La Historia de Mexico y de los mexicanos como se ha escrito: a través de diarios, de proclamas, de actas, de folletos, de libros. Los testimonios, los datos fríos, los análisis, las letras espontáneas de los corridos. Finalmente, nuestra historia. ¡No nos pierdas la pista!
El 19 de marzo de 1750 fue colocada la primera piedra para edificar la iglesia del Salto del Agua, en el barrio de los indios por don Francisco Navarijo. En el año de 1761 fue destinada para auxiliar a la parroquia de la Santa Veracruz, por estar en su jurisdicción bajo el nombre de iglesia parroquial de la Purísima. Después el arzobispo Lorenzana hizo en el año de 1772 la división de 14 parroquias quedando ésta como independiente.
(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)
Nació en Ciudad Guzmán, Jalisco, el 19 de agosto de 1920, mostrando desde pequeña una gran afición a la música. Más tarde, ya en la ciudad de México, comenzó sus estudios musicales con los maestros Ramón Serratos y Aurora Garibay en la Escuela Nacional de Música, recibiéndose de profesora de piano en 1938. Su deseo siempre fue ser concertista de piano, pero todo su talento lo dedicó a la música popular. Como compositora tiene en su haber más de 250 canciones; entre las más populares se encuentran: Bésame mucho,
Amar y vivir, Verdad amarga, Anoche, Corazón, Franqueza, Yo no fui,
Amor sobre ruedas, Será por eso, Orgullosa y bonita, No volveré, Donde quiera, Aunque tengas razón, y Cachito.
En 1956 obtuvo el primer lugar en el Desfile de éxitos su canción Que seas feliz
que fue grabada por 21 intérpretes en tres meses. Sus canciones han sido cantadas por la mayoría de intérpretes nacionales y por artistas extranjeros tan conocidos como: Nat King Cole, Andy Russell, Katina Ranieri, Percy Faith, Ray Coniff, Mantovani, y The Beatles. Se presentó en numerosos programas de radio y televisión, y en alguna ocasión tocó con la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Presidió la Sociedad de Autores y Compositores de Música, la Academia Mexicana de la Música y el Consejo de Administración de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores.
(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)
Una de las más destacadas personalidades del liberalismo mexicano. Nació en la ciudad de San Luis Potosí en 1811. Abogado a los veinte años, se le habilitó la edad al titularse. Diputado al Congreso de la Unión en 1843 y 1848; ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública en el gobierno del presidente Arista (1852). Desterrado por Santa Anna, en Nueva Orleáns, estuvo en contacto con Juárez, Ocampo y otros mexicanos también desterrados. Regresó al triunfar el Plan de Ayutla. Gozó de gran popularidad y prestigio; siete distritos electorales le nombraron su representante al Congreso Constituyente de 1856; presidió la Comisión de Constitución. Discrepando con la Comisión, produjo su Voto particular sobre la Propiedad, en el que plasmó sus ideas sociales y agrarias. Se pronunció contra la ignorancia y miseria del pueblo, contra "las ventajas y privilegios que gozan los extranjeros en la industria" y contra el sistema feudal establecido en la "propiedad territorial-monopolizada por pocos y grandes señores". Gobernador interino de Aguascalientes en 1862 y gobernador del Distrito Federal en 1863; murió en San Luis Potosí el 1° de marzo de 1865.
(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del estudiante universitario #99)
Nació en la Ciudad de México en 1912; murió en Los Ángeles, Cal., E.U., en 1963. Hijo de mexicano y norteamericana, dominaba el inglés y el español. Se educó en San Antonio, Tex., y San Luis Obispo, Cal. Inició sus actividades artísticas en 1935 con la película María Elena. A partir de esa fecha filmó más de 100 en México, Holliwood y Europa. Obtuvo varios premios de actuación: la Palma de Oro de Cannes, (1946) por María Candelaria (1943);
el de la Bienal de Venecia (1947) y el Ariel (México, 1948), por La perla (1946); y el Ariel (México, 1953), por El rebozo de Soledad (1952). Entre las películas que hizo en Hollywood destacan: The godfathers, We are strangers, Fort Apache y Border river; y entre las mexicanas Lorenzo Rafael y La Adelita (1937), La isla de la Pasión (1941), La bandida, Enamorada (1946), El tejedor de milagros (1961) y Distinto amanecer (1943).
En Europa trabajó en Lucrecia Borgia, de Christian Jacque (1953), y en Hombres y lobos, de Giuseppe de Santis (1955).
