viernes, 31 de agosto de 2018

Yepatl o Zorrillo


Yepatl. Zorrillo o mofeta [Mephitis mephitis].


Hay un animal en esta tierra que echa gran hedor, y por gran espacio hiede; es del tamaño de un gato, tiene los pelos largos, es de color negro, trae la cola espagañada, es bajuelo; tiene las orejas agudas y pequeñas, tiene el hocico delgado, habita entre las piedras y en las cuevas, y allí cría a sus hijos; su comer es escarabajos y gusanos, y unos escarabajuelos que vuelan; (…). La orina de este animal o su freza es cosa espantable del hedor que tiene, parece cosa infernal y pestilencial, espárcese por gran espacio; y si alguno lo quiere tomar, luego alza la cola, y le rocía con la orina, o con la freza; donde toca esta suciedad en la ropa, párace una mancha amarilla, que jamás se puede quitar esta freza, y si alguno toca en los ojos lo ciega. Y si le comen los que tienen bubas, sanan, y la carne si la comen los gotosos, sanan.

(Tomado de Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)

jueves, 30 de agosto de 2018

Mariano Azuela






Nació en Lagos de Moreno, Jal., en 1873; murió en la ciudad de México en 1952. Es autor de la primera novela de la Revolución Mexicana, Los de abajo (1916), traducida a muchos idiomas. Con anterioridad había escrito María Luisa (1907), Los fracasados (1908), y Mala yerba (1909). Sus obras posteriores son de carácter costumbrista con un estilo sencillo y ágil, que anima adecuadamente ambientes y caracteres. Otras novelas suyas son: La malhora (1923), Las moscas, el camarada Pantoja, Las tribulaciones de una familia decente, Nueva burguesía, Regina Landa, Avanzada, Andrés Pérez, maderista, Sin amor, La luciérnaga, Precursores, San Gabriel de Valdivia, La marchanta, La mujer domada y Sendas Prohibidas. Escribió también un tomo de piezas de teatro, un volumen de crítica (Cien años de novela mexicana, 1947) y una biografía novelada del insurgente Pedro Moreno.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen I, A - Bajío)





(Lagos, Jalisco,1873-México, 1952). Sólo citaré aquí sus obras que tienen que a la Revolución como meollo: Andrés Pérez, maderista (1911); la cumbre del género, Los de abajo (1915); Los caciques (1917); Las moscas (1918); Domitilo quiere ser diputado, del mismo año; De cómo al fin lloró Juan Pablo, Las tribulaciones de una familia decente, todas ellas de la misma fecha; La Malhora (1923). La Revolución volverá a aparecer en El camarada Pantoja (1937); Regina Landa (1939); Avanzada (1949) y Nueva burguesía (1941). Aunque, como es de razón, los hechos que presenció a lo largo de su vida surgen como fondo en casi todas sus novelas; no puede dejar de citarse Precursores (1953), en donde destaca ya su biografía de Manuel Lozada, y la novelada del presidente Madero. Fue médico y ejerció hasta el fin de su vida.
[...]
La obra de Mariano Azuela es la más importante, desde el punto de vista novelístico, de toda la época. Como autores de memorias lo superan Martín Luis Guzmán o José Vasconcelos; no coincide en ningún terreno con lo escrito con tanta elegancia por Alfonso Reyes, pero ninguno de ellos ha tenido la fuerza de invención y reconstrucción que dan cabida a ese famoso espejo que quiso caracterizar la novelística del siglo XIX. Lo mismo sucede con sus biografías que dibujan, como pocas, los sucesos del siglo pasado aun siendo escasos los personajes retratados. La fuerza de Azuela reside ante todo en su honradez, virtud poco frecuente en la literatura. De un hombre honrado, nadie puede hablar mejor que él mismo. Para dibujar un retrato de Mariano Azuela nada como sus palabras al recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en enero de 1950:


“Si este galardón se me otorga por mi amor entrañable a las gentes y cosas de México, está justificado. En verdad yo no habría escrito ni una sola línea en materia literaria si desde mi juventud no me hubiera atraído con fuerza irresistible el deseo de producir algo acerca de nuestro país, algo que siempre fue de mal tono escribir, particularmente en aquellos tiempos en que, incluso la literatura, todo lo importaban de Europa. De lo demás que pueda encontrarse en mi obra no me avergüenzo ni me ufano, porque siempre he creído que el artista no es más que un medio elegido por fuerzas que desconocemos totalmente y que para expresarse se valen de determinados seres humanos. El feliz hallazgo de un tema musical, de una combinación de líneas y colores, el acierto de un verso o pasaje de novela, no son a menudo -por no decir siempre- sino fruto de la subconciencia. Pero vanagloriarse de esto sería tan insensato como absurdo que el cenzontle se ufanara de la variedad de sus trinos, o la avutarda se abochornara por la pesadez de su vuelo. Son dones, y el que los posee sólo está obligado a adueñarse de la técnica indispensable para producir su obra con la mayor perfección.
Pero, en mi concepto, este premio tiene además una significación que trasciende más allá de lo meramente personal. Se le concede a un escritor independiente, y esto equivale a reconocer las ideas que le van aparejadas. Es decir, ese derecho por el que los mexicanos venimos luchando desde la consumación de nuestra Independencia.
Como escritor independiente, mi norma ha sido la verdad. Mi verdad, si así se quiere, pero de todos modos lo que yo he creído que es.
En mis novelas exhibo virtudes y lacras sin paliativos ni exaltaciones y sin otra intención que la de dar con la mayor fidelidad posible una imagen fiel de nuestro pueblo y de lo que somos. Descubrir nuestros males y señalarlos ha sido mi tendencia como novelista; a otros corresponde la misión de buscarles remedio.
En ocasiones hice la crítica acerba de la Revolución; mejor dicho, la autocrítica de nuestra Revolución, ya que tomé parte activa en ella con el entusiasmo de mis mejores años. Reconozco que la novela tendenciosa o de tesis es mala por lo que la enturbia como obra de arte; pero muchas veces tuve necesidad de decir, de gritar lo que yo pensaba y sentía, y de no haberlo hecho así me habría traicionado a mí mismo. No todos comprendieron esta actitud mía y a menudo fui censurado por ello. Por fortuna sí me comprendieron los que a mí me importaban más, los revolucionarios auténticos e íntegros. He proclamado muy claro y muy alto: ninguno de los gobiernos emanados de la Revolución estorbó jamás la publicación de mis escritos ni me tocó nunca en mi persona.”


