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lunes, 29 de agosto de 2022

Claudio Brook

 


Actor versátil, hombre de bien, figura de contrastes, (lo mismo representaba los ideales humanistas de don Quijote de la Mancha que las blasfemias de Luis Buñuel), Claudio Brook fue un rostro privado del dominio público, reconocido al parejo por intelectuales y amas de casa.

Claudio Brook nació en la ciudad de México, en 1927. Estudió la carrera de contador público y finalmente decidió ser actor, gracias a las enseñanzas de Seki Sano, Salvador Novo y Fernando Wagner. Dotado de una admirable voz, se mantuvo cerca del quehacer cultural y se presentó en salas de conciertos como narrador de obras de música clásica acompañadas de texto. También fue frecuente su presencia en varias campañas publicitarias de televisión. En la década de 1980 participó en anuncios comerciales de los automóviles Chrysler.

Dobló voces, desdobló personajes para radio y fue anfitrión de eventos internacionales transmitidos por la televisión: concursos de belleza y entregas de premios cinematográficos.

Entre sus películas más connotadas se cuentan La vía láctea y El ángel exterminador, ambas de Luis Buñuel. Estas cintas ampliaron su radio de acción pues fueron exhibidas en todo el mundo con reconocimiento unánime a su desempeño como el sacerdote de la primera y el mayordomo de la segunda. Actuó en Viva María, dirigida por Louis Malle, con un reparto que incluía a Jeanne Moreau y Brigitte Bardot. Jospeh Losey lo dirigió en El asesinato de Trotsky.

El castillo de la pureza, dirigida por Arturo Ripstein, ofreció su interpretación más memorable: un enfermo mental que mantiene encerrada a su familia para que no se contamine con el mundo externo. Otros críticos preferían Simón del desierto, dirigida también por Luis Buñuel.

La obra musical El hombre de la Mancha basada en Don Quijote de la Mancha, la famosa novela del escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, amplió su fama al permanecer en cartelera por varios meses hasta llegar a las 300 representaciones. La misma puesta en escena se presentó en Broadway, Miami y la República Dominicana. Su papel protagónico en El vestidor fue aclamado por la crítica. En la obra representaba a un actor maduro en la cúspide del éxito artístico.

Brook gozó de una vida familiar plena. Se casó sucesivamente con las actrices Mercedes Pascual, Eugenia Avendaño y Alicia Bonet. Tuvo seis hijos: Claudia, Simón, Juan Carlos, Mauricio, Arturo y Gabriel.

Una de sus últimas apariciones en la pantalla fue en Cronos, de Guillermo del Toro, en la que representaba a un personaje cruel y poderoso, ávido de inmortalidad, siguiendo la mejor tradición del cine de terror estadounidense.

Claudio Brook murió a las 19 horas del miércoles 18 de octubre de 1995, víctima del cáncer que le aquejaba hacía varios meses.


(Tomado de: Todo México 1996. Resumen ilustrado de los acontecimientos más importantes registrados en México en 1995 para la actualización de la Enciclopedia de México. Kentucky, EUA, 1996)


viernes, 21 de diciembre de 2018

El encierro como virtud, El castillo de la Pureza

 
En julio de 1959 se descubre un caso de encierro familiar. Rafael Pérez Hernández es detenido por el secuestro de su mujer y sus seis hijos, de nombres un tanto alegóricos: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir y Libre Pensamiento. Llevan más de 15 años encerrados, golpeados, zarandeados por regaños y sermones. La hija mayor, Indómita, tiene 17 años y la menor, Libre Pensamiento, 42 días de nacida. (Otros dos han muerto muy niños.) Durante 15 años, Pérez Hernández alimenta a su familia con una dieta de avena y frijoles (lo que "favorecía la espiritualidad", según apunta en su crónica Víctor Ronquillo), mientras los obliga a la elaboración agotadora de raticidas. Nadie los visita y sólo abandonan la casa para que el padre les enseñe las perversiones de este mundo. (De vez en cuando van al Cuadrante de la Soledad, en la Merced, a observar a prostitutas y alcohólicos.) Con el tiempo deciden rebelarse y piden auxilio. Y en julio de 1959 la policía detiene a Pérez Hernández que protesta: "Mis hijos sólo tratan de apoderarse del capital que he logrado formar con muchos sacrificios."

Esta vez, el episodio tiene tal valor sintomático y simbólico que borra su origen específico y se vuelve fábula urbana. (Casos similares no escasean.) Aquí el tema lo es todo: un hombre, que se concede a sí mismo dones filosóficos y proféticos, quiere evitarle a su familia (su posesión literal, sus cosas que son mujer e hijos) la contaminación de la realidad. ¿Se puede ir más lejos en el solipsismo, en el afán de eliminar a la vez el conocimiento y el pecado? El padre-carcelero, que se declara ateo, participa del fundamentalismo más extremo: el mundo es el hervidero que destruye la inocencia. Él, prófugo de la Contrarreforma, enseña la obediencia a través del temor, y hace del encierro la pedagogía última. Afuera, el mal amenaza con devastar su hogar amurallado; dentro, hay que tajar a tiempo los propósitos de libertad. El Carcelero (el Padre Terrible) es la metáfora más desbordada del autoritarismo sin valladares. He aquí, en su grotecidad, la caricatura del pánico moral en las grandes ciudades.

En este caso se inspiran Los motivos del lobo (1965), la obra teatral de Sergio Magaña y El castillo de la pureza (1972), la película de Arturo Ripstein con guión de José Emilio Pacheco.

(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994)
 
Dirección: Arturo Ripstein

Fotografía: Alex Phillips

Con Claudio Brook, Rita Macedo, Arturo Beristáin, Diana Bracho, Cladys Bermejo y David Silva.