miércoles, 29 de abril de 2020

Ingenuas del Cine Mexicano

(Esther Fernández)
En este sentido, el paradigma por excelencia es Esther Fernández en "Allá en el rancho grande" (1936), de Fernando de Fuentes. Como Crucita, ingenua muchacha provinciana, buena, noble, pura y virtuosa, ni siquiera se entera que su madrina (la maravillosa archivillana Emma Roldán) la ha vendido en 100 pesos; ni tampoco de las difamaciones y especulaciones de que es objeto, siendo, por supuesto, totalmente inocente, pues está completamente dedicada al amor de Tito Guízar. Al final, con él forma una pareja idílica... Por supuesto, en su larga y fecunda filmografía, Esther Fernández actuó luego un poco menos como ingenua (por ejemplo, en "Santa" de Norman Foster), pero sin duda, fue una de las muchachas buenas y bellas por excelencia del cine mexicano.
(Lilia Michel)
Lilia Michel es casi una ingenua perversa por su vestuario: basado en un suéter pegadísimo que revela sus perfectos senos copa B; su boca hace mohines deliciosos y denota también mucho erotismo, pero lo asombroso es que en realidad ella es ajena a todo esto; es una muchacha caprichosa, malcriada y adorable. Ingenua hija de María Félix en "Vértigo" (1945), casi ajena a la formidable pasión que ésta vive con su novio, Emilio Tuero. La Michel hace una gran pareja con Jorge Negrete en "No basta ser charro" (1945), de Juan Bustillo Oro, una parodia de las películas rancheras y, sobre todo, de la figura del charro propuesta por el cine mexicano.
(Carmelita González)
Carmelita González es también hija o por lo menos hijastra de María Félix en "Que Dios me perdone" (1947). Ella es una apasionada de los conciertos de buena música por radio y casi en éxtasis, exclama: "¡Están tocando a Beethoven!", ajena, por supuesto, a los terrible problemas psicológicos y maquinaciones de Lena Kovich, judía sefardita, espía y madre mártir que se apoya demasiado en la ayuda del psiquiatra-novio de Carmelita. Hija política de Joaquín Pardavé en "El barchante Neguib" (1945); robada por un bandido legendario, pero al fin y al cabo casándose con el bueno de la película en "Se la llevó el Remington" (1948), Carmelita (compañera de Pedro Infante y Jorge Negrete en "Dos tipos de cuidado") fue una presencia agradable y constante en el cine mexicano.
(Alma Delia Fuentes)

(Angélica María)
Veteranísima ingenua, Alma Delia Fuentes, absolutamente inolvidable como niña en una de las joyas del cine mexicano, "Una familia de tantas" (1948), de Alejandro Galindo, ya despuntando como adolescente en otra joya nacional, "Los olvidados" (1950), de Luis Buñuel. Casi siempre al borde de la agresión masculina de los villanos (que exacerba con su delicada belleza rubia), la Fuentes fue una de las grandes adolescentes del cine mexicano, papel que más tarde sustentarían acabadamente muchachas como Angélica María (que al igual empezó desde pequeña en el cine mexicano y es la única que ha ganado un Ariel como mejor actriz femenina siendo aún niña), representante de la juventud rebelde y rockanrolera de finales de los 50 y en pleno auge en los 60. Protagonista, entre muchas otras películas en su calidad de "Novia de la juventud", de "Muchachas que trabajan" (1961), cuyo título lo dice todo: son chicas modernas.
(Rosita Arenas)

(Ariadne Welter)
Otras muchachas que trabajan y que por lo tanto son heroínas sesenteras de nuestro cine, son Rosita Arenas y Ariadne Welter, aunque ambas en realidad iniciaron su carrera en los 50. Rosita Arenas, fina rubia espigada, pizpireta y simpática, tiene una intervención notable en "El bruto" (1952), donde no se la comían presencias como la de Katy Jurado o Pedro Armendáriz. La Welter, de procedencia europea y hermana de Linda Christian, filmó también con autores del cine mexicano, como el propio Luis Buñuel ("Ensayo de un crimen, 1955). Era una figura erótica con cierta frescura y originalidad que destacó también bajo la dirección de Roberto Gavaldón en "Sombra verde" (1955).


(Erna Martha Bauman)

(Jacqueline Andere)

(Mapyta Cortés)
Un poco posteriores son Erna Martha Bauman, Jacqueline Andere y Mapyta Cortés; ésta última nunca logró pasar de películas musicales de mediana calidad, generalmente dirigidas por su tío, Fernando Cortés (su tía, claro, es Mapy), de enredos de internados de señoritas o de variedades de medianoche. La Bauman, preciosa rubia que fue Miss México, hizo cintas como "Jóvenes y bellas" (1961), que en realidad parece definir a toda una generación fílmica de damitas jóvenes, pues en ésta aparecían también María Duval, María Eugenia San Martín y Ariadne Welter. Un caso muy particular por su enorme simpatía y por su voz ronquita, es el de Anabel Gutiérrez, adorada por toda una generación de sociólogos universitarios que hoy ya peinan canas. Estaba deliciosa en "Escuela de vagabundos" y muchas otras comedias, esencialmente en el papel de la muchacha que despierta al amor ("Llamas contra el viento"). Con excepción de Jacqueline Andere, la cual destacó fundamentalmente en dos películas de ensayo: "Lola de mi vida" (1964) y "El ángel exterminador" (1962) y que luego aparecía ahí en películas de juventud o de terror, todas estas muchachas ingenuas o semi, están definidas por un título tan significativo como "Señoritas" (1958), aunque con la excepción de Mapyta Cortés, eran otras las muchachas que aparecían ahí como ingenuas (Sonia Furió, Ana Bertha Lepe). Y no olvidemos que hay una "Sor ye ye": Hilda Aguirre.

