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lunes, 4 de diciembre de 2023

Antonio Badú Nahez

 


Antonio Badú Nahez 

(actor 1914-1993 Hidalgo, México)


Parecía que se dedicaría a los negocios de su familia, pero este artista de ascendencia libanesa prefirió primero el canto y luego la actuación con mucho éxito. Dueño de un estilo original fue ídolo de la radio antes de entrar al cine. Su primera película estelar fue La feria de las flores, en 1942, dirigida por José Benavides. Interpretó a uno de los enamorados de María Félix en La mujer sin alma (1943). Entre los melodramas de mayor éxito en su carrera, se encuentra Hipócrita, con Leticia Palma, en 1949. También fue figura importante en teatros de revista y conductor de televisión. Estuvo casado con la desaparecida actriz Esther Fernández.


Mauricio Peña.


(Tomado de: Peña, Mauricio. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

viernes, 26 de junio de 2020

Xantolo, el día de muertos en la Huasteca

Xantolo, el día de muertos en la Huasteca

Uno nunca la espera tan pronto. Siempre es sorpresiva. Pero ahí está, acechando, seduciendo, llamando, escondiéndose detrás de las apariencias, y mostrándose disfrazada en las múltiples máscaras sonrientes que enseñan y ocultan, como las que se pone uno para bailar en los días de fiesta.
Una tarde me tomó desprevenido, justo cuando estaba entretenido en desordenar la rutina; distraído. Siempre sucede lo mismo cuando ocurren cosas importantes: a uno lo pillan; como cuando te enamoras que te rodea de golpe una luz vibrante y sopla un viento vigoroso, y no puedes dejar de verlo y sientes como te rechinan los cimientos... y empiezas a vivir de otra manera: empiezas a vivir y a morir.
Mi error fue no reconocerla a tiempo. Te atrae y te rechaza, te sonríe y te cachondea el alma. Ya estás perdido, no podrás evitarla: empiezas a morir y a vivir.
En ese momento recordé las ocasiones en qué vi la luna ponerse tras las montañas, las noches que me abandoné a la plenitud suprema, los días que gocé hasta el límite un plato bien servido y sabroso... ¿Logré robarle a la vida sus placeres?
Son regalos divinos que se ofrecen ocasionalmente, y fue lo único que pude empacar para el cambio de domicilio, con la esperanza de que no fuera alta la tarifa por exceso de equipaje.
Cuando llegó ese momento tuve la visión de escoger el lugar adecuado: Tianguistengo, cerca de Tlahuelompa, la capital de las campanas. Fue un acierto el insistir. En lo alto de una montaña de la Huasteca hidalguense, frontera indescifrable con la sierra, en la cima de un nudo volcánico dónde el tiempo es húmedo, fresco, con el rocío en las alas de los insectos. En ese cementerio multicolor desde el que, en los días claros y luminosos, se pueden ver a un costado las montañas con nieve, y cuando me atrevo a mirar al cielo lo tengo más cerca y eso me permite volar y flotar de vez en cuando.
Tengo una ventaja extra. Cada trece lunas llegan danzantes un poco atolondrados pero siempre respetuosos a despertarme para cruzar al otro lado. La nostalgia es canija.
Las mujeres hilan flores para colgarlas junto al papel picado, preparan la comida para servirla en ollitas de barro recién cocidas, adornan los altares con frutas tropicales y prenden las velas y el copal. 
Preparan la fiesta con esmero. Reciben primero a los chiquitos, a los angelitos, y les dan sólo tamales de ajonjolí y dulces mientras les cantan las mañanitas: "...hoy por ser día de los muertos te las cantamos así...".
Después llegamos los mayores puntualmente. El camino fosforescente está tapizado de hojas amarillas de cempasuchitl, de manera que uno no se extravíe... la memoria se debilita y necesita de referencias que la refresquen. Además, la vista empieza a dejar de deslumbrarse con la luz... uno camina, flota, siguiendo el brillo de la polar, el reflejo de siete colores pandeados a punto de desvanecerse, la luz plateada de los sueños y fantasías y la transparencia de la lluvia cuando es fina y no se siente.
Hay otro gran auxilio: las voces que cantan sin temor las melodías que penetran suavemente con alegría y tesón. ¡Qué placer escucharlas! Es cuando uno empieza a flaquear con la nostalgia. Voces seductoras que uno finalmente no acaba de olvidar. ¿Para qué? ¿Por qué tendría que hacerlo?, son del pasado, son carnales, son insistentes, son bocanadas de otra vida. La música es irresistible, la banda de metales y tambores que llaman y llaman y acaban por prender... la fiesta está preparada y es un gozo acudir con los otros, los que se han quedado sin sentirlo.
Regresar y comer esos tamales, esos inmensos, gloriosos, voluptuosos tamales (zacahuil), acompañados de chocolate con agua... Y después unos tragos de sotol o pulque... y meterse en la fiesta, ver el recuerdo de facciones casi desconocidas, hurgar en eso que llamaba amor y dejar que las sombras de las nubes tracen por momentos los rasgos verdaderos sobre esas máscaras inmutables, los accidentes del viento que danzan disfrazados y no paran hasta el día de San Andrés, a finales de noviembre.
Cuando acabamos agotados por el baile, la danza, la música que hipnotiza, y las ollas de comida empiezan a aparecer con menos frecuencia, la charla empieza a navegar por cauces más rápidos y traicioneros, aunque más excitantes y sorpresivos. Me preguntan con frecuencia y de soslayo ¿Y, cómo es la vida aquí tan cerca de Dios y tan lejos aún de los gringos? Es un tiempo continuo, sincronizado y armónico con la sonrisa de los niños y con la mirada de los chamanes. Es una espiral hacía afuera, amplia, vasta; una visión panorámica sobre la selva tropical, los ríos, las grutas, las antenas de los insectos y las orejas de las liebres.
Es una delicia platicar sin prisas y sobresaltos mayores del sabor de la tierra, del color de la penumbra, del eco sordo de las pisadas del ganado, de los anhelos jóvenes y desbocados, viejos y claridosos. Volver y nunca acabar de sorprenderse de las resquebrajaduras, crujidos y sopetones que esconden las arrugas y cicatrices... como la tierra que nos empapa de cuando en vez.

(Tomado de: Ávila, Jorge - Xantolo, el día de muertos en la Huasteca. México Desconocido, noviembre 1991, número 177, Año XV. Editorial Jilguero, S.A. de C.V.)




lunes, 24 de junio de 2019

La montaña de vidrio



"Cuando hallemos las canteras negras donde se surte de pedernal el mexicano, le habremos puesto un nudo a sus terribles armas." en estos términos se refería Diego de Ordaz a la importancia de los yacimientos de obsidiana. Sus investigaciones, extensas y pacientes, pusieron en claro que la obsidiana no abundaba en este país, que no habían pequeñas vetas sino que debía localizarse una enorme "tepetizla" (montaña de vidrio) y a fuerza de no hallarla nunca se fue convirtiendo en una leyenda. Tiempo después, sometido ya el país, la búsqueda quedó extinguida.

Pero la montaña de vidrio existía, era tan real como hermosa.

Von Humboldt halló una pista en la Barranca de Iztla, en cuyo fondo un río arrastra brillantes trozos de obsidiana que después despule el roce contra otras rocas; pero el rastro parecía desvanecerse en el cerro Navajas, 20 kilómetros al sur de Huasca, Hidalgo. La limitación del tiempo impidió al sabio alemán añadir a su brillante trayectoria el descubrimiento de la mítica montaña.

Y fueron anónimos sus descubridores. Gentes de una época en que ¿para qué habría de servir el vidrio volcánico, tan frágil, difícil de trabajar y tan pesado? 

Acabamos de estar en la fantástica montaña. Los cerros y montes que la forman brillan al sol de la mañana. Resplandecen con un inmenso sembradío de cristales negros, y hay lugares en que hasta el camino mismo está revestido de obsidiana molida. Mojoneras, se llama uno de los lugares donde la obsidiana surge de entre la vegetación, y está a unos cinco kilómetros del entronque Zacualtipán, Tlahuelompa, rumbo a esta última población.

Examinada en una carta aérea, esta montaña resulta ser la misma que concluye su ubicación en el cerro Navajas; una línea recta trazada entre ambos puntos mide escasamente 30 kilómetros. ¡Si Humboldt lo hubiera sabido!

Y, en esta séptima década del siglo XX, de tecnologías inauditas, ¿de qué puede servir la obsidiana? Algún uso, utilitario u ornamental debe de tener aunque... ¿dónde están los geniales lapidarios que, como los antiguos mexicanos, tallarían en mil formas este caprichoso, quebradizo material, vidrio fabricado en las fraguas telúricas? Imaginamos que hoy día el precio de un espejo de obsidiana sería estratosférico, y quizá también lo fue en su época, como ese portentoso espejo de obsidiana, que nada envidia al mejor de la actualidad, hallado en las costas de Veracruz y que se exhibe como propiedad del Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York.

En algo sí tuvieron razón los españoles a quienes tanto pavor infundían las macanas revestidas de obsidiana que atravesaba las corazas de hierro como si fueran de papel; no abundan los yacimientos de obsidiana, parecen ser exclusivos del centro de México, y, hasta la fecha, sólo se conocen el ya mencionado, otro menor en Tepayo, Otumba, Estado de México, y otro menor aún, en Zinapécuaro, Michoacán.

(Tomado de: Harry Möller - México Desconocido. Injuve, México, D. F., 1973)


miércoles, 8 de mayo de 2019

Pachuca, de los revolucionarios, 1911

Pachuca cayó ayer noche en poder de los revolucionarios


Los barreteros unidos a las fuerzas de Castrejón se apoderaron de la ciudad e incendiaron la cárcel pública


La comunicación quedó interrumpida cuando “El Diario” recogía los detalles


El Diario, 16 de mayo de 1911


Pachuca, 15 de mayo.- (Por teléfono) - Hoy por la mañana entró a esta población, acompañado de varios hombres, el cabecilla Castrejón, quien desde luego se ha dirigido al gobernador del Estado pidiéndole presente su dimisión y ordene sea entregada la plaza a las fuerzas insurrectas.

Se sabe que el señor Rodríguez esta dispuesto a acceder a la petición de los rebeldes, y se rumora que hoy en la tarde dimitirá.

Se me informa que la partida de Castrejón está en las goteras de la ciudad, y que en caso de que el gobernador del Estado no cumpla su promesa, hoy por la tarde emprenderán el ataque. Los hombres a las órdenes del citado cabecilla son cerca de mil, y no sería posible oponer resistencia, pues la guarnición que hay aquí es de rurales en número de veinticinco o treinta.

Seguiré informando.


Se levantan los barreteros


Pachuca, 15 de mayo.- Por teléfono, ocho de la noche). - Hoy a las seis y media de la tarde, los barreteros que trabajan en las minas cercanas se reunieron en esta ciudad para hacer una manifestación en contra de las autoridades constituidas, las cuales, en vista de que no hay fuerzas suficientes para defender la plaza, están dispuestas a entregarla en manos de los rebeldes.


A las siete y media de la noche, cuando todavía celebraban los trabajadores la manifestación antes dicha, se presentaron las fuerzas rebeldes de Castrejón, apoderándose de la ciudad sin resistencia de ninguna clase, rumorándose que hubo un convenio entre las autoridades y los jefes insurrectos para rendir la población sin que hubiera efusión de sangre.


Luego que los rebeldes fueron dueños de la ciudad, dieron libertad a los presos de la cárcel pública, e incendiaron el edificio.


Las familias que viven cerca de la prisión han abandonado sus casas, y huyen en busca de refugio por diferentes partes de la ciudad.


En señal de triunfo, los insurrectos han hecho numerosos disparos al aire libre, y hasta estos momentos no se sabe de perjuicios ocasionados a particulares; tampoco se han registrado víctimas.


La alarma que existe en la población es espantosa. Sigo informando.


Pretenden incendiar el banco


Pachuca, mayo 15,- (Por teléfono, nueve de la noche).- El cuadro que presenta la ciudad es el más completo desorden; los insurrectos invaden las calles y con sus gritos y los disparos que hacen al aire siembran la alarma entre los habitantes.


El edificio de la cárcel que como comuniqué en mi mensaje anterior había sido incendiado, es presa por completo del fuego que amenaza extenderse a las casas contiguas.


En estos momentos se me informa que los rebeldes se dirigen al Banco de Hidalgo, con el propósito de incendiarlo.


Todas las familias que viven por ese rumbo han abandonado sus hogares y se refugian en las casas de sus amigos.


Se interrumpe la comunicación


Pachuca, 15 de mayo.- (Por teléfono, diez de la noche).- La calma empieza a restablecerse; los disparos que hace los rebeldes ya no son tan frecuentes y sólo aisladamente se escucha uno que otro.


Se teme de un momento a otro quede interrumpida la comunicación telefónica, pues la oficina de los teléfonos se halla muy cerca del edificio de la Cárcel que continúa envuelto entre las llamas, esto no obstante las señoritas empleadas han permanecido en sus puestos y dicen que no se retirarán si los alambres no son destruidos. Hasta mí llega el calor del incendio.


Se me dice que el gobierno entró en tratos con los rebeldes para rendir la plaza, pues no se pudo oponer resistencia por la falta de soldados, los cuales deben ser muy pocos pues el día 5 de los corrientes sólo formaron 25 hombres.


Se dice que Castrejón, el cabecilla insurrecto ha tomado posesión del gobierno y que se ha dirigido a los clubes políticos de la localidad, excitándolos para que se preparen a nuevas elecciones a fin de que cuanto antes se retire con sus fuerzas para atacar otras plazas.


Castrejón ha venido a Pachuca después de haber atacado a…


N de la R.- Al llegar a este punto nuestro corresponsal, la comunicación quedó interrumpida; es de presumir que el fuego reventó los alambres conductores.



(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #3, La Revolución Maderista, 1910-1911. UNAM, México, D. F., 1983)

jueves, 24 de mayo de 2018

Pedro María Anaya

Pedro María Anaya


Nace en Huichapan, Hidalgo, en 1795; muere en la ciudad de México en 1854. Nacido en el seno de una familia criolla de recursos, inició a los 16 años su carrera militar en el ejército realista, sentando plaza de cadete en el regimiento de Tres Villas. Ya siendo capitán, se adhirió al bando insurgente en junio de 1821, después de que Iturbide había proclamado el Plan de Iguala. En 1822 formó parte del ejército, comandado por Vicente Filisola, que fue a Guatemala para supervisar el plebiscito en que se resolvería la anexión de Centroamérica a México. Ascendió a general en 1833 y fue ministro de Guerra durante la presidencia de José Joaquín de Herrera (de agosto a diciembre de 1845). Fue electo diputado y presidente del Congreso y ocupó dos veces en forma interina la Presidencia de la República (del 2 de abril al 30 de mayo de 1847 y del 8 de noviembre de 1847 al 8 de enero de 1848). Junto al general Manuel E. Rincón, dirigió la defensa del puente y del convento de Churubusco durante la invasión norteamericana y cayó prisionero en dicha acción (20 de agosto de 1847). En esa oportunidad pronunció la frase que se hizo histórica, al ser requerido por el general norteamericano Twiggs para que entregara las municiones: "Si hubiera parque, no estarían ustedes aquí". Fue libertado al firmarse el armisticio entre Santa Anna y Scott. En el gobierno de Mariano Arista fue nuevamente ministro de Guerra y Marina (22 de septiembre de 1852 a 5 de enero de 1853) y murió un año más tarde, siendo director general de correos. Hay un importante monumento a su memoria en el jardín frontero al es convento de Churubusco, en la ciudad de México, sobre la calle que lleva su nombre.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

domingo, 25 de marzo de 2018

Juan Pablo y Eduardo Aldasoro

Juan Pablo y Eduardo Aldasoro





(De izquierda a derecha: Alberto Salinas Carranza, Gustavo Salinas C., Juan Pablo Aldasoro Suárez, Horacio Ruiz Gaviño y Eduardo Aldasoro)

Nacieron en Real del Monte, Hidalgo. En 1908 y 1909, todavía adolescentes, hicieron pruebas con planeadores en distintas partes del país. Ataban su aparato a una gran estaca fija en el suelo y esperaban que el viento los favoreciera. En 1911 instalaron en un avión, construido por ellos, un motor de 2 cilindros que desarrollaba 60 caballos. El general Ángel García Peña, ministro de la guerra del presidente Madero, determinó que antes de probar su aparato, los hermanos Aldasoro aprendieran pilotaje en Estados Unidos. Algunos meses más tarde la prensa comentaba sus vuelos en las cercanías de Nueva York.

(Tomado de: Enciclopedia de México)