La Historia de Mexico y de los mexicanos como se ha escrito: a través de diarios, de proclamas, de actas, de folletos, de libros. Los testimonios, los datos fríos, los análisis, las letras espontáneas de los corridos. Finalmente, nuestra historia. ¡No nos pierdas la pista!
(1906-1986, Chihuahua, México). Se dice que Roberto Gavaldón Leyva desde joven se fue a Hollywood para trabajar como extra en el cine, actividad que continúa en México durante 1932. Como su vocación era la realización, comienza como asistente de director. Pronto asimila las técnicas del cine y en 1944 debuta con La barraca, filme al que le da gra calidad y solidez, colocándolo entre los mejores cineastas de esa época (Emilio "El Indio" Fernández, Alejandro Galindo, Julio Bracho, Fernando de Fuentes e Ismael Rodríguez). Otras películas que realizó son Rayando el sol (1945), La casa chica (1949), La diosa arrodillada 1947), El rebozo de Soledad (1952), El niño y la niebla (1953), Macario (1959), Rosa blanca (de 1961, la cual, por problemas de censura, estuvo enlatada más de 20 años), Doña Macabra (1971) y El gallo de oro (1964); además dirigió algunas producciones norteamericanas como El pequeño proscrito y la última cinta que realizó fue Cuando tejen las arañas en (1977).
Amelia Camarena
(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)
En 1963 Ernesto Alonso reunió a tres "monstruos sagrados" del teatro nacional: las españolas Amparo Rivelles y Ofelia Guilmáin, y la cubana Carmen Montejo, para interpretar los papeles principales de una telenovela escrita especialmente para ellas por el talentoso dramaturgo Hugo Argüelles, Doña Macabra. Hacía su aparición un género inexplorado hasta entonces por la telenovela: el humor negro. La historia fue un éxito absoluto: dos ancianas medio brujas son asediadas por un ambicioso pariente político convencido de que ellas esconden en su casa un tesoro. Las tres actrices estuvieron soberbias en sus papeles, acompañadas por dos excelentes primeros actores: Enrique Rambal y Narciso Busquets, con la muy ágil dirección del propio Alonso.
Con esta telenovela empezó la grabación en "locaciones": se grababa en el exterior para "darle aire" a la producción (y a veces también para ahorrarse algunos pesos de escenografía). En aquellos tiempos heroicos la grabación en locaciones era algo digno de verse: los gigantescos camiones llamados "unidades de control remoto" llevaban en sus entrañas las máquinas de videotape y ocupaban una cuadra entera junto con el camión de la planta de energía, el camión de maquillaje, el de vestuario y el cámper que hacía las veces de camerino y vestidor de los actores. Era un desfile circense que partía de Televicentro entre los aplausos y la admiración de los curiosos. Por otra parte, el personal de estas unidades estaba capacitado para filmar con sus cámaras partidos de fútbol, pero no las sutilezas de una telenovela, de modo que el director se les veía negras para hacerles entender que lo que iban a filmar no se parecía a un tiro a gol sino a una escena de amor. Con todo, gustó mucho ver a los actores caminando por calles verdaderas.
Hugo Argüelles volvió a incursionar en la telenovela y en 1964 presentó, también para Ernesto Alonso y la Rivelles, La mujer dorada, uno de los fracasos más sonados del medio por lo audaz de su argumento: en un circo se exhibe casi desnuda a una bella mujer que tiene la piel dorada, como de angelito barroco; sus amigos son el enano, la mujer gorda, los siameses, la mujer barbuda. Este desfile monstruoso desagradó a los ejecutivos de Telesistema, quienes ordenaron el corte repentino de la telenovela en el capítulo 40, sin remate ni explicación. Al día siguiente, en su horario se pasaba un documental sobre la pesca de atún en Alaska.
(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)
Me recibió Macabra con sus ladridos de lobo, pero Hugo la calló,
mientras me decía:
Lo que quiere es que la acaricies.
“Primero muerta”, pensé yo, pero contesté: “Mejor enciérrala, ¿no?”
Macabra, como si me entendiera, me olió y muy digna se volteó para ignorarme el
resto del tiempo.
Una vez dentro de la casa, por una de las ventanas que dan al patio
vi cientos de palomas que revoloteaban ¿Y eso qué es?
Tengo una colección de palomas rarísimas que me han ido trayendo de
aquí y de allá.
¿Dónde es “aquí y allá”?