(Anabel Gutiérrez)


(Hilda Aguirre)

Ahora, en un "flashback", volvamos a los inicios y a la Época de Oro del cine mexicano. Primero, en los 50, está la inolvidable Irasema Dilián, rubia tierna, interesante y significativa, con títulos como "Muchachas de uniforme" (1950), "Las infieles" (1953), o "Un luto de bondad" (1954), y un poco antes, Blanca Estela Pavón, heroína popular casi a la altura de deidad religiosa en su serie con Pedro Infante: "Nosotros los pobres" (1947), "Ustedes los ricos" (1948) o "La mujer que yo perdí" (1949). Las chicas "de entonces" querían ser malas como María Elena Márquez en "Yo quiero ser mala" (1949), conocida también como Marisela, por su papel como hija de María Félix en "Doña Bárbara" (1943), a quien le quitaba, a pesar de todo, el galán. Deliciosa, única, María Elena Márquez destacó en muchas, muchas películas, pero quizás más que nunca en "La trepadora" (1949).

Rosario Granados, importada de Chile, era una muy plácida belleza rubia (al grado de que aquí le aplicaron el diminutivo y quedó en Charito). Competía inútilmente contra María Félix en "La diosa arrodillada" (1947). Quizá un título la defina: "Inmaculada" (1950). Asimismo, Virginia Serret competía infructuosamente contra la Félix en "La mujer sin alma" (1943); era deliciosa heroína ingenua en "El moderno Barba Azul" (1946), nada menos que junto a Buster Keaton; y ya significativamente, le destrozaba el rostro a cuchilladas Ninón Sevilla en "Aventura en Río" (1952).

Susana Guízar siempre aparecía "de cieguita"; en "Señora tentación" (1947) compite y gana en bondad (y obtiene al galán) a Ninón Sevilla. Finalmente, un caso muy especial es Rita Macedo, que indudablemente dejó huella con su belleza, su talento y su temperamento. Es muy singular ingenua mexicana en "Rosenda" (1948), pero en nuestro cine, trasciende a muchísimo más en toda una larga filmografía: "Ensayo de un crimen" (1955), "Nazarín" (1958), ambas de Luis Buñuel; "Por la puerta falsa" (1950), de Fernando de Fuentes; "Duelo en las montañas" (1949), de Emilio Fernández; "Tú, yo, nosotros" (1971), de Gonzalo Martínez, Juan Manuel Torres y Jorge Fons.

(Tomado de:  Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Grandes rostros del cine mexicano. Año 4, núm. 80. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1993)

lunes, 27 de abril de 2020

Mario Moreno, Cantinflas


El genio del humorismo de raíces nacionales en nuestro cine. El primer gran ejemplo del artista que se convierte en multimillonario gracias a sus películas. Cuántas hazañas y triunfos logrados por un hombre de cuna humilde.
De las carpas a los foros fílmicos, Cantinflas encontró la clave exacta, precisa, para trasladar la picardía de los marginados y convertirla en estilo que nadie ha igualado, aunque hayan tratado de imitar.
Cada una de las etapas de su carrera satisfacen el gusto del público de diferentes clases sociales. La más auténtica es aquella clase de espectador que lo admiró en los escenarios polvorientos: las carpas, fueron ellos quienes lo hicieron ídolo primero.
El siguiente grupo social que siguió a Cantinflas era el mismo que se asombraba en la década de los treinta con el avance del cine mexicano, y que creía en los supuestos avances del país: la clase media; aquel público que lo veía en Águila o sol, o en El signo de la muerte. En ese momento, el cómico todavía tenía gran sabor popular, pues provocaba la carcajada para hacernos olvidar el hambre, recurriendo a esa parodia de la arenga política, que es la forma "cantinflesca" de hablar. Sus seguidores se multiplicaron por millones.
Las mejores décadas del cine de Cantinflas incluyen películas como Ni sangre ni arena, Puerta joven, un día con el Diablo, Ahí está el detalle. Luego viene la etapa en que debido a su fama internacional se atreve a hablar en inglés, e incluso le permiten repetir sus rutinas como ocurrió en La vuelta al mundo en 80 días o en Pepe. El "peladito" se transforma en un hombre de una pulcritud sospechosa y al servicio de un discurso demagógico que se alejaba de lo estrictamente cinematográfico. Después de su muerte se le ha sabido revalorar y reubicar, sobre todo entre los jóvenes. Eso es lo más fabuloso y lo que contribuye a aumentar el tamaño de su leyenda.


(Tomado de: Peña, Mauricio - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)





viernes, 24 de abril de 2020

Leyenda de la calle del Indio Triste

El indio triste
[Juan de Dios Peza, 1852-1910]

I
Es media noche; la luna
irradia en el firmamento,
y riza al pasar el viento
las ondas de la laguna.

En el bosque secular
y entre el tupido ramaje,
turba el pájaro salvaje
la quietud con su cantar.

Y entre los contornos vagos
del horizonte, a lo lejos,
brillan cual claros espejos
al pie del monte los lagos.

Yace en paz, sola y rendida
de Tenoch la ciudad bella;
parece que impera en ella
la muerte más que la vida.

Y no es ficción, es verdad,
que fue tan triste su suerte
que la orillan a la muerte
el luto y la soledad.

Su esplendor está apagado
de la guerra al terremoto;
el gran huehueil está roto
y el teponaxtle callado.

No alumbra el teocal la luz
del copal de suave aroma,
porque el teocal se desploma
bajo el peso de la cruz.

No cubren mantos de pluma
los cuerpos de altivos reyes;
tiene otro Dios y otras leyes
la tierra de Moctezuma.

Y ante este Dios y esta ley
que transforman su recinto
sólo al César Carlos Quinto
reconoce como rey.

¡Cuántos heroicos afanes!
¡Cuántos horribles estragos,
han visto bosques y lagos,
ventisqueros y volcanes!

Está el palacio vacío
sin pompas ni ricas galas;
desiertas se ven sus salas
su exterior mudo y sombrío.

Y zumba en su derredor
del viento la aguda queja,
como un suspiro que deja
honda impresión de dolor.

Es el profundo lamento
de una raza sin fortuna:
¡la sangre que en la laguna
flota y se queja en el viento!

Por eso duerme rendida
de Tenoch la ciudad bella,
como al imperase en ella
la muerte más que la vida.

