lunes, 30 de septiembre de 2024

Eulalia Guzmán

 


Eulalia Guzmán 

(1890-1985)


Reivindicar el mundo prehispánico


El patrimonio material y simbólico que ha sobrevivido como testimonio del México prehispánico ha sido motivo de disputas de toda índole. La exploración, los descubrimientos, la interpretación documental, incluso el saqueo dieron pauta al desarrollo de la arqueología, sin embargo, esta disciplina fue predominantemente masculino hasta la irrupción de Eulalia Guzmán.

Hija de Julián Guzmán Pacheco y Antonia Barrón Calvillo, nació el 19 de febrero de 1890 en San Pedro Piedra Gorda, Zacatecas. Concluida su educación básica, optó por inscribirse en la Normal en la que hizo amistad con María Arias Bernal. Un relato sitúa a Eulalia como una de las personas que estaban con la intrépida profesora cuando corrió la noticia de la aprehensión de Madero. Enteradas del hecho, ambas acudieron a Palacio Nacional y solicitaron audiencia con Huerta para pedir que se protegiera la vida del presidente, pero no fueron recibidas.


Cuando iban rumbo al elevador, uno de los empleados de intendencia les dijo: "Señoritas, vengan a este pasillo para que vean, quizá por última vez, al señor Madero." Así lo hicieron, alcanzando a contemplar a través de los cristales opacos [...] la silueta a contra luz de aquel hombre que estaba en los umbrales del cadalso. Madero se paseaba, recuerda doña Eulalia, con las manos hacia atrás y la cabeza inclinada hacia adelante.

 

Una vez consumado el magnicidio, y cuando era más que necesario negar las filiaciones maderistas, Eulalia acudió con su mentora a las puertas de la penitenciaría de Lecumberri a exigir la entrega del cadáver, y "fue de las pocas personas que fueron testigos de que el caudillo de la Revolución de 1910 se le dio por mortaja una sábana de la expulsaban los delincuentes”.

A partir de ese incidente fue despedida y se le impidió ejercer. La situación cambió con la llegada de Carranza a la capital, pues la persecución terminó y pudo dedicarse al aprendizaje de la historia y la arqueología, mismo que cultivó en la Escuela de Altos Estudios.

Con el apoyo del gobierno constitucionalista viajó a Estados Unidos a continuar su especialización. A su vuelta, fungió como directora durante año y medio de una primaria rural ubicada en Sonora.

En 1921 fue profesora interina de lengua castellana en la Nacional Preparatoria y en 1922 se integró a la plantilla docente de su alma mater, para luego acudir como observadora pedagógica a las escuelas experimentales recién fundadas en Brasil, Suiza, Bélgica y Alemania. Cuando regresó, se incorporó a la campaña educativa de Vasconcelos. De 1926 a 1929, el gobierno mexicano la becó para que se radicara en Berlín y en Jena, dedicándose al perfeccionamiento de sus estudios en ciencias de la educación.

En 1930 se convirtió en una de las pioneras en el campo de la arqueología mexicana y acompañó a Alfonso Caso, máximo representante en la materia, a las excavaciones de Monte Albán, entonces las más importantes del país. Para 1934 obtuvo el grado de maestra por la UNAM, mismo que le fue concedido por su tesis Caracteres esenciales del Arte antiguo mexicano.

Entre 1936 y 1940 regresó a Europa para documentar la historia del México precolombino. Aprovechó su estancia para trasladarse a Egipto a distintos congresos de actualización. También en ese periodo se pronunció a favor del nombramiento de Alfonso Caso como catalogador de tesoros arqueológicos: "Yo sé lo que le digo: el Lic. Caso es gente de mente para la ciencia, es autoridad en arqueología de México, [...] es incansable investigador y ama la arqueología, a tal punto que ha abandonado toda otra clase de actividades profesionales [...] y tiene además una reputación internacional muy alta. [...] si se quiere el avance de la ciencia en México: ¿por qué no poner en los lugares precisos a las personas precisas?”

En 1942 fue nombrada presidenta del Servicio Civil Femenino, un movimiento que tenía como propósito preparar a las mexicanas ante un posible escenario bélico en paralelo al servicio militar varonil, dadas las circunstancias de la Segunda Guerra, en la que México se involucró después de un ataque alemán que resultó en el hundimiento de dos buques petroleros. El cargo de Eulalia fue simbólico y se le otorgó debido a su estatuto de científica eminente, sin embargo, su trabajo arqueológico le exigió viajar a California a continuar con la catalogación de códices.

Al año siguiente fue invitada al programa radiofónico La Hora Nacional, en el cual elogió la labor histórica de Sor Juana Inés de la Cruz, Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez; también dirigió un discurso sobre el deber moral de la mujer en el marco del conflicto:


En la historia tormentosa de nuestra vida independiente, la mujer mexicana, en su enorme mayoría, ha continuado siendo lo que fue en las horas decisivas de México: colaboradora enérgica y desinteresada al lado del hombre patriota, siempre a favor de aquello que significa justicia y bien social. Ahora henos aquí ante una nueva situación [...] puesto que se trata de los destinos de la humanidad. A los males terribles que la guerra armada ha desatado, se agregan conceptos equivocados, dogmas y abusos que en nombre de falsos derechos de grupos que quisieron ser privilegiados, se predicaron como bandera de combat, y que ahora en estos momentos de confusión han ahondado sus raíces por todas partes bajo diversas formas. Males morales por un lado y desequilibrios económicos por el otro, forman ya un séquito de calamidades cuyo aumento se presiente. Puesto que México ha entrado a la contienda, es de urgencia inmediata que, al igual que lo que acontece en otros pueblos, en esta vez, como en el pasado, la mujer cumpla con su deber [...] Ninguna mujer, cualquiera que sea su situación, debe de permanecer inactiva o indiferente. Una era llena de calamidades toca a su fin, pero es forzoso que la mujer ponga su contribución moral y material en las labores que han de preparar un mundo mejor.

 

Reafirmó su compromiso con la educación en 1946, año en que aceptó escribir el primer curso de Historia universal para maestros rurales, al tiempo que impartía clases durante los talleres de verano organizados por la Normal.

El 26 de septiembre de 1949, después de meses de investigación a cargo de un equipo de trabajo, Eulalia hizo público su hallazgo más importante: el de los restos de Cuauhtémoc, último gobernante azteca, quien según sus investigaciones había sido enterrado en una pequeña población del estado de Guerrero. La noticia provocó revuelo internacional, pero también el escepticismo de buena parte de su gremio. Caso fue de los primeros en felicitarla. Eulalia refirió que ese día "los pobladores [...] esperaron la noticia en el atrio de la iglesia y las campanas se echaron a vuelo para llamar a los indígenas de los pueblos vecinos, quienes dieron gracias al cielo por haber comprobado lo que se venía diciendo de generación en generación”.