De la India tengo unas que se llaman mokis y son sagradas; también
tengo las capuchinas y otras que nacieron en Egipto y en África, y que ya se
han reproducido. Mira, aquí fuera está el palomar (tan alto como un edificio). En
la sala estilo Luis XV, destaca un majestuoso Cabrera y algunos hermosísimos
retablos enmarcados en yeso. Decidí olvidar un poco el decorado y dedicarme a
charlar con este singular escritor, cuando sobre la mesa vi unas hojas con un
gigantesco curriculum vitae que se iniciaba así: “1952-1957.cinco años en la
carrera de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina.”
¿Pero cómo, Hugo, después de cinco años dejaste tu carrera?
Sí, porque definitivamente no era lo mío. Desde el tercer año de
medicina la inquietud de escritor estuvo por encima de la inquietud de ser
médico, y bajo la tutela de Novo y Carballido cursé al mismo tiempo el primer
año de Bellas Artes.
¿En tu casa lo sabían?
¡Claro que no! Pero surgieron entonces las obras Los cuervos están
de luto y Los prodigiosos, que fueron premiadas inmediatamente.
Y con eso se acabó la mentira.
¡Cierto! Seguí la carrera de Letras Españolas, especialización en
Arte Dramático, y de ahí a trabajar, con obras en escena.
¿Cuál fue tu primera obra que se estrenó?
Los cuervos, en 1960, producida y actuada por Carmen Montejo.
Después Francisco del Villar la vio y se interesó en llevarla al cine, pero
antes me pidió otra historia… Trabajé como enajenado, y en quince días surgió
El tejedor de milagros.
¡Fantástica! Ganó un premio, ¿verdad?
Muchos en México, y uno en Alemania. Fui a Berlín con El tejedor, y
me quedé en Europa estudiando y viendo mucho teatro.
¿Y la televisión?
Cuando regresé a México me mandó a llamar Ernesto Alonso y me dijo:
“Las gentes como tú y yo nos hablamos de tú”. Surgió Doña Macabra, lo
entusiasmó, la dirigió magníficamente y triunfó. ¿Tú sabes que Doña Macabra fue
la única farsa de humor negro que se ha hecho en televisión? Era tanto el abuso
del chantaje mental que había que sanearlo a base de humor negro.
¿Qué piensas del cine mexicano?
Va mejorando y con vistas a reconquistar otros mercados
internacionales. Tanto por la temática que ya se atreve al estudio de
caracteres y a no abusar de prototipos, como al nivel técnico, que es de
indudable adelanto.
¿Trabajas para todo el que te lo pida?
No. Soy selectivo.
¿Dónde se han presentado tus obras?
Los cuervos se presentó en Checoslovaquia. El tejedor, en Alemania.
Los prodigiosos, Medea, y Los visitantes del sueño, en Cuba. Y actualmente se
estudia en Madrid la puesta en escena de La ronda de la hechizada.
¿Por todas te han premiado?
Por la mayoría.
¿Por qué siempre escribes obras tétricas?
Las siento. Mira, nada menos cuando empecé a escribir La hechizada,
fue como si alguien me la dictara: estuve seis días sin despegarme del papel;
pero lo curioso vino después: un buen día, leyendo de seres hechizados,
descubrí que en Asturias –de donde es mi padre- existió hacia 1575 un monje que
exorcizaba a los poseídos; prestó servicios, entre otros, a Carlos II el
Hechizado. Este monje fue perseguido por la Inquisición y no se supo su fin.
Parece que unas monjas de un convento lo protegieron, pero lo espeluznante del
caso es que el monje se llamaba Hugo Fernando Argüelles.
Entiendo ahora que todo esto te produce el más profundo respeto…
Mucho, y en mi próximo viaje a España, que será pronto, me propongo
investigar más sobre ese monje.
¿Tú dirías que eres “una buena persona”?
Ni bueno, ni malo. Tengo muchas amistades lo cual puede hacer pensar
que soy buena persona, pero también tengo enemigos, y me encanta tenerlos,
sobre todo si son interesantes y demoníacos para que la enemistad tenga
sentido.
Para mí, que tú eres mucha pose.
Utilizo la pose porque da tranquilidad y te quita gente de encima,
muchos imbéciles.
¿Ganas mucho?
Trabajo para vivir una buena vida, como a mí me gusta…
Dejar a Hugo fue un descanso para mi mente, porque a pesar de ser mi
amigo, sus obras me producen escalofríos…
[Hugo Argüelles, 2 de enero de 1932, Veracruz, Veracruz; 24 de
diciembre de 2003, Cd. De México]
(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios
Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)