Es como darse un quemón de la muerte: como sentarse entre bromas, en la silla infamante y esperar que él, el verdugo, de vuelta a la palanca homicida. Es un gusto bárbaro; pero ya lo dijo el filósofo existencialista: en gustos se rompen géneros.
-¡Ya! ¡Por favor, ya pare, le digo! Mas él sigue disparando la corriente “tónica”, hasta que de veras los nervios se derrumban en la instalación interior del organismo: cables quemados.
La ociosidad es la madre de todos los vicios, y la curiosidad su primogénita: ¡A ver qué se siente! –invitan los novicios. ¡Órale, quiero verte, charamusca dulce, tú que presumes de sabroso! –retan los veteranos.
Es sólo una cajita de madera, con pilas y bobina interiores; dos alambres eléctricos que salen por unos orificios y terminan en sendos mangos, y el disco en que marca la aguja perversa; pero cuando él llega con su aparato bajo el brazo y su aire de misterio, uno, que se está tomando otra vez la del estribo, se inquieta. ¿Es el pirata del cofre de la isla maldita? ¿Es el prestidigitador equivocado que esconde una cabeza recién cercenada?
Dicen que suele ser un carterista consumado, o un aprendiz; pero allá en Juan Polainas lo conocen sencillamente por “El de los toques”.
No cualquier hijo de vecino aguanta los 250 grados de su tortura. Sólo los electricistas, acostumbrados a velar cables de alta tensión con cabezas de cerillos.
(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)
(México, 16 de noviembre de 1898 - Ciudad de México, 2 de agosto de 1986)
Su profesión es la de periodista y sólo al margen de esa vocación, acaso porque desdeña el afán de hacer perdurables los sentimientos, ha escrito una poesía que se distingue muy incisivamente de la de sus contemporáneos. La burla con que a veces derrota su entusiasmo corre pareja con la gracia a la cual, también a veces, recurre en sus expresiones. De López Velarde y del colombiano Luis Carlos López, principalmente, Renato Leduc hizo derivar en un principio el léxico y las intenciones de su obra. Algo del gusto por desnudar la significación de ciertas experiencias remoza las intenciones de sus versos. Por eso mismo, algunos de sus poemas, particularmente inclinados a lo erótico, han sido impresos sin su nombre, y muchos, decididamente directos, se han conservado al través de los años en labios de amigos y desconocidos. Su poesía se aparta de las corrientes naturales de los últimos lustros y buena porción de ella, por ciertas razones, se aviene con la persistencia que otorga la tradición oral.
Libros de poesía: El aula, etc… (1929). Unos cuantos sonetos… (1932). Algunos poemas (1933). Algunos poemas deliberadamente románticos (1933). Sonetos (1933). Poema del Mar Caribe (1933). Prometeo (1934). Glosas (anticipo) (1935). Breve glosa al Libro de Buen Amor ((1939). Odiseo (1940). Versos y poemas (1940). XV fabulillas de animales, niños y espantos (1957). Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario (1963). Fábulas y poemas (1966).
(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)
Temas
No haremos obra perdurable. No tenemos de la mosca la voluntad tenaz.
Mientras haya vigor pasaremos revista a cuanta niña vista y calce regular
Como Nerón, emperador y mártir de moralistas cursis, coronados de rosas o cualquier otra flor de estación, miraremos las cosas detrás de una esmeralda de ilusión
Va pasando de moda meditar. Oh sabios, aprended un oficio. Los temas trascendentes han quedado, como Dios, retirados de servicio. La ciencia los salarios el arte la mujer Problemas didascálicos, se tratan cuando más, a la hora del cocktail.
¿Y el dolor? ¿y la muerte ineluctable ? Asuntos de farmacia y notaría. Una noche la noche es más propicia vendrán con aspavientos de pariente, pero ya nuestra trémula vejez encogeráse de hombros, y si acaso, murmurará cristianamente
Pues...
El aula
El maestro de griego nos decía: Las palabras macularon su antigua pureza. Las palabras fueron antes más bellas... Las palabras...
Y la voz del maestro se quedaba prendida de una tela de araña. Y un muchacho con cara de Hamlet repetía: Palabras... Palabras... Palabras...
Pequeños refranes: El que calla otorga. Oh amada, que calzas tus frases con chanclos de goma, pero nunca otorgas.
¿Conoces la nueva? El silencio es oro, la palabra es plata. Ergo, pignorables. Y existen palabras que solo se dicen en casos fortuitos, como la palabra del Abracadabra...