Las dudas sobre la autenticidad de la osamenta derivaron en que el grupo opositor creara una comisión dedicada a desmentirla. En medio de la controversia, el historiador José Mancisidor escribió un artículo en defensa del trabajo de Eulalia, al tiempo que criticó con dureza a sus detractores:

 

Tenaz, con la persistencia del mezquite sobre la arena, [...] pertenece a ese tipo de seres humanos capaces de forjarse, pese a las más empecinadas dificultades, su propio destino. El azar, la suerte, la de buenas o la de malas no significan nada para ella. [...] ¿Qué de raro tiene, pues, que una mujer de tales condiciones haya sido predestinada para sacar del fondo de su tierra los restos de Cuauhtémoc? [...] Eulalia Guzmán ha tocado con sus manos constructivas una parte de esa verdad tan buscada por ella misma. La ha tocado en [...] los sagrados huesos de Cuauhtémoc, cuyo recuerdo no han podido destruir, ni siquiera opacar, quienes [...] ante Hitler y Francisco Franco, se arrodillan, en el día y en la noche, ante el recuerdo de Cortés, Eulalia Guzmán ha comenzado a caminar en los senderos de la inmortalidad ahora que sus detractores, impotentes, se arrastran a ras de suelo.


El gobierno de Guerrero organizó, el 23 de abril de 1950, un homenaje nacional a Cuauhtémoc en Ixcateopan. La prensa aprovechó la ocasión para reconocer la valía de los descubrimientos de Eulalia:



No basta la opinión de unos cuantos [...] hispanófilos para destruir el sentimiento patrio que con entusiasmo desbordante se ha exaltado, y mucho menos la pretensión de las autoridades para oscurecer la gloria que ella [Eulalia] ha conquistado al realizar los descubrimientos que, por su significación, han traspasado las fronteras de México mostrando una vez más, que amamos lo nuestro y que las libertades defendidas por los hombres íntegros del ayer, sabremos defenderlas también, en todos los tiempos, aun a costa de nuestra propia vida.


Sus oponentes emitieron un dictamen adverso que fue duramente refutado por Eulalia. La arqueóloga inició su defensa cuestionando sus credenciales, para después interrogar los procedimientos que llevaron a cabo, pues de acuerdo con su versión nadie había tenido acceso a las piezas pictóricas y artesanales que, además de los restos, legitimaban la identidad del tlatoani.

En 1951 fue investigada por la policía secreta de Miguel Alemán por su supuesta filiación comunista. En su expediente de la Dirección de Seguridad se lee un fragmento de un discurso que pronunció con motivo del secuestro y expulsión del país del estadounidense Gus Hall:


Quiero hacer hincapié en este mensaje en mi convicción de que de ninguna manera se trata en esta asamblea de defender ideologías comunistas simplemente porque el señor Hall sea comunista ni de cualquier otro color político o religioso, pues hay muchos que reprochamos por el hecho por el cual se protesta que, como en el caso mío, no somos comunistas, ni de izquierdas ni de derechas, sino que tenemos nuestro propio modo de pensar y de actuar, y en lo que concierne a la cosa pública simplemente profesamos ideas liberales y de obediencia y respeto a las leyes que nos rigen y defendemos nuestra dignidad de pueblo independiente, cosas que en este caso pedimos que se respeten.


Diego Rivera y Emma Hurtado difundieron los esfuerzos de Eulalia en la antigua URSS: "No hemos logrado tener noticias exactas de tus gestiones en pro de nuestro gran señor Cuauhtémoc, sólo rumores de que fue oficialmente reconocida la autenticidad de tu formidable descubrimiento y además supimos [...] que ya se está construyendo [el camino] de Taxco a Ixcateopan, todo lo cual nos hace pensar que tu triunfo ya abarcó todos los aspectos.”

Congruente con su amor a lo indígena, Eulalia refutó la figura de Hernán Cortés ya que, desde su perspectiva analítica, fue la mezquindad del español la que dio pie a la tergiversación de la historia de México, pues en sus cartas caricaturizó a los líderes prehispánicos, por lo que ella consideraba necesario reivindicar el mundo azteca a través de las biografías de Moctezuma y de Cuauhtémoc.

En 1958 publicó Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V sobre la invasión de Anáhuac. Rectificaciones y aclaraciones, en el que, con una fiera exposición nacionalista, 'arranca ante el mundo la careta de hidalguía, bondad y santidad con que se había cubierto 'aquel satánico cristiano, el pirómano Cortés', y con ese espíritu, justiciera y veraz proclama en este libro al pueblo mexicano: la necesidad de pública reparación y reivindicación obligada de exaltar la noble [...] figura de Moctezuma Xocoyotzin”.

El libro de Eulalia fue recibido con recelo por buena parte de los estudiosos de la historia precolombina. Nemesio García Naranjo comentó: "Sigo creyendo que sobre nuestra raza cayó lo mejor de los insectos, o lo menos malo: los españoles, porque el porvenir nuestro era peor. Acuérdese usted de lo que hicieron otros con las demás razas aborígenes. Quiero ver un día en la Casa Blanca a un piel roja como presidente, como en México tuvimos [...] a un gran indio: Benito Juárez.”

En medio de la controversia, Eulalia conminó a sus adversarios a dejar el terreno del descrédito personal y a limitarse a criticar su publicación, ya que ella no basaba su trabajo en opiniones personales, pues "las rectificaciones grandes y pequeñas a los relatos de Hernán Cortés sobre la Conquista de México, no las hago yo, sino sus contemporáneos, que fueron testigos de aquélla; es decir, sus compañeros, sus víctimas, sus aliados, los simples espectadores y los que después, dentro de la misma época, consultaron a unos y a otros y escribieron sobre el mismo asunto”.

Como reconocimiento a su trayectoria, recibió el premio bienal de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. En el acto de entrega criticó los errores de contenido en los libros de texto de su materia. Habló también acerca de una concepción equívoca de la civilizaciones de Anáhuac, pues aseguró que eran comunidades pacíficas que fueron calificadas con alevosía por los invasores de bárbaras.

Algunos vieron en el proyecto de Eulalia la intención subrepticia de caricaturizar a Cortés, por lo que enarbolaron la bandera de la hispanidad como respuesta histórica al fenómeno de la Conquista. Alfonso de la Serna, en una carta abierta, escribió: "Usted no ha comprendido a su propio país, en donde España realizó una de las operaciones más difíciles y audaces de la historia: fundir la sangre de los hidalgos de Castilla con la morena sangre de los príncipes de Anáhuac, [...] hacer que se entendieran, a través de las edades, dos pueblos tan distintos. [...] Esta grandeza y servidumbre, que recaen directamente sobre México, haciendo de él uno de los países más originales y fascinantes del mundo, no las ha comprendido usted.”

