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jueves, 14 de agosto de 2025

Consuelo Guerrero de Luna

 


Consuelo Guerrero de Luna 

(actriz)

(1905-1972, Madrid, España). Actriz cómica de procedencia escénica, encontró eco en nuestro país luego de salir exiliada a raíz de la guerra civil en su patria. Supo imponer inteligencia, humor elegante y estupendas caracterizaciones como mujer de clase alta, envuelta en situaciones comprometedoras a partir de ¡Ay qué tiempos señor don Simón! (1941) y El gendarme desconocido (1941). De hecho, Consuelo Guerrero de Luna fue una notable actriz de apoyo en cintas de la belle epoque como Yo bailé con Don Porfirio (1942) y El globo de Cantolla (1943) o curiosas zarzuelas como La corte del faraón (1943). Fue nominada al Ariel como mejor actriz de cuadro por Su última aventura (1946) con Arturo de Córdoba y resulta memorable en la farsa feminista Arriba las mujeres (1943), al igual que en La liga de las muchachas (1949) y como una de las tantas señoras ricas engañadas por De Córdoba en la cinta En la palma de tu mano (1950) y también destacó como la mujer del boticario seduciendo a Tin Tan en Las aventuras de Pito Pérez (1956). 

Rafael Aviña


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

viernes, 6 de junio de 2025

Prudencia Griffel


 Prudencia Griffel 

(actriz)

(1880-1970, Lugo, España), Era una veterana del teatro cuando hizo su debut en el cine con Viejo nido (1940). Su aspecto bondadoso y canosa cabellera la ubicaron en el tipo de personajes con los cuales los productores la ponían a competir con Sara García que era la "abuela oficial" del cine mexicano. Esa longevidad le sirvió para recorrer varias décadas haciendo historias melodramáticas aunque también exhibió su buena disposición para la comedia como lo prueban dos títulos que filmó con el director Gilbert Gilberto Martínez Solares: Internado para señoritas (1943), y El globo de Cantolla (1943). En varias ocasiones le enfrentaron con Sara García y el resultado fue un triunfo para ambas actrices como en La tercera palabra (1955), Las señoritas Vivanco (1958) y su secuela El proceso de las señoritas Vivanco (1959). 

Mauricio Peña


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

domingo, 25 de mayo de 2025

Manolo Fábregas


Manolo Fábregas 

(Actor)

(1921-1996, Vigo, España). Nieto de la gran diva del Teatro Virginia Fábregas e hijo de otra gran actriz cinematográfica Fanny Schiller, obtuvo sus primeros aplausos desde la niñez. A los 13 años y por invitación del director norteamericano David Kirkland, hace su debut en Pecados de amor. Pero hasta los 18 años otros directores mexicanos le confían personajes de mayor importancia como El hotel de los chiflados con Carlos Orellana y El cementerio de las águilas con Jorge Negrete, ambas de 1938. Encasillado en papeles de Don Juan, en comedias o melodramas fue hasta Mujeres sin mañana, de Tito Davidson, en 1951, que le encargaron papeles estelares. También hizo películas en España: con María Félix, La noche del sábado (1950) y con Amparo Rivelles De mujer a mujer. Casado con Rafaela Salinas Fábregas procrearon, cinco hijos, dos de ellos actores, Rafael Sánchez Navarro y Mónica Sánchez Navarro.

Mauricio Peña


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

domingo, 15 de septiembre de 2024

Luis Buñuel

 


Luis Buñuel 

(director y argumentista)

(1900-1983, Aragón, España). Inmerso en el movimiento surrealista, en 1928 hizo El perro andaluz, escrita junto con el pintor Salvador Dalí. Dos años más tarde, dirigió La edad de oro que provocó escándalo a causa de su inconformismo. La película fue prohibida y Buñuel se trasladó a Hollywood. En 1946 llegó accidentalmente a México donde debutó con la película Gran casino, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Aquí realizó su segunda carrera, donde filmó un total de 20 películas. En 1949 adquirió la nacionalidad mexicana y un año después dirigió Los olvidados, violenta denuncia del problema de la infancia abandonada y delincuente, la cual constituyó su primera obra personal. Además de la dirección de las cintas, participó en la creación de los argumentos, por ejemplo, con Luis Alcoriza hizo el guion de Subida al cielo (1951), con Felipe Roll la adaptación de la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, ganadora del Ariel en 1952 y en 1953; además realizó Abismos de pasión y La ilusión viaja en tranvía, con Mauricio de la Serna y José Revueltas, respectivamente. Entre sus magnas obras también se encuentran Ensayo de un crimen (1955) y Nazarín (1958). En 1961 regresó a España para realizar Viridiana, con la cual obtuvo la Palma de Oro, en Cannes, Francia. Su vida transcurrió entre este país, México y España donde dirigió la cinta Ese obscuro objeto del deseo (1977). Murió el 29 de junio de 1983 en el Distrito Federal (SOMOS 190 y 193, año 1999).

César Aguilera.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 14 de septiembre de 2023

Luis Alcoriza

 


Luis Alcoriza

(director y argumentista, 1921-1992, Badajoz, España)

De joven, Luis Alcoriza de la Vega se incorpora a una compañía teatral y durante una gira con las hermanas Blanch llega a América. Debutó como actor de cine en La torre de los suplicios (1940). Seis años después surge en el guionismo con El ahijado de la muerte en colaboración con la actriz Raquel Rojas (Janet), seguido por Una extraña mujer y El rey de México. En 1949 empieza a trabajar con Luis Buñuel en El gran calavera y continuó en Los olvidados (1950) ganando el Ariel, y  Buñuel la Palma de Oro de Cannes por dirección. Después La hija del engaño (1951), El bruto (1952). Él, (sobre la novela de Mercedes Pinto), La ilusión viaja en tranvía (1953), La muerte en este jardín (1956) también con Raymond Queneau de la novela de José André Lacour, Los ambiciosos (1959) además de Louis Sapin Charles Dorat y Henri Castillou (sobre la novela de este último) y El ángel exterminador (1962). Con su esposa Janet concibió los argumentos para Nocturno amor (1947) estelarizada por Miroslava y dirigida por Emilio Gómez Muriel. De 1950 fueron: Huellas del pasado del realizador Alfredo B. Crevenna y El siete machos para Mario Moreno "Cantinflas" y Si viviera don Porfirio. En 1956 hace la adaptación para Escuela de rateros, basado en una pieza teatral de Carlos Llopis. En su faceta como guionista y realizador se cuentan: Los jóvenes (1960), Tlayucan (1961) y Mecánica Nacional (1971), entre otras.

César Aguilera.


(Tomado de: Aguilera, César. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 17 de abril de 2023

Códice Madrid

 


Códice Madrid 

Merideth Paxton

Doctora en historia del arte. Investigadora asociada en el Instituto Latinoamericano e Ibérico de la Universidad de Nuevo México. Estudia formas y contenidos de los códices mayas y su relación con las pinturas de los sitios arqueológicos, particularmente de Yucatán, así como la información etnohistórica generada a partir de la conquista española.


Traducción del inglés: Xavier Noguez


Contenido

El códice contiene escenas adivinatorias en un contexto de ciclos calendarios (zolkín y haab) y direcciones del universo. Las imágenes representan rituales y actividades cotidianas como la agricultura, petición de lluvia, apicultura, caza, actividades bélicas, sacrificio humano y tejido, como se reflejaban en el ámbito de las deidades. Por ejemplo, se ilustra una serie de mujeres tejiendo en telar de cintura, tema que se ha asociado con la diosa lunar y que se compara con el movimiento de nuestro satélite. También se ilustraron ceremonias que marcan el término de un ciclo de 365 días (haab) y el inicio del siguiente. El contenido de algunos pasajes muestras similitudes con partes de pictografías procedentes del centro de México.


Fecha de elaboración 

Posclásico Tardío.


