Mostrando las entradas con la etiqueta gordon wasson. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta gordon wasson. Mostrar todas las entradas

sábado, 8 de enero de 2022

Hongos sagrados, redescubrimiento en México

 


[...] En la historia en desarrollo de los hongos mexicanos, es obligado un reconocimiento especial a la contribución del sabio amateur (en el significado original, complementario, del término), R. Gordon Wasson. Él y su finada esposa. Valentina P. Wasson, redescubrieron, a mediados de los años cincuenta, el culto viviente del hongo entre los indios oaxaqueños, y eso los convirtió en objeto de atención mundial, no sólo a través de las páginas de la revista Life y en las publicaciones científicas sino también en su extraordinario libro Mushrooms, Russia and History (1957). En esas páginas Borhegyi y Wasson sugirieron una conexión entre los hongos sagrados de México y los hongos de piedra prehistóricos de Guatemala. 

Ésa fue la primera vez que se consideraba por escrito tal posibilidad. Pero esto nos lleva un poco adelante en nuestra historia, que propiamente debe de empezar en el siglo XVI, cuando Sahagún describió por primera vez los hongos alucinogénicos de tallo esbelto con pequeñas cabezas redondas que los aztecas llamaban teonanácatl, carne o alimento de los dioses. Bernardino de Sahagún explicó que éstos usualmente eran ingeridos con miel (como también se dice que los toman los lacandones), y que podían tener efectos agradables o aterrorizantes. 

Francisco Hernández (1651) fue más específico: mencionó tres tipos de hongos intoxicantes que eran reverenciados por la gente del México central durante la época de la Conquista. En el siglo XVII, Jacinto de la Serna y Ruiz de Alarcón aún se hallaban perturbados por la continua supervivencia de tales hongos en el ritual indígena, pero a partir de entonces desaparecieron de la literatura antropológica, sin que uno solo fuese identificado botánicamente; permanecieron tan ignorados que el botánico-economista Safford (1915) decidió que no habían existido en absoluto y que el teonanácatl ¡tuvo que haber sido peyote! 

El veredicto etnocéntrico de Safford llegó a ser aceptado ampliamente a pesar de algunas referencias históricas muy especificas, como la descripción de Sahagún: “Crece en los valles, entre la hierba. La cabeza es pequeña y redonda, el tallo largo y delgado.” Esta descripción difícilmente corresponde al cacto del peyote, que se da solamente en los altos desiertos semiáridos del norte. 

Una de las personas que no estuvieron de acuerdo con Safford fue el ya mencionado Dr. Reko, quien insistió en que las viejas fuentes estaban en lo correcto y que el uso de hongos alucinogénicos verdaderamente sobrevivía en los pueblos de las montañas de Oaxaca.

HALLADO AL FIN: UN CULTO DEL HONGO VIVIENTE EN MÉXICO 

A fines de los años treinta se demostraría que Reko tenía razón. En 1936 “Papá” Weitlaner encontró hongos mágicos por primera vez en las tierras mazatecas de Oaxaca. 

Envió una muestra a Reko, quien a su vez la mandó al Museo Botánico de Harvard, pero desafortunadamente ésta llegó muy deteriorada y no se pudo identificar. En 1938, Weitlaner, su hija Irmgard y el que después sería su esposo, Jean Basset Johnson, durante un viaje de campo a Huautla de Jiménez se convirtieron en los primeros extraños a los que se les permitió presenciar, aunque sin participar, a un ritual de curación de toda una noche en el que se comieron hongos. Johnson, quien perdió su vida en Noráfrica en 1944, describió la experiencia en un encuentro de la Sociedad Mexicana de Antropología en agosto de 1938 y en una ponencia más extensa que fue publicado por el Museo Etnográfico de Gothenburg (1939). 

Johnson escribió que el uso del hongo parecía estar diseminado en toda la región mazateca; los chamanes o curanderos los usaban con el propósito de adivinar la causa de enfermedades, y se creía que los hongos, a los que se reverenciaba devotamente, eran los que hablaban durante la sesión y no los curanderos. Johnson también confirmó que los indios conocían no sólo una sino diversas variedades de hongos intoxicantes. 

En agosto de 1938, un mes después de la experiencia de Weitlaner y Johnson en Huautla de Jiménez, Schultes y Reko recibieron de los informantes indígenas del mismo pueblo muestras de tres distintas especies que, se les dijo, eran reverenciadas por la gente a causa de sus propiedades visionarias. Schultes tomó notas meticulosas de su morfología y en 1939 publicó la primera descripción científica. En 1956, el distinguido micólogo francés Roger Heim, director del Museo de Historia Natural de París, identificó una como psilocybe caerulescens; otra fue definida por el micólogo de Harvard, Dr. David Linder, como panaeolus campanulatus y subsecuentemente redefinida como p. sphinctrinus; y la tercera, como stropharia cubensis por el doctor Rolf Singer. 

Schultes y Reko, en su viaje de campo de 1938, también habían podido delimitar el área del uso del hongo sagrado más allá de los límites de la región mazateca hasta otros grupos indígenas del sureste de México. En los años posteriores se han agregado más poblaciones fungómanas a la lista, incluyendo, en 1970 y 1971, a la matlatzinca de San Francisco Oxtotilpan, un pequeño pueblo ubicado a cuarenta kilómetros al sudeste de Toluca en el Estado de México, y posiblemente también a los choles y los lacandones de las planicies mayas. Los matlatzincas, que pertenecen a la familia del lenguaje otomí, uno de los más viejos de México, han sido los primeros habitantes del México central identificados como consumidores de hongos alucinogénicos desde los siglos XVI y XVII; y los choles y los lacandones son, como ya se ha visto, los primeros grupos mayas entre los que se han hallado hongos sagrados en épocas históricas. En conjunto, ahora tenemos noticia de unos quince diferentes grupos indígenas, cada uno de ellos con su propio lenguaje, cuyos curanderos emplean hongos alucinogénicos.

Es muy probable que haya otros, incluyendo a los de habla maya de las planicies, y quizá incluso del altiplano, entre los cuales se descubrirá que la antigua práctica ha sobrevivido.


(Tomado de: Furst, Peter T. - Alucinógenos y Cultura. Colección Popular #190. Traducción de José Agustín. Fondo de Cultura Económica, México, 1980)

jueves, 6 de diciembre de 2018

Los visitantes de María Sabina

6
 
 
 
María Sabina Magdalena García nació a fines del siglo XIX y murió quince años antes de que terminara el siglo XX. La curandera más famosa de la historia de México, originaria del pueblo de Huautla de Juárez, ubicado en la Sierra Mazateca, al sur de Oaxaca y de México, fue guía y amiga de muchas de las personalidades más importantes de su época. Sin proponérselo, se convirtió en una celebridad nacional e internacional, en gran medida por su profundo conocimiento del uso ceremonial y curativo de los hongos alucinógenos que crecen en la región donde nació, vivió y murió.
 
Reconocida como una mujer sabia en todo el mundo, María Sabina se convirtió en icono del movimiento hippie, cuyos grandes estandartes aseguraron siempre haber compartido con ella el viaje. Sin lugar a dudas diversas celebridades lo hicieron, pero también hay muchos rumores, historias no comprobadas, de personalidades y famosos que decían haber recibido la atención de la chamana.
 
Persona sencilla y poderosa, Sabina llevaba una vida simple, sembraba y comía el maíz y el frijol que le daba su terreno y no cobraba una tarifa determinada a sus pacientes, esperando que cada persona le diera lo que podía. Los rumores aseguran que entre estos pacientes estuvieron los Beatles, Bob Marley, los Rolling Stones, Aldous Huxley e incluso el mismísimo Walt Disney. Y se cuenta también que John Lennon afirmó que gracias a ella por primera y única vez en su vida vio el mar, el verdadero, el que se sitúa entre el cielo y la tierra, entre el cuerpo y el alma.
 
María Sabina fue conocida gracias al investigador Robert Gordon Wasson y a su esposa Valentina Pavlovna, considerados los padres del estudio de los hongos, quienes escribieron varios libros y entregaron al movimiento hippie referencias de la chamana. Gordon Wasson tuvo su primer encuentro con Sabina en 1955, a partir del cual comenzó a publicar lo que experimentaba durante sus viajes en revistas y libros, historias que parecen ser las culpables de los rumores que existen sobre los encuentros de Sabina con las grandes personalidades del siglo XX. Y es que lo mismo que describe Gordon Wasson es lo que se dice que dijeron haber experimentado los Beatles, Bob Marley y Andy Warhol.
 
"Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo que está lejos, también cercano e invisible. Ahí es donde vive Dios, donde vive el muerto y los santos. Un mundo donde todo ha pasado ya, y se sabe todo. Ese mundo habla. Tiene un idioma propio. Yo informo lo que dice. El hongo sagrado me toma de la mano y me lleva al mundo donde se sabe todo. Allí están los hongos sagrados, que hablan en cierto modo que puedo entender. Les pregunto y me contestan. Cuando vuelvo del viaje que he tomado con ellos, digo lo que me han dicho y lo que me han mostrado", expresó una vez María Sabina. Y quizás fue el misticismo de esta sabiduría el que motivó a los músicos y pintores a verla o inventar que la habían visto. Ningún hippie que se respetara podía negar la admiración que la oriunda de Huautla despertaba, así como nadie podía decir que no había estado o no la había visto, por lo menos una vez, a alguna gran personalidad del siglo XX saliendo de la casa de Sabina. Los rumores en torno a la chamana crecieron como los hongos: a montones.
 
(Tomado de: Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México, Editorial Grijalbo, México, D.F., 2008)
 
 

martes, 21 de agosto de 2018

El hongo-flor

El hongo-flor


La descripción más amplia nos la ha dejado Sahagún: “Hay unos honguillos en esta tierra que se llaman teonanácatl, que se crían debajo del heno en los campos y páramos; son redondos y tienen el pie altillo y delgado y redondo. Comidos son de mal sabor, dañan la garganta y emborrachan. Son medicinales contra las calenturas y la gota, hanse de comer dos o tres no más y los que los comen ven visiones y sienten vascas en el corazón; a los que comen muchos ellos provocan a lujuria, aunque sean pocos”.

Hongos que combaten la fiebre y el reumatismo; que hacen ver visiones, permiten conocer el porvenir y hasta producen efectos afrodisíacos. Hongos proteicos: colorados, negros, pardos, color de rosa; pequeños, grandes; delgados, gruesos; divinos y diabólicos.
El hongo-flor, xochinanácatl, “honguillo que embeoda”, se distingue del hongo del llano, ixtlahuacan-nanácatl, y de los demás que menciona el padre Molina; el de rosa, poyomatli, al que alude Sahagún, se mezcla con el tabaco y lo convierte en un estupefaciente; las setas mágicas de los mijes, de los chinantecos, zapotecos y mazatecos… Todo un maremágnum micológico donde tratan de orientarse, en su oficina neoyorquina de Wall Street, Gordon Wasson, y en su laboratorio micológico de París, el insigne Roger Heim.


Estamos en vísperas de descubrimientos en la química analítica y en la farmacodinamia, cuyo alcance aún no podemos medir.


Redescubrimiento y silencio

El redescubrimiento del hongo sagrado de los antiguos mexicanos se inicia en Huautla, hace veinte años. Durante la Semana Santa de 1936, el antropólogo Roberto J. Weintlaner estudiaba la lengua mazateca en la ciudad serrana, cuando un comerciante huauteco, don José Dorantes, le habló de las setas que los brujos emplean para la adivinación y la curación de las enfermedades. Además, le describió las sensaciones que había experimentado él mismo, al ingerir tres cabezas de aquellas setas.

¡El teonanácatl todavía usado en pleno siglo XX! Weitlaner comunicó su hallazgo al botánico capitalino Blas Pablo Reko, quien a su vez envió especímenes del hongo a varios especialistas de los Estados Unidos y al profesor Santesson, de Estocolmo. Desde entonces los dos últimos sabios mencionados han muerto, en tanto que el ingeniero Weitlaner sigue realizando sus investigaciones etnológicas con el entusiasmo de sus años mozos. (su aventura más reciente la vivió a bordo del Stockholm, hace pocos meses, cuando el buque sueco embistió y hundió al Andrea Doria). Dos instituciones muy importantes: el jardín botánico de Nueva York  y el museo botánico de Harvard, identificaron al honguito de Huautla, probablemente el llamado ndí-shi-to, con un agárico ya conocido: el Panaeolus campanulus L. var. Sphintrinus (Bresadola).


Traduzcamos. Campanulus: “en forma de campanita; L.: Linneo (el naturalista que clasificó y bautizó esa seta); var.: varietas, es decir, variedad; sphinctrinus: “que cierra, que aprieta” (esfinterino, en español). Bresadola es el apellido del famoso abad y micólogo italiano, que hace unos cuantos decenios describió más de un millar de especies nuevas de hongos.


El sabio sueco Santesson analizó el agárico de Huautla, hizo una serie de experimentos con ranas, y llegó a la conclusión de que el panaeolus contiene un principio activo que provoca un tipo de narcosis muy parecido a la del famoso ploliuqui (Rivea corymbosa L.), otra planta alucinógena de México. Desde entonces (1939) hubo un silencio completo sobre el pretendido glucoalcaloide del hongo mazateco.


(Tomado de: Gutierre Tibón – La ciudad de los hongos alucinantes)