Ésta es la verdad, nadie la ha dicho mejor; señala el rumbo y la reforma de las novelas de Mariano Azuela; de las de combatiente activo a las de crítico implacable, de Los de abajo a El camarada Pantoja.
Había confesado que “Los autores que influyeron en mis comienzos literarios, casi con exclusión de cualesquiera otros, fueron Honorato de Balzac, Emilio Zola, Flaubert, los Goncourt y Alfonso Daudet.” ¿Qué novelista de su edad no la sufrió?
En cambio no cita -y no puedo entrar ahora en intentar explicar el porqué- a escritores españoles que si no influyeron coincidieron con él. Dejando aparte a Balzac, no hay gran cosa en su obra que recuerde a Flaubert o a Daudet ni siquiera a Zola; tampoco hay influencia de la gran escuela española de fines del XIX: Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Valera; pero sí, y era inevitable por la coincidencia de fechas, de Baroja -que podía haber pronunciado el discurso anterior-, por el espíritu pesimista y el estilo que en fondo y forma no deja a veces de traslucir su condición médica y, en segundo lugar y en su segunda época, la de Valle-Inclán, por lo recortado, agrio, desgarrado, popular del lenguaje hablado.
En latinoamérica ¿con quién compararle? ¿Con Roberto J. Payró? ¿Con el envarado Larreta?¿Con Augusto D’Halmar? ¿Con Eduardo Barrios? ¿Con Alcides Arguedas? ¿Con Benito Linch? ¿Con Rómulo Gallegos? Tal vez con el único con quien se codee es con Horacio Quiroga, aunque éste fuera más cuentista que novelista. José Eustasio Rivera escribió un solo libro valedero que se puede comparar, si se quiere, con Los de abajo; pero ¿y los demás?
Muchos de los primeros libros de escritores americanos contemporáneos o anteriores a Azuela podrían titular sus volúmenes -y no dejaron de hacerlo- Del natural. Luego la mayoría se dejó morder por el folletín pero, de hecho, “del natural” son, auténticamente, los primeros relatos de Mariano Azuela. 
Desde los sucesos de la Revolución, su manera será más expresionista: sucesión rápida de imágenes, sin comentario; descripciones violentas y acertadas, feroces las más; la frase corta, burilada, sin rebuscamientos; los diálogos exactos, reducidos a lo esencial; en cierta manera: un Hemingway avant la lettre.
Su última gran novela fue Nueva burguesía (1941), totalmente contemporánea de los hechos que relata. No dejaría de ser curiosa una comparación con Los hijos de Sánchez (de Lewis); Juan del Riel, de Guadalupe de Anda, sucede en el mismo ambiente ferrocarrilero de Nonoalco al igual que Nueva burguesía.
No fue un escritor político sino un gran escritor. Dijo lo que creyó que debía lo mejor que pudo; moralmente se mantuvo siempre más allá que “a la altura del arte”.
-Éstos hablan. Yo no. No tengo nada que decir. Escribir es otra cosa -decía en sus últimos años, en el Colegio Nacional, viendo charlar en otro extremo del salón a Alfonso Reyes y otros componentes de la Institución.
-Escribí lo que ví, sin tomar partido -me dijo una vez don Mariano.


(Tomado de: Aub, Max – Guía de narradores de la Revolución Mexicana. Lecturas Mexicanas #97, 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F.,1985)






miércoles, 29 de agosto de 2018

Escorpiones y arañas


Escorpiones y arañas



[…]Los alacranes o verdaderos escorpiones son comunes en todo aquel vasto reino; pero en las tierras frías o templadas son por lo común pocos y no considerable su picada. En las tierras cálidas y en aquellas en que el aire es muy seco, aunque el calor sea moderado, abundan más y es tal su ponzoña que en algunas partes basta a quitar la vida a los niños y ocasionar ansias terribles en los adultos. Se ha observado que la ponzoña de los escorpiones pequeños y rubios es más activa que la de los grandes y negros, y que es menos funesta su picada en aquellas horas del día en que calienta más el sol.



