Para sacudir el yugo opresor
Francisco de Velasco
[Documento publicado en el Ilustrador Americano, el 17 de abril de 1813 bajo el título de "Este mismo a la nación americana."]
Nuestras prensas están ya al cumplir un año de publicar los sentimientos de la nación, y quizá todo se nos ha ido en declamar contra los gachupines, como si este punto no fuera evidenciado, y como si fuera necesario encender una bujía donde penetra la brillantez del sol. Estoy muy distante de juzgar hayan sido inútiles muchos de los papeles que con honor de la nación han salido a luz y que serán la verdadera apología de nuestra causa; pero estos mismos, repetidos aunque no en los accidentes sí en la substancia, solo harán que monotonizados nuestros conceptos, decaigan del aprecio del público, del ignorante siempre amigo de la variedad y del sabio que conocerá los muchos y bastos objetos a que podíamos destinarlos.
Es necesario ya que al cumplir el tercer año de nuestra independencia tratemos de sistemar nuestros ramos de guerra, de hacienda y de política que hasta hoy subsisten en la apariencia y que si no se han desvanecido del todo es a merced de un patriotismo sin ejemplo. Es indispensable que todo esto siga a la libertad de imprenta, pero una libertad que no conozca más barrera que el dogma, y que si haya de erigirse un censor solo sea para sostener la pureza de aquel, y hacer conservar el decoro del estilo y de la expresión. Fuera de esto el ciudadano debe hablar y escribir con libertad, sí con libertad, y libertad absoluta, enemiga solo del despotismo, de la ignorancia y de la arbitrariedad: las leyes que ponen restricciones a la libertad del hombre son promulgadas por la tiranía que levanta su mano asesina sobre los pueblos; ella tiene su ruina en el momento mismo que el hombre diga lo que siente, y ella sola hace elevar su horrible coleso sobre la miseria, sobre la opresión, digamosla en dos palabras, sobre la esclavitud de la humanidad.
El fanatismo y la ignorancia oyen el ronco clamor de la tiranía, y hermanados entre si estos genios maléficos abortan la proscripción de la libertad. Un gobierno justo y paternal nada debe temer de que las familias del hombre estén en todo su ejercicio, antes bien este afianzará su estabilidad y formará su más invencible antemural.
Pueblos todos del universo que aspiran a la libertad y a la independencia ¿queréis reconocer las verdaderas intenciones de los que os mandan? ¿queréis saber si vuestras ventajas corresponderán a vuestro sacrificio? pues mirad si os es concedido explicar con franqueza vuestros sentimientos, pero si lejos de esto esclavizan la opinión y ponen grillos al pensamiento, apresuraos a destruirles ciertas de que son unas víboras que alimentados con vuestra sangre y royendo vuestras entrañas os dejaran incapaces de moveros para el bien o para el mal.
Nada importa que gritemos libertad sí consentimos en ser esclavos y lo seríamos irremisiblemente si no podemos decir y estampar cuanto nos parezca y semejantes al Loro de la fábula solo reclamaremos en nuestra destrucción política [ilegible...] y el desprecio y bien que otra cosa hemos hecho hasta hoy que declarar contra nuestros enemigos. ¡Ah! esta libertad la dirán en toda su extensión los esclavos de México, lejos de prohibirseles se les ha mandado imperiosamente que en todos sus escritos se expliquen con la mayor libertad contra los insurgentes.
Ellos hacen publicar, jurar y sancionar del modo más solemne la ridícula Constitución de Cortes; conocen los tiranos todas las ventajas que sacarían de alucinar a los pueblos con la ciega obediencia a este código efímero y despreciable; pero como él a vuelta de innumerables inconsecuencias y contradicciones asegura la libertad de imprenta, todo lo arrostran, y a los primeros tiros de nuestros sabios escritores, dicen entre sí: menos mal es que se nos convenza de ignorantes, de bárbaros y de perjuros, que el que les concedamos una batería que echará por tierra la obra de tres siglos y el fruto de nuestros progenitores.
Americanos, si no puede presentarse mayor testimonio de la tiranía de estos visiris que el suspender la libertad de imprenta a pocos días de haber jurado sostenerla, tampoco debeis dudar que el termómetro único para conocer los grados de bondad de los que los mandan, es la libertad que os concedan de promulgar vuestras ideas, vuestros deseos y vuestros sentimientos. S. C.
(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo II Antecedentes. La búsqueda de nuestra identidad. La conquista de la libertad. La Independencia: una realidad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)
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