martes, 19 de noviembre de 2024

Julio César Chávez, el silencioso camino al campeonato


 

Julio César Chávez, el silencioso camino al campeonato 

Vio la primera luz el 12 de julio de 1962, en Ciudad Obregón, Sonora, dentro de un vagón de ferrocarril donde vivía la familia. El trabajo itinerante de su padre como ferrocarrilero no lo dejó familiarizarse con esa ciudad de trazo perfecto y amplias avenidas. Abandonaron Sonora para ir a vivir a Culiacán, Sinaloa, donde ha pasado toda su vida. 

Su carrera empezó modestamente impulsada por sus hermanos, quienes lo llevaron al gimnasio que acababan de descubrir en uno de los barrios cercanos a donde vivían. La mirada pesada y la jactancia de uno de los boxeadores que entrenaba ahí lo motivó a dedicarse al boxeo.

Los números y los récords de Julio César sin duda le permite tutearse con los grandes, de hecho es uno de ellos. Nadie niega lo meritorio de esto, pero convengamos también en que la frialdad de las cifras, muchas veces contundente, tampoco puede mostrar al hombre en toda su dimensión. Por supuesto, es cuestión de estilo, tanto abajo como arriba del ring. Boxísticamente, Chávez nunca produjo la "sensación agradable" o la admiración de "bailarines" como Ray Robinson, Sugar Ray Leonard o Muhammad Ali, gente dotada de cualidades para gustar al más exigente de los adictos al boxeo en su mayor pureza. Sin dejar de reconocer que su gran virtud ha sido el ataque, Chávez tampoco impresionó por la exagerada solidez, como Roberto Durán, o por la frialdad implacable, como Carlos Monzón. Lo destacable de este hombre singular, lo que lo elevó a las alturas como boxeador y como campeón, fue una mezcla singular de ingredientes únicos: sabía caminar en el ring para achicar las distancias, y sabía eludir los ataques mientras avanzaba. Con estos dos atributos suplió su falta de velocidad de piernas y puños. Su tercera cualidad: sabía aplicar los golpes al cuerpo de manera precisa, incluyendo dónde y cuándo podían hacer daño. 

Chávez fue un auténtico cirujano del boxeo; cuando llegaba bien preparado destazaba metódicamente a su enemigo. Tampoco puede soslayarse el ingrediente extra de un corazón de guerrero que nunca se rendía. 

Como conclusión y balance de su lado deportivo, se puede afirmar que sobre la lona y entre las cuerdas lo suyo fue emocionante e incluso espectacular. Polémico en algunas ocasiones y discutido en otras, no por casualidad llegó a ser el número uno del mundo en seis oportunidades, precedido de auténticas luminarias. Ha sido el boxeador mexicano más grande y así lo avalan sus impresionantes cifras, que lo colocan en la cumbre del boxeo nacional del siglo XX. 


Julio César Chávez, Rey de Reyes 

El 29 de enero de 1994, Julio César Chávez cumplió casi 14 años invicto en el terreno profesional, haciendo pedazos los récords y estadísticas, no sólo de las dos décadas que le tocó cubrir como el boxeador más importante y primera figura mundial del deporte, sino de la historia del pugilismo. 

Julio César alcanzó el título de mejor boxeador del mundo en forma oficial, de acuerdo a la votación de las nueve federaciones que integran el Consejo Mundial de Boxeo, el cual agrupaba a 129 países -incluyendo al ex bloque socialista-, así como por la votación de los periodistas expertos de Estados Unidos, que lo habían declarado boxeador del año por encima de Tyson, Holyfield y compañía. 

Por votación de los lectores del diario deportivo de mayor prestigio en Francia L'Equipe, fue entronizado como "El dios del boxeo"; a estas distinciones se añadían la de mejor peleador libra por libra y muchas menciones más. 

En el lapso de 14 años logró hazañas de todo tipo arriba de los cuadriláteros, hasta convertirse en el rostro del deportista mexicano más conocido en el planeta, por virtud de sus tres títulos mundiales: súper pluma, ligero y súper ligero, además de haber unificado el ligero ante José Luis Ramírez, el súper ligero en la memorable batalla ante Medrick Taylor y su reconquista ante Frankie Randall. De tal forma que Chávez conquistó seis fajas mundiales, algo que hasta ahora ningún boxeador ha logrado. 

El 15 de mayo de 1993, Chávez volvió a escribir otro capítulo en su propia historia y en las del deporte universal al llegar a ser el pugilista con más tiempo de permanecer invicto. Para obtener este récord, que tenía 93 años de establecido, había pasado sobre nombres y hombres que fueron verdaderas leyendas del pugilismo en diferentes décadas del siglo XX. 

