lunes, 29 de julio de 2024

Sal(vador) Sánchez, el héroe trágico

 


Sal(vador) Sánchez el héroe trágico 

A principios de los años ochenta, las cabezas de los campeones mexicanos de la década anterior habían rodado por el suelo. Después del fulminante nocaut propinado por Thomas Hearns a Pipino Cuevas, la lista de destronados incluía a Alfonso Zamora, Guti Espadas, Miguel Canto y Carlos Zárate. 

Dos nombres, sólo dos, continuaban asociados a los títulos: Lupe Pintor y Salvador Sánchez. Por la forma en que Pintor se quedó con el título de Zárate, Sánchez era considerado el más sólido de nuestros campeones. 

Pero, a decir verdad, los inicios de la carrera boxística de Sal Sánchez, originario de Santiago Tianguistenco, Estado de México, no fue atendida con tanto entusiasmo ni siquiera cuando se anunció su pelea ante Danny "Coloradito" López por el campeonato mundial pluma para el 2 de febrero de 1980. 

Se le tenía como un peleador joven con ansias de conseguir el cetro y, a pesar de su potente pegada, los triunfos que había hilvanado eran considerados "nada del otro mundo". En 1977 fracasó en su intento por obtener el título nacional de la división de los gallos ante Antonio Becerra, quien además le quitó lo invicto. 

Danny López era un rival de cuidado. Ante Sánchez expondría por novena vez su corona. La juventud y la dinamita estaban del lado de Salvador, sólo era cuestión -se decía- de aguantarle los toletazos al "Coloradito". 

La pelea no fue nada fácil para Sánchez. Pero había estado estudiando a su oponente, quien no pudo conectar su dinamita sobre el cuerpo de Salvador. El mexicano dominó la pelea desde el principio. Se mostró impetuoso y combativo. Para el round número 13 aquello era una carnicería. Sánchez golpeaba casi a placer a López. El réferi detuvo la pelea. El de Santiago Tianguistenco era campeón del mundo y apenas contaba 21 años. 

Sánchez se convirtió en el hijo predilecto del boxeo mexicano. Su personalidad introvertida permitía que su sonrisa descubriera un rostro casi infantil. Jovial, sencillo y de vida tranquila, Sal Sánchez se convirtió rápidamente en modelo del deportista y de la juventud. 

Su estilo y su poderío -aún cuando su esmirriada figura lo ocultase- pronto lo colocaron como uno de los mejores boxeadores del mundo, al lado de Sugar Ray Leonard, Larry Holmes y Wilfrido Benítez. 

 Una de las mayores satisfacciones para Sal Sánchez y de seguro para todos los mexicanos, fue el nocaut que le propinó a Wilfrido Benítez cuando este osó disputarle la corona. El puertorriqueño llegó como favorito. Se le consideraba uno de los mejores boxeadores kilo por kilo. O Sánchez no lo sabía o no le importó. 

Desde el primer round el campeón impuso condiciones, administró su pelea, parecía que su propósito era castigar lo más posible al verdugo de los mexicanos. Benítez no encontró tregua. En el octavo asalto, el boricua cayó a la lona completamente destrozado. El nativo de Santiago Tianguistenco salió victorioso de una de las batallas más difíciles y decisivas de su meteórica carrera. 

Cuando se preparaba para su siguiente defensa, que sería la décima Sal Sánchez encontró la muerte en la carretera durante las primeras horas del 12 de agosto de 1982. Su Porsche alcanzó un camión y el impacto le quitó la vida. En la cúspide de su carrera, moría uno de los boxeadores más disciplinados, inteligentes y sólidos que ha conocido el pugilismo mexicano.


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

jueves, 25 de julio de 2024

El colibrí y el arte plumario

 



El colibrí y el arte plumario

Está el colibrí en el aire como una suntuosa joya agitada. Brilla entera la avecilla con la refulgencia de sus múltiples colores. Cintila en un perenne tornasol. Se oye un zumbido ligero con el apresurado batir de sus alas chiquitas. Mete el luengo pico, largo y delgado, como una aguja, entre el cáliz de las flores para sacarles miel que es su manutención, pero no hace esto el pajarillo parado en una rama sino volando aceleradamente delante de la flor; avanza y retrocede, se adelanta de nuevo y vuelve a recular, lleno de gracia y ligereza, como una cosa leve y esplendente. Vuela hacia atrás con la misma facilidad que para adelante. Con el rocío detenido en hojas o en pétalos es con lo que sacia su sed. El colibrí es un pequeña “flor de pluma” o “ramillete con alas” como se dice en las famosas décimas de La vida es sueño.

Era creencia general que con un colibrí muerto que se llevara debajo de las ropas y encima del pecho, se deshacían los mayores desdenes de los amantes y se lograba que el desamorado volviera pronto a acercarse muy rendido a quien se apartó, pues no había talismán más provechoso para conseguir y retener amores. El colibrí es el pájaro más pequeño que existe en toda la extensa ornitología mexicana, por eso se le dice pájaromosca, también le llaman chuparrosa, chupamirto y picaflor. Los antiguos aborígenes le decían huitzitzilin. Pero variaba la designación con que lo distinguían según fuese el color predominante que ostentaba; así si la tenía bermeja, encendida como una tuna, era tenachuitzitzilin; si verde, xiuhuitzitzilin; iztauitzitzitzilin si solamente había en él plumas blancas; y si azules quetzalhuitzitzilin; si le rodeaba el cuello un collarín amarillo, texcacozhuitzitzilin y cuando lucía variedad de colores brillantes entonces le nombraba cochiohuitzitzilin.

De las muy vistosas plumas de este pajarillo era, principalmente, de lo que hacían los indígenas los magníficos trabajos de mosaico, admiración de los ojos no sólo de los conquistadores, sino de todos cuantos vieron en España semejantes cosas lindas. Gran pericia y paciencia era menester para componer los exquisitos trabajos de plumería. Se hicieron mantos, túnicas, mitras, adargas de parada, rodelas, imágenes de santos y qué sé yo cuántos primores. Para asentar definitivamente una pluma necesitaba de mucha sabiduría el artífice; tomábala con dedos sutiles, la examinaba largamente, la veía por un lado, la veía por el otro, la veía al trasluz y luego ensayaba si convendría colocar ésta o colocar aquélla o la de más allá. Era una obra de meditación continua, de probaturas constantes. Por eso resplandecía con perfección asombrosa. No había nada superfluo en ella ni falto en lo necesario.

El capellán Francisco López de Gómara escribe en su Historia de las conquistas de Hernán Cortés que “lo más lindo sin duda –de la plaza del mercado- eran las obras de oro y pluma de las que contrahacen cualquier cosa y color y son los indios tan ingeniosos oficiales desto que hacen de pluma una mariposa, un árbol, una rosa, las yerbas y peñas, tan al propio que parece lo mismo que si estuviera vivo o natural. Y acontéceles no comer en todo un día poniendo, quitando parte y asentando la pluma, y mirando a una y a otra, al sol, a la sombra y a la vislumbre, por ver si dice mejor a pelo o contrapelo o al revés, de la haz o del envés; y en fin no la dejan de las manos hasta ponerla con toda perfección. Poco sufrimiento pocas naciones lo tienen, mayormente donde hay cólera, como la nuestra”.

En la Casa de las Aves que tenía Moctezuma en su ciudad de Tenochtitlan las había en abundancia de todas las especies conocidas en el Anáhuac sin que faltase una sola y se les sustentaba con los adecuados alimentos a que estaban acostumbradas en la región de que eran originarias. Había gente especial encargada de recoger sus plumas cuando pelechaban y aun quitabánselas con cuidadoso esmero y las guardaban en sitios apropiados para ser usadas después en los vestidos, armas, estandartes e insignias del fastuoso Emperador y en lindas cosas para adornar su anchurosa morada.

El padre José de Acosta se queda suspendido, lleno de embeleso, ante el maravilloso arte plumario y asegura que esos objetos no parecían hechos de la materia colorida de que eran sino que se hallaban bien ejecutados a pincel y con excelentes colores. En el libro que compuso bajo el título de Historia Natural y Moral de las Indias escribe que “en la Nueva España hay copia de páxaros de excelentes plumas, que de su fineza no se hallan en Europa, como se puede ver por las imágenes de pluma que de allá se traen: las cuales con mucha razón son estimadas, y causan admiración que de plumas de páxaros se pueda labrar cosa tan delicada y tan igual, que no parece sino de colores pintadas, y lo que no puede hacer el pincel y los colores de tinte: tienen unos visos miradas un poco al soslayo tan lindos, tan alegres y vivos que deleitan admirablemente. Algunos indios, y buenos maestros, retratan con perfección de pluma lo que ven de pincel, que ninguna ventaja les hacen los pintores de España.

“Al príncipe de España, don Felipe, dio su maesthro tres estampas, pequeñitas, como para registros de diurno, hechas de pluma, y Su Alteza las mostró al rey Felipe nuestro señor, su padre, y mirándolas Su Majestad dijo: que no había visto en figuras tan pequeñas cosas de mayor primor. Otro cuadro mayor en que estaba retratado San Francisco recibiendo alegremente la santidad de Sixto V, y diciéndole que aquello hacían los indios, de pluma, quiso probarlo trayendo los dedos un poco por el cuadro para ver si era pluma aquélla, pareciéndole cosa maravillosa estar tan bien asentada, que la vista no pudiese juzgar si eran colores naturales de plumas o eran artificiales de pincel. Los visos que hace lo verde y un naranjado como dorado, y otras colores finas, son de extraña hermosura: y mirada la imagen a otra luz, parecen colores muertas, que es variedad de notar.

“Hácense las mejores imágenes de pluma en la provincia de Mechoacán, en el pueblo de Páscaro. El modo es con unas pinzas tomar las plumas, arracándolas de los mismos páxaros, muertos, y con un engrudillo delicado que tienen, irlas pegando con gran presteza y policía. Toman estas plumas tan chiquitas y delicadas de aquellos páxarillos que llaman en el Perú tominejos o de otros semejantes, que tiene perfectísimos colores en la pluma. Fuera de imaginaria usan los Indios otras muchas obras de pluma muy preciosas, especialmente para ornato de los Reyes y señores, y de los templos e ídolos. Porque hay otros páxaros de aves grandes de excelentes plumas y muy finas de que hacían bizarros plumajes y penachos, especialmente cuando iban a la guerra; y con oro y plata concertaban estas obras de plumería rica, que era cosa de mucho precio.”

Los mosaicos de pluma son una industria de procedencia mexicana y no sólo se trabajó en ella en los tiempos precortesianos, sino en la época virreinal, prueba evidente de ello es la Instrucción para el cobro de la Alcabala del año de 1754 en que estas cosas quedaban sujetas a pago.

En su Historia de la Nueva España, Alonso de Zorita, al enumerar los oficiales mecánicos que había en el México del siglo XVI, afirma: “Entre ellos hay oficiales de la plumería, de que hacen riquísimas imágenes que no los hay en ninguna ciudad, ni en el mundo como ellos.”

Como se fabricaron al principio, así se les siguió haciendo sin variación alguna; se conservaron los procedimientos tradicionalmente de unos a otros, sin modificar los métodos originales. El Abate Francisco Javier Clavijero habla con su saber acostumbrado de las varias manipulaciones que se seguían para la preciosa confección de estas plumerías:

“Nada –dice- tenían en tan alta estima los mexicanos como los trabajos de mosaico, que hacían con las plumas más delicadas y hermosas de los pájaros. Para esto criaban muchas especies de aves bellísimas que abundan en aquellas regiones, no sólo en los palacios de los reyes, donde mantenían, como ya hemos dicho, toda clase de animales, sino también en las casas de los particulares, y en ciertos tiempos del año les quitaban las plumas, para servirse de ellas con aquel fin, o para venderlas en el mercado. Preferían las de aquellos maravillosos pajarillos que ellos llaman huitzitzilen y los españoles picaflores, tanto por su sutileza como por la finura variedad de colores. En estos y otros lindos animales, les había suministrado la naturaleza cuantos colores puede emplear el arte y otros que ella no puede imitar. Reúnanse para cada obra de mosaico muchos artífices, y después de haber hecho el dibujo, tomado las medidas y proporciones, cada uno se encargaba de una parte de la obra; y se esmeraba en ella con tanta aplicación y paciencia que solía estarse un día entero para colocar una pluma, poniendo sucesivamente muchas, y observando cuál de ellas se acomodaba mejor a su intento.

Terminada la parte que a cada uno tocaba, se reunían todos para juntarlas y formar el cuadro entero. Si se hallaba alguna imperfección se volvía a trabajar hasta hacerla desaparecer. Tomaban las plumas con cierta substancia blanda para no maltratarlas y las pegaban a la tela con tzauthtli, o con otra substancia glutinosa; después unían todas las partes sobre una tabla, sobre una lámina de cobre y las pulían suavemente hasta dejar la superficie tan igual y tal lisa, que parecía hecha a pincel.

“Tales eran las representaciones de imágenes que tanto celebraban los españoles y otras naciones de Europa, sin saber que si en ellas era más admirable la belleza del colorido o la destreza del artífice, p la ingeniosa disposición del arte.

“Los mexicanos gustaban tanto de estas obras de pluma, que las estimaban en tanto más que el oro. Cortés, Bernal Díaz, Gómara, Torquemada y todos los otros historiadores que las vieron no hallan expresiones con que encomiar bastante sus perfecciones.”

Los indios tarascos sobresalían en este arte, vistoso y de extremada paciencia. Superaron con mucho a los nahoas, mixtecos, matlatzingas, totonacos, tzapotecas, huastecos y mayas. Los individuos de estas tribus adornaban con variadas plumas sus vestidos de combate, las ponían de todos los colores en sus luengos penachos, sujetas con mucha argentería o áureas ataduras, en sus rodelas en las que formaban dibujos graciosos, en sus ornamentos e insignias alegóricas y en otras cosas no sólo de uso en la guerra sino en la paz. Era todo ello brillante y vistoso, pero no hecho con el arte fino, y exquisito de los michoacanos, todo primor.

Infinidad de objetos hechos vistosamente de plumas envió Hernán Cortés tanto a Carlos V, como a señores de su corte, valedores del gran Conquistador, de los que sacó grandes ventajas y a quienes deseaba seguir teniendo gratos, como a personas encumbradas, de las que esperaba ayuda y favor en sus complicados negocios; y con mayor razón –fiel católico- los mandó a iglesias y a conventos en que estaban las veneradas vírgenes y santos a quienes se encomendó en los riesgos que tuvo en las jornadas de la conquista. A ellos debía haber salido con la vida en tantísimos peligros y le dieron fuerza y maña para vencerlos y con esos presentes quería testificar los beneficios recibidos.

Con este destino salieron cosas magníficas de plumería deslumbrante para iglesias y monasterios, en los que figura en primer término el de Nuestra Señora de Guadalupe en su natal Extremadura, y después para el de las Cuevas, de Sevilla, para el de San Salvador, de Oviedo, para el de Santo Tomás, de Ávila, para el de Santa Clara, de Tordesillas, para los franciscanos de Ciudad Real y de la Villa de Medellín, para los jerónimos, que eran muy sus amigos. También hizo regalo de estas bellas cosas a imágenes de su particular devoción, aparte de su Guadalupe extremeña, a Nuestra Señora la Antigua de Sevilla, a Nuestra Señora del Portal, muy venerada en la ciudad de Toro, al trágico crucifijo de Burgos, a Señor Santiago, de Galicia, a San Ildefonso en su capilla de la catedral de Toledo.

Estos presentes los formaban abundantes plumajes a manera de capas, medias casullas y mucetas, de todo lo cual se asegura que eran tan esplendentes como los rasos y los brocados de los ornamentos o de las vestiduras de las imágenes, y que no había ojos para admirar tanta hermosura. También en estas amplias ofrendas iban coseletes, ventalles, atadores, ramos, penachos y todo ello con bastantes adornos de oro y argentería muy bien labrada, y en bastantes se veían cerúleas turquesas o bien verdes y brillantes chalchihuites que teníanse por valiosas esmeraldas, a demás de la blancura de la concha y los cambiantes de nácar. Igualmente a monasterios e iglesias les ofreció don Hernando preciosas rodelas en las que lucía la gama de todos los colores y las enriquecía una resplandeciente suntuosidad de oro y plata.

Para las atinadas combinaciones que hacían los mexicanos y las otras antiguas tribus antes citadas, empleaban muchas plumas de pericos, de cardenales, de zanates, de guacamayas, de coas, de correcaminos, y de otros muchos pájaros vistosos, pero que no igualaban a las finas de los colibríes usadas por los tarascos, llenas de espléndidos y perpetuos tornasoles. En la lengua tarasca se llaman tzinzun a estos leves pajarillos que abundan en las montañas próximas al lago de Pátzcuaro. Los indios michoacanos usaban con preferencia los maravillosos plumajes de tales avecillas de tan multicolores cambiantes, y solamente, de modo secundario, los de otros pájaros para ponerlos como fondo a los dibujos que elaboraban con las plumas de los chupamirtos y darles realce a así excedían a todos en belleza y primor.

En la Antigua Relación de las Ceremonias y Ritos y Población y Gobernación de los Indios de la Provincia de Mechoacán, hecha al virrey don Antonio de Mendoza, y conocida generalmente, ya abreviado su título, por Relación de Mechoacán, escrita por un fraile anónimo que se supone que no es otro sino Fray Martín de la Coruña, uno de los doce primeros apostólicos y seráficos varones que vinieron a la conversión de estas partes, en ese libro y en el capítulo que trata De la gobernación que tenía y tiene esta gente entre sí se enumeran con todas sus atribuciones los distintos diputados por la Corona para presidir como para cuidar las artes y oficios que de padres a hijos se venían transmitiendo los indios tarascos o purépechas desde época inmemorial.

“Habían uno llamado Uscurécuri, diputados que labran de pluma los atavíos para sus dioses y hacían los plumajes para bailar. Todavía hay estos plumajeros (1550), éstos traían por los pueblos muchos papagayos grandes colorados y de otros papagayos para la pluma y otros traían pluma de garzas, otros, otras maneras de plumas de aves.” Éstos eran los afamados mosaicistas que hacían tan admirables obras de plumas de colores en capas, rodelas, estandartes y paños de tapiz.

“Había otro diputado sobre las rodelas, que las guardaban y los plumajeros las labraban de plumas de aves ricas, y de papagayos y de garzas blancas. Había otro que tenía cargo de guardar todos sus jubones de guerra de algodón y jubones de guerra de plumas de aves.”

No solamente el padre José de Acosta afirma que “hácense las mejores imágenes de pluma en la provincia del Mechoacán y en el pueblo de Pázcaro”, sino que varios cronistas de esa región celebran con buenas alabanzas este arte, así el queretano Fray Alonso de la Rea en su seráfica Crónica de la Provincia de San Pedro y san Pablo, escribe en la página 39 de la segunda edición que es la que yo leo, que: “Aún no ha hecho pausa el orgullo de su inclinación, sino que corriendo impelida de su natural viveza, inventaron los tarascos cosas tan singulares como lo han sido las de pluma, cuyo origen apunté en el capítulo 6, y cuya fábrica, invención y artificio, sin hinchazón ni pompa, se llevan consigo los encarecimientos que pudiera referir en aquesta Historia. El modo de engarzar las plumas de diversos colores, es que después de haber cortado las plumas en partículas tan pequeñas que cada una parece un punto invisible, se coge una penca de maguey, y sobre ella con cola muy bien templada, se van organizando todas las plumas y hacen una iluminación tan vistosa, que parece niegan aquí desvanecidas las galas de su natural coordinación. Cada partícula se pone de por sí, con tanta presteza, como lo apercibe la facultad siguiendo las líneas y círculos del bosquejo sobre que se obra tan exquisito primor. Hácenos de este género de iluminación de pluma, imágenes, colgaduras, adargas, mitras y marlotas, con tan linda vista, que jamás la perspectiva tuvo mejor motivo para olvidar las galas de la Primavera.”

También en la voluminosa Crónica de la Provincia de San Pedro y San Pablo, pero compuesta por Fray Pablo de la Purísima Concepción Beaumont (México, 1874), en el tomo III y páginas 34 a 95 se lee lo siguiente:

“Inventó el ingenio del tarasco las cosas singulares de pluma con sus mismos nativos colores, asentando de la misma manera que lo hacen en un lienzo de los más diestros pintores con delicados pinceles. Solían en su gentilidad formar de estas plumas, aves, animales, hombres, capas y mantas para cubrirse, vestiduras para sus sacerdotes y templos, coronas, mitras y rodelas, mosqueadores, con otros curiosos instrumentos que les sugería su imaginación. Estas plumas eran verdes, azules, rubias, moradas, pardas, amarillas, negras y blancas, no teñidas por industria, sino como las crían las aves que cogían y mantenían vivas al intento, valiéndose hasta de los más mínimos pajarillos. El modo de engastar las plumas era cortarlas muy menudas; y en lienzo de maguey, que es la planta de la tierra, con cola, muy templada, iban organizando las plumas que arrancaban de uno a otro pájaro muerto con unas pinzas, y pegándolas a la penca o tabla; se valían de sus nativos colores para dar las sombras y demás necesarios primores que caben en el arte, según pedía la imaginación que querían pintar. Cada partícula se ponía de por sí, con tal presteza, que seguían la línea y el círculo del bosquejo, y la iluminación formaba en la pintura una vistosa primavera. De las plumas de estos y otros pájaros hacían estos indios sus plumajes, y aún imágenes de pluma tan particulares, principalmente en Pátzcuaro, que según refiere Acosta, se admiró el señor Felipe Segundo de tres estampas que dio a su hijo, el señor Felipe Tercero, su maestro: la misma admiración causó al Papa Sixto Quinto, un cuadro de N. P. San francisco que enviaron a su santidad, hecho de plumas por los indios tarascos. He visto láminas muy curiosas y acabadas de este género en gabinetes de curiosos en la Europa; y principalmente mi maestro el doctor Morán, uno de los sabios de la Academia de las Ciencias de París, apreciaba mucho, y con razón, dos láminas de santos, que adornaban su singular museo, cuya hechura de plumas de tan exquisitos colores era de lo más perfecto que se podía desear, a más de lo raro de la invención. No trabajan ya con tanto primor los tarascos las estampas que hacen de pluma, y en el día se escasean mucho estas obras de plumería.”

Y en su Americana Thebaida, página 26, Fray Matías de Escobar glosa estas frases con estas otras: “...forman letras del mismo modo, tan primorosas, no son más redondas las de molde, venciendo aquí las plumas a la imprenta”.

Pocas cosas quedan esparcidas por ahí del precioso arte plumario de los indios, el tiempo las acabó –“dellas destruye la edad”-, eran objetos leves y delicados en los que entran polillas y carcomas que los consumen y no dejan nada. Lo que quedó es, en su mayoría, de indudable origen michoacano, obras perfectas de las manos maestras de los tarascos. Las joyantes mitras del Escorial, las del Museo María Teresa, de Viena, las del Palacio Pitti, de Florencia, la gran adarga de parada de la Armería Real de Madrid, lo de nuestro Museo nacional y algo que anda en el comercio de antigüedades y en colecciones privadas, es lo que conozco de este exquisito arte en el que se anima el dibujo de la imagen con la distinción y hermosura de los colores de plumas menudas. He leído que existen mosaicos de esta especie en la rica colección Ambrass, pero no sé cuál es, ni en dónde está esa mentada colección.

Hay abundancia en muchas partes de México de estos colibríes leves y vistosos, pero apenas llegan los primeros fríos, desparecen y no se ve ni uno solo por esos campos y jardines; vuelven a llenar el aire con su belleza cuando entra la primavera. Surgen como otras tantas flores. Flores vivas y trémulas. Se decía por esta súbita desaparición que huían temerosos del invierno e íbanse a buscar las tierras calientes que les daban vida. Pero los colibríes no son aves migratorias que andan en pos de tónica tibieza, sino que tiene la extraña particularidad de caer en un largo marasmo durante toda la invernada. Se cuelgan por el pico de una rama y así permanecen con inmovilidad de muerte; se les caen las plumas como en pelecha, con lo cual toda su vistosidad queda trocada en una pura lástima. Tal vez de esto provenga la frase “ya colgó el pico Fulano”, que se aplica a quien ya no tiene ánimos para nada, que está el infeliz como para morir. Para el arrastre, dicen los castizos. El sopor de los colibríes es como el que mantiene inmóviles a otros animales y del que salen cuando llegan los templados y deliciosos días de la primavera, alegre renacer de la naturaleza, tiempo en el cual está todo en su mayor vigor y hermosura.