El maestro sigue diciendo palabras. El arte... la ciencia... Algunas abstrusas, algunas preclaras.
El muchacho con cara de Hamlet, bosteza; y fuera del aula, un pájaro canta silencios de oro en campo de plata...
El sitio que ocupa este palacio, en un principio fue de la familia de don Francisco de Córdoba, descendiente de los conquistadores; después pasó a ser propiedad de las monjas de Santa Brígida quienes pensaron edificar su convento, con el transcurso del tiempo fue comprado por el conde del Jaral de Berrio, casado con la condesa de San Mateo de Valparaíso.
Dice la leyenda que el conde mandó construir una hermosa residencia con derroche de lujo, para que su fortuna no fuera a parar a manos del pretendiente de su hija, que era un consumado derrochador, le ordenó al arquitecto Antonio Guerrero y Torres no se parara en gastos, el que llegó a terminar una de las residencias más altas de la Muy Noble y Leal ciudad de México, ubicada en la calle de san Francisco (avenida Madero 17).
Llama la atención esta maravilla de la arquitectura colonial, la escultura de dos hombrones que coronan la puerta principal; los adornos rococó de sus entrepaños, el mirador del último piso; el patio de magníficas proporciones y la esbelta arquería de sus corredores. Al consumarse la independencia de México, pasó a ser residencia del emperador don Agustín de Iturbide, la que fue testigo de sucesos importantes relacionados con la historia. A la caída del imperio, el edificio fue destinado a los alumnos de la Escuela de Minas, después a oficinas públicas hasta que la adquirió don Anselmo Zaratuza para establecer un hotel con el nombre del consumador de la independencia.
Esta es la historia de la casa del Marqués del Jaral de Berrio, del Marqués de Moncada y del Conde de San Mateo de Valparaíso.
(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)
Nació en Oaxaca el 29 de marzo de 1826, habiendo sido adoptada por Antonio Maza y Petra Parada. Recibió la educación común a las jóvenes de su época y casó el 31 de julio de 1843 con Benito Juárez, ya abogado de prestigio y definida posición liberal. Su unión fue muy prolífera, habiendo tenido doce hijos a los que sobrevivieron siete. Con gran entereza sorteó los problemas derivados de las persecuciones a su esposo en 1853 y 1854; más tarde cruzó la Sierra Madre de Oaxaca para unirse a su esposo en 1859 durante la Guerra de Reforma. Radicada en la ciudad de México de 1861 a 1863, a fines de este año siguió a su esposo a San Luis Potosí y Monterrey, donde nació su último hijo llamado Antonio.
Habiendo fracasado un intento de plagio de la familia entre Saltillo y Monterrey, Juárez decidió enviar a su esposa e hijos a Nueva York a fines de 1864, al cuidado de su yerno Pedro Santacilia donde hicieron vida modesta con grandes estrecheces económicas en una humilde casa de 210 East 13th st. Murió en 1864 su hijo José y al año siguiente Antonio. El presidente Lincoln la ignoró y lo mismo ocurrió con su sucesor Johnson, quien hasta 1866 en que, con motivo de un viaje de Margarita a Washington, le ofreció una recepción y el gobierno en general, diversas atenciones. Volvió al país en agosto de 1867, haciendo una vida sencilla, discreta, acompañando a su esposo en su vida oficial. Víctima del cáncer, los dos años finales de su vida fueron muy dolorosos, muriendo el 2 de enero de 1871. Está enterrada en el mismo mausoleo de Juárez en el Panteón de San Fernando. Su nombre se ha inscrito en el Congreso de la Unión, como homenaje nacional, por resolución del Poder Legislativo de diciembre de 1966.
(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del estudiante universitario #99. Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1993)
Tecutlacozauhqui (Rey rojo) Víbora de cascabel [Crotalus atrox]
Hay una culebra en esta tierra que se llama tecutlacozauhqui, dicen que es el príncipe o princesa de todas las culebras; es gruesa y larga, tiene eslabones en la cola, como víbora; tiene grande cabeza y gran boca, tiene dientes y la lengua horcajada; (...) come conejos y liebres y aves, come cualesquier aves y animales, y aunque tiene dientes no los masca, sino trágalos y allá dentro los digiere desmenuza; si alguna ave topa, trágasela entera, y si está encima de algún árbol arrójela la ponzoña, con que la hace caer muerta. (...) En los eslabones se parece si esta serpiente es de muchos años, porque cada año produce un eslabón. Esta culebra o serpiente no puede andar por tierra rasa, mas va por encima del heno o de las matas, como volando; si no le hacen mal, no hace mal. La enjundia de esta culebra es medicinal para la gota, untando con ella el lugar donde está la gota luego se aplaca el dolor. El pellejo de esta serpiente es medicinal contra las calenturas, dándole a beber molido al que los tiene.