II
Frente a la anchurosa plaza,
cerca del teocal sagrado,
y del palacio olvidado
que pronta ruina amenaza,

donde con riqueza suma
viviera en tiempo mejor,
Axayacatl el señor
y padre de Moctezuma,

en corta y estrecha calle
desde la cual, el que pasa
mira fabricar la casa
del alto marqués del Valle,

así en la noche sombría
como en la tarde callada
y al fulgor de la alborada
con que nace el nuevo día

en toscas piedras sentado
y con harapos vestido;
entre las manos hundido
el semblante demacrado;

un hombre de aspecto rudo,
imagen de desventura,
siempre en la misma postura
y como una estatua mudo;

inclinada la cabeza
allí lo encuentra la gente,
como la expresión viviente
de la más honda tristeza.

¿En qué piensa? ¿qué medita?
¿qué dolor su alma destroza
que ni llora, ni solloza,
ni se queja, ni se agita?

En su conjunto reviste
tanta tristeza ignorada,
que la gente acostumbrada
clama al verlo: ¡el indio triste!

Le conocen por tal nombre
en el pueblo y la nobleza
y dicen: es la tristeza
que tiene formas de hombres.

A nadie llegó a contar
su tenaz dolor profundo;
siempre triste lo vio el mundo
en aquel mismo lugar;

tal vez fue algún descendiente
de los nobles mexicanos,
que al ver en extrañas manos
y en poder de extraña gente.

La nación que libre un día
vivió con riqueza y calma,
sintió en el fondo del alma
horrible melancolía.

Y sin ninguna amenaza,
viendo a su nación cautiva,
fue la expresión muda y viva
de la aflicción de su raza.

Muchos años se le vio
en igual sitio sentado,
y allí pobre y resignado
de su tristeza murió.

Su desconocida historia
al vulgo pasma y arredra,
y en tosca estatua de piedra
honrar quiso su memoria.

La estatua al cabo cayó,
que al tiempo nada resiste,
y "Calle del Indio Triste"
esa calle se llamó,

sin poder averiguar
con ciencia ni sutileza
la causa de la tristeza
del indio de aquel lugar;

pero en nuestro hermoso valle
y en nuestra mejor ciudad,
pasan de edad en edad,
ese nombre y esa calle.

(Tomado de: Peza, Juan de Dios – Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la Ciudad de México. Prólogo de Isabel Quiñonez. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #557, México, D.F., 2006)


(Portaestandarte mexica conocido como "El indio triste')

