jueves, 29 de junio de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría III Nuevo México


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría III


Nuevo México


El modelo texano de subordinación económica de los mexicanos se extendió hacia el oeste hasta la región granera y ganadera del este de Nuevo México, todavía conocida como "Pequeño Texas". Cuando los grandes ganaderos comenzaron a cercar sus tierras y alejar a los anglos y a los mexicanos que se dedicaban a la cría de ovejas, se generó suficiente fricción como para producir las famosas guerras del Condado de Lincoln de 1869 a 1881. Algunos mexicanos lograron retener sus propiedades, aunque el abuso del pastoreo en casi todas las zonas de Nuevo México había perjudicado esa forma de actividad económica mucho antes de 1900.


Nuevo México entró al período de colonización de los anglos, con su población mexicana concentrada en tres tipos de áreas habitadas: poblados militares y administrativos (como Santa Fe y Albuquerque), grandes ranchos y un número considerable de poblaciones pequeñas. Casi todas las poblaciones dependían en gran medida de la ganadería y de la agricultura. Debido al aislamiento y a las continuas guerras con los indios, la penetración de los anglos fue muy lenta; en 1848 vivían en este territorio 60,000 habitantes, prácticamente todos ellos mexicanos. La mayoría habitaba dentro de un radio de 80 kilómetros de Santa Fe o aguas arriba de los ríos Grande y Pecos. Los habitantes de habla española de Nuevo México, a diferencia de los de la frontera de Texas, tenían una amplia variación de estructuras sociales y un grupo gobernante bien establecido, hábil en todos aspectos, e interesado por retener la hegemonía. En esta forma la legislatura territorial estuvo dominada por "hispanoamericanos" (miembros de no más de 20 familias prominentes), desde su establecimiento, hasta que en 1912 Nuevo México se convirtió en estado. Durante 64 años se mantuvo una alianza entre los españoles acaudalados y algunos intereses anglos de la banca, la ganadería y los ferrocarriles, misma que controló eficazmente la vida política por medio del tristemente célebre Santa Fe Ring (Círculo de Santa Fe). [El Círculo de Santa Fe fue una alianza de intereses mexicanos y anglos que dominó la vida económica y política de Nuevo México durante un período posterior a la Guerra Civil].


La mayoría de los recién llegados residentes de Nuevo México vivía a distancia considerable de la frontera y no sufrió muchas molestias ni por la guerra casi permanente, ni por las invasiones armadas del sur de Texas. Hasta la llegada de los ferrocarriles, el movimiento a través del territorio no fue fácil en ninguna dirección y solo hasta 1886 fue relativamente fácil pasar de un lado a otro de la frontera, porque los invasores apaches controlaban grandes extensiones de esta área.


Sin embargo, los cambios económicos desintegraron rápidamente esta pequeña y extrañamente aislada sociedad mexicana. Para el año de 1900, el abuso de las tierras de pastoreo, la erosión, la integración de grandes ranchos, la continua división de tierras entre herederos y la asignación de tierras de pastoreo para uso federal (ferrocarriles, fundos de poblaciones y bosques nacionales) forzaron a muchos, quizás a todos los agricultores y ganaderos en pequeño, a convertirse en jornaleros. Al mismo tiempo, algo de inmigración procedente del oeste de Texas, aumentó la disponibilidad de mano de obra e hizo que bajaran los salarios. En esta forma, antes de la vuelta del siglo, el habitante de los pueblos de Nuevo México estaba esforzado en una lenta lucha, sin esperanza, contra la indigencia. No se llegaría a sentir todo el efecto de estos fenómenos durante algunas generaciones, pero la decadencia de la cría de ovejas era obvia; esta primera y tradicional actividad de los mexicanos de Nuevo México estaba desapareciendo y, con ella, una forma muy antigua de organización social.


Nuevo México desarrolló muy lentamente la discriminación y el aislamiento de la minoría mexicana. Como escribe Nancie González: "Los casamientos entre hombres anglos y mujeres mexicanas eran bastante frecuentes y no estaban restringidos a ninguna clase social. Ocurrían a menudo fusiones de negocios y comercios entre anglos y mexicanos; en la política, las coaliciones de anglos y mexicanos actuaban juntas en los partidos políticos importantes." Pero hay evidencia de que este espíritu tolerante empezó a cambiar en 1900, cuando llegaron más pobladores norteamericanos, e importantes intereses ganaderos, mineros y de transporte. En 1881, las nuevas líneas férreas que con gran eficacia abrieron el territorio, permitieron que docenas de poblaciones aisladas establecidas por empresas privadas, explotaran los cuantiosos recursos mineros de Nuevo México con mano de obra mexicana. Los nuevos mercados de lana, carne y cueros, abiertos por los ferrocarriles, aceleraron la consolidación de ranchos más grandes y eficientes. El proceso de cercar las propiedades acabó lentamente con los criadores de ovejas y los ganaderos en pequeño. Las mismas fuerzas que entrañaban oportunidad económica para las grandes empresas de los anglos, estaban llevando a una porción considerable de mexicanos a la condición de minoría dependiente.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 26 de junio de 2023

El helicóptero azul, 1971

 


El "helicóptero azul"

