Ya nunca más: así cayeron las fortalezas
En el mes de mayo de 88 los partidos de oposición se rebelaron y se revelaron: Cuauhtémoc Cárdenas derribó los obstáculos que impedían su entrada a los centros de educación superior y refrendó en la explanada de la rectoría de la UNAM con un mitin de muchas decenas de miles, el golpe que había logrado asestar en La Laguna, y que repetiría en Uruapan; Manuel J. Clouthier perspunteó el territorio con actos impresionantes en la provincia (Mérida, Puebla, Guanajuato, Querétaro, Jalisco, San Luis Potosí, Durango, Sinaloa, varios etcéteras) y remató con un triple alarde: la toma del Toreo, la concentración en la Macroplaza y, ya en el siguiente mes, la "cadena humana por la democracia"
Pero fue en junio cuando pudimos entender qué tan carcomidas estaban algunas de las maderas del barco insignia de la flota del gobierno. Ante un ataque decidido, feroz y bien planeado, los estrategas con la divisa tricolor se refugiaron en tres técnicas que habían usado antes pero sin llevarlas hasta sus últimas consecuencias como ahora trataron de hacerlo.
Acentuaron primero la táctica de "cono del silencio". Ya podía cualquiera de los antagonistas lograr lo que fuera, desde la concurrencia de una muchedumbre hasta una frase afortunada, que del sitio de su triunfo no saldría una palabra, ni una fotografía, ni una nota periodística que no fuera peyorativa o desinformadora. Era como si el pueblo o la ciudad hubieran quedado dentro de una campana de cristal: allí estaban pero no salían noticias, los habitantes no hablaban con los forasteros, los teléfonos no contestaban.
Intensificaron enseguida el priismo rabioso y excluyente de los medios de difusión. El tiempo en pantalla para Carlos Salinas de Gortari y sus partidarios se ensanchó y las notas televisadas, perifoneadas o escritas sobre sus contrincantes casi desaparecieron: en Imevisión todavía no hay menciones a cuatro de los cinco candidatos; en Televisa se calcularon ocho minutos para el PRI por uno -y no en el mejor tiempo, ni en días escogidos, ni en los canales de mayor penetración- para sus oponentes; en el radio sólo Radio Red se mantuvo imparcial; en los periódicos capitalinos usaron la fórmula de las ocho para el presidente, el cintillo para Salinas y tres o cuatro notitas de una columna en "los calcetines" para los demás.
Ordenaron, finalmente, un bombardeo nutridísimo sobre la psicología de los votantes indecisos con declaraciones triunfalistas y una cadena de encuestas en las que el ex secretario de Programación aparecía adelante de sus oponentes con ventajas increíbles. Desde los 20 millones de votos trompeteados por Jorge de la Vega hasta la famosa encuesta Gallup, los proyectiles de propaganda llovieron día y noche sobre televidentes, radioescuchas y leeperiódicos sin darles a los contrincantes del partido del gobierno ni los "dos dedos de orilla p'arrimar el cayuco", que tradicionalmente piden los jarochos.
Toda esa situación dio una vuelta de campana.
Como en el cuento de Humpty Dumpty, ni todos los caballos y todos los hombres del rey juntos, desde luego con los recursos del reino, pudieron cerrarle a Cuauhtémoc el paso a la UNAM, y allí quedó claro por primera vez que el "invencible" ya no era tal. Los hombres del FDN aplastaron los argumentos soflameros de la pureza académica, hicieron jirones los cuentos acerca de la paz necesaria para la investigación científica y pulverizaron las amenazas de que otros grupos podrían agredir a los cardenistas. El barro de los pies del gigante no solo perdió el barniz, sino que también apareció rajado.
al regreso de una particularmente favorable gira, Clouthier empezó el asedio contra el reducto de Televisa, cuyo propietario se había declarado priísta con todas sus consecuencias, entre ellas la de aquella equidad de ocho por uno "de acuerdo con los votos que sacaron". El panista hizo una declaración contra la cadena en el aeropuerto y de allí se fue a la avenida Chapultepec, donde dejó el primero de una larga línea de grupos que, plantados frente a la puerta principal del edificio de la empresa, sostenían unas pancartas en que afirmaban que sus programas noticiosos no decían la verdad. Emilio Azcárraga hizo equipo con hombres de carácter que tienen poder, saben usarlo y no ceden con facilidad a presiones, pero parece que el sistema de los blanquiazules golpeó en los ratings y en la credibilidad; el 23 de junio, un socarrón Manuel J. Clouthier fue entrevistado por Guillermo Ochoa y, lo que sea de cada quien, se despachó con la cuchara grande.
Dos días antes de que Televisa cambiara su actitud, Excélsior, considerado por muchos como el más poderoso de los periódicos capitalinos, arrió sus banderines de combate y, mandó a ocho columnas de primera plana, con dos bajadas a dos, una nota en que el PAN, su dirigente mayor y su candidato, aclaraban que jamás habían confesado anticipadamente su derrota porque estaban seguros de que ganarían. El más acometivo de los diarios había sido el primero en comprender que apuntalar al PRI contra viento y marea, contra la imparcialidad y a veces contra los hechos atestiguados por millones de personas, no aumenta el prestigio, no incrementa la credibilidad y no le sirve a nadie: ni al candidato ni a su partido ni al gobierno, ni mucho menos a la respetabilidad profesional del periódico.
Y en alguna parte del camino quedaron las encuestas -que fueron tantas tan patosamente forjadas, tan absurdamente exageradas que causaron risa- y las fanfarrias triunfalistas, unas y otras aplastadas por las proporciones tan descabelladas de sus fantasías.
La lección ha quedado clara: el mexicano medio quizás es todavía ignorante, falto de educación formal, pero ya nadie puede hacerlo comulgar con ruedas de molino, y el que lo intente tendrá que atenerse a las consecuencias, que pueden voltearle el chirrión por el palito.
De aquí en adelante, el manipuleo de la opinión pública tendrá que hacerse con procedimientos mucho más depurados, y si alguien se atreve tendrá que comenzar abajo de cero porque los programas puestos en práctica este año se estrellaron contra prejuicios y desconfianzas hacia el gobierno y sus amigos, sentimientos que antes no estaban allí; ergo, que el tiro salió por la culata.
Al "mexicano nuevo" podrán convencerlo; engañarlo fácilmente, de plano y en seco, no.
Ya nunca más.
(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)