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"LES TENGO UNA EXCELENTE NOTICIA: YA LLEGUÉ"
La vida de Mauricio Férez Yásbek esconde un secreto poco conocido. Uno de los galanes más famosos de México, el hombre que enamorara a cuanta mujer se le cruzara en el camino, el zorro plateado que hiciera suspirar en las pantallas del cine nacional a niñas, jóvenes y señoras, tenía mamitis. Hay quienes aseguran, Angélica María lo ha dicho en más de una entrevista, que el modisto de señoras nunca tomó una decisión sin consultarla antes con su madre.
Cuando Mauricio Férez era apenas un niño que jugaba en la calle y vivía feliz en el puerto de Tampico, en el estado norteño de Tamaulipas, su familia, de origen libanés, enfrentó los sinsabores que deja la penuria financiera. La empresa de su padre, que se dedicaba a la manufactura de productos derivados del petróleo, encontró la quiebra como consecuencia de la expropiación cardenista.
Asfixiados por la ruina económica, la familia Férez Yásbek viajó al Distrito Federal, donde se quedó a vivir con el apoyo de la familia materna del futuro actor. El padre de Mauricio, que no se repuso nunca de la desaparición de la empresa familiar, se replegó sobre la tristeza y la depresión mientras la madre tomaba el papel de mandamás. Día con día su influencia sobre los miembros de la familia fue mayor, hasta que no se hacía nada que ella no ordenara. Mauricio comenzó entonces a admirarla y adorarla, hasta el punto de venerarla mientras crecía en su corazón la vergüenza ante el nombre de su progenitor.
Fue ella quien sacó adelante a su hijo Mauricio, y fue también ella quien le recomendó, cuando éste se acercó al mundo de la farándula, que cambiara su nombre. "No, el nombre no -respondió Mauricio-, en todo caso el apellido de mi padre." Así nació, una tarde inspirada de domingo, Mauricio Garcés. La madre y el hijo, apoyados por el hermano de ella, José Yázbek, quien era un importante productor de cine, consideraron, con base en una idea que les parecía extraordinaria, que el joven necesitaba un apellido que le diera suerte y presencia, un apellido que empezara, dijo la madre, con una letra bendecida. Y eligieron la G, la misma que tan buena aura había dado a Clark Gable, Gary Cooper y Cary Grant, los ídolos de el criado malcriado.
Desde los inicios de su carrera y hasta que la muerte se la llevó con ella, Mauricio Garcés se empeñó por conseguir la admiración de su madre. Discuría con ella la conveniencia de los proyectos a los que se le invitaba y con ella ensayaba por las noches los guiones y los parlamentos de los días siguientes. Todas las frases que Mauricio Garcés hizo famosas fueron inventadas o aprobadas por la progenitora del galán del bigote delgadito durante las madrugadas interminables de los ensayos familiares. Los oídos que por primera vez escucharon "Arroooz", "Suertudota", "La traigo muerta", "Ha de ser terrible tenerme y después perderme", "Les tengo una excelente noticia: ya llegué" también fueron los que escucharon la tristeza del hombre que, deseado por todas las mujeres, no pudo nunca desear a ninguna. ¡Cuántos noviazgos dejó inconclusos Mauricio para poder llorar después en el regazo materno! ¡Cuántos corazones rotos por la mamitis del galán!
Cuando murió su madre, dicen quienes estuvieron presentes, Mauricio lloró un río entero. Pasaron muchos meses antes de que volviera a trabajar, durante los cuales el modisto de señoras se entregó a los vicios y la tristeza. Su afición por el tabaco alcanzó niveles insospechados, al punto de enfermar de sus pulmones. Años después, el 27 de febrero de 1989, durante una crisis causada por el enfisema pulmonar que padecía, Mauricio Garcés exhaló su último aliento. Para quienes lo querían fue un duro golpe; sin embargo, para quienes además de quererlo lo conocían a fondo, la tristeza dejada por su muerte fue aplacada por un piadoso pensamiento: "Ya está al lado de su mamacita".
(Tomado de: Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México, Editorial Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2008)
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