jueves, 16 de mayo de 2024

El Veracruz legendario

 


El Veracruz legendario

El Veracruz logró un ascenso vertiginoso en el fútbol mexicano: el 2 de junio de 1946, sólo dos años después de su ingreso al máximo circuito, obtuvo el título de liga que hasta entonces había sido propiedad de equipos capitalinos.

En esa temporada los Tiburones alcanzaron varias marcas: mayor número de fechas consecutivas sin derrota (18), más goles anotados (105), menos recibidos (52) y récord de tantos marcados en un partido 14-0 al Monterrey).

Los dueños habían logrado formar un cuadro ganador al mando de un técnico profesional, Enrique Palomini. La nómina era imponente: el español Urquiaga en la portería; Velázquez y "El Negro" León en la saga; en la media, "Chito" García, el peruano Lecca y "El Pachuco" Durán (que a veces dejaba su sitio a Buenabad); y adelante, Lazcano, Valdivia "El Pelón" González, "Pirata" Fuente y el argentino Enrico.

Los tiburones se convirtieron en un cuadro con mística y empuje que alcanzó los lugares de honor: ganaron el Torneo de Copa en la temporada 1947-48 y repitieron en el de Liga durante la campaña 1949-50. Para entonces, la alineación había sufrido algunos cambios: "Ranchero" Torres en la puerta; Castañeda y Andrade en la defensa; "Pelón" Silva, Lecca y Buenabad en la media; Ortiz, Lupe Velázquez, Grimaldo, "Pirata" Fuente y Julio Ayllón, "Aparicio", en la delantera. Para lo que se ofreciera, en la banca estaban Arteaga, Quiñones y Paratore.

Inspirado en el legendario equipo, Félix Martínez redactó estos versos:


Yo vi a aquellos Tiburones 

vestidos de azul y rojo;

la jugaban a su antojo 

brindando mil emociones. 

Claro que fueron campeones, 

no jugaban al cerrojo:

Urquiaga con Negro León 

y Velázquez defendiendo,

 Lecca y Buenabad sirviendo 

balones para el Pelón, 

del Pirata el patadón, 

los servicios de Lazcano, 

contento el veracruzano 

con el toquecito fino 

de Enrico, aquel argentino 

que ya se volvió paisano.


En la temporada 1951-52, los problemas económicos dieron al traste con el trabajo realizado; el equipo cayó al último lugar y descendió a la Segunda División; y al finalizar la campaña siguiente dijo adiós al fútbol. Un retiro que duró varios años.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Por el amor a la camiseta. (1933-1950). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)

lunes, 13 de mayo de 2024

Pulque, tesgüino y levaduras

 


Las levaduras 


Nodo Hidalgo-Tlaxcala, red temática del Patrimonio Biocultural (Conacyt)


En el México antiguo, así como en el México contemporáneo las bebidas fermentadas, especialmente las autóctonas (pulque, Centro; y tesgüino, Sierra Tarahumara) han sido uno de los ejes culturales (mágico-religioso, alimenticio e incluso medicinal) de los distintos grupos humanos que han habitado estos territorios: nahuas y rarámuris (Arqueología Mexicana, números 78 y 114). Una rica variedad de sustratos ha sido la fuente de azúcares y almidones, procedentes del maguey y del maíz, respectivamente, que han permitido el proceso de la fermentación por la actividad enzimática de hongos microscópicos (especialmente levaduras), además de bacterias y algunos otros hongos, también microscópicos. Aunque no visibles al ojo humano, han sido manejados durante siglos por grupos que los incorporaron a su cultura, y realizaron una selección y reproducción continua de las cepas que han permitido una gama determinada en la calidad de esas bebidas. Estas cepas de levaduras continúan presentes, pues visto objetivamente producir pulque o tesgüino, por ejemplo, es en realidad llevar a cabo un cultivo y propagación de levaduras en un rico medio glucosado líquido, el aguamiel. Las levaduras han sido cultivadas en estos medios naturales (aguamiel para el pulque y mosto de maíz para el tesgüino) durante muchos siglos, quizás milenios: por consiguiente, constituyen parte del patrimonio biocultural de los pueblos que han mantenido estas prácticas, basadas en conocimientos locales múltiples, sobre las plantas que producen los sustratos, sobre los procesos y variables que inciden en la fermentación, además de una serie de prácticas asociadas a este interesante e importante fenómeno biocultural.

Lamentablemente, en las recientes décadas, la preferencia por estas bebidas ha declinado de manera considerable, aunado al crecimiento vertiginoso de la producción y consumo de cerveza a partir de cebada y de la industria vitivinícola, mezcalera y tequilera en el país, lo que ha traído relevantes consecuencias negativas de carácter cultural, social, ambiental, biocultural y político. En el Estado de Hidalgo, por ejemplo (productor ejemplar de buen y abundante pulque en otros tiempos), la producción y la cultura pulqueras han sido eclipsadas y casi asfixiadas por una poderosa industria cervecera extranjera, al grado de reemplazar significativamente el cultivo de maguey por el de cebada, en regiones como Apan, otrora región importante de la industria pulguera. Por fortuna, no obstante, recientemente parece haber iniciado un paulatino interés por la recuperación de la producción del maguey y prácticas culturales asociadas, como la elaboración de pulque.

El proceso de elaboración de pulque dio inicio, probablemente, ante la necesidad de obtener alimento en zonas áridas en situaciones de emergencia, recurriendo a desprender el corazón del maguey (meyólotl) el cual es suave y carnoso, además de altamente nutritivo. El maguey era abandonado pero posiblemente tiempo después el primero que lo vio, o alguien más, volvía para rascar en el sitio donde se había extraído el corazón, descubriendo que manaba agua dulce de las paredes de la cavidad, la cual pudieron haber bebido como aguamiel; si este fluido se dejaba algunos días más, al visitarle después se descubría que ahora era viscoso y turbio, y que al beberlo provocaba una sensación agradable, con lo cual se descubrió el pulque, al que se le atribuyó una especie de bendición por parte de los dioses: parte de este regalo o bendición lo constituyeron las levaduras. A partir de entonces, en un sistema biocultural complejo, inició la producción de pulque y, con ello, el manejo y la selección indirecta de las levaduras a lo largo de varios siglos En el caso del tesgüino, el fenómeno de la fermentación y de la participación de levaduras ocurrió tal vez a partir de maíz accidentalmente germinado pero que, en una situación difícil, fue tostado y quebrado para comerlo, tal vez con agua. Al olvidar parte de esta especie de atole rústico y consumirlo días después, los rarámuris o sus ancestros descubrieron la magia del tesgüino.

Vemos así que las levaduras, minúsculos hongos, han sido utilizadas por distintas culturas. Se les relaciona con dos bebidas que, utilizadas con moderación, tienen múltiples beneficios para quienes las consumen. Sería deseable que las políticas públicas del país fomentaran con un buen marco regulatorio, desde luego, su consumo entre la población, tanto de forma natural como con un posible valor agregado. A este respecto, el medio científico, especialmente el biotecnológico, y el empresarial tendrían una participación importante y la bioculturalidad se vería fortalecida.



(Tomado de: Las levaduras. Arqueología Mexicana. Edición especial 87, Hongos de México. Editorial Raíces S. A. de C. V. Ciudad de México, 2019)

domingo, 12 de mayo de 2024

Historia cultural del cactus V Manufactura


 

Historia cultural del cactus


5. Manufactura


Y se apoderan del país con todo lo que repta por su suelo, vuela por su cielo y nada en sus aguas. Entre lo que reptaba por su suelo estaba la cochinilla, animal diminuto llamado a adquirir gran importancia. Cortés envió varias muestras a España, "simplemente por razones de ciencia", como hubo de manifestar disculpando el envío. Los españoles, que de primera intención desdeñaron como inútiles los granos de maíz y de cacao, el tomate y la vainilla y los trozos del jade más precioso, comprendieron inmediatamente el valor potencial de aquel colorante para la manufactura de tejidos de lana de Barcelona y la fabricación de telas de seda de Valencia.


Se plantaron a toda prisa las supuestas semillas, viendo con asombro que no retoñaban. Las autoridades en vista de ello pidieron a la Nueva España vástagos para plantar, tubérculos o raíces y les fueron enviados los de la Opuntia cochinellifera. De ellos surgieron en los territorios cálidos de la corona de España, en Argelia y en las Canarias, las chumberas, cuyas hojas se llenaron de bolitas diminutas, abarrotadas del ansiado colorante.


Ya existían grandes plantaciones de las que se obtenían ricas ganancias y aún no se había descubierto que las semillas vegetales no tenían nada de semillas vegetales. Cuando en 1703, Mynheer Ruyscher vio moverse a la cochinilla a través del microscopio que Leuwenhook acababa de inventar, todo el mundo meneó la cabeza escépticamente. ¿Un piojo? No era posible ¿Cómo iba a salir de un vulgar piojo un colorante tan precioso como éste?


Cuando preparaba en mi casa los apuntes para esta catedrática lección, abrí sobre la mesa un librote encuadernado en piel de cerdo que apenas me dejaba sitio libre para escribir. El título de esta obra, reducido a proporciones humanas, reza así: Museum Museorum o panorama de todas las materias y especias... desplegado ante la vista del doctor Michael B. Valentini; Francfort sobre el Mayn, Anno Domini MDCCXIV. (Largos años pasé por Europa buscando inútilmente esta obra alemana, que es, además de muchas otras cosas, una tecnología completa del período de la manufactura, para venir a dar con ella -¡oh milagros del exilio!- en la ciudad de México.) Todavía en 1714, el autor de este mamotreto lleno de erudición se resistía a dejarse convencer del todo por el microscopio:


Aún no está claro si la cochinilla debe considerarse como semilla o como otra cosa, y acerca de ello existen diversas opiniones -dice el infolio en su lenguaje arcaico-. Algunos la consideran como una semilla, razón por la cual la mayoría de los boticarios la clasifican entre las demás semillas y la incluyen en sus catálogos bajo el nombre de Sem. Coccinillae; otros, opinan que la cochinilla procede del coco, dándose ese nombre entre los españoles a un grano pequeño; otros, como Wilhelmus Piso en su Historia de las plantas brasileñas, describe minuciosamente una especie de higuera India en la que crecen, según ellos, las cochinillas.


Valentini enumera los muchos empleos que se dan a este diminuto y problemático cuerpo colorante en la manufactura de la época y apunta el hecho de que Italia debe a la cochinilla de la Nueva España la coloración roja de su vidrio.


(Continuará)


(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

lunes, 6 de mayo de 2024

Lo Mauricio no quita lo Garcés

 


Vida y milagros | Semblanzas 

Lo Mauricio no quita lo Garcés 

por Arturo Páramo Rojas y Carlos B. R.


¿Quién fue en realidad ese personaje cuya imagen continúa vigente en el imaginario colectivo a pesar del tiempo transcurrido desde su última actuación? ¿En verdad era tan mujeriego como se rumoraba? ¿Cuál era su auténtica pasión? Un poco de todo eso se pretende responder en esta semblanza sobre uno de los íconos populares más notables de México. 

En el ocaso, Mauricio Garcés definió así su vida de actor: "Sólo faltan dos minutos para que se acabe mi partido; y todo el tiempo estuve en off side" Era 1982 y ya le pesaban los problemas pulmonares, estaba virtualmente retirado, sólo se presentaba en palenques, daba entrevistas en las que se le apreciaba cansino, agotado... vivía de la fama, en su caso: la "mala fama". 

Seguir los datos biográficos de Garcés no es tan difícil, su profusa filmografía -69 cintas- está reseñada en varios portales, pero su influencia solo se puede aquilatar con el paso de los años. La imagen del galán otoñal, hombre maduro, más allá del cuarentón, con cabello entrecano -tirándole a blanco- imagen exitosa, seductor a toda prueba, sin compromisos, amante de la moda, con fortuna salida de quién sabe dónde -inventada, incluso- con la firme promesa de pasarla bien a toda costa; está de regreso. 

Si no, dé un vistazo a los actores más cotizados en la actualidad -agregue el nombre del de su preferencia-: las canas venden. Los veinteañeros son obsoletos; Mauricio, "el criado bien criado", está en boga. Basta caminar por los barrios más in de la capital: se ve a pequeños "mauricitos" en bares y terrazas de las colonias Condesa y Roma haciendo lo imposible por no verse chavitos, con aire de "a ésta la hago pedazos", con ínfulas de haber recorrido mundo. Pero Mauricio sólo habrá uno. 

Siempre se consideró a sí mismo una rara avis. La biografía de Garcés está ligada a la diáspora libanesa que se asentó en México, a su tío José que era fotógrafo y conocía a miembros de la farándula; él le consiguió su primer papel en La muerte enamorada (1950), a los 24 años de edad. 

Mauricio Galán 

Aquellos inicios fueron un tormento para este hombre -nacido en Tampico, Tamaulipas, en 1926- que paulatinamente ganaba terreno en el cine nacional: "En la lucha estéril de extra grababa hasta diez películas al año", afirmaba Garcés en sus años de superestrella, cuando batía récords de taquilla en México y era el actor que generaba más ganancias en la industria. 

Treinta y seis películas y dos series de televisión -telenovelas- debieron transcurrir para que Mauricio Garcés puliera, a base de ensayo y error, al personaje del que ya no pudo disociarse. 

Cuenta la historia que Angélica Ortiz -madre de Angélica María- le dio el protagónico de Don Juan 67: Mauricio Galán. Antes tuvieron que recapitular toda la saga de Mauricio, recortar el bigotillo, peinar perfectamente las canas, trabajar ese desenfado y apabullante seguridad, el tono de voz, la vestimenta a la medida, para dar con el alter ego: "Galán otoñal, elegante, mundano..." y con un gran sentido del humor. 

A partir de ahí Garcés se convirtió en el seductor más cotizado de latinoamérica. Filmaría en España, Ecuador, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela. En Italia aseguraban que poseía el talento de Vittorio Gassman y desplegaba la personalidad de Marcello Mastroianni. 

Una máquina de hacer dinero 

Hacia 1968 Garcés estaba en la cima de la fama, sólo comparada con la altura que una década antes alcanzara Pedro Infante. Su ritmo de trabajo era tan intenso que durante el rodaje de Click, fotógrafo de modelos (1968), se desmayó por agotamiento en el plató. 

Fue llevado a la enfermería, se le aplicó un estimulante para el corazón y después de dormir un rato regresó a filmar. No había oportunidad de descanso. La máquina de hacer dinero no podía detenerse. 

En noviembre de 1969, al publicarse la lista de las películas más taquilleras, tres de sus filmes eran exhibidos simultáneamente y siete estaban aún a la espera de fecha de estreno. Según este reporte Olimpiada en México fue la más taquillera, seguida del melodrama Cuando los hijos se van, y en fila seguían sus cintas: El matrimonio es como el demonio (1967) Las fieras (1968), El criado malcriado (1968), 24 horas de placer (1969), y Modisto de señoras (1969). A Garcés le llovían papeles, mujeres, viajes, entrevistas, reconocimiento, cariño del público... y polémicas. 

Ave de tempestades 

A ese tampiqueño, estereotipo del Casanova moderno, con bata y gazné de seda, fumador, bebedor inquebrantable, sexualmente hiperactivo y querendón, le sobraban enfrentamientos con sus compañeros actores, con productores y directores: él mismo se sabía insoportable. 

Atizaba contra lo que se moviera. Contra el cine de charros, declaró: "Todavía el cine mexicano no ha superado el tema de las rancheras, las pistolas, las cantinas y se sigue pensando que la atracción es el cantante de moda. Creo que es el momento en que se vea al cantante como apoyo, no como atracción. Esto me va a costar por lo menos algunos contratos, pero no puedo negar lo que existe. Soy muy bravo por eso me temen los productores”.

En 1970, por una polémica con el director teatral español Álvaro Custodio, Garcés montó en cólera: "Ese señor no ha pagado el buen recibimiento que se le ha dado. Sobre que el presupuesto al teatro es mínimo, lo dijo para quedar bien". Y se siguió de filo contra los actores mexicanos y contra él mismo: "Dijo Custodio que a los mexicanos nos faltaba disciplina. Reconozco que los artistas españoles han adoptado la disciplina teatral para filmar, en México no somos tan puntuales ni disciplinados, siendo yo el primero”.

De la voracidad de los productores y la sobreexplotación de su imagen en las salas de cine también se quejó: "Siempre estoy jugando a policías y ladrones o a algo, y la gente se ríe. Por eso [el público] no se cansa. Si el público llegara al aburrimiento no sería por mi culpa; los productores podrían espaciarlas [las películas]”.

Sus amores 

Respecto al eterno cuestionamiento de su soltería respondía: "Aún no encuentro a la mujer de mis sueños, y entre más conozco más cuenta me doy de lo difícil que es. Si es difícil encontrar amigos, debe ser más difícil encontrar una mujer”.

Se inventaron muchos rumores alrededor de las personalidades con quienes compartió créditos en sus cintas o sólo porque alguna vez se les sorprendió juntos en alguna reunión o en su infaltable hipódromo: Elsa Aguirre, Elsa Cárdenas, Regina Torné, Norma Nazareno, Jaqueline Andere, Angélica María, Gina Román, Sandra Boid, Rosángela Balbó, Lorena Velázquez, Teresa Velázquez, Sonia Furió o incluso Silvia Pinal, de quien sí estuvo profundamente enamorado. 

A partir de su papel en Modisto de señoras (1969), se rumoró que era homosexual por "lo natural que le salió el personaje". Cuestionado por esto, el mismo Mauricio bromeaba: "El otro día un señor me sacó a bailar... "Le aventé los aretes y lo empecé a agarrar a bolsazos!”.

Lo único confirmado es que su "único amor incondicional" -para completar el cliché del estereotipo del don Juan mexicano- fue su madre; con quien vivió hasta sus últimos días y a quien dedicó sus principales atenciones. 

Una vida de excesos 

Se sabe que Garcés era ludópata: adicto al juego y que por ello se "desaparecía" por temporadas; se encerraba a perder -o ganar, según la suerte- auténticas fortunas en el póquer y las carreras de caballos; cualquier tipo de apuesta o contienda lo extasiaban: era su verdadero placer. 

Decía el ventrílocuo Carlos Monroy, creador de los muñecos Neto y Titino: "[siempre] en Las Vegas me lo encontraba jugando sonriente". Su vicio por el juego era de tal magnitud que una vez arrebató a una de sus sobrinas el juego de backgammon furioso porque no podía ganarle la partida a la niña y tiró el estuche en un barranco. 

Jugar y fumar formaban parte de su indumentaria y personalidad. Y la vida se lo cobró. El vicio del cigarro le produjo un enfisema pulmonar que se agravó con los años. Pese a la fama nunca pudo grabar comerciales de televisión y su voz debía ser doblada por León Michel, Jorge Zúñiga o Isidro Olace porque, además, nunca obtuvo la licencia del locutor. Por su parte, Juan Carlos Calderón, el legendario periodista de espectáculos, decía que "Garcés era el hombre más rico de México, si por riqueza se entiende el cariño del público”.

Un mito atemporal 

Siendo el actor más taquillero durante una década, Mauricio Garcés no fue reconocido con premios de la industria sino hasta su ocaso, en 1986, cuando la comunidad artística la rindió un gran homenaje en vida. 

Con la debacle del cine mexicano, cuando comenzó el llamado "cine de ficheras", Garcés prefirió excluirse: "Me ofrecieron un papel estelar en una película y el personaje era tan asqueroso que dije que sólo la haría por diez millones de dólares. Porque si lo aceptaba no tendría cara para enfrentarme a mi familia, al público, y a mis amistades; y ese dinero me bastaría para irme del país y no volver”.

Este "zorro plateado" siempre tuvo claro a quién se debía: "Ser el más taquillero era una pluma en el sombrero y el sombrero me lo quito ante el público”.

El periodista Ricardo Rocha -quien lo convenció de hacer una de sus últimas apariciones en TV- lo describe así: "En realidad era un tipo muy moderado: jamás lo vi beber; era muy cuidadoso con su alimentación. Era muy disciplinado contra lo que proyectaba en sus películas. Siendo el prototipo del "galán" en realidad fue el "antigalán" porque no era guapo, si lo comparas con los galanes de la época -los hermanos De Anda, Jorge Rivero, Andrés García-. Si lo analizas fríamente más que guapo era chistoso. Creo que su encanto radica en que hizo posible "el galán que todos podíamos ser" si nos expresábamos y presentábamos de cierta manera: ejerciendo el arte de la seducción. Sin duda Mauricio es el gran ejemplo de que "rollos sí mata carita". Y tal vez por eso nos cae tan bien, porque sabemos que es un cuate como cualquiera, pero que su encanto radica en su ingenio y su seguridad. Aparte de Tin Tan y Pedro Infante, se ha comprobado que Garcés es de los contados personajes que, si te lo topas mientras haces zapping al ver TV, te detienes a verlo”.

De ser un extra sin esperanzas Mauricio encabezó el escalafón del cine nacional; sus cintas aún se transmiten por televisión, se pueden ver en YouTube y con frecuencia se proyectan ciclos de ellas. Sus frases "Arroooozzz" -zorra al revés-, "Las traigo muertas" y "Te voy a hacer pedazos", son marca registrada. 

A pesar de los papeles que le asignaron -de los cuales se quejó amargamente-, Garcés supo imponer su estilo porque, en el fondo, era un gran actor con una simpatía arrolladora y una extraordinaria capacidad de improvisación que pervive en los diálogos de sus películas y que no dejan duda de lo bien que tenía dominado su personaje: "Les tengo una excelente noticia: ya llegué”.

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Arturo Páramo Rojas es reportero urbano desde 1994; ha colaborado en el diario Reforma y ahora escribe reportajes e investigaciones para Excélsior, Cadena 3, Reporte 98.5 e Imagen donde también es comentarista. Hijo de la UNAM. Padre de Pedro. 

Carlos B. R. es el director editorial de esta revista, sígalo en Twitter como @alguienomas



(Tomado de: Páramo Rojas, Arturo, y B. R., Carlos - Lo Mauricio no quita lo Garcés. Algarabía #120, Año XIV, Editorial Otras Inquisiciones, S.A. de C.V. México, D.F. 2014)

viernes, 3 de mayo de 2024

Telenovelas VI Caridad Bravo Adams: la novela rosa

 


Caridad Bravo Adams: la novela rosa


Cuando la televisión recurrió a Caridad Bravo Adams, a mediados de los años sesenta, se pudo declarar la primera madurez de la telenovela; doña Caridad era una veterana de las letras con una carrera notable. Tabasqueña criada en Puerto Rico, regresó a México en 1934 para actuar en obras de corte nacionalista, recitar sus poemas, llenos de nostalgia y desarraigo y aparecer brevemente en una película de amores chinacos, Corazón bandolero. Sin embargo, terminó radicando en La Habana, donde probaría sus armas radiofónicas con la serie La novela del aire, que en la W inspiró El teatro del aire. El éxito de su radionovelas y la publicación de sus primeras novelas, de cortes desmesuradamente rosa, se reflejó en la filmación de varias de ellas, como La mentira en 1952, La intrusa en 1953, Pecado mortal y Estafa de amor en 1954 y Corazón salvaje en 1955.

Su ingreso en la telenovela, con una adaptación de Corazón salvaje, fue un éxito que todavía se recuerda: era 1966 y tenía su primer estelar Enrique Álvarez Félix, recién egresado de la Escuela de Ciencias Políticas de la UNAM, que despertaba comentarios por doquier debido al parecido físico con su legendaria madre; Enrique Elizalde era "Juan del Diablo" (el primero de la serie), Julissa, hija de Rita Macedo y Luis de Llano era "Mónica" y Jacqueline Andere, "Aimée". Pese a la pobreza de la producción, el desempeño de esos jóvenes actores, apoyados por veteranos como Miguel Manzano y Fanny Schiller, dirigidos con gran pericia y malicia por Ernesto Alonso, hizo que esa enredada historia de amores cruzados de dos hermanas por un desgastado levantara pasiones sobre todo entre las adolescentes, que no habían oído la radionovela ni visto la película 10 años atrás.

La adaptación de esa obra bastaría para que Bravo Adams figurara en la historia del género, por las varias versiones que se hicieron después, al mostrar que su dominio de la estructura dramática y lo inquietante de sus personajes, que nunca se alinean ni en el Bien puro ni en el Mal declarado, resisten el paso del tiempo. Pero de inmediato se adaptó La mentira, que pasó a la posteridad como la primera telenovela en cuyo honor se compuso un tema musical ("Se te olvida", de Álvaro Carrillo, cantado por Pepe Jara). Doña Caridad vería adaptadas una y otra vez todas sus obras: Estafa de amor, Bodas de odio, Pecado mortal, Yo no creo en los hombres, con la constante del melodrama puro: amores imposibles por razones de origen, por malentendidos que sitúan a los amantes en polos opuestos o por la presencia de un tercero en discordia y al final… el amor que todo lo vence.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)