miércoles, 22 de abril de 2020

Juan Ruiz de Alarcón


Nacido, según unos, en el Real de Minas de Tasco, y, según otros, en la ciudad de México, con anterioridad a 1581, D. JUAN RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA pertenecía a antigua y acomodada familia. Tal vez protegido por el primer Virrey, el abuelo del poeta, D. Hernando de Alarcón, había venido a establecerse en la Nueva España. Era, además, el futuro autor dramático, de claro linaje: por su padre, D. Pedro Ruiz de Alarcón, descendía de una familia de Cuenca ennoblecida en el siglo XII; pero por su madre, doña Leonor de Mendoza, era de todavía más ilustre ascendencia: la de la casa de los Mendozas, que dio a Castilla su primer Almirante y a México su primer Virrey, y en la que figuraron nombres tan señalados en las letras como el Canciller López de Ayala, el Marqués de Santillana, ambos Manriques, Garcilaso de la Vega y Hurtado de Mendoza.
Plácidos y tranquilos han de haber corrido los años de su infancia. Presumible es que su familia gozara de mediana cuando no holgada posición económica: su padre era minero del Real de Tasco; la social túvola excelente. Destinado a la carrera de las letras, hacia 1594 ingresó en la Universidad de México, donde hizo los estudios de Artes y casi todos los de Cánones.Encontrábase a la sazón nuestra Universidad -si hemos de juzgar por los encomios de Cervantes de Salazar- en el apogeo de su esplendor juvenil; pero, ello no obstante, grande atracción ejercían en los estudiantes mozos de la Nueva España los emporios universitarios de la Península. Sea por ésta u otra causa, el joven Alarcón fue enviado a España en 1600.
A mediados de agosto de aquel año encontrábase ya en Sevilla. Ha de haber salido en seguida para Salamanca, en cuya Universidad, dos meses después, el 25 de octubre, obtenía el bachillerato en Cánones. Gradúase alli mismo de bachiller en Leyes el 3 de diciembre de 1602. Para auxiliarlo en sus estudios, un pariente suyo de Sevilla, Gaspar Ruiz de Montoya, le fija una pensión anual de 1650 reales; dato éste que mueve a creer que quizá por aquel tiempo la familia de Alarcón se habría empobrecido o arruinado. Y en tal convicción nos afirma el hecho de que el poeta súbitamente corta la carrera, abandona a Salamanca, márchase a Sevilla, y allí, para atender a su subsistencia, aparece en 1606 ejerciendo, aunque sin título, la abogacía. En situación tan poco lucida, posiblemente difícil, acaso angustiosa, natural es que pensara en el retorno a su patria. En México vivían aún sus padres y su hermano Pedro. México ofrecía tal vez al estudiante "destripado" de Salamanca mejores perspectivas: la esperanza de continuar y concluir la interrumpida carrera; la probabilidad de asegurar, con la ayuda de personas de valimiento, algún puesto.
El retorno a Indias parece que fue su idea predominante. Escaso andaba de recursos; pero no faltó quien le amparase: un vecino de Jerez de la Frontera, al morir en 1607, le deja un legado de 400 reales para ayuda del viaje. Magra es la suma; otras de seguro no vinieron a redondearla. De ahí que se las ingenie el poeta para emprender la travesía como criado de Fr. Pedro Godínez Maldonado, obispo de Nueva Cáceres, en Filipinas, que salía aquel mismo año en la flota de Nueva España. Demanda, de la Casa de Contratación, para ese efecto, la licencia respectiva; pero el proyectado viaje fracasa, debido a que la flota es de pronto destinada a la persecución de los piratas holandeses. No por esto desmaya Alarcón; está resuelto a partir, y partirá. Al año siguiente -1608-, en abril, pide otra vez licencia a la Casa de Contratación para hacerse a la mar, y no ya él solo, como fuera de suponer, sino con sus tres criados. Menos que dudoso era que los tuviese quien se ganaba la pitanza ejerciendo de "tinterillo", como acá decimos;pero júzguese que tan aparentemente rumboso arbitrio no llevaba otro propósito, por parte de Alarcón, que el de negociar las licencias sobrantes para allegarse mayores recursos.
Por fin realiza su sueño; el 12 de junio de 1608, y formando probablemente parte del séquito de Fr. García Guerra, Arzobispo de México, sale en la flota de D. Lope Díez de Aux Almendáriz. Lo acompaña un individuo secretario, y en la misma flota viaja Mateo Alemán, el ilustre autor de El pícaro Guzmán de Alfarache. Dos meses después contempla las playas del país nativo: la flota arriba a San Juan de Ulúa el 19 de agosto. Por el camino de Tlaxcala, con Fr. García Guerra, dado que haya figurado en su séquito, se dirige Alarcón a México. Aquí ha de haber encontrado, tal vez intacto, quizá mermado -y de seguro empobrecido- el hogar que dejó. Con su llegada coincide un gran acontecimiento: la inauguración de las obras del desagüe del Valle de México, por el Virrey D. Luis de Velasco, a quien acompañaba el recién venido Arzobispo, el 17 de septiembre de 1608.
¿Qué hizo D. Juan Ruiz de Alarcón de vuelta en su tierra? La verdad es que las ilusiones que posiblemente se había forjado, se realizaron en muy pequeña parte, y, en mucha mayor, se desvanecieron.
Gradúase de Licenciado en Leyes por la Universidad de México el 21 de febrero de 1609. No alcanza, sin embargo, a doctorarse, a pesar de que, vista su pobreza, se le dispensa la pompa para obtener el grado. Escribe el vejamen o sátira académica al doctorarse su amigo Bricián Díez Cruzate. De 1609 a 1613 se opone sucesivamente a las cátedras de Instituta, Decreto y Código; pero no consigue ninguna. Si malaventurado en estos lances universitarios, no le va mejor en sus pretensiones a cargos públicos. Su deformidad física dista de recomendarle para ellos. Lo más a que llega es a prestar sus servicios como abogado de la Real Audiencia de México.
Por bien de las letras y por la gloria del dramaturgo debemos celebrar estos continuados descalabros. ¿Qué hubiera sido de la carrera literaria de Alarcón si se queda en la Nueva España? ¡Gracias le sean dadas a los próceres que lo desampararon; gracias también a la muy insigne Universidad que no lo acogió! Muerto desde 1612 Fr. García Guerra -su protector por lo visto no sobrado diligente-; fallidas sus esperanzas burocráticas a la sombra del Virreinato, y acaso -¿por qué no suponerlo ya que entonces tenía escritas algunas de sus comedias?- deseoso de probar la fama literaria que le facilitaría hallar mejor acomodo en la Corte, a España decidió volverse, como en efecto lo hizo, saliendo de México en los últimos días de mayo de 1613. A fines de este mismo año ha de haber llegado a Madrid. Documentalmente consta que en Sevilla se encontraba en 1615.
Entonces da comienzo su vida literaria, vida de ruda lucha, activa, batalladora y a la par hosca y amarga, que consume los mejores años de su existencia, hasta que la silueta del dramaturgo, alejado al fin de las musas, se esfuma en el fondo grisáceo de la quietud funcionaresca.
Grande fue su genio, cuando, siendo en realidad un extranjero, habiendo escrito tan poco, en comparación con sus émulos, logró imponerse como personalidad original en aquel mundo de los corrales madrileños, dinámico, arrollador, cambiante, señoreado por el inmenso Lope de Vega.
Nadie tan combatido como Alarcón; nadie tan burlado y vilipendiado. La flor y nata de los ingenios en aquel maravilloso momento del Siglo de Oro hizo armas -harto innoblemente, por cierto- en su contra. Motejábasele, ante todo, por su deformidad física: era corcovado de pecho y espalda, barbitaheño y probablemente, moreno de color. Por lo cual lo zahieren a porfía Góngora, Quevedo, Lope, Tirso, Vélez de Guevara, Salas Barbadillo, Antonio de Mendoza, Montalván Suárez de de Figueroa... Quién le llama "zambo de los poetas", "Don Talegas" o "Don Cohombro"; quién asegura que "tiene, para rodar, una bola en cada lado"; quién lo compara con el enano Soplillo. Se le encarnece considerándolo "hombre en embrión", "baúl-poeta" o "señor bola matriz". Y es célebre la quintilla del regidor Juan Fernández:
Tanto de corcova atrás
y adelante, Alarcón, tienes
que saber es por demás
de dónde te corco-vienes
o a dónde te corco-vas.
Pero, dignamente, moldeando en serenidad su amargura, el poeta responde tales befas por boca de uno de sus personajes en Las paredes oyen:


En el hombre no has de ver
la hermosura o gentileza:
su hermosura es la nobleza;
su gentileza, el saber.
También inclinaban a chacota sus pretensiones aristocráticas, tan características y comunes en los criollos de la Nueva España.Ya hemos visto que era de noble prosapia; pero los escritores de la Península no transigían con que él se empeñase en anteponer a su nombre el "don" de que ahora todo el mundo usa. "Amaneció hecho un don..." -escribe Suárez de Figueroa-. "Los apellidos de D. Juan crecen como hongos... -léese en una censura atribuida a Quevedo-... Yo aseguro que tiene las corcovas llenas de apellidos. Y adviértase que la D no es don, sino su medio retrato."
Y allí de Alarcón haciendo decir a uno de sus héroes en La prueba de las promesas:
Si fuera en mí tan reciente
la nobleza como el DON
diera a tu murmuración
causa y razón suficiente;
pero si sangre heredé
con que presuma y blasone
¿quién quitará que me endone
cuando la gana me dé?
¡Qué más! Hasta daba pasto a la sátira su modo de ser afable y cortés, con algo de dulzón, como de genuino americano. A las veces, sin embargo, no se detenían sus rivales y envidiosos, en la frase maligna; iban más allá: al estrenarse El Anticristo echaron aceite pestilente en las candilejas, con ánimo de interrumpir la representación. Desarrollóse ésta en medio de silbidos, sofocaciones y estornudos. Y, al final, la obra hubiera ido irremisiblemente al fracaso, a no haber sido por la intrepidez de la comedianta que hacía de protagonista. Por estos hechos, a juzgar por una carta de Góngora, se ordenó la aprehensión de Lope de Vega y de Mira de Mescua.
Quien semejantes ataques provocaba, llevaba implícita la realidad de su propio valer. Las comedias de Alarcón se imponían. Interesaron a la Reina. No tardaría el esperado favor oficial que, satisfaciendo al pretendiente, aniquilase al poeta. En 1623, con motivo de las fiestas organizadas en Madrid para celebrar los conciertos matrimoniales entre Carlos Eduardo, Príncipe de Gales, y doña María de Austria, Infanta de Castilla, el autor de La verdad sospechosa fue designado para escribir el acostumbrado Elogio descriptivo. Deseoso de congraciarse con los de arriba, apremiado por el tiempo y carente de dotes -¡Él, que tanto las necesitaba!- para el cultivo de ese género de retórica ocasional y cortesana, se allegó algunos amigos para que le ayudasen a sobrellevar tan pesada carga, tramando, con él, sendas octavas. Con lo que resultó tal y tan endiablado engendro ("poema sudado, hijo de varios padres" lo llamó Pérez de Montalbán), que llovieron sobre el autor frases hirientes y chuscas.
¡Pero algún día había de cuajar el ansiado nombramiento para este poeta que, aguardándolo, había compuesto, a guisa de entretenimiento y para edulcorar la espera, tan buenas comedias! El 17 de junio de 1626, merced a la protección del presidente del Consejo de Indias D. Ramiro Núñez Felipes de Guzmán, obtiene Alarcón el puesto de Relator interino del mismo Consejo, cargo que se le confirma en propiedad a 13 de junio de 1633. Confinado en la vida burocrática; atento a negocios mercantiles de América que algo le habían producido, y acaso, en el fondo, muy en el fondo, desencantado de la vida literaria, D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza abandonó, al menos ostensiblemente, el cultivo de las letras. Silencioso, meditativo, se ha de haber encerrado en su casa. De tiempo atrás había tenido en Doña Ángela Cervantes una hija natural que llevaba el nombre de Lorenza de Alarcón. "Hacia el fin de sus años -escribe Alfonso Reyes- vivía con cierta holgura en la calle de las Urosas; tenía coche, criados y dinero para sus amigos." Falleció en Madrid el 4 de agosto de 1639. Descansa en la parroquia de San Sebastián.
Junto a la opulencia lujuriosa del teatro de Lope de Vega, junto al de Calderón y aun al lado de Tirso, la obra dramática de Alarcón resulta escasa por el número de títulos: contando las dudosas y las escritas en colaboración no llegan a treinta y cinco las comedias del mexicano. Dos volúmenes publicó de ellas su autor: el primero en 1628, con ocho piezas; el segundo en 1634, con doce: veinte en total, a las que hay que agregar cuatro más, tenidas como rigurosamente originales y auténticas. De tales comedias, unas siguen las huellas de Lope y Tirso: El semejante a sí mismo, El desdichado en fingir, La cueva de Salamanca, La industria y la suerte. Otras son de carácter: La verdad sospechosa, Las paredes oyen, La prueba de las promesas, Mudarse por mejorarse, El examen de maridos, No hay mal que por bien no venga, Los favores del mundo. Entre las dramáticas figuran: El Anticristo, La crueldad por el honor, El tejedor de Segovia (segunda parte), Quien mal anda, mal acaba, La culpa busca la pena, y el agravio, la venganza, El dueño de las estrellas. De tipo heroico: Ganar amigos, Los pechos privilegiados, Todo es ventura, La amistad castigada. En fin, de enredo, sólo se cuenta una: Los empeños de un engaño; y de tramoya, otra: La Manguilla de Melilla.
La escasa fecundidad de Alarcón explícase en parte por los azares de su vida dificultosa. Explícase también por la hostilidad del público, a quien, en el prólogo de sus comedias, apellidaba Alarcón "bestia fiera" y, al ofrecérselas impresas le decía: "...trátalas como sueles, no como es justo, sino como es gusto, que ellas te miran con desprecio y sin temor, como las que pasaron ya el peligro de tus silbas, y ahora pueden sólo pasar el de tus rencores".
Pero lo que no sólo explica, sino justifica esta escasa fecundidad, es la naturaleza misma de dicho teatro, que dista de la improvisación y, por sus características esenciales, revela ser obra meditada, de sereno y pausado pulimento. Si empezó imitando a Lope, acabó Alarcón por crear un tipo de comedia personalísimo e inconfundible. A la par que entretener proponíase edificar y enseñar. "Orgulloso y discreto, observador  y reflexivo -observa Pedro Henríquez Ureña-, la dura experiencia social le llevó a formar un código de ética práctica cuyos preceptos reaparecen a cada paso en las comedias." Fustiga vicios: la ingratitud, la maledicencia, la mentira, la inconstancia. Exalta virtudes: la piedad, la gratitud, la lealtad. Pero tal propósito moral no se realiza directamente por medio de la prédica; va implícito en la fábula, envolviéndola, iluminándola. Fue incomparable en el arte de crear personajes, vigilando su desarrollo lógico, sin desentenderse de su condición humanísima. La minuciosidad y fuerza penetrante del análisis psicológico, corre en el parejas con la observación menuda de las costumbres. Y por lo que toca no ya al fondo, sino a la forma, a la exterioridad artística de la comedia alarconiana, son tales sus cualidades, que la hacen caso único y de excepción en literatura castellana. Tanto se preocupa el poeta de la composición, del ordenamiento arquitectónico de la obra, como del estilo. Proporción y armonía ofrecen el plan, en sus lineamientos generales, y la intriga, en su desarrollo. Sobrio por naturaleza, el autor se aparta de enredos y personajes inútiles. Corta con viveza actos y escenas. Sus diálogos son breves; concisos los monólogos. De escasos vuelos líricos, su versificación es limpia y elegante, tanto como hermosos el lenguaje por su sencillez y pureza.
