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jueves, 1 de mayo de 2025

Roberto Gavaldón


 Roberto Gavaldón

(director)

(1906-1986, Chihuahua, México). Se dice que Roberto Gavaldón Leyva desde joven se fue a Hollywood para trabajar como extra en el cine, actividad que continúa en México durante 1932. Como su vocación era la realización, comienza como asistente de director. Pronto asimila las técnicas del cine y en 1944 debuta con La barraca, filme al que le da gra calidad y solidez, colocándolo entre los mejores cineastas de esa época (Emilio "El Indio" Fernández, Alejandro Galindo, Julio Bracho, Fernando de Fuentes e Ismael Rodríguez). Otras películas que realizó son Rayando el sol  (1945), La casa chica (1949), La diosa arrodillada 1947), El rebozo de Soledad (1952), El niño y la niebla (1953), Macario (1959), Rosa blanca (de 1961, la cual, por problemas de censura, estuvo enlatada más de 20 años), Doña Macabra (1971) y El gallo de oro (1964); además dirigió algunas producciones norteamericanas como El pequeño proscrito y la última cinta que realizó fue Cuando tejen las arañas en (1977). 

Amelia Camarena


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

miércoles, 27 de marzo de 2024

Juan Gómez-Quiñones

 


Juan Gómez-Quiñones

[1940-2020]


Profesor de historia en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Originario de Parral, Chihuahua, creció y se educó en el Este de Los Ángeles. Con estudios de licenciatura en literatura, maestría en estudios latinoamericanos y doctorado en historia por la UCLA, se ha dedicado por 27 años a la docencia e investigación en historia política, laboral, intelectual y cultural. Entre sus publicaciones cabe mencionar: Chicano Politics: Reality and Promise, 1940-1990; Mexican American Labor, 1970-1990; The Roots of Chicano Politics 1600-1940 y Sembradores: Ricardo Flores Magón y El Partido Liberal Mexicano. Gómez Quiñones ha sido un incansable promotor de la cultura y de los estudios chicanos. Fue Director del Centro de Estudios Chicanos de la UCLA, fundador de la renombrada revista Aztlán: International Journal of Chicano Studies y co-editor del Plan de Santa Bárbara. Su labor académica ha estado siempre acompañada por reconocido liderazgo comunitario que se ha hecho patente en su activismo en movimientos de derechos civiles, política electoral, trabajo, migración y programas con jóvenes.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

jueves, 22 de diciembre de 2022

Francisco Avitia, el "Charro" Avitia

 


Pionero de la canción ranchera mexicana, el Charro Avitia hizo de su vida canciones; su biografía y la letra de sus composiciones más famosas formaron un todo inseparable en el que arte y vivencias personales eran indistinguibles.

Francisco Avitia Tapia, de origen humilde, nació en Pilar de Conchas, Chihuahua, en la segunda mitad de 1915. De pequeño, cuidaba borregos y con lo poco que ganaba ayudaba a mantener a su numerosa familia. Le gustaba pasear por el campo. A veces caía un chubasco y el niño Francisco se refugiaba junto al rebaño en una pequeña cueva. Se dormía y soñaba con las historias de la revolución. Cuando fue mayor se trasladó a Ciudad Juárez, donde desempeñó varios oficios, y años después fundó el sindicato de cancioneros de esa población, progresó en su arte y mudó de residencia a la ciudad de México, Distrito Federal.

En la capital, tuvo la suerte de conocer al insigne maestro José Eduardo Pierson, quien tenía una academia de música a la que acudieron Dolores del Río, Pedro Vargas, Jorge Negrete, José Mojica y el doctor Alfonso Ortiz Tirado. Su padrino artístico fue el actor y compositor Joaquín Pardavé, pero fue Pedro de Lille quien lo bautizó bautizó con su nombre artístico en un programa de radio.

Avitia llevó a su mejor expresión los corridos mexicanos, género iniciado en la época colonial y muy socorrido en la gesta revolucionaria de 1910. Las interpretaciones del Charro Avitia tuvieron gran éxito entre el público de los Estados Unidos por sus letras nostálgicas, que reflejaban las aventuras de los inmigrantes y la vida de sus pueblos. Al igual que muchos cantantes, de su generación, como Tito Guízar, Miguel Aceves Mejía, Pedro Infante y Jorge Negrete, también se dio a conocer popularmente por sus intervenciones en películas rancheras, pues participó en más de veinte. Su imagen era la de un hombre del pueblo que se expresaba mediante un lenguaje florido y espontáneo.

Sus canciones más conocidas fueron Traigo un sentimiento muy adentro, El aeroplano, Máquina 501, El corrido de Chihuahua, El gato negro y El penal de la loma, entre otras. Fue el primer cantante que visitó los centros de reclusión para interpretar sus canciones ante los presos. Actuó en más de 500 programas musicales de televisión y realizó giras constantes por todos los países de América. A lo largo de su carrera artística obtuvo muchos reconocimientos tanto nacionales como internacionales entre los que destacaban el Premio Hollywood recibido en la ciudad de Los Ángeles y su investidura como hijo honorario de Albuquerque, Nuevo México.

A pesar de su avanzada edad, el Charro siguió en activo durante los últimos años de su vida. Falleció el 29 de junio de 1995, a los 80 años de edad.


(Tomado de: Todo México 1996. Resumen ilustrado de los acontecimientos más importantes registrados en México en 1995 para la actualización de la Enciclopedia de México. Kentucky, EUA, 1996)

sábado, 17 de septiembre de 2022

Expansión territorial y conquistas siglo XVI, II

  


Fundaciones

Las expediciones militares fundaron en su recorrido villas y fuertes que corrieron diferentes suertes. Unas se conservaron, otras con el tiempo se despoblaron y desaparecieron. Muchas de ellas originaron nuevos centros, que a su vez sirvieron de punto de partida para la penetración en territorios desconocidos.

Una de las principales fuerzas que movieron este avance paulatino a territorios inexplorados fue la misma que empujó a algunas expediciones militares: la búsqueda de metales preciosos. Pequeños grupos de hombres se internaban en tierras de chichimecas, impulsados por alguna vaga noticia acerca de la existencia de vetas. Los poblados fundados a causa de ello eran, a su vez, origen de otros.

Así como la expedición de Francisco de Ibarra tuvo su génesis en la zona minera de Zacatecas, se estimuló la formación de poblaciones en la zona del Bajío; en un principio fueron presidios (lugares donde estaba destacada una fuerza militar) y crecieron gracias al comercio que se efectuaba con la región minera. Tal es el caso de San Miguel el Grande.

Por 1554, los chichimecas comenzaron a asaltar y robar sistemáticamente las carretas que transitaban con mercaderías rumbo a Zacatecas. Al principio se intentó detener estos asaltos mediante una campaña militar, organizada por don Luis de Velasco, quien puso a Francisco de Herrera al frente de numerosos soldados. Pero esta fuerza no consiguió dominar a los indios, los cuales sistemáticamente se refugiaban en sitios inaccesibles ante la presencia de los soldados. Otras campañas militares, como la de Hernán Pérez de Bocanegra, consiguieron el mismo resultado.

Se vio, pues, que era indispensable buscar otra manera de proteger la seguridad de los caminos; la mejor manera de conseguirla sería fundar otras poblaciones además de San Miguel el Grande, que fueron Celaya, Aguascalientes y León. Pero estas fundaciones no bastaron para contener a los chichimecas, los cuales siempre encontraban un lugar o un momento propicio para atacar, de manera que se trató de lograr un acuerdo de paz con ellos. Un mestizo llamado Miguel Caldera estableció conversaciones con los indios y, finalmente, en la época de don Luis de Velasco el segundo, se logró la paz. El virrey comprometióse a darles carne para su sustento. En cambio, ellos aceptaron que se fundaran poblados de indios y de españoles en las regiones que habitaban. Así nacieron San Luis de la Paz, San Miguel Mezquitic y Colotlán.

