la que fue alumno fundador (1939) y más tarde maestro y director técnico (1960). Aprendió por sí mismo el grabado en linóleo. En 1949 asistió a los talleres de grabado en metal y de pintura al fresco de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. En 1945 ingresó al Taller de Gráfica Popular, y llegó a ser presidente de esa asociación en 1958 y 1959. En 1960 se retiró del grupo, junto con Leopoldo Méndez, Pablo O'Higgins, Mariana Yampolsky, Adolfo Mexiac y otros.  En 1956 recibió el Premio Nacional de Grabado, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, y en 1958 el Primer Premio de Grabado de la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado, realizada en México. Colaboró en varias publicaciones sindicales y fue ilustrador y caricaturista de El Popular, El Nacional, Excélsior, Novedades, La Prensa, y Diario de la Tarde. Editó los periódicos satíricos Ahí va el golpe (1958) y El Coyote emplumado (1960). Desde 1962 fue subdirector gráfico de El Día y autor desde 1968, en ese periódico, del comentario gráfico semanario. En 1965 dirigió el Taller de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. En 1971 fue nombrado primer director general de Arte Popular de la Secretaría de Educación Pública y a partir de 1974 fue presidente del Comité Mexicano Pro Artesanías y Arte Popular. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes. Infatigable y fecundo creador en el campo de las artes plásticas, realizó 3 murales: uno de piedras naturales, caracoles y cerámica, en el exterior del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana, en Jalapa; un mosaico de vidrio en la bóveda del Museo de la Ciudad de Veracruz; y un vitral monumental en el edificio del Registro Civil del propio puerto jarocho. Autor de "Pintura y escultura en Veracruz (de 1910 a 1965)", en La Palabra y el Hombre (37, 1966), 50 artistas opinan sobre el arte (1967) y El petróleo en México (1968); e ilustró, entre otros, los siguientes libros: Origen, vida y milagros de su apellido de Gutierre Tibón (1946), Juan Pérez Jolote: biografía de un tzotzil de Ricardo Pozas A. (1948), La ruta de Hernán Cortés de Fernando Benítez (1950), Life in a Mexican Village: Tepoztlan revisted de Oscar Lewis (1951), Doña Bárbara de Rómulo Gallegos (1954); Azteca (1958), Maya (1960) e Incas (1961) de Víctor W. Vonltagen; y Las tierras flacas de Agustín Yáñez (1968).

[Murió en la ciudad de México el 19 de abril de 2002].
 
 (Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen II, Bajos-Colima)




(Alberto Beltrán: preparación de papel amate; tlacuilo, pintor de códices)
 
 

(Alberto Beltrán: Juguetes mexicanos)
 

(Alberto Beltrán: un día de vida prehispánica)

 
(Alberto Beltrán: Días y meses del calendario maya)
 
 

viernes, 21 de diciembre de 2018

El encierro como virtud, El castillo de la Pureza

 
En julio de 1959 se descubre un caso de encierro familiar. Rafael Pérez Hernández es detenido por el secuestro de su mujer y sus seis hijos, de nombres un tanto alegóricos: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir y Libre Pensamiento. Llevan más de 15 años encerrados, golpeados, zarandeados por regaños y sermones. La hija mayor, Indómita, tiene 17 años y la menor, Libre Pensamiento, 42 días de nacida. (Otros dos han muerto muy niños.) Durante 15 años, Pérez Hernández alimenta a su familia con una dieta de avena y frijoles (lo que "favorecía la espiritualidad", según apunta en su crónica Víctor Ronquillo), mientras los obliga a la elaboración agotadora de raticidas. Nadie los visita y sólo abandonan la casa para que el padre les enseñe las perversiones de este mundo. (De vez en cuando van al Cuadrante de la Soledad, en la Merced, a observar a prostitutas y alcohólicos.) Con el tiempo deciden rebelarse y piden auxilio. Y en julio de 1959 la policía detiene a Pérez Hernández que protesta: "Mis hijos sólo tratan de apoderarse del capital que he logrado formar con muchos sacrificios."

Esta vez, el episodio tiene tal valor sintomático y simbólico que borra su origen específico y se vuelve fábula urbana. (Casos similares no escasean.) Aquí el tema lo es todo: un hombre, que se concede a sí mismo dones filosóficos y proféticos, quiere evitarle a su familia (su posesión literal, sus cosas que son mujer e hijos) la contaminación de la realidad. ¿Se puede ir más lejos en el solipsismo, en el afán de eliminar a la vez el conocimiento y el pecado? El padre-carcelero, que se declara ateo, participa del fundamentalismo más extremo: el mundo es el hervidero que destruye la inocencia. Él, prófugo de la Contrarreforma, enseña la obediencia a través del temor, y hace del encierro la pedagogía última. Afuera, el mal amenaza con devastar su hogar amurallado; dentro, hay que tajar a tiempo los propósitos de libertad. El Carcelero (el Padre Terrible) es la metáfora más desbordada del autoritarismo sin valladares. He aquí, en su grotecidad, la caricatura del pánico moral en las grandes ciudades.

