martes, 13 de noviembre de 2018

Del mal agüero, conejos


 LIBRO QUINTO 

Que trata de los agüeros y pronósticos, que estos naturales tomaban de algunas aves, animales y sabandijas para adivinar las cosas futuras.


[...]

Capítulo VII
Del mal agüero que tomaban cuando veían entrar algún conejo en su casa.


Los aldeanos y gente rústica, cuando veían que en su casa entraba algún conejo, luego tomaban mal agüero y concebían en su pecho que les habían de robar la casa, o que alguno de su casa se había de ausentar o esconder por los montes, o por las barrancas, donde andan los ciervos y los conejos. Sobre todas esas cosas iban a consultar a los que tenían oficio de declarar estos agüeros.

Los conejos de esta tierra son como los de España, aunque no tienen tan buen comer.

(Tomado de: Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)

lunes, 12 de noviembre de 2018

Juan Prim y Prats




Nació en Reus, población de Cataluña (España) el 6 de diciembre de 1814. De origen humilde, sentó plaza como soldado el 21 de febrero de 1834. Para 1839 era ya coronel y había sido herido ocho veces. 

Liberal, inició su vida política parlamentaria con diputado en 1841, y ya como brigadier reprime una sedición conservadora en Barcelona en 1844, por lo que se le conceden los títulos de conde de Reus y vizconde de Bruch. Por su actividad política progresista, es procesado en 1845; designado más tarde capitán general de Puerto Rico, tuvo una actuación contradictoria a su filiación política y aún se le acusó de crueldad. Ascendido a teniente general en 1854; se destacó en Melilla; más tarde fue diputado constituyente. En diciembre de 1858, como senador, públicamente se opuso a cualquier intervención española en México.

Nuevamente interviene en la guerra de África (1859-1860) y por su decisiva participación se le hace marqués de Castillejos. Inexplicablemente se le designa alto comisionado y jefe de las fuerzas españolas enviadas a México, como consecuencia de la Convención de Londres.

Llegó a Veracruz en enero de 1862 y participó en los Preliminares de la Soledad; se opuso a las maniobras del comisionado francés y finalmente tomó la decisión de retirar la Expedición Española de México. En carta personal a Napoleón III, le hizo ver lo equivocado de su política y vaticinó el fracaso del proyectado Imperio.

Nombrado senador vitalicio en 1865, tomó la jefatura del Partido Progresista, adoptando una posición opuesta al régimen imperante, por lo que se exilió en Portugal. Lucha por derrocar la monarquía, actuando decisivamente en 1868, año en que se logra este objetivo; al año siguiente fue jefe de gobierno.

Inmediatamente envía, con su ayudante de campo, carta confidencial al presidente Juárez, proponiendo el restablecimiento de relaciones, interrumpidas desde 1862. Prohijó un régimen monárquico-democrático, y la designación de Amadeo I como rey de España. La noche del 27 de diciembre de 1870 cae víctima de un atentado, muriendo tres días después.

(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez)

sábado, 10 de noviembre de 2018

Bruno Traven




El 26 de marzo de 1969 B. Traven murió en su casa de la ciudad de México. El 19 de abril, en cumplimiento de su último deseo, su viuda, Elena Luján, esparció las cenizas del novelista sobre la selva próxima a Ocosingo, Chiapas, escenario de su libro La rebelión de los colgados. A fines de aquel año aparecieron sus Obras escogidas en dos tomos, con un prólogo de Luis Suárez. En 1966 Suárez había publicado en la revista Siempre! La única entrevista que concedió Traven.

A pesar del gran número de libros y artículos dedicados a aclarar el misterio de B. Traven, su identidad aún no lleva a establecerse con precisión. Él se empeñó en borrar a su persona para que sólo existieran sus obras, y dijo:

"Lo importante del escritor son sus libros, no su vida... Mi trabajo es lo importante,: yo no lo soy; solo soy un trabajador común y corriente."

Con base en las informaciones disponibles, podemos aventurarnos a intentar una nota biográfica. B. Traven nació en 1890, en Chicago, hijo de padres suecos y noruegos que lo llamaron Traven Torsvan Croves. A los 11 años se embarcó y recorrió el mundo como grumete y fogonero de barcos mercantes. Su experiencia marítima quedó en su primera novela, El barco de los muertos. En su casa mexicana muchos años después todos lo llamaban "Skipper" (capitán).

Había 1910 se presentó como actor en la ciudad alemana de Essen, asiento de las fábricas Krupp, que produjeron armas para los dos conflictos mundiales. Aunque no existen datos al respecto, es probable que Traven haya participado en la Guerra Mundial de 1914, cuando el futuro escritor tenía 24 años.