Las más variadas técnicas y los más peliculescos detalles son encontrados siempre al lado de cada fuga efectuada en alguna prisión de "máxima seguridad".
Lo inimaginable es lo que se convierte en realidad y deja atónitos a propios y extraños, porque jamás se pensó que ese ardid se fuera a emplear en el curso de una evasión.
Y tal cosa es lo que aconteció precisamente con la huida de Joel David Kaplan, quien desde el interior de la penitenciaría del D.F. en Iztapalapa.
Si bien la idea de este libro es referirse a la serie de fugas que se registraron en los 76 años de vida del Palacio Negro de Lecumberri, decidimos no dejar al margen la escapatoria de Kaplan, porque en verdad parece que ha sido la única en el mundo realizada en la forma en que ésta tuvo lugar.
Todo lo relacionado con el caso "Melchior Vidal" constituye un acertijo que la policía Mexicana fue incapaz de resolver y que culminó con el escape de David Joel Kaplan del penal de Santa Martha.
A finales de los años sesentas llegó a México un conocido personaje en el mundo de los negocios norteamericanos, Louis Melchior Vidal Jr., con el objeto de llevar a cabo una serie de transacciones para lograr la explotación de la melaza, lo cual era el punto medular de sus ingresos.
Al llegar al aeropuerto de la ciudad inmediatamente se dirigió al Hotel Del Prado -aquel que todos recordamos y que echó por tierra el terremoto de 1985-, alojándose en una lujosa suite.
Nadie a ciencia cierta recuerda haber visto a Vidal Jr., pero él estaba ahí desparramando dólares en propinas y en gastos durante su permanencia en el que fuera lujoso hotel capitalino.
Una mañana Vidal coloca sus zapatos en la puerta de la habitación, como se estila en todo el mundo en hoteles de postín, para que el servicio de aseo de calzado los lleve a "bolear".
A todos los empleados relacionados con este tipo de actividad les extrañó sobremanera que el calzado del turista tuviera un agujero en la suela.
"No es posible -coincidieron- que tenga este tipo de zapatos, si con las propinas de la cena y el desayuno pudo haber comprado unos mejores".
Pero así era y el hecho más bien se interpretó como posible "tacañería" del hombre de negocios.
Vidal sale del hotel, sin que nadie recuerde a qué hora, ni con quién, aún menos hacia dónde. Estaba convertido en el "hombre invisible".
Transcurren dos días y el personaje no retorna a su suite del hotel, pero su equipaje está ahí y en la caja tiene un fuerte depósito que no puede hacer pensar que huyó del hotel para no pagar la cuenta.
Todos piensan que se trata de alguno de esos millonarios excéntricos que seguramente se fue de paseo para conocer algunos puntos de la capital o, incluso, de la provincia y que retornará en cualquier momento.
Mientras esto acontece aquí, unos campesinos encuentran un cadáver semi enterrado al lado de la carretera a Cuernavaca y dan parte de ello a la policía, que desde luego se entrega a la investigación.
El cuerpo no puede identificarse porque comenzaba a descomponerse, pero algo llama poderosamente la atención de los investigadores: "Debe tratarse de alguien no muy próspero, porque tiene un zapato con enorme agujero en la suela".
Se trata del mismo par de zapatos que el misterioso hombre envía a que lo lustren en el Hotel Del Prado.
Algunos papeles que se encuentran más tarde y el poderoso hecho del calzado, ahorran esfuerzos a los agentes, porque existe ya la posibilidad de identificar el cuerpo como Louis Melchior Vidal Jr.
Entonces se profundizan los caminos de las averiguaciones, hurgando a qué vino a México, con quién o quiénes lo hizo, en dónde estuvo y, sobre todo, quién lo mató y por qué.
La policía no encuentra el arma homicida y en un momento se crea todo un juego de ajedrez para los investigadores, que no tienen la menor idea de a qué cosas se están enfrentando.
Sin embargo, no había como el Servicio Secreto para desentrañar misterios de este tipo y todavía toca a ese cuerpo policiaco, antes de convertirse en DIPD [División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia], iniciar el aporte de las primeras pruebas del caso..
Con ayuda de los escasos papeles que se recuperan, el indicio de los zapatos rotos y la ayuda de autoridades consulares de EE. UU. en México se llega a saber que, ciertamente, el cuerpo hallado perteneció en vida a Louis Melchior Vidal Jr.
Sobre la base de a quiénes beneficiaba su muerte y por qué, los agentes ponen a disposición del Juzgado de Primera Instancia de Coyoacán, al cual competía el caso por jurisdicción, a personas que podían estar conectadas con el homicidio.
Y ahí llegan David Joel Kaplan, Harry Kopelson y otras personas de menor importancia, inclusive el corredor de autos Luis de la Torre.
En las investigaciones iniciadas por el juez Ángel Vidal, surge a la luz que los negocios de Melchior habían desatado una serie de ambiciones y diferencias, porque varias personas se disputaban la melaza para comerciar con ella.
Louis Melchior, más hábil o con mejor suerte, había logrado el control y todo eso molestó a sus rivales que determinaron quitarlo de en medio para tomar su lugar.
Igualmente quedó claro que se habían trasladado a México porque aquí tendría lugar una fase del negocio, sólo que Vidal Jr. nunca llegó a las conversaciones y prácticamente iba a quedar fuera del negocio.
Eso dio la pauta para las aprensiones que la policía llevó a cabo. Mientras una hermosa mujer, elegante, joven, cautivadora, llegó sorpresivamente de Nueva York, lugar del domicilio del occiso, para identificar el cadáver y determinar si era o no su esposo.
La diligencia se llevó a cabo en medio de una gran tensión.
Iba ataviada de riguroso luto la señora, haciendo resaltar lo blanco de su piel y el azul de sus ojos.
las puertas del Servicio Médico Forense se abrieron para que la dama penetrara hasta los refrigeradores de esa institución, en donde colocados en gavetas se encuentran los cuerpos de quienes tienen la desgracia de perder la vida en forma accidental y, a la postre, deben ser identificados.
Podía escucharse el vuelo de una mosca cuando el doctor Gibbón Maitrett, jefe del Semefo, indicó a la dama que pasara a ver el cuerpo que en esos momentos era sacado del sitio en el que se colocó, instalado como ya dijimos antes, en una gaveta que se hacía correr, como los cajones de un archivero.
La señora vio el cadáver y acto seguido se desplomó desmayada.
Hubo que prestarle momentánea ayuda para que recuperara el sentido y al ser interrogada por Gibbón Maitrett respecto a si el cadáver que había visto era el de su esposo Louis Melchior Vidal Jr. o no, repuso en forma positiva desde luego.
La señora desapareció y el caso se limitó al juicio que continuaba desarrollándose en el Juzgado de Primera Instancia de Coyoacán.
Kopelson pudo recuperar la libertad bajo fianza al igual que el corredor de autos, porque su participación en los hechos era menor; no así Kaplan, sobre quien gravitó desde un principio la autoría y ejecución del homicidio.
Un conocido bufete de abogados se encargó de la defensa de los acusados, pero no pudo evitar que a Kaplan se le condenara a 30 años de prisión, confinándolo en la Penitenciaría en Iztapalapa, porque no tenía recurso legal alguno que esgrimir en su favor, es decir, estaba ejecutoriado.
En febrero de 1971, medio año antes de la espectacular fuga, la pareja Kaplan-Contreras intentó escapar de Santa Marta Acatitla, a bordo de un tráiler en cuyo interior se ocultaron, pero fueron descubiertos y retornados a sus lugares asignados en el penal, aún cuando sospechosamente no se les castigó enviándolos a un sitio en donde no pudieran moverse por la cárcel con las libertades que tenían.
El 18 de agosto de 1971 todos notaron la insistencia de David Joel Kaplan por permanecer cerca del patio interior del dormitorio número uno de la Penitenciaría y de que Carlos Contreras, que se había convertido en su inseparable, no lo soltaba ni un segundo.
Sin embargo nadie imaginó, mi por asomo, lo que estaba a punto de acontecer y no dieron importancia a la situación ya que, repetimos, los dos hampones se habían convertido en inseparables y se ayudaban mutuamente en el paso de su vida carcelaria.
A las 18:35 horas de esa fecha, llamó la atención el ruido de un helicóptero que descendía y se acercaba al mencionado patio del dormitorio uno.
Los ojos de reclusos y celadores que estaban por ahí se posaron en el aparato, un tanto incrédulos, porque por momentos daba la impresión de que el plan del piloto era aterrizar en el penal.
Nadie dio una seña de disparar contra ellos, nadie tampoco hizo algo para saber si aquella nave en verdad iba a la prisión; todos, simplemente, observaban.
Y los ojos salieron de las órbitas de los testigos, cuando el helicóptero bajó y como era de color azul, pensaron que era de la policía y que en él viajaba por alguna razón muy importante algún funcionario.
Lo cierto es que a la mínima altura que podía sostenerse volando sin caer y sin chocar contra postes, astas, anuncios que hay en esa zona, lanzó una escala a la que Kaplan y Contreras se lanzaron en forma por demás desesperada. El primero en tomarla fue David Joel y enseguida su lugarteniente.
La nave inmediatamente volvió a tomar altura, sin que tampoco nadie acertara a tomar una decisión para impedirlo.
Kaplan y su socio subieron por la escala, luchando contra el viento, hasta que se introdujeron a la cabina.
Todo el personal del presidio, incluyendo enfermeras, mozos y hasta el director mismo, el coronel José Luis Campos Burgos, pasando por todo el cuerpo de vigilancia, quedó encerrado en calidad de detenidos, por órdenes precisas de Octavio Sentíes, quien fungía como regente de la ciudad.
Desde luego hubo versiones de que el único aparato del tipo que efectuó la faena señalada, color azul, sin matrícula, pertenecía a la Procuraduría de la República.
Los testigos manifestaron que por momentos se pensó que los prófugos -ya habían salido del penal- se estamparían contra la barda inmediata al sitio de la fuga, en los momentos en que el piloto imprimió más velocidad a la nave para elevarse y eludir el obstáculo.
La escala se dirigió con toda rapidez hacia esa muralla, balanceándose por el peso de los reos y podía jurarse que no lograría salvar los 13 metros de alto de la mencionada barda.
Para suerte de Los hampones internacionales, lograron su objetivo. La evasión duró exactamente dos minutos.
En el momento de la fuga, la mayor parte de los presos se encontraba en la habitual función de cine, por lo que de hecho no se enteraron en forma inmediata de lo acontecido.
Al revisar el libro de visitas se puso en claro que ese día visitaron a Kaplan y a Contreras sus respectivas esposas, pero a nadie extrañó porque lo hacían con frecuencia.
Causó extrañeza que estando designado el dormitorio uno para los reos de menor edad y mejor conducta, se hubiera permitido que los dos pájaros de cuenta quedaran alojados ahí.
Por lo que hace a las investigaciones posteriores a la huida, se puso en claro que los aeropuertos inmediatos al D.F. no registraban ningún vuelo autorizado para ningún helicóptero en ese día, salvo uno que viajó por la mañana hacia Guadalajara, pero el cual se checó debidamente que hubiera hubiese llegado a su destino.
La vigilancia se estableció en los puertos aéreos, en todas las casetas de salida de carreteras, pero no se halló el menor rastro.
Se dijo que la nave, posiblemente, se había encaminado hacia Chalco, pero en ese sitio y sus alrededores nada se encontró.
Más tarde llegaron noticias de que Kaplan estaba en Estados Unidos, disfrutando sus millones y riéndose de lo que hizo. Después se perdió todo rastro. Tampoco se supo nada del hamponcete Carlos Contreras.
Hay que destacar todo lo misterioso que fue el caso de Melchior Vidal Jr., porque nunca nadie recordó haberlo visto en persona y por ende no se supo ni cómo era el detalle de los zapatos con agujeros en la suela fue obvio que era para identificar el cadáver que se encontraría más tarde como el de Melchior Vidal Jr.
La hermosa rubia, supuesta viuda, que vino a identificar el cuerpo, mucho se dijo que no era la verdadera esposa de Vidal.
Después con la fuga de Kaplan, el asunto materialmente "se deshizo".
Sólo queda reiterar que sin lugar a dudas no hay paralelo, en lo que a espectacular se refiere, entre esta fuga y miles más que se han registrado por todo el mundo, con la particularidad de que tampoco tuvo el menor rastro de violencia.
Esto fue lo que nos llevó a incluirla en esos relatos que se refieren principalmente a las evasiones que atestiguó el vetusto Palacio Negro de Lecumberri, hoy convertido en flamante sede del Archivo General de la Nación.


(Tomado de: Aquino, Norberto Emilio de - Fugas. Editora de Periódicos, S. C. L., La Prensa. México, D. F., 1993)

jueves, 22 de junio de 2023

José María Arteaga

 


José María Arteaga 

1833-1865

Aguascalientes fue la cuna de José María Arteaga. Aunque algunas fuentes refieren que nació en la Ciudad de México y que aún siendo niño fue llevado a la capital hidrocálida donde hizo algunos estudios. En 1848 se trasladó a San Luis Potosí y sentó plaza de soldado. Ingresó en la carrera militar en 1852, alcanzó el grado de sargento y al año siguiente el de capitán. En 1854 marchó hacia el sur bajo las órdenes de Zuloaga, de tal manera que comenzó sirviendo en las filas conservadoras pero sus convicciones le llevaron al bando liberal desde 1855, después de la capitulación de Nuzco entre santanistas y partidarios del Plan de Ayutla. Ascendió a Comandante de Batallón. En Uruapan, con el grado de mayor y bajo las órdenes de Comonfort, intervino en la lucha de Jalisco y Colima; ascendió a coronel y se convirtió en gobernador de Querétaro.

Durante la Guerra de Reforma alcanzó el grado de capitán de brigada, combatiendo contra los conservadores. Realizó la campaña de Michoacán. Al terminar la lucha civil fue nombrado de nuevo gobernador de Querétaro, cargo que dejó para combatir a los franceses. Intervino militarmente en Barranca Seca y en Acultzingo, y fue herido en esta última batalla por lo cual se retiró algún tiempo a Morelia. Se reincorporó a la lucha; en 1864 se le nombró gobernador de Jalisco y tomó el mando de una División del Ejército del Centro. Ascendió a general de División por sus méritos contra los invasores y realizó con gran valor la campaña de Michoacán. Fue hecho prisionero por las fuerzas de Méndez en el pueblo de Santa Ana Amatlán. Merece ser conocida la carta que Arteaga escribió a su madre momentos antes de morir: "Hoy -dice- he caído prisionero y mañana seré fusilado. Muero a los treinta y tres años de edad. En hora tan suprema es mi consuelo legar a mi familia un nombre sin tacha. Mi único crimen consiste en haber peleado por la Independencia de mi país. Por esto me fusilan. Pero el patíbulo, madre mía, no infama, no al militar que cumple con su deber y con su Patria". Fue fusilado en Uruapan Michoacán el 21 de octubre de 1865.


(Tomado de: de Lara, María Eugenia, y Amparo Gómez Tepexicoapan - Liberales mexicanos del siglo XIX. Álbum fotográfico. Varia Gráfica y Comunicación, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 19 de junio de 2023

Dios omnipotente, y don Porfirio presidente... (III)

 


Una ciudad maquillada.- El gran circo que fue la Ciudad de México durante las Fiestas del Centenario, opíparamente manipuladas por Porfirio Díaz, operaba como el bello rostro -rostro que de continuo retocado, maquillado- de una ciudad enferma de tuberculosis política cuyo padecimiento, larvado en los pulmones, pronto provocaría la gran crisis.

Los afeites con los que a la ciudad se le simularon las arrugas y las llagas de la enfermedad social y política que había invadido la intimidad orgánica del país, no impidieron que ocho semanas después (18 de noviembre, 1910) aflorara caudalosamente el malestar nacional en Puebla.

Meses atrás el volcán había empezado a despertar, encolerizado. Las huelgas de Cananea, Son., y la de Río Blanco, Ver., fueron algunos de los primeros síntomas que ya no captó la otrora fina sensibilidad política de Díaz, envejecido y atrofiado por el lacayismo envilecedor de la oligarquía que medraba al amparo de su sombra y de la brutalidad de la represión institucionalizada.

Desatado el movimiento armado en el norte del país, la Ciudad de México, de momento, se vio a salvo de combates. Poco duraría este compás de espera para la metrópoli, cuyas calles empero, ya alojaban manifestaciones públicas de descontento, una de ellas, particularmente violenta, ocurrida el 25 de abril de 1911: frente a la Cámara de Diputados, un grupo de estudiantes, acompañado por gente del pueblo encabezado por dos modestos empleados de la tienda La Gran Sedería de la Ciudad de México, Juan García Rosas y Atanasio Villarino Ceceña, este último nativo de San José del Cabo, Baja California Sur, pidieron tumultuosamente la renuncia del Gral. Díaz. Obviamente esta manifestación fue disuelta con los sables de la caballería.


Una ciudad sin clase media. Las fotografías de la Ciudad de México de la época constituyen elocuentes testimonios que permiten identificar las clases sociales que el sistema había fosilizado. Por una parte, vemos indígenas ataviados miserablemente con ropas de campo: manta y sombrero de palma los hombres; grandes enaguas y rebozos humildes las mujeres; y por otra, jaquets, sombreros altos de seda o bombines, corbatas de plastrón con su inevitable fistol, fracs, crinolinas, sombrillas de lujo, como en París; hipódromos, carruajes soberbiamente engalanados... Y el Dictador con apariencia inconmovible de monolito, con aplomo de eternidad y con los destellos de las numerosas condecoraciones que le hinchan el tórax. ¿Clase media en las fotografías? Prácticamente ausencia de ellas y en general, de la vida y de la estructura socioeconómica del país.

Así el porfirismo había venido castrando el surgimiento de una cabal clase media. Y la ciudad, entonces, era morada que sin comunicación, diálogo y relación, en la que habitaba la pseudoaristocracia criolla y latifundista asociada con el ejército y con el alto clero; y con una densa capa social de desheredados, muchos de ellos provenientes de las áreas rurales y que, en la capital -en sus suburbios sórdidos- procuraban asilo y trabajo.

La naciente y balbuceante clase media que empezaba a germinar, en el país desempeño dos funciones históricas contradictorias -y en la ciudad se advirtió el fenómeno con evidencias y claridades de fotografía muchas veces amplificada-: un grupo, más politizado y más impaciente que culto, que formó los cuadros directivos del movimiento revolucionario; otro, más numeroso y no menos impaciente, quizá más culto pero menos politizado, que optó por la "neutralidad" -si así puede denominarse la conducta pasiva, acomodaticia, mimética-, grupo que en secreto admiraba el oropel porfirista y que anhelaba filtrarse dentro de él, aunque fuese en calidad de polizón o de lacayo.


Durante los días 23 y 24 y 25 de mayo de 1911, la capital fue escenario de manifestaciones y motines de multitudes que exigían la renuncia del general Díaz.


