Texas, Nuevo México, California…
I
Determinó la esclavitud la desmembración de México? ¿Hubiera ocurrido sin ella?
La carta de Benjamín Franklin a su hijo William, fechada en Londres el 28 de agosto de 1767, refiriéndole sus entrevistas con lord Shelburne, sobre el proyecto de colonización del Valle del Misisipí, "...en la bahía de México, para ser usado contra Cuba o el mismo México...", descubre que la anexión de la isla y la de México, o, por lo menos, de una parte de éste, está ya en la mente de las clases dirigentes de las trece colonias.
Ya la memoria secreta del Conde de Aranda a Carlos III, en el temprano 1783, prevenía: "Esta república federal ha nacido pigmea... Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas... El primer paso será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio que no nos será posible defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y, a más de eso limítrofe... ¿Cómo podemos nosotros esperar que los americanos respeten el reino de la Nueva España cuando tengan facilidad de apoderarse de este rico y hermoso país?”.
En abril de 1802, Jefferson instruía a Livingston, primer ministro en París: "En el globo existe un solo sitio cuyo propietario es nuestro enemigo natural: es Nueva Orleans, por donde deben pasar al mercado tres octavos de lo que produce nuestro territorio. Francia, al colocarse en tal puerta, asume respecto a nosotros una actitud de desafío. España podía haberlo conservado, tranquilamente, por años; su estado es tan débil que difícilmente sentiríamos su posesión de ese lugar, y no pasaría mucho tiempo sin que surgiera algunas circunstancia que resultaría en la sesión, por lo que valía la pena esperarnos." Y Livingston contestaba a Jefferson: "Como parte del territorio de España, Luisiana no tiene frontera precisa, por lo que es fácil prever el destino de México.”
Es muy conocida la advertencia del embajador español en Washington, Luis de Onís, al virrey de México, Francisco Xavier Venegas, en nota reservada, fechada en Filadelfia, el 10 de Abril de 1812: "Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta república, y confirmándose sus miras hostiles contra España. V. E. se haya enterado ya por mi correspondencia que este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo [o río Grande], siguiendo su curso hasta el grado 31, y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nueva Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio ese proyecto a toda persona sensata; pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del Gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de la república.”
El mismo año 1812, el insurgente mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara acude a Monroe, entonces secretario de Estado, en pos de ayuda para la independencia de su país. Monroe se la ofrece, pero exige la seguridad de que el nuevo Estado adopte la forma federal y se incorpore a Estados Unidos.
Todo este periodo, desde fines del siglo XVIII y durante toda la lucha independentista de México, está lleno de historias de expediciones contra el territorio mexicano, organizadas en territorio norteamericano, patrocinadas, o, por lo menos, permitidas por las autoridades norteamericanas.
En 1818, a propósito de la sesión de la Florida por España a Estados Unidos, surgió la discusión de los límites entre Estados Unidos y Nueva España. Entonces John Quincy Adams sostuvo al mismo Luis de Onís: "Que el Misisipí en todo su curso hasta el Océano fue descubierto por súbditos franceses, desde el Canadá, en 1663; que La Salle, francés, comisionado y facultado por Luis XIV, descubrió la Bahía de San Bernardo y formó allí una colonia en el año 1665, al Oeste del Río Colorado, y que siempre se había entendido, como por derecho debía entenderse, que aquella posesión en la Bahía de San Bernardo, en conexión con la del Misisipí, se extendía hasta el Río Bravo…”.
En 1820, el puritano Moisés Austin, de Luisiana, obtiene del gobernador español de Texas permiso para introducir 300 familias norteamericanas. Cada colono recibirá 640 acres, más 320 para la esposa, 100 para cada hijo y 50 para cada esclavo. Los colonos profesarán la fe católica, jurarán fidelidad al rey y se obligarán a defender el territorio contra los indios y los filibusteros. En 1823 el gobierno independiente ratificó la concesión de Austin. "La ayuda que Poinsett prestó a Austin debió ser muy fuerte, pues consiguió que los hombres de Estado de México pusieran su atención en el proyecto y que decidieran en un asunto que les repelía…” Poinsett había llegado a fines de octubre de 1822, con "carácter particular", pero a bordo de un buque de guerra de los Estados Unidos. Aunque solo se trataba de una visita muy breve, apenas duró catorce días, Poinsett llevó tan lejos su influencia como que obtuvo la libertad de 23 norteamericanos que conspiraban para la segregación de Texas. Eran los primeros... Nuevas concesiones atrajeron mayor número de colonos. En 1827 llegaron a 10,000. En 1820, a 20,000. Hacia 1826 ya se alzan contra México. Y nuevamente es Poinsett quien media a su favor.