Reapareció en la Alemania de 1918, sacudida por la revolución de Rosa Luxemburgo. Fundó una revista política llamada El ladrillero y dio a conocer su primer libro, Cartas a la señorita X. Por entonces firmaba con el seudónimo de Ret Marut.

Cayó prisionero y estuvo a punto de morir. Logró escapar a Bélgica y llegó a Tampico en 1922. Trabajó en los campos petroleros y recorrió los caminos de la Sierra Madre Oriental. Allí nació su amor hacia el país que escogió como suyo. Traven solía decir:

"Los mexicanos son los mejores hombres de la tierra. En ningún sitio del mundo hay seres iguales. Nunca me preocupé por el dinero que no tenía en esos tiempos. Porque cada choza era tan acogedora como mi propia casa."

Lo que vivió y observó como obrero del petróleo, pizcador de algodón, leñador y gambusino, fue el material de libros que se han leído en todo el mundo, como La Rosa Blanca, El tesoro de la Sierra Madre, Salario amargo.

En 1930 llegó a la ciudad de México un fotógrafo norteamericano llamado simplemente Torsvan, a quien nadie identificaba con el autor de la ya famosa novela El barco de los muertos. Torsvan se inscribió en la Universidad Nacional, viajó a Palenque y, apasionado por el mundo indígena, se internó en la selva chiapaneca y llegó al entonces inexplorado Bonampak.

El fruto de aquellos años en el sur de México es tan importante o más que el producto de la época que pasó en el norte: La rebelión de los colgados, La carreta, Traza, Gobierno, Macario, El general, Tierra y libertad, Hacia el imperio de la caoba. Traven tomó la defensa de los indígenas y campesinos contra todos sus explotadores. El crítico Manuel Pedro González fue el primero en pedir que se considerara a Traven un escritor mexicano por la ternura, la vehemencia, la indignación y comprensión con que penetró en el drama de los sectores más numerosos e importantes de nuestra sociedad.

En 1948 Luis Spota logró encontrar a Traven en Acapulco y dio a conocer en la revista Hoy fotos en que el novelista aparecía de espaldas. Traven se convirtió en Hal Croves, guionista cinematográfico y "representante" del autor de La Rosa Blanca. En 1951 se naturalizó mexicano y en 1957 se casó con su traductora, Elena Luján. Que Croves era el único y verdadero Traven no era un enigma para sus amigos más íntimos, aunque sí para el público lector.

Como en Alemania se publicó un libro en que se decía que Traven estaba muerto y un grupo de gente se beneficiaba ilegalmente con sus derechos de autor, él decidió conceder la entrevista de 1966 a Luis Suárez. Así demostró que Ret Marut, Torsvan, Hal Croves y B. Traven eran la misma persona.

Aunque no escribió en español, B. Traven tiene un lugar único en la literatura mexicana por los temas de sus libros y, sobre todo, porque no lo hizo parte de nuestra tierra el azar sino su libre y apasionada elección.
 
(Tomado de: Bruno Traven. Cuadernos Mexicanos, año I, número 17, México, D.F., coedición SEP/Conasupo, s/f)

viernes, 9 de noviembre de 2018

La Banda del Automóvil Gris



En 1915, en la ciudad de México tomada por los Convencionistas, se inician las actividades de la Banda, delincuentes disfrazados de militares que asaltan residencias. En seguimiento del esquema que va del relumbrón de Los Bandidos de Río Frío a los jefes judiciales de hoy, los encargados de la seguridad pública dirigen también los asaltos: Guadalupe Martínez, secretario del gobernador del Distrito, general Gildardo Magaña, Manuel Ortiz y Martiniano Nerey, jefe y subjefe de las Comisiones de Seguridad de la Comandancia Militar, y el más activo del grupo, Higinio Granda Fernández. Al entrar a México el ejército de Venustiano Carranza, irrumpe un estilo de vida, muy ostentoso, abiertamente corrupto, donde lo común son las fiestas con champaña y los generales en los camerinos de las actrices; el ámbito de las canciones El pagaré y Mi querido Capitán, de las artistas María Conesa y Mimí Derba, del Automóvil Gris. Con el carrancismo vuelven los ladrones con atavío militar y se solidifica el pacto entre algunos generales y los hampones de la Banda del Automóvil Gris, quienes les entregan joyas y dinero a cambio de protección. (De ahí la secuencia francamente cinematográfica donde una actriz afamada exhibe en el teatro sus joyas en un palco y la dueña del collar de diamantes lo reconoce.) Granda y su grupo son detenidos y escapan de la Penitenciaría. A otros integrantes se les apresa y se les fusila… en 1919, para aprovechar el escándalo se filma La banda del automóvil gris, dirigida por Enrique Rosas.

 (Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994)

Dirección: Enrique Rosas, Joaquín Coss y Juan Canals de Homs

Producción: Enrique Rosas


Guión: José Manuel Ramos, sobre una historia de Enrique Rosas y Miguel Necoechea, con la colaboración documental de Juan Manuel Cabrera


Fotografía: Enrique Rosas


Edición: Miguel Vigueras, bajo la supervisión de Enrique Rosas


Música: Miguel Vigueras (agregada en 1933)



jueves, 8 de noviembre de 2018

Chinampas



Sementeras y jardines nadantes en el lago mexicano.

El modo que tuvieron de hacerlas y que hasta hoy conservan, es muy sencillo. Forman un gran tejido de mimbres o de raíces de enea que llaman tolin y de otras hierbas palustres, o de otra materia leve, pero capaz de tener unida la tierra de la sementera. Sobre este fundamento echan algunos céspedes ligeros de los que sobrenadan en la laguna, y sobre todo cieno que sacan del fondo de la misma laguna. Su figura regular es cuadrilonga; su longitud y latitud es varia, por lo común tendrán, a lo que me parece, de 25 a 30 varas de largo, de 6 a 8 de ancho y como un pie de elevación sobre la superficie del agua. Estas fueron las primeras sementeras que tuvieron los mexicanos después de la fundación de México; las cuales se multiplicaron después excesivamente y servían, no solamente para el cultivo del maíz, del chile o pimiento y de otras semillas y frutos necesarios para su sustento, sino también para el de las flores y plantas odoríferas que se empleaban en el culto de los dioses y en las delicias de los señores.

Al presente siembran en ellas hortalizas y flores. Todas estas plantas se logran bien, porque el cieno de la laguna es fertilísimo y no necesita del agua del cielo para sus producciones. Algunas de estas sementeras tienen uno u otro arbolillo, y aun una chozuela en donde se resguarde el cultivador de los ardores del sol y de la lluvia. Cuando el dueño de una sementera, o como vulgarmente la llaman, chinampa, quiere pasarse a otro sitio por librarse de algún mal vecino o por estar más cerca de su familia, se embarca en su canoa y se lleva a remolque su sementera o huertas a donde quiere. La parte del lago en que están estas huertas nadantes es uno de los paseos más deliciosos que tienen los mexicanos, en donde perciben los sentidos el más dulce placer del mundo.


(Tomado de: Francisco Javier Clavijero - Historia antigua de México)





miércoles, 7 de noviembre de 2018

Ignacio Zaragoza


Nació en 1829 en el poblado de Espíritu Santo, Texas, hoy Goliad. A la edad de 23 años se alistó en los Guardias Nacionales de Nuevo León y en 1853 ingresó al Ejército Permanente. Se adhirió al Plan de Ayutla y al Partido Liberal y combatió a Santa Anna. Al realizarse el golpe de Estado de Comonfort, peleó dentro de la ciudad de México en defensa de la Constitución; estuvo en la toma de Zacatecas y en la de San Luis Potosí. El 28 de febrero de 1859, el ministro de Guerra Santos Degollado, lo ascendió a general de brigada graduado; asumió el mando del sitio de Guadalajara, derrotando a las tropas de Leonardo Márquez. Fue el segundo de González Ortega en la batalla de Calpulalpan, México, que dio fin a la Guerra de Reforma.

Ministro de la Guerra en 1861, dejó el cargo para tomar el mando directo de tropas frente a la invasión francesa; en enero de 1862 se le nombró jefe del Ejército de Oriente que el 5 de mayo de 1862, en Puebla, se cubrió de gloria al derrotar a los invasores. Sobrevivió poco a su triunfo; atacado de tifo, murió en la ciudad que lleva su nombre, Puebla de Zaragoza, el 8 de septiembre de 1862, a la temprana edad de 33 años.

El gobierno, por decretos de 11 de septiembre, lo ascendió a general de división con antigüedad al 5 de mayo, lo declaró Benemérito de la Patria en grado heroico, ordenando se escribiese su nombre con letras de oro en el salón de sesiones del Congreso de la Unión, y declaró también 9 días de luto.

(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99)

martes, 6 de noviembre de 2018

El palacio negro de Lecumberri



Un espacio inescapable de la nota roja: la cárcel capitalina, la Penitenciaría, el Palacio Negro de Lecumberri. A lo largo del siglo, en las galeras del “santuario del crimen” actúan, coexisten, se pelean y se matan los seres-que-no-tiene-nada-que-perder, la colección extremosa jamás convenida de la tesis moralista: “El crimen no paga”. En la nota roja las lecciones de Lecumberri, las que sean, se disuelven en el “culto a la personalidad criminal”, en los inacabables reportajes sobre los grandes inquilinos del Palacio Negro: Goyo Cárdenas, Jacques Mornard, El Sapo (con la estadística funeraria en su haber: más de trescientos asesinatos), el falsificador Enrico San Pietro, el cantante Paco Sierra, Fidel Corvera Ríos, Humberto Mariles.

A la fascinación “heterodoxa” contribuyen las tradiciones del lugar: el apando (el encierro), la fajina, los crímenes en las celdas, los usos amorosos que incluyen la violación de los recién llegados. Pero si la Penitenciaría es, stricto sensu, un infierno, en la mitología popular Lecumberri es lo prohibido, la vecindad sin salidas, la continuación de lo mismo entre rejas. Al confinamiento se llega por razones de la crueldad incontrolable, las debilidades amatorias, los desfalcos, los robos, las explosiones de alcohol y la pasión. Por la cercanía de la cárcel y lo cotidiano, en decenas de películas –Nosotros los Pobres, 1947, de Ismael Rodríguez, la más famosa; El Apando, de Felipe Cazals, la más violenta- Lecumberri es a la vez el recinto de la maldad, la concentración de vicios y desechos humanos, y lo contrario, un espacio de la solidaridad, la colectividad más extremosa en un país todavía comunitario. Y si al cine mexicano lo excede la tarea de dramatizar la corrupción, la indefensión social y la patología criminal, acierta en algo con todo: el público, aunque vea en la cárcel a la degradación última, la asocia también con la injusticia (“Tantos ladrones que andan sueltos”) y con la desgracia infinita de ser pobre: “Si tienes dinero la pasas bien hasta en la cárcel”.

El 26 de agosto de 1975 Lecumberri cierra sus puertas para reaparecer como Archivo General de la Nación.

(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994)



lunes, 5 de noviembre de 2018

En la cabeza del Ángel

47
 
En la cabeza del Ángel
 
 
(Cabeza original del Ángel de la Independencia. Casa Heras-Soto)

La tragedia es siempre el terreno más fértil para los rumores. Ante la desgracia se buscan culpables, héroes, destellos, asombros. En medio del dolor, el duelo y la conmoción nacen historias que deslumbran y emocionan. Así sucedió durante la negra noche del terremoto que, a las 2:45 de la mañana del 28 de julio de 1957, impactó a la ciudad de México, derribando edificios habitacionales, hoteles, centros de diversión nocturna y monumentos.

Era sábado y la gente se divertía. Los bares y los restaurantes de Polanco, Anzures, Condesa, y colonia Centro estaban llenos. También en las casas había fiestas y reuniones privadas. En el mítico Salón México la gente bailaba sin imaginar que aquella sería la última noche del recinto. Acaso los veladores del zoológico presintieron lo que estaba por suceder, pues al día siguiente dijeron a la prensa que los animales se volvieron locos minutos antes del terremoto. Por su parte, Salvador Novo celebraba con los actores de Separada del marido, que había inaugurado temporada en el teatro Iris.

Cuando el movimiento empezó -fue un terremoto de siete grados en la escala de Mercalli- los trasnochados y los fiesteros corrieron a las calles entre gritos y empujones, seguidos por los dueños de los locales que, aunque asustados por el temblor, temían la quiebra que sobrevendría con la salida de los clientes. Esa noche nadie pagaría sus cuentas. Los que dormían plácidamente despertaron entre gritos y susurros. Algunos lograron espabilarse a tiempo y salir de las enormes tumbas de concreto, pero muchos otros no, murieron enterrados sin saber qué había pasado.



Las calles se llenaron de gente asustada y sorprendida, como recuerdan las crónicas de la época. Familias enteras se abrazaban aterradas, sin saber qué hacer, sin saber a dónde dirigirse. Los más espantados eran los habitantes del Centro y sus alrededores. La Alameda Central estaba a reventar y la avenida Reforma era un río de personas. Fue en ésta donde sucedió uno de los eventos memorables, donde nació uno de los rumores más famosos de la época.

El primero que se percató de lo que había pasado fue Jaime Contreras, un obrero que se había quedado trabajando hasta tarde, pues así le exigía el horario de su turno. Ni él ni quienes se acercaron después dieron crédito a lo que sus ojos observaban. El Ángel de la Independencia se había derrumbado, haciéndose pedazos al caer contra el suelo. Un doctor que regresaba a su casa de la mano de su esposa, narró al día siguiente los hechos que sus ojos vieron a lo lejos: la estatua de bronce se despegó de la torre, golpeó la parte de piedra, destrozó el barandal y voló sin control hasta el piso. Por la mañana, un artículo de La Prensa describió los hechos de forma exacta: "Los bloques de bronce brillaban sobre el pasto, y aún en el pavimento, hacían esplendorosos a la vista de los fanales de los autos que se detenían en los contornos".



El médico no se acercó hasta el lugar en el que cayó la estatua, como sