lunes, 30 de marzo de 2020

Elena Ureña


Su familia fue propietaria de una compañía teatral itinerante que recorrió el país. En esa empresa se fogueó el actor cómico Anastasio Otero (¿?-1924), conocido popularmente en la década de los diez como "Tacho".
El nombre de Elena Ureña aparecía entre las tiples que representaba Manuel Castro en su prestigiada agencia a finales del siglo XIX. En noviembre de 1902, en el teatrillo Riva Palacio, cantó "La Traviata".
Su enorme versatilidad le permitió interpretar a un sinnúmero de personajes populares y, con el paso de los años, se convirtió en actriz cómica. Incorporada al teatro de revista, fue la clásica Brígida en el Tenorio maderista (1911), de Luis G. Andrade, una voluminosa gata en 1913 (1913), e interpretó el papel de la presidencia en La huerta de don Adolfo (1919), estrenada el 7 de julio de 1920 en el Teatro Colón.
Gracias a sus kilos de comicidad actuó de pulquera en La locura nacional (1920), y caracterizó al paquidérmico, polémico y antimaderista tribuno Querido Moheno en La señora presidenta (1923).
En el cine mudo intervino en el melodrama campirano La puñalada (1922), de Rafael Trujillo, en el papel de una compungida madre. Raquel Ruanova y Miguel Wimer la acompañaron en esta historia donde "puñalada" significa traición amorosa.
También participó en las revistas de corte político Águila o sol (1923), La tiple de moda (1925), El otro juicio de la Madre Conchita (1|928), y La ley del trabajo (1931).
En 1928 apareció en una postal de la Compañía Industrial Fotográfica, graciosamente vestida de indígena, con calzón blanco, diminuto jorongo y huaraches, ofreciendo una mueca comiquísima.
En el cine sonoro participó en La Adelita (1937), única cinta dirigida por Guillermo Hernández Gómez; La india bonita (1938), de Antonio Helú, y en Mientras México duerme (antes Ruleteo, 1938), magistral película de Alejandro Galindo.
En noviembre de 1942, al lado de Guadalupe Rivas Cacho, Celia Montalván y Leopoldo Beristáin, Eduardo "El Chato" Rugama, Roberto "El Panzón" Soto y Joaquín Pardavé, fue distinguida en el Teatro Lírico por pertenecer a la farándula pionera del cine mexicano.


(Tomado de: Ceballos, Edgar - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Año 12, núm. 216. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)

viernes, 27 de marzo de 2020

Levantamiento guerrillero en Chiapas III

No es la primera guerra que se libra en Chiapas. Tampoco es la primera vez que el obispo de la diócesis de San Cristóbal juega un papel destacado. Ya en 1914 el obispo Francisco Orozco y Jiménez, que después sería célebre protagonista de la guerra cristera como arzobispo de Guadalajara, encabezó una lucha donde los indios, marginados como hoy, fueron utilizados en contra de las autoridades porfiristas [sic].
En esos mismos años los hacendados de Comitán formaron su propio ejército "revolucionario" bajo el mando de Alberto Pineda, quien terminó uniéndose con Tiburcio Fernández, hasta que en 1920 pactaron con las autoridades federales.
La enumeración de luchas guerrilleras, de pequeñas guerras internas en la entidad es larga. En todas ellas hay un patrón de alianzas y enfrentamientos casi chuscos. Los compañeros de una gesta se convierten, poco tiempo después, en enemigos. Todos, sin excepción, quieren repartirse el botín mientras los campesinos y los indígenas siguen viviendo en las peores condiciones.
En los años cuarenta la propiedad de la tierra convoca a enfrentamientos violentos. En Zinacantán una resolución presidencial, para citar un ejemplo, que otorgaba la propiedad de fincas locales a campesinos, sólo pudo ser ejecutada después de un combate, largo y pleno de muertes, donde los campesinos se armaron y ocuparon sus tierras. Pese a ello le tomó 17 años al gobierno federal, reconocerles sus derechos, bajo el mandato del Presidente Ruiz Cortines.

(Tomado de: Arvide, Isabel - Crónica de una guerra anunciada. Grupo Editorial Siete, S.A. de C.V. México, 1994)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Félix Díaz

Nació en Oaxaca, Oax., en 1868; murió en el puerto de Veracruz en 1945. Hijo del militar del mismo nombre, se graduó de ingeniero en el Colegio Militar (1888). Fue diputado federal, cónsul general en Chile, jefe del Estado Mayor Presidencial, jefe de la policía del Distrito Federal, gobernador de su Estado (del 1° de mayo al 3 de junio de 1910) y senador de la República. Siendo ya general en 1912, se dio de baja en el Ejército y el 16 de octubre de ese año se levantó en armas en Veracruz. El gobierno movilizó una fuerza que recuperó el puerto y tomó prisionero a Díaz (día 23). Sometido a un consejo de guerra, se le condenó a muerte, pero el presidente Madero le conmutó esa pena por la reclusión perpetua ven la Penitenciaría de México. Sin embargo, el 9 de febrero de 1913, al inicio de la Decena Trágica, las fuerzas sublevadas de Mondragón y Ruiz lo pusieron en libertad y asumió la jefatura del movimiento. El día 18, una vez hechos prisioneros Madero y Pino Suárez, el embajador norteamericano Henry Lane Wilson lo reunió con el general Victoriano Huerta, comandante militar de la plaza, y ambos firmaron el Pacto de la embajada, por el cual se daban por concluidas las hostilidades, Huerta asumía el poder y Díaz lanzaría su candidatura a la Presidencia; sin embargo, en septiembre se le nombró embajador en el Japón, con lo cual quedó inhabilitado para las elecciones, ya convocadas para fines de octubre. A su regreso al país se sintió hostilizado por el usurpador y se exilió en La Habana y Nueva York. Reapareció el 15 de mayo de 1916 en Oaxaca, donde se puso al frente del Ejército Reorganizador Nacional; fue derrotado por los constitucionalistas en Yucucundo (junio) y Tlacolula (julio) y al fin se marchó a Chiapas y Veracruz; en el camino aprehendió y fusiló a Alfonso Santibáñez, el asesino de Jesús Carranza; y se mantuvo alzado hasta 1920. Desterrado, estuvo en el exilio hasta 1937, en que volvió para radicarse en Veracruz.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

lunes, 23 de marzo de 2020

Leyenda de la calle del Tompeate


La calle del Tompeate


[Juan de Dios Peza, 1852-1910]

I

Don Antonio Casa Abad
nació en Castilla la Vieja
en heredad vasta y propia
con grandes trabajos hecha.

Y sabiendo que las Indias
lugar de ganancias era,
se vino a la Nueva España
en pos de ricas empresas.

Muchos a mal le tuvieron
tan aventurada idea,
más él buscó sin temores
otra gente y otra tierra.

Ya en México radicado,
abrió magnífica tienda,
que fue en la calle del Águila
la más grande y la primera.

Buen cristiano don Antonio
y de relevantes prendas,
con caritativa mano
siempre alivió la miseria.

Y era de verse acoplados
los sábados, en sus puertas,
más de cien pobres que siempre
calmaron sus hondas penas.

Amigos del castellano,
dueños de sus confidencias
fueron tres paisanos suyos
cuyos nombres se conservan.

Muñetón era el más joven,
Duñeto el de edad provecta
y López el que cruzaba
muy cerca de los cuarenta.

Costumbre no interrumpida
en ellos, y muy añeja,
era quedar cada noche,
cuando cerraban la tienda,

con el dueño conversando
en derredor de una mesa
y jugando a la malilla
pasarse las horas muertas.

Cada cual manifestaba
sobre distintas materias
su parecer, respetando
las opiniones ajenas;

y así del gobierno hablaban
lo mismo que de la Iglesia,
cortando al Rey y al Obispo
con unas mismas tijeras.

Casa Abad era un buen hombre
y no concibió sospechas
de que sus tres compañeros
eran malos como hienas.

Cada noche al despedirse,
ellos sin grandes reservas
de su dolo y su perfidia
daban con sus frases pruebas.

--Di, Muñetón, ¿si el tesoro
de Casa Abad lo tuvieras?...
--Calla; entonces no estaría
vendiendo sal y pimienta.
-Mucho dinero escondido
ha de tener este hortera.
-Y que no le sirve a nadie
porque es hijo de las hierbas.
-Tendrá en Castilla familia.
--La de las malvas, babieca,
¿no ves que nadie lo busca
ni le escriben una letra?
---Pues si de un instante a otro
don Antonio se muriera...
-Entre curas y alguaciles
se disputarán la herencia.
-No le hace falta a ninguno.
-¡Vamos hombre! ¡ni a las piedras!
-Y no pierde en la malilla
ya lo véis, ni una peseta.
-Ni nos da un trago de vino.
-Ni un bollo.
-Ni una ciruela.
-Es mentecato.
-Y avaro.
-Y usurero...
-Y yo quisiera...
-¿Qué cosa? dilo sin miedo.
-Es grave.
-Mueve la lengua.
-Pero después...
-No vaciles.
-Y si al fin...
-Larga la prenda.
-Pues bien, dijo López, quiero,
si tenéis valor...
-Y a prueba
de golpes muy repetidos.
-Es cosa de gran reserva.
-No sigas con más ambajes.
-Hombre, al decirlo me tiembla
el corazón, ¿seréis mudo?
-De igual modo que las piedras.
--Vamos sin ningún escrúpulo
en alguna noche de éstas,
torciéndole a Antonio el cuello
¡y a ser ricos por su cuenta!
-¡Hombre!
-¿Qué dices?
-Es chanza
y tembláis como unas hembras.
--La cosa no es para menos;
pero en fin, si bien se piensa.
-No le sirve a Dios ni al Diablo.
-Es la verdad.
-No remedia
el hambre de ningún pobre
ni ampara viudas y huérfanas.
-Y el pan que reparte...
-Es duro, 
capaz de romper las muelas.
-¿Y el dinero?
--El que da es falso,
pues de no ser no lo diera.
-Si no hace falta, ni sirve,
ni deudos que sufran deja,
podremos torcerle el cuello.
-Y aún cortarle la cabeza.
-Hay que no dejar que corra
el tiempo; en tales empresas
lo mejor es lo más pronto
y el retardo caro cuesta.
-¿Mañana?
-Si se pudiere...
-Bien, pues guardemos reserva
y a dormir, pronto seremos
dueños de muchas tabletas.
-Discreción.
-No hay que encargarla,
qué en ocasiones como ésta
bien puede decirse, amigos:
¡la vida guarda la lengua!

Y los tres se despidieron
tomando distintas sendas
y pintando en sus semblantes
sus intenciones siniestras.

II

Muchas gentes que acudieron
a la compra en la mañana,
volviéronse sorprendidas
de no hallar lo que buscaban.

Jamás en los muchos años
que acreditaron su fama,
le dio a nadie en tales horas
con las puertas en la cara.

Absortas de la clausura
las gentes se preguntaban:
-"¿Don Antonio estará en quiebra?
¿Estará enfermo? ¿Qué pasa?"

Y no faltaron curiosos
que por inquirir la causa
de tan extraño suceso
de allí no se separaran.

Por fin logró la noticia
llegar a regiones altas
y los guardianes del orden
tomaron en ello cartas.

Para abrir aquellas puertas
les fue preciso forzarlas,
poniendo un dique a la plebe
con buen número de guardias.

Al crujir los duros goznes
que un quejido remedaban
reflejóse en los semblantes
curiosidad, miedo y ansia.

Y en un instante surgieron
con esplendores de llama,
de los espantados ojos
indagadoras miradas.

Alguaciles y corchetes
penetraron en la casa
hallando en el pavimento
un charco de sangre humana.

Escondrijos y rincones
exploraron sin tardanza
hasta quedar cerciorados
de que nadie oculto estaba.

Y después de las pesquisas
en tal caso necesarias
y de mil consultas hechas
con misterio y en voz baja,

del ensangrentado piso
alzaron las toscas tablas
manifestando en sus rostros
la sorpresa más extraña;

como que en el negro fondo
entre el rango y entre el agua,
de un cuerpo humano esparcidos
los yertos miembros estaban.

Tan espantosa noticia
por la ciudad cundió rápida
que para todo lo triste
los heraldos tienen alas.

Del mutilado cadáver
en tan espaciosa estancia,
no sé encontró la cabeza
por más que fue bien buscada.

Y fueron vanos intentos
encontrar cual se anhelaba
a los que el pueblo supuso
autores de tal infamia.

Dice una crónica antigua
que un rapaz una mañana
por las calles de Mesones
vio en la acequia que la traza,

flotar un bulto pendiente
de una cuerda muy delgada,
y que lo sacó, seguro
de que algo bueno encerraba.

Era una cesta flexible
de esas tejidas de palma
cuyo nombre se deriva
de la lengua mexicana.

Cuando la tuvo en las manos
y la desató con ansia
con inexplicable susto
halló una cabeza humana.

Un curioso acudió a verla
y dijo aquestas palabras:
"Esa es la de don Antonio
el de la calle del Águila".

III

Pronto logró la justicia,
que trabajó con gran celo,
aprisionar en sus redes
a los principales reos.

Pronto a la cárcel de corte
Muñetón y López fueron,
librándose por milagro
de la indignación del pueblo.

El otro marchó a esconderse
en el hermoso convento
que fue con los Carmelitas
Oasis en el Desierto.

No faltó quién descubriera
al alcalde este secreto
y a sacarlo de aquel claustro
marcharon con grande empeño.

Y cuentan las tradiciones
que cuando entraron a verlo
y supo que lo buscaban
para conducirlo a México,

se abrazó de una columna
con tanta fuerza y denuedo
que apartarlo de aquel sitio
ni entre muchos consiguieron.

Entonces los religiosos 
con lágrimas y con ruegos
y considerando el caso
como un extraño portento,

negáronse a que saliera
de aquél recinto, diciendo
que estaba en lugar sagrado
donde lo amparaba el cielo.

Atendiendo a estas razones
logró salvarse Duñeto
sentenciándolo a que nunca
dejara el claustro ni el templo.

Para Muñetón y López 
de salvación no hubo medio
y ahorcáronlos en la plaza
con satisfacción del pueblo.

Con hopa y capuchas negras
al patíbulo subieron,
quedando a vista de todos
hasta que el sol se hubo puesto.

Y agregan los narradores
de tan horribles sucesos
que nunca la rica tienda
se volvió a abrir al comercio.

Y que entre muchas consejas
hubo en tan remotos tiempos
la de que ambos asesinos
de la noche en el silencio

rondaban, andando en pena,
el lugar triste y siniestro
donde por artes del diablo
un gran crimen cometieron.

Y que rumbo a Cuajimalpa
iban en pos del convento,
para presentarse juntos
a su antiguo compañero.

Y así lo dice la fama
y así al lector se lo cuento,
diciéndole como siempre:
"Ni lo afirmo, ni lo niego".

(Tomado de: Peza, Juan de Dios – Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la Ciudad de México. Prólogo de Isabel Quiñonez. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #557, México, D.F., 2006)

viernes, 20 de marzo de 2020

José Vasconcelos, el Negrito poeta

(Anónimo - Cuadro de castas: De español y negra, nace mulata)

El pionero indiscutible del humorismo popular en México, aparece en el siglo XVIII en la persona de José Vasconcelos, "El Negrito Poeta", improvisador inigualable y personaje cuyo pintoresquismo y popularidad no han sido superados hasta la fecha.
"El Negrito Poeta" se desenvolvió en una época y en un medio social adversos a toda liberalidad del intelecto, ya que la Santa Inquisición era dueña absoluta de mentes y de cuerpos, y las audacias del pensamiento se frenaban con escarmientos las más de las veces mortales. José Vasconcelos, sin embargo, logró burlar con su ingenio las barreras que la censura eclesiástica ponía a su paso.
Debido a ello varios ensotanados, heridos en su autoridad por el desenfado del versificador y celosos de su ingenio y popularidad, trataban a toda costa de ponerlo en manos del terrible organismo encargado de la represión espiritual.
Este era el caso de un fraile dominico, enemigo gratuito del poeta, que en cierta ocasión le espetó, frente a numerosos testigos, el siguiente pie:

"Jesucristo en una mierda..."

Otro se hubiera santiguado ante la blasfemia. "El Negrito Poeta" salió airoso del innoble ardid con este desplante:

A proposición tan lerda
sólo acierto a replicar:
Jesucristo en una mierda...
de boca te ha de clavar.

Durante una procesión en honor de Santo Domingo, el mismo cuervo eclesiástico de le acercó a importunarlo con su malignidad. Esta vez le sugirió al oído:

Santo Domingo es un perro...

El improvisador completó el pie así:

En esta opinión no hay yerro,
ha visto usted bien mirado,
pues lo que tiene a su lado
Santo Domingo, es un perro.

En esta forma, largando pie tras pie al paso del ingenioso rebelde, los ensotanados no perdían la esperanza de hacerlo al fin tropezar:
Pie:

Renegar de Dios es bueno...

Poeta:

Azotes, mordaza y freno
tiene nuestra santa fe,
para quien dijere que
renegar de Dios es bueno.

Pie:

Dios en la punta de un cuerno...

Poeta:

Con su saber sin segundo
y su poder sempiterno,
bien pudo formar el mundo,
Dios, en la punta de un cuerno.

Pero en cierta ocasión, sin necesidad del acicate de los frailes, el incorregible versificador compuso ante una imagen de la Virgen y en presencia de testigos, la siguiente cuarteta:

A ésta lo que más le abona
es el haber concebido
sin saberlo su marido
y por tercera persona.

Tales conceptos le redituaron el comparecer ante las autoridades eclesiásticas, que lo conminaron a repetir los versos blasfemos. El poeta, que ya los había olvidado, improvisó estos otros:

Aunque a ese niño ha parido,
siempre Virgen ha quedado;
fue por milagro engendrado,
no por obra de marido.

Mas no sólo con curas lidió "El Negrito Poeta". Gente de todas las clases sociales, atraída por su fama de improvisador genial, se atropellaba por importunarlo. Así, a una vieja pordiosera que en son de burla le pedía un par de medias viejas, le contestó:

¡Pobre de tí que te quejas
a mí, para tu remedio!
Que te partan por en medio
y tendrás "dos medias viejas".

Un día, en presencia del Virrey, el poeta Juan de Mena le pidió un consonante a porque"El Negrito" improvisó de inmediato:

Pido a Vuecencia me ahorque
y me cuelgue de una almena,
si el poeta Juan de Mena
da otro consonante a porque.

Francisco Sandoval, un ricachón que gustaba de escuchar al "Negrito", lo retó cierta vez a encontrar un consonante a Cristóbal, ofreciéndole un puñado de monedas si lo conseguía. Naturalmente, las monedas fueron a parar a los bolsillos del improvisador:

Pues usted, señor Sandóval
(Sandoval quise decir),
me da, sin más lejos ir,
un consonante a Cristóbal.

A un boticario que le tendía un peso a cambio de que completara este pie: "Los cabellos penden de...", le dijo:


Ese peso lo gané, 
si mi saber no se esconde:
Quítese usted, no sea que
una viga caiga, y donde
los cabellos penden, dé.

Una pispireta trató de burlarse de su raída capa de terciopelo, diciéndole:


¡Adiós, negrito poeta
vestido de tafetán,
taralan, tan, tan!

A lo que el aludido, furibundo, replicó:


Cuando nuestro padre Adán
se comió la primera fruta,
ya te tenía por puta
y amante del capitán,
taralan, tan tán.

Un pedante quiso humillarlo con este comentario:

De médico, poeta y loco...

"El Negrito Poeta", sonriente, le espetó:

Acaba el verso, animal;
di, para que sea cabal,
todos tenemos un poco.


(Tomado de: Elmer Homero (Rodolfo Coronado) – El despiporre intelectual (Antología de lo impublicable). Colección El Papalote, #6. Editores Asociados, S. A. México, D.F., 1974) 

miércoles, 18 de marzo de 2020

El Halconazo, 1971

Matanza de estudiantes llevada a cabo por el grupo paramilitar Los Halcones el 10 de junio de 1971, ordenada por el presidente de la República Luis Echeverría, que permanece impune hasta la fecha.

¿Cómo se produjo el Halconazo?
*La manifestación había sido convocada por el comité coordinador de Comités de Lucha Estudiantil, y dio inicio a las cuatro de la tarde en la Escuela Normal de Maestros.
*Al llegar la vanguardia a la Av. Maestros esquina con Av. México-Tacuba, estalló una bomba lacrimógena, apareciendo el grupo de los Halcones portando varas de bambú, de kendo y armas de fuego.
*Estos atacaron a los manifestantes, que corrieron a refugiarse al interior de la escuela. Desde las azoteas, francotiradores abrieron fuego: decenas cayeron muertos y heridos; muchos de ellos fueron rematados o sacados violentamente del hospital Rubén Leñero, llevándoselos con rumbo desconocido.
*En la noche, la policía capitalina reportó un saldo de 4 muertos, 26 heridos y 126 detenidos.
*El Regente Alfonso Martínez Domínguez, en una conferencia de prensa, declaró: El país no quiere revueltas ni motines. Una cosa es la Revolución con mayúscula, creadora, dinámica, reformadora, y otra es la violencia callejera, sin sentido, sin orientación, sin apego a la ley.

Al día siguiente el presidente Luis Echeverría, al referirse a la matanza, dijo: Fue un acto vandálico, bárbaro... confíen en mí, los responsables serán castigados.
Martínez Domínguez renunció al cargo de Regente junto con el jefe de la policía capitalina y el Procurador General de la República. Los sucesos nunca fueron investigados.

(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006)

lunes, 16 de marzo de 2020

Francisco Rojas González

(1904-1951) Nació en Guadalajara, Jalisco, y murió en la misma ciudad. Sirvió en la Secretaría de Relaciones de 1920 a 1935. Desde 1934 perfeccionó sus estudios étnicos y sociológicos en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en el que llegó a ser investigador de carrera. Sus frecuentes viajes por diversas regiones del país lo pusieron en contacto directo con núcleos indígenas, experiencias que aprovechó para realizar una obra literaria original y de alto valor estético. Rojas González se dio a conocer como cuentista en 1930, año en que publica Historia de un frac. Aparecen después ...y otros cuentos (1931), El pajareador (1934), Sed. Pequeñas novelas (1937), Chirrín y la Celda 18 (1944), Cuentos de ayer y hoy (1946), El diosero (1952), póstuma colección de cuentos, que refleja la vida y costumbres del indio de México, colocó a su autor entre los cuentistas más sobresalientes de nuestra literatura. Su primera novela: La negra Angustias (1944), tiene la novedad de presentar la intervención de las mujeres en la Revolución. Al tema indigenista pertenece su segunda novela: Lola Casanova (1947), y se refiere a la vida de los indios seris, del Estado de Sonora.

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

sábado, 14 de marzo de 2020

Marina de Estados Unidos en aguas mexicanas, 1914


La marina de los Estados Unidos en aguas mexicanas

Ángel Algara 
(Ángel Algara era primer secretario de la embajada del gobierno usurpador cerca del de los Estados Unidos)

Washington, abril 20 de 1914. Secretario Relaciones. México.

Refiérome mensaje ayer, salida escuadra. Con referencia mi telegrama misma fecha 14 actual en seguida lista oficial dada por departamento Marina Estados Unidos, buques en Tampico: "Connecticut", veinticuatro cañones, novecientos cincuenta y tres hombres; "Minnesota", veinte cañones, novecientos cincuenta y tres hombres; "Chester", dos cañones, trescientos setenta y tres hombres; "Des Moines", diez cañones, trescientos nueve hombres; "Dolphin", dos cañones, ciento quince hombres; transporte "Hancock", ochocientos marinos; "Utah", veintiséis cañones, novecientos cuarenta hombres. En Veracruz; "Florida", veintiséis cañones, novecientos noventa y cinco hombres; "Praire", diez cañones, ciento quince hombres; "San Francisco", ocho cañones, ciento veinticinco hombres. En camino Tampico, "Arkansas", treintitrés cañones, mil trescientos y seis hombres; "South Carolina", ocho cañones, ochocientos cinco hombres; "Michigan", ocho cañones, ochocientos cinco hombres; "Geltic", ciento diez hombres; "Tacoma", diez cañones, trescientos nueve hombres; "Nashville", dos cañones, ciento ochentitrés hombres; "Brutus",ciento cincuenta hombres. Listos para salir para el Atlántico, "Nebraska", "Virginia", "Georgia", "Delaware", "Kansas", de veinticuatro cañones y novecientos veinte hombres cada uno, "New York" y "Texas" de treintiún cañones y mil setentidós hombres cada uno, más dos divisiones de torpederos, diez y siete buques. Buques en el Pacífico: "California", diez y ocho cañones, novecientos veintiún hombres; "Glacier", ciento quince hombres; "Annapolis", seis cañones, ciento sesenta hombres; "Justin", ciento setenta y cinco hombres; "New Orleans", diez cañones, trescientos cuarenta y seis hombres. Rumbo al Pacífico: "Cleveland", diez cañones, doscientos noventisiete hombres; "Chatanooga", diez cañones, trescientos veintidós hombres; "Júpiter". Listos para salir al Pacífico: "Maryland" y "Pittsburgh", "Virginia", trescientos cuarentiséis hombres; "Charleston", catorce cañones, seiscientos setentinueve hombres, "Colorado" y "South Dakota", dieciocho cañones, ochocientos setenta y ocho hombres cada uno, haciendo un total de sesenta y cinco buques, seiscientos noventicinco cañones y veintinueve mil cuatrocientos setenta y tres hombres. Gran cantidad de cañones de pequeño calibre además de los asentados, en cada barco.
Algara.

(Tomado de: Contreras, Mario, y Jesús Tamayo - Antología. México en el siglo XX, 1913-1920, textos y documentos. Tomo 2. Lecturas Universitarias #22. Dirección General de Publicaciones UNAM, 1983)

miércoles, 11 de marzo de 2020

Francisco León de la Barra


Nació el 16 de junio de 1863 en Querétaro, Qro. 
Abogado. Fue delegado al 2° Congreso Panamericano que se reunió de noviembre de 1901 a enero de 1902 en la/capital del país.
Diputado al Congreso de la Unión y ministro Plenipotenciario de México en Brasil, Argentina, Uruguay, Bélgica y Holanda. El 17 de septiembre de 1908 sustituyó a don Enrique C. Creel como Embajador de Mexico en Washington y el 25 de marzo de 1911 asumió la Secretaría de Relaciones Exteriores. Por Ministerio de ley fue Presidente de la República al renunciar el Gral. Díaz el 25 de mayo del propio año.
Entregó a Madero la Presidencia y salió a Italia; volvió el 5 de abril de 1912 a jefaturar el Partido Católico. Fue Gobernador del Estado de México. El "Pacto de la Ciudadela" le hizo Secretario de Relaciones de Huerta. Fracasó como aspirante a la Presidencia de la República. Acreditado Ministro de México en Francia el 14 de julio de 1913, no volvió más a México.
Al morir era Presidente del Tribunal de Arbitraje Internacional y su fama de probidad era reconocida por todas las naciones del mundo.

(Tomado de: Covarrubias, Ricardo - Los 67 gobernantes del México independiente. Publicaciones del Partido Revolucionario Institucional. Publicaciones mexicanas, S.C.L., México, 1968)

lunes, 9 de marzo de 2020

Bando de Hidalgo aboliendo esclavitud e imponiendo alcabalas 1810



BANDO DEL SR. HIDALGO
aboliendo la esclavitud deroga las leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco de tabaco, pólvora, colores y otros.


20 de noviembre de 1810


Miguel Hidalgo y Costilla


Don Miguel Hidalgo, Generalísimo de América,

Desde el feliz momento en que la valerosa Nación Americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por espacio de cerca de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue extinguir tantas gabelas con que no podían adelantar en fortuna; mas como en las urgentes y críticas circunstancias del tiempo no se puede conseguir la absoluta abolición de gravámenes, generoso siempre el nuevo gobierno, sin perder de vista tan altos fines que anuncian la prosperidad de los americanos, trata de que éstos comiencen a disfrutar del descanso y alivio, en cuanto lo permita la urgencia de la Nación, por medio de las declaraciones siguientes, que deberán observarse como ley inviolable.
Que siendo contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones, de manera que, conforme al plan del reciente gobierno, pueden adquirir para sí como unos individuos libres, al modo que se observa en las demás clases de la república; en cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará.
Que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación, que llevaban consigo la ejecutoria de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo paguen en lo sucesivo, quedando exentos de una contribución tan nociva al recomendable vasallo.
Que siendo necesario de parte de éste alguna remuneración para los forzosos costos de guerra, y otros indispensables para la defensa y decoro de la Nación, se contribuya con un dos por ciento de alcabala en los efectos de tierra y con el tres en los de Europa, quedando derogadas las leyes que establecían el seis.
Que supuestos los fines asentados de beneficencia y magnanimidad, se atienda al alivio de los litigantes, concediéndoles para siempre la gracia de que en todos sus negocios, despachos, escritos, documentos y demás actuaciones judiciales y extrajudiciales, se use el papel común, abrogándose todas las leyes, cédulas y reales órdenes que establecieron el uso del sellado.
Que a todo sujeto se le permita francamente la libertad de fabricar pólvora, sin exigirle derecho alguno, como ni a los simples de que se compone; entendidos sí, de que ha de ser preferido el gobierno en las ventas que se hagan para el gasto de las tropas; asimismo, deberá ser libre el vino y demás bebidas prohibidas, concediéndoseles a todos la facultad de poderlo beneficiar y expender, pagando sí, el derecho establecido en Nueva Galicia.
Del mismo modo serán abolidos los estancos de todas las clases de colores, las demás extracciones de bienes y cajas de comunidad, y toda clase de pensiones que se exigan a los indios.
Por último, siendo tan recomendable la protección y fomento de la siembra, beneficio y cosecha del tabaco, se les concede a los labradores y demás personas que se quieran dedicar a tan importante ramo de agricultura, la facultad de poderlo sembrar, haciendo tráfico y comercio de él; entendidos de que los que emprendiesen con eficacia y empeño este género de siembra, se harán acreedores a la beneficencia y franquezas del gobierno.
Y para que llegue a noticia de todos y tenga su debido cumplimiento, mando de publique por Bando en esta capital y demás ciudades, villas y lugares conquistados, remitiéndose el corriente número de ejemplares a los tribunales, jueces y demás personas a quienes corresponda su inteligencia.
Dado en la ciudad de Guadalajara, a 29 de noviembre de 1810. Miguel Hidalgo y Costilla.

(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo I Antecedentes. La lucha por la libertad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

viernes, 6 de marzo de 2020

Fray Bartolomé de Las Casas


Nació en Sevilla en 1474 y murió en Madrid, a los noventa y dos años, en 1566. Hijo de un soldado que acompañó a Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo, estudió en Salamanca y pasó a Indias en 1502. Pero no era su destino trabajar la tierra, sino preservar a los que la trabajaban. Así, abrazó el sacerdocio en 1510 y, en Cuba, se dedicó a la evangelización. En 1514, indignado por los "repartimientos de indios", que entonces se hallaban en to su apogeo, y considerando que era injusto y tiránico el tratamiento que a aquéllos daban los conquistadores, decidió consagrarse a su protección y defensa. Esta había de ser su principal misión. Renunció a sus haciendas. En favor del derecho de los naturales a la libertad, levantó su voz ante las autoridades civiles y eclesiásticas de España. Promovió investigaciones. Ideó nuevos sistemas de colonización; él mismo, aunque sin resultado feliz, trató de colonizar. Incansable, iba y venía del Viejo al Nuevo Mundo. A su tenacidad se debió que se promulgaran las Nuevas Leyes que refrenarían la inhumanidad desbordada. Dominico desde 1523, obispo de Chiapas a los setenta años, predicando ya con la palabra, ya con el ejemplo, litigando aquí, discutiendo allá, amenazado, perseguido, amado, odiado, vivió para una idea: erigir, sobre las ruinas de la opresión, el derecho de los naturales a vivir libres.
Por esto su figura, batalladora y ardiente, se proyecta con fúlgidos destellos en el horizonte de nuestro dramático siglo XVI. Por esto, más que a la de las letras, pertenece a la historia de las libertades humanas.
Tres obras le debemos: la Historia de las Indias, que abarca desde Colón hasta 1520, y que fue impresa en 1875-76; la Historia apologética, suplemento de la anterior publicada en 1909, y la famosa Brevísima relación de la destrucción de las Indias, que su autor destinó a Carlos V, fue impresa en Sevilla en 1552, y causó enorme sensación en su tiempo. La crítica moderna objeta el valor histórico de la obra de Las Casas. Estímasele como un doctrinario fanático que, empeñado en demostrar que los indígenas de América eran dechado de virtudes y fueron corrompidos por los españoles, se lanza por los campos de la fantasía, sin parar mientes en los datos de la realidad.
Insistamos: en Fr. Bartolomé de Las Casas, más que al historiador hay que tener en cuenta al paladín de una causa. "Exageró y abultó quizá -ha escrito D. Justo Sierra- la bondad esencial y la maldad de sus explotadores, no tanto como otros documentos lo demuestran. Pero aun así, esta clase de hombres que exageran y extreman de buena fe la pintura del mal, son necesarios en las épocas de crisis; así el remedio, aunque sea deficiente, bien pronto."

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)