En este caso se inspiran Los motivos del lobo (1965), la obra teatral de Sergio Magaña y El castillo de la pureza (1972), la película de Arturo Ripstein con guión de José Emilio Pacheco.

(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994)
 
Dirección: Arturo Ripstein

Fotografía: Alex Phillips

Con Claudio Brook, Rita Macedo, Arturo Beristáin, Diana Bracho, Cladys Bermejo y David Silva.


jueves, 20 de diciembre de 2018

Ignacio Luis Vallarta


 
 
Originario de Jalisco. Político y jurista de gran prestigio. Sus inicios en el servicio público fueron tempranos. Al triunfo de la Revolución de Ayutla (1855) ya participaba en la política del país. Santos Degollado, gobernador de Jalisco lo nombró su secretario particular. Por entonces también impartió las cátedras de Derecho Natural de Gentes, de Historia y Economía Política, y desempeñó el cargo de fiscal del jurado de imprenta.

Diputado al Congreso Constituyente de 1856, se hizo famoso con un discurso sobre la abolición de la Compañía de Jesús. Durante la Guerra de Reforma, actuó en las filas liberales, en su estado natal, y al terminar ésta es nombrado coronel del Batallón Hidalgo. Iniciada la Intervención Francesa se preparó con un grupo de jóvenes para resistirla.

En diciembre de 1863, fue nombrado gobernador de Jalisco. Al aproximarse los imperiales a Guadalajara, se trasladó a Mazatlán, para cumplir con la ley que prohibía permanecer en territorio enemigo; marchó después a Baja California, emigró a Estados Unidos a principios de 1866. En mayo de ese año, ya de regreso acompañó a Juárez en Zacatecas. En enero de 1868 se le llama al ministerio de Gobernación y pocos meses después renuncia a causa de las frecuentes pugnas con el grupo lerdista.

Posteriormente fue gobernador de Jalisco (1871-1875), secretario de Relaciones Exteriores, (1876-1878), en el primer gabinete presidido por Porfirio Díaz, y presidente de la Suprema Corte de Justicia (1878-1882). Autoridad en Derecho Constitucional, publicó Votos de Vallarta, obra en la que trata de diversos temas jurídicos y que es, todavía, obra de consulta. Murió en la mañana del último día de 1893.

(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez)






miércoles, 19 de diciembre de 2018

Eva María Zuk

1946-2017. pianista polaca. Vita, como se le conoció, debutó como pianista a la edad de los seis años y a los 13 ya daba clases. Hacia la década del setenta del siglo XX estableció su residencia en México y se consagró como concertista de la coordinación nacional de música y ópera del INBA, actuando como solista en más de 50 orquestas, tanto de Europa como de América. La Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música la galardonó en 2002 por sus trabajos de rescate y divulgación musical sobre la obra de artistas como el mexicano Felipe Villanueva.
(Tomado de: Muy Interesante, septiembre de 2018, no. 09. 100 Extranjeros que amaron México)


martes, 18 de diciembre de 2018

Fundación de Zacatecas

 
 
La Bufa, el espectacular cerro que domina el panorama de la ciudad de Zacatecas, recibió su nombre de una voz vascuence que significa “vejiga de cerdo”, pues fueron vascos los primeros cristianos que llegaron al lugar. En las faldas del promontorio encontraron medio millar de indios que vivían en unas casas de forma cónica hechas con armazón de troncos y cubiertas de zacate. Los zacatecos vivían de la caza y la recolección de frutos silvestres, pues desconocían la agricultura. Los hombres andaban totalmente desnudos excepto por una especie de mocasines que usaban para protegerse de la espinosa vegetación de la árida comarca, y las mujeres se cubrían el cuerpo de la cintura para abajo con cueros de venado.

Aunque poseían arcos y flechas, macanas, hondas cuchillos de obsidiana y rodelas, los zacatecos no lograron impedir que los expulsara de su tierra un puñado de españoles decididos a asentarse allí. El jefe de los intrusos, el capitán Juan de Tolosa, había recibido de un indígena una piedra rica en plata e indicaciones de que en el territorio zacateco abundaba el precioso metal. Después de que Tolosa hizo analizar varias cargas de piedras recogidas en el sitio, por la colonia corrió la voz de que en Zacatecas habían sido descubiertas unas minas fabulosamente ricas y sobre la comarca se precipitó un alud humano sediento de aprovechar la bonanza. La ciudad de Zacatecas fue fundada oficialmente el 20 de enero de 1548. Al año siguiente ya operaban allí 34 sociedades mineras.
 