Entre las especies de arañas, que son muchas, hay dos que por su particularidad no pueden omitirse: la tarántula y la casampulga. Dan allí impropiamente el nombre de tarántula a una araña muy grande, cuyo cuerpo y piernas están cubiertas de un pelillo negro que tira a ceniciento, semejante al de los pollos recién nacidos. Es propia de tierras cálidas y se halla no solamente en los campos sino aun en las casas. Está tenida por venenosa, y se cree que el caballo que la pisa pierde luego el casco; pero no he tenido noticia de algún caso particular que confirme esta común creencia, aun habiendo vivido cinco años en una tierra calidísima en que eran muy frecuentes. La casampulga es pequeña, de pies cortos y su vientre es de un rojo encendido, de la magnitud de un garbanzo. Es muy venenosa y común en Chiapas. No sé si esta sea la misma que en otros países de aquel reino es conocida con el nombre de arañas capulina.

(Tomado de: Francisco Javier Clavijero - Historia antigua de México)

martes, 28 de agosto de 2018

Gritos callejeros


Gritos callejeros



Hay en México diversidad de gritos callejeros que empiezan al amanecer y continúan hasta la noche, proferidos por centenares de voces discordantes, imposibles de entender al principio; pero el señor… me los ha estado explicando, mientras empiezo a tener un más claro entendimiento de lo que significan. Al amanecer os despierta el penetrante y monótono grito del carbonero:

¡Carbón, señor!” El cual, según la manera como se pronuncia, suena como “¡Carbonsiú!
Más tarde empieza su pregón el mantequillero:

“¡Mantequía! ¡Mantequía de a real y di a medio!”

¡Cecina buena, cecina buena!”; interrumpe el carnicero con voz ronca.

¿Hay sebo-o-o-o-o?” Esta es la prolongada y melancólica nota de la mujer que compra las sobras de la cocina, y que se para delante de la puerta.

Luego pasa el cambista, algo así como una india comerciante que cambia un efecto por otro, la cual canta:

¡Tejocotes por venas de chile!”; una fruta pequeña, que propone en cambio de pimientos picantes. No hay daño en ello.

Un tipo que parece buhonero ambulante deja oír la voz aguda y penetrante del indio. A gritos requiere al público que le compre agujas, alfileres, dedales, botones de camisa, bolas de hilo de algodón, espejitos, etcétera. Entra a la casa, y en seguida le rodean las mujeres, jóvenes y viejas, ofreciéndole la décima parte de lo que pide, y que después de mucho regatear, acepta. Detrás de él está el indio con las tentadoras canastas de fruta; va diciendo el nombre de cada una hasta que la cocinera o el ama de llaves ya no pueden resistir más tiempo, y asomándose por encima de la balaustrada le llaman para que suba con sus plátanos, sus naranjas y granaditas, etc….

Se oye una tonadilla penetrante e interrogativa, que anuncia algo caliente, que debe ser comido sin demora, antes de que se enfríe: “¡Gorditas de horno caliente!”, dicho en un tono afeminado, agudo y penetrante.

Le sigue el vendedor de petates: “¿Quién quiere petates de la Puebla?, petates de cinco varas?” Y éstos son los pregones de las primeras horas de la mañana.

Al mediodía, los limosneros comienzan a hacerse particularmente inoportunos, y sus lamentaciones y plegarias, y sus inacabables salmodias se unen al acompañamiento general de los demás ruidos. Entonces, dominándolos, se deja oír el grito de:

“-¡Pasteles de miel!

¡Queso y miel!

¿Requesón y melado bueno?” (El requesón es una especie de cuajada, que se vende como si fuera queso).

En seguida llega el dulcero, el vendedor de fruta cubierta, el que vende merengues, que son muy buenos, y toda especie de caramelos.

¡Caramelos de espelma, bocadillos de coco!

Y después, los vendedores de billetes de la lotería, mensajeros de la fortuna, con sus gritos:

¡El último billetito, el último que me queda, por medio real!” un anuncio tentador para el mendigo perezoso, que ha encontrado que es más fácil jugar que trabajar, y que a lo mejor tiene el dinero para comprarlo, escondido entre sus harapos. A eso del atardecer se escucha el grito de:

¡Tortillas de cuajada!”, o bien “¡Quién quiere nueces!”, a los cuales le sigue el nocturno pregón de “¡Castaña asada, caliente!”, y el canto cariñoso de las vendedoras de patos: “¡Patos, mi alma, patos calientes!”, “¡Tamales de maíz!”, etc., etc. Y a medida que pasa la noche, se van apagando las voces, para volver a empezar de nuevo, a la mañana siguiente, con igual entusiasmo.


(Tomado de: Madame Calderón de la Barca: La vida en México)


viernes, 24 de agosto de 2018

Mauricio Magdaleno

Mauricio Magdaleno



(Zacatecas, 1906-Ciudad de México, 1986) Escritor y guionista de más de 50 películas. Junto con Emilio Fernández y Gabriel Figueroa formó el trío creativo que haría vivir al cine mexicano una de sus etapas más significativas: “Mí primer contacto fue, a finales de 1933 con Fernando de Fuentes. Nomás me compraron el argumento de El compadre Mendoza. No sabía adaptar y ahí aprendí, si es que alguna vez lo hice. Me pagaron 75 pesos. Trabajaba en el cine haciendo lo que me dieran, quería ganar dinero. A mí me gusta hacer llorar, me interesaban los dramas familiares, quería escribir cosas de barrio pobre; nadie me dio oportunidad. “No”, me decían, “en tal parte necesitan uno ranchero”. Bueno pues entonces vamos a entrarle.”