(Serpiente. Escultura Mexica. Museo Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México)
(Tomado de Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982: )
Por decreto del 3 de mayo de 1865, Maximiliano creó el departamento de este nombre, uno de los cincuenta en que se dividió el Imperio. Tenía la siguiente demarcación: “Confina al norte con los estados Unidos de América; al este y al sur con el departamento de Sonora y al oeste con el mar de Cortés y el departamento de California, del cual está dividido por la corriente del río Colorado. Su capital: El Altar”.
Nació en Orizaba en 1877. Sacrificó su vida para mantener la soberanía nacional en una remota tierra mexicana. En 1905 marchó al frente de un pelotón a guarnecer la isla de la Pasión o Cliperton, a 911 millas náuticas de Acapulco; posteriormente se le nombró gobernador de ella. En 1916, al cabo de dos años de aislamiento, debido a la revolución en que se debatía la República, el escorbuto hizo estragos en la isla, y sólo quedaron con vida la familia Arnaud, cuatro soldados y tres mujeres. Arnaud habría podido regresar al continente en un barco californiano, pero no quiso abandonar su puesto antes de recibir instrucciones del gobierno. El 5 de octubre de 1916 él y tres de los soldados abordaron la única lancha que había para acercarse a un navío que habían atisbando, pero una mantarraya provocó el hundimiento de la frágil embarcación y los hombres no aparecieron más. Poco tiempo después, un barco de guerra norteamericano llegó casualmente a Cliperton y recogió a los supervivientes (tres mujeres y los niños) para conducirlos hasta Salina Cruz.
(Tlahuicole, escultura por Manuel Vilar, 1851. Museo Nacional de Arte, México)
Entre otras víctimas es memorable en las historias mexicanas la que en uno de esos asaltos apresaron los huexotzincas. Había en la arma de Tlaxcala un famosísimo general nombrado Tlahuicole cuyo valor no era inferior a la asombrosa fuerza de su brazo. La macana con que ordinariamente combatía era tan pesada, que otro soldado de moderadas fuerzas apenas podía alzarla del suelo. Su nombre era el terror de los enemigos de la república y todos huían del lugar donde él se presentaba con su macana. Este, pues, en un asalto que dieron los huexotzincas a una guarnición de otomíes, en el calor de la acción se metió incautamente en un lugar pantanoso, en donde no pudiendo moverse con tanta libertad como había menester, fue hecho prisionero y, encerrado en una fuerte caja de madera fue llevado a México y presentado a Moctezuma. Este rey, que sabía apreciar el mérito de las personas aun en sus propios enemigos, en vez de darle la muerte le concedió generosamente la libertad de volverse a su patria; pero el arrogante tlaxcalteca no aceptó el favor, pretextando que, habiendo sido cautivo, no osaba presentarse con tan grande ignonimia a sus nacionales; que quería morir como los demás prisioneros, en honor de sus dioses. Moctezuma, viéndolo tan renuente a volver a su patria y no queriendo, por otra parte, privar al mundo de un hombre tan célebre, lo fue entreteniendo en la corte con el ánimo de ganarle la voluntad y servirse de él en beneficio de la corona. Entre tanto se ofreció la guerra con el rey de Michoacán, cuya ocasión y circunstancias ignoramos, y envió su ejército a Tlaximaloyan que era la raya de ambos reinos, a las órdenes de Tlahuicole. Este general desempeñó con valor la confianza del rey, y aunque no pudo desalojar a los michoacanenses del lugar donde se habían hecho fuertes, les hizo muchos prisioneros y les quitó mucho oro y plata y con estas ventajas volvió a México lleno de gloria. El rey le dio las gracias y le convidó de nuevo con la libertad, y no aceptándola el tlaxcalteca, le ofreció el empleo estable de tlacatécatl o general del ejército, a lo cual respondió Tlahuicole con bastante desenfado que no quería ser traidor a su patria; que deseaba morir sacrificado, pero pedía a su majestad que fuese en el sacrificio gladiatorio, que sería el más honroso a su persona por ser ese el destinado a los prisioneros de mérito. Más de tres años estuvo este célebre general cautivo en México con una de sus mujeres que de Tlaxcala se había ido a hacer vida con él; lo cual solicitaron verosímilmente los mismos mexicanos, por la esperanza de que les dejase una gloriosa posteridad que ennobleciese con sus hazañas la corte y el reino de México. Al cabo de los años, viendo Moctezuma la obstinación con que desechaba todos los partidos que le ofrecía, condescendió finalmente a sus bárbaros deseos y señaló el día del sacrificio. Ocho días antes comenzaron los mexicanos a celebrarlo con bailes y, cumplido el término, en presencia del rey, de toda la nobleza y de inmenso pueblo, ataron de un pie, según el rito establecido, al cautivo tlaxcalteca al temalacatl o piedra grande y redonda donde se hacía semejante sacrificio. Salieron sucesivamente a combatir con él varios hombres esforzados, de los cuales dejó, según dicen, muertos ocho y heridos unos veinte, hasta que habiendo recibido un fuerte golpe cayó en tierra fuera de sí, y antes de morir lo llevaron a la presencia de Huitzilopochtli, en donde le abrieron los sacerdotes el pecho y le sacaron el corazón y echaron a rodar su cadáver, según la costumbre, por las escaleras del templo. Así acabó este famoso general cuyo valor y fidelidad a su patria lo hubieran elevado al más alto grado del heroísmo, si se hubiera dirigido por mejores luces.