(Mina El Edén, Zacatecas)

Como ciudad, sin embargo, Zacatecas no fue gran cosa en sus inicios. Al igual que tantos otros poblados mineros, de pronto albergaba una gran población y poco después quedaba semidesierta. Las calles se trazaban “al aventón”, y lo primero que se procuraba era disponer de sitios donde pudieran funcionar diversiones como carreras de caballos, juegos de baraja, corridas de toros, peleas de gallos, tabernas y casas de prostitución. Los franciscanos erigieron su gran convento en 1567, los agustinos empezaron a construir el suyo en 1576 y los dominicos en 1608, pero sólo en 1792 empezaron a funcionar las primeras escuelas primarias. En sus inicios, Zacatecas fue importante sobre todo porque de sus minas salió el dinero para financiar la conquista de Filipinas y porque de la ciudad partió en 1554 la expedición que conquistaría la Nueva Vizcaya (Chihuahua y Durango); en 1556 la que tomaría posesión de Nuevo León y Coahuila, y la que marchó en el mismo año a la conquista de Nuevo México. Además, la vigilancia del camino por el que se enviaba la plata zacatecana a la ciudad de México requirió fundar un buen número de puestos militares que luego dieron origen a muchos poblados del Bajío y Aguascalientes.

Otro gran negocio de Zacatecas fue la venta de empleos burocráticos, los cuales eran tan remunerativos que hacia 1675 el puesto de alguacil mayor se vendía en 32,000 pesos y el de alférez en 10,000. Sólo en el siglo XVIII la ciudad adquirió elementos para superar los ciclos de auge y decadencia. No sólo se realizaron buenas obras públicas y más construcciones religiosas, sino que los particulares tuvieron dinero e interés en erigir muchos de los soberbios edificios que harían de Zacatecas una de las ciudades más hermosas de la república a fines del siglo XX.
 
(Tomado de: Armando Ayala Anguiano - ¡Extra! Contenido. México de carne y Hueso III. Tercer tomo: La Nueva España (1). Editorial Contenido, S.A. de C.V., México, D.F., 1997) 
 

lunes, 17 de diciembre de 2018

Roberto Montenegro

(1885-1964) Durante su estancia europea, Roberto Montenegro, en París, había asistido a la Ecole de Beaux Arts y a la de la Grande Chaumiere. Colaboró con sus dibujos en el periódico Le Temóin. Ilustró algunos libros. En 1917 presentó con gran éxito una exposición en Barcelona. En 1920 volvió a París y en ese mismo año regresó a México. Al año siguiente presentó su primera exposición en la Academia de San Carlos, a base de dibujos a pluma y al carbón, gouaches, pasteles y óleos, y funda el primer Museo de Arte Popular en la ciudad de México.
(Roberto Montenegro - Salomé, de la carpeta Vingt dessins de R. Montenegro, París, 1910)

Llamado por Vasconcelos, pinta al fresco los muros del cubo de la escalera principal del antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo, hoy convertido en escuela Secundaria No. 7, La fiesta de la Santa Cruz (1923-1931), plasmando un tema popular en formas realistas que describen una festividad arraigada en el pueblo mexicano. También decoró el despacho del Secretario de Educación.
(Roberto Montenegro - Alegoría del Viento o el Ángel de la Paz)

En 1924 Montenegro trabajó al fresco en el Centro Escolar Benito Juárez el mural El Ángel de la Paz. Un año después realizó El cuento de Aladino en el mismo centro. Trabajó el fresco en grisalla, con el tema Reconstrucción, en 1933, en el antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo. En 1950 hizo el Mapa de México, al temple, en el Bar del Hotel del Prado. En Guadalajara realizó en mosaico de vidrio en el Frontón del Teatro Degollado una obra denominada Apolo y las musas, mural destruido en 1963. En la Casa de las Artesanías, en Guadalajara, realizó un mosaico de vidrio con sentido humorístico, La muerte en las artesanías.
(Roberto Montenegro - Marquesa Luisa Casatti Stampa)

Además de su labor de muralista, Montenegro fue un magnífico pintor de caballete, fino dibujante con tendencia a lo romántico y lo fantástico, aguafuertista, escenógrafo y ensayista.
(Roberto Montenegro - El gato y la máscara)

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #100, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

sábado, 15 de diciembre de 2018

Inundación de México, 1449

 
 