(Tomado de: Algarabía #142. Emilio García Riera – Las grandes películas de la Época de Oro. México, D.F. 2016)

miércoles, 22 de agosto de 2018

El “puesto” de semillas

El “puesto” de semillas



A cada iglesita llega su fiestecita. Así, alguna vez, la honradez mediante, llegará la suya al Mezquital, región miserable por causa de la naturaleza y la rapacidad de quienes han sido encargados de ayudar a su progreso. Mientras esta fiestecita no llegue seguirá llegando hasta la presuntuosa vorágine metropolitana la indita del Mezquital, a “instalar” su puesto de semillas.

Todos la hemos visto. Una manta gris sobre el suelo de la acera; sobre la manta pequeños ayates, o cazuelas, o montoncitos solos con la mercancía, y ella enfrente, estática como ídolo, sentada horas y horas entre la tarde violenta de sol y de aire, polvo y moscas; comiendo de la nada, y mamando de la nada que su madre ha comido, un invariable crío.

Viste blusa y falda de manta “hecha garras”, que apenas separa una faja colorida, único adorno.

-¡Vamos a comprar frutas secas!, exclama con alboroto, pero con ironía la gente humilde cuyos dineros no alcanzan a comprar manjares prohibidos. Las frutas secas de mentirijillas son las que la indita –nómada y sedentaria- vende en las esquinas de los barrios apartados y despacha con la parva medida de un platito de juguete. ¡Ah!, son las quebradizas pepitas tostadas; los apiloncillados burritos de maíz; las incitantes aunque tercas habas; los crujientes garbanzos; los enchilados cacahuates; los tímidos huesitos de capulín; el trigueño pinole…

Y la gente pobre, menos pobre que la semillera, se mete al cine a emprender el despreocupado orfeón de sus incansables mandíbulas.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

martes, 21 de agosto de 2018

El hongo-flor

El hongo-flor


La descripción más amplia nos la ha dejado Sahagún: “Hay unos honguillos en esta tierra que se llaman teonanácatl, que se crían debajo del heno en los campos y páramos; son redondos y tienen el pie altillo y delgado y redondo. Comidos son de mal sabor, dañan la garganta y emborrachan. Son medicinales contra las calenturas y la gota, hanse de comer dos o tres no más y los que los comen ven visiones y sienten vascas en el corazón; a los que comen muchos ellos provocan a lujuria, aunque sean pocos”.

Hongos que combaten la fiebre y el reumatismo; que hacen ver visiones, permiten conocer el porvenir y hasta producen efectos afrodisíacos. Hongos proteicos: colorados, negros, pardos, color de rosa; pequeños, grandes; delgados, gruesos; divinos y diabólicos.
El hongo-flor, xochinanácatl, “honguillo que embeoda”, se distingue del hongo del llano, ixtlahuacan-nanácatl, y de los demás que menciona el padre Molina; el de rosa, poyomatli, al que alude Sahagún, se mezcla con el tabaco y lo convierte en un estupefaciente; las setas mágicas de los mijes, de los chinantecos, zapotecos y mazatecos… Todo un maremágnum micológico donde tratan de orientarse, en su oficina neoyorquina de Wall Street, Gordon Wasson, y en su laboratorio micológico de París, el insigne Roger Heim.


Estamos en vísperas de descubrimientos en la química analítica y en la farmacodinamia, cuyo alcance aún no podemos medir.


Redescubrimiento y silencio

El redescubrimiento del hongo sagrado de los antiguos mexicanos se inicia en Huautla, hace veinte años. Durante la Semana Santa de 1936, el antropólogo Roberto J. Weintlaner estudiaba la lengua mazateca en la ciudad serrana, cuando un comerciante huauteco, don José Dorantes, le habló de las setas que los brujos emplean para la adivinación y la curación de las enfermedades. Además, le describió las sensaciones que había experimentado él mismo, al ingerir tres cabezas de aquellas setas.

¡El teonanácatl todavía usado en pleno siglo XX! Weitlaner comunicó su hallazgo al botánico capitalino Blas Pablo Reko, quien a su vez envió especímenes del hongo a varios especialistas de los Estados Unidos y al profesor Santesson, de Estocolmo. Desde entonces los dos últimos sabios mencionados han muerto, en tanto que el ingeniero Weitlaner sigue realizando sus investigaciones etnológicas con el entusiasmo de sus años mozos. (su aventura más reciente la vivió a bordo del Stockholm, hace pocos meses, cuando el buque sueco embistió y hundió al Andrea Doria). Dos instituciones muy importantes: el jardín botánico de Nueva York  y el museo botánico de Harvard, identificaron al honguito de Huautla, probablemente el llamado ndí-shi-to, con un agárico ya conocido: el Panaeolus campanulus L. var. Sphintrinus (Bresadola).


Traduzcamos. Campanulus: “en forma de campanita; L.: Linneo (el naturalista que clasificó y bautizó esa seta); var.: varietas, es decir, variedad; sphinctrinus: “que cierra, que aprieta” (esfinterino, en español). Bresadola es el apellido del famoso abad y micólogo italiano, que hace unos cuantos decenios describió más de un millar de especies nuevas de hongos.