A pesar de su renuncia a la participación política, David Alfaro Siqueiros la invitó a formar parte de un frente patriótico nacional, que estaría integrado por "personalidades no reaccionarias", con la finalidad de presentar un bloque unido de candidatos al Congreso. Eulalia se negó a participar en el proyecto y continuó con sus investigaciones.

Durante la década de los sesenta reflexionó sobre la importancia de las lenguas nativas o indígenas, e insistió en su preservación:


Nuestras instituciones enseñantes superiores no tienen en sus planes de estudio cursos completos de lenguas nativas, ni siquiera de la principal que se hable en la región (náhuatl, maya, mixteca, zapoteca, purépecha, otomí) para leer lo que los nativos escribieron en su lengua, ya en caracteres latinos. Tal parece que no nos importa conocer nuestro pasado ni entender nuestro presente; hay una especie de vergüenza, repulsión o menosprecio, formas claras del malinchismo consciente o inconsciente que padecemos.


Tras catorce años de haberse hallado la osamenta del último gobernante de Tenochtitlán, el Senado organizó una celebración en Ixcateopan que constituyó un reconocimiento tácito al trabajo de Eulalia Guzmán.

Poco después, pidió que se recogieran las medallas otorgadas con motivo de la celebración del Día de la Raza de 1963, ya que en una de sus caras tenían la imagen de Cuauhtémoc y en la otra la de Cortés, desde su punto de vista, los metales así acuñados constituían una afrenta: "Si se permite la circulación de esa medalla conmemorativa [...] pediremos que se acuñen otras con las efigies de Hidalgo y Elizondo; de Morelos y de Calleja, de Guerrero y Picaluga, y de Madero y Victoriano Huerta; el equivalente de vergüenza será el mismo.

Vinculada al instituto Nacional de Antropología e Historia, exigió apoyo del gobierno para evitar los saqueos al patrimonio nacional y que se crearan sistemas de vigilancia en los perímetros de las zonas arqueológicas. Su dedicación al trabajo sin la mediación de ambiciones económicas le ganó admiración, pues su temperamento no se permitía "egoísmos" o "codicias" de ningún tipo.

El 23 de febrero de 1968 se le rindió un homenaje con motivo de su jubilación, después de 58 años de servicio. Durante el evento se le felicitó por ser "la primera figura que abiertamente se ha pronunciado por la defensa del mundo indígena en México,. Antes de ella, los investigadores de la época precortesiana se basaban en las obras de autores hispanos y no se atrevían a contradecirlos". También se dijo que la profesora había sido víctima de una gran injusticia, ya que no había recibido financiamiento suficiente durante su trayectoria.

Después de su retiro, continuó su campaña de cambiar la imagen heroica y aventurera de Cortés. Ya había logrado que Rivera lo pintara como un individuo de notoria debilidad física y mental, sin embargo, aprovechaba cualquiera de sus apariciones públicas para reiterar su desprecio por él, mismo que volvió a estar en boca de la prensa cuando un vecino de Popotla se apoyó en las opiniones de Eulalia para exigir que se cambiara el nombre del Árbol de la Noche Triste por el de la Noche Alegre, considerando que los únicos que podían lamentarse por lo ocurrido aquella fecha eran los españoles. La iniciativa no prosperó.

La década de los setenta vio el renacimiento de la polémica sobre la osamenta de Ixcateopan. Con nuevos procedimientos, Eulalia pidió la exhumación, pues las dudas lastimaban su prestigio. Sin embargo, ya no logró participar personalmente debido a su estado de salud.

En 1975 se impuso su nombre a una de las calles de la colonia Atlampa, en la que tenía su domicilio. Aquejada por una arterioesclerosis cerebral, pasó sus últimos días enclaustrada en su casa y dedicada a la lectura, al cuidado de María y Elvira Luján. Falleció el 1° de enero de 1985 en la Ciudad de México.

Su legado más importante fue el rescate de la riqueza ancestral de México y la sistematización de una disciplina que no había sido explorada con la pasión y la firmeza con que ella lo hizo, aún cuando fue atacada por la defensa férrea de sus convicciones.



(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

viernes, 27 de septiembre de 2024

El Bajío, cuna de la insurgencia

 


Cuna de la insurgencia 

La fértil región que se extiende al norte de Michoacán y Querétaro se le llama el Bajío. Es una zona de llanuras templadas, donde a una primavera seca sigue un verano de fuertes lluvias. Estas características, y sus fértiles tierras negras, permitieron el desarrollo de los cultivos de maíz, trigo, cebada y grandes pastizales para la ganadería. Durante su viaje por la Nueva España, en 1803, Humboldt quedó admirado ante la fertilidad de las tierras de Silao, León y Celaya, que le recordaron "los campos más atractivos de Francia”.

A mediados del siglo XVIII, el Bajío era ya una próspera frontera entre la ganadería y la minería del norte del país y las grandes haciendas de los valles centrales. Esta condición de zona intermedia aceleró el mestizaje, introdujo formas más complejas de propiedad y propició actividades económicas diversas: agricultura, ganadería, industria textil, minería. El impulso en estas áreas desató un proceso de relativa urbanización y aumento de la población a mediados del siglo. En 1790, en Guanajuato, donde se hallaba la mina de la Valenciana, la producción de plata sobrepasó los cinco millones de pesos, mientras que los habitantes de la ciudad y sus alrededores sumaban ya unas 55,000 personas. 

La agricultura del Bajío presentaba una gran complejidad en las formas de posesión de la tierra. A diferencia del norte de la Nueva España, las haciendas coexistían con ranchos, estancias y pueblos de indios. La mayoría de las haciendas eran trabajadas por peones, arrendatarios, aparceros y precaristas. En 1793, en la región había 1,076 ranchos y unas 448 haciendas, de manera que a fines del siglo XVIII el rancho era la forma de propiedad agraria más común. Sus pequeños propietarios, los rancheros, como la mayoría de los arrendatarios, eran mestizos o criollos, constituían un grupo social sumamente dinámico. Luis González ha señalado que esos rancheros sentían "la idolatría de la tierra", un regionalismo muy acentuado. 