 
El año de 1449, formidables aguaceros hicieron subir de tal suerte el nivel de los lagos, que se inundó completamente la ciudad de México, no pudiendo efectuarse el tráfico sino en canoas. Motecuhzoma, para salvar la capital de su imperio, consultó lo que debería hacerse, con Netzahualcóyotl, que pasaba por gran ingeniero; y éste le aconsejó que construyera un gran dique, como lo hizo, del que aún quedan restos, especialmente en las cercanías de San Cristóbal Ecatepec, que son conocidos con el nombre de albarrada vieja de los indios. Fue ésta una notable obra de ingeniería indígena, que corría como tres kilómetros dentro de la laguna –en partes muy hondas-, tenía más de quince metros de ancho, y más de doce y medio kilómetros de largo. Fueron estos los primeros trabajos para intentar el desagüe de la ciudad de México.

Los indomables chalcas aprovecháronse de los perjuicios que la inundación había causado en la ciudad de México, para insurreccionarse de nuevo y sacudir su dominio; pero fueron otra vez vencidos y sujetados por Motecuhzoma.

Según el Códice Mendocino, este monarca conquistó también Atotonilco y Tollan (hoy Atotonilco y Tula, en el estado de Hidalgo). Hueipóchtla, Axocápan, Xilotepec, Itzcuitlopilco, Tlapacoyan y Chalpolicxitlan, situados al norte de México.
 
Otros fenómenos meteorológicos
 
Los años siguientes, desde 1450 a 1452, sobrevinieron fuertes nevadas, fenómeno absolutamente extraordinario en el Valle de México, que provocó la pérdida de las cosechas. La nieve causó muchas muertes, pues según se dice, les llegaba a los hombres a la rodilla y los indígenas no estaban preparados para resistir un clima tan desapacible. Además, las nevadas derribaron varios edificios y ocasionaron la interrupción del tráfico en la ciudad, produciendo una epidemia de gripa.

Como si esto no fuera bastante, el año siguiente de 1453, el calor y la sequía fueron tan grandes, que impidieron la fructificación de las mieses; así es que en 1454, que fue la fiesta secular del fuego nuevo, agotadas las reservas, vino el hambre a sentar sus reales en el imperio.
 
El año del hambre
 
En vano fue que los reyes aliados de México, Texcoco y Tacuba abrieran sus graneros e hicieran distribuciones públicas y gratuitas de maíz, pues eran ineficaces estos recursos para combatir la necesidad pública. La miserable gente se alimentaba con las más sucias alimañas, con las raíces de las plantas, y con las yerbas de los tulares; y aun se dio el caso de que muchos mexicanos se vendieran como esclavos por un puñado de maíz, en tanto que otros, abandonándolo todo, emigraban a tierras más fértiles. Como los mercaderes totonacas se presentaban comprando esclavos a cambio de maíz, hubo necesidad de dictar leyes sobre el caso, determinando que las ventas sólo serían válidas cuando se hicieran por quinientas mazorcas, tratándose de un hombre, y cuatrocientas tratándose de una mujer.

Tras el hambre se presentó la peste, su obligada compañera, y los caminos y la ciudad se veían regados de cadáveres de los que perecían, ya del hambre, ya del contagio.
 
La Guerra Florida o contra los enemigos en casa
 
Entonces, para aplacar a los dioses, que se suponían irritados, los sacerdotes decidieron que debía sacrificarse un gran número de hombres ordinariamente, sin esperar a tener cautivos hechos en guerra y que, para contar con ellos siempre, se hiciera un convenio con los de Tlaxcala, por el cual se señalase un campo donde combatieran los aliados con los tlaxcaltecas, simplemente para disponer de víctimas que sacrificar a los dioses, sin pretender los ejércitos combatientes ganar tierras ni señoríos, ni salir del campo señalado. Aceptada esta propuesta, se fijaron para tales combates las provincias de Tlaxcala, Huejotzinco y Cholula, que fueron llamados los enemigos de casa. En ella el número de los contendientes estaba igualado y, a consecuencia de ese pacto, no podían pasar los habitantes de esos lugares a México, ni a la inversa sin ser sacrificados. Esto explica por qué aquéllos señoríos no fueron conquistados por los mexicanos, a pesar de que otros muchos más poderosos y lejanos sí lo fueron.

La guerra que hacían –dice Pomar-, era cada veinte días, conforme a la cuenta de sus fiestas del año, de manera que una vez lo hacían con los tlaxcaltecas y otra con los huejotzincas, y ellos, por la propia cuenta, los aguardaban y los propios días en el campo y lugares de pelea, sin errarse jamás”.
 
(Tomado de: Alfonso Toro – Historia de México I, Historia Antigua)