lunes, 17 de febrero de 2025

Freddy Fernández “El Pichi”

 


Freddy Fernández “El Pichi”

(Actor)

(1934-1995, México, Distrito Federal). Debutó en el cine a los ocho años de edad en la película Cristóbal Colón (1943). Durante seis años hizo personajes sin importancia hasta obtener un papel relevante en Ustedes los ricos (1948). Sus cualidades de actor fueron reconocidas por los productores, lo cual le dio nuevas y mejores oportunidades. Entre sus cintas más populares recordamos Una calle entre tú y yo (1952), en la cual fue la pareja romántica de Evita Muñoz "Chachita"; intervino también en filmes como: Pepe "El Toro" (1952), Soy gallo donde quiera (1953), Los tres Villalobos (1954), Mi canción eres tú. ¿Con quién andan nuestras hijas? (ambas de 1955), Las manzanas de Dorotea (1956), La mujer que no tuvo infancia (1957) con Libertad Lamarque. Encarnó en la pantalla la imagen del hombre joven mexicano y gracias al éxito de sus películas hizo giras de presentaciones personales en varias ciudades de Estados Unidos.

Mauricio Peña. 

(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

jueves, 13 de febrero de 2025

José Miguel Gordoa

 


Gordoa (José Miguel). Nació en el Real de Álamos, Zacatecas. Estudió primero en el Colegio de San Ildefonso, de México, y después se incorporó a la Universidad de Guadalajara. Representó a la provincia de Zacatecas en las Cortes españolas, de las que era presidente cuando llegó el decreto de Fernando VII, de 4 de mayo de 1814, en que manifestaba que no juraría la Constitución y disolvía las Cortes. En esa ocasión pronunció un discurso que causó grandísima sensación y fue publicado en España y América. Regresó a México trayendo la cruz de Carlos III. Fue electo diputado por Zacatecas al Congreso Constituyente de 1824. Se le consagró obispo de Guadalajara en agosto de 1831.


(Tomado de: México en las Cortes de Cádiz (Documentos). El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción. Colección dirigida por Martín Luis Guzmán. Empresas Editoriales, S. A. México, D. F. 1949)

lunes, 10 de febrero de 2025

La caída de Tenochtitlan, 1521

 

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La caída de Tenochtitlan 

por Hernán Cortés 


Cortés no se dejó abatir por las derrota de la Noche Triste. Desde la tierra amiga de Tlaxcala prepara la vuelta a la metrópoli Imperial. La segunda marcha sobre México-Tenochtitlan y su caída constan en la tercera de las Cartas de relación del Capitán, de la cual se entresacan los siguientes párrafos.


Quiso nuestro señor dar tanto esfuerzo a los suyos que les entramos hasta los meter por el agua, a las veces a los pechos, y les tomamos muchas casas de las que están en el agua; y murieron de ellos más de seis mil ánimas entre hombres y mujeres y niños, porque los indios nuestros amigos, vista la victoria que Dios nos daba, no entendían en otra cosa sino en matar a diestro y a siniestro [...]

Aquel día se mataron y prendieron más de cuarenta mil ánimas. Y era tanta la grita y lloro de los niños y mujeres, que no había persona a quien no quebrantase el corazón. E ya nosotros teníamos más que hacer en estorbar a nuestros amigos que no matasen ni hiciesen tanta crueldad, que no en pelear con los indios. La cual crueldad nunca en generación tan recia se vio ni tan fuera de toda orden de naturaleza como en los naturales de estas partes. Nuestros amigos hubieron este día muy gran despojo, el cual en ninguna manera les podíamos resistir, porque nosotros éramos obra de novecientos españoles, y ellos más de ciento y cincuenta mil hombres, y ningún recaudo ni diligencia bastaba para los estorbar que no robasen aunque de nuestra parte se hacía todo lo posible [...]