Julio César también superó el registro de todos los tiempos en el renglón de mayor cantidad de peleas titulares sin perder, el 18 de diciembre de 1993, en el Estadio Cuauhtémoc de Puebla, en México. 

Resultan impresionantes los logros estadísticos en la carrera del deportista sinaloense más famoso. El entonces tricampeón mundial, el día 1° de abril de 1993, en la ciudad de Nueva York, fue distinguido -por quinta vez en su carrera- como el mejor boxeador del año por el Consejo Mundial de Boxeo; esa consideración lo ubicó en el primer sitio de todos los tiempos en este renglón, empatando la marca de Muhamad Alí. 

Pronto todos esos estos honores quedarían en el olvido. Su carrera se iba a pique. Los problemas judiciales tenían más continuidad que sus peleas. Además, se empezaba a notar su cansancio y fastidio por los entrenamientos y las concentraciones. Nuevos boxeadores aparecían. Uno de ellos, Oscar de la Hoya, lo destronaría el 7 de junio de 1996. El guerrero ya no pudo levantarse, lo había vencido el tiempo.


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

lunes, 18 de noviembre de 2024

Telenovelas VII Yolanda Vargas Dulché, tragedias de bolsillo

 


Yolanda Vargas Dulché: tragedias de bolsillo

La popularidad de la telenovela pasó por varios experimentos, por la prueba, el éxito y el error, aunque es sorprendente cómo hubo poco de este último en la primera década. A la inmediata y abrumadora aceptación del público (primero del Distrito Federal, luego del país conforme se ampliaba la cobertura de la televisión y finalmente del extranjero), sucedió una búsqueda de temas, autores, fuentes de inspiración. Nunca la telenovela tuvo un carácter tan marcadamente popular como cuando se integraron al género los viejos melodramones que vieron su primera luz allá en los años cuarenta en la legendaria y baratísima historieta Pepín, y que en la siguiente década vuelven a narrarse con un poco más de sofisticación en la historieta del corazón por excelencia, Lágrimas y Risas, gracias al titánico talento de una sola mujer, Yolanda Vargas Dulché.

Su propia vida parece uno de los argumentos de mujeres de infancia atribulada, formación forzada y éxito final que a ella le gustaba escribir. De niña lo mismo vivió épocas de vacas gordas que de vacas flacas, allá a principios de los años treinta; luego incursionó en la carrera musical con su hermanita, como el dueto de La Rubia y la Morena, y hacia 1942 ya escribía argumentos de niños golpeados por la vida para la historieta Chamaco. Continuará sus relatos en la competencia, Pepín, y pronto verá sus historias adaptadas al cine (la más célebre, Ladronzuela, que estelarizará Blanca Estela Pavón en 1949) e incluso ganará un Ariel por su argumento de Cinco rostros de mujer en 1948 (aunque se filmó en 1946).

Durante los años cincuenta y sesenta no hay fenómeno editorial que iguale al éxito de Lágrimas, Risas y Amor (después restringido a Lágrimas y Risas o, como lo pedían las muchachas en los puestos de periódicos, el Lágrimas), que vendía un millón de ejemplares cada semana en un país semianalfabeto. Cuando la telenovela ya había encontrado su forma y su público, fue casi natural que volviera a los ojos al impacto apabullante que tenía esa empresa de una sola mujer con las historias de Lágrimas y Risas. Su ingreso formal en el género fue demoledor: María Isabel impuso un modelo de argumento (la indígena que enamora el patrón y asciende a dama de sociedad) permanente y reciclable a lo largo de décadas. Después llegó el erotismo gitano de Yesenia, el erotismo malvado de Rubí, el travestismo como eficaz comedia de enredos en Gabriel y Gabriela (un poco a lo Víctor-Victoria), el arrabalerismo más típico en Ladronzuela (Macaria en el papel representado por Blanca Estela) y una larga lista de etcéteras.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)

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lunes, 11 de noviembre de 2024

Miguel M. Delgado

 


Miguel M. Delgado 

(director)

(1900-1994, México D.F.). Su nombre completo fue Miguel Melitón Delgado Pardavé. Este cineasta ha pasado la historia como el director de cabecera de Cantinflas, ya que fue el responsable de 33 de la 51 películas que filmó el célebre cómico, desde El gendarme desconocido (1941) hasta El barrendero (1981), última cinta de Mario Moreno. 

Mucho se comentó que la preferencia del cómico por Miguel M. Delgado era la docilidad del director (aunque más que docilidad era aquello de: "Hay que agarrarle a la madera el hilo, y a los can... ijos el modo"), pero el éxito de la mayoría de esas películas indica que más bien Delgado se supo acoplar a la fam perfeccionista del mimo, dejándolo actuar como él quería. 