La riqueza, la variedad económica y la integración racial y cultural hicieron de esta región un modelo del nuevo medio social que se estaba formando en la Nueva España: más mestizo que criollo. Sin embargo, ese dinamismo fue afectado por los fenómenos climáticos que en 1785-86, 1789 y 1790 provocaron carestías y escasez de granos muy severas. Por ese motivo, tan sólo en 1786 murieron 85,495 personas en la intendencia de Guanajuato. Rancheros independientes y jornaleros tuvieron que abandonar sus cultivos y trabajar como aparceros o peones en las haciendas cercanas. En Charco de Araujo, una hacienda próxima al pueblo de Dolores el número de labradores arrendatarios aumentó bruscamente hacia 1795. La inseguridad, la dependencia y la pobreza condujo a esos campesinos a rebelarse, unos años más tarde, en contra del poder colonial. Muchos de ellos, siguiendo la voz del cura Hidalgo, gritaron: ¡Viva el rey Fernando VII! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Muera el mal gobierno!


(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)

lunes, 23 de septiembre de 2024

Población mexicana en Estados Unidos 1850-1900

 


Población mexicana en Estados Unidos 1850-1900 

Como puede observarse en la tabla 1 se estima que en 1850 quedaron 84 mil mexicanos de aquel lado de la frontera. Otros investigadores presumen que fueron cien mil, pero nunca mucho más. Al concluir la guerra entre México y Estados Unidos algunos miles decidieron abandonar todo para asentarse en Tamaulipas y Chihuahua. Los inmigrantes empezaron a llegar con lentitud y casi enseguida que terminó la guerra con Estados Unidos, cerca de 20 años antes de que se fijara con precisión la frontera. No se sabe con certeza cuántas familias fueron divididas por la guerra. Quizá el incremento en esas décadas se debió a procesos de reunificación familiar porque la mayoría de los inmigrantes llegaron de los estados del norte de México. De cualquier manera, la población mexicana en ese medio siglo pasa de 84 mil pobladores originales a 463 mil en 1900, un aumento de población de cinco veces. 

No existen estudios precisos sobre el proceso migratorio en esos años ya que la frontera era de hecho inexistente y el paso irrestricto. El periodo es largo, cubre desde los gobiernos de Juárez hasta los de Porfirio Díaz. En ese periodo se firmó el tratado de Guadalupe-Hidalgo, que quedó en letra muerta sobre todo en las cláusulas que les concedían derechos a los mexicanos que permanecieron. Esto coincidió con la llegada a los estados del sur norteamericano de gran cantidad de emigrantes europeos, debido tanto a la atracción de los hallazgos mineros como al desarrollo agrícola del área y a la construcción de los ferrocarriles. Después de la Guerra Civil norteamericana (1861-1865), el desarrollo industrial se incrementó de manera acelerada en todo el suroeste. 

La necesidad de mano de obra atrajo con seguridad a algunos mexicanos, pero hasta la década de 1880 fue China el proveedor principal de mano de obra barata. Se firmó entonces la Ley de Exclusión de la Inmigración que prohibió la inmigración de chinos, y luego de otros asiáticos, a los que se les consideró un peligro por sus "incapacidades mentales morales y económicas" (Acuña, Rodolfo, América ocupada, Editorial Era, 1970), para las preservación de la pureza de los ideales anglosajones. A partir de entonces México se convirtió en la fuente principal de trabajadores. Resultaba más barato su traslado y podían regresar a sus lugares de origen cuando ya no se les necesitara. De aquí que hacia fin del siglo, con la frontera ya definida, la migración fue un poco mayor tal y como lo reflejan los números.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

jueves, 19 de septiembre de 2024

Habrá zonas industriales, 1940



Habrá zonas industriales


*Porciones de la ciudad de México en que se establecerán las fábricas. *Ahorro de molestias para los moradores de la capital. 


(16 de noviembre de 1940)


Oficialmente se nos comunica lo siguiente: 


“La Comisión de Planificación del Distrito Federal acaba de aprobar importantes proyectos presentados por la Oficina del Plano Regulador de la ciudad de México, referentes a determinar las zonas industriales, así como las de carga y pasajeros, dentro del propio Distrito.

La terminal de carga de la ciudad quedará comprendida sobre la vía del Ferrocarril Central, entre los ríos Consulado y Tlalnepantla, y la de pasajeros comprenderá el actual predio de la Estación de Buenavista, con las porciones que tienen los Ferrocarriles Nacionales, el Mexicano y la Compañía de Luz.

En cuanto a las unificación industrial, quedó dividida en once porciones, siendo la primera la de Atlampa, como zona industrial de carácter general; la del Rastro, destinada preferentemente a las industrias e elaboración y transformación de productos animales; la de San Lázaro y la Viga, para industrias que no exijan predios de gran superficie; dos zonas en la colonia Anáhuac, para industrias que no produzcan olores molestos, ruidos sensibles fuera de sus locales, emanaciones gaseosas o desechos líquidos nocivos; las Lomas de Becerra y las de Santo Domingo, para industrias relacionadas con el cemento, cal y yeso; al oriente de Villa Madero, industrias relacionadas con plantas análogas a la Ford, en esa región establecida, así como a las que produzcan emanaciones gaseosas y desechos líquidos nocivos; el este de la delegación de Azcapotzalco será destinado a industrias en general, con excepción de las comprendidas en el punto anterior, y finalmente en el resto de la ciudad se permitirá la explotación de industrias de carácter doméstico. 

Todo el plan anterior tiende, como puede verse, a localizar industrias y actividades, con vistas al ahorro de molestias para los pobladores de la capital y delegaciones”.



(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

domingo, 15 de septiembre de 2024

Luis Buñuel

 


Luis Buñuel 

(director y argumentista)

(1900-1983, Aragón, España). Inmerso en el movimiento surrealista, en 1928 hizo El perro andaluz, escrita junto con el pintor Salvador Dalí. Dos años más tarde, dirigió La edad de oro que provocó escándalo a causa de su inconformismo. La película fue prohibida y Buñuel se trasladó a Hollywood. En 1946 llegó accidentalmente a México donde debutó con la película Gran casino, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Aquí realizó su segunda carrera, donde filmó un total de 20 películas. En 1949 adquirió la nacionalidad mexicana y un año después dirigió Los olvidados, violenta denuncia del problema de la infancia abandonada y delincuente, la cual constituyó su primera obra personal. Además de la dirección de las cintas, participó en la creación de los argumentos, por ejemplo, con Luis Alcoriza hizo el guion de Subida al cielo (1951), con Felipe Roll la adaptación de la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, ganadora del Ariel en 1952 y en 1953; además realizó Abismos de pasión y La ilusión viaja en tranvía, con Mauricio de la Serna y José Revueltas, respectivamente. Entre sus magnas obras también se encuentran Ensayo de un crimen (1955) y Nazarín (1958). En 1961 regresó a España para realizar Viridiana, con la cual obtuvo la Palma de Oro, en Cannes, Francia. Su vida transcurrió entre este país, México y España donde dirigió la cinta Ese obscuro objeto del deseo (1977). Murió el 29 de junio de 1983 en el Distrito Federal (SOMOS 190 y 193, año 1999).