Viendo que estos de la ciudad estaban rebeldes y mostraban tanta determinación de morir o defenderse, colegí dos cosas: la una, que habíamos de haber poca o ninguna de las riqueza que nos habían tomado; y la otra, que daban ocasión y nos forzaban a que totalmente los destruyésemos. De esta postrera tenía más sentimiento, y me pesaba en el alma, y pensaba qué forma tenía para los atemorizar de manera que viniesen en conocimiento de su yerro y del daño que podían recibir de nosotros, y no hacía sino quemalles y derrocalles las torres de sus ídolos y sus casas. E porque lo sintiesen más, este día hice poner fuego a estas casas grandes de la plaza, donde, la otra vez que nos echaron de la ciudad, los españoles y yo estábamos aposentados, que eran tan grandes, que un príncipe con más de seiscientas personas de su casa y servicio se podía aposentar en ellas; y otras que estaban junto a ellas, que, aunque algo menores, eran muy más frescas y gentiles, y tenían en ellas Muteczuma todos los linajes de aves que en estas partes había; y aunque a mí me pesó mucho, porque a ellos les pesaba mucho más, determiné de las quemar, de que los enemigos mostraron harto pesar, y también los otros sus aliados de la laguna, porque éstos ni otros nunca pensaron que nuestra fuerza bastase a les entrar tanto en la ciudad, y esto les puso harto desmayo [...]

Miré [desde una torre] lo que teníamos ganado de la ciudad, que sin duda de ocho partes teníamos ganado las siete; e viendo que tanto número de gente de los enemigos no era posible sufrirse en tanta angostura, mayormente que aquellas casas que les quedaban eran pequeñas, y puesta cada una sobre sí en el agua y sobre todo la grandísima hambre que entre ellos había, y que por las calles hallábamos roídas las raíces y cortezas de los árboles, acordé de los dejar de combatir por algún día, y movelles algún partido por donde no pereciese tanta multitud de gente; que cierto me ponían en mucha lástima y dolor el daño que en ellos se hacía, y continuamente les hacía acometer con la paz; y ellos decían que en ninguna manera se habían de dar, y que uno solo que quedase había de morir peleando, y que de todo lo que teníamos no habíamos de haber ninguna cosa, y que lo habían de quemar y echar al agua, donde nunca pareciese. Y yo, por no dar mal por mal, disimulaba el no les dar combate.

Otro día siguiente tornamos a la ciudad, y mandé que no peleasen ni hiciesen mal a los enemigos. Y como ellos veían tanta multitud de gente sobre ellos y conocían que los venían a matar sus vasallos y los que solían mandar, y veían su extrema necesidad, y como no tenían donde estar sino sobre los cuerpos muertos de los suyos, con deseo de verse fuera de tanta desventura, decían que por qué no los acabábamos ya de matar; y a mucha priesa dijeron que me llamasen, que me querían hablar. E como todos los españoles deseaban que ya esta guerra se concluyese, y habían lástima de tanto mal como hacian, holgaron mucho, pensando que los indios querían paz. Con mucho placer viniéronme a llamar y a importunar que me llegase a una albarrada donde estaban ciertos principales, porque querían hablar conmigo. Aunque yo sabía que había de aprovechar poco mi ida, determiné de ir, como quien quiera que bien sabía que no darse estaba solamente en el señor y otros tres o cuatro principales de la ciudad, porque la otra gente, muertos o vivos, deseaban ya verse fuera de allí. Y llegado al albarrada, dijéronme que pues ellos me tenían por hijo del sol, y el sol en tanta brevedad como era en un día y una noche daba vuelta a todo el mundo, que por qué yo así brevemente no los acababa de matar y los quitaba de penar tanto, porque ya ellos tenían deseos de morir y irse al cielo para su Ochilobus que los estaba esperando para descansar; y este ídolo es el que en más veneración ellos tienen. Yo les respondí muchas cosas para los atraer a que se diesen, y ninguna cosa aprovechaba, aunque en nosotros veían más muestras y señales de paz que jamás a ningunos vencidos se mostraron, siendo nosotros, con el ayuda de Nuestro Señor, los vencedores.




(Tomado de: González, Luis. El entuerto de la Conquista. Sesenta testimonios. Prólogo, selección y notas de Luis González. Colección Cien de México. SEP. D. F., 1984)