El sabio sueco Santesson analizó el agárico de Huautla, hizo una serie de experimentos con ranas, y llegó a la conclusión de que el panaeolus contiene un principio activo que provoca un tipo de narcosis muy parecido a la del famoso ploliuqui (Rivea corymbosa L.), otra planta alucinógena de México. Desde entonces (1939) hubo un silencio completo sobre el pretendido glucoalcaloide del hongo mazateco.


(Tomado de: Gutierre Tibón – La ciudad de los hongos alucinantes)

viernes, 17 de agosto de 2018

Itzquauhtli, Águila Real

Itzquauhtli (Águila de obsidiana) Águila Real [Aquila crysaetos l.]



Hay otra águila que se llama itzquauhtli, es tan grande como la que arriba se dijo; tiene el pico y los pies amarillos; dícese así porque las plumas del cuello y de las espaldas , y del pecho, tiene doradas, muy hermosas; tiene las de las alas y la cola ametaladas, o manchadas de negro o pardillo; es gran cazadora, acomete a los ciervos y a otros animales fieros y mátalos, dándoles con el ala grandes golpes en la cabeza, de manera que las aturde y luego les saca los ojos, y los come. Caza también grandes culebras y todo género de aves, y llévaselas por el aire, a donde quiere, y valas comiendo.


(Tomado de Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)

jueves, 16 de agosto de 2018

Clima de Anáhuac

Clima de Anáhuac

(José María Velasco - El Valle de México)


El clima de las tierras de Anáhuac es vario según su situación. Las marítimas son calientes, y por la mayor parte húmedas y malsanas. Su calor, que hace sudar aun en enero, es originado de la gran depresión de las costas respecto de las otras tierras, y de los montes, de arena que hay en sus playas, como se ve en la costa de la Veracruz, mi patria. La humedad proviene de las aguas que en gran copia se precipitan de las montañas que dominan las costas. En estas tierras calientes no hiela jamás, y en muchas ni aun tienen idea de la nieve, sino por la lectura de los libros o la relación de los extranjeros. Las tierras muy elevadas o contiguas a los altísimos montes eternamente cubiertos de nieve son frías, pero no tanto como las que son tenidas por tales en Europa. Los demás países mediterráneos en que estaba la mayor y mejor población de aquella tierra, gozaban y gozan de un clima tan benigno y dulce, que ni sienten los rigores del invierno ni los ardores del estío. Es verdad que en muchos de aquellos países hiela frecuentemente en el invierno y tal vez suele nevar; pero la leve incomodidad que ocasiona semejante frío no dura más  que hasta que nace el sol. No es menester otro fuego que el de sus rayos para calentarse en el mayor invierno, ni más refrigerio en tiempo de calor que el de la sombra. El mismo vestido que cubre a los hombres en los caniculares los defiende en enero, y todo el año el año duermen los animales a cielo descubierto.

Esta dulzura y apacibilidad de clima bajo la zona tórrida, es efecto de varias causas naturales incógnitas a los antiguos que la creyeron inhabitable, y a no pocos modernos que la reputan poco favorable a los vivientes. La limpieza y despejo de la atmósfera, la menor oblicuidad de los rayos del sol y su mayor demora sobre el horizonte en el invierno respecto de otras regiones más distantes de la equinoccial, contribuyen a disminuir notablemente el frío e impiden todo aquel horror que cubre a la naturaleza bajo las otras zonas. Se goza aun en aquel tiempo de la belleza del cielo y del verdor de las campiñas. Los días son entonces los más claros y las noches las más apacibles y serenas, cuando en las zonas templadas roban las nubes la vista del cielo y la nieve sepulta las bellas producciones de la tierra. No menores causas concurren en el estío a templar el calor. Las copiosas lluvias que bañan frecuentemente la tierra después de medio día, desde fines de abril o principios de mayo hasta septiembre u octubre, los altos montes coronados siempre de nieve y distribuidos por toda la tierra de Anáhuac, los vientos frescos que entonces soplan y la menor demora del sol sobre el horizonte respecto de las regiones de la zona templada, convierten el estío de aquellas felices tierras en alegre y fresca primavera.


Pero la apacibilidad del clima se contrapesa con las tempestades de rayos que son frecuentes en el estío, especialmente en las inmediaciones del volcán Matlalcueye o sierra de Tlaxcala, y con los terremotos que a veces se sienten, aunque con más susto que daño.


 A uno y otro efecto contribuye el azufre y otros materiales combustibles depositados en grande abundancia en el seno de aquella tierra. Las tempestades de granizo aunque no son más frecuentes que en Europa, han sido algunas veces notables por la enorme magnitud del granizo. En 1762 cayó en Huexotzinco una gran tempestad de granizo que alcanzó hasta la ciudad de Puebla, en donde entonces me hallaba.  En un monte vecino a Huexotzinco se hallaron granizos de tres libras, pero excede a este y a cuantos leemos en las historias el que cayó en las cercanías de Guadalajara en 1765, en que hubo granizos de más de 25 libras de peso. Arruinó esta tempestad algunos edificios rústicos y mató cuantos animales había en el campo. La relación que se me dio de esta tempestad en Valladolid de Michoacán, no me pareció creíble hasta que habiendo ido el año siguiente a Guadalajara, la reconocí cierta.