César Aguilera.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

viernes, 13 de septiembre de 2024

Stephens en Palenque

 


Stephens en Palenque 

El encuentro con un esplendoroso pasado 

Corre el año de 1840. Agotados por el penoso viaje a través de la selva, John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood llegan por fin a la impactante ciudad que hacía un siglo, en 1730, había sido descubierta por el licenciado Antonio de Solís, encargado del curato de Tumbalá, quien residía con su familia en el poblado de Santo Domingo de Palenque. 

"En el romance de la historia del mundo -escribiría después el notable explorador norteamericano- jamás me impresionó nada más fuertemente que esta en un tiempo grande y hermosa ciudad, trastornada, desolada y perdida; descubierta por casualidad, cubierta de árboles... y sin siquiera un nombre para distinguirla”.

Desde su descubrimiento, la gran ciudad había empezado a hablar con un lenguaje extraño y misterioso, lenguaje de piedra y estuco, de otros hombres y otros tiempos muy distantes de la cultura occidental que ahora la admiraba. Las más antiguas descripciones: la de José Antonio Calderón, que realizó la primera exploración oficial a la ciudad en 1785, y las de Antonio Bernasconi y el cronista real Juan Bautista Muñoz, así como las interpretaciones que de la ciudad había hecho un grupo de estudiosos bajo la asesoría del canónigo Ramón Ordóñez y Aguiar, sobrino nieto del descubridor de Palenque, presentaban a la enigmática urbe como un vestigio de las incursiones a estas tierras por parte de los fenicios, los cartagineses y las diez tribus perdidas de Israel, entre otros grupos. 

El canónico Ordóñez poseía un librillo escrito siglos antes por los propios indígenas, llamado Probanza de Votán, del cual aseguraba que sólo él podía entenderlo, ya que estaba escrito en lengua indígena y en metáforas, y así convenció a un grupo de diletantes de que Votán, del linaje de los Culebras, había sido el fundador de la ciudad. El personaje había llegado de La Habana, procedente de Siria, en un viaje que incluyó España, Roma y Jerusalén. Según Ordóñez, las inscripciones, que abundan en la ciudad, eran egipcias y los motivos de sus relieves, mitos grecorromanos y hechos históricos, como la derrota de Cartago por los romanos; la ciudad, además, era frecuentada por todos los pueblos marítimos del mundo, aseguraban los eruditos. 

Stephens, quien ya conocía esas interpretaciones, se dedica a buscar datos sobre la historia de la ciudad en el pueblo de Santo Domingo de Palenque y a describir con todo detalle las construcciones. Corrobora que los indios del pueblo nada saben acerca de la ciudad, e incluye en su obra una narración de las expediciones anteriores a la suya, desde el descubrimiento de De Solís que él sitúa en 1750 y que piensa fue realizado por los indios y no por el tío abuelo de Ordóñez, ya que duda mucho que un grupo de españoles se aventurara a internarse en la selva, poblada de insectos, jaguares y mortales víboras. 

Sentado sobre un edificio semidestruido, frente al gran Palacio y a la elevada pirámide que hoy sabemos albergaba el cuerpo de Pakal, el Ahau o Señor más noble de ese antiguo pueblo, y abanicándose con una gran hoja del espeso follaje que crecía por todas partes, Stephens comenta a Catherwood: "¡Decir que esta ciudad es tres veces mayor que Londres! ¡Qué disparate! Es increíble todo lo que se ha inventado; esos relatos están cargados de fantasía. Aunque nos recuerdan a las egipcias, yo más bien creo que las inscripciones narran la propia historia de los constructores y habitantes de la ciudad. ¿Te acuerdas de los jeroglíficos de Copán y de Quiriguá? Yo los encuentro muy semejantes a éstos, por lo que parece ser que todo el territorio fue en un tiempo ocupado por la misma raza que hablaba la misma lengua, o por lo menos que tenía los mismos caracteres escritos, y que luego desapareció. Pero sin duda, aquellos hombres no fueron los antepasados de los indios que vemos ahora por aquí”.

Catherwood asiente mientras delinea el contorno de la alta pirámide que después se llamaría Templo de las Inscripciones. Ese día realiza una acuarela maravillosa que, junto con el libro de Stephens, será difundida a través del tiempo y el espacio a todos los rincones del mundo durante los siguientes dos siglos. Asimismo, la extraordinaria ciudad de Palenque seguirá hablando, y muchos hombres de muchas naciones seguirán interpretando su lenguaje y excavando sus entrañas con el mismo afán de conocerla y con la misma fascinación que sintieron los viajeros románticos del siglo XIX.

A partir del descubrimiento de Palenque, poco a poco fueron emergiendo de la selva grandiosas ciudades mayas construidas por el extraordinario pueblo del que habló Stephens, pero hoy sabemos que ese pueblo no desapareció: los creadores de aquella espectacular civilización fueron los ancestros de los diversos grupos indígenas que habitan hoy el área maya.


(Tomado de: de la Garza Camino, Mercedes. Stephens en Palenque. Los misterios de Palenque. Pasajes de la Historia II. México Desconocido, Editorial México Desconocido, S.A. de C.V. México, Distrito Federal, 2000)


martes, 10 de septiembre de 2024

Yucatán y Texas: una alianza entre rebeldes, 1841-1843, 1

 


(Sam Houston)


Yucatán y Texas: una alianza entre rebeldes, 1841-1843 

La escena y los personajes 



La República de Texas existió como tal desde el 2 de marzo de 1836, en que declaró su independencia de México, hasta el 16 de febrero de 1846, en que se anexó a Estados Unidos como el estado número 28. Por su localización geográfica, sus recursos potenciales y las circunstancias que le dieron origen como república independiente de México, Texas fue de gran interés comercial y estratégico no solo para México y Estados Unidos, sino también para Inglaterra, Francia y otros países europeos. 

Uno de los uno de los principales actores del drama que empieza a principios de 1836 fue Samuel L. Houston, presidente de la República de Texas en dos ocasiones: de septiembre de 1836 a fines de noviembre de 1838, con Lamar como vicepresidente, y de diciembre de 1841 a fines de noviembre de 1844. En su primera administración tomó posesión del cargo antes de la fecha prevista por la constitución texana, debido a su gran popularidad. En su discurso inaugural habló muy poco y superficialmente de su programa de gobierno, el cual de hecho estaba basado en la inminente anexión de Texas a Estados Unidos. Su gabinete reunió a personas de varias tendencias políticas en un invento en un intento por unificarlas. 