viernes, 7 de febrero de 2025

Julián Samora


Julián Samora


Fue pionero de los estudios mexicano-americanos en el medio oeste norteamericano, con una destacada trayectoria tanto en la labor docente y de investigación como en la lucha en pro de los derechos de la población de origen mexicano. Nació en Papagosa Springs, Colorado, en 1920. Sin mayores recursos, más que su aguda inteligencia Y tenacidad, logró conseguir las becas necesarias para estudiar y escalar el más alto de los peldaños siendo el primer mexicano-americano que obtuvo un doctorado en la Universidad de Washington, en San Luis Missouri. Como doctor en sociología y antropología dedicó su trabajo a la comunidad de origen mexicano y realizó estudios que sirvieron de base para la lucha por la reivindicación de sus derechos. Consciente de la importancia de hacer de los estudios chicanos una disciplina académica en las universidades, dirigió el primer Programa de Estudios Fronterizos México-Estados Unidos en la Universidad de Notre Dame, desde donde se unió a las principales luchas por los derechos civiles y el movimiento chicano. Su amplia obra escrita, que comprende más de treinta estudios y varios libros, es una verdadera denuncia contra la explotación a los trabajadores indocumentados, las condiciones de vida de los mexicano-americanos, el racismo y la segregación. Su activismo no se limitó al ámbito académico: así lo muestra su participación en la fundación del Consejo Nacional de la Raza y en la Comisión de Derechos Civiles. Recibió la orden mexicana del Águila Azteca en 1990. Murió en 1996.



(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 3 de febrero de 2025

Puños de algodón

 


Puños de algodón 

Margarita Montes, muchacha de rasgos duros y faldas "bien puestas", primero probó suerte como torera. Pronto se cansó de la indiferencia de los empresarios y cambió el paseíllo de la plaza de toros por los atirantados movimientos en los montículos beisboleros, donde se convertiría en la estrella de la novena femenil de la cervecería Díaz de León. 

Sin dar explicaciones, nunca, del porqué de su decisión, dejó que sus compañeras se siguieran divirtiendo con "elevaditos", "pisa y corre" y demás reglas misteriosas del beisbol. Si ya había probado su valentía y suerte frente a los cuernos del toro, por qué no lo iba a hacer frente a un contrincante con los puños envueltos en algodón. 

Así, en 1930, en su natal Mazatlán, inició la carrera de "La Maya", alias que le disgustaba tanto como la tranquilizaba cuando escuchaba al anunciador pregonar su aparición a grito pelado: la primera mexicana que se dedicaba al boxeo. Rápido trabó rivalidad con su paisana, Josefina Coronado, anunciadas por los mercados y rastros del puerto como Las primeras boxeadoras de México

Los combates se hicieron arduos y fieros, y el empresario local, Rodrigo Gómez Llanos, descubridor del indiferente Joe Conde, las llevó por las distintas plazas de la costa del Pacífico hasta llegar a Nogales, donde un grupo de managers norteamericanos entrenaron a Margarita para pelear con la desconocida campeona de Arizona, a quien venció por nocaut en el primer round. Después de esa experiencia, y por prohibición expresa de las autoridades de enfrentarse a mujeres, combatió contra boxeadores, los cuales corrieron la misma suerte que la misteriosa campeona. 

Con el retiro de "La Maya" se hicieron escasas, formalmente, las peleas de mujeres en nuestro país. Sin embargo, había una realidad alterna a la desaparición del boxeo femenil: muchos peleadores famosos entrenaban con mujeres que se ganaban la vida como sparrings. Julio César Chávez, el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos, tuvo su primer enfrentamiento contra Pilar López, avecindada en el mismo Puerto donde "La Maya" tuviera sus grandes éxitos. 

En tiempos recientes el boxeo femenil ha renacido, sobre todo en los gimnasios universitarios, como deporte amateur. Laura Serrano, quien enfrentó la discriminación e indiferencia de las autoridades de las diferentes comisiones, ha sido la boxeadora más exitosa en los últimos tiempos. 

Serrano se coronó, en el año de 1999, como monarca de los pesos pluma, reconocida por la Federación Internacional de Boxeo Femenil (WIFB, por sus siglas en inglés). Por falta de oportunidades decidió irse a erradicar a Estados Unidos, donde continúa su exitosa carrera. 

Frente a la crisis que el boxeo mexicano sufre, los empresarios, que antes desdeñaban y se burlaban de sus largas horas de "sufrimiento" en los gimnasios sin reconocimiento ni fruto posibles, ahora ahora ven en ellas la posibilidad de salvar el negocio y meter gente curiosa para verlas pelear, ya no en los lavaderos sino en los mismos rings donde se presentan los grandes ídolos. Si el reconocimiento ha tardado en llegar, el ritmo de entrenamiento se ha incrementado, ya no por ser tomadas en cuenta sino por la realidad de tener un combate en puerta. 

Finalmente, en la Arena Coliseo, la catedral de nuestro boxeo -como pomposamente se le llama al embudo de las calles de Perú- se volvieron a ver las monedas llover sobre la lona, para demostrarles a las nuevas guerreras lo agradecidos que estaban los viejos aficionados.


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)