Sin embargo, en el historial de Delgado se encuentra una impresionante cantidad de películas donde fungió como asistente de importantes directores, antes de lograr la jerarquía que le dio el propio Cantinflas. Así encontramos que de 1933 a 1941 su crédito aparece ligado a nombres como Miguel Contreras Torres, Chano Urueta, Alejandro Galindo y Fernando de Fuentes, así como en filmes tan importantes como ¡Vámonos con Pancho Villa! (1935), La Zandunga (1937) y La noche de los mayas (1939). 

Pero no sólo hay que considerar su obra con Cantinflas, también logró aciertos como Miguel Strongoff (1943), Una mujer que no miente (1944) y El fronterizo (1952). 

Miguel M. Delgado fue el artífice de las puntadas cantinflescas y el responsable también del entorno proletario que caracterizó a las películas del gran mimo. 

Pablo Dueñas y Jesús Flores 


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 7 de noviembre de 2024

Luciérnagas y cocuyos

 


Luciérnagas y cocuyos


[El arqueólogo se deslumbra, textualmente en Palenque] Estaba tan anonadado como yo; en cuanto al guía, no comprendió ni vio nada al principio, pero la poderosa aparición se apoderó pronto de él, quien se arrodilló y empezó a rezar. Cuando la luna desaparecía detrás de la montaña como una flama que se extingue, la selva entera parecía iluminarse por millones de luciérnagas que revoloteaban en todos sentidos. Entonces, atraídos por la luz de una rama encendida que agitábamos, acudían hacia nosotros de todos lados a la vez y yo llenaba con ellas un saco de gasa azul que, colgado de la bóveda de la galería daba un lustre de mágicos efectos...


Désiré Charnay, en Iturriaga [Iturriaga, José N., El medio ambiente de México a través de los siglos. Crónicas extranjeras (antología), UNAM/Fundación Miguel Alemán, México, 2013], 2013, p.373 


[Ahora escribe Aviraneta de los adornos de unas "jarochas", como él las llama]: Tenían además un cinturón y pulseras de cocuyos, que son unos escarabajos, cucarachas o correderas, que tienen una luz fosfórica, como los gusanos de luz en Europa, con la diferencia que los cocuyos tienen una luz tan resplandeciente y extensa que parecen exactamente esmeraldas de noche. Estos cocuyos tienen por la parte de la cola unos anillos naturales por los que se van ensartando en seda torzal a manera de cuentas de rosario y forman los adornos más caprichosos para las mujeres. De noche se les ve volar por los bosques como si fueran murciélagos y en un número infinito. 

Eugenio de Aviraneta, en Iturriaga, 2013, pp. 221-222 


Hay muchas maneras de luciérnagas en esta tierra, y a todas las llaman ícpitl. Hay unas dellas; llaman cóquitl. Son como langustas, un poco más larguillas, y andan en tiempos de las aguas. Y voelan de noche muchas dellas, y tienen luz, así como una candela en la cola, y algunas veces alumbran más que candela como hacha de tea cuando es la noche muy escura. Algunas veces van volando muchas en rencle, y algunos bobos piensan que son aquellos hechiceros que llaman tlahuipuchme, que andan de noche y echan lumbre por la cabeza o boca. 

Otra luciérnagas hay que son como mariposas, y tienen en la cola luz. 

Hay unos gusanos que también tienen luz en la cola y relucen de noche. 

Otras luciérnagas hay que llaman azcapapálotl. También tienen en la cola lumbre. 

Otras luciérnagas hay que llaman cópitl. Tienen alas. A trechos cubren la lumbre y a trechos la descubren. Todas éstas andan de noche, y relumbran volando eceto los gusanos, que no vuelan. 

Hay un escarabajuelo que se llama máyatl. Es muy hermoso. Relúcenle las conchas como esmeralda. Ningún daño hace. 

Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, t.11 2000, p. 1056 


Durante la noche los destellos están a cargo de varios animalillos que tienen órganos luminosos, intermitentes como en las luciérnagas o continuos, como las dos manchas que sobre el tórax del cocuyo (coleóptero del género pyrophorus) simulan ser los ojos de un felino. Todos estos bichejos luminosos se llaman en maya cocay.

Manrique y Manrique, 1988, p.40 


[Otro animalillo ayudaba al exótico embellecimiento de las indígenas]: Se entretejen el pelo con cintas de colores vivos, dejándolos caer por el cuello formando trenzas negras y brillantes, o lo recogen bonitamente alrededor de la parte de atrás de la cabeza, entrelazando de flores y lo sujetan con un peine semicircular; y cuando hay alguna fiesta, se iluminan el pelo con un escarabajo llamado cucullo, que arroja una luz fosfórica. 