Fray Bernardino de Sahagún, conocedor como nadie de cuanto hubo en el México precortesiano y en cuya Historia general de las cosas de la Nueva España no deja nada que tratar con maestría e indudable competencia, al escribir de las aves que aquí tienen ricas plumas, dice de los colibríes: “Hay unas avecitas en esta tierra que son muy pequeñitas, que parecen más moscardones que aves; hay muchas maneras de ellas, tienen el pico chiquito, negro y delgadito, así como aguja; hacen su nido en los arbustos, allí ponen sus huevos y los empollan y sacan sus pollos; no ponen más de dos huevos. Comen y mantiénense del rocío de las flores, como las abejar, son muy ligeras, vuelan como saeta; son de color pardillo. Renuévanse cada año: en el tiempo del invierno cuélganse de los árboles con el pico, allí, colgados se secan y se les cae la pluma; y cuando el árbol torna a reverdecer él torna a revivir, y tórnales a nacer la pluma y cuando comienza a tronar para llover entonces despierta y vuela y resucita. Es medicinal para las bubas, comido, y el que los come nunca tendrá bubas; pero hace estéril al que los come.” Abusiones, patrañas, digo yo, de las que abundan en todas las épocas. Vanas creencias populares que se meten con fuerte arraigo.

“Hay unas de estas avecitas –sigue diciendo el franciscano- que llaman “quetzalhuitzitzilin” que tiene las gargantas muy coloradas y los codillos de las alas bermejos, el pecho verde y también las alas y la cola; parecen a los finos “quetzales”. Otras de estas avecicas son todas azules, de muy fino azul claro, a manera de turquesa resplandeciente. Hay otras verdes claras, a manera de hierba. Hay otras que son de color morado. Hay otras que son resplandecientes como una brasa. Hay otras que son leonadas con amarillo. Hay otras que son larguillas, unas de ellas son cenicientas, otras son negras, estas cenicientas tienen una raya de negro por los ojos, y las negras tienen una raya blanca por los ojos.

“Hay otras que tienen la garganta colorada y resplandeciente como una brasa; son cenicientas en el cuerpo, y la corona de la cabeza y la garganta resplandeciente como una brasa.

“Hay otras que son redondillas, cenicientas, como unas motas blancas.”

Refiere el ya dicho Alonso de Zorita al tratar de un “pajarito que duerme la mitad del año, y de qué y cómo se mantiene”, que dice Fray Toribio que no quiere callar una cosa maravillosa que Dios muestra en un pajarito muy pequeñito, de que hay muchos en la Nueva España y lo llaman Vicicilim, y en plural Viciciltim, y que su pluma es muy preciosa, en especial la del pecho y cuello, aunque es poca y menuda, y que, puesta en lo que los indios labran de oro y pluma, se muestra de muchos colores; mirada derecha, parece como pardilla; vuelta un poco de la veslumbre, parece naranjada y otras veces como llamas de fuego; y aunque este pajarillo es muy pequeñito, tiene el pico largo como medio dedo, y delgado; y que como él y su pluma es estremado, también lo es su mantenimiento, porque solamente se ceba y se mantiene de la miel o rocío de las flores, y anda siempre chupándolas con su piquillo, volando de unas en otras y de un árbol en otro, sin se sentar sobrellas; y que por el mes de octubre, cuando aquella tierra se comienza agostar y se secan las yerbas y flores y le falta el mantenimiento, busca lugar competente donde pueda estar escondido en alguna espesura de árboles, y en algún árbol secreto pega sus pies en una ramita delgada, encogidito, y está como muerto hasta el mes de abril, que con las primeras aguas y truenos, como quien despierta de un sueño, torna a revivir y sale volando a buscar sus flores, que en muchos árboles las hay desde marzo; y aun antes, algunos han tomado destos pajaritos, hallándolos por los árboles, y los han metido en jaulas de cañas, y por el mes de abril revivían y andaban volando dentro hasta que los dejaban salir fuera; y dice que él mismo vio estar estos pajaritos pegados por los pies en un árbol de la huerta del monasterio de Tlascalan, y que cada año crían sus hijos y que él ha visto muchos nidos dellos con sus huevos; y que un día, estando un fraile predicando la resurrección general, trujo a comparación lo deste pajarito, y pasó uno volando por encima de la gente, chillando porque siempre va haciendo ruido...”

También el abate Clavijero habla en su Historia del pequeño huitzitzilin que no es otro que el ya tan mencionado colibrí y dice: “que es aquel maravilloso pajarillo tan encomiado por todos aquellos que han escrito sobre las cosas de América por su pequeñez y ligereza, por la singular hermosura de sus plumas, por la corta dosis de alimento con que vive, y por el largo sueño en que vive sepultado durante el invierno. Este sueño, o mejor decir, esta inmovilidad, ocasionada por el entorpecimiento de sus miembros se ha hecho constar jurídicamente muchas veces, para convencer la incredulidad de algunos europeos, hija sin duda de la ignorancia; pues que el mismo fenómeno se nota en Europa en los murciélagos, las golondrinas, y en otros animales que tienen fría la sangre, aunque en ninguno dura tanto como en el huizitzilen, el cual en algunos países se conserva privado de todo movimiento desde octubre hasta abril”.

Yo creía, al igual que una infinidad de buenas personas, que sólo el jugo azucarado de las flores constituía el alimento único e ideal de los colibríes, pero cuando supe que eso era muy secundario tuve una gran desilusión. ¿Cómo esas iridiscentes miniaturas, emanaciones de los rayos del sol, como los llamaban los antiguos mexicanos, habían de comer arañas, gusanos, y otros animalejos como cosa preferente? Miel, sólo miel, y perfumada miel de las flores. Darwin en una anotación de fecha 24 de septiembre de 1834 de su Diario, asienta que “aunque se los vea volar de una flor a otra en busca de comida, su estómago contiene de ordinario restos abundantes de insectos, que son los que, a mi juicio, buscan mejor que el néctar”. ¡A ver si no es esto penoso! No hay más remedio que creer lo que dice este famoso sabio.

Confieso que tuve infinita tristeza cuando supe semejante cosa, como la tuve también y muy grande, al leer -¿para qué lo leí, Señor?-, que un distinguido lepidopterólogo, Alberto Breyer, muy señor mío, para atraer algunos ejemplares de las más lindas mariposas, empleaba como cebo cerveza fermentada y queso de Limburgo, el más hediondo. ¿No es esto para decepcionar a cualquiera? Pero, ¡qué le vamos a hacer!, la vida está llena de grandes desengaños, cuando menos se espera llega uno y ¡zas! Nos hiere en pleno corazón.


(Tomado de: de Valle-Arizpe, Artemio. De perros y colibríes en el México antiguo. Cuadernos Mexicanos, año II, número 86. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 22 de julio de 2024

Rosita Arenas

 


Rosita Arenas 

(Actriz)

(1933- , Caracas, Venezuela) Hija del también actor Miguel Arenas, español de nacimiento. Fue registrada en la embajada mexicana en Caracas, Venezuela, porque sus padres estaban naturalizados como tales. Fue Reina de la Primavera en la ciudad de México en 1950. Su belleza, innegable presencia cinematográfica y evidentes dotes de actriz la llevaron a cumplir una importante carrera en el cine nacional, español e italiano, además de trabajar en el teatro y la televisión. Entre sus películas más celebradas se cuentan: Fierecilla (1950), ¿Qué te ha dado esa mujer? (1951), La hija del ministro (1951), El bruto (1952), dirigida por Luis Buñuel; El señor fotógrafo (1952) con Mario Moreno "Cantinflas", Los solterones (1952), La gitana blanca (1954), Escuela de rateros (1956), La momia azteca (1957), Marcelino perdió el tren (España), Dos mexicanos en Aragón (España), El niño de las monjas (España), La noche y el alba (España) y Diez fusiles esperan (Italia). 

