Bernardo Ortiz de Montellano
(México, 3 de enero de 1899 – México, 13 de abril de 1949)
Fue director de la revista Contemporáneos (1928-1931). A diferencia de sus compañeros, nunca desempeñó cargos importantes en la burocracia ni hizo viajes al exterior. De la ingenuidad a la reflexión, de la sencillez que muestra el mundo inmediato al descubrimiento del sueño interior, fue descendiendo la poesía de Bernardo Ortiz de Montellano. En su “Segundo Sueño”, escrito después de sufrir una intervención quirúrgica y nacido de los recuerdos de la anestesia, logró definitivamente desasirse de los objetos cercanos para comenzar el viaje por el interior de la conciencia. “Una máscara de cloroformo verde y olorosa a éter –dice en un texto explicativo-, cae sobre mi cuerpo angustiado, horizontal, sobre la mesa de operaciones erizada de signos como un barco empavesado”. A partir de entonces, sus preferencias lo indujeron a buscar, guiado siempre por el afán del desencanto, la intimidad de donde brota la magia que deseaba dejar inscrita en sus poemas. Sin embargo, y él mismo lo aclaró alguna vez, esa poesía no se desborda de la simple imaginación sino que suele apoyarse vivamente en la realidad de la experiencia. Ni el “Segundo sueño” ni los demás poemas en que abordó temas afines fueron sólo imaginarias emociones. Por el contrario, revivían temas previamente vividos por el poeta.
Libros de poesía:
Avidez (1921).
El trompo de siete colores (1925).
Red (1928).
Sueños (1933).
Muerte de cielo azul (1937).
Sueño y poesía [reúne los títulos anteriores y, además, Hipnos, Diario de mis sueños, Libro de Lázaro y Poemas no coleccionados] (1952).
(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)
Los 5 sentidos
1
En el telar de la lluvia
tejieron la enredadera
—¡Madreselva, blanca y rubia—
de tu cabellera negra.
2
¡Si el Picaflor conociera
a lo que tu boca sabe…!
3
Iluminados y oscuros
capulines de tus ojos,
como el agua de los pozos
copian luceros ilusos.
4
Cuando te toco parece
que el mundo a mí se confía
porque en tu cuerpo amanece,
desnudo pétalo, el día.
5
Por tu voz de mañanitas
he sabido despertar
de la realidad al sueño,
del sueño a la realidad.
El aeroplano
Para que las nubes no le desconozcan, permitiéndole andar entre ellas, fue vestido de pájaro. Para que pudiera volar, en giros elegantes y atrevidos, le dieron forma de c a b a l l i t o d e l d i a b l o . Para que supiéramos que trabaja y es inteligente, le colocaron en el abdomen una máquina y en la cabeza una hélice que zumba como abeja sin panal.
Manchado de azul y desgranando la rubia mazorca del día va el aeroplano, sujeto a la mano del piloto y a la voluntad de las cataratas del viento, dibujando el paisaje —magueyes, torres de iglesia, indios cargados como hormigas— en su cuaderno de notas cuadriculado.
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