(Tomado de: Francisco Javier Clavijero – Historia antigua de México)

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fundación de Veracruz

Fundación de Veracruz



Pocos días después de la llegada de Cortés a Ulúa, decidió fundar un pueblo en las arenosas playas de Chalchiuhcuecan, y romper toda liga con Velázquez, levantándose contra su autoridad y haciendo la expedición por cuenta propia. Aún hay quien asegure que todo esto lo tenía tramado desde Cuba con algunos de los principales capitanes de la expedición.


Hombre tan astuto como audaz, Cortés, comprendiendo que cualquier paso en falso pudiera dar al traste con su empresa, se valió, para llevarla adelante, de la gran influencia que ejercía sobre sus soldados, y de la amistad que tenía con los principales capitanes. En suma, preparó e insinuó el negocio de tal manera, que fueran sus mismos subordinados quienes propusieran la fundación de la población, y el nombrarle capitán general con toda independencia de Velázquez.



Presentáronse, en efecto, la mayoría de los soldados en el alojamiento de Cortés solicitando tales cosas, y éste tras fingidas resistencias, fundó la Villa Rica de la Vera Cruz, (así llamada por haber llegado los españoles el Viernes de la Cruz, y por lo que dijo Portocarrero a Cortés, que mirase las tierras ricas), distante unas tres leguas de la actual población de este nombre.



Al fundarse la ciudad, se eligió desde luego ayuntamiento, nombrándose alcaldes, regidores, alguacil mayor y demás funcionarios que tenían en aquéllos tiempos los cuerpos municipales de España, y se clavó la picota en el centro de la plaza, en señal de dominio y autoridad. Para comprender la importancia de este paso de Cortés, basta recordar el importante papel que desempeñaban los ayuntamientos en España en aquella época, la independencia casi completa de que gozaban, y los grandes privilegios y libertades que habían logrado alcanzar, y que con tanto tesón defendieron, desafiando aun el poder de los reyes.



Elegido, pues, el ayuntamiento y los oficiales al antojo de Cortés, quien hizo recaer la elección en sus parciales, fingió renunciar al mando con el objeto de que se declarara, como se efectuó, que habían caducado los poderes que el gobernante Velázquez diera a Cortés, y que atendiendo a que convenía al buen servicio de Su Majestad la colonización y conquista de la tierra, se elegía por capitán general y justicia mayor al mismo Cortés, por ser el más apto para tal cargo, y estipulándose que como recompensa se le daría un quinto de oro del que reuniese o rescatase, una vez reducido el real quinto.


(Tomado de: Alfonso Toro – Historia de México 2, dominación española)






Fundación de Veracruz

La Villa Rica de la Vera Cruz fue trasladada en 1525 de su emplazamiento original frente a Quiahuixtlan al hoy pueblecillo de La Antigua, y en 1599 fue refundada en el sitio que ocupa actualmente. Para entonces, la mayor parte de la población indígena y las ciudades totonacas ya habían desaparecido por efecto de las pandemias traídas de ultramar.

Al iniciarse el siglo XX, el puerto tenía como edificios principales los de algunos conventos, la catedral y el cabildo; estaba rodeada por una recia muralla dotada de baluartes y puentes levadizos y protegida por el fuerte de San Juan de Ulúa, como defensa contra los piratas ingleses y holandeses que la saquearon en el siglo XVII.

A pesar de las epidemias, la población ascendía tal vez a 15,000 habitantes, negros y mulatos en su mayoría, pues los españoles que llegaban al puerto a comerciar con el arribo anual de las flotas abandonaban el sitio en cuanto podían hacerlo, para trasladarse a la fresca y salubre Jalapa.



(Tomado de: Armando Ayala Anguiano - ¡Extra! Contenido. México de carne y Hueso III. Tercer tomo: La Nueva España (1). Editorial Contenido, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

martes, 14 de agosto de 2018

Ignacio Asúnsolo




Nació en Durango, Dgo., en 1890; murió en la ciudad de México en 1965. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de 1908 a 1913. En este último año obtuvo una cátedra de dibujo en el propio plantel y el primer premio de escultura en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Con su obra El ídolo roto. Habiendo participado en el movimiento revolucionario, dejó testimonio de sus experiencias en las esculturas Desolación, La soldadera muerta, Soldadera, La cola y otras (1913-1917). Pensionado por el gobierno, se perfeccionó en España y Francia (19189 a 1921). A su regreso, ejerció el magisterio y esculpió en piedra las estatuas del patio principal de la Secretaría de Educación Pública (Justo Sierra, Amado Nervo, sor Juana Inés de la Cruz y Rubén Darío) y el grupo del frontispicio de la fachada principal (Minerva, Apolo y Dionisio). Más tarde hizo, por haberlos ganado en un concurso, los monumentos A la Patria, en la terraza frontera al Castillo de Chapultepec, y el de Álvaro Obregón, en San Ángel (1933); fundió en bronce el Fray Juan de Zumárraga de la Villa de Guadalupe (1949) y labró en cantera el Miguel Alemán de Ciudad Universitaria (1952), destruida definitivamente en 1973. Algunos de sus retratos, bocetos y bajorrelieves fueron adquiridos por museos norteamericanos. En la sala 2 del Museo de Arte Moderno de México se encuentran 4 esculturas suyas correspondientes a diferentes épocas de su actividad. Ha dicho de él Mathías Goeritz: “Asúnsolo transitó por este camino con mucho más valentía de lo que en general se sabe. De hecho, se convirtió en el precursor de la escultura moderna en México. Formó varias generaciones de escultores”.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