Luis Terán.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 18 de julio de 2024

Acuerdo para la Nacionalización de los Ferrocarriles Nacionales, 1937

 


Nacionalización completa de los ferrocarriles nacionales

*Acuerdo dictado por el ejecutivo

*El Estado tendrá el dominio absoluto

*Razones de alta conveniencia obligan al Gobierno a dar este paso, imprimiendo al sistema una franca orientación de servicio público

(24 de junio de 1937)

Por conducto del Departamento Autónomo de Publicidad y Propaganda, la Presidencia de la República da a conocer a la nación, el siguiente importantísimo documento:

"ACUERDO A LA SECRETARIAS DE COMUNICACIONES Y OBRAS PÚBLICAS Y DE HACIENDA Y CRÉDITO PÚBLICO.

CONSIDERANDO: Que la mejor organización y eficaz funcionamiento de las empresas ferroviarias deben constituir honda preocupación para el Poder Público, ya que tal sistema de comunicaciones es factor de la más alta importancia para el progreso económico y social de un país, al grado que su nivel de eficiencia puede tomarse como índice para apreciar el estado general de adelanto de una nación; que además la estabilidad política interna y la defensa exterior en gran parte dependen de la eficacia de las líneas férreas.

CONSIDERANDO: Que en nuestro país la negociación denominada Ferrocarriles Nacionales de México, S.A., que controla las líneas más importantes de la red ferroviaria, está organizada como una empresa de tipo capitalista, es decir, con propósitos predominantemente lucrativos, aunque por razones bien conocidas del público, desde hace mucho tiempo viene operando en forma que no corresponde a su naturaleza, y sí se han venido creando y arraigando vicios y deficiencias en el manejo del sistema, que son ya endémicos y que han retrasado el ritmo de progreso técnico de las líneas, con perjuicio para la economía del país y para cada uno de los usuarios del servicio; que la misma naturaleza de la compañía ha impedido orientar su actuación en el sentido de procurar primordialmente el beneficio social, y por igual razón el Gobierno Federal, no obstante su carácter de principal accionista, ha tenido que considerar a la empresa como entidad privada para el efecto de exigirle el estricto cumplimiento de las disposiciones legales.

CONSIDERANDO: que el Ejecutivo de mi cargo estima que no debe descuidarse por más tiempo asunto tan trascendental para la vida y desarrollo del país y que es preciso adoptar medidas para su pronta solución, a efecto de organizar convenientemente el manejo de las líneas férreas propiedad de los Ferrocarriles Nacionales de México S.A., no sólo con el objeto de que la red de comunicaciones existentes preste los mejores servicios, sino con el propósito de procurar que a la brevedad posible se integre el sistema ferroviario de la República mediante la construcción de las vías que con mayor urgencia reclama el anhelo nacional de progreso y que la Compañía Ferrocarriles Nacionales de México S.A., no ha podido emprender durante el largo periodo de funcionamiento.

CONSIDERANDO: que en esta virtud y teniendo en cuenta que no existen en los Ferrocarriles Nacionales de México S.A., intereses particulares diversos de los que corresponden a los acreedores de las negociación en el extranjero, ya que el monto de estos créditos evidentemente absorbe el valor de los bienes que integran el sistema ferroviario de que se trata, y por otra parte, que la mayoría de las acciones de la sociedad pertenecen al Gobierno Federal, este Ejecutivo ha llegado a la conclusión de que el paso más conveniente para realizar los enunciados propósitos consiste en que todos los bienes que actualmente corresponden a la compañía mencionada se transmitan a la Nación, llevándose a cabo la expropiación respectiva en la que se cumplan estrictamente todos los requisitos legales.

CONSIDERANDO: que la medida no ocasionará perjuicio alguno a los acreedores de la empresa, pues el Gobierno Federal habrá de cubrirles sus créditos, dentro del límite que corresponda al valor real de los bienes que pasen a propiedad del Estado.

CONSIDERANDO: que realizada la expropiación el Ejecutivo Federal se propone crear un organismo de Estado que tenga a su cargo el manejo del sistema ferroviario perteneciente en la actualidad a los Ferrocarriles Nacionales de México, así como las líneas construidas o en construcción que actualmente son propiedad de empresas semioficiales, debiendo tener el organismo que se cree el carácter de dependencia directa del Ejecutivo Federal, regido por normas de Derecho Público, aunque con la autonomía patrimonial indispensable para su funcionamiento. Estima el Ejecutivo de la Unión que el procedimiento indicado permitirá imprimir a nuestro sistema ferroviario fundamental una franca orientación de servicio público, suprimiendo todo propósito lucrativo y logrando qu, compenetrados de esta alta mira tanto los directores como el personal de trabajadores, proporcionen una eficaz colaboración para suprimir las deficiencias que tradicionalmente han existido en los Ferrocarriles Nacionales de México S.A., y que ha sido obstáculo para su desarrollo técnico y equilibrio financiero.

Y considerando finalmente que la medida que se dicta será respaldada con firmeza y patriotismo por todos los elementos nacionales, de trabajo, de producción y de comercio, que directa o indirectamente están vinculados con la existencia y prosperidad del sistema ferroviario de que se habla, así como por la opinión general del país, ya que la medida que se dicta constituye un evidente paso para integrar nuestra emancipación social, y sólo contando con dicho respaldo y decidida cooperación podrá el Gobierno salir avante en este propósito y quedar posibilitado para atacar con éxito la rehabilitación de las citadas líneas, el mejoramiento de las mismas y la construcción de otras muy importantes y necesarias para poner en acción regiones fértiles que han estado fuera de la unidad económica nacional y carentes del beneficio de la cultura.

Con apoyo en las consideraciones expuestas y, además, en los artículos 1o., fracción I y IX, 2o., 3o., 10 y 19 de la Ley de Expropiación de 23 de noviembre de 1936, he tenido a bien acordar:

PRIMERO.- Por causa de utilidad pública se expropian en beneficio de la Nación, los bienes pertenecientes a la empresa Ferrocarriles Nacionales de México, S.A.

SEGUNDO.- La presente declaratoria se publicará en el "Diario Oficial" de la Federación y se notificará personalmente a los representantes de la compañía afectada para el efecto que indica el artículo 5o. de la invocada ley.

TERCERO.- En su oportunidad y conforme al artículo 7o. de la citada Ley de Expropiación, se tomará posesión de los bienes expropiados y con intervención de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y de Hacienda y Crédito Público se entregarán al organismo especial que se establece.

CUARTO.- La Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas procederá como corresponda a efecto de que en los términos previstos por la Ley de Expropiación y con la intervención de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público quede fijado el importe de la indemnización que será a cargo del Gobierno Federal.

El Presidente de la República, LÁZARO CÁRDENAS (Rúbrica).

El Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, FRANCISCO J. MÚJICA (Rúbrica).- El Secretario de Hacienda y Crédito Público, licenciado EDUARDO SUÁREZ" (Rúbrica).


(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

lunes, 15 de julio de 2024

México, Yucatán y Texas: Relaciones peligrosas y combinaciones explosivas


Relaciones peligrosas y combinaciones explosivas 


En septiembre de 1821 Yucatán se incorporó a México como estado soberano, aunque su lealtad y patriotismo localistas eran mucho más fuertes que su necesidad de dependencia del país. Poco después se daba el primer enfrentamiento violento entre liberales y conservadores, además del inicio del conflicto con el gobierno nacional, pues el arancel aduanal aumentó de 15 a 25%. Laa intervención del emperador Iturbide calmó los ánimos y resolvió momentáneamente el problema político. Poco después, no obstante, al darse el cierre de los puertos mexicanos a las embarcaciones españolas, entre 1822 y 1823, el comercio con Cuba se interrumpió, causando estragos en una de las principales actividades económicas yucatecas. Son los años en los que el país dio el giro, con Santa Ana a la cabeza, hacia la república federada, y en 1823, ya resuelto temporalmente el asunto del comercio con Cuba, Yucatán decide nuevamente unirse a México. 


La primera constitución política yucateca, aparecida en 1825, reflejó el modelo de la nacional de 1824. Las relaciones entre Yucatán y México transcurrieron en armonía durante este periodo federalista del país, especialmente en 1827 cuando la península obtuvo una serie de privilegios sobre sus derechos aduanales. Todo ello cambió abruptamente con el advenimiento del centralismo a partir de 1830, y de ahí en adelante, los vaivenes políticos nacionales entre centralismo y federalismo reflejaron el estado de las relaciones entre Yucatán y México. 