Habiendo cultivado, pues, casi todos los géneros, Ruiz de Alarcón creó uno que le pertenece por legítimo e indiscutible señorío: la comedia moral y de costumbres. Teniendo por antecedente remoto al latino Terencio, con el que la crítica le señala grandes semejanzas, influyó directamente en Corneille, fue el precursor de Molière y de él procede el teatro de Moratín, por lo cual puede afirmarse que es Alarcón, así en la literatura francesa como en la española, la fuente de donde arranca la comedia moderna.
Nació el gran dramático y se educó en México; pero vivió poco más de la mitad de su vida y murió en España; en España hizo su carrera literaria y sus comedias son de asunto español. ¿Debemos considerarlo como mexicano? ¿Fue, más bien, español?
Durante mucho tiempo se creyó esto último; ahora México reivindica su derecho a considerar como suya esa gran figura universal de las letras.
La tesis del mexicanismo del insigne escritor es relativamente nueva: data de 1913, cuando, en memorable conferencia, el crítico hispanoamericano don Pedro Henríqwuez Ureña sostuvo que Alarcón "pertenece de pleno derecho a la literatura de México y representa de modo cabal el espíritu del pueblo mexicano".
En comprobación de tal aserto, obsérvese, desde luego, una característica del dramaturgo: su "singularidad" dentro del teatro español de su época. El primero en advertirla fue un contemporáneo: Montalván: "las dispone -decía- con tal novedad, ingenio y extrañeza, que no hay comedia suya que no tenga mucho qué admirar..." Aludiendo a esto mismo, Fitzmaurice-Kelly expresa "que la personalidad tan marcada del genio de Ruiz de Alarcón -la extrañeza de que habla Montalván- da lugar a que casi se le aprecie mejor en el extranjero que en España". E insistiendo en lo que él llama la "nota personal", el "equilibrio" de Alarcón, declara que estas cualidades le colocan "algo aparte de los dos o tres más eminentes autores dramáticos españoles". Basta, en efecto, leer a Alarcón, para comprenderlo así; para enterarse de que el dramaturgo era una unidad aparte entre las grandes figuras del teatro del siglo de oro.
Ahora bien: si aquél se diferenciaba de éstas, ¿ofrecía, en cambio, su arte, algunas peculiaridades que revelaran su origen mexicano? Henríquez Ureña ha señalado varias: la discreción, la sobriedad, el desarrollo pausado -no agitado ni vertiginoso- de sus comedias, que coinciden con "el sentimiento discreto, el tono velado, el matiz crepuscular" que se advierte en la poesía mexicana; así como (cualidades que derivan del modo de ser mexicano) la brevedad en la observación, lo imprevisto en la réplica, la abundancia de fórmulas epigramáticas, y por último, la cortesía. "El propósito moral y el temperamento meditativo de Alarcón iluminan con pálida luz y tiñen de gris melancólico este mundo estético, dibujado con líneas claras y firmes, más regular y más sereno que el de los dramaturgos españoles, pero sin sus riquezas de color y forma."
Pero aún hay consideraciones de otra índole que conviene examinar al respecto. Cuando Alarcón partió para España en 1600, tras de haber pasado en la tierra natal su niñez y primera juventud, y hecho buena parte de su carrera universitaria, era un espíritu formado ya; "había ya vivido -como expresa Alfonso Reyes- en un ambiente de sello inconfundible y propio de los primeros veinte años de su vida, que es cuando se labran para siempre los rasgos de toda psicología normal". Probablemente ya por entonces había iniciado su carrera literaria, escribiendo sus primeras comedias -no, es cierto, de las mejores entre las suyas, pero sí de las que acusan rasgos distintivos de su genio-. Hartzenbusch afirma, con copia de razones, que El desdichado en fingir, La culpa busca la pena, y La cueva de Salamanca, fueron escritas por los años de 1599; es decir, cuando Alarcón aún no salía de México, y cuando era aquí estudiante de la Universidad. La industria y la suerte y Quién mal anda, mal acaba datan, según el propio Hartzenbusch, de 1600 y 1602, respectivamente; por lo que habrá que considerarlas como pertenecientes a la época en que el poeta estudiaba en Salamanca, si no es que la primera de dichas comedias fue compuesta todavía en México. Ábrese luego en la tabla cronológica de Hartzenbusch un paréntesis: de 1602 a 1616, o sea el período que comprende la apurada permanencia de Alarcón en Sevilla, litigando, y el retorno a México, de 1608 a 1613. Anterior a 1616 juzga el crítico español que haya sido El semejante a sí mismo. Acaso fue escrita esta obra -y así lo admite como verosímil Menéndez y Pelayo- al volver Alarcón a su patria; pues en la primera escena refiérese a la inauguración de las obras del desagüe de esta ciudad, que tal vez presenció. Y cabe presumir que de la misma época o muy poco posterior sea La prueba de las promesas, en la que figura un personaje -el mago D. Illán- que conjeturó Fernández Guerra hubiera sido inspirado al dramaturgo por la extraña personalidad, toda ella rodeada de misterio, del sabio Enrico Martínez, autor de las susodichas obras del desagüe del Valle de México.
Sí, pues, D. Juan Ruiz de Alarcón nació, se educó y pasó su primera juventud en México; si aquí se reveló su vocación literaria y dio su arte los primeros frutos, y si, por último, este arte, así entonces como en su desarrollo ulterior mostró diferenciarse del predominante en España en la misma época, y presenta, además, características de sensibilidad, de expresión, que lo asemejan al peculiar modo de ser mexicano, es evidente que por mexicano hay que tener a Alarcón.
Ciertamente "exiguo" y "desproporcionado" para dramático de tal perfección y grandeza resulta el marco de la poesía colonial, como afirma Menéndez y Pelayo. Mas no por estar fuera del marco, deja de pertenecernos la figura. Una sociedad naciente no podía ofrecer, no ofreció -ya lo hemos visto- ambiente propicio a las letras. Nuestra poesía en el siglo XVI redujósde a balbuceos retóricos, a unos cuantos versos circunstanciales, y al perfil de un poeta arcano. En el teatro, dentro de horizontes estrechísimos, sólo tuvimos un ingenio menor: González de Eslava. Inédita en su mayor parte, durante siglos, permaneció pa obra preclara de los cronistas... ¡Y como para compensarnos de tanta y tan penosa indigencia, bien que proyectándose sobre el fondo magnífico de la España del Siglo de Oro -único que podía contenerla-, se yergue, altiva y solitaria, la gloriosa y muy mexicana figura de D. Juan Ruiz de Alarcón!

