Dramaturgo del género oscuro
Ciudad de México, septiembre de 1970.
Me recibió Macabra con sus ladridos de lobo, pero Hugo la calló,
mientras me decía:
Lo que quiere es que la acaricies.
“Primero muerta”, pensé yo, pero contesté: “Mejor enciérrala, ¿no?”
Macabra, como si me entendiera, me olió y muy digna se volteó para ignorarme el
resto del tiempo.
Una vez dentro de la casa, por una de las ventanas que dan al patio
vi cientos de palomas que revoloteaban ¿Y eso qué es?
Tengo una colección de palomas rarísimas que me han ido trayendo de
aquí y de allá.
¿Dónde es “aquí y allá”?
De la India tengo unas que se llaman mokis y son sagradas; también
tengo las capuchinas y otras que nacieron en Egipto y en África, y que ya se
han reproducido. Mira, aquí fuera está el palomar (tan alto como un edificio). En
la sala estilo Luis XV, destaca un majestuoso Cabrera y algunos hermosísimos
retablos enmarcados en yeso. Decidí olvidar un poco el decorado y dedicarme a
charlar con este singular escritor, cuando sobre la mesa vi unas hojas con un
gigantesco curriculum vitae que se iniciaba así: “1952-1957.cinco años en la
carrera de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina.”
¿Pero cómo, Hugo, después de cinco años dejaste tu carrera?
Sí, porque definitivamente no era lo mío. Desde el tercer año de
medicina la inquietud de escritor estuvo por encima de la inquietud de ser
médico, y bajo la tutela de Novo y Carballido cursé al mismo tiempo el primer
año de Bellas Artes.
¿En tu casa lo sabían?
¡Claro que no! Pero surgieron entonces las obras Los cuervos están
de luto y Los prodigiosos, que fueron premiadas inmediatamente.
Y con eso se acabó la mentira.
¡Cierto! Seguí la carrera de Letras Españolas, especialización en
Arte Dramático, y de ahí a trabajar, con obras en escena.
¿Cuál fue tu primera obra que se estrenó?
Los cuervos, en 1960, producida y actuada por Carmen Montejo.
Después Francisco del Villar la vio y se interesó en llevarla al cine, pero
antes me pidió otra historia… Trabajé como enajenado, y en quince días surgió
El tejedor de milagros.
¡Fantástica! Ganó un premio, ¿verdad?
Muchos en México, y uno en Alemania. Fui a Berlín con El tejedor, y
me quedé en Europa estudiando y viendo mucho teatro.
¿Y la televisión?
Cuando regresé a México me mandó a llamar Ernesto Alonso y me dijo:
“Las gentes como tú y yo nos hablamos de tú”. Surgió Doña Macabra, lo
entusiasmó, la dirigió magníficamente y triunfó. ¿Tú sabes que Doña Macabra fue
la única farsa de humor negro que se ha hecho en televisión? Era tanto el abuso
del chantaje mental que había que sanearlo a base de humor negro.
¿Qué piensas del cine mexicano?
Va mejorando y con vistas a reconquistar otros mercados
internacionales. Tanto por la temática que ya se atreve al estudio de
caracteres y a no abusar de prototipos, como al nivel técnico, que es de
indudable adelanto.
¿Trabajas para todo el que te lo pida?
No. Soy selectivo.
¿Dónde se han presentado tus obras?
Los cuervos se presentó en Checoslovaquia. El tejedor, en Alemania.
Los prodigiosos, Medea, y Los visitantes del sueño, en Cuba. Y actualmente se
estudia en Madrid la puesta en escena de La ronda de la hechizada.
¿Por todas te han premiado?
Por la mayoría.
¿Por qué siempre escribes obras tétricas?
Las siento. Mira, nada menos cuando empecé a escribir La hechizada,
fue como si alguien me la dictara: estuve seis días sin despegarme del papel;
pero lo curioso vino después: un buen día, leyendo de seres hechizados,
descubrí que en Asturias –de donde es mi padre- existió hacia 1575 un monje que
exorcizaba a los poseídos; prestó servicios, entre otros, a Carlos II el
Hechizado. Este monje fue perseguido por la Inquisición y no se supo su fin.
Parece que unas monjas de un convento lo protegieron, pero lo espeluznante del
caso es que el monje se llamaba Hugo Fernando Argüelles.
Entiendo ahora que todo esto te produce el más profundo respeto…
Mucho, y en mi próximo viaje a España, que será pronto, me propongo
investigar más sobre ese monje.
¿Tú dirías que eres “una buena persona”?
Ni bueno, ni malo. Tengo muchas amistades lo cual puede hacer pensar
que soy buena persona, pero también tengo enemigos, y me encanta tenerlos,
sobre todo si son interesantes y demoníacos para que la enemistad tenga
sentido.
Para mí, que tú eres mucha pose.
Utilizo la pose porque da tranquilidad y te quita gente de encima,
muchos imbéciles.
¿Ganas mucho?
Trabajo para vivir una buena vida, como a mí me gusta…
Dejar a Hugo fue un descanso para mi mente, porque a pesar de ser mi
amigo, sus obras me producen escalofríos…
[Hugo Argüelles, 2 de enero de 1932, Veracruz, Veracruz; 24 de
diciembre de 2003, Cd. De México]
(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios
Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)
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