Monumento a Álvaro Obregón

Monumento a Álvaro Obregón
Monumento a la Patria

sábado, 11 de agosto de 2018

Hongos, Carne de Dios

Carne de Dios
Hay unos seres a caballo entre dos reinos de la naturaleza, que nacen y viven misteriosamente: los hongos. No tienen huesos pero sí carne, una carne vegetal. Mucho la apreciaban los antiguos mexicanos, que llamaron a los hongos empleando una reduplicación de la primera sílaba de nácatl, carne: nanácatl. Los nanacates, o sean los muy carnosos, se comían asados en comales, o cocidos. Su popularidad en el México antiguo la demuestran los muchos nombres de lugar en que entra nanácatl como voz formativa.



[Recuerdo a Nanacamila (“en las sementeras de los hongos”), ranchería de la sierra de Puebla, cerca de Zacatlán; a Nanacamilpa, de análogo significado, cabecera de un municipio tlaxcalteca. En Nacayolo es fácil reconocer un antiguo Nanacayolo, “corazón del hongo”, centro de recolección de setas blancas comestibles que los de Nacayolo expenden todavía en grandes cantidades en el mercado de la vecina Chignahuapan, otro municipio de la sierra poblana. Un monte boscoso y húmedo de la misma sierra cerca de Ayotoxco, ha dado su nombre al rancho de Nanacatepec, “en el cerro de los hongos”; y Nanacatlán, “cerca de los hongos”, es un pueblo totonaco en la sierra septentrional de Puebla; sus montes se caracterizan por la abundancia de las setas.]




En el México prehispánico se conocieron las propiedades medicinales, narcóticas y alucinógenas de ciertos hongos, a los que llamaron cuauhtla nanácatl (hongos de monte”), teonanácatl (“hongo de Dios”). Varios autores traducen teonanácatl como “carne de Dios”.


Motolinía observa: “Y de la dicha manera, con aquél amargo manjar, su cruel dios los comulgaba”. Igual opinión tenía el padre Jacinto de la Serna, que un siglo más tarde afirmó que esos hongos “manifestaban bien el ansia que el Demonio tiene de darse sacramentado en comida y bebida por el amor de Cristo Nuestro Señor que se nos sacramentó debajo de las especies de pan y vino”.


Mística comunión con el hongo

Estaba en lo cierto el padre De la Serna. El hongo divino servía –y todavía sirve en ciertas partes de México- para establecer una mística comunión con las potencias sobrehumanas. Sabemos que el peyote sigue siendo venerado como deidad; también el teonanacate, que provoca estados mentales parecidos a los del cacto mágico, fue divinizado. El nombre de un dios zapoteco era Zoo Patao (de xi-zoo, “borrachera” y pitao, “dios”). El Zoo Patao es el hongo de Dios, el hongo destinado al culto. En la ciudad de Huautla, mientras las demás sustancias que sirven para los actos mágicos se venden abiertamente, los hongos ndi-shi-to, por su carácter sagrado, no son ofrecidos a la venta en el mercado público; más bien, se obsequian a quienes los necesitan.



En la actualidad, los zapotecos llaman al teonanacate  beya zoo, “hongo borracho”, que corresponde al mazateco de Eloxochitlán, to-shcá, con el mismo significado. Del ndí-shi-to, nombre de la variedad pequeña de la seta mágica, me dieron en Huautla un significado: “que nace solo”, “que brota espontáneamente”. Los chinantecos tienen dos normas para el teonanacate: a ni “remedio del hongo” y a mo quiá “medio para la adivinación”. El doctor Francisco Hernández (segunda mitad del siglo XVI), al referirse al nanácatl seu fungorum genere, afirma que el teonanácatl es teyhuinti, es decir: “embriagador” en lengua náhuatl. Molina lo llama teyhuinti nanácatl, y menciona otros cuatro “hongos que emborrachan”.




(Tomado de: Tibón, Gutierre - La ciudad de los hongos alucinantes. Panorama Editorial, S. A. México, D. F., 1985)

viernes, 10 de agosto de 2018

Federico Baena

Federico Baena
 
(1919-1996)


Nació el 2 de marzo de 1919 en la ciudad de México. Realizó sus primeros estudios en escuelas de la metrópoli. Estudió solfeo, armonía y composición con José F. Vázquez, Rodolfo Halffter y Jean Kumps. También estudió la viola y el violín con los maestros Rocabruna, Smillovits, Froelich y Vulfman, y el piano con Juan D. Tercero. Se inició como violinista en la Orquesta de la Escuela Nacional Preparatoria. En 1942 debutó como compositor, director y pianista en la emisora XEW. También fue violinista de la Orquesta Sinfónica de la UNAM. Entre sus composiciones se han destacado: Que te vaya bien,