Y el sondeo "informal" de Poinsett en las conferencias del 7 y 8 de noviembre de 1822, descritas por Francisco de Paula Azcárate, comisionado de Iturbide: "Encontré que el señor Poinsett sobre una mesa tenía extendido el mapa de América de Melish y que con vista de él se empeñó en persuadirme que la línea tirada desde la embocadura del río Sabina... no era el lindero mejor para perpetuar la división del territorio de la nación mexicana y el de los Estados Unidos... y aunque era cierto que la línea referida estaba convenida por el Tratado de Onís, enviado de la España, supuesta nuestra gloriosa independencia, se podría variar de mutuo acuerdo eligiendo tierras que con viveza me señalaba en el mismo mapa, sin mentar siquiera su nombre, y así recorrió de mar a mar. Percibí que la idea era absorberse toda la provincia de Texas, y parte del reino de León para hacerse de puertos, embocaduras de ríos y barras en el Seno Mexicano; tomarse la mayor parte de la Provincia de Coahuila, la Sonora y California baja, toda la Alta y el Nuevo México, logrando así hacerse de minerales ricos, de tierras feracísimas y de puertos excelentes en el mar del Sur.
"...al día siguiente, antes de entrar en materia, le presenté mi credencial y le exigí la suya. Sin leer la mía, me repuso no venir con carácter público alguno, sino sólo como un viajero que manifestaba francamente sus opiniones…
"...alargamos la discusión y entonces pude percibir que sus objetos eran 5: 1° apoderarse de todas las tierras feracísimas y ricas de minerales que he referido; 2° tener puertos en una y otra mar para hacer exclusivamente el comercio interior de las provincias mediterráneas de nuestro territorio por el Río grande del Norte cuya navegación facilitaríase con botes de vapor; 3° hacerse exclusivamente del comercio de la peletería de castor, oso, racón, marta, sibolos, grasas y otros renglones...; 4° apropiarse exclusivamente la pesquería de la perla que se hace en las costas interiores y exteriores de ambas Californias, la de la nutria, la del vayenato, la de la cachalaza, la de la sardina y la de la concha...; 5° apropiarse también el comercio de cabotaje…”.
Poinsett fue acreditado como ministro más tarde, en 1825. Las instrucciones de Clay -marzo 26- le ordenaban negociar nuevos límites, "más lógicos y ventajosos..." Entonces Poinsett dedicó sus mejores energías a trabajar por la frontera que había propuesto en 1822. Para favorecer su plan, organiza las logias yorquinas, a través de las cuales crea el "partido americano", fuerza primigenia de la antipatria. Tras bastidores, Poinsett intriga, divide, enreda, azuza, maneja el entreguismo criollo, prepara la mutilación territorial. Hasta que la animosidad popular impone su retiro, a fines de 1829. "Su primer paso había sido formar una institución egoísta que se extendió que se extendió por toda la comunidad, que admitió en su seno a toda clase de gente, sin discriminación alguna, y que acabó siendo la directora de los destinos de la nación... Esta sociedad toma posesión del gobierno, arruina las finanzas, desorganiza el ejército, destruye la confianza pública, y quita de lugares de responsabilidad a todos aquellos cuyo patriotismo hubiera sido una garantía de buena administración..." - Anthony Butler, sucesor de Poinsett, a Van Buren, , secretario de Estado. México, 21 de mayo de 1830.
Pero sería injusto desdeñar el arsenal de los antagonistas. Que, además, resulta altamente ilustrativo.
"Nada es más fluctuante que el valor de los esclavos; una de las últimas leyes de Luisiana lo redujo en veinticinco por ciento a las veinticuatro horas de conocerse el proyecto. Si nos tocara la suerte -y confío que así sucederá- de adquirir Texas, el precio de los esclavos aumentaría." Es el razonamiento de Upshur, en la Convención de Virginia, en 1829. Fue más tarde Upshur fue más tarde secretario de Estado en el gobierno de Taylor, en las vísperas de la invasión y la guerra.
Doddrigde, otro convencional, agrega: "La adquisición de Texas elevaría considerablemente el valor de los esclavos."