En 1835 el gobierno nacional intentó obligar al yucateco a pagar los mismos derechos aduanales que el resto de los departamentos del país, imponiéndole a la península un nuevo y antiguo sistema a la vez: las alcabalas, o sea, el impuesto interno por el paso de mercancías. Además, se le demandaba a Yucatán el pago de porcentajes por concepto de los productos aduanales y que sus habitantes se sumaran forzosamente a las listas de conscriptos que irían a pelear a Texas. 

La rebeldía yucateca no se hizo esperar y Yucatán empezó a sostener relaciones con "el enemigo" texano, además de exigir la vuelta al federalismo y el respeto a sus prerrogativas económicas. Según Edward Fichten, el verdadero rompimiento entre México y Yucatán sobrevino en los momentos en que México regresó a un centralismo conservador reflejado en la Constitución de 1836: 


En contra de esta Constitución y de las políticas que se desarrollaron a partir de ella tanto Texas como Yucatán optaron por separarse. Con la secesión de Texas el gobierno federal, controlado por Santa Ana, exigió la ayuda de Yucatán mediante el pago de 200,000 pesos de sus ingresos aduanales, violando así las condiciones especiales que la península había establecido para unirse a México. Adicionalmente, 2,500 yucatecos fueron reclutados para pelear contra los texanos (con quienes ya simpatizaban) pero no se tomó ninguna providencia para que luego pudieran regresar a la península. 

 

Ocurrió así la primera separación de Yucatán del resto del país y los ánimos separatistas hablaban ya de independencia como algo beneficioso. En mayo de 1838 Santiago Imán llevó a cabo su primer levantamiento a favor del federalismo, y aunque fue derrotado y encarcelado, organizó una segunda asonada en contra del centralismo exactamente un año después. Entre sus fuerzas se encontraban 150 yucatecos que se habían escapado de un barco que los llevaba a pelear contra Texas. 


Aunque las rencillas económicas entre Mérida y Campeche empezaron aún antes de la independencia de México, a nivel político el año de 1840 marcó un momento importante, pues el partido liberal yucateco se dividió en dos bandos opuestos. Como ya dijimos, la oposición giró no alrededor de las tendencias políticas hacia el federalismo o el centralismo, pues ambos bandos eran declaradamente federalistas, sino que dependió del asunto de la unión o separación con México, y de la manera como estar incorporados o no al país afectaba los intereses productivos y comerciales de los grupos de poder económico de Mérida y de Campeche. 


Los dos partidos que surgieron en esos momentos reflejaban los intereses económicos de los grupos que pugnaban por el control de la península. La facción liderada por Santiago Méndez, representante de los intereses comerciales del puerto de Campeche, proponía la separación de Yucatán en tanto el país no regresara al federalismo ni les garantizara su autonomía local y privilegios especiales. El otro grupo, con sede en Mérida y con Miguel Barbachano a la cabeza, representaba los intereses agrícolas de la región y propugnaba por una Independencia total. En las elecciones de abril de 1840, Méndez triunfó como gobernador y Barbachano asumió la vicepresidencia. Luego durante la infructuosa campaña mexicana contra la península en 1842, Méndez regresó a Campeche a participar en su defensa, dejando a Barbachano a cargo de la administración política de la península. 


Antes, sin embargo, para junio de 1840, la rebelión federalista de Imán había triunfado en la península, promulgándose la segunda Constitución Política del estado, el 31 de marzo de 1841, mientras que en otras regiones abundaron otros pronunciamientos federalistas y de apoyo a Texas. Santa Anna intentó valerse de un héroe yucateco de la independencia -Andrés Quintana Roo- para negociar el retorno de Yucatán a la nación. Barbachano y Quintana Roo lograron llegar a un acuerdo, plasmado en los tratados del 28 de diciembre de 1841, que el presidente no firmó ni ratificó. 


Como veremos más adelante con más detalle, los enfrentamientos entre Yucatán y México se dieron en esos años dentro del contexto de la guerra de México contra Texas y de la alianza entre texanos y yucatecos. Intentando dominar Yucatán a toda costa, Santa Ana ordenó el envío de tropas a la península en 1842, mismas que fueron derrotadas por los yucatecos con ayuda raival con la ayuda de los mayas y de la armada texana:


El gobernador D. Juan de Dios Cosgaya, y luego D. Miguel Barbachano, sostuvieron la resistencia más enérgica contra las fuerzas que la administración del general Santa Anna mandó sobre Campeche... Forzoso fue al dictador apelar a una negociación pacífica, aparentando sentimientos humanos y filosóficos para mejor cubrir el desenlace de una campaña mal meditada y peor conducida después de la humillación de Tixpehual. El general Santa Anna celebró un convenio con los disidentes de Yucatán, el cual elevó a rango de ley el 15 de diciembre de 1843. 

 

Por medio de dichos tratados basados en los de 1841, el presidente aceptaba darle Yucatán un trato preferencial en cuestiones arancelarias. No obstante, al decir de los historiadores y políticos yucatecos, Santa Ana no tardó ni un año en violarlos y el intento de unión fracasó, separándose la península de nueva cuenta en 1844 y desconociendo el supremo gobierno en 1845, año en el que Texas se anexó a Estados Unidos. Otros piensan que las estipulaciones de los tratados de diciembre de 1843 no beneficiaban a nadie, incluyendo a los yucatecos: 

Las pasiones, los errores y las falsas apreciaciones ocultaron al pueblo las condiciones de la reincorporación, que más bien dicho, fueron obsequios del gobierno general para hacer desaparecer todo motivo de queja. Este tratado, violado a cada paso por los funcionarios de la Península, al fin fue reprobado por lo perjudicial que hubiera sido su observancia. La Cámara de Diputados de 1845, desechó y reprobó las mencionadas estipulaciones. 

Santa Ana emitió una serie de disposiciones que prohibían la libre importación de productos yucatecos en los puertos mexicanos, e intentó enviar a sus propios representantes para gobernar la península. La reacción yucateca fue inmediata, así como nuevamente la separación y el desconocimiento del gobierno. En enero de 1846 el congreso local hizo formal la escisión de Yucatán de México y nombró a Barbachano gobernador. 

Al estallar la guerra con Estados Unidos y en oposición a la tendencia monárquica de Paredes y Arrillaga, Santa Ana se pronunció a favor del federalismo y le prometió a Barbachano un tratado de reincorporación en los términos del acuerdo de diciembre de 1843, violado por él mismo. El gobernador yucateco inició nuevamente una serie de gestiones para la reincorporación, que el Congreso proclamó el 2 de noviembre de 1846. Sin embargo, ante los posibles efectos nocivos que la guerra con Estados Unidos podía tener en los puertos y comercios mexicanos, el líder de los campechanos, Santiago Méndez, dio un golpe separatista y neutral en Campeche y la unión con México volvió a quedar en el aire. De hecho, al enterarse de la posibilidad de reunificación, los estadounidenses ya habían bloqueado la isla del Carmen y el siguiente paso era Campeche. 

En 1847 encontramos a un Yucatán supuestamente neutral y de facto separado de México. Todavía para esos momentos, la entidad gozaba de una serie de ventajas que le permitían utilizar la unión y el separatismo a su favor. Sin embargo, ningún político yucateco, de ningún bando, contó con una fuerza bélica que, hasta esos momentos, había permanecido tras bambalinas. Y fue el levantamiento maya, conocido como la guerra de Castas, el acontecimiento que robó a Yucatán todo su poder de negociación con México, poniéndolo, a partir de ese momento, en el desventajoso papel de tener que aceptar cualquier arreglo a cambio de la tan necesaria ayuda para detener a los mayas. 

Como hemos visto, el único momento en que Mérida y Campeche unieron sus fuerzas e intereses para pelear contra el enemigo común que era México fue en 1842, logrando derrotar a las fuerzas santanistas y recobrar su soberanía. No obstante, poco duró la armonía yucateca, ya que las rencillas comenzaron nuevamente y llegaron a un punto candente al estallar la guerra entre México y Estados Unidos. Ahí comenzó una de las etapas más negras de estas conflictivas relaciones, lo que Mary Williams denomina "una lucha faccional de incalificable barbarie", pues ambos partidos se hicieron la guerra sin tregua y ambos utilizaron a las huestes mayas con consecuencias tan imprevisibles como nefastas.