(Tomado de: Francisco Javier Clavijero - Historia antigua de México.)
(Saltillo, Coahuila, 27 de junio de 1889- Ciudad de México, 11 de mayo de 1970)
Perteneció al grupo del Ateneo de la Juventud (1910). Fue profesor de letras españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México. El poema en prosa alcanza en Julio Torri el extremo de resolver, en unas cuantas proposiciones, series complicadas de supuestos, a veces de origen culto y en ocasiones tomados de fuentes populares. Por encima del sentimiento, ha preferido la emoción de la inteligencia, y contra la elocución farragosa se ha propuesto el juego de la síntesis. Malicia e ironía, a menudo buen humor, trascienden de sus breves trabajos. La heroicidad, los grandes ademanes, los desplantes oratorios, el afán de superioridad, caen bajo su vigilante sonrisa más entregada a la suspicacia que a la aceptación. De él dijo Alfonso Reyes que solía fingir “fuegos de artificio con las llamas de la catástrofe”. Injustamente parca su producción, resume el testimonio de “los escritores que no escriben”, alienta el fervor de buscar en lo que cuenta el lado menos inmediato, el matiz capaz de darnos la sorpresa. Contra la corriente, delata el aspecto casi desconocido de un personaje o de una idea. Desde el rincón de su biblioteca, Torri ha procurado los asuntos que, en unas cuantas frases, tuercen el significado normal que estamos acostumbrados a otorgarles.
Obras:
Ensayos y poemas (1917 y 1937).
De fusilamientos (1940).
Tres libros [contiene los dos libros anteriores y Prosas dispersas] (1964).
(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)
... más vale que vayan los fieles a perder su tiempo en la maroma, que su dinero en el juego, o su pellejo en los fandangos.
General Riva Palacio, Calvario y Tabor
Por inaudito que parezca hubo cierta vez una cocinera excelente. La familia a quien servía se transportaba, a la hora de comer, a una región superior de bienaventuranza. El señor manducaba sin medida, olvidado de su vieja dispepsia, a la que aun osó desconocer públicamente. La señora no soportaba tampoco que se le recordara su antiguo régimen para enflaquecer, que ahora descuidaba del todo. Y como los comensales eran cada vez más numerosos renacía en la parentela la esperanza de casar a una tía abuela, esperanza perdida hacía ya mucho. Cierta noche, en esta mesa dichosa, comíamos unos tamales, que nadie los engulló mejores. Mi vecino de la derecha, profesor de Economía Política, disertaba con erudición amena acerca de si el enfriamiento progresivo del planeta influye en el abaratamiento de los caloríferos eléctricos y en el consumo mundial de la carne de oso blanco. —Su conversación, profesor, es muy instructiva. Y los textos que usted aduce vienen muy a pelo. —Debe citarse, a mi parecer —dijo una señora—, cuando se empieza a olvidar lo que se cita. —O más bien cuando se ha olvidado del todo, señora. Las citas solo valen por su inexactitud. Un personaje allí presente afirmó que nunca traía a cuento citas de libros, porque su esposa le demostraba después que no hacían al caso. —Señores —dijo alguien al llenar su plato por sexta vez—, como he sido hasta hoy el más recalcitrante sostenedor del vegetarianismo entre nosotros, mañana, por estos tamales de carne, me aguardan la deshonra y el escándalo. —Por solo uno de ellos —dijo un sujeto grave a mi izquierda— perdería gustoso mi embajada en Mozambique. Entonces una niña… (¿Habéis notado la educación lamentable de los niños de hoy? Interrumpen con desatinos e impertinencias las ocupaciones más serias de las personas mayores.) …Una niña hizo cesar la música de dentelladas y de gemidos que proferíamos los que no podíamos ya comer más, y dijo: —Mirad lo que hallé en mi tamal. Y la atolondrada, la aguafiestas, señalaba entre la tierna y leve masa un precioso dedo meñique de niño. Se produjo gran alboroto. Intervino la justicia. Se hicieron indagaciones. Quedó explicada la frecuente desaparición de criaturas en el lugar. Y sin consideración para su arte peregrina, pocos días después moría en la horca la milagrosa cocinera, con gran sentimiento de algunos gastrónomos y otras gentes de bien que cubrimos piadosamente de flores su tumba.