Pronto el debate llega al senado. He aquí Cómo opina Calhoun en mayo de 1836, ya segregada Texas: "Existen poderosas razones para que Texas forme parte de la Unión. Los Estados del sur, poblados por esclavos, están profundamente interesados en prevenir que la nación disponga de un poder que los moleste; y los intereses marítimos y manufactureros del Norte están igualmente interesados en hacer a Texas parte de la Unión." Calhoun sería después secretario de Estado de Taylor.
En agosto de 1843, el secretario de Estado Upshur escribe el encargado de negocios de los Estados Unidos en Texas, W. S. Murphy: "El establecimiento en el centro mismo de nuestros estados esclavistas de un país independiente, cuyo gobierno prohibiera la existencia de la esclavitud, sin embargo de estar ese país habitado por personas que en su gran mayoría nacieron entre nosotros, educada según nuestras costumbres y vulgarizadoras de nuestro idioma, no dejaría de producir los más desventurados efectos en los dos partidos. Si Texas estuviera en tal condición, su territorio proporcionaría un fácil refugio a los esclavos fugitivos de Luisiana y Arkansas y sería un apoyo para ellos, un estímulo para que se fugaran, lo que posiblemente no podría contrarrestarse por los reglamentos municipales ni por los de esos Estados."
El 18 de enero de 1844 Murphy dice a Upshur: "Si Texas no se agregara a los Estados Unidos, no podría mantener esa institución diez años y, probablemente, ni la mitad de ese tiempo."
El 24 de septiembre insistía: "La Constitución de Texas asegura al amo el derecho perpetuo sobre el esclavo y prohíbe la introducción a Texas de esclavos procedentes de otras partes, salvo de los Estados Unidos... Si los Estados Unidos conservan y aseguran a Texas la posesión de su Constitución y la presente forma de gobierno, habremos ganado todo lo que podemos desear y también todo lo que Texas pide y anhela…""
Y el 23 de mayo de 1844, suscrita ya la anexión, Green, encargado de negocios de Estados Unidos en México, dice a Bocanegra, ministro de Relaciones Exteriores de México: "El suscrito ha recibido, también, instrucciones para notificar al Gobierno mexicano que este paso fue impuesto a los Estados Unidos, para su defensa propia, como consecuencia de la política adoptada por la Gran Bretaña respecto a la abolición de la esclavitud en Texas. Era imposible para los Estados Unidos presenciar con indiferencia los esfuerzos de la Gran Bretaña para abolir la esclavitud en ese territorio. No podía dejar de ver que la Gran Bretaña poseía los medios, en vista de la efectiva condición de Texas, para cumplir los objetivos de su política, salvo que fueran evitados por eficientes medidas, ya que, de consumarse, conducirían a un estado de cosas peligroso, en exceso, para los Estados adyacentes y para la Unión misma."
Otros testimonios concilian los puntos de vista: "La anexión ha sido una medida política largo tiempo acariciada y creída indispensable (por los Estados Unidos) para su salvaguardia y bienestar y, en tal virtud, ha sido un objeto constantemente perseguido por todos los partidos, y su adquisición fue asunto de negociaciones de todos los gobiernos durante los últimos veinte años... El azar de un asunto de política sobre asuntos importantes entre los Estados Unidos y una de las principales potencias de Europa desde el reconocimiento de Texas, ha vuelto la adquisición más esencial, todavía, para la salvaguardia y seguridad de los Estados Unidos, y, en consecuencia, ha aumentado proporcionalmente la necesidad de la adquisición." Quien así se expresa es nada menos que el ministro de los Estados Unidos en México, Shanon, en nota dirigida al ministro de Relaciones Exteriores de México, Rejón, el 14 de octubre de 1844.
Pero la desmembración de México se hubiera producido igual con o sin la esclavitud. La tendencia expansionista es una de las constantes de la historia norteamericana. La esclavitud es un fenómeno superviniente y coadyuvante. Ya antes, Estados Unidos había adquirido la Luisiana y las Floridas. Y después del desgarramiento de México, Estados Unidos toma las Filipinas, Puerto Rico, Panamá. Para no entrar en el orden de la expansión económico-política. Admitir que la esclavitud determinó las desmembración de México equivale a olvidar toda la historia de los Estados Unidos, velar su carácter expansionista, cerrar los ojos a la perspectiva histórica.
Fundamentalmente, equivale a olvidar la naturaleza de la formación histórica que Estados Unidos representa.
(Tomado de: Medina Castro, Manuel. El Gran despojo. Texas, Nuevo México y California. Editorial Diógenes, S. A. México, Distrito Federal, septiembre de 1971)