También la ganadería originó el que se abrieran nuevos territorios a la expansión española. La rápida reproducción del ganado creó grandes problemas a la agricultura en las zonas centrales de Nueva España. Los cultivos de las regiones de Tepeapulco, del valle de Toluca, de Oaxaca y Jilotepec eran destruidos con mucha frecuencia por los rebaños; para evitarlo, el virrey ordenó que se dirigieran a zonas donde había grandes extensiones de tierra despoblada. Así fue como en los años posteriores a 1540 se inició el establecimiento de estancias ganaderas en tierras habitadas por chichimecas. Se introdujo la ganadería en los llanos de San Juan del Río, en la región de Apaseo y en Querétaro. Antes del descubrimiento de las vetas de plata, Guanajuato existía como estancia de ganado, propiedad de Pedro Muñoz. A medida que las regiones fueron aumentando su población, el ganado fue conducido más al norte; y con el tiempo llegó a ser una de las causas del nacimiento de grandes haciendas, como la de Francisco de Urdiñola, gobernador de Nueva Vizcaya, en Coahuila, a principios del siglo XVII.

Fundaciones hechas por indios.

El papel representado por los indios sedentarios en la colonización y población del virreinato de Nueva España es de suma importancia. Ya en las primeras expediciones que se llevaron a cabo para acrecentar el dominio español se encuentran los grandes ejércitos de indios aliados que las acompañaban. Pedro de Alvarado condujo tlaxcaltecas a Guatemala. De Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula procedían los indios que auxiliaron a Nuño de Guzmán en la conquista de Nueva Galicia. Ibarra, Carbajal y Oñate utilizaron sus servicios, y cuando se consideró indispensable la colonización de Texas, los tlaxcaltecas fueron llevados también allí.

Pero no sólo se recurrió a ellos en las campañas militares, sino que como pacificadores fueron enviados para fundar en regiones alejadas de sus centros de origen. Se pensaba que ante el ejemplo de su vida, que transcurría en forma pacífica y organizada, los indios nómadas terminarían, a su vez, por aceptar ser reducidos. Así, fray Juan de San Miguel estableció con guamares, otomís y tarascos el pueblo de San Miguel, conocido actualmente como el Viejo para distinguirlo de la población española que se formó años después con el fin de detener los ataques de los chichimecas.

Cuando don Luis de Velasco logró la paz con estos últimos, se llevaron cuatrocientas familias de tlaxcaltecas, que fundaron Tlaxcalilla (muy cerca de San Luis Potosí), San Miguel Mezquitic, San Andrés y Colotlán. Para evitar que Saltillo continuara despoblándose, Francisco de Urdiñola fundó muy cerca San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

Las poblaciones establecidas por las autoridades españolas con fines civilizadores tuvieron una organización especial que favorecía el que los indios ofrecieran menos resistencia a abandonar sus lugares de origen. A los habitantes se les dotaba de tierras y agua, se prohibía la proximidad de estancias propiedad de españoles, e incluso se limitaba su paso por ellas. Se les autorizaba tener ganados y poseer caballos, y sus parroquias eran administradas por frailes. No siempre se logró mantener estas condiciones, porque los españoles, que vivían o tenían estancias en las regiones donde estos pueblos se fundaron, trataban de obligarlos a trabajar en su provecho y procuraban apoderarse de las tierras que consideraban buenas, haciendo caso omiso de las disposiciones existentes para la protección de estos poblados. No fue posible conseguir la fusión de los indígenas llevados del centro con los nómadas que aceptaban reducirse, porque los primeros siempre miraron con menosprecio a los segundos.

Aparte los movimientos de población india, a los que nos hemos anteriormente, hubo otros hacia el norte, en que en forma espontánea un gran contingente de indios se dirigió en busca de la libre contratación a las zonas mineras y a las estancias de ganado.

La expansión misional.

A partir del territorio conquistado por Hernán Cortés, las órdenes religiosas extendieron sus labores misionales hasta regiones distantes y desconocidas. Los frailes seguían instaurando nuevos centros para la predicación, sin esperar que nuevos establecimientos de españoles dieran a los lugares una relativa seguridad. En esta actividad son muy conocidos fray Juan de San Miguel, quien predicando recorrió tierras que ahora pertenecen al estado de Guanajuato; fray Bernardo Cosin llegó al actual estado de San Luis Potosí; fray Andrés de Olmos evangelizó la Huasteca; fray Andrés de Segovia y fray Miguel de Bolonia, en 1541, fundaron el pueblo de Juchipila; fray Agustín Rodríguez, en 1581, predicaba en territorios inexplorados, los cuales en la actualidad pertenecen al estado de Chihuahua, y fray Juan de Larios, en 1674, fundó la misión de San Francisco de Coahuila. Los misioneros redujeron a muchos indios, que terminaron por adaptarse a la vida sedentaria, y facilitaron el posterior establecimiento de centros españoles, que encontraban en estos pueblos la mano de obra necesaria para sus estancias y haciendas.

Muchas veces la llegada de hacendados que trataban de obligar a los indios reducidos a que trabajasen en sus propiedades destruyó la labor de los evangelizadores, porque ellos, que habían aceptado paulatinamente la vida en los pueblos y que algunas veces difícilmente se habían sometido a la autoridad de los frailes, se rebelaban ante las exigencias de autoridades y propietarios de tierras, y se volvían a los montes o huían a las sierras, destruyendo las misiones y matando a la población blanca y a los misioneros.

A causa de ello, durante los siglos XVI y XVII, en el norte las misiones estuvieron constantemente expuestas a la destrucción, y el trabajo de los religiosos se vio muchas veces reducido a la nada; entonces volvían a empezar, construyendo nuevas misiones o reconstruyendo las perdidas.

Franciscanos y jesuitas fueron principalmente los encargados de la evangelización en tierras de chichimecas. Los franciscanos ejercieron las misiones principalmente en Zacatecas, Nueva Vizcaya (actualmente los estados de Durango y Chihuahua), Nuevo Reino de León, Coahuila y Texas; es decir, hacia el norte y este de Zacatecas.

Sinaloa (norte del estado que lleva ese nombre) fue punto de partida para los jesuitas; se extendieron hacia el este por la Sierra Madre Occidental, y hacia el norte por las regiones que llamaron Ostimuri, Sonora y Pimerías, en el actual estado mexicano de Sonora y en el norteamericano de California.

Expansión por necesidades de defensa.

Nueva España siempre tuvo problemas de defensa en la región septentrional. La amenaza que representaba el avance de los establecimientos franceses obligó a las autoridades españolas a ocuparse de la colonización de provincias, que no habían presentado atractivos suficientes a fin de mover a su poblamiento espontáneo.

En 1682, Roberto Cavelier, señor de La Salle, partió de Nueva Francia (Canadá) y exploró el río Mississippi de norte a sur hasta llegar a su desembocadura. El gobierno francés consideró que la comunicación fluvial con el golfo de México era de gran trascendencia y ayudó a La Salle para que en una segunda exploración se adentrara por el río en sentido inverso al de la expedición anterior.

Los exploradores llegaron a La Florida en el año 1684; costeando, pasaron frente a la desembocadura del Mississippi, al parecer sin advertirla. Continuaron navegando y desembarcaron en la bahía del Espíritu Santo, donde fundaron el fuerte de San Luis. La Salle exploró la región, siempre en busca del río, que no encontró. Viendo que los bastimentos se habían perdido, decidió ir por tierra en busca de auxilio. En el camino algunos de sus compañeros lo asesinaron y los hombres del fuerte quedaron abandonados a su ventura. Los indios, que advirtieron su precaria situación, los atacaron y mataron.

En la capital del virreinato de Nueva España se tuvo noticias del desembarco de los franceses, porque capturaron a unos piratas que hablaron sobre la fundación del fuerte de San Luis. De Cuba y Veracruz partieron navíos que recorrieron las costas del golfo de México sin encontrar al enemigo, aunque hallaron los restos de una nave.

Mientras tanto, los gobernadores de Nueva Vizcaya y del Nuevo Reino de León recibieron informes de los misioneros y de los indios sobre algunos extranjeros vestidos de hierro, que andaban entre los texas preguntando por las minas de plata, y los aconsejaban en contra de los españoles, a los que decían no debían obedecer porque no eran buenos. El capitán Alonso de León hizo prisionero a un francés, el cual no pudo proporcionar datos sobre el sitio que buscaban porque no había pertenecido a la fuerza de La Salle, sino a un grupo que había salido de Nueva Francia con intenciones de encontrarlo. El indio Juan Xaviata procuró los datos que finalmente permitieron en el año 1689 la localización de las ruinas del fuerte de San Luis en la bahía del Espíritu Santo.

Con el fin de evitar que en lo venidero los franceses pudieran ocupar esa región, en 1690 el rey ordenó que los franciscanos de Santa Cruz de Querétaro se encargaran de fundar misiones entre los texas. La primera fue la de San Francisco y, apoyándose en ella, otras que no tuvieron muy larga vida, ya que se abandonaron en 1694 debido a los problemas que presentaban su abastecimiento y mantenimiento.


(Tomado de: Camelo, Rosa - Expansión territorial y conquistas. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

viernes, 20 de mayo de 2022

Aurora Reyes

 


Las protagonistas

Aurora Reyes, luchadora magisterial, muralista y poeta


Ricardo Cruz García - Historiador

Apenas pasa los cinco años y ya ha vivido la guerra. La revolución no cesa y se cuela por las rendijas de la vida cotidiana, cuantimás para una descendiente de la familia Reyes. Al amanecer, con el barrio de La Lagunilla como forzoso refugio, la pequeña Aurora va con una tablita en la mano ofreciendo el pan que ha horneado pocas horas antes su mamá: "¡Bísquetes, hay bísquetes!", grita y vuelve a gritar, mientras se mantiene atenta a la bolsa con piedras que también carga para sorrajarle un proyectil en la cara o donde se pueda a alguno de los muchachos que con frecuencia intentan robarle su mercancía. Ni modo: hay que aprender a sobrevivir en tiempos de miseria, de hambre y de muerte.

Nacida en la población minera de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, Aurora Reyes Flores vio la luz primera el 9 de septiembre de 1908, de acuerdo con su biógrafa Margarita Aguilar Urbán. Fue hija de León Reyes, el primer hijo del general porfiriano Bernardo Reyes, cuya muerte en 1913 provocó que el padre de Aurora se trasladara a la capital del país para asistir al funeral. Más tarde llegarían su esposa y su hija.

En medio de la Revolución, la familia tuvo que mantener un bajo perfil durante un tiempo para evitar alguna represalia. Fue en esos años cuando Aurora vivió en La Lagunilla, en una vecindad que después recordaría como espantosa y promiscua, rodeada de gente cuyo lenguaje podría llenar una antología de la "leperada mexicana". En la ciudad cursó algunos estudios básicos y -como señala Aguilar Urbán- en 1921 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, asentada en el antiguo Colegio de San Ildefonso y donde conoció a la joven Frida Kahlo, hija de otro personaje destacado en tiempos porfirianos: el fotógrafo Guillermo Kahlo.

Aurora no duró mucho en la Preparatoria, pues fue expulsada tras golpear a una prefecta que la había acusado de libertina y jefa de una banda de ladrones. Con una idea más clara de su vocación, su siguiente parada fue la antigua Academia de San Carlos, que contaba entre sus maestros a Alfredo Ramos Martínez y Fermín Revueltas. Alma inquieta, pronto también dejó esta escuela y buscó su propio camino de manera autodidacta.

De acuerdo con Aguilar Urbán, en 1927 recibió su nombramiento como profesora de Artes Plásticas de primaria y más tarde se integró a la planta docente de una prevocacional del IPN. La profesión de maestra la ejerció durante la mayor parte de su vida, hasta su jubilación en 1964.

Como mujer que creció con el fuego de la Revolución, Aurora coincidió con la ideología nacionalista impulsada por el Estado mexicano, al igual que lo hicieron Diego Rivera y otros artistas e intelectuales, y no dudó en respaldar la educación socialista implantada en el cardenismo. Incansable luchadora social, no evadió el debate público ni la polémica. Su activismo político la llevó a formar parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la famosa LEAR, a la que ingresó en 1936. En ese mismo año elaboró su primer mural: Atentado a las maestras rurales, pintado en el Centro Escolar Revolución (en la actual esquina de Niños Héroes y Chapultepec, frente a la estación de metro Balderas), por el que sería ampliamente reconocida y considerada la primera muralista mexicana.

Como comunista, sindicalista y con una firme postura de izquierda antiimperialista y contra el fascismo, Aurora se mantuvo por muchos años en medio del debate público y el activismo político y social, incluido su apoyo a los estudiantes en 1968. Era vista como una mujer liberada, siempre firme en su lucha por los ideales revolucionarios que veía cada vez más ajenos a los gobiernos priistas. Su arraigado nacionalismo, su idea de la patria y su visión de la mujer y de la historia mexicana quedaron plasmados en sus libros de poesía como Humanos paisajes (1958), La máscara desnuda (1969), o Espiral en retorno (1981), pero sobre todo en su arte gráfico, en especial en sus otros grandes murales: los cuatro que pintó en 1962 al interior del antiguo Auditorio 15 de mayo del SNTE (en la calle de Belisario Domínguez del centro de Ciudad de México), hoy en el abandono; y El primer encuentro realizado en el edificio de la alcaldía de Coyoacán en 1978.

Si algo destaca en la larga trayectoria de Aurora Reyes es su lucha desde el magisterio por un país mejor, su visión de la educación como pilar del desarrollo y la importante labor del maestro "en los movimientos históricos de la patria", pero siempre con una postura crítica, pues como ella afirmó: "Amo por encima de todo la libertad". Murió hace 35 años, el 26 de abril de 1985.


(Tomado de: Cruz García, Ricardo - Aurora Reyes: lucha y arte. Relatos e historias en México. Año XII, número 140 Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, 2020)

viernes, 11 de marzo de 2022

Corrido de la persecución de Villa, 1916

 


De la persecución de Villa


Patria México, febrero veintitrés,

dejó Carranza pasar americanos:

dos mil soldados, doscientos aeroplanos,

buscando a Villa, queriéndolo matar.


Después Carranza les dijo afanoso:

-Si son valientes y lo quieren combatir,

concedido, les doy el permiso,

para que así se enseñen a morir.


Comenzaron a echar expediciones,

los aeroplanos comenzaron a volar,

por distintas y varias direcciones,

buscando a Villa, queriéndolo matar.


Los soldados que vinieron desde Texas

a Pancho Villa no podían encontrar,

muy fastidiados de ocho horas de camino,

los pobrecitos se querían regresar.


Los de a caballo ya no se podían sentar,

mas los de a pie no podían caminar;

entonces Villa les pasa en su aeroplano

y desde arriba les dijo: -Gud bay.


Cuando supieron que Villa ya era muerto,

todos gritaban henchidos de furor:

-Ahora sí, queridos compañeros,

vamos a Texas cubiertos con honor.


Mas no sabían que Villa estaba vivo

y que con él nunca iban a poder;

si querían hacer una visita

hasta la sierra lo podían ir a ver.


Comenzaron a lanzar sus aeroplanos,

entonces Villa un buen plan les estudió:

se vistió de soldado americano

y a sus tropas también los transformó.


Mas cuando vieron los gringos las banderas

con muchas barras que Villa les pintó,

se bajaron con todo y aeroplanos

y Pancho Villa prisioneros los tomó.


Toda la gente de Chihuahua y Ciudad Juárez

muy asombrada y asustada se quedó,

sólo de ver tanto gringo y carrancista

que Pancho Villa sin orejas los dejó.


Qué pensarán los "bolillos" tan patones

que con cañones nos iban a asustar;

si ellos tienen aviones de a montones

aquí tenemos lo mero principal.


Todos los gringos pensaban en su alteza

que combatir era un baile de carquís,

y con su cara llena de vergüenza

se regresaron en bolón a su país.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)




lunes, 25 de octubre de 2021

El Caracol y el Sable IV

 

(Jerónimo, caudillo apache)

EL CARACOL Y EL SABLE IV

Campesinos, comuneros e indígenas


Cierta mañana apareció en el valle de Papantla un grupo de agrimensores con sus teodolitos. La gente ya sabía lo que significaba la medición de las tierras e impidió su trabajo. Los topógrafos volvieron al valle al día siguiente, resguardados por rurales. Los campesinos protestaron nuevamente y se desató la violencia. Días más tarde llegaron más de mil soldados, invadieron el pueblo, los campos, y empezó el exterminio de los pobladores. Años después Lázaro Gutiérrez de Lara se propuso averiguar lo ocurrido. En torno del valle sólo quedaba un recuerdo: durante 15 días el aire era irrespirable por los cadáveres de hombres, mujeres y niños insepultos. En los campos, sembrados de cafetales y cañas de azúcar, no había huella alguna del pueblo.

Nicandro Sánchez, rumbo a Acapulco, se detuvo en el pueblo de Acatipla. Atardecía. Las huertas eran, en verdad, hermosas. Se lo dijo a sí mismo para no olvidarlo. Un viejecito comentó con él la abundancia de los árboles y la dulzura de las frutas. El viejo, entristecido, le confesó la desdicha del pueblo: el propietario de la hacienda El hospital los obligaba a venderle todos los terrenos: servir en sus tierras o desaparecer de la región. No pocos habían sido deportados a Quintana Roo. Los rurales y los soldados perseguían a los vecinos; a veces, en los linderos, descubrían hombres muertos por la espalda. Mirando las huertas, el viejo comentó, no sin esperanza: “Si viniera una fuerte revolución, como la del padre Hidalgo, a favor de los pobres, entonces sí sería otra cosa...” En 1910, Nicandro Sánchez fue al pueblo para alentar a los campesinos en la lucha armada y sólo pudo ver –como Rip van Winkle- oculta en los cañaverales, la torre derruida de la iglesia; los habitantes, más de quinientos, habían desaparecido; unos, asesinados; otros, deportados a Quintana Roo.

No fue distinto el caso de Tequesquitengo. Los campesinos eran dueños de un pequeño valle. El propietario de la hacienda de San José Vista Hermosa invadió las tierras del pueblo. Como ocurrió en Anenecuilco, San Pedro y tantos otros ejidos, los papeles en que constaba el lindero comunal de terrenos y aguas eran muy antiguos. Los campesinos demandaron respeto de los fundos legales. Los encargados de la defensa de Tequesquitengo desaparecieron. El hacendado siguió derribando las mojoneras y apoderándose de la tierra. Los campesinos no cedían. Una mañana el hacendado ordenó que rompieran la presa y las aguas sepultaron Tequesquitengo. No hubo sobrevivientes. En torno de la laguna, los peones de San José Vista Hermosa roturaron la tierra.

En el norte de la República los indios fueron objeto de tenaces persecuciones. Uno de los convenios de Porfirio Díaz con el gobierno norteamericano fue el de permitir el paso de las tropas de ese país al nuestro, para el exterminio de las tribus nómadas. Con el pretexto de que era imposible reducirlos al sedentarismo, los soldados llevaron a cabo una guerra de aniquilamiento. Culminaba en aquellas campañas una larga lucha sostenida por las tribus para sobrevivir. El área de caza era la ruta de los bisontes hacia las salinas. Desaparecida la especie –más de cien millones al empezar la conquista española- y reduciéndose el área al paso de la formación de los “presidios”, con cabezas de ganado mayor, las tribus acometieron las propiedades para proveerse de carne, sal y cueros. Fue una lucha que duró tres siglos. Los colonos, al final de la aventura, “veían pasar a lo lejos, más allá de las fogatas del comanche, el tropel de los bisontes que recorrían las ilimitadas praderas”. Los testimonios de los misioneros españoles, que advirtieron cuál era el fondo de aquella barbarie y que no pocos domeñaron con un puñado de sal, tenían sus días contados al aparecer por las llanuras de Chihuahua los cazadores del coronel Joaquín Terrazas.

En sus memorias, escritas en tercera persona al referir sus atrocidades, anota Terrazas los sucesos de campaña: “A fines de enero –1880- marchó a perseguir bárbaros comenzando las operaciones en el Cañón de las Veras y Montanegra. Atravesó el centro de la sierra saliendo a la boca del Cañón del Nido, siguiendo por Porfías, Terrenates, y cumbres de la Sierra, hasta los cordones de la del Pajarito, donde en la tarde del tercer día de marchas forzadas, atacó a la ranchería del indio Felipe haciéndole prisioneros, entre ellos, a sus hijos y muerto el resto, represando caballos y botín”.

En junio, Joaquín Terrazas vuelve a campaña. Sería la última. Las hazañas del indio Vitorio claman venganza. Recluta 350 hombres y el gobierno les ofrece 300 pesos por indio muerto. Cuando Terrazas y sus hombres desfilan por las calles de Chihuahua, los 115 sobrevivientes llevan, en sus lanzas, las cabelleras de los guerreros de Vitorio y, a grupas, las pantaloneras de los muertos. A los lados de las cabalgaduras caminan los prisioneros, mujeres y niños. En 1886, al morir, el indio Jerónimo, termina la lucha.

Mientras Joaquín Terrazas combate, su primo Luis se apodera de las tierras del estado. Como uno de los personajes de Tolstoi, Porfirio Díaz pareció darle en propiedad cuanto alcanzara en su carrera por la llanura. Y Terrazas recorrió Chihuahua abarcándolo todo. Al final de su vida, en la llanura había cercas y hasta donde la vista alcanzaba y más, mucho más, ganado pastando en los breñales. Las tribus habían desaparecido para siempre.


(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 6 de septiembre de 2021

Tratado de la Mesilla 1853

 


En 1853, en el último gobierno de Santa Anna, James Gadsen, enviado norteamericano a México, consiguió comprar para su gobierno el territorio de La Mesilla. Con él se define la frontera entre los dos países.


Artículo I

La República Mexicana conviene en señalar para lo sucesivo como verdaderos límites con los Estados Unidos los siguientes: Subsistiendo la misma línea divisoria entre las dos Californias, tal cual está ya definida y marcada conforme al Art. V del Tratado de Guadalupe Hidalgo, los límites entre las dos Repúblicas serán los que siguen: comenzando en el Golfo de México, a tres leguas de distancia de la costa, frente a la desembocadura del Río Grande, como se estipuló en el Art. V del Tratado de Guadalupe Hidalgo; de allí, según se fija en dicho Artículo, hasta la mitad del aquel río, al punto donde la paralela del 31°47' de latitud Norte atraviesa el mismo río; de allí cien millas en línea recta al Oeste; de allí al Sur a la paralela del 31°20' de latitud Norte; de allí, siguiendo la dicha paralela del 31°20' hasta el 111° del Meridiano de longitud Oeste de Greenwich; de allí en línea recta a un punto en el Río Colorado, 20 millas abajo de la unión de los Ríos Gila y Colorado, río arriba, hasta donde se encuentra la actual línea divisoria entre los Estados Unidos y México. Para la ejecución de esta parte del Tratado, cada uno de los dos Gobiernos nombrará un Comisario, a fin de que por común acuerdo de los dos así nombrados, que se reunirán en la ciudad de Paso del Norte, tres meses después del canje de ratificaciones de este Tratado, procedan a recorrer y demarcar sobre el terreno la línea divisoria estipulada por este Artículo, en lo que no estuviere ya reconocida y establecida por por la Comisión Mixta, según el Tratado de Guadalupe, llevando al efecto diarios de sus procedimientos y levantando los planos convenientes. A este efecto, si lo juzgaren necesario las Partes Contratantes, podrán añadir a su respectivo Comisario alguno o algunos auxiliares, bien facultativos o no, como agrimensores, astrónomos, etc.; pero sin que por esto su concurrencia se considere necesaria para la fijación y ratificación como la línea divisoria entre ambas Repúblicas, pues dicha línea sólo será establecida por lo que convengan los Comisarios, reputándose su conformidad en este punto como decisiva y parte integrante de este Tratado, sin necesidad de ulterior ratificación o aprobación y sin lugar a interpretación de ningún género por cualquiera de las dos Partes Contratantes.

La línea divisoria establecida de este modo será en todo tiempo fielmente respetada por los dos Gobiernos, sin permitirse ninguna variación en ella, si no es de expreso y libre consentimiento de los dos, otorgando de conformidad con los principios del Derecho de Gentes y con arreglo a la Constitución de cada país respectivamente. En consecuencia, lo estipulado en el Artículo V del Tratado de Guadalupe, sobre la línea divisoria en él descrita, queda sin valor en lo que repugne con la establecida aquí; dándose, por lo mismo, por derogada y anulada dicha línea, en la parte en que no es, conforme con la presente, así como permanecerá en todo su vigor en la parte en que tuviere dicha conformidad con ella.

Artículo II 

El Gobierno de México, por este Artículo, exime al de los Estados Unidos de las obligaciones del Art. XI del tratado de Guadalupe Hidalgo; y dicho artículo y el 33 del tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, y concluido en México el día 5 de abril de 1831, quedan por éste derogados.

Artículo III 

En consideración a las anteriores estipulaciones, el Gobierno de los Estados Unidos conviene en pagar al Gobierno de México, en la ciudad de Nueva York, la suma de diez millones de pesos, de los cuales, siete millones se pagarán luego que se verifique el canje de las ratificaciones de este Tratado, y los tres millones restantes tan pronto como se reconozca, marque y fije la línea divisoria.

Artículo IV

Habiéndose hecho en su mayor parte nugatorias las estipulaciones de los Artículos VI y VII del Tratado de Guadalupe Hidalgo, por la cesión de territorio hecha en el Artículo I de este Tratado, aquellos dichos Artículos quedan por éste derogados y anulados, y las estipulaciones que a continuación se expresan substituidas en lugar de aquéllas. Los buques y ciudadanos de los Estados Unidos tendrán en todo tiempo libre y no interrumpido tránsito por el Golfo de California para sus posesiones y desde sus posesiones sitas al Norte de la línea divisoria de los dos países; entendiéndose que ese tránsito se ha de hacer navegando por el Golfo de California y por el Río Colorado, y no por tierra, sin expreso consentimiento del Gobierno Mexicano. Y precisamente y bajo todos respectos, las mismas disposiciones, estipulaciones y restricciones quedan convenidas y adoptadas por este Artículo, y serán escropulosamente observadas y hechas efectivas por los dos Gobiernos Contratantes, con referencia al Río Colorado, por la distancia y en tanto que la medianía de ese río queda como su línea divisoria común por el Art. I de ese Tratado. Las diversas disposiciones, estipulaciones y restricciones contenidas en el Art. VII del Tratado de Guadalupe Hidalgo sólo permanecerán en vigor en lo relativo del Río Bravo del Norte, abajo del punto inicial de dicho límite estipulado en el Art. I de este Tratado; es decir, abajo de la intersección del paralelo de 30°47'30" de latitud con la línea divisoria establecida por el reciente Tratado, que divide dicho río desde su desembocadura arriba, de conformidad con el Artículo V del Tratado de Guadalupe.

Artículo VI

No se considerarán válidas ni se reconocerán por los Estados Unidos ningunas concesiones de tierras en el territorio cedido por el Artículo I de este Tratado, de fecha subsecuente al día 25 de septiembre, en que el Ministro y signatario de este Tratado, por parte de los Estados Unidos, propuso al Gobierno de México dirimir la cuestión de límites; ni tampoco se respetarán ni considerarán como obligatorias ningunas concesiones hechas con anterioridad, que no hayan sido inscritas y debidamente registradas en los archivos de México.

Artículo VII

Si en lo futuro (que Dios no permita) se suscitase algún desacuerdo entre las dos naciones, que pudiera llevarlas a un rompimiento en sus relaciones y paz recíproca, se comprometen asimismo a procurar, por todos los medios posibles, el allanamiento de cualquiera diferencia; y si aun de esta manera no se consiguiere, jamás se llegará a una declaración de guerra sin haber observado previamente cuanto en el Artículo XXI del Tratado de Guadalupe quedó establecido para semejantes casos, y cuyo Artículo se da por reafirmado en este Tratado, así como el XXII.

Artículo VIII

Habiendo autorizado el Gobierno Mexicano, en 5 de febrero de 1853, la pronta construcción de un camino de madera y de un ferrocarril en el Istmo de Tehuantepec, para asegurar de una manera estable los beneficios de dicha vía de comunicación a las personas y mercancías de los ciudadanos de México y de los Estados Unidos, se estipula que ninguno de los dos Gobiernos pondrá obstáculo alguno al tránsito de personas y mercancías de ambas naciones y que, en ningún tiempo, se impondrán cargas por el tránsito de personas y propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, mayores que las que se impongan a las personas y propiedades de otras naciones extranjeras, ni ningún interés en dicha vía de comunicación o en sus productos se transferirá a un Gobierno extranjero.

Los Estados Unidos tendrán derecho de transportar por el Istmo, por medio de sus agentes y en valijas cerradas, las malas de los Estados Unidos que no han de distribuirse en la extensión de la línea de comunicación; y también los efectos del Gobierno de los Estados Unidos y sus ciudadanos, que sólo vayan de tránsito y no para distribuirse en el Istmo, estarán libres de los derechos de Aduana u otros impuestos por el Gobierno Mexicano. No se exigirá a las personas que atraviesen el Istmo, y no permanezcan en el país, pasaportes ni cartas de seguridad.

Cuando se concluya la construcción del ferrocarril, el Gobierno Mexicano conviene en abrir un puerto de entrada además del de Veracruz, en donde termine dicho ferrocarril en el Golfo de México, o cerca de ese punto.

Los dos Gobiernos celebrarán un arreglo para el pronto tránsito de tropas y municiones de los Estados Unidos, que este Gobierno tenga ocasión de enviar de una parte de su territorio a otra, situadas en lados opuestos del Continente.

Habiendo convenido el Gobierno Mexicano en proteger con todo su poder la construcción, conservación y seguridad de la obra, los Estados Unidos de su parte podrán impartirle su protección, siempre que fuere apoyado y arreglado al Derecho de Gentes.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)




jueves, 18 de febrero de 2021

Hortensia Clavijo y Josefina Olguín, Las Kúkaras

 


El dueto formado por Hortensia Clavijo y Josefina Olguín debutó con este chusco nombre el 4 de octubre de 1950 en el Teatro-Salón Petit.

Hija de artistas del circo Beas, la primera de ellas nació en Atlixco, Puebla, pero se estableció en la ciudad de México donde, luego de intentar estudiar para partera, terminó actuando en teatrillos populares. En sus inicios hizo pareja con Déborah Zita para debutar en el Teatro-Salón Noris.

Josefin Olguín, por su parte, nació en Chihuahua en el seno de una prolífica familia formada por 13 hermanos. Empezó su carrera artística como acróbata en la Compañía de Revistas de Carlos Gómez "Don Chema", y más adelante se unió a Hortensia Clavijo para presentarse como Las Kúkaras.

Después de su debut teatral, la mancuerna participó en la industria radiofónica -de 1951 a 1959- y en la cinematográfica. En esta última en películas como Estoy taaan enamorada (1954), de Jaime Salvador; El Águila Negra contra los enmascarados de la muerte, de Ramón Peón; Al compás del rock'n roll (ambas de 1956), de José Díaz Morales; Bajo el cielo de México, de Rafael Baledón, La esquina de mi barrio, de Fernando Méndez; Rebelde sin casa (las tres de 1957), de Benito Alazraki, y Pancho Villa y la Valentina (1958), de Ismael Rodríguez.

El dueto se desintegró en 1959, y Hortensia Clavijo hizo mancuerna con Lucha Palacios, hermana del actor cómico Manuel Palacios "Manolín".

(Tomado de: Ceballos, Edgar - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Año 12, núm. 216. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)



miércoles, 18 de noviembre de 2020

Elisa Berumen


Enrique Alonso "Cachirulo", quien la vio actuar en escena, dice que de excelente cancionera y creadora de temas mexicanos y de tangos, "se convirtió en notable cantante cómica como no ha habido otra en nuestro país. Ella podía estar una hora en el escenario sin que las carcajadas del público decrecieran un solo minuto".

La tiple, compositora festiva y empresaria teatral nació en Chihuahua, tal vez en 1910. A los seis años de edad sus padres la llevaron al sur de Estados Unidos donde desempeñaron varios oficios.

Empleada en un restaurante, comenzó a escribir canciones y corridos nacionalistas. Su vena creativa fue tan buena que, a mediados de 1926, la llevó a grabar en Los Ángeles el tango habanero "Mal hombre".

Ese mismo año llegó a la ciudad de México para actuar en la pieza Éntrenle al toro, estrenada en el Teatro María Guerrero, donde alternó con Leopoldo Beristáin y Valentín Asperó.

En septiembre de 1927, entrevistada por una revista capitalina, la corpulenta y simpática tiple confesó pretender "mexicanizar" el teatro de revista, rescatarlo de la "pornografía" y de la imitación estadounidense y francesa. De ahí su afán por interpretar tipos populares como la china poblana o mujeres enrebozadas.

Al parecer fue en 1928 cuando contrajo matrimonio con el popular cómico Leopoldo Beristáin. Ambos recorrieron con su compañía todos los rincones de México.

Canciones y recuerdos

El domingo 9 de agosto de 1942 se presentó en la ciudad de México. Entonces ya estaba al frente del teatro-salón Modelo, que formaba parte del Circo Carnaval Beas-Modelo del afamado cirquero Francisco Beas. 

Mientras el tradicional espectáculo instalaba su enorme carpa en la primera calle de Niño Perdido, Elisa Berumen erigía su teatrillo en un predio de la esquina de Arcos de Belén y San Juan de Letrán. Adjunto al modesto salón se instalaron carros locos, volantines, la casa de Mamerto y aeroplanitos para niños de tres a siete años de edad.

En octubre de 1943 intervino en la fallida cinta taurina Palillo Vargas Heredia que, protagonizada por el actor cómico Jesús Martínez "Palillo" y el español Florencio Castelló, dirigió Carlos Béjar, hijo.

Mientras realizaba una gira por el noroeste de México, su esposo falleció a principios de 1948 en Tijuana. Al decidir enterrarlo en la ciudad de México, logró que sus restos fueran trasladados en un avión del heroico Escuadrón 201.

Al iniciar los años cincuenta participó en La reina del mambo (1950), cinta de Ramón Pereda, donde interpretó a una rijosa detenida en los separos del Ministerio Público. También encarnó a la madre del personaje de Amparo Arozamena en Ahí vienen los gorrones (1952), de Gilberto Martínez Solares.

Como intérprete de sus propios temas y cuplés tuvo largas temporadas en el Teatro Blanquita antes de ingresar a la Casa del actor. Condescendiente y hasta risueña, alguna vez cantó ahí sus chispeantes canciones, algunas de las cuales tenía escritas en un cuaderno escolar de forma italiana.

Así, entre canciones y recuerdos, pasó los últimos días, antes de morir en 1993.

(Tomado de: Ceballos, Edgar - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Año 12, núm. 216. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)

lunes, 24 de agosto de 2020

Los caminos de la turquesa


Es verdad que las relaciones entre los hombres se dan a través de las cosas, como lo podemos ver con los objetos arqueológicos recuperados en Paquimé durante las excavaciones realizadas por el doctor Charles Di Peso, los cuales nos permiten darnos una idea bastante aproximada de cómo era la gente y cómo transcurría su vida cotidiana. El inventario de la cultura material muestra a unos hombres asentados en aldeas a lo largo de las áreas ribereñas de la región. Vestían finas prendas elaboradas con fibras derivadas de los agaves que crecían en las laderas de las montañas. Pintaban sus caras con figuras geométricas de bandas verticales y horizontales, sobre los ojos y en las mejillas, como se puede observar en las vasijas antropomorfas de la admirable cerámica Casas Grandes policromada. Cortaban su cabello por el frente y se lo dejaban largo hacia la parte de atrás. Colgaban de sus orejas, brazos y cuello, aretes (conos a manera de campanillas) hechos con objetos de concha marina y/o cobre.
El intercambio comercial de estos productos inició desde tiempos remotos, con seguridad mucho antes de que se llevarán a cabo los primeros cultivos en el área. Tiempo después aumentó considerablemente el comercio de estos artículos, que estaban directamente asociados con todas sus creencias y dependían de los recursos que la naturaleza les brindaba. En la región, las minas prehispánicas de cobre y turquesa más cercanas, de las estudiadas por los arqueólogos, se encuentran en el área del río Gila, vecina de la población de Silver City, al sur de Nuevo México, es decir más de 600 kilómetros al norte.
Hubo otros yacimientos de cobre, como el que se localiza en el área de Samalayuca, a 300 kilómetros hacia el oriente. Muchos estudiosos han pretendido asociar las minas de Zacatecas con las culturas del norte; sin embargo, durante los tiempos de esplendor de Paquimé, Chalchihuites era ya sólo un vestigio arqueológico.
Cerca de 500 kilómetros hacia el occidente, a través de las montañas, se encontraban los bancos de concha más cercanos a Paquimé, y mucho más lejanos para aquellos grupos que intercambiaban el cobre por conchas y por las coloridas plumas de guacamaya en las regiones norteñas. Es curioso que los chichimecas de Paquimé hayan preferido la concha en lugar de las piedras locales para manufacturar sus ornamentos. Otro material muy estimado fue la turquesa, importada de las minas de Cerrillos, en la región del río Gila. 
Trabajos de investigación y análisis de laboratorio permitirían identificar con certeza los lugares de procedencia del cobre y de la turquesa en el territorio de la Gran Chichimeca y de Mesoamérica, y durante los diferentes periodos de ocupación, ya que hoy en día aún se asume que la turquesa encontrada en sitios correspondientes a la época tolteca y azteca, y la que empleaban otros grupos como los tarascos, los mixtecos y los zapotecos, provenía de las regiones lejanas de Nuevo México.
En el caso de Paquimé hablamos del periodo Medio, fechado entre los años 1060 y 1475 de nuestra era, que corresponde a la época de los toltecas de Quetzalcóatl y de los mayas de Chichén Itzá, y a los orígenes del culto a Tezcatlipoca.
Fray Bernardino de Sahagún comenta que los toltecas fueron los primeros hombres mesoamericanos que se aventuraron hacia las tierras norteñas en busca de las turquesas. Bajo el liderazgo de Tlacatéotl se introdujeron al mercado el chalchíhuitl o turquesa fina, y el tuxíhuitl o turquesa común.
Esta piedra fue utilizada por los chichimecas de Paquimé para manufacturar algunos ornamentos, como las cuentas de collares y los pendientes. En un período de doscientos años los chichimecas, los anasazi, los hohokam y los mogollón de sur de los Estados Unidos aumentaron considerablemente el uso de artefactos de esta fina piedra. Algunos arqueólogos, como el doctor Di Peso, sustentan la idea de que fueron los toltecas quienes controlaron en Nuevo México la explotación minera y el mercado -que incluía el área maya, el altiplano central, y el occidente- con el norte de México.
Los objetos arqueológicos más significativos del mundo prehispánico fueron las placas o efigies con incrustaciones de mosaicos de turquesa. Este tratamiento sugiere el alto valor de los artefactos elaborados con este material y su posible procedencia foránea.
Las rutas de comercio fluían de norte a sur por todo el país, siempre por las rutas del occidente y del altiplano central, rutas que más tarde emplearían los españoles para conquistar las tierras chichimecas.
Para Phil Weigand, una consecuencia directa del auge de la minería prehispánica fue el despliegue de las rutas de comercio, pues una actividad tan próspera requería de una red de distribución bien organizada. Fue así como el creciente consumo de este producto originó que su obtención estuviese regulada por organizaciones sociales cada vez más complejas que garantizaban la explotación en diversos yacimientos y en diferentes momentos, desarrollando avenidas de beneficio para los grandes centros productores y, más aún, para los centros de consumo mesoamericanos.

(Tomado de: Gamboa, Eduardo. Los caminos de la turquesa. Los guerreros de las llanuras norteñas. México Desconocido, serie Pasajes de la historia IX. Editorial México Desconocido, S. A. de C. V. México, 2003)

sábado, 21 de diciembre de 2019

El comercio de Nuevo México, 1821-1823


Apertura del comercio

El año de 1821, la consumación de la independencia tuvo como consecuencia la apertura de la frontera. Los comerciantes norteamericanos habían estado aguardando ese momento, y se apresuraron a entrar aprovechando lo que Manning, en su historia de la diplomacia entre las dos naciones, llama una “relajación de las leyes aduanales”, y que Bancroft considera completamente abolidas. En realidad no habían sido del todo abolidas ni el orden se relajó; simplemente no existían. Bork, en su estudio sobre el comercio de Santa Fe, relata que al llegar los comerciantes norteamericanos a Nuevo México no había aduana debido a que en 1805 el virrey había decretado que todos los efectos cambiados en la feria anual quedasen libres de impuestos. Después de un estudio de las listas de los derechos de entrada sobre artículos extranjeros, Bork concluye que esos derechos no empezaron a cobrarse en la subcomisaría de Santa Fe sino en 1823, cuando más remoto. Sin que importe mucho esa diferencia de opiniones meramente legales, lo cierto es que gracias a la iniciativa de William Becknell dio comienzo el comercio terrestre entre las dos naciones vecinas. Josiah Gregg, en su afamada obra acerca del comercio de Santa Fe, nos da una deliciosa descripción de la entrada de una caravana a esta población. Al son de los gritos “los americanos”, “los carros”, “la entrada de la caravana”, los comerciantes llegaban en medio de un espíritu de fiesta. En varios de los diarios de estos comerciantes podemos advertir su gran emoción al verse admirados por toda una población; depositaban sus vagones en la aduana, y comenzaban su estancia en Santa Fe con la asistencia a un fandango organizado en su honor. Los primeros años del comercio se caracterizaron por una sincera y mutua simpatía. Gregg anota que incluso el inspector aduanal abría sólo algunos paquetes, por simpatía hacia los comerciantes y por el deseo de ayudar al incremento del comercio. El gobernador Facundo Melgares recibió muy bien al comerciante norteamericano que llegó a Santa Fe después de la independencia de México, y expresó su deseo de que los norteamericanos continuasen el intercambio; incluso se refirió a que, en caso de que desearan emigrar a Nuevo México, gustosamente les ofrecería facilidades.
El 23 de diciembre de 1821 el dictamen presentado por la comisión de Relaciones Exteriores a la soberana junta gubernativa del imperio pedía que se impulsara la colonización de las regiones norteñas. El dictamen se basaba en las leyes aprobadas por España durante la última legislatura de las cortes que, según criterio de la junta, contenían “máximas muy liberales… que harían la felicidad de las provincias de Tejas, Coahuila y Nuevo México”.
Las excelentes ganancias, la libertad concedida a los comerciantes arrestados y la calurosa bienvenida a los que vinieron después de la consumación de la independencia hicieron que el llamado comercio de Santa Fe creciera con rapidez. Para 1825, a sólo cuatro años de haberse iniciado el comercio, los comerciantes norteamericanos comprobaron que los mercados de Santa Fe habían sido explotados al máximo, por lo que comenzaron la marcha a Chihuahua. Fue esa ciudad la que eventualmente se convirtió en el emporio del comercio por tierra ya que sus minas y gran cantidad de especies redujeron gradualmente a Santa Fe a un mero puerto de entrada hacia los mercados interiores. Para 1830 se llevaban doscientos vagones con mercancías con mercancía por valor de 200 mil pesos. Al comienzo de la guerra entre México y los Estados Unidos el valor de los bienes que llegaban por Santa Fe a Chihuahua era de 3 a 5 millones de pesos al año, sin considerar el contrabando.
El comercio entre las dos naciones se había desarrollado mucho, pero… ¿estaba satisfecho el gobierno mexicano con ese comercio? El 23 de diciembre de 1821 la comisión de Relaciones Exteriores presentó a la junta gubernativa un informe que hablaba de las tendencias expansionistas de los Estados Unidos y del peligro que corrían las regiones norteñas de México. En el dictamen se habló de que los Estados Unidos estaban interesados en el comercio con México porque sus bajos precios les daban ventajas sobre el mexicano, lo que podría resultar “en la ruina de la agricultura, industria y comercio exterior del país”. Poco tiempo bastó a nuestro gobierno para recordar las advertencias del conde de Aranda acerca de la ambición norteamericana.
Antes de la consumación de la independencia, James Smith Wilcocks se encontraba en México como agente norteamericano. Fue él quien entregó al secretario de Estado John Quincy Adams la primera comunicación diplomática de México a los Estados Unidos, en la que le notificaba del triunfo de la independencia y pedía su reconocimiento. Adams contestó el 23 de abril de 1822 prometiendo el nombramiento de un ministro. Sin embargo sólo mandó enviados especiales. Wilcocks fue nombrado cónsul en la ciudad de México. William Becknell, el comerciante que había entablado el comercio con Santa Fe, fue comisionado en esa ciudad, y el agente comercial en Veracruz fue reconocido como funcionario consular. Por su parte, el 24 de septiembre de 1822, el imperio mexicano nombró como primer enviado extraordinario y ministro plenipotenciario a José Manuel Zozaya, quien fue recibido por el presidente de los Estados Unidos el 20 de diciembre de 1822; a las dos semanas fue reconocido oficialmente por el gobierno de los Estados Unidos, aunque el reconocimiento formal no se hizo sino hasta el 27 de enero de 1823.Manning, en su Early Diplomatic Relations between the U.S. and Mexico, informa que para 1823, a sólo un año del comienzo del comercio, el encargado de negocios del gobierno mexicano en Washington había aconsejado “prohibir o regular este comercio”. Desde su primer informe Manuel Zozaya había recomendado dejar pasar el tiempo suficiente para estudiar la propuesta de un tratado de comercio, pues temía que redundara sólo en beneficio de los Estados Unidos. En cuanto al problema de fronteras recomendaba dejarlas como en el tratado Onís-Adams de 1819. Zozaya escribía que recelaba de la política norteamericana “ya que la soberbia de los norteamericanos no les permitía considerar a los mexicanos como iguales, sino como inferiores”.
Mientras tanto, el representante de Misuri ante el Congreso, el senador Charles Bent, presentaba ante el senado de los Estados Unidos un proyecto de nueva ley. Pedía que se establecieran tratados con los indígenas para proteger las caravanas de comerciantes entre Misuri y Santa Fe, cónsules para vigilar el cumplimiento de las estipulaciones aduanales y la construcción de un camino entre Franklin, Misuri, y Santa Fe, Nuevo México. En sus Memorias el senador relató su búsqueda de razones y acontecimientos en que fundamentar su petición para una legislación extraordinaria. Citó las experiencias de un tal Augusto Storr, de Franklin, Misuri, que había conducido una expedición a Santa Fe el verano de 1824.
Entre los precedentes citados por Bent para obtener la aprobación de la petición se encontraba el del camino construido a través de los dominios de los creek y los territorios españoles para llegar a Nueva Orleáns, recién adquirida de los franceses. Lo que no dijo, pero los otros senadores comprendieron, fue que ese territorio había terminado por pertenecerles. El discurso del senador Bent es de gran interés para la historia de México por ser el primero que, pretendiendo basarse en hechos, presentó la situación de la frontera mexicana al congreso norteamericano. Como hemos visto, la actitud de superioridad anglosajona es evidente: “la consolidación de las instituciones republicanas, la mejoría de su condición moral y social, la restauración de sus artes perdidas, son sólo algunos de los efectos que la filantropía espera de ese comercio”. Como veremos, todas las relaciones con México serían justificadas por tales conceptos. 