Líder de la oposición en contra de Lamar, Houston fue el candidato más esperado para derrotarlo en las elecciones. Su segunda administración unida a un Congreso conservador, fue el opuesto de la ambiciosa y costosa presidencia de Lamar. Los cortes presupuestales del 6° Congreso fueron tajantes. Se eliminaron muchos puestos públicos, se redujeron las plazas burocráticas, se bajaron los salarios. Los gastos militares posteriores a 1841 se limitaron a mantener a un reducido grupo de rangers. Su política pacifista con los indios, especialmente con los cherokees, ahorró vidas y dinero. 

Figura muy popular por su papel central en la revolución texana, Houston poseía experiencia política desde sus años al lado de Andrew Jackson. Totalmente opuesto a Lamar y muy crítico de su administración, canceló y revirtió todas las medidas tomadas por éste cuando asumió la presidencia por segunda vez: fuertes cortes presupuestales frente a la banca rota en la que Lamar dejó al gobierno tejano. En cuestiones políticas, la tendencia de la población tejana fue dividirse en facciones pro o antiHouston, ya que, en términos generales, sólo una minoría de los habitantes creía firmemente en la existencia promisoria de una Texas independiente; la mayoría deseaba y esperaba, como Houston, su anexión a Estados Unidos y celebró este hecho cuando finalmente ocurrió. 

Llama la atención que le interesara más deshacerse del ejército que incrementar su fuerza, especialmente frente a la amenaza de una confrontación con México. En mayo de 1837 licenció a todas las tropas exceptuando a 600, soldados ofreciéndoles transporte gratuito a Nueva Orleans a aquellos que decidieran regresar a Estados Unidos, o bien 1,280 acres de tierra a aquellos que aceptaran el licenciamiento y decidieran asentarse en Texas. Para equilibrar la disminución de fuerzas bélicas, el Congreso creó a los Texas Rangers. Esta institución se encargaría principalmente de lidiar con el problema indio, el cual Houston trató de resolver lo más pacíficamente posible, preservando los derechos de los cherokees, pero sin llegar a una solución duradera. 

Para los efectos de este trabajo podemos resumir la postura de Houston de la siguiente forma: estaba a favor de la anexión de Texas a Estados Unidos y en contra de llegar a la guerra con México. Cuantos menos choques con éste, mejor. 

Por su parte Mirabeau B. Lamar fue presidente de diciembre de 1838 a fines de noviembre de 1841, presentando en su discurso inaugural y primer mensaje al Congreso un ambicioso programa congruente con su idea de unas Texas independiente y de irse a la guerra con México si fuera necesario. Realizó intentos de establecer la paz con el descontento vecino, pero condicionados al reconocimiento por parte de México de la independencia tejana. Se puede afirmar que su política de defensa nacional fue muy agresiva. 

Su política financiera fue dispendiosa, otorgando mucho presupuesto para el ejército y la marina, lo que ocasionó un aumento tremendo de la deuda pública y exterior, que empeoró con la emisión de papel moneda. Le interesó conservar la flota texana, hacer alianzas bélicas con Yucatán en contra de México e intentar quitarle a éste el territorio de Santa Fe. Se manifestó a favor del bloqueo de los puertos mexicanos y desde fechas tempranas, como miembro del gabinete de Burnet, se negó a firmar el tratado de Velasco con Santa Anna, pues opinaba que éste debía ser juzgado en una corte marcial y ejecutado. 

Lamar puso en práctica una política sumamente agresiva y violenta contra los indios, especialmente contra los cherokees. Inmediatamente después de tomar posesión de la presidencia anunció un drástico cambio en la política india, estableciendo que los indios, o se plegaban a las leyes texanas, o dejaban la nación o serían exterminados. Algunos autores afirman que la administración de Lamar fue marcada por las más sangrientas guerras de indios que ocurrieron en la historia de Texas. Muy criticado por su administración, agobiado por problemas de todo tipo -financieros y bancarrota, la alianza con Yucatán, la expedición a Santa Fe, la agresión contra los indios- se tuvo que enfrentar al partido de Houston, quien desde el Congreso se opuso a todos sus proyectos. 

Con respecto al papel jugado por las potencias europeas, Houston decidió buscar su reconocimiento con la aprobación del Congreso, en el verano de 1837, convencido de que Estados Unidos, en esos momentos, no consideraría la anexión de Texas. Sin embargo, la actitud inicial de lord Palmerston, ministro de Asuntos Extranjeros inglés, fue de indiferencia, y las razones para ello eran que Gran Bretaña se oponía a la esclavitud, los capitalistas ingleses tenían millones invertidos en bonos mexicanos y a su gobierno no le interesaba ayudar a una nación que probablemente pronto se uniría a Estados Unidos. 

la situación cambió a raíz de la guerra de los Pasteles y del cambio en la política tanto de Houston como especialmente de Lamar. James Hamilton, el enviado de Lamar a Europa, tuvo más éxito con los franceses, logrando la firma de un tratado de comercio el 25 de septiembre de 1839, aunque no logró que le concedieran un ansiado préstamo. De esta forma, Francia fue la primera nación que reconoció la independencia tejana, lo que llevó luego a la república a firmar un tratado con Holanda en septiembre de 1840. 

El reconocimiento diplomático de Gran Bretaña fue posterior al de Francia y se dio en respuesta a las tendencias anexionistas cada vez más fuertes en Texas. En noviembre de 1840 Palmerston y Hamilton firmaron un tratado de comercio y navegación que obligaba a Gran Bretaña a ser mediadora en el conflicto con México, y a darle a Texas 5 000 000 de dólares de la deuda mexicana contraída con los poseedores de bonos ingleses. A cambio de ello se le daba a Gran Bretaña manga ancha en la supresión del tráfico de esclavos. Este tratado, a pesar de las dudas del senado texano, fue ratificado en 1842. Por lo tanto, no les interesaba a los ingleses el bloqueo de los puertos mexicanos por la flota texana, pues ello entorpecería las prácticas de paz.

A estas alturas, tanto Francia como Gran Bretaña estaban ansiosas por prevenir la anexión de Texas. A principios de 1844 el ministro de Relaciones Exteriores inglés le presentó al representante mexicano en Londres un plan para lograr que Texas no se anexara a Estados Unidos. Tal plan implicaba el reconocimiento de la independencia texana, así como la garantía de los límites entre ambos ambas naciones bajo la supervisión de ingleses y franceses. 

Sin embargo, la anexión de Texas fue uno de los principales asuntos en la campaña presidencial de 1844 en Estados Unidos, por lo que se decidió suspender toda decisión hasta después de las elecciones. La razón de esto es que muchos estadounidenses estaban en contra de Inglaterra y se creía que si los ingleses intervenían en el asunto, ello no haría más que acelerar el proceso de la anexión. 