J.J. Williams, en Iturriaga, 2013, p. 292


(Tomado de: Vela, Enrique: Insectos en Mesoamérica. Usos y simbolismo, alimento y materia prima. Arqueología Mexicana, Edición especial #86. Editorial Raíces, México, 2019)

martes, 5 de noviembre de 2024

Agresiones a países americano se considera hecha a México, 1941



Cualquier agresión contra un país de América se considerará hecha a México; 1941 


*Declaración de la Secretaría de Relaciones

*No puede entenderse de otra manera la solidaridad continental.- Comenzó en Washington el estudio de la "Ley del cheque en blanco”


(15 de enero de 1941)


La Secretaría de Relaciones Exteriores hizo ayer las siguientes declaraciones:


Si el viaje de buena voluntad que va a realizar el vicepresidente Wallace a otras de las naciones panamericanas, tiene el efecto que rindió en México, ese viaje sería de muy benéficos resultados para el entendimiento y el florecimiento de las buenas relaciones entre todos los países de América. 

Seguramente el porte democrático del vicepresidente Wallace, sus ideas, sus conocimientos y su interés sobre la economía agrícola de los países de América así como su representación, serían de un grande beneficio en esta hora de defensa de los principios democráticos y de fraternidad internacional en este hemisferio. 

“Toda agresión en contra de cualquier país panamericano, México la considerará como una agresión a sí mismo. Y no puede entenderse de otra manera la solidaridad continental”.



(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

domingo, 3 de noviembre de 2024

Rendición de Michoacán, 1522

 


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Rendición de Michoacán 

Por Jerónimo de Alcalá 

Como es bien sabido, el otro gran imperio de Mesoamérica, el Imperio Purhé, cuya capital no era menos lacustre que Tenochtitlan, no opuso resistencia a los hombres vestidos de hierro y a los indios hispanistas que encabezaba Cristóbal de Olid, uno de los capitanes de Cortés. De esa rendición se ocupa el párrafo de la Relación de Michoacán transcrito enseguida. 


Y antes de que llegasen los españoles, sacrificaron los de Michoacán ochocientos esclavos de los que tenían encarcelados, porque no se les huyesen con la venida de los españoles y se hiciesen con ellos. Y saliéronles a recibir de guerra Huzizilzi y su hermano Don Pedro y todos los caciques de la Provincia y señores con gente de guerra. Y llegaron a un lugar, obra de media legua de la ciudad por el camino de México en un lugar llamado Api e hicieron allí una raya a los españoles y dijéronles que no pasasen más adelante, que les dijesen a que venían y que si los venían a matar. Respondióles el capitán: 

-No os queremos matar, veníos de largo aquí donde estamos, quizá vosotros nos queréis dar guerra.

Dijeron ellos:

-No queremos.

Díjoles el capitán Cristóbal de Olí:

-Pues dejad los arcos y flechas y venid donde nosotros estamos.

Y dejáronlos y fueron donde estaban los españoles parados en el camino todos los señores y caciques con algunos arcos y flechas y recibiéronlos muy bien y abrazáronlos a todos y llegaron todos a los patios de los cúes grandes y soltaron allí los tiros. Y cayéronse todos los indios en el suelo, de miedo y empezaron a escaramuzar en el patio, que era muy grande. 

Y fueron después a las casas del cazonci y viéronlas y tornáronse al patio de los cinco cúes grandes y aposentáronse en las casas de los papas que tenían diez varas -que ellos llaman pirimu- en ancho y en los cúes que estaban las entradas de los cues y las gradas llenas de sangre del sacrificio que habían hecho. Y aún estaban por allí muchos cuerpos de los sacrificados. Y llegábanse los españoles y mirábanles si tenían barbas. Y como subieron a los cúes y echaron las piedras del sacrificio a rodar, por las gradas abajo y a un dios que estaba allí llamado Curitacaheri, mensajero de los dioses. Y mirábalo la gente y decía:

-¿Por qué no se enojan nuestros dioses, cómo no los maldicen?

Y trujeronles mucha comida a los españoles y no había mujeres en la ciudad, que todas se habían huido y venido a Pázcuaro y a otros pueblos. Y los varones molían en las piedras para hacer pan para los españoles y los señores y viejos. Y estuvieron los españoles seis lunas en la ciudad (cada luna cuenta esta gente veinte días) con todo su ejército y gente de México. Y a todos los proveían de comer pan y gallina y huevos y pescado, que hay mucho en la laguna. 

Y desde a cuatro días que llegaron, empezaron a preguntar por los ídolos y dijéronles los señores que no tenían ídolos, y pidiéronles sus atavíos y lleváronles muchos plumajes y rodelas y máscaras, y quemáronlo todos los españoles, en el patio. Después de esto empezáronles a pedir oro y entraron muchos españoles a buscar oro a las casas del cazonci.


(Tomado de: González, Luis. El entuerto de la Conquista. Sesenta testimonios. Prólogo, selección y notas de Luis González. Colección Cien de México. SEP. D. F., 1984)