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

lunes, 20 de abril de 2020

Semana del 01 al 07 de enero de 2000

Semana del 01 al 07 de enero de 2000

Milenio Diario

Sábado 1"
Un desgastado Boris Yeltsin cede el poder a Vladimir Putin.
El Presidente de Rusia, Boris Yeltsin, renuncia a su cargo y cede sus funciones al primer ministro Vladimir Putin. Yeltsin do a conocer su dimisión en su tradicional mensaje de Año Nuevo a la población rusa, en el que pidió perdón a sus gobernados por no haber cumplido con todas las expectativas que se tenían de su gobierno.

Domingo 2
Marcos, ausente en el festejo del EZLN.
Entre cantos "revolucionarios", baile de marimba y fogatas que agrupaban a miembros de distintas comunidades, unos 5 mil simpatizantes zapatistas festejaron por partida doble: la llegada del nuevo milenio y los seis años de la presencia pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Estuvieron ausentes los miembros del Comité Clandestino Revolucionario del EZLN.

Lunes 3
Muere la madre del rey Juan Carlos.
La madre del rey de España, reconocida porque mantuvo viva la imagen de la monarquía durante la dictadura franquista, lo que fue fundamental durante la transición, murió ayer a los 89 años. Doña María Mercedes de Borbón falleció en la residencia de La Mareta en Lanzarote (islas Canarias), lugar donde la familia real se encontraba de vacaciones.

Martes 4
De la Fuente se reunió de nuevo con estudiantes.
Pasaron tres semanas para que el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, reanudará sus encuentros con las comunidades de escuelas y facultades en la búsqueda de una solución al conflicto en la máxima casa de estudios. Un día después de la explosión de un petardo en el CCH Naucalpan, con saldo de dos jóvenes heridos, el rector pidió prudencia para evitar actos violentos en el campus universitario.

Miércoles 5
La Policía dejó escapar al capo de los Valencia.
Gracias a algunas llamadas anónimas, policías federales adscritos a Guadalajara lograron ubicar en octubre de 1999 algunas de las casas que habitaban Luis Valencia y sus cómplices. Sin embargo, los agentes no los detuvieron debido a que no contaban con órdenes de cateo para ingresar a las propiedades. Cuando se obsequió la orden de cateo para revisar las fincas, ninguno de los acusados fue localizado.

Jueves 6
Registra Cuauhtémoc Cárdenas su candidatura presidencial.
En lo que se perfila como su último intento por alcanzar la Presidencia de la República, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano acudió al Instituto Federal Electoral a registrarse como candidato. El aspirante de la Alianza por México calienta el ambiente electoral con duras críticas contra Vicente Fox y Francisco Labastida. "La tercera será la vencida", dice el hijo del general Lázaro Cárdenas.

Viernes 7
Cancelan ajuste en tarifas telefónicas.
La controvertida propuesta de un cambio de esquemas en el cobro de las tarifas telefónicas, que podría haber significado un drástico aumento en el gasto que destinan los usuarios al servicio, fue desechada oficialmente por Teléfonos de México. La propuesta era cobrar por cada minuto de comunicación, tanto residencial como empresarial.

(Tomado de: Milenio 5 años, 2000-2005. Milenio Diario S.A. de C.V., Monterrey, Nuevo León, 2005)





viernes, 17 de abril de 2020

Cuijas

También reciben los nombres de besuconas, salamanquesas o, el más universal, de gecos. Son pequeños reptiles de ojos grandes que carecen de párpados, y tienen unas laminillas ventrales en los dedos que forman una ventosa con la que se adhieren a superficies lisas. El cuerpo es aplanado, la cola corta y ancha y fácilmente se le desprende. Toda la piel está formada de pequeñas escamas (algunas tienen escamas más elevadas de forma poliédrica), el color en casi todas es blanquecino o gris muy claro y en algunas inclusive es ligeramente transparente lo que les da la apariencia de ser rosadas, principalmente en el vientre.
Son de hábitos nocturnos; habitan en regiones rocosas y selváticas en donde caminan por las paredes de las rocas o sobre los troncos, por lisos que éstos sean, ayudadas por las ventosas digitales.
Algunos géneros son parantrópis, es decir, viven junto al hombre aprovechando las construcciones de éste. Así podemos ver a las cuijas en hoteles, casas, puentes, etc. Debido a lo anterior estos reptiles han viajado en barcos y, por tanto, se encuentran en toda la región tropical y subtropical del mundo, principalmente en los puertos.
En muchas partes las consideran venenosas, argumentando que cuando caen sobre la piel dejan su silueta como quemadura, pero esto es completamente falso, pues son inofensivas y muy útiles por la gran cantidad de pequeños insectos que consumen.
El género más extendido en México y más común es Phyllodactylus, que vive en ambas costas incluyendo Baja California e islas. Se le encuentra tanto en hábitat natural como en zonas pobladas.
La cuija o geco Coleonyx se aparta de la descripción general que se hizo, ya que carece de laminillas ventrales en los dedos, tiene párpados rudimentarios y su coloración está formada por bandas amarillentas, rojizas y café, ribeteadas de negro. Las tres especies de este género prácticamente cubren toda la república con la siguiente distribución: Coleonyx variegatus en el desierto de Sonora y Baja California; C. brevis, estados que abarca la meseta norte y C. elegans de Colima y San Luis Potosí al sur.
Otra especie menos distribuida es Aristelliger georgeensis, que es propia de Quintana Roo. Los adultos son pequeños y sólo llegan a medir 5 cm.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

miércoles, 15 de abril de 2020

Villa y Zapata entraron a ciudad de México, 1914


El Monitor, diario de la mañana. Domingo 6 de diciembre de 1914.