La postura de México en relación con la independencia y anexión de Texas fue siempre muy clara: de franca oposición. Sistemáticamente se negó a hacer la paz con Texas y a reconocer su independencia, estableciendo que su anexión a Estados Unidos sería causa de guerra. Fueron las luchas intestinas y el vacío de poder político en México, más que la fuerza de los texanos, los que permitieron a Texas y el gobierno de Houston mantenerse a salvo de las amenazas mexicanas. 

El tratado de Velasco, firmado el 14 de mayo de 1836 por el presidente Burnet y Santa Anna, fue casi inmediatamente rechazado por el Congreso mexicano, mientras que el gobierno anunciaba su intención de someter a Texas a como diera lugar. El presidente Houston, convencido de que México tenía demasiadas dificultades internas como para cumplir con sus amenazas, no tomó ninguna medida al respecto. 

Cuando Lamar subió a la presidencia en diciembre de 1838, la situación se tornó más crítica, ya que manifestó que "si la paz sólo puede ser obtenida por la espada, dejemos a la espada a hacer su trabajo". No obstante, al mismo tiempo que establecía una política de franca hostilidad hacia México, también emprendió negociaciones de paz. 

En el otoño de 1839, mientras México estaba inmerso en la corta pero costosa guerra de los Pasteles con Francia, Lamar aprovechó la oportunidad para mandar al primer comisionado texano Barnard E. Bee, a negociar el reconocimiento de la independencia tejana y de la frontera en el Río Bravo a cambio de 5 000 000 de dólares. A pesar de contar con el apoyo del ministro inglés en México, Richard Pakenham, Bee fracasó. A fines de ese mismo año, Lamar envió a James Treat en una misión similar e igualmente improductiva, que duró diez meses y en la que el gobierno mexicano participó solamente para mantener a la flota texana alejada de los puertos nacionales. No obstante la asistencia del ministro inglés en las negociaciones, asistencia que estaba ahora respaldada por el tratado firmado con Gran Bretaña en 1840, la misión del tercer comisionado texano, James Webb, tampoco tuvo éxito. Webb regresó a Texas con la recomendación de prepararse inmediatamente para la guerra. Fue a raíz de estas noticias que Lamar decidió entrar en tratos con Yucatán y establecer una alianza de apoyo mutuo en contra de México. 

Así, a pesar de la hostilidad manifiesta de Lamar en contra de México, de su ayuda a los federalistas yucatecos y de la expedición a Santa Fe, que resultó en la invasión de Texas por México en 1842, ni Texas ni México estuvieron nunca en posición de hacerse la guerra realmente. De nuevo en el poder, Houston tomó una actitud cautelosa hacia México, y aunque pidió refuerzos, armas y dinero a Estados Unidos, acabó vetando la decisión del Congreso de declarar la guerra. Proclamó una tregua en junio de 1843, y el 15 de febrero del siguiente año, los comisionados de Texas y México firmaron un acuerdo de armisticio. Sin embargo, las negociaciones terminaron abruptamente cuando el gobierno mexicano se enteró de que Houston había firmado en secreto un tratado de anexión de Texas a Estados Unidos. 

A los texanos les interesaban sobre todo las relaciones con Estados Unidos, tanto durante la revolución como durante la república. El gobierno texano buscó la ayuda estadounidense, a veces la intervención directa a su favor, o el reconocimiento diplomático y aún la anexión lo antes posible. 

Houston fue el presidente que más asiduamente buscó el apoyo y la anexión a Estados Unidos, considerando que el voto que lo llevó a ese cargo en septiembre de 1836 era un voto a favor de dicha anexión. Sin embargo, sus comisionados en Washington no encontraron mucha respuesta a estos anhelos, ya que había serias dudas de que Texas pudiera mantener su independencia, miedo de ofender a México y la creencia de que el reconocimiento diplomático sería el primer paso rumbo a la anexión. Al final de su administración, el presidente Jackson nombró a Alcee La Branche encargado de negocios de Estados Unidos en Texas. 

Después del reconocimiento, Texas presionó por la anexión, pero la propuesta hecha por Hunt, uno de los comisionados, en agosto de 1837, fue rechazada bajo el argumento de que lo impedían los tratados celebrados con México. Había, además, mucha oposición a la anexión por parte de los antiesclavistas. Cuando Lamar subió la presidencia, el Congreso texano retiró la petición en enero de 1839 y no se volvió a hablar de anexión por un buen tiempo.

Algunos autores opinan que si algo de positivo tuvieron las expediciones texanas a Santa Fe y Mier fue que encendieron nuevamente el interés del público estadounidense por Texas, a la vez que se dieron otras circunstancias, que revivieron las discusiones con respecto a su anexión. Entre éstas está el hecho de que Houston reiniciara las negociaciones al respecto con la administración del presidente John Tyler. Éste las aceptó quizá por miedo a la creciente influencia de Gran Bretaña sobre Texas. Houston, por su parte, puso dos condiciones: que las fuerzas armadas estadounidenses se prepararán para impedir cualquier invasión de Texas y que las negociaciones se mantuvieran en secreto. 

Vale la pena destacar este periodo de las relaciones Texas-Estados Unidos, especialmente por los personajes que intervinieron en los acontecimientos: el sureño John C. Calhoun sustituyó A. P.  Upshur como secretario de Estado de Tyler, y preocupado por lo que consideró una política imperialista agresiva de Gran Bretaña, accedió a las demandas de Houston, además de que tenía interés en aumentar el territorio de estados esclavistas dentro de la Unión. El 12 de abril de 1844 Calhoun firmó un tratado con los comisionados texanos que establecía la anexión de Texas a Estados Unidos en calidad de territorio, a cambio de lo cual Estados Unidos asumiría la deuda texana. No obstante, en los siguientes meses el Senado estadounidense rechazó el acuerdo por la oposición de los antiesclavistas. 

*

Otra circunstancia importante fue el lugar destacado que ocupó la anexión de Texas dentro de los temas de la campaña presidencial estadounidense de 1844. Martin van Buren perdió la nominación al partido demócrata por manifestarse en contra de la anexión, quedando como candidato a la presidencia James Polk, abiertamente anexionista. Enfrentándose a Henry Clay, el candidato whig que se oponía a la anexión inmediata de Texas. Polk resultó electo, con lo que la anexión fue prácticamente un hecho consumado. 