A mediados del siglo XVI, los padres Antonio de Segoviano y Miguel de Bolonia fundaron en el pueblo de San Juan Bautista, ahora conocido por San Juan de los Lagos. Estos frailes traían desde España una imagen de la Virgen María y la colocaron en una ermita que edificaron en la reciente población. Con el transcurso del tiempo se deterioró la Imagen, la que fue retirada, pero una india llamada Lucía pidió fuera llevada a la pública veneración. Corría el año de 1623 cuando ocurrió el primer milagro: la hija de unos cirqueros había fallecido durante un accidente propio de su oficio. Sus atribulados padres se disponían a conducirla al panteón, cuando llegó Lucía con la Imagen de la Virgen ordenándoles fuera colocada sobre el cadáver de la niña. Así lo hicieron y ante la admiración de todos los presentes, la niña volvió a la vida. La familia agradecida llevó la Imagen a Guadalajara para que fuera restaurada y volverla a su sitio de la ermita. La fama de este milagro corrió por todas partes, lo que obligó a que se procediera a edificar en el año de 1651 un templo. En 1666 el arzobispo Francisco Verdín de Molina dispuso que la imagen fuera venerada bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, pero la costumbre se impuso al dogma y hasta nuestros días se le sigue llamando la Virgen de San Juan de los Lagos. El 30 de noviembre de 1752 el arzobispo Nicolás Gómez de Cervantes colocó la primera piedra para la construcción del actual templo, el que reemplazó al anterior, siendo concluido el 30 de noviembre de 1769. El 17 de enero de 1836 fue incorporada a la Basílica de San Juan de Letrán de Roma.
(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)
El encantador de pájaros está en la esquina, rodeado de niños. Sobre el largo tripié la tablita del asombro sostiene una jaula de tres compartimientos, donde Marcelino, Rino y Pancho López regalan gorjeos. El desvaído terciopelo rojo, flecos dorados, de un toldo les hace sombra. Cada canario tiene vasija, el cuenco de la mano, con agua limpísima.
-Sal de tu casa, Marcelino, y con todo comedimiento, digno de tu esmerada educación, dile a esta niñita la buena suerte…
Marcelino llega hasta la cajita apretada de doblados y bien acomodados papelitos y con el pico escoge uno de color blanco.
“¿Quieres evitarte disgustos y prevenirte de la traición? Escoge las amistades y no confíes secretos personales”. Otro anaranjado: “No olvides que siempre le queda a uno tiempo para ser feliz y nunca es tarde para ser dichoso”; el último, amarillo: “Días felices para ti son los domingos y el día primero de cada mes”.
Marcelino suena centavos para probar si no son falsos; toca la campana de la escuela; empuja camioncitos de plástico; se desayuna con chocolate en tacita mínima y, como despedida, pone el sombrero a un muñequito de porcelana.
Al final de cada suerte el lindo verdín se gana un grano de alpiste, que toma de entre el pulgar y el índice de su dueño.
Marcelino vuelve a su casita muy obediente y se encarama al travesaño de su bien ganado descanso. A Rino le toca el siguiente turno. Pancho López, que cabecea en su sitio, pues anda develado, alborota un revoloteo de alas. Es que ha descubierto, enfrente, a la pájara pinta, sentada en su verde limón.
Marcelino y Rino, en tanto, juegan adivinanzas con los niños.
(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)