(Tomado de: Careaga Viliesid, Lorena - De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, Distrito Federal, 2000)

viernes, 12 de julio de 2024

Chamaquear

 


(Náh. chamahuac, grueso, para referirse a un niño que suele estar gordo). Acción y conducta política que consiste en tratar como menor de edad a una persona adulta, engañándola o impresionándola.

El día que el comandante Fidel Castro chamaqueó al presidente Vicente Fox:

El 2 de abril de 2002 la televisión cubana dio a conocer la grabación de una charla entre el comandante y Fox, que se dio previo a la Cumbre de Monterrey, el 19 de marzo, en la que se escuchó lo siguiente:

-Fox: Fidel, primero, antes que nada, quisiera pedirte que esta conversación sea entre tú y yo, ¿estás de acuerdo?

-Fidel: Sí, señor, dígame usted (nótese que mientras el comandante trata de usted al presidente Fox, éste lo tutea).

-Fox: Fidel, ¿puedo pedirte otro favor?

-Fidel: ¡Dígame!

-Fox: Que estando en casa me serviría muchísimo que no hubiera declaraciones sobre el tema de las relaciones México-Cuba o de ese evento que vivimos en días pasados. 

-Fidel: No tengo necesidad de hacer declaraciones allí.

-Fox: Qué bueno.

-Fidel: ¡Dígame en qué más puedo servirle! (Nótese que el presidente no descubre la fina ironía del comandante).

-Fox: Pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush, sino suscribirnos al protocolo.

-Fidel: Sí señor, qué más.

-Fox: Te ofrezco y te invito a que estés en mi almuerzo, inclusive que te sientes a mi lado, y que terminado el evento y la participación ya te regresarás... y me dejarás libre el viernes para que no me compliques.

-Fidel: Y de ahí cumplo sus órdenes, me regreso.

-Fox: Fidel, te agradezco muchísimo.

-Fidel: Muy bien, Presidente.

-Fox: Nos van a salir bien las cosas así.


Una semana antes de que se diera a conocer la grabación, el canciller [Jorge] Castañeda promovió en Ginebra, en la Asamblea sobre Derechos Humanos, el voto en contra de Cuba.

El presidente Fox fue exhibido como mentiroso, tramposo y servil frente a los Estados Unidos. Ganó la astucia del viejo estadista Fidel Castro, que manejó la situación sacando ventaja sobre el asunto.


(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006).

martes, 9 de julio de 2024

Para sacudir el yugo opresor, 1813

 


Para sacudir el yugo opresor


Francisco de Velasco

[Documento publicado en el Ilustrador Americano, el 17 de abril de 1813 bajo el título de "Este mismo a la nación americana."]


Nuestras prensas están ya al cumplir un año de publicar los sentimientos de la nación, y quizá todo se nos ha ido en declamar contra los gachupines, como si este punto no fuera evidenciado, y como si fuera necesario encender una bujía donde penetra la brillantez del sol. Estoy muy distante de juzgar hayan sido inútiles muchos de los papeles que con honor de la nación han salido a luz y que serán la verdadera apología de nuestra causa; pero estos mismos, repetidos aunque no en los accidentes sí en la substancia, solo harán que monotonizados nuestros conceptos, decaigan del aprecio del público, del ignorante siempre amigo de la variedad y del sabio que conocerá los muchos y bastos objetos a que podíamos destinarlos.

Es necesario ya que al cumplir el tercer año de nuestra independencia tratemos de sistemar nuestros ramos de guerra, de hacienda y de política que hasta hoy subsisten en la apariencia y que si no se han desvanecido del todo es a merced de un patriotismo sin ejemplo. Es indispensable que todo esto siga a la libertad de imprenta, pero una libertad que no conozca más barrera que el dogma, y que si haya de erigirse un censor solo sea para sostener la pureza de aquel, y hacer conservar el decoro del estilo y de la expresión. Fuera de esto el ciudadano debe hablar y escribir con libertad, sí con libertad, y libertad absoluta, enemiga solo del despotismo, de la ignorancia y de la arbitrariedad: las leyes que ponen restricciones a la libertad del hombre son promulgadas por la tiranía que levanta su mano asesina sobre los pueblos; ella tiene su ruina en el momento mismo que el hombre diga lo que siente, y ella sola hace elevar su horrible coleso sobre la miseria, sobre la opresión, digamosla en dos palabras, sobre la esclavitud de la humanidad.

El fanatismo y la ignorancia oyen el ronco clamor de la tiranía, y hermanados entre si estos genios maléficos abortan la proscripción de la libertad. Un gobierno justo y paternal nada debe temer de que las familias del hombre estén en todo su ejercicio, antes bien este afianzará su estabilidad y formará su más invencible antemural.

Pueblos todos del universo que aspiran a la libertad y a la independencia ¿queréis reconocer las verdaderas intenciones de los que os mandan? ¿queréis saber si vuestras ventajas corresponderán a vuestro sacrificio? pues mirad si os es concedido explicar con franqueza vuestros sentimientos, pero si lejos de esto esclavizan la opinión y ponen grillos al pensamiento, apresuraos a destruirles ciertas de que son unas víboras que alimentados con vuestra sangre y royendo vuestras entrañas os dejaran incapaces de moveros para el bien o para el mal.

Nada importa que gritemos libertad sí consentimos en ser esclavos y lo seríamos irremisiblemente si no podemos decir y estampar cuanto nos parezca y semejantes al Loro de la fábula solo reclamaremos en nuestra destrucción política [ilegible...] y el desprecio y bien que otra cosa hemos hecho hasta hoy que declarar contra nuestros enemigos. ¡Ah! esta libertad la dirán en toda su extensión los esclavos de México, lejos de prohibirseles se les ha mandado imperiosamente que en todos sus escritos se expliquen con la mayor libertad contra los insurgentes.

Ellos hacen publicar, jurar y sancionar del modo más solemne la ridícula Constitución de Cortes; conocen los tiranos todas las ventajas que sacarían de alucinar a los pueblos con la ciega obediencia a este código efímero y despreciable; pero como él a vuelta de innumerables inconsecuencias y contradicciones asegura la libertad de imprenta, todo lo arrostran, y a los primeros tiros de nuestros sabios escritores, dicen entre sí: menos mal es que se nos convenza de ignorantes, de bárbaros y de perjuros, que el que les concedamos una batería que echará por tierra la obra de tres siglos y el fruto de nuestros progenitores.

Americanos, si no puede presentarse mayor testimonio de la tiranía de estos visiris que el suspender la libertad de imprenta a pocos días de haber jurado sostenerla, tampoco debeis dudar que el termómetro único para conocer los grados de bondad de los que los mandan, es la libertad que os concedan de promulgar vuestras ideas, vuestros deseos y vuestros sentimientos. S. C.



(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo II Antecedentes. La búsqueda de nuestra identidad. La conquista de la libertad. La Independencia: una realidad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

jueves, 4 de julio de 2024

La muerte a través del cine mexicano

 


La muerte a través del cine 

Por César Aguilera 

El misterio que rodea a la muerte ha inspirado a diversos cineastas para tratarla en sus historias, algunas con respeto y otros con irreverencia. 


La muerte, misteriosa como estremecedora, es el pasaje más dramático para todo ser humano y por ende, ha sido tema a tratar por el cine en diversas facetas, además de dar lugar a terroríficas aventuras de fantasmas, momias, vampiros y muertos vivientes, sin olvidar a la célebre Llorona, de legendario relatos. 

Julián Soler en su filme de 1934, Los muertos hablan, plasmó tenebrosos relatos, igual que Fernando Méndez -quien había llevado a la pantalla el vampirismo- hizo de la muerte toda una apología en películas como Misterios de ultratumba (Fernando Méndez, 1958). En tanto, Roberto Gavaldón con Doña Macabra (Roberto Gavaldón, 1971) recreó lúgubre ambiente para un texto de Hugo Argüelles, con actuaciones de Marga López y Carmen Montejo. También el humor macabro se hizo presente en El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González, 1959), con Arturo de Córdoba y Amparo Rivelles. 

