Y el propietario [del] perro muerto, le ponía
un collar de algodón al cuello
y acariciándolo le decía:
"Espérame en el más allá, porque me ayudarás
a pasar los nueve ríos del inframundo".
Informantes de Sahagún, Códice Florentino, Siglo XVI.
¿Por qué llamaban xoloitzcuintli a este perro pelón los antiguos mexicanos? La traducción del náhuatl al español de la palabra xólotl en el Vocabulario de Molina es: "paje, mozo, criado o esclavo", y los antiguos mexicanos creían que los perros conducían a su amo muerto y cruzaban con él el último río en la región de los muertos. Por lo tanto, para ellos los perros eran los buenos acompañantes y sirvientes de su amo en el postrer viaje.
El erudito mexicanista y filólogo Gutierre Tibón, en su artículo "Anubis y Xólotl", nos describe las asombrosas analogías que existen entre muy diversas culturas, acerca del papel del perro como guía de almas en el inframundo y se pregunta: "¿Por qué el perro es un animal asociado con el infierno para pueblos tan remotos uno de otro en el tiempo y en el espacio como los mesoamericanos, los babilónicos, los egipcios, los griegos y los escandinavos?".
En su obra El hombre desnudo, Claude Levi-Strauss nos dice que en los mitos y leyendas de los indios de la costa oeste de Estados Unidos y Canadá, a los perros se los considera "inventores del fuego y hacedores de la primavera", mientras que entre los indios Blackfoot (pies negros), los perros son considerados como "extinguidores de una conflagración por recurso a la lluvia", y entre los iroqueses son "intercesores junto al sol y víctimas propiciatorias quemadas en una pira". Análogamente, entre los antiguos mexicanos, cuando no se podía quemar el cadáver de un guerrero por haber caído este prisionero de los enemigos, se hacía un bulto mortuorio que representaba al guerrero y se le ponía la imagen de un perro pintado de azul. Esta imagen se llamaba xolocózcatl (collar del mozo, del servidor, del acompañante) y dependiendo de la categoría del personaje podía estar labrada en turquesa o jade, y era quemada junto con la efigie del guerrero desaparecido. En el México antiguo, el perro también tenía relación con la lluvia, el relámpago y el fuego como se verá más adelante.
De las diferentes clases de perros que existían en el México antiguo, han sobrevivido solamente dos razas bien definidas: el perro chihuahueño (llamado así por ser originario del estado de Chihuahua) y el xoloitzcuintli. Ambos perros son poco conocidos en nuestro país, aunque populares en el extranjero.
El perro mexicano por antonomasia es el xoloitzcuintli, y su principal característica es el hecho de no poseer faneras pilosas, es decir, que carece de pelo. Otras características curiosas de este animal son el no poseer dientes premolares; el tener glándulas sudoríparas en el pecho y el abdomen -inusual en los perros- y, finalmente, también se distinguen por tener una temperatura unos grados más alta que otras razas de perros, según lo confirma el ex diplomático inglés Norman Pelham Wright, a quien los mexicanos y nuestros perros nativos debemos mucho, pues según él mismo anota, prácticamente rescató de la extinción a la raza xoloitzcuintli.
El xoloitzcuintli es un perro que mide entre 30 y 50 cm de altura, pesa entre 9.1 y 13.6 Kg y puede ser de color rojizo, gris pizarra, negro, blanco o manchado. Recientemente, está raza estuvo a punto de desaparecer y sobre esto nos relata Pelham Wright: "En 1955 fui invitado por el Club Kennel de México (asociación de filiación canófila) para iniciar la preservación del sholo pues se sospechaba que estaba amenazado y cerca de la extinción. En esa época sólo un perro estaba registrado en el Club. Ahora, diez años después, más de 70 especímenes están registrados..."
Para salvar de la extinción a los "sholos", Pelham Wright se dedicó a buscarlos en apartados poblados mexicanos para rescatar su preciado germoplasma. Por fortuna, sus esfuerzos no fueron vanos y ahora el xoloitzcuintli, seguramente más mexicano que usted y yo estimado lector, seguirá rondando y ladrando en nuestro país y en el extranjero.
Indudablemente, estos perros no pasan desapercibidos y los comentarios sobre ellos pueden ser diametralmente opuestos, pues mientas algunas personas los consideran extraordinarios y rarísimos animales domésticos que hemos heredado de nuestros antepasados, otras los consideran asquerosamente feos y repulsivos.
¿Qué tienen de extraordinario estos cánidos que para algunas personas resultan excelsos y para otras horrorosos y hasta repugnantes?
La característica más conspicua de los xoloitzcuintli es el hecho de no tener pelo, y es justamente esa carencia de pelo la que los ha hecho mundialmente famosos. Existe una raza de perros sin pelo en China que probablemente sea un ancestros el xoloitzcuintli, pues los perros no son originarios del continente americano sino que arribaron del Asia junto con las primeras hordas humanas que llegaron al "Nuevo Mundo". De hecho, se dice que existían alrededor de 17 razas de perros que eran fieles compañeros de los americanos, entre ellos los perros de los esquimales, el perro de los sioux, los perros de los mexicanos, el perro peruano y el perro de la Tierra del Fuego. Por desgracia, muchas de estas razas han desaparecido o están en vías de desaparecer.
Los primeros seres humanos que pisaron las tierras que hoy conocemos como México, venían acompañados por perros, y esto ha sido comprobado a través de los registros históricos que han dejado a la posteridad nuestros antepasados.
En el lienzo de Jucutácato es posible observar cómo del Chalchihuitl-apazco, la vasija de jade de la cual se origina la humanidad, salen seres humanos que atraviesan el mar a bordo de diversos animales: "Sendos miembros de la tribu son llevados a la otra orilla sobre el lomo de nueve tortugas, otros cruzan el mar montados en perros."
Por lo visto, los perros mexicanos han acompañado a nuestra estirpe desde el origen de los tiempos antropogénicos. Esto no es privativo de los mexicanos, pues incluso se ha llegado a afirmar que el hombre es hombre, que el ser humano es tal, a partir de la domesticación del perro, pues este fue con toda seguridad nuestro primer animal doméstico. Pero, ¿qué es un animal doméstico?: "... es aquel [animal] que criado de generación en generación bajo la vigilancia del hombre, ha evolucionado de manera tal que ya constituye una especie, o por lo menos una raza, diferente de la forma salvaje primitiva que le dio origen".
Si nos apegamos a esta definición, tenemos que reconocer que los aztecas tuvieron por lo menos cuatro especies de perros, según se desprende de la información proporcionada por los indios sabios que conformaron junto con el padre fray Bernardino de Sahagún, los libros que ahora conocemos como Códice Florentino: "Los perros de está tierra tienen cuatro nombres: llámense chichi, itzcuintli, xochiocoyotl, y tetlamin, y también teuizotl. Son de diversos colores, hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros buros, otros pardos, otros castaños oscuros, otros morenos y otros manchados. Hay algunos de ellos grandes, otros medianos; algunos hay de pelo lezne, otros de pelo largo; tienen largos hocicos, los dientes agudos y grandes... Hay otros perros que se llaman tlalchichi, bajuelos y redondillos, que son muy buenos de comer."
Cómo vemos, una de las razas que los antiguos mexicanos tenían era utilizada como alimento, y los españoles se aficionaron de tal manera a comerla que cambiaban piezas grandes de vaca y cerdo por perrillos, e incluso se cree que este perro fue empujado a la extinción por el enorme consumo que hicieron de él los conquistadores y colonos ibéricos.
Para Eduard Seler, en su Comentarios al Códice Borgia, el hecho de que los perros domésticos de los mexicanos fueran comestibles, hace posible que en Yucatán y en la costa del Golfo se emplearan frecuentemente en los sacrificios, principalmente porque en Mesoamérica el perro desempeñaba un papel de primer orden en el culto de los muertos.
Según la creencia mexicana antigua, las almas de los difuntos llegaban cuatro años después de la muerte a la orilla del río Chicunahuapan (Chicunahuapan o Chignahuapan, el noveno río), que rodeaba al reino de los muertos, y sólo podían atravesarlo en caso de que estuviera esperándolas en la otra orilla del río su perro, que al reconocer a su amo se arrojaba al agua para volver a cruzarla con él. Por eso se enterraba a los difuntos con su perro, al que -claro está- se sacrificaba previamente.
La persistencia de está costumbre lleva a pensar que el perro tenía alguna relación especial con el mundo de los muertos, pero como dice Seler (op. cit.), existe otra posible explicación: la voz ch'i, tz'i, que designa al perro en las lenguas mayenses, está relacionada con la raíz homónima que significa "morder", por lo que parece que siendo el perro "el animal que muerde", se consideraba como símbolo del fuego. Incluso en el Códice Florentino, los informantes de Sahagún afirman que el día del calendario Ce itzcuintli (uno-perro) era "signo de fuego". Además, en los códices y monumentos del área maya no es raro encontrar la cabeza de un animal (probablemente perro) que escupe fuego.
La cabeza está representada como si se precipitara desde arriba y Seler (op. cit.) cree que se puede interpretar como animal-relámpago, por lo que es posible que el perro se haya considerado como el guía al reino de los difuntos por la doble razón de ser el símbolo del fuego y ser el que se precipita desde arriba, ya que en el México antiguo los muertos solían quemarse en una pira funeraria y se creía que el reino de los difuntos se encontraba por debajo de la superficie terrestre, y siendo el relámpago el animal que se hunde en la tierra, que hiende la tierra, el perro llegó a ser considerado como el animal que abría los caminos hacía el inframundo, el que cargaba con los muertos y los guiaba. Esta labor de portadores y guías de los muertos comunes estaba vinculada con los perros comunes, pero el perro xolo, el xoloitzcuintli, era el guía de los dioses muertos o del dios muerto. Y en el ocaso quien muere es el sol, que al atardecer se hunde en la tierra para alumbrar en el mundo de los muertos, transportado por Xólotl, el dios con cabeza de perro.
Pero como explica el maestro Rafael Martín del Campo, el dios Xólotl era divinidad gemelar por excelencia, pues era el gemelo nada menos que de Quetzalcóatl, considerado como el planeta Venus cuando podía ser visto como estrella de la mañana, a la vez que Xólotl era considerado como Venus cuando era la estrella vespertina.
Desde un punto de vista estricto, los gemelos humanos, univitelinos o no, pueden considerarse como una manifestación teratológica, es decir, monstruosa, y por eso Quetzalcóatl (de quetzalli, precioso, y cóatl serpiente o gemelo) se representaba ideográficamente en los códices como la "serpiente emplumada", aunque en realidad significaba el "gemelo precioso", mientras que su contraparte, Xólotl, era el gemelo monstruoso. Esto no quiere decir que para los antiguos mexicanos lo monstruoso fuera feo, sino qué tan sólo significaba una manifestación de la naturaleza que evidenciaba fehacientemente la influencia divina.
Aquí cabe hacer la aclaración de que las representaciones ideográficas de estos dos dioses son tan diferentes que podríamos concluir que probablemente los dioses Xólotl y Quetzalcóatl eran más bien cuates que gemelos idénticos.
Cómo ya hemos visto, los antiguos mexicanos tenían diferentes razas de perros (itzcuintli), de los cuales por lo menos una carecía de pelo y, por lo tanto, era denominada xoloitzcuintli, es decir, gemelo o cuate monstruoso del perro común el itzcuintli, el perro con pelo.
Más impactante aún es el hecho de que en una camada de cachorros de xoloitzcuintli, aparezcan tanto cachorros con pelo como cachorros sin pelo, aunque ambos padres carezcan de él.
¿Cuál es la explicación biológica de la carencia de pelo de está raza? Parece ser que es una característica neoténica, es decir que, por alguna razón todavía no determinada, los folículos pilosos de los cuales se originan los pelos no terminan de desarrollarse y quedan en un estadio embrionario de inmadurez o de desarrollo intermedio, que sin embargo no afecta a otras características del organismo pues es capaz de reproducirse aun teniendo características embrionarias. En resumen, la carencia de pelo en el xoloitzcuintli es muy probablemente una característica neoténica genéticamente dominante y que ha sido una adaptación evolutiva al medio, particularmente al calor.
Lo curioso del caso es que Xólotl, el dios con cabeza de perro (cuate de (Quetzalcóatl) que en el panteón azteca presidía el nacimiento de los gemelos y de los monstruos -siendo él mismo uno de ellos- tenía propiedades proteicas, pues según relata la leyenda del la creación del "quinto sol", para salvar la vida se transformó sucesivamente en pie de maíz con dos cañas, luego en mexólotl, maguey que tiene dos cuerpos, después en texólotl (tejolote o mano del molcajete, cuyo gemelo sería el molcajete), posteriormente en guajolote y finalmente en ajolote.
Resulta interesantísimo el hecho de que, tanto el perro xoloitzcuintli como el ajolote y el hombre, tengan características neoténicas.
Por increíble que parezca, algunas de las antiguas creencias mexicanas con respecto a los perros y su papel en el inframundo aún persisten en el México de hoy. Según el doctor Pascual Aceves Barajas, citado por Gutierre Tibón, en el Bajío, en los alrededores de San Francisco del Rincón, se dice que las mujeres que ya no desean tener más hijos, le dan de comer a un perro el cordón umbilical del último niño que tuvieron, pues el ombligo es considerado el gemelo del niño, que al llegar al inframundo (vía estomacal canina) pedirá al dios de la muerte no tener más hermanos. Por supuesto que este método anticonceptivo a través de ayuda canina es de muy difícil verificación por razones harto obvias.
En algunos otros lugares de México, al xoloitzcuintli se le dan valores terapéuticos, es decir, se le emplea como medio medicinal para curar algunas dolencias humanas, pues por su piel caliente, sin pelo y consecuentemente sin pulgas, es el mejor sustituto vivo de una bolsa de agua caliente, y en algunos lugares de Sinaloa ayuda a las mujeres indispuestas del estómago a remediar su mal. En algunas localidades del estado de Guerrero, se cree que quien poder a los xoloitzcuintli está protegido contra los "fríos" y otras dolencias.
Don Julio Ortega, médico e historiador nativo de Pachuca, Hidalgo,ves propietario de varios xoloitzcuintli y obsequió una cachorra llamada Xoli a la famosa, legendaria y acuciosa arqueóloga, arquitecta y doctora en psicología, Carmen Cook de Leonard, mexicana por nacimiento pero universal por su enorme producción científica sobre las culturas mesoamericanas.
Mi amiga Carmen recibió a la Xoli tan pequeña que le cabía en la mano y aún sobraba espacio. Fue la más fiel compañera que tuvo en su vida. Compartieron el mismo plato en los buenos y en los malos tiempos y al final la fidelidad de la Xoli llegó a sublimarse: se dejó morir 15 días antes de que falleciera Carmen. ¿Lo haría para esperarla al otro lado del Chignahuapan, guiarla y transportarla a través del mítico río?
(Tomado de: Cariño, Luis F. - Xoloitzcuintli, el perro mexicano. México Desconocido, noviembre 1991, número 177, Año XV. Editorial Jilguero, S.A. de C.V.)