Los generales Villa y Zapata entraron a la capital
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Los Ejércitos del Norte y del Sur se unirán en la calzada de la Verónica
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Ya juntos marcharán por la avenida principal hasta pasar por palacio, en donde el señor Presidente Provisional de la República presenciará el desfile
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En el público metropolitano hay una gran ansiedad porque llegue el día en que hagan su entrada a esta capital los veinticinco mil soldados que se encuentran en las afueras de la población pertenecientes al Cuerpo del Ejército del Norte.
En las avenidas principales de la urbe es donde se nota mayor animación, y gran número de familias, anticipadamente, ha estado alquilando balcones para presenciar de la manera más cómoda el desfile que se prepara.
Entrevistamos a varios jefes de la División del Norte, y todos ellos nos aseguraron que la entrada de sus tropas estaba dispuesto que fuera para el día de hoy, y que no habían recibido hasta esa hora orden en contrario. También nos dijeron que el general Francisco Villa haría su entrada al par que sus tropas.
Como decimos en otro lugar, en la ciudad de Cuernavaca se reunió la junta de generales surianos, presidida por el señor general Emiliano Zapata, el jueves y viernes de la semana pasada.
Varios señores generales surianos que entrevistamos, nos manifestaron que el general Emiliano Zapata, jefe de la División de Oriente, llegaría a esta capital el día de hoy, sin precisarse la hora, aunque se cree que la entrada del jefe del Ejército del Sur sea al mismo tiempo que la del general Villa.
Como una exhalación, pasó ante los ojos del reportero la vanguardia de esa extraña caravana, y cuál no sería su sorpresa, al ver que en el grupo que seguía después, rodeado de un gran número de generales y jefes surianos, iba el general Emiliano Zapata, jefe de la División de Oriente.
La recepción en el Palacio Municipal
El destacamento perteneciente a la División del Norte, que está de guarnición en ese pueblo, desde la entrada de la población hasta el Palacio Municipal, formó valla de honor, para hacer los honores de ordenanza al jefe suriano.
En el salón de Cabildos del Ayuntamiento, anexo al citado edificio municipal, fue donde tuvo lugar la recepción del general Zapata.
El jefe de la División de Oriente se presentó acompañado de los generales Montaño, Palafox, Pacheco y Navarro; de coronel Zabala, y los miembros de su Estado Mayor y otros muchos jefes, cuyos nombres se nos escapan de la memoria.
El general Emiliano Zapata, lucía el típico traje del "charro" mexicano, con una chaqueta de gamuza, color "beige", con bordados de oro viejo y una águila que abarcada toda la espalda; pantalón ajustado, negro, con botonadura de plata y sombrero galoneado, haciendo "pendant" con la chaquetilla.
Conferencian por teléfono los generales Villa y Zapata
Por personas bien enteradas, tenemos conocimiento de que el señor general Francisco Villa, acompañado de los miembros de su Estado Mayor, se dirigió en automóvil a la poblaciónpoblación de Mixcoac, desde donde sostuvo una interesante conversación telefónica con el general Emiliano Zapata, que fue en extremo cordial, y en ella se convino que el día de hoy ambos habían de hacer su entrada en la capital de la República, en señal de la unión que existe entre los soldados del norte y del sur.
                                        Desde Coyoacán a Xochimilco
La mancha oscura que se extendía en el camino hasta el horizonte, perdiéndose a través de los montes que vio el reportero, era una poderosa columna militar, según pudo después averiguar.
Eran dieciocho mil soldados surianos que han estado llegando procedentes del Estado de Morelos y otros puntos a Xochimilco, donde se organizaron y esperaron la llegada de su jefe, para proseguir su marcha con dirección a San Ángel.
Personas que acompañaron a la columna, nos dicen que era tan grande y tan numerosa, que cuando las avanzadas surianas hacían su entrada en el pueblo de Coyoacán, la retaguardia de la columna aún no se movilizaba en Xochimilco, y el camino entre ambas poblaciones era ocupado por el grueso de la fuerza.

(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #5, La ocupación de la Ciudad de México, 1915. UNAM, México, D. F., 1983)

lunes, 13 de abril de 2020

José López Portillo y Rojas

[1850-1923] Mexicano. Nació en Guadalajara de una familia rica y tradicionalista. Fue abogado, periodista, catedrático, gobernador de Jalisco y secretario de Relaciones Exteriores. Apoyó el régimen de Porfirio Díaz. Con Emilio Rabasa y Rafael Delgado, forma la trilogía de novelistas de fines del siglo XIX que sintieron la influencia del realismo español de Galdós y de Pereda. Su mejor novela, La parcela (1898), es la primera en las letras mexicanas de ambiente totalmente rural, aunque representa el punto de vista del hacendado. También fue autor de otras dos novelas, Los precursores (1909) y Fuertes y débiles (1919); de cuatro colecciones de relatos breves: Seis leyendas (1883), Novelas cortas (1900), Sucesos y novelas cortas (1903) e Historias, historietas y cuentecillos (1918). López Portillo también escribió poesía, teatro, relatos de viajes, crítica e historia. Su nieto José López Portillo fue presidente de México de 1976 a 1982.

(Tomado de: Menton, Seymour - El cuento hispanoamericano. Antología Crítico-histórica. Colección Popular #51. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F. 1986)