Lugar de origen 

Tal vez proceda de Yucatán. Sin embargo y debido a la escasez de información, es necesario plantear nuevas hipótesis a partir del examen directo del códice. El tipo de corteza de una higuera usada para hacer el papel fue identificado a principios del siglo pasado, pero este dato no ayuda a determinar su lugar preciso de origen, porque la distribución de esa higuera o ficus es muy extendida.

Dominante en los textos glíficos es el maya yucateco (incluidos el mismo yucateco, lacandón, mopán e itzá), el cual en la actualidad se habla en la península, en las tierras bajas de Chiapas, el Petén y Belice. A principios del siglo pasado, algunos especialistas consideraron la posibilidad de que el códice pudo haber sido obtenido del grupo maya-itzá asentado en una isla del lago de Petén, conocida como Flores, lo que ocurrió después de la conquista española de este reducto independiente en 1697.

Aunque algunos motivos que aparecen en el códice representan objetos usados no sólo en Yucatán sino en un área más amplia, el análisis iconográfico indica una asociación con la península yucateca. Algunas ilustraciones de recipientes de cerámica tienen semejanza con los incensarios del Posclásico Tardío excavados en Mayapán y con los del Petén. Las representaciones de hachas que llevan algunas deidades también pueden compararse con objetos líticos recuperados arqueológicamente.


Características físicas 

Este es el más extenso de los códices mayas prehispánicos. Consta de 112 páginas (56 hojas pintadas en ambos lados), que miden  23.2 cm de altura por 12.2 cm de ancho (con ligeras variantes). El papel es de amate y originalmente se preparó como una larga tira que se doblaba como acordeón. Sobre las páginas se aplicó una capa de estuco muy fino como base, sobre la cual se pintaron jeroglíficos e imágenes. Los colores ahora visibles son café rojizo oscuro, amarillo-café claro, dos tonos de azul, negro y gris. En algún momento la pictografía fue dividida en dos partes. Un gran fragmento de estuco pintado, desprendido de la parte superior de la página 56, se guarda junto con las dos partes señaladas.


Formas y colores 

John Eric Thompson ha señalado que la ejecución artística del códice no tuvo la calidad de otras pictografías prehispánicas, como la del Dresde y París. El mayista inglés consideró que las figuras de los dioses en el Madrid eran descuidadas y estaban delineadas con prisa. También criticó la falta de claridad en el registro glífico. A pesar de la opinión adversa de uno de los grandes especialistas en la materia, la importancia del códice radica en su mera existencia y en la validez general de su información.


Breve historia del códice 

Hasta la fecha no se ha encontrado datos relacionados con la llegada del códice a Europa. En un momento fue dividido en dos secciones que, durante algún tiempo, se consideraron autónomas con los títulos de Códice Troano y Códice Cortesiano. En 1866, el primer fragmento estaba en manos de Juan Troano y Ortolano. Charles Etienne Brasseur de Bourbourg lo vio en Madrid en el mismo año e hizo los arreglos necesarios para hacer una reproducción litográfica, en 1869. El Troano fue adquirido por el Museo Arqueológico Nacional en 1888. Juan Palacios, un residente de Madrid, intentó vender el Cortesiano hacia 1867. El museo citado también lo adquirió del bibliófilo José Ignacio Miró en 1872. Miró afirmó que lo había adquirido recientemente en Extremadura debido a que Hernán Cortés provenía de esa provincia, y con la idea de que el mismo Cortés lo había traído a España, el director del museo lo bautizó con el nombre del conquistador. Una edición limitada de fotos del Cortesiano circuló alrededor de 1880, que ayudó a aclarar que se trataba de un solo manuscrito, debido al empalme correcto de las dos secciones.


Principales estudios 

La primera reproducción de una de las partes del códice (Troano) fue dada a conocer por el abad Brasseur de Bourbourg en 1869. A ésta siguieron varias ediciones no facsimilares, con estudios parciales. Entre éstos destacan los de León de Rosny (1883), Cyrus Thomas (1882), Paul Schellhas (1897), Eduard Seler (a partir de 1902), Villacorta y Villacorta (1933) Zimmermann (1956) Yuri Knorozov (1963), Ferdinand Anders (1963), John Eric Thompson (1950 y 1972) y David Kelley (1976). Hay también trabajos más recientes, como el de Roberto Escalante Hernández (1992), Gabrielle Vail (1996) Victoria R. Bricker y Gabrielle Vail (1997), y Laura Elena Sotelo Santos (2002).


Otros nombres

Códice Tro-Cortesiano, Códice Matritense Maya, Códice Maya del Museo de América de Madrid.


Lugar donde está depositado

Museo de América de Madrid, España.


(Tomado de: Paxton, Merideth. Códice Madrid. La religion mexica. Arqueología Mexicana, Vol.XVI núm. 91. Editorial Raíces, México, 2008)

lunes, 7 de febrero de 2022

Diego García Conde

 


General ingeniero militar, nació en Barcelona, España, en 1760; murió en la Ciudad de México en 1825. Fundó y dirigió la Academia de Cadetes (1822), primera escuela militar mexicana, antecesora del Colegio Militar. En 1793 levantó un plano de la capital, considerado uno de los más exactos hasta entonces. Trabajó en el camino de Perote a Veracruz y participó en la construcción del Puente del Rey (hoy Puente Nacional). Combatió a los insurgentes, pero en 1821 reconoció el Plan de Iguala, y en 1822, al organizarse el nuevo ejército nacional, se le nombró el primer director de ingenieros del México independiente.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

jueves, 20 de enero de 2022

Liberales en Cádiz, 1812

  


Mientras las guerrillas españolas y los soldados británicos combatían a los franceses, los liberales españoles pasaban el tiempo en Cádiz entre intrigas y peroratas. Cuando las cortes iniciaron sus procedimientos el 24 de septiembre de 1810, su primer acto fue declarar que estaban investidas con la soberanía de la nación española y que la regencia, como poder ejecutivo nacional que actuaba en representación de Fernando VII, debía reconocer esa soberanía mediante juramento formal. Fue entonces cuando el obispo de Orense prefirió renunciar a prestar juramento. El número de integrantes de las cortes fue muy variable en las distintas sesiones, pero según alguna fuente se componía de 158 diputados peninsulares y 53 americanos, aunque había entre estos últimos numerosos diputados suplentes. Un treinta por ciento de los diputados pertenecían al clero y un veinte por ciento eran funcionarios de gobierno; los demás eran abogados, militares y funcionarios locales en su mayoría. Desde un principio, predominaron en la asamblea los jóvenes liberales, quienes se habían nutrido de libros franceses, habían seguido modelos franceses en arte y literatura, y no veían razón alguna para optar por una política de corte británico. Al mismo tiempo temían la democracia pura y repudiaban el Terror que había ensombrecido el nombre de la revolución francesa.

El resultado de las deliberaciones de las cortes fue la Constitución de Cádiz, firmada el 18 de marzo de 1812 por 184 diputados. En ella se afirmaba que "la Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios" y que "la soberanía reside esencialmente en la Nación..." La principal encarnación de esta soberanía eran las cortes, cuyos miembros debían ser elegidos mediante un complicado sistema de juntas electorales en diversos niveles. Las cortes tenían poder para legislar; pero "la potestad de hacer ejecutar las leyes reside exclusivamente en el Rey", quien también era responsable de mantener el orden público y la seguridad nacional. Así se estableció de hecho una rigurosa separación de los ramos legislativo y ejecutivo del gobierno. A diferencia de su ejemplo francés, no hubo en ella una declaración de los derechos del hombre; en cambio, estableció que "la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única verdadera". El propósito fue crear un Estado unitario, una nación homogénea compuesta por ciudadanos libres e iguales, pero se hizo caso omiso de las hondas lealtades provinciales de tantos españoles, en la península y en América.

Una vez concluidas las deliberaciones acerca de la Constitución, las cortes procedieron a suprimir todos los derechos y las jurisdicciones feudales que seguían existiendo, y luego, el 22 de enero de 1813, votaron por abolir la Inquisición. Con ánimo aún más desafiante, en febrero de 1813 prohibieron a las comunidades religiosas pedir dinero para restablecer sus casas tras la salida de las tropas francesas, y de hecho les ordenaron no admitir novicios. Estos actos fueron los que llevaron a Wellington a criticar a los diputados, porque "no se preocupan más que de su estúpida Constitución y de cómo seguir en guerra con obispos y sacerdotes..." Sin embargo, lo que más lo inquietaba era que la Constitución no ofrecía protección a los derechos y propiedades de los terratenientes. Por su parte, José María Blanco y Crespo, español exiliado en Inglaterra, descalificó la Constitución como pieza literaria, simple documento que no guardaba relación con las realidades de la sociedad y la política españolas.

(Tomado de: Brading, David - Apogeo y derrumbe del imperio español. Traducción de Rossana Reyes Vega. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)

lunes, 22 de noviembre de 2021

José Gaos

 


Nació en Gijón, España, en 1900; murió en la Ciudad de México en 1969. Hizo sus estudios en el Colegio de Santo Domingo en Oviedo y en las universidades de Valencia, Madrid y Montpellier. De 1933 a 1936 fue director del período preparatorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, y rector de ésta de 1936 a 1938, en que llegó a México. Fue catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y miembro de El Colegio de México. Sus obras: La filosofía de Maimónides y Dos ideas de la filosofía (junto con F. Larroyo) (1940); Antología filosófica (1941); El pensamiento hispanoamericano (1944); Pensamiento español, Pensamiento de lengua española, Antología del pensamiento de lengua española y Dos exclusivas del hombre (1945); Filosofía de la filosofía y Tratados de Gamarra (1947); Filosofía del entendimiento de Bello (1948); Un método para resolver los problemas de nuestro tiempo y Escritores místicos españoles (1949); Introducción a Heidegger (1951); En torno a la filosofía mexicana (1952-1953); Filosofía mexicana en nuestros días (1954); La filosofía en la Universidad (1956-1957); Sobre Ortega y Gasset (1957); Confesiones profesionales y Discurso de filosofía (1958); Introducción a la fenomenología, Sobre enseñanza y educación, Museo de filósofos y Orígenes de la filosofía y de su historia (1960); Las críticas de Kant, Filosofía contemporánea y De la filosofía (1962).

Tradujo, además, obras fundamentales de R. Odebrecht, M. Scheler, E. Husserl, B. Grothuysen, W. Dilthey, W. Jaeger, J. Wahl, H. Heidegger, K. Jaspers, L. Levelle, N. Abagnano, y N. Hartmann. Gaos fue discípulo de Ortega y Gasset y de Manuel García Morente. Tuvo, a su vez, distinguidos discípulos mexicanos e influyó profundamente en la enseñanza de la filosofía. La UNAM y el Fondo de Cultura Económica le rindieron un homenaje póstumo en Dianoia, Anuario de Filosofía, 1970. Escribieron Augusto Salazar Bondy, Alain Guy, Udo Rukser, José Luis Abellán, Bernabé Navarro, Justino Fernández, Vera Yamuni, Luis Recaséns Siches y Patrick Romanell. En 1971, El Colegio de México publicó Nuestra idea del mundo.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

lunes, 26 de julio de 2021

Rodolfo Gaona

 


El Califa, torero, nació en León de los Aldamas, Gto., en 1888 [murió el 20 de mayo de 1975]. Fue discípulo de Saturnino Frutos, Ojitos, en el propio León. El 1° de octubre de 1905 hizo su presentación en la plaza El Toreo, de la Ciudad de México. El 31 de mayo de 1907 recibió la alternativa española de manos de Manuel Lara, Jerezano, en la plaza de Tetuán de las Victorias, en Madrid; el 5 de julio siguiente, en una plaza de la carretera de Aragón, Juan González Nandín le confirmó la alternativa. Después de varias temporadas en el país y en España se retiró de los ruedos el 12 de abril de 1925, en la plaza El Toreo. Destacó por su personalidad y elegancia, sobre todo con la capa. Un lance del toreo se llama gaonera en honor suyo.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)


martes, 22 de junio de 2021

Bernardo de Gálvez

 


49° virrey de la Nueva España (1785-1786), nació en Macharavialla, España, en 1746; murió en la ciudad de México, en 1786. Militar de carrera, conde de Gálvez e hijo de Matías de Gálvez -48° virrey-, llegó al país en 1765, con el cargo de capitán, destinado a las campañas de la frontera norte. En 1772 regresó a España en compañía de su tío José de Gálvez y en 1775 tomó parte en la expedición a Argel; en 1776 regresó a Nueva España con el puesto de coronel de regimiento de Luisiana, provincia que llegó a gobernar en 1777. Durante esta época practicó una política antibritánica, persiguió el contrabando inglés y favoreció el comercio con Francia, estableció el libre tráfico con Cuba y Yucatán, y fomentó la colonización de Nueva Iberia y Gálveston, llamada así en su honor. Se preparó secreta y activamente para la guerra con Gran Bretaña y obtuvo notables triunfos como los de Manchac, Baton Rouge y Panmure, en 1779; de Mobila, en 1780, y de Panzacola, en 1781, que le valieron los grados de mariscal de campo y teniente general de Luisiana y Florida -segregadas de Cuba-, el mando del ejército expedicionario en América y el título de conde de Gálvez (1783). En 1785 se le confió a Gálvez el gobierno de Cuba e inmediatamente el virreinato de México, por fallecimiento de su padre; entró a la capital de Nueva España el 17 de junio de ese mismo año. Su virreinato fue breve y llegó a despertar sospechas en la corte por su popularidad. Durante su gobierno ocurrieron dos grandes calamidades: la helada de 1785 -año del hambre- y su consecuencia, la epidemia de 1786 -año de la peste-.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

martes, 25 de mayo de 2021

Gabino Gaínza

 


Militar, nació en Pamplona, España, en 1754; murió en la ciudad de México en 1825. En 1780 llegó a América para luchar a favor de la independencia de E.U.; en 1784 se trasladó a Perú, en 1814 a Chile y en 1820 llegó a Guatemala como subdirector general del ejército. En 1821, siendo jefe absoluto del mando militar y civil de Guatemala, al enterarse de la sublevación de Iturbide, de la proclamación del Plan de Iguala y de la insurrección de Chiapas, convocó el 13 de septiembre a la reunión de autoridades y notabilidades guatemaltecas que acordó proclamar la independencia respecto de España, convocar un Congreso que decidiera la forma de gobierno y constituir una Junta Provisional Consultiva presidida por él mismo. A invitación de Iturbide, en el sentido de que la América Central debía formar parte del Imperio Mexicano. Gaínza logró la anuencia de los gobernadores de Nicaragua y Honduras, y en el plebiscito del 5 de enero de 1822, la mayoría de la opinión guatemalteca; tres días después, Gaínza declaró la incorporación de América Central al Imperio Mexicano. Al oponerse San Salvador, Gaínza le declaró la guerra y tras de sucesivas derrotas, Iturbide le hizo relevar por Filisola el 22 de junio de 1822, año en que regresó a la Ciudad de MexIco.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

sábado, 2 de enero de 2021

León Felipe


(León Felipe Camino y Galicia), poeta nacido en Tábara, Zamora, España, en 1884; muerto en México en 1968. Comenzó su vida literaria en Madrid (1920), con Versos y oraciones de caminante. Residió en México, como exiliado político, desde 1940; junto con otros intelectuales y literatos, alentó la creación de la revista Cuadernos Americanos. Su obra comprende también traducciones, prosa y teatro; pero debe a la poesía su gran celebridad. Entre los veinticinco volúmenes por él publicados se encuentran: Antología poética (1935), El payaso de las bofetadas y El pescador de caña (1938), Español del éxodo y del llanto (1939), Ganarás la luz (1942), Antología rota (1947), El ciervo (1958), ¡Oh, este viejo y roto violín! (1966). En 1964 la Editorial Losada publicó en Buenos Aires sus Obras completas.

COMO TU

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)

viernes, 20 de noviembre de 2020

Fray Diego Durán

Llegada de los conquistadores, según el Atlas o Códice Durán.

Nació en Sevilla, España, hacia 1537, y no en Texcoco como se ha venido repitiendo; murió en la Ciudad de México en 1588. Llegó a Nueva España entre 1542 y 1544. Su padre, probablemente de origen judío francés, de la Provenza (Durand, hispanizado el apellido en Durante, Durán), se estableció con su familia en Texcoco. Era de oficio calcetero y zapatero. Allí vivió Diego, hasta 1554 en que tomó el hábito blanco y negro de los dominicos en la Ciudad de México. En 1556 hizo profesión de fraile y en 1559 ya era presbítero. Dos años más tarde pasó a diversos sitios de la Provincia de Oaxaca. En 1565 radicó en Chimalhuacán Atenco y en 1581 fue vicario de Hueyapan. En 1587 enfermó gravemente, permaneciendo en el convento de Santo Domingo de la Ciudad de México. 
Profundo conocedor del náhuatl, fue uno de los más ardientes propagadores del Evangelio en el siglo XVI, al tiempo que diligente investigador y conservador de tradiciones y monumentos históricos (códices y manuscritos). Entre 1570 y 1575 escribió tres obras: Ritos, fiestas y ceremonias de los antiguos mexicanos (1570), en que proporciona datos de la región texcocana y traza el cuadro de los dioses y ritos con tal minucia, que da el sentido de la realidad vista; Calendario Antiguo (1579), en el que involucra al Tonalamatl -calendario mágico- con el que se llama civil, y describe las numerosas fiestas y ceremonias, y habla de la holganza de los mexicanos, que ellas propiciaban; e Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme. José Fernando Ramírez publicó una parte de ésta última obra en 1867 y Alfredo Chavero la restante, con los Ritos, fiestas y Ceremonias, el Calendario Antiguo y un Atlas de pinturas jeroglíficas (1880). Ambos volúmenes contienen la obra completa de Durán. De nuevo la dio a las prensas el padre Ángel María Garibay K. (2 bolsa., 1967), tomada del ológrafo original que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Hay una traducción al inglés, incompleta, por Doris Heyden y y Fernando Horcasitas. Es una historia de los pueblos antiguos. Comienza con la peregrinación de los mexica desde Aztlán y llega hasta la expedición de Cortés a las Hibueras (Honduras). Es "una historia radicalmente mexicana con fisonomía española", como la definió José Fernando Ramírez, obra de auténtico, pronunciado y rancio sabor primitivo. Ningún cronista retrató más al natural el carácter del indio mexicano; ninguno logró compenetrarse, como lo hizo el fraile dominico, de su compleja psicología. Adentró y se posesionó de minuciosos pormenores relativos a las prácticas religiosas y civiles, usos y costumbres públicas y domésticas, aspectos que otros cronistas desdeñaron en parte o trataron sin la profundidad con que los describe Durán. Sus relatos, llenos de vida y de brío, son de lo mejor que se ha escrito sobre el pasado antiguo de los mexicanos. Reivindica la cultura mexica ante los ojos de los europeos, dando una visión panorámica de la vieja vida del Anáhuac, y en esto muestra una tendencia hacia la historia universal. Por otro lado, sus páginas destilan nacionalismo, expuesto "con amor de mexicano antiguo", como dijera de él el padre Ángel María Garibay K. El Atlas es muy importante: se le ha dado el nombre de Códice Durán y lo forman numerosas pinturas jeroglíficas. Como apéndice al Atlas, trae un códice, asimismo, de pictografías fielmente reproducida, cuyos originales existen en la Colección Aubin-Goupil de la Biblioteca Nacional de París, riquísima en antigüedades mexicanas. A esta parte se le ha llamado Códice Ixtlixóchitl o Códice Mariano Fernández Echeverría y Veytia, quien lo mandó copiar del original. 


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)

miércoles, 1 de julio de 2020

Magda Donato

(Carmen Nelken Masberger), nació en Madrid, España, en 1902; murió en la Ciudad de México en 1966. Hija de alemán y francesa, se hizo famosa por sus reportajes, pues llegó a introducirse a la cárcel de mujeres y al manicomio para dar cuenta de la situación que ahí privaba. Escribió también cuentos e historietas infantiles, junto con su esposo el dibujante Salvador Bartolozzi. Se inició como actriz bajo la dirección de Azorín. En 1940 llegó a México, donde organizó un teatro para niños. Después, unida al grupo de la Maison de France, se dedicó a la escena, actuando en idioma francés. Tradujo al español, entre otras obras, Las sillas, de Ionesco, que representó, interpretando el papel de La Vieja, lo cual le valió ser designada la mejor actriz de 1960. Actuó también en la televisión. Poco antes de morir, instituyó el Premio Magda Donato con el que quiso estimular el quehacer artístico.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

miércoles, 24 de junio de 2020

Fray Bernardino de Sahagún

Fray Bernardino de Sahagún era Ribeira por su verdadero apellido, y usó en religión el nombre de su natal villa de Sahagún, en el reino de León, en la cual vio la luz hacia el último año del siglo XV.
Estudió en Salamanca. Era de gallarda apostura; su retrato, existente en el Museo Nacional, nos lo revela  como un tipo de fina belleza ascética. muy joven aún, tomó el hábito en el convento de San Francisco de la vieja ciudad universitaria. Vino a la Nueva España en 1529 con otros diecinueve frailes que trajo Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo. Consagróse al estudio de la lengua mexicana con ardor y sapiencia. Habiendo comenzado a aprenderla durante la travesía misma, con los indios que por orden del Emperador, y tras de haber sido llevados a España por Cortés, regresaban a su patria; continuó, ya en México, el estudio de aquel idioma que hubo de poseer con absoluta perfección.
Los primeros años de su residencia los pasó en el convento de Tlalmanalco, y por ese tiempo emprendió una expedición al Popocatépetl y al Ixtaccíhuatl. Entregado a los menesteres de su orden anduvo por el valle de Puebla y por Michoacán, y fue, a lo que se conjetura, guardián del convento de Xochimilco. Pero el periodo más largo, no interrumpido y, acaso por fecundo, el mejor de su vida, lo pasó en el colegio de Sangra Cruz de Tlatelolco. A poco de fundado éste, en 1536, se encargó de dar la cátedra de latinidad a los jóvenes indios de familias principales que allí acudían, puesto en el que duró hasta 1540. Al propio colegio volvió hacia 1570 y, consagrado a la enseñanza tanto como a la administración del establecimiento y a sus trabajos históricos, permaneció hasta el fin de sus días. Falleció en el convento de San Francisco de México el 5 de febrero de 1590.
La obra de Sahagún es gigantesca y dificilísima de establecer su bibliografía. "Ocupado casi cincuenta años en escribir -expresa García Icazbalceta- no solamente trabajó muchas obras, sino que a estas mismas dio diversas formas, corrigiéndolas, ampliándolas, redactándolas de nuevo y sacando de ellas extractos o tratados sueltos que corrían como libros distintos. Ya escribía en español, ya en mexicano, ya agregaba el latín o daba dos formas al mexicano." Evangelizador, filólogo e historiador, la obra de Sahagún sigue estas tres direcciones de su actividad. En el género religioso escribió: Epístolas y evangelios de las domínicas en mexicano, Sermonario, Evangeliarum, Epistolarium et lectionarium; una Vida de San Bernardino de Sena según se escribe en las Crónicas de la Orden, traducida al mexicano; Ejercicios cuotidianos en lengua mexicana, Manual del Cristiano, Doctrina Cristiana en mexicano, Tratado de las Virtudes Teologales en mexicano, Libro de la venida de los primeros padres y las pláticas que tuvieron con los sacerdotes de los ídolos, Catecismo de la Doctrina Cristiana, Psalmodia Cristiana, y muchos tratados sueltos sobre diversas cuestiones, tales como: Pláticas para después del bautismo de los niños, Lumbre espiritual, Bordón espiritual, Regla de los casados, Impedimento del matrimonio, Doctrina para los médicos, etc., etc. En materia filológica se registran las siguientes: un Arte de la lengua mexicana, un Vocabulario triligüe: en castellano, latín y mexicano, y el llamado Calepino, que nadie vio y forma probablemente parte de la Historia.
Toda esa enorme producción es en cierto modo, incógnita. De sus libros, el único publicado en vida de Sahagún, es la Psalmodia Cristiana. De los demás, unos existen manuscritos, otros se hallan perdidos, y no faltan los que sólo se conocen por referencias de los historiadores.
Es la Historia general de las cosas de Nueva España la obra sobresaliente del franciscano. Prodigioso cuadro de las coastiumbres, creencias y artes de los antiguos mexicanos, más que una historia propiamente dicha, considérasela una enciclopedia, "tesoro inagotable de noticias" - como dice García Icazbalceta- acerca de la principal de las razas aborígenes.
Gran parte de la vida de su autor ocupó este libro. Una vez trazado el plan del mismo, Sahagún se trasladó al pueblo de Tepeapulco, en 1557, y allí, de boca de ancianos indios, a los que se agregaron cuatro estudiantes de los que él había enseñado en Tlatelolco, tomó las noticias que deseaba consignar. Con esto se constituyó el primer manuscrito de la Historia, para elaborar en él sus largos años de estudio. Habiendo venido a México para asistir al Capítulo de su Orden en 1560, reunió en Santiago de Tlatelolco a ocho o diez indios principales "muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas", y con ellos y cuatro o cinco colegiales trilingües se encerró en el colegio y por espacio de más de un año corrigió y adicionó lo escrito en Tepeapulco, sacándose copia de todo, "aunque de ruin letra, porque se escribió con mucha prisa". Fue éste el segundo manuscrito de la obra. Trasladóse después Sahagún a su convento de México y allí, durante tres años, pasó y repasó las escrituras, las corrigió, dividiólas en doce libros, cada libro en capítulos y algunos de éstos en párrafos. Se hizo la copia correspondiente, a la que añadieron y enmendaron muchas cosas los indios mexicanos, y éste fue el tercer manuscrito o texto. Acabáronlo los escribientes indios en 1569, y -añade García Icazbalceta- "parece ser el definitivo, y el que contenía el texto mexicano de la obra, tal a lo menos como su autor le aceptaba".
Concluida la obra, el laborioso fraile solicitó que se designara a algunos religiosos la que la examinasen. Los censores opinaron que era de mucha estimación y que debería acabarse la versión española de ella, quizá ya empezada. Opúsose alguien en el definitorio a que se siguiera gastando en amanuenses, por ser contrario al voto de pobreza de la Orden, y se mandó al autor despidiese a "los escribanos", dejándolo en libertad de escribir por sí mismo cuanto quisiera. Mas como Fr. Bernardino pasaba entonces de los setenta años, y sus manos, de tan temblorosas, no le permitían escribir, el trabajo quedó en suspenso por más de un lustro. Deseoso de darle fin, sacó Sahagún un sumario de su Historia, que envió a España en 1570 con Fr. Miguel Navarro y Fr. Jerónimo de Mendieta. En una Advertencia al lector, que figura en uno de los prólogos añadidos al sumario susodicho, se lee: "Lo de la lengua española y las escolias no está hecho, por no haber podido más por falta de ayuda y de favor: si se me diese la ayuda necesaria, en un año o poco más se acabaría todo; y cierto que, si se acabase, sería un tesoro para saber muchas cosas dignas de ser sabidas, y para con facilidad saber esta lengua con todos sus secretos, y sería cosa de mucha estima de la nueva y vieja España."
Entretanto, y si no por la imprenta, fueron conocidos de muchos religiosos los libros de la Historia, en virtud de haberlos "tomado y esparcido por toda la provincia" en el mismo año de 1570 el provincial Fr. Alonso de Escalona. ¡Milagro que no se perdieran entonces, y que tres años más tarde, al tornar a México como Comisario Fr. Miguel Navarro, y proceder a recogerlos conforme al deseo de Sahagún, volvieron todos a manos de éste en 1574! Por fin, al año siguiente o principios del 76, habiendo llegado a México el nuevo Comisario Fr. Rodrigo de Sequera, quien traía encargo del Presidente del Consejo de Indias licenciado Juan de Ovando, de remitirle copia de la obra, de la cual le había interesado mucho el Sumario, mandó al autor que acabase de traducirla, y que se escribiese de nuevo en dos columnas, una en mexicano y en castellano la otra. Fue éste el primer manuscrito en ambas lenguas y el cuarto de la Historia.
Tan azarosa como su composición misma, sería la suerte que, ya terminada, corriera. Muerto Ovando el mismo año de 1575, el Consejo de Indias dio orden para que se recogiesen y enviaran a España todos los originales y copias de la Historia. Reiteró la orden el Rey en julio de 1578. Sahagún, enternecido, pensando quizá que le pedían su libro para imprimirlo, había escrito al monarca en 26 de marzo del propio año, informándole tenía entendido que el Virrey, tanto como el Comisario de la Orden, le habían enviado ya los cuatro volúmenes de la obra; pero, "si no los envían -agregaba- suplico a V.M. humildemente sea servido de mandar que sea avisado, para que se torne a trasladar de nuevo, y no se pierda esta coyuntura, y queden en el olvido las cosas memorables de este Nuevo Mundo".
¡Pobre Sahagún! La coyuntura se perdió; el olvido duró más de de dos siglos... ¡y aun, en parte, subsiste!
Felipe II pasó la carta al Consejo, y éste ordenó secamente el 18 de septiembre: "Dése cédula para que el Virrey tome lo que allá queda, traslados y originales, y lo envía todo, sin que allá quede ningún traslado."
¿Qué fue lo que motivó tan radical, violenta y absurda decisión?¿Qué sucedió con los manuscritos de Sahagún? ¿Qué se hicieron las sucesivas y diferentes versiones de la obra? La copia enviada por el Virrey en 1578, llegó a su destino; pero ¿qué pasó con ella? También parece evidente -según García Icazbalceta- que la copia en castellano y mexicano sacada por orden del P. Sequera en 1575-77, se la llevó éste mismo. Mas como Ovando, que se la encargó, había ya muerto, y por tanto no era posible que se la entregase, ¿qué ocurrió con este manuscrito?
He aquí varios enigmas de nuestra historia literaria que no han llegado todavía a aclararse.
Dos siglos permaneció ignorada la obra de Sahagún. En 1779, habiendo sido nombrado historiógrafo de las Indias D. Juan Bautista Muñoz, con la comisión de escribir la "Historia general de América", se dio a investigar su paradero, y supo después que existía un ejemplar de ella en el convento de franciscanos de Tolosa, en la provincia de Cantabria. Provisto de una real orden se presentó allí en abril de 1753 y recogió el códice: era éste un tomo en folio que contenía únicamente el texto castellano de los doce libros. No corresponde a ninguno de los manuscritos mencionados por Sahagún, ni tiene su firma; y, en opinión de García Icazbalceta, "el original de que se copió esta parte castellana bien pudo ser el manuscrito del P. Sequera, que según toda probabilidad es el mismo que hoy está en la Biblioteca Laurenziana de Florencia".
De esa copia de Tolosa proceden las tres únicas ediciones hasta ayer hechas de la Historia de Sahagún: la de D. Carlos María de Bustamante, publicada en México en 1829-30; la que lord Kingsborough incluyó en su colección ya citada, y la de D. Ireneo Paz (1890-95), que reproduce la de Bustamante. Ambas son defectuosas. Bustamante cometió el error de publicar por separado y primeramente el libro XII en 1829,en un volumen en 4°, y los once restantes después, reunidos en tres volúmenes. Hizo alteraciones y supresiones graves, y sembró el libro de comentarios pueriles. Cábele la gloria, sin embargo, de haber sido el primero en dar a la estampa la magna producción de Sahagún, de la cual está aún por hacer, de acuerdo con los códices, una edición crítica definitiva. Con todo, excelente versión de la Historia general de las cosas de Nueva España se ha dado últimamente a la estampa, y es la que, enmendando errores y lagunas de Bustamante y Kingsborough, y aprovechando los trabajos de Paso y Troncoso, Jourdanet, Rémi Siméon, y Seler, publicó D. Pedro Robledo en cinco espléndidos volúmenes (México, 1938). La Editorial Porrúa, S.A., publicó en 1956 en cuatro volúmenes una nueva edición de la Historia general del P. Sahagún, confiada al P. Ángel Ma. Garibay K., quien hizo una revisión del texto sobre el Códice Florentino; corrigió la mala grafía de las palabras nahuas, dividió las partes de la Historia en párrafos marginales para facilitar la localización de materias, y compuso el cuarto tomo con ricos materiales que amplían las proporciones y alcances, hasta ahora conocidos, de la obra sahaguniana.

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

miércoles, 22 de abril de 2020

Juan Ruiz de Alarcón


Nacido, según unos, en el Real de Minas de Tasco, y, según otros, en la ciudad de México, con anterioridad a 1581, D. JUAN RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA pertenecía a antigua y acomodada familia. Tal vez protegido por el primer Virrey, el abuelo del poeta, D. Hernando de Alarcón, había venido a establecerse en la Nueva España. Era, además, el futuro autor dramático, de claro linaje: por su padre, D. Pedro Ruiz de Alarcón, descendía de una familia de Cuenca ennoblecida en el siglo XII; pero por su madre, doña Leonor de Mendoza, era de todavía más ilustre ascendencia: la de la casa de los Mendozas, que dio a Castilla su primer Almirante y a México su primer Virrey, y en la que figuraron nombres tan señalados en las letras como el Canciller López de Ayala, el Marqués de Santillana, ambos Manriques, Garcilaso de la Vega y Hurtado de Mendoza.
Plácidos y tranquilos han de haber corrido los años de su infancia. Presumible es que su familia gozara de mediana cuando no holgada posición económica: su padre era minero del Real de Tasco; la social túvola excelente. Destinado a la carrera de las letras, hacia 1594 ingresó en la Universidad de México, donde hizo los estudios de Artes y casi todos los de Cánones.Encontrábase a la sazón nuestra Universidad -si hemos de juzgar por los encomios de Cervantes de Salazar- en el apogeo de su esplendor juvenil; pero, ello no obstante, grande atracción ejercían en los estudiantes mozos de la Nueva España los emporios universitarios de la Península. Sea por ésta u otra causa, el joven Alarcón fue enviado a España en 1600.
A mediados de agosto de aquel año encontrábase ya en Sevilla. Ha de haber salido en seguida para Salamanca, en cuya Universidad, dos meses después, el 25 de octubre, obtenía el bachillerato en Cánones. Gradúase alli mismo de bachiller en Leyes el 3 de diciembre de 1602. Para auxiliarlo en sus estudios, un pariente suyo de Sevilla, Gaspar Ruiz de Montoya, le fija una pensión anual de 1650 reales; dato éste que mueve a creer que quizá por aquel tiempo la familia de Alarcón se habría empobrecido o arruinado. Y en tal convicción nos afirma el hecho de que el poeta súbitamente corta la carrera, abandona a Salamanca, márchase a Sevilla, y allí, para atender a su subsistencia, aparece en 1606 ejerciendo, aunque sin título, la abogacía. En situación tan poco lucida, posiblemente difícil, acaso angustiosa, natural es que pensara en el retorno a su patria. En México vivían aún sus padres y su hermano Pedro. México ofrecía tal vez al estudiante "destripado" de Salamanca mejores perspectivas: la esperanza de continuar y concluir la interrumpida carrera; la probabilidad de asegurar, con la ayuda de personas de valimiento, algún puesto.
El retorno a Indias parece que fue su idea predominante. Escaso andaba de recursos; pero no faltó quien le amparase: un vecino de Jerez de la Frontera, al morir en 1607, le deja un legado de 400 reales para ayuda del viaje. Magra es la suma; otras de seguro no vinieron a redondearla. De ahí que se las ingenie el poeta para emprender la travesía como criado de Fr. Pedro Godínez Maldonado, obispo de Nueva Cáceres, en Filipinas, que salía aquel mismo año en la flota de Nueva España. Demanda, de la Casa de Contratación, para ese efecto, la licencia respectiva; pero el proyectado viaje fracasa, debido a que la flota es de pronto destinada a la persecución de los piratas holandeses. No por esto desmaya Alarcón; está resuelto a partir, y partirá. Al año siguiente -1608-, en abril, pide otra vez licencia a la Casa de Contratación para hacerse a la mar, y no ya él solo, como fuera de suponer, sino con sus tres criados. Menos que dudoso era que los tuviese quien se ganaba la pitanza ejerciendo de "tinterillo", como acá decimos;pero júzguese que tan aparentemente rumboso arbitrio no llevaba otro propósito, por parte de Alarcón, que el de negociar las licencias sobrantes para allegarse mayores recursos.
Por fin realiza su sueño; el 12 de junio de 1608, y formando probablemente parte del séquito de Fr. García Guerra, Arzobispo de México, sale en la flota de D. Lope Díez de Aux Almendáriz. Lo acompaña un individuo secretario, y en la misma flota viaja Mateo Alemán, el ilustre autor de El pícaro Guzmán de Alfarache. Dos meses después contempla las playas del país nativo: la flota arriba a San Juan de Ulúa el 19 de agosto. Por el camino de Tlaxcala, con Fr. García Guerra, dado que haya figurado en su séquito, se dirige Alarcón a México. Aquí ha de haber encontrado, tal vez intacto, quizá mermado -y de seguro empobrecido- el hogar que dejó. Con su llegada coincide un gran acontecimiento: la inauguración de las obras del desagüe del Valle de México, por el Virrey D. Luis de Velasco, a quien acompañaba el recién venido Arzobispo, el 17 de septiembre de 1608.
¿Qué hizo D. Juan Ruiz de Alarcón de vuelta en su tierra? La verdad es que las ilusiones que posiblemente se había forjado, se realizaron en muy pequeña parte, y, en mucha mayor, se desvanecieron.
Gradúase de Licenciado en Leyes por la Universidad de México el 21 de febrero de 1609. No alcanza, sin embargo, a doctorarse, a pesar de que, vista su pobreza, se le dispensa la pompa para obtener el grado. Escribe el vejamen o sátira académica al doctorarse su amigo Bricián Díez Cruzate. De 1609 a 1613 se opone sucesivamente a las cátedras de Instituta, Decreto y Código; pero no consigue ninguna. Si malaventurado en estos lances universitarios, no le va mejor en sus pretensiones a cargos públicos. Su deformidad física dista de recomendarle para ellos. Lo más a que llega es a prestar sus servicios como abogado de la Real Audiencia de México.
Por bien de las letras y por la gloria del dramaturgo debemos celebrar estos continuados descalabros. ¿Qué hubiera sido de la carrera literaria de Alarcón si se queda en la Nueva España? ¡Gracias le sean dadas a los próceres que lo desampararon; gracias también a la muy insigne Universidad que no lo acogió! Muerto desde 1612 Fr. García Guerra -su protector por lo visto no sobrado diligente-; fallidas sus esperanzas burocráticas a la sombra del Virreinato, y acaso -¿por qué no suponerlo ya que entonces tenía escritas algunas de sus comedias?- deseoso de probar la fama literaria que le facilitaría hallar mejor acomodo en la Corte, a España decidió volverse, como en efecto lo hizo, saliendo de México en los últimos días de mayo de 1613. A fines de este mismo año ha de haber llegado a Madrid. Documentalmente consta que en Sevilla se encontraba en 1615.
Entonces da comienzo su vida literaria, vida de ruda lucha, activa, batalladora y a la par hosca y amarga, que consume los mejores años de su existencia, hasta que la silueta del dramaturgo, alejado al fin de las musas, se esfuma en el fondo grisáceo de la quietud funcionaresca.
Grande fue su genio, cuando, siendo en realidad un extranjero, habiendo escrito tan poco, en comparación con sus émulos, logró imponerse como personalidad original en aquel mundo de los corrales madrileños, dinámico, arrollador, cambiante, señoreado por el inmenso Lope de Vega.
Nadie tan combatido como Alarcón; nadie tan burlado y vilipendiado. La flor y nata de los ingenios en aquel maravilloso momento del Siglo de Oro hizo armas -harto innoblemente, por cierto- en su contra. Motejábasele, ante todo, por su deformidad física: era corcovado de pecho y espalda, barbitaheño y probablemente, moreno de color. Por lo cual lo zahieren a porfía Góngora, Quevedo, Lope, Tirso, Vélez de Guevara, Salas Barbadillo, Antonio de Mendoza, Montalván Suárez de de Figueroa... Quién le llama "zambo de los poetas", "Don Talegas" o "Don Cohombro"; quién asegura que "tiene, para rodar, una bola en cada lado"; quién lo compara con el enano Soplillo. Se le encarnece considerándolo "hombre en embrión", "baúl-poeta" o "señor bola matriz". Y es célebre la quintilla del regidor Juan Fernández:
Tanto de corcova atrás
y adelante, Alarcón, tienes
que saber es por demás
de dónde te corco-vienes
o a dónde te corco-vas.
Pero, dignamente, moldeando en serenidad su amargura, el poeta responde tales befas por boca de uno de sus personajes en Las paredes oyen:


En el hombre no has de ver
la hermosura o gentileza:
su hermosura es la nobleza;
su gentileza, el saber.
También inclinaban a chacota sus pretensiones aristocráticas, tan características y comunes en los criollos de la Nueva España.Ya hemos visto que era de noble prosapia; pero los escritores de la Península no transigían con que él se empeñase en anteponer a su nombre el "don" de que ahora todo el mundo usa. "Amaneció hecho un don..." -escribe Suárez de Figueroa-. "Los apellidos de D. Juan crecen como hongos... -léese en una censura atribuida a Quevedo-... Yo aseguro que tiene las corcovas llenas de apellidos. Y adviértase que la D no es don, sino su medio retrato."
Y allí de Alarcón haciendo decir a uno de sus héroes en La prueba de las promesas:
Si fuera en mí tan reciente
la nobleza como el DON
diera a tu murmuración
causa y razón suficiente;
pero si sangre heredé
con que presuma y blasone
¿quién quitará que me endone
cuando la gana me dé?
¡Qué más! Hasta daba pasto a la sátira su modo de ser afable y cortés, con algo de dulzón, como de genuino americano. A las veces, sin embargo, no se detenían sus rivales y envidiosos, en la frase maligna; iban más allá: al estrenarse El Anticristo echaron aceite pestilente en las candilejas, con ánimo de interrumpir la representación. Desarrollóse ésta en medio de silbidos, sofocaciones y estornudos. Y, al final, la obra hubiera ido irremisiblemente al fracaso, a no haber sido por la intrepidez de la comedianta que hacía de protagonista. Por estos hechos, a juzgar por una carta de Góngora, se ordenó la aprehensión de Lope de Vega y de Mira de Mescua.
Quien semejantes ataques provocaba, llevaba implícita la realidad de su propio valer. Las comedias de Alarcón se imponían. Interesaron a la Reina. No tardaría el esperado favor oficial que, satisfaciendo al pretendiente, aniquilase al poeta. En 1623, con motivo de las fiestas organizadas en Madrid para celebrar los conciertos matrimoniales entre Carlos Eduardo, Príncipe de Gales, y doña María de Austria, Infanta de Castilla, el autor de La verdad sospechosa fue designado para escribir el acostumbrado Elogio descriptivo. Deseoso de congraciarse con los de arriba, apremiado por el tiempo y carente de dotes -¡Él, que tanto las necesitaba!- para el cultivo de ese género de retórica ocasional y cortesana, se allegó algunos amigos para que le ayudasen a sobrellevar tan pesada carga, tramando, con él, sendas octavas. Con lo que resultó tal y tan endiablado engendro ("poema sudado, hijo de varios padres" lo llamó Pérez de Montalbán), que llovieron sobre el autor frases hirientes y chuscas.
¡Pero algún día había de cuajar el ansiado nombramiento para este poeta que, aguardándolo, había compuesto, a guisa de entretenimiento y para edulcorar la espera, tan buenas comedias! El 17 de junio de 1626, merced a la protección del presidente del Consejo de Indias D. Ramiro Núñez Felipes de Guzmán, obtiene Alarcón el puesto de Relator interino del mismo Consejo, cargo que se le confirma en propiedad a 13 de junio de 1633. Confinado en la vida burocrática; atento a negocios mercantiles de América que algo le habían producido, y acaso, en el fondo, muy en el fondo, desencantado de la vida literaria, D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza abandonó, al menos ostensiblemente, el cultivo de las letras. Silencioso, meditativo, se ha de haber encerrado en su casa. De tiempo atrás había tenido en Doña Ángela Cervantes una hija natural que llevaba el nombre de Lorenza de Alarcón. "Hacia el fin de sus años -escribe Alfonso Reyes- vivía con cierta holgura en la calle de las Urosas; tenía coche, criados y dinero para sus amigos." Falleció en Madrid el 4 de agosto de 1639. Descansa en la parroquia de San Sebastián.
Junto a la opulencia lujuriosa del teatro de Lope de Vega, junto al de Calderón y aun al lado de Tirso, la obra dramática de Alarcón resulta escasa por el número de títulos: contando las dudosas y las escritas en colaboración no llegan a treinta y cinco las comedias del mexicano. Dos volúmenes publicó de ellas su autor: el primero en 1628, con ocho piezas; el segundo en 1634, con doce: veinte en total, a las que hay que agregar cuatro más, tenidas como rigurosamente originales y auténticas. De tales comedias, unas siguen las huellas de Lope y Tirso: El semejante a sí mismo, El desdichado en fingir, La cueva de Salamanca, La industria y la suerte. Otras son de carácter: La verdad sospechosa, Las paredes oyen, La prueba de las promesas, Mudarse por mejorarse, El examen de maridos, No hay mal que por bien no venga, Los favores del mundo. Entre las dramáticas figuran: El Anticristo, La crueldad por el honor, El tejedor de Segovia (segunda parte), Quien mal anda, mal acaba, La culpa busca la pena, y el agravio, la venganza, El dueño de las estrellas. De tipo heroico: Ganar amigos, Los pechos privilegiados, Todo es ventura, La amistad castigada. En fin, de enredo, sólo se cuenta una: Los empeños de un engaño; y de tramoya, otra: La Manguilla de Melilla.
La escasa fecundidad de Alarcón explícase en parte por los azares de su vida dificultosa. Explícase también por la hostilidad del público, a quien, en el prólogo de sus comedias, apellidaba Alarcón "bestia fiera" y, al ofrecérselas impresas le decía: "...trátalas como sueles, no como es justo, sino como es gusto, que ellas te miran con desprecio y sin temor, como las que pasaron ya el peligro de tus silbas, y ahora pueden sólo pasar el de tus rencores".
Pero lo que no sólo explica, sino justifica esta escasa fecundidad, es la naturaleza misma de dicho teatro, que dista de la improvisación y, por sus características esenciales, revela ser obra meditada, de sereno y pausado pulimento. Si empezó imitando a Lope, acabó Alarcón por crear un tipo de comedia personalísimo e inconfundible. A la par que entretener proponíase edificar y enseñar. "Orgulloso y discreto, observador  y reflexivo -observa Pedro Henríquez Ureña-, la dura experiencia social le llevó a formar un código de ética práctica cuyos preceptos reaparecen a cada paso en las comedias." Fustiga vicios: la ingratitud, la maledicencia, la mentira, la inconstancia. Exalta virtudes: la piedad, la gratitud, la lealtad. Pero tal propósito moral no se realiza directamente por medio de la prédica; va implícito en la fábula, envolviéndola, iluminándola. Fue incomparable en el arte de crear personajes, vigilando su desarrollo lógico, sin desentenderse de su condición humanísima. La minuciosidad y fuerza penetrante del análisis psicológico, corre en el parejas con la observación menuda de las costumbres. Y por lo que toca no ya al fondo, sino a la forma, a la exterioridad artística de la comedia alarconiana, son tales sus cualidades, que la hacen caso único y de excepción en literatura castellana. Tanto se preocupa el poeta de la composición, del ordenamiento arquitectónico de la obra, como del estilo. Proporción y armonía ofrecen el plan, en sus lineamientos generales, y la intriga, en su desarrollo. Sobrio por naturaleza, el autor se aparta de enredos y personajes inútiles. Corta con viveza actos y escenas. Sus diálogos son breves; concisos los monólogos. De escasos vuelos líricos, su versificación es limpia y elegante, tanto como hermosos el lenguaje por su sencillez y pureza.
Habiendo cultivado, pues, casi todos los géneros, Ruiz de Alarcón creó uno que le pertenece por legítimo e indiscutible señorío: la comedia moral y de costumbres. Teniendo por antecedente remoto al latino Terencio, con el que la crítica le señala grandes semejanzas, influyó directamente en Corneille, fue el precursor de Molière y de él procede el teatro de Moratín, por lo cual puede afirmarse que es Alarcón, así en la literatura francesa como en la española, la fuente de donde arranca la comedia moderna.
Nació el gran dramático y se educó en México; pero vivió poco más de la mitad de su vida y murió en España; en España hizo su carrera literaria y sus comedias son de asunto español. ¿Debemos considerarlo como mexicano? ¿Fue, más bien, español?
Durante mucho tiempo se creyó esto último; ahora México reivindica su derecho a considerar como suya esa gran figura universal de las letras.
La tesis del mexicanismo del insigne escritor es relativamente nueva: data de 1913, cuando, en memorable conferencia, el crítico hispanoamericano don Pedro Henríqwuez Ureña sostuvo que Alarcón "pertenece de pleno derecho a la literatura de México y representa de modo cabal el espíritu del pueblo mexicano".
En comprobación de tal aserto, obsérvese, desde luego, una característica del dramaturgo: su "singularidad" dentro del teatro español de su época. El primero en advertirla fue un contemporáneo: Montalván: "las dispone -decía- con tal novedad, ingenio y extrañeza, que no hay comedia suya que no tenga mucho qué admirar..." Aludiendo a esto mismo, Fitzmaurice-Kelly expresa "que la personalidad tan marcada del genio de Ruiz de Alarcón -la extrañeza de que habla Montalván- da lugar a que casi se le aprecie mejor en el extranjero que en España". E insistiendo en lo que él llama la "nota personal", el "equilibrio" de Alarcón, declara que estas cualidades le colocan "algo aparte de los dos o tres más eminentes autores dramáticos españoles". Basta, en efecto, leer a Alarcón, para comprenderlo así; para enterarse de que el dramaturgo era una unidad aparte entre las grandes figuras del teatro del siglo de oro.
Ahora bien: si aquél se diferenciaba de éstas, ¿ofrecía, en cambio, su arte, algunas peculiaridades que revelaran su origen mexicano? Henríquez Ureña ha señalado varias: la discreción, la sobriedad, el desarrollo pausado -no agitado ni vertiginoso- de sus comedias, que coinciden con "el sentimiento discreto, el tono velado, el matiz crepuscular" que se advierte en la poesía mexicana; así como (cualidades que derivan del modo de ser mexicano) la brevedad en la observación, lo imprevisto en la réplica, la abundancia de fórmulas epigramáticas, y por último, la cortesía. "El propósito moral y el temperamento meditativo de Alarcón iluminan con pálida luz y tiñen de gris melancólico este mundo estético, dibujado con líneas claras y firmes, más regular y más sereno que el de los dramaturgos españoles, pero sin sus riquezas de color y forma."
Pero aún hay consideraciones de otra índole que conviene examinar al respecto. Cuando Alarcón partió para España en 1600, tras de haber pasado en la tierra natal su niñez y primera juventud, y hecho buena parte de su carrera universitaria, era un espíritu formado ya; "había ya vivido -como expresa Alfonso Reyes- en un ambiente de sello inconfundible y propio de los primeros veinte años de su vida, que es cuando se labran para siempre los rasgos de toda psicología normal". Probablemente ya por entonces había iniciado su carrera literaria, escribiendo sus primeras comedias -no, es cierto, de las mejores entre las suyas, pero sí de las que acusan rasgos distintivos de su genio-. Hartzenbusch afirma, con copia de razones, que El desdichado en fingir, La culpa busca la pena, y La cueva de Salamanca, fueron escritas por los años de 1599; es decir, cuando Alarcón aún no salía de México, y cuando era aquí estudiante de la Universidad. La industria y la suerte y Quién mal anda, mal acaba datan, según el propio Hartzenbusch, de 1600 y 1602, respectivamente; por lo que habrá que considerarlas como pertenecientes a la época en que el poeta estudiaba en Salamanca, si no es que la primera de dichas comedias fue compuesta todavía en México. Ábrese luego en la tabla cronológica de Hartzenbusch un paréntesis: de 1602 a 1616, o sea el período que comprende la apurada permanencia de Alarcón en Sevilla, litigando, y el retorno a México, de 1608 a 1613. Anterior a 1616 juzga el crítico español que haya sido El semejante a sí mismo. Acaso fue escrita esta obra -y así lo admite como verosímil Menéndez y Pelayo- al volver Alarcón a su patria; pues en la primera escena refiérese a la inauguración de las obras del desagüe de esta ciudad, que tal vez presenció. Y cabe presumir que de la misma época o muy poco posterior sea La prueba de las promesas, en la que figura un personaje -el mago D. Illán- que conjeturó Fernández Guerra hubiera sido inspirado al dramaturgo por la extraña personalidad, toda ella rodeada de misterio, del sabio Enrico Martínez, autor de las susodichas obras del desagüe del Valle de México.
Sí, pues, D. Juan Ruiz de Alarcón nació, se educó y pasó su primera juventud en México; si aquí se reveló su vocación literaria y dio su arte los primeros frutos, y si, por último, este arte, así entonces como en su desarrollo ulterior mostró diferenciarse del predominante en España en la misma época, y presenta, además, características de sensibilidad, de expresión, que lo asemejan al peculiar modo de ser mexicano, es evidente que por mexicano hay que tener a Alarcón.
Ciertamente "exiguo" y "desproporcionado" para dramático de tal perfección y grandeza resulta el marco de la poesía colonial, como afirma Menéndez y Pelayo. Mas no por estar fuera del marco, deja de pertenecernos la figura. Una sociedad naciente no podía ofrecer, no ofreció -ya lo hemos visto- ambiente propicio a las letras. Nuestra poesía en el siglo XVI redujósde a balbuceos retóricos, a unos cuantos versos circunstanciales, y al perfil de un poeta arcano. En el teatro, dentro de horizontes estrechísimos, sólo tuvimos un ingenio menor: González de Eslava. Inédita en su mayor parte, durante siglos, permaneció pa obra preclara de los cronistas... ¡Y como para compensarnos de tanta y tan penosa indigencia, bien que proyectándose sobre el fondo magnífico de la España del Siglo de Oro -único que podía contenerla-, se yergue, altiva y solitaria, la gloriosa y muy mexicana figura de D. Juan Ruiz de Alarcón!

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)