Vete por favor, En qué quedamos,



Yo vivo mi vida, Cuatro palabras,



Vagabundo, Si vieras, Dos amigos, Por eso te perdono, Hay cariño y Cuatro cirios. Sus mejores intérpretes han sido María Luisa Landín, Fernando Fernández y María Luisa Bermejo. Su principal labor ha sido musicalizar películas además de sus actuaciones en televisión, teatro y centros nocturnos. También ha participado en numerosos programas de radio en las emisoras XEB, XEQ, XEX y XEW.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)



jueves, 9 de agosto de 2018

Mariano Arista

Mariano Arista



Presidente de la República, nació en San Luis Potosí, en 1802; murió en alta mar, a bordo del Tagus, en 1855. El general Arista recibió el poder pacíficamente – por vez primera en la historia de la República- de manos del general José Joaquín Herrera (15 de enero de 1851). Sin embargo, la desastrosa situación del país, después de la guerra con Estados Unidos, la miseria del erario y la falta de apoyo por parte del Congreso, hicieron que presentara su renuncia el 5 de enero de 1853. Su administración se distinguió por su alto concepto de moralidad y por haber atraído a hombres como Ponciano Arriaga. Fue sucedido por Juan Bautista Ceballos.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 8 de agosto de 2018

Huexólotl, Guajolote

Huexólotl (Gran bufón) Guajolote [Melleagris gallipavo]


Las gallinas de esta tierra y los gallos se llaman totollin. Son aves domésticas y conocidas, tienen la cola redonda, tienen las plumas en las colas aunque no vuelan; son de muy buen comer, la mejor carne de todas las aves; comen maíz mojado cuando pequeñas (…) ponen huevos, y sacan pollos. Son de diversos colores; unos blancos, otros rojos, otros negros y otros pardos; los machos se llaman huexólotl y tienen gran papada y gran pechuga, tienen grande pescuezo, tienen unos corales colorados; la cabeza tienen azul, en especial cuando se enojan, es cejijunto tiene un pico de carne que le cuelga sobre el pico; bufa, hínchase, o enerízase. Los que quieren mal a otros danlos a comer, o a beber, aquel pico de ave blandujo que tienen sobre el pico, para que no puedan armar el miembro gentil.


(Tomado de Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982: )



lunes, 6 de agosto de 2018

Bernardo Ortiz de Montellano

Bernardo Ortiz de Montellano

(México, 3 de enero de 1899 – México, 13 de abril de 1949)



Fue director de la revista Contemporáneos (1928-1931). A diferencia de sus compañeros, nunca desempeñó cargos importantes en la burocracia ni hizo viajes al exterior. De la ingenuidad a la reflexión, de la sencillez que muestra el mundo inmediato al descubrimiento del sueño interior, fue descendiendo la poesía de Bernardo Ortiz de Montellano. En su “Segundo Sueño”, escrito después de sufrir una intervención quirúrgica y nacido de los recuerdos de la anestesia, logró definitivamente desasirse de los objetos cercanos para comenzar el viaje por el interior de la conciencia. “Una máscara de cloroformo verde y olorosa a éter –dice en un texto explicativo-, cae sobre mi cuerpo angustiado, horizontal, sobre la mesa de operaciones erizada de signos como un barco empavesado”. A partir de entonces, sus preferencias lo indujeron a buscar, guiado siempre por el afán del desencanto, la intimidad de donde brota la magia que deseaba dejar inscrita en sus poemas. Sin embargo, y él mismo lo aclaró alguna vez, esa poesía no se desborda de la simple imaginación sino que suele apoyarse vivamente en la realidad de la experiencia. Ni el “Segundo sueño” ni los demás poemas en que abordó temas afines fueron sólo imaginarias emociones. Por el contrario, revivían temas previamente vividos por el poeta.

Libros de poesía:

Avidez (1921).


El trompo de siete colores (1925).


Red (1928).


Sueños (1933).


Muerte de cielo azul (1937).


Sueño y poesía [reúne los títulos anteriores y, además, Hipnos, Diario de mis sueños, Libro de Lázaro y Poemas no coleccionados] (1952).


(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)



Los 5 sentidos

1



En el telar de la lluvia
tejieron la enredadera
—¡Madreselva, blanca y rubia—
de tu cabellera negra.



2

¡Si el Picaflor conociera
a lo que tu boca sabe…!


3

Iluminados y oscuros
capulines de tus ojos,
como el agua de los pozos
copian luceros ilusos.


4

Cuando te toco parece
que el mundo a mí se confía
porque en tu cuerpo amanece,
desnudo pétalo, el día.


5

Por tu voz de mañanitas
he sabido despertar
de la realidad al sueño,
del sueño a la realidad.




El aeroplano


Para que las nubes no le desconozcan, permitiéndole andar entre ellas, fue vestido de pájaro. Para que pudiera volar, en giros elegantes y atrevidos, le dieron forma de c a b a l l i t o d e l d i a b l o . Para que supiéramos que trabaja y es inteligente, le colocaron en el abdomen una máquina y en la cabeza una hélice que zumba como abeja sin panal.


Manchado de azul y desgranando la rubia mazorca del día va el aeroplano, sujeto a la mano del piloto y a la voluntad de las cataratas del viento, dibujando el paisaje —magueyes, torres de iglesia, indios cargados como hormigas— en su cuaderno de notas cuadriculado.