(Tomado de: Moyano Pahissa, Ángela - El comercio de Santa Fe y la guerra del 47. Colección SepSetentas, #283. Secretaría de Educación Pública, México, D.F., 1976)

sábado, 2 de noviembre de 2019

Muerte de Francisco Villa, 1923


F. Villa fue asesinado en una emboscada: el cuerpo quedó horriblemente mutilado

*Además, otras 5 personas resultaron asesinadas
*Son ellas: el coronel Miguel Trillo, secretario del general Villa, uno de los hombres de la escolta y tres pacíficos transeúntes
*Se teme que con motivo del suceso se registren desórdenes
*Las autoridades toman precauciones
*Un complot preparado

Únicamente para EL UNIVERSAL

PARRAL, Chih., 20 de julio.- Hoy a las ocho de la mañana fue asesinado Francisco Villa, el famoso guerrillero, y su secretario, el coronel Miguel Trillo, al pasar por el puente de Guanajuato.
Francisco Villa venía manejando un automóvil; en el que iban además de su secretario, algunos individuos de su escolta, y habiendo atravesado la Plaza Juárez, iba a entrar al puente de Guanajuato, cuando hombres armados, que se hallaban parapetados tras unas pacas de alfalfa, hicieron una descarga cerrada sobre el automóvil.
A consecuencia de los disparos, murieron Villa, el coronel Trillo y uno de los hombres de la escolta.
También perecieron tres pacíficos transeúntes que pasaban por ese lugar en los precisos momentos en que se registró la agresión contra el famoso guerrillero.
Los individuos que hicieron los disparos, emprendieron la huida, inmediatamente, y hasta estos momentos no ha sido posible su aprehensión.
Inmediatamente que tuvieron conocimiento de lo ocurrido, las autoridades militares ordenaron que salieran varios destacamentos de soldados en persecución de los matadores, cuya identidad se desconoce en lo absoluto.
El cuerpo de villa quedó horriblemente mutilado de las manos, brazos y abdomen, pues varios de los disparos hechos contra él hicieron blanco.
Momentos después los cadáveres fueron recogidos y depositados en el Hotel Hidalgo, propiedad de Francisco Villa.
El suceso produjo gran sensación en esta ciudad, acudiendo inmediatamente una inmensa multitud al hotel con el deseo de observar el cadáver del antiguo jefe de la División del Norte y sus compañeros, pero no lo lograron, pues un cordón de soldados establecido frente al edificio impidió el paso a todo el mundo.
Se teme que con tal motivo puedan ocurrir desórdenes, y para evitarlos las autoridades están tomando las precauciones del caso.
Se dice que el asesinato de Villa es el resultado de un complot que se había venido preparando desde hace algún tiempo



(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 1, 1916-1925. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

lunes, 30 de septiembre de 2019

Menonitas



Para 1921 ya se habían formalizado las gestiones para la inmigración menonita. Procedentes de Canadá, obtuvieron una fracción del latifundio de Bustillos y un Pliego de garantías del presidente Álvaro Obregón:

1.- No estarán obligados al servicio militar.

2.- En ningún caso se les obligará a prestar juramento.
3.- Tendrán el más amplio derecho de ejercitar sus principios religiosos y practicar las reglas de su iglesia, sin que se les moleste o restrinja para nada.
4.- Quedan ampliamente autorizados para fundar sus escuelas con sus propios maestros, sin que el gobierno los obstruccione para nada.
5.- Podrán disponer de sus bienes en la forma que estimen más conveniente y el gobierno no presentará objeción alguna a que los colonos establezcan entre ellos el régimen económico que voluntariamente se proponen adoptar.
Pertenecen a la secta protestante encabezada por Simón Menon, sacerdote católico que originalmente abrazó el luteranismo y más tarde se aproximó a los anabaptistas, rechazando lo que de ofensivo hubiera para las demás comunidades cristianas.
Los primeros colonos llegaron a la jurisdicción de Cusihuiriachi a partir de febrero de 1922. Se organizaron en dos colonias, Manitoba y Swint Curent, subdivididas en campos numerados desde el 1 en la primera y desde el 101 en la segunda. 
Cada colonia está gobernada por un obispo y en los asuntos generales los dos obran conjuntamente. Desde entonces se han multiplicado considerablemente; de las colonias chihuahuenses se han desprendido otros núcleos que se han establecido en Durango y Guanajuato, y en Belice y Bolivia. Muy trabajadores, no crean problemas a las autoridades, pero son reacios a mezclarse con la población nativa. El Art. 30 de la Constitución previene: “Son mexicanos los que nazcan en el territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres.” Sin embargo, los inmigrantes menonitas de 1922 consideran que el Pliego de garantías se extiende a sus descendientes.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Tomo III, Colima-Familia; art. Cuauhtémoc (Municipio del Edo. De Chihuahua). México, D.F. 1977.)