En 1968, Juan Ibáñez en coproducción con Estados Unidos presentó en thriller La cámara del terror, en cuatro episodios con Boris Karloff y Julissa, el cual revitalizó el género de horror. 


Día de muertos 

El 1 y 2 de noviembre días en que se recuerda a los muertos -niños y adultos, respectivamente- se ha convertido en una alegoría con olor a incienso, donde los panteones son escenarios de verbenas populares decoradas con papel picado, flores amarillas, pan de muerto, calaveras de azúcar y cirios que han hecho del poblado de Mixquic un atractivo turístico fotografiado en documentales.

Respecto a estas festividades, el cineasta soviético Sergei M. Eisenstein en su filme de 1931, ¡Que viva México!, muestra la esencia del simbolismo popular, en colaboración con el fotógrafo Eduard Tisse, quienes influirían años después en la mancuerna Emilio Fernández-Gabriel Figueroa. Apasionado por estas costumbres, el creador de El acorazado Potemkin, al llegar a México comentó: "de niño, en una revista alemana, vi el esqueleto de un revolucionario montado sobre la osamenta de un caballo, mientras las calaveras de una pareja bailaban; era fotografías del Día de muertos, entonces me dije: "qué país es ese que puede divertirse de manera semejante! Ahora vengo a filmar una película en México, de cuyo pueblo y arte soy gran admirador”.

Macario (Roberto Gavaldón, 1959) impactante obra en la que la muerte adquiere identidad, caracterizada por Enrique Lucero, al cual en tiempos del virreinato del siglo XVII, se le aparece a un paupérrimo leñador (Ignacio López Tarso), quien desesperado por la miseria, hace tratos con la parca. La historia está basada en un texto de Bruno Traven (1890-1969).


Picardía con la muerte 

La última película del director Luis Alcoriza fue Día de difuntos en 1986, rodada en el panteón del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, comedia de picardía populachera que exhibe típicos individuos como un peluquero (Sergio Ramos "El Comanche"), "El Flaco" Ibáñez (zapatero) y un plomero (Pedro Weber "Chatanuga"), quienes al visitar año con año las tumbas de sus finados, se las ingenian para emborracharse y acabar bailando con las viudas sobre las tumbas hasta que la policía los corre. 


En defensa de la tradición 

En 1989 se estrenó Calacán, primer largometraje de Luis Kelly, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), quien escribió el relato sobre Calacán, pueblo michoacano habitado por calaveras, amenazado ante la invasión de calabazas de plástico del Halloween y otras modas que intentan acabar con las tradiciones.


(Tomado de: Aguilera, César - Somos Uno, especial de colección, Las rumberas del cine mexicano. La muerte a través del cine. Año 10, núm. 189. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 1999)

lunes, 1 de julio de 2024

Chicanos: términos y definiciones

 


Chicanos: términos y definiciones 


Cuando se hable de los mexicanos en Estados Unidos, se estará haciendo referencia a un grupo de habitantes que comenzó a definirse a partir de la Independencia de Texas y la terminación de la guerra en 1848, cuando perdimos más de la mitad del territorio. Antes, esos habitantes eran parte del Virreinato de la Nueva España y después de la República Mexicana.

Nos referiremos al total de la población de origen mexicano que habita en Estados Unidos, desde el que ayer cruzó la frontera hasta los descendientes de los pobladores originales, mestizos, que comenzaron a habitar hacia fines del siglo XVI, los territorios que ahora son el suroeste de Estados Unidos. 

No se ahondará en las causas de la guerra. Existen buenos textos históricos que dan cuenta de lo que pasó entre México y Estados Unidos desde la Independencia hasta la Revolución Mexicana. Académicos tanto norteamericanos como mexicanos han producido en los últimos años, trabajos serios que reconstruyen en su verdadera dimensión las causas y los hechos de la independencia de Texas y de la guerra México-Estados Unidos del siglo pasado. Poco a poco se han logrado acuerdos que califican a la guerra como una de conquista y expansión frente a un enemigo débil y desorganizado en lo político, a pesar de gestas heroicas como las del Batallón de San Patricio, donde un grupo de norteamericanos irlandeses peleó y murió del lado de México. Con lentitud se han quitado estereotipos y falsedades en los libros norteamericanos, aunque estos temas tienen todavía poca o nula importancia en los libros escolares de ambos lados de la frontera. 

No existe un término, aceptado por todos, que englobe a la población de origen mexicano. El término más general es mexicano-americano, traducción literal de los dos gentilicios en inglés, del mismo modo que se dice afroamericano o cubano-americano que es el más neutro en términos ideológicos. 


El término chicano comenzó a usarse durante los años veinte en el suroeste de Estados Unidos por personas y grupos de origen mexicano que querían distinguirse con claridad de la sociedad anglosajona dominante. Denotaba obrero mexicano inmigrado. Durante el Movimiento Chicano fue empleado por hijos de mexicanos como una especie de desafío para afirmar la identidad del grupo frente al resto de la sociedad. Personas menos activas en la política, más conformes con su suerte, la parte más conservadora de la comunidad se llamaban mexicano-americanos para distinguir su origen o, incluso, americanos. La connotación negativa del término chicano también se origina en los años veinte, usada por las élites intelectuales de refugiados de la Revolución, o por las mexicano-americanas, para distinguirse de los pobres campesinos harapientos. Este prejuicio subsiste hasta hoy. 

La palabra chicano ha perdurado para ciertas actividades artísticas, académicas y políticas. Se usa para referirse a los nacidos en Estados Unidos, pero que son hijos o nietos de personas nacidas en México.

Para unos este término es fuente de orgullo y, a otros, les es indiferente porque por regiones se han usado otros términos, como tejano o californio. Con los años, el uso ha ido adquiriendo prestigio e historia. Como dice Luis Leal, uno de los mayores expertos y críticos de la literatura chicana y mexicana: 


Los orígenes de la historia de los chicanos se remontan al siglo XII, cuando los indios mexicanos (de la palabra en náhuatl, pronunciada "meshica", se deriva la palabra mexicano, de donde a su vez se originó la palabra "[me]chicano") abandonaron la isla de Aztlán en busca, según la leyenda, del lugar que les había sido prometido por los dioses. En 1321, después de un largo peregrinar, encontraron la ciudad de Tenochtitlan (hoy, la ciudad de México) sobre una isleta en el lago de Texcoco localizado en el valle del Anáhuac. Años más tarde, cuando los aztecas (el pueblo de Aztlán) conquistaron la mayor parte de Mesoamérica, su rey, Moctezuma I Ilhuicamina (quien gobernó desde 1440 hasta 1469), deseoso de descubrir el origen de su pueblo, envió a sus brujos y magos en busca del lugar que habían abandonado sus antepasados. Fray Diego Durán en su Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme, trabajo terminado en 1581, relata que los mensajeros encontraron Aztlán, la región conocida como Chicomóstoc (siete cuevas) al norte del Anáhuac. En nuestro siglo, durante la década de los años sesenta, los chicanos, esto es, el pueblo de origen mexicano que vive en Estados Unidos, motivados o ideales nacionalistas, dieron el nombre de Aztlán a los territorios que pertenecieron a la república mexicana hasta 1848. 


Para propósitos analíticos y descriptivos quizá resulte útil dividir a la comunidad en dos grupos: los recién llegados, nacidos en México, y los descendientes de inmigrantes que, al igual que los hijos de los pobladores originales se van integrando a través del tiempo a la sociedad dominante. 


La población mexicana forma parte de una comunidad mayor en donde se incluyen todos los habitantes de origen latinoamericano, caribeño y español, llamados latinos o hispanos. Del total de los latinos, unos dos tercios son de origen mexicano. el otro tercio lo componen habitantes de origen puertorriqueño, cubano, español y de otros países latinoamericanos, en especial de Centroamérica. Los términos se usarán indistintamente en el texto. 


También se usarán de forman de formas intercambiables las palabras mexicano, chicano o mexicano-americano, para referirse a los mismos grupos, aunque a veces el contexto aclare el significado preciso. De la misma manera, los términos migrante o emigrante significan lo mismo. Se usará también el término inmigrante para referirse a grupos que ya habitan en Estados Unidos.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)