Sin embargo, por indicaciones de Tyler al Congreso, las condiciones de la anexión fueron establecidas el 28 de febrero de 1845 en una resolución conjunta de las cámaras antes de que Polk asumiera la presidencia. Los términos de la misma fueron los siguientes: Texas entraría a la Unión como un estado; Estados Unidos se encargaría de ajustar todas las cuestiones relativas a los límites internacionales; toda la propiedad pública texana, incluyendo la flota naval, puestos militares, fortificaciones y armamento, sería cedida al gobierno estadounidense; Texas retendría su public domain para pagar su deuda pública; con el consentimiento de Texas podrían constituirse hasta cuatro estados en su territorio; la esclavitud estaría prohibida en el estado formado al norte del paralelo 36° 30'; y el presidente podría vetar la resolución conjunta del Congreso y proponer otro tratado de anexión. 

Si bien Polk se manifestó de acuerdo con la resolución proporcionada por Tyler, los retrasos en su aprobación y firma a finales provinieron del presidente de Texas, Anson Jones, así como de los agentes de Inglaterra y Francia, Charles Elliot y el conde de Saligny respectivamente, quienes seguían tratando de impedir la anexión mediante el reconocimiento de la independencia texana por parte de México. No obstante, la presión de la opinión pública en favor de la anexión forzó el presidente Anson a convocar a las cámaras en Austin a principios del mes de julio. La convención estudió tanto la resolución como el tratado con México que Elliot había formulado, rechazando unánimemente este último y recomendando la aprobación de la propuesta hecha por Estados Unidos. Tras la votación en favor de la anexión y de la aprobación de una constitución tejana recién redactada, el 29 de diciembre de 1845 Polk firmó la incorporación oficial de Texas a la Unión, la cual se verificó en forma definitiva el 16 de febrero de 1846.


(Tomado de: Careaga Viliesid, Lorena - De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, Distrito Federal, 2000)

domingo, 8 de septiembre de 2024

Carta de Juárez, optimista por situación militar, 1860


Juárez se muestra optimista sobre la situación militar 

Veracruz, septiembre 17 de 1860.

Sr. don Matías Romero. 

Mi querido amigo: 

Llegó el Sr. Mata antes de ayer y hoy se ha ido para Jalapa a ver a sus hermanas. Me entregó una carta de usted y además había yo ya recibido otras de fecha posterior, siendo la última de 25 de agosto, en la que me habla usted de la venida de 10 buques para este puerto. 

Los españoles han estado en muda respecto de sus ansiosas exigencias tanto que hace cuatro días se retiraron los buques que tenía en Sacrificios habiéndose dejado dos solamente. 

Después de que nuestras fuerzas del interior derrotaron a Miramón en Silao estuvieron unos días en Querétaro y Guanajuato y luego se han ido para Guadalajara con el objeto de hacer rendir a Castillo que está allí con 4,000 hombres. Han dado este paso para no dejar enemigo en la retaguardia cuando se vengan sobre la Capital donde se haya hoy Miramón con 10,000 hombres porque reconcentró sus tropas que había en Orizaba, Jalapa, Tulancingo y Toluca. En Puebla habrá una guarnición de 1500 hombres. 

Luego de que se tome Guadalajara se disiparán todos nuestros temores sobre México, a cuyo fin estoy organizando las tropas de Oaxaca y de este Estado. 

Si por no encontrarse un libramiento de 500 pesos no se remite por este buque, irá indefectiblemente por el Rapid

Entonces contestaré a otros amigos. 

Si ve usted al Sr. don Edward S. Dumbar dígale usted que recibí su carta y que por el Rapid le contestaré favorablemente su referida carta. 

Soy de usted amigo afectísimo q. b. s. m.

Benito Juárez

(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

lunes, 2 de septiembre de 2024

Nueva España, de la mina al puerto

 


 De la mina al puerto 


A lo largo del siglo XVIII, la minería, eje de la actividad económica novohispana, experimentó un auge impresionante. Si a finales del siglo XVII la producción de metales preciosos apenas rebasaba los 19 millones de pesos por quinquenio, ya entre 1805 y 1809 había alcanzado su tope histórico de 122 millones. Esta tendencia creciente de la producción minera se mantuvo durante todo el siglo XVIII. 

El florecimiento de la explotación de la plata fue estimulado en las tres fases de su proceso productivo: la extracción del mineral, el beneficio (separación de la plata del metal básico) y la conversión final de éste en moneda. La introducción de la pólvora para explosiones subterráneas abarató e hizo más eficiente la extracción. Por otro lado, hacia 1770 comenzó a extenderse el sistema de amalgamación en el beneficio de la plata, reemplazando la fundición, que requería de equipos muy complicados y costosos. Desde 1730 se inició la modernización de la Casa de Moneda, que aceleró la fase final de la producción de plata. En 1804 esa institución contaba con más de 400 empleados y era capaz de acuñar 30 millones de pesos al año. 

Además de las innovaciones técnicas, algunas medidas administrativas como la creación del Tribunal y el Colegio de Minería favorecieron el desarrollo de esta actividad. La carga tributaria sobre la minería fue rebajada y la corona concedió varios subsidios fiscales a las minas de alto rendimiento. A su vez, la reducción de los precios del hierro, del acero, la pólvora y el azogue aseguró un mayor acceso a los productos básicos. Por último, el buen nivel de los salarios atrajeron a nuevos pobladores hacia las zonas mineras, como las recién descubiertas minas de Catorce y la Valenciana. 

El Reglamento de Comercio Libre aplicado en la Nueva España desde 1789, intensificó la exportación de plata y otros productos de gran demanda, como la grana cochinilla y el azúcar. Esta liberación del comercio destruyó el monopolio que ejercían el puerto de Cádiz, en España, y el Consulado de Comerciantes de la ciudad de México, en la Nueva España. Sobrevino entonces una avalancha de productos españoles (textiles, vino, aceitunas, aguardiente...) en los mercados americanos y una disminución del precio de las exportaciones tradicionales de la Nueva España. El precio de la libra (400-460 gramos) de grana cochinilla, por ejemplo, cayó de más de 30 a 11 pesos hacia 1789. Los nuevos flujos comerciales y las leyes contra los monopolios afectaron al Consulado de la ciudad de México, pero impulsaron la aparición de otras agrupaciones. Así lo demuestra la creación en 1795 de los consulados de Veracruz y de Guadalajara. 

Los mineros y, sobre todo, los comerciantes eran en su mayoría peninsulares. A diferencia de los hacendados, americanos por lo general, los comerciantes eran originarios de las provincias vascongadas, Santander, Cataluña y Asturias. Las prácticas monopólicas del gremio les permitieron acumular cuantiosas fortunas. Mediante matrimonios con jóvenes criollas, se fue tejiendo una red de alianzas familiares entre los grandes propietarios de la tierra, los mineros y los comerciantes, que dio lugar a la próspera élite económica de la Nueva España. En 1810 este grupo reaccionó violentamente contra el levantamiento separatista encabezado por el padre Miguel Hidalgo.


(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)