(Tomado de: Romero, Héctor Manuel. - "Dios omnipotente, y Don Porfirio presidente..." -La Ciudad de México (Delegación Cuauhtémoc) en 1910/1911-. Ediciones de la Delegación Cuauhtémoc, México, D. F., 1982.)

jueves, 15 de junio de 2023

Mariano Matamoros


Mariano Matamoros

Alejandro Villaseñor

Fue el segundo de Morelos, y esto solo basta para dar idea de su capacidad, de su genio y de su patriotismo, pues el héroe del Sur sabía escoger a sus hombres y elevarlos según sus méritos, aún cuando no hubiesen tenido ocasión de darlos a conocer todavía. A él lo puso sobre toda esa pléyade de generales improvisados que tan bien supieron secundar los proyectos del caudillo y que hicieron estremecer en su Palacio al Virrey, a pesar del poder que ejercía y de los elementos que en tres siglos de no disputada dominación había acumulado el gobierno español.

Se ignora la fecha y el lugar de nacimiento de Matamoros, pues no ha sido posible encontrar dato alguno, si bien no se han buscado con la solicitud que se debiera. La historia lo encuentra en 1811 en su Curato de Jantetelco, perteneciente al Arzobispado de México, pero no obstante esto, creemos que cuando se disipen las nubes que cubren los primeros años de su vida, se sabrá que fue originario del Obispado de Michoacán, habiendo nacido por los años de 1770 a 1776; si ha de juzgarse por lo que fue después, no es aventurado afirmar que sus estudios fueron brillantes y acaso hechos en el colegio de San Nicolás, de Valladolid, casi al mismo tiempo, o un poco antes, que los del mismo Morelos, pues se ha averiguado ya que ambos se conocían antes de 1810, y que Hidalgo también conocía a Matamoros. En la carta a que hicimos referencia en la biografía de Morelos, se habla del Cura interino de Jantetelco, diciéndose que estuvo en Dolores a visitar al iniciador de la Independencia, y que se fue muy entusiasmado y a disponerse para la gran función, o sea para empezar la revolución, el 29 de octubre de 1810, como estaba convenido. Ignoramos qué vicisitudes de fortuna fueron las que llevaron a Matamoros al Curato de Jantetelco, pueblecillo casi perdido en las últimas estribaciones de la Sierra Nevada, y tan distante de Michoacán.

Sea de esto lo que fuere, inútil es perder el tiempo en hacer suposiciones, por lo que nos atendremos a lo que ya está averiguado. Matamoros era de los conspiradores de 1810, y si no se lanzó a la revolución al tener noticia del grito de Dolores, debe de haber sido porque aún no contaba con los elementos suficientes para ello, y porque ese grito se adelantó; sabedor desde su Curato de los primeros pasos de la revolución, no pudo, como Morelos, ir en busca de Hidalgo, y permaneció en observación de los acontecimientos, que no tardaron en ser adversos para la causa con la dispersión de Aculco. Sin embargo, no ocultaba sus inclinaciones y simpatías a favor de la Independencia y nada más esperaba una oportunidad para unirse a ellos; esas inclinaciones fueron causa de que los Comandantes realistas lo molestasen continuamente y, por último, de que Roca fuese decidido a prenderlo; Matamoros no lo esperó, sino que dejando su Curato al saber la aproximación de Morelos, caminó rápidamente hacia Izúcar, y el 16 de diciembre de 1811 se le presentó; como ya se conocían, el segundo empezó inmediatamente a utilizar sus servicios y no lo tuvo como a Bravo, bastante tiempo como subalterno, sino que a los muy pocos días le dio el grado de Coronel, medida que causó celos entre los demás jefes insurgentes.

Después de permanecer algunos días al lado de Morelos en la excursión a Taxco, estuvo en las acciones de Tecualoya y Tenancingo, en la última de las cuales entró en fuego mandando una sección, y donde obtuvo su grado de Coronel; el 9 de febrero de 1812, que entraron los insurgentes en Cuautla ya mandaba una parte del ejército, y el 19, día del ataque de Calleja, manda en la hacienda de Buenavista, en unión de don Víctor Bravo, y cuando se formalizó el sitio quedó en el mismo lugar. Como empezaran a escasear los víveres, a pesar de los esfuerzos hechos por los insurgentes de afuera para introducirlos, fue enviado Matamoros, llevando a sus órdenes al Coronel Perdiz, cerca de don Miguel Bravo para intentar la entrada de un convoy: la noche del 21 de abril rompieron el sitio por el punto de Santa Inés: Perdiz murió, pero el ex cura de Jantetelco consiguió llegar a Ocuituco y a la barranca de Tlayacac, donde Bravo tenía sus provisiones, y ambos se dirigieron a la Barranca Hedionda en la madrugada del 27, y con gran brío atacaron el campamento de Llano, mientras otro cuerpo atacaba el de Calleja, y los sitiados hacían una vigorosa salida; el batallón de Lobera fue desbaratado, pero la nueva batería de Amelcingo rechazó a los asaltantes y la combinación se frustró, con lo que la plaza no pudo ser socorrida, y Morelos decidió abandonarla.

En Chiautla se unió a Morelos con la escasa gente que mandaba, y de ahí pasó a Santa Clara, donde se ocupó de organizar su tropa; a fines de junio llegó a Izúcar, donde tuvo conocimiento del bando publicado el 25 de junio en el cual el Virrey desaforaba a los eclesiásticos que tomaran parte en la revolución; para demostrar Matamoros que los insurgentes no vulneraban los derechos de esos eclesiásticos, al regimiento de Dragones que organizó, le dio el nombre de Apóstol San Pedro y le asignó por bandera un estandarte negro con una cruz roja semejante a los que usan los canónigos en las ceremonias de la Seña, con la inscripción “Inmunidad eclesiástica”. Don Manuel Terán fue el auxiliar de Matamoros en Izúcar, y con él consiguió hacer unos regulares y bien montados cañones. Acabada de organizar la división de este jefe se presentó en Tehuacán, donde Morelos lo nombró su segundo, y lo hizo salir para Oaxaca, cuya plaza iba a ser atacada. Tomó a su cargo el ataque del fortín del Marquesado, que Terán derribó al segundo tiro, y entró a la ciudad, mientras Galeana entraba por otro rumbo y se dirigía a Santo Domingo; en el Carmen se encontró Matamoros con la resistencia que le hacían los religiosos españoles; fácilmente los venció e hizo prisionero al Comandante Régules, que se había escondido en un sepulcro.

Realizado este hecho de armas, donde culminó la fortuna de Morelos, Matamoros se situó en Yanhuitlán en observación de las Mixtecas en enero de 1813, pero habiendo enviado tropas a Oaxaca el Capitán General de Guatemala, salió don Mariano contra ellas (abril) y las alcanzó en Tonalá el 19 del mismo mes; la derrota que sufrió Dambrini fue completa y se vio perseguido hasta más allá de la línea divisoria. El 28 de mayo hizo Matamoros su entrada triunfal en Oaxaca, vestido con el uniforme de Mariscal de campo y siendo objeto de calurosas felicitaciones: como premio de su victoria recibió el grado de Teniente General, lo que fue materia de rivalidades y celos entre los demás jefes. Vuelto a Yanhuitlán se ocupó activamente en disciplinar a sus soldados, proveerse de pólvora y municiones, fabricar cañones y arreglar las milicias de la provincia, pues era incansable y activísimo y siempre estaba ocupado en hacer algo útil y en hacer que los demás también lo hicieran; como su jefe Morelos, atendía todo, por insignificante que pareciese.

No veía, según parece, con muy buenos ojos, a don Nicolás Bravo, y, sin embargo, corrió en su auxilio, como lo vamos a ver. Comprendiendo que la ociosidad es un mal para el soldado, discurrió de acuerdo con Morelos una nueva expedición a Izúcar, y el 16 de agosto salió para ella, pero al llegar a Tehuicingo supo que Bravo estaba sitiado en Coscomatepec y necesitado de auxilio; con rapidez reunió las diversas partidas que había más cerca y tomó el rumbo de Chalchicomula, pero en el camino recibió la noticia de que el sitio había sido roto y que Bravo estaba en salvo: al mismo tiempo supo que la tropa realista se disponía a pasar un convoy que estaba detenido por causa de las operaciones del sitio, que exigían muchos soldados; determinó atacar a este convoy, que iba al mando del Teniente Coronel don Manuel Martínez y del Comandante Cándano. En la hacienda de San Francisco dispuso el plan de ataque el 13 de octubre, y ordenó a diversos jefes que salieran en observación del enemigo, en tanto que Zavala empezaba a hostigarlo. Al día siguiente fue el ataque entre San Agustín del Palmar y Quechula, y tan empeñado estuvo, que llegaron a la bayoneta los contrincantes; Cándano formado en cuadro caminó dos leguas, pero a metrallazos fue desorganizado casi a las puertas de Quechula; Morán, que iba a la vanguardia consiguió salvar parte del tabaco, pero todo lo demás se perdió, y los soldados, todos españoles, del Batallón de Asturias, no tuvieron otro recurso que tirar las armas y rendirse al grito de “Viva la América” y fueron hechos prisioneros: los realistas perdieron 215 muertos, 368 prisioneros, entre ellos muchos oficiales, y 521 fusiles, sin contar el convoy. Los prisioneros fueron conducidos a San Andrés y sólo Cándano y un oficial mexicano fueron fusilados; Matamoros celebró con salvas y repiques su victoria, y envió los prisioneros a Acapulco. Aquella victoria se hizo notable por ser la primera vez en que combatiendo de una parte puras tropas españolas y de la otra mexicanas, quedaron derrotadas las primeras, que ya, por cierto, habían sufrido gran quebranto en el sitio de Coscomatepec; el Virrey llegó a preocuparse tanto por el suceso, que hasta pensó en el primer momento salir a ponerse al frente del ejército; Castro Terreño, Gobernador de Puebla, que ordenó la salida del convoy, fue depuesto; Martínez estuvo procesado y salió condenado a ser dado de baja por incapaz, y Águila también fue sumariado. El nombre de Matamoros se hizo muy conocido en toda la colonia y los afectos a la Independencia cifraron en él grandes esperanzas.

No permaneció mucho tiempo ya en el Oriente, pues llamado por Morelos volvió al Sur y se situó en Tepecoacuilco, de donde marchó a Tlalchapa, y ya unido al resto del ejército se dirigió a Valladolid; derrotados allí, se retiraron a Zatzio y a Puruarán, donde don Mariano, dio la famosa batalla de Puruarán, en la que se eclipsaron todas sus glorias y él perdió la libertad al buscar paso por el río, pues el puente había sido ocupado por los realistas. Los prisioneros hechos fueron fusilados en el mismo campo de batalla, y sólo Matamoros fue conducido a Valladolid, engrillado, y sobre una mula aparejada, en Pátzcuaro se le puso a la expectación pública, y durante el camino no se le trató nada bien; por último, llegado a Valladolid fue fusilado, sin formársele gran proceso, el 3 de febrero de 1814, en el portal que hoy lleva su nombre y donde se lee una inscripción alusiva: Morelos escribió al Virrey proponiéndole el canje de Matamoros por doscientos prisioneros de los cuerpos expedicionarios que tenía en la costa, pero esta proposición llegó tarde, y aunque hubiera llegado oportunamente, no habría sido aceptada, pues el Gobierno español conocía toda la importancia de su prisionero.

El Congreso de 1823 declaró a don Mariano Matamoros Benemérito de la Patria y mandó escribir con letras de oro su nombre en el salón de sesiones. Los restos del héroe, depositados provisionalmente en la capilla de los Terceros de San Francisco, de Morelia, la tarde de la ejecución, fueron trasladados a México en 1823 y enterrados en el altar de los Remedios de la Catedral de México.

Morelos quedó privado de su brazo derecho y no volvió a tener fortuna de ninguna de las empresas que acometió, pues parece que con la muerte de Matamoros aquel jefe hasta la facultad de discurrir acertadamente perdió. 


(Tomado de: Villaseñor, Alejandro - Caudillos de la Independencia . Cuadernos Mexicanos, año II, número 60. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 12 de junio de 2023

Salinas de Gortari I, deslinde de culpas

 


Segunda parte 

Su México

1

DESLINDE DE CULPAS


En 1993, los sondeos de opinión más confiables mostraron que el 75% de los mexicanos aprobaban entusiastamente el desempeño en el cargo de Carlos Salinas de Gortari. Los mismos sondeos indicaban que Salinas, a los 3 meses de haber dejado el poder, se había convertido en uno de los hombres más odiados de la historia de México. Se le acusaba de haberse enriquecido fabulosamente por medio de la corrupción burocrática, el nepotismo y el favoritismo hacia sus amigos o prestanombres; de entregar la soberanía del país al imperialismo yanqui; de haber sumido a México en la miseria; de no haber implantado la democracia y haber usurpado en cambio la Presidencia por medio de un escandaloso fraude electoral, y de arruinar al país con su política "neoliberal". -Ahora solo falta que lo culpen de la fealdad de los mexicanos- dijo un periodista.

En gran parte, el cambio de opinión se debió a que Salinas parece haber sido autor intelectual o por lo menos encubridor de dos sonados asesinatos políticos, el del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y el del dirigente priísta Francisco Ruiz Massieu. Salinas tuvo la oportunidad de quitarse de encima el cargo de asesino, si es que no lo fue, y no quiso aprovecharla. Conocía perfectamente la experiencia vivida por Plutarco Elías Calles, quien al ser asesinado el presidente electo Álvaro Obregón, en 1928, inmediatamente fue señalado por los obregonistas como autor intelectual del crimen. Para desembarazarse de las sospechas, Calles sólo tuvo que asignar a los obregonistas más exaltados la tarea de realizar las investigaciones del caso y permitirles trabajar sin cortapisas, de manera que al concluir las investigaciones sin que aparecieran elementos probatorios de las sospechas, los propios obregonistas tuvieron que proclamar la inocencia de Calles.

Salinas, en cambio, impidió que participaran en la investigación del asesinato las autoridades de Baja California, a las que en rigor correspondía ocuparse del caso, y los funcionarios federales a quienes confió al principio las investigaciones -el procurador general Diego Valadés y el fiscal especial Miguel Montes- cometieron deliberada o torpemente tal cantidad de omisiones y de errores que, al final, dejaron la impresión de que sólo estaban intentando enmarañar la investigación y, como Salinas era el único hombre con poder suficiente para orquestar un encubrimiento de tal magnitud, él -mientras no demuestre su inocencia-, será considerado probable asesino intelectual.

Ahora bien, hasta los matricidas tienen derecho a que se les juzgue exclusivamente por su delito, y es injusto que la sociedad pretenda endilgarles lacras ajenas. Si un matricida fue buen hijo hasta el día anterior al del crimen, es injusto no reconocérselo; y si el tal matricida fue buen ingeniero o médico y realizó buenas obras en su desempeño profesional, tampoco se deben ocultar estos hechos. Así, si Carlos Salinas de Gortari resultara ser el autor intelectual o encubridor de los asesinatos políticos que se le atribuyen, esto no invalidaría el hecho de que durante los primeros cinco años de su sexenio tuvo un desempeño que le valió ser considerado por la mayoría de los mexicanos como un presidente de calidad excepcional.

Es saludable, por lo demás, hacer un deslinde de la parte buena y la parte criminal que pudo haber tenido la labor del presidente Salinas. Entre quienes lo acusan hay una inmensa legión de individuos que pretendían entrar al gobierno a robar, más otros que ya habían robado y querían seguir robando, y cobraron un odio infernal hacia Salinas por haberles impedido el acceso al botín presupuestal. Por otra parte, la sociedad mexicana ha pretendido convertir a Salinas en chivo expiatorio de todos los pecados de la sociedad misma, la cual se engaña diciéndose que, de no haber sido por Salinas, México sería ahora un país en el que reinarían la abundancia y la honestidad. Como la evidencia indica que Salinas no fue causa sino efecto de las lacras propias de la sociedad mexicana, reconocer esto podría ser una ayuda para empezar a corregir las deficiencias.

Entre las falsedades que se han endilgado a Salinas destaca la de haberlo presentado como asesino nato. Después de que se marchó al exilio fueron reproducidos unos recortes periodísticos que daban cuenta de un drama vivido por la familia Salinas en 1951: los padres habían salido de casa dejando a Carlos, su hermano Raúl y un vecinito al cuidado de una sirvienta; algún imprudente dejó por ahí un rifle cargado, los chicos se pusieron a jugar con él y se disparó un tiro que causó la muerte de la sirvienta. Al siguiente día, la sección policiaca de los diarios capitalinos publicó destacadamente la noticia de que los niños habían "fusilado" a la joven y que Carlos declaró: "Yo la maté de un solo tiro; soy muy valiente".

Cuando ocurrieron los hechos, el jefe de la familia Salinas, don Raúl, desempeñaba un empleo de tercer nivel en la Secretaría de Hacienda y carecía de influencias para acallar a los periódicos así como de dinero para sobornar a los reporteros policiacos. Carlos tenía 3 años de edad y, si dijo las palabras que pusieron en su boca los reporteros policiacos, obviamente no podía darse cuenta de lo que estaba diciendo.

Otra falsedad difundida por los enemigos políticos es la de que, enfurecido con un caballo que no le hizo ganar una competencia hípica, en 1970, Carlos Salinas lo mató de un tiro. Los entrenadores y compañeros de Salinas en el ambiente hípico aseguraron a un reportero de CONTENIDO que la versión es completamente falsa.

También se dijo que Carlos Salinas tuvo por amante a la joven actriz Adela Noriega y que ésta había dado a luz unos gemelitos engendrados por el expresidente; la actriz demostró a través de la revista Actual que la versión es calumniosa de principio a fin. Realmente, Carlos Salinas cometió demasiados actos censurables para que todavía se le endilguen otros.

Al analizar las críticas enderezadas contra Salinas se debe tomar en cuenta que el jefe del Estado y el Gobierno mexicanos se llama presidente, un título acuñado en Estados Unidos al momento de establecerse la Independencia. Una infinidad de dictadorcillos latinoamericanos y africanos han adoptado el mismo título, que en Estados Unidos conserva bastante respetabilidad, pero que en el resto del mundo -salvo excepciones- solo ha servido para cobijar los desmanes de incontables políticastros ladrones y torpes, cuando no asesinos: Idi Amin Dada, Alfredo Stroessner, Fulgencio Batista, etc., etc.

En México, de acuerdo con la Constitución vigente, que fue adecuada a la conveniencia de lo que llegaría a ser el Partido Revolucionario Institucional, y sobre todo con las leyes no escritas que rigen la sociedad mexicana, el presidente es una especie de dueño del país. Puede cobrar impuestos a la medida de su voracidad y puede gastar los ingresos fiscales de la manera que se le antoje. Con sólo alegar motivos de utilidad pública que ningún juez se atrevería a discutirle, puede privar de sus propiedades a los ciudadanos que le resulten molestos. Por lo demás, nunca faltan políticos e influyentes que ponen a disposición del presidente en turno a sus esposas, hermanas e hijas.

Cierto, la Constitución otorga al congreso la facultad de revisar las cuentas del Ejecutivo, pero en la práctica esto nunca se ha hecho y los legisladores -incluyendo a los oposicionistas- se han desentendido de ejercer su función de auditores, pues la enorme suma de recursos que tienen a su disposición los presidentes han determinado que los poderes Legislativo y Judicial sean vasallos del Ejecutivo.

La tradición de que los presidentes medren con los negocios públicos antecede a la Constitución de 1917, que es la que está en vigor. En el siglo pasado, el dinero sacado de las arcas públicas por Antonio López de Santa Ana representaba sumas tan elevadas que todavía en 1860, cuando estaba exiliado en la isla antillana de St. Thomas, el caudillo pudo mandarse construir un palacio que a la fecha sigue admirando a los turistas, quienes también reciben del guía la noticia del que el expresidente mexicano gastaba tanto dinero que, cuando abandonó su refugio, la isla cayó en una aguda depresión económica. Hasta Benito Juárez, paradigma de presidentes honestos, al morir en 1872 dejó en su testamento propiedades por valor de 150,233.81 pesos, equivalentes a muchos millones de dólares actuales, a pesar de que cinco años antes, cuando recuperó la Presidencia en la Ciudad de México, no poseía más que una levita lustrosa que parecía de pordiosero. Y la fortuna legada por Porfirio Díaz permitió a sus descendientes vivir con gran comodidad en Europa durante 30 años. De los presidentes "emanados de la revolución", lo más sorprendente son las excepciones: Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos tenían capitales muy modestos cuando dejaron el poder.

A Carlos Salinas de Gortari se le acusa de haber recibido tajadas astronómicas por autorizar la privatización de Teléfonos de México, los bancos y otras paraestatales. Los zares de Rusia también amasaron enormes fortunas con los negocios públicos, pero ni siquiera los bolcheviques los han acusado de ladrones, pues los zares de Rusia, como los presidentes de México, eran los dueños de su país y podían apropiarse de los fondos públicos y hasta mandar a asesinar sin que nadie pudiera oponérseles.

Si los presidentes de México han tenido el derecho de enriquecerse fabulosamente y enriquecer a sus parientes, favoritos, amigos y prestanombres, a Carlos Salinas no se le puede reprochar que haya ejercido tal derecho, aunque se le comprobara que en efecto cometió todos los desmanes que se le atribuyen. Las familias mexicanas que aplauden a sus hijos cuando hacen "negocitos con el gobierno" y que truenan contra la corrupción solo cuando no les toca una canonjía, una aviaduría o un puesto oficial lucrativo, o por lo menos un compadre que los favorezca desde un cargo público, son las verdaderas culpables de que Salinas haya actuado como lo hizo.

En los siguientes capítulos se analizarán otros cargos contra Salinas y para terminar se plantearán algunos que hasta ahora no ha formulado la opinión pública.


(Tomado de: Ayala Anguiano, Armando - Salinas y su México. Contenido ¡Extra! México de carne y hueso. Segunda parte. Deslinde de culpas. Editorial Contenido, S. A. de C. V. México, D. F., 1995)

jueves, 8 de junio de 2023

Mulitas de Corpus

 


Mulitas de Corpus

No siempre Manuel es una "mula", aunque el santo de su nombre aparezca el jueves de Corpus. Antes, abriendo la húmeda neblina bajaron los indios, albarda sobre aparejo, arriando mulas cargadas de mulas. Mas no las sindicales que se venden al halago de curules, sino las otras, que gustan a los niños.

Nomás se oye un llover de pezuñas presurosas y al chico rato están en el atrio de la Catedral, frente a la solemne arquitectura, estas mulitas que el indio -a quien la gracia nace de las manos, como en su cuenco el brote del agua- modela y trenza con hojas de maíz puestas a dorar en brasas pacientes.

Las parsimoniosas mulitas, 5 a 25 centímetros, cruz al casco la medida de su alzada, erguidas las periscópicas orejas, tenso el cilíndrico cuerpo, lacio el rabo, abiertas y plantadas las macizas patas de palo, belfos rumiando discursos de ministerio -¡ji-jau!- llevan al lomo resistente la apreciada carga de sus huacales.

Redondos capulines azabaches, rubios chabacanos táctiles, peras de San Juan y de leche, rojas ciruelas de contenidas mieles; todas en curioso mirar por entre los maderos de sus cárceles pidiendo a gritos !¡comedme! Arriba un qué bien huele crecer de chícharos y claveles.

Al desfile infantil innúmero se le van los ojos. Inditas zalameras de olán azul, huarache sonoro; y frente a la recua vegetal niños morenos de apresurados huacales, blancas calzoneras y paliacates colorados, brillosos remedos del joven Morelos pensando en la patria al paso de su arriería sureña.

Jueves de Corpus. Que no se enoje Manuel por ser tocayo de tanta gracia; que hay otros que lo son de veras y no se dan por entendidos.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

lunes, 5 de junio de 2023

Nuevo impulso a la organización obrera mexicana, 1871


 IV

Nuevo impulso a la organización obrera mexicana


Un grupo de los que se consideraban a sí mismos como portaestandartes de la extrema izquierda en el movimiento obrero fundó el 20 de marzo de 1871 La Social. Dicho grupo lo constituyeron Rhodakanaty, Zalacosta, Velatti, Castro, Ordóñez y otros. Pero veamos en qué consistía su "izquierdismo". Las finalidades contenidas en el programa de La Social se expresaba así: "Reuniremos a todos aquellos elementos adictos a la clase socialista, que sean perseverantes que tengan un principio de moral y fines altruistas y elevados, que amen el sentimiento de caridad y siempre socorran al pobre y al oprimido como si se tratara de sí mismos".

En su manifiesto de abril 15 de 1871, decía: "no es posible poder presentar, desde luego, ante la cultura del pueblo nuestro programa último; pero ténganse entendido que nuestra misión es más de ideales que de posibilidades. Sin embargo, aunando nuestras miras, queremos la abolición de todo sistema de gobierno y la libertad de los obreros manuales e intelectuales del Universo". 


¡Una mezcla informe de anarquismo filosófico, místico, cristiano!

Debemos hacer hacer notar que, de este grupo de La Social, también pertenecían al Gran Círculo, Valatti, Ordóñez y Castro.

Fue por este tiempo cuando llegaron a México las primeras noticias sobre la proclamación de la Comuna en  París. Circulando entonces El Socialista; el 9 de julio de 1871, apareció en la ciudad de México el primer número de este periódico semanario destinado a defender los derechos e intereses de la clase trabajadora. Más adelante veremos cómo desempeño su cometido. 

Eran director y redactores: Francisco de P. González, Mariano García, Luis G. Miranda, Francisco J. Acosta, Manuel Chibrás, Manuel Escudero, José López, Carlos G. Rodríguez, Felipe Acosta, Enrique Trear, Fidencio Lara y Luis Sánchez. El Socialista, como era natural, defendía el socialismo, La Internacional y la Comuna; las proclamas impresas de ésta circulaban profusamente en los círculos obreros.

La Comuna de París

El Monitor Republicano, periódico liberal de la época pidió, al saberse el fracaso de la Comuna de París, que se proporcionara asilo en el país a los comunistas que así lo desearan; lo que hizo expresar a la prensa norteamericana que la entrada de éstos a México constituía un grave peligro para el gobierno de Washington. The World (El mundo) de Nueva York, aseguraba en enero 21 de 1872 "que el famoso comunalista Clusuret estaba en México y que Juárez lo había nombrado general en jefe del ejército para combatir a los rebeldes porfiristas"...

A este grado alarmaba a la burguesía yanqui y a su prensa la repercusión de los acontecimientos en La inolvidable Comuna de París. ¡Primer intento del proletariado para establecer un gobierno propio!

la guerra franco-alemana provocada por la política francesa cuyo objetivo era impedir la unidad de Alemania y las enseñanzas y tradiciones de la revolución francesa (en la que había tenido tan importante papel el municipio de París), así como la influencia adquirida y progresos realizados por la Primera Internacional en París y en algunas de las grandes ciudades provinciales francesas, y el no menos importante factor de la situación paupérrima entre las masas populares y la pequeña burguesía arruinadas por la guerra; fueron elementos que determinaron la guerra con Prusia, lazo que Bismark tendió a Francia y en el que ésta cayó sin estar preparada para ello, con el resultado de la catastrófica derrota de Sedán. París se sublevó derrocando al imperio de Napoleón, El Pequeño, proclamó la República y constituyó un gobierno para la defensa nacional. Pero este gobierno, burgués, que odiaba tanto al enemigo exterior como el interior (o quizás más al interior) produjo una reacción inmediata en el pueblo que, prematuramente, guiado por el viejo revolucionario Blanqui, intentó apoderarse del poder sustituyendo al gobierno republicano-burgués por el socialista proletario. La intentona fracasó, en tanto que los ejércitos franceses organizados por Gambetta sufrían derrota tras derrota a manos de los prusianos hasta que se concertó un armisticio en enero de 1871.

En febrero se efectuaban las elecciones para la constitución de la asamblea general. Sin embargo, la mayoría revolucionaria, novel en estos asuntos, fue derrotada al resultar un gobierno reaccionario. Thiers estableció su cuartel general en Versalles, desde dónde atacó al proletariado parisiense; el gobierno de Thiers después de tratar de apoderarse de la artillería de la Guardia Nacional en las alturas de Montmartre, fue desconocido por el pueblo de París que proclamó la Comuna el 18 de marzo de 1871.

Se ha dicho que la Comuna de París fue una dictadura, nada más falso y calumnioso. ¡Ojalá lo hubiera sido! La Comuna surgió legalmente de las elecciones de marzo, instituyendo un gobierno de coalición, en el que había miembros de la Primera Internacional, es cierto, como también los había blanquistas, proudhonianos, republicanos, burgueses y patriotas desesperados. 

Carlos Marx al hacer el análisis de los hechos decía: "en vez de marchar contra los versalleses desamparados entonces, se permitió al Partido del Orden que mostrara sus fuerzas convocando el 26 a las elecciones de la Comuna. Aquel día, los hombres del Partido del Orden cambiaron palabras benévolas de reconciliación en los locales electorales con sus harto magnánimos vencedores; al mismo tiempo que en su fuero interno se enciende el juramento solemne de ejercer una venganza resonante tan pronto llegará el momento. La Comuna de París ingenuamente respetó el Banco de Francia, no confiscándolo, lo que constituyó un grave error y que destruye el argumento de que fue una dictadura."

Por todas estas graves equivocaciones tácticas y políticas cayó en mayo, derrotada por las fallas de sus directores (a las que se sumaba la traidora alianza de los políticos y de la burguesía francesa) después de ejercer el poder durante 62 días el proletariado de París.

El proletariado parisiense murió heroicamente bajo los pliegues y su amada bandera roja de la Comuna. Thiers, Gallifet "el Chacal" (que había estado en México) se hartaron de sangre obrera. Cayeron bajo sus balas asesinas 30,000 revolucionarios, hombres mujeres y niños; fueron sacrificados en el altar de la burguesía y su régimen un total de 100,000 luchadores franceses por la libertad.

Ese fue el epílogo sangriento del primer noble esfuerzo del proletariado de París para darse un gobierno propio; su sacrificio no fue estéril, sus enseñanzas no fueron olvidadas ni en Francia ni en el resto del mundo, como lo comprueba la existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, producto de esa enorme experiencia aplicada por la gloriosa revolución rusa de 1917.

La organización obrera y sus relaciones con los patrones 

El 15 de agosto de 1871 se organizaba la sociedad de Tipógrafos Mexicanos en la Ciudad de México. Simultáneamente quedaban establecidas las primeras sociedades obreras en el interior del país, al constituirse las de San Luis Potosí, donde comenzó a publicarse el vocero Las Clases Productoras, viendo la luz pública el primer número el 16 de septiembre de 1876, eran sus redactores Genaro Vergara y Silverio M. Vélez.

El Circulo de Obreros de México quedó formado finalmente, después de muchos esfuerzos de sus organizadores; tomando parte en su constitución con 3 delegados cada una de las sociedades siguientes:

"Unionistas de tejedores del distrito de Tlalpan"; mutualistas de las fábricas La Colmena y San Ildefonso; Unionistas de Canteros, Mutua del Ramo de Sombrerería, Unionista y de Resistencia de Carpinteros, Mutua del Ramo de Sastrería, Artístico Industrial de Tipógrafos Mexicanos, Cuerpo de Redacción de El Socialista y la Sociedad Unionista de Sombrereros que se adhirió por el momento al acto.

Se admitió que podían ingresar individualmente al Gran Círculo todos los obreros y simpatizantes que lo desearen; la asociación debía extenderse por toda la nación, convocando tan pronto como las circunstancias lo permitieran a un congreso general, organizándose mientras tanto, sucursales en las poblaciones principales. Para ser miembro del Gran Círculo había que ser obrero manual o intelectual; ningún socio podía ser miembro de un partido político, pero sí se le dejaba en libertad de ejercer el derecho de ciudadanía. Se admitía que los patrones que hubiesen tenido buen comportamiento con sus trabajadores fuesen socios honorarios del Gran Círculo (subraya el autor). Se lucharía por la ampliación del espíritu de ayuda mutua, cajas de ahorros, seguros de vejez, casas de asilo, escuelas primarias y de oficios. Las sociedades adheridas al Gran Círculo serían de resistencia (con el objeto de proteger el trabajo) para lo cual se declaraba apoyo ilimitado a las huelgas; a la lucha por el mejoramiento inmediato de salarios y disminución de las horas de trabajo, protección a las mujeres y niños; castigo por medio de multas a los patrones que no accedieran a las justas peticiones de los obreros (subraya el autor). Se solicitaba del Gobierno una ley que garantizara el bienestar del proletariado y se asentaba como finalidad del Gran Círculo, lo siguiente: "se lucha por la total emancipación de los trabajadores, que ha de ser obra de los trabajadores mismos, usando como medio final la revolución social que abre el camino de esplendor, de justicia y de verdad al socialismo…"

La mesa directiva elegida fue la siguiente: presidente, Santiago Villanueva; vicepresidente, Epifanio Romero; primer secretario, Juan de Mata Rivera; segundo secretario, Benito Castro; tercer secretario, Alejandro Herrera; cuarto secretario, Rafael Pérez de León y tesorero, Francisco de P. González. Los dos primeros ya conocidos por nosotros en sus equilibrios obreristas, los demás, pronto los conoceremos mejor.

El 1° de octubre de 1871 se constituye en San Luis Potosí la Asociación Potosina de Obreros con tres sociedades diversas: el número 2 de Las Clases Productoras, incitaba a los obreros de la metrópoli para asistir a un congreso que debía celebrarse en León o Aguascalientes para enero de 1872. En Toluca se organizaba la Sociedad Progresista de Artesanos el 8 de noviembre, la que se adhiere al Gran Círculo. En este periodo de organización ascendente, con las imperfecciones ajenas a la incomprensión de su verdadero papel, sorprende al artesanado y al naciente proletariado la efervescencia política de las elecciones presidenciales, a la vez que el levantamiento de Porfirio Díaz con su Plan de La Noria contra Juárez en noviembre 8 de 1971.


Dos décadas del movimiento obrero: un resumen

En resumen, después de casi dos décadas de 1853 a 1871, nos encontramos con un desarrollo apenas iniciado del movimiento social, obrero y campesino en el sentido de organización; lleno de confusiones ya mutualistas, ya cooperativistas, pero que iba abriendo brecha más que por una percepción clasista del papel histórico del proletariado, por la necesidad económica y social de mejoramiento que reclamaba el paso del estado feudal al de la asaz lenta industrialización del país; pero que de todos modos, iba formando grupos obreros cada vez más numerosos.

Es necesario, sin embargo, hacer notar que ya desde entonces, se perfilaban inciertas, vagamente, dos tendencias: revolucionaria y reformista, de las que eran exponentes los grupos de La Social (con su anarquismo místico filosófico, filantrópico e intelectualizante) y el de el Gran Círculo y El Socialista (con su "socialismo" legal, apolítico que al mismo tiempo que planteaba las demandas obreras, admitía como socios honorarios a los patrones que hubiesen tenido buen comportamiento con sus obreros) en la primera en tanto que en la otra la reformista a todas luces, era representada por Cano y sus seguidores de los que no pocos -como Epifanio Romero- se habían colado y militaban en el Gran Círculo dando a este su mentalidad oportunista inveterada.

A partir del 1° de enero de 1872 apareció El Socialista como órgano oficial del Gran Círculo de Obreros de México.

Rhodakanaty sigue consagrado a La Social donde predica el socialismo, alejado del Gran Círculo y de El Socialista en el que no colabora. En el mes de junio publica su folleto Apuntes biográficos de los más célebres comunistas franceses (Imprenta El Socialista, México 1872).

El 14 de Julio se constituyó la Sociedad de Obreros del Porvenir del Ramo de Carrocería, el 29 del propio mes se organiza la del Ramo de Curtiduría, el 1° de agosto la Sociedad Fraternal de Costureras, el 24 de septiembre la Sociedad Filarmónica de Auxilios Mutuos y el 26 del mismo mes la Asociación Mutualista y de Resistencia del Ramo del Tabaco, la que fue disuelta violentamente por el patronaje sin que la naciente agrupación ni el Gran Círculo hubieran sido capaces de impedirlo.

Los obreros y la política, maniobras de sus dirigentes

Al fallecer el presidente Juárez el 18 de julio concurrieron a sus funerales todas las sociedades con sus respectivos estandartes, hablando ante sus restos a nombre del Gran Círculo, Francisco de P. González; quien hizo el elogio de las virtudes ciudadanas del patricio. Poco después ocurriría la muerte de Santiago Villanueva; con su desaparición se inauguró un cambio en la "política" del Gran Círculo; sus estatutos fueron reformados y se aceptó un subsidio de $200.00 mensuales del Poder Ejecutivo que ocupaba el licenciado Sebastián Lerdo de Tejada.

Los nuevos estatutos aprobados el 16 de septiembre dicen:

"1°. Mejorar por todos los medios legales la situación de la clase obrera, ya en su condición social, ya en la moral y ya en la económica. 2o. Protección a la misma clase contra los abusos del capitalismo y los maestros de taller. 3o. Relacionar entre sí a toda la familia obrera de la República. 4o. Aliviar sus necesidades a los obreros. 6o. Propagar entre la clase obrera la instrucción correspondiente en sus derechos y obligaciones sociales y en lo relativo a las artes y oficios. 7o. Establecer todos los círculos necesarios en la República a fin de estar en contacto los obreros de los estados con los obreros de la capital".

La sede quedó instalada en la primera calle del Reloj núm. 3, salón de actos de la Sociedad Unionista de Sombrereros; es decir, bajo los auspicios de Juan Cano y Epifanio Romero. El 1° de octubre se expidió una circular a todas las sociedades que decía: "haber quedado definitivamente instalado ese día, el Gran Círculo de Obreros de México".

el 1o. de agosto estallaba la huelga de los barreteros de Real del Monte, Pachuca, Hgo., originada por la violación del contrato de 1869 por parte de los patrones; el cual estipulaba que estos "pagarían $2.00 diarios por 36 horas de trabajo consecutivo y 12 de descanso", y ahora reducían a $1.00 este salario desde el 15 de julio. Los obreros no sólo pedían el cumplimiento del contrato sino la disminución de horas de trabajo a 16 por el mismo salario.

El conflicto se resolvió favorablemente para los mineros obteniendo una victoria completa; lo que levantó gran polvareda en la prensa diaria que pedía al gobierno "adoptase una actitud enérgica, antes de que se propagara este sistema de defensa obrera". El Socialista, el periódico defensor de los obreros se guardó su opinión prudentemente.

Los obreros de La Fama Montañesa habían declarado la huelga el 9 de septiembre y hubieron de volver derrotados al trabajo el 22, bajo la presión de la fuerza armada. El Socialista, bajo la dirección de Juan de Mata Rivera, uno de los más destacados líderes obreros, lo era sólo de nombre, pues más parecía un órgano político liberal ya que apoyaba veladamente a Lerdo de Tejada para presidente, y en forma abierta a Vicente Riva Palacio para presidente de la Suprema Corte de Justicia.


(Tomado de: Díaz Ramírez, Manuel - Orígenes del Movimiento Obrero. Cuadernos Mexicanos, año II, número 75. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

jueves, 1 de junio de 2023

José Justo Corro

 


José Justo Corro

Nacido en Guadalajara, en el estado de Jalisco, en 1794, murió en la misma ciudad en 1864. Cursó estudios de abogacía y fue ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos (del 18 de marzo de 1835 al 26 de febrero de 1836). Cuando falleció el general Miguel Barragán, presidente interino por la ausencia del general López de Santa Anna, que estaba batallando contra los texanos, la Cámara de Diputados, en su sesión del día 27 de febrero de 1836, lo designó presidente de la República, cargo que ostentaría hasta el 19 de abril de 1837. Durante su periodo presidencial, se produjeron algunos acontecimientos señalados, como la retirada de las fuerzas mexicanas del territorio de Texas, que se perdió por completo para México, debido a la derrota de Santa Anna y la promulgación por el Congreso, el día 30 de diciembre de 1836, de las Siete Leyes constitucionales. Corro convocó elecciones y cedió el poder a Anastasio Bustamante para retirarse a la vida privada.


(Tomado de: Grandes personajes universales y de México. Océano Grupo Editorial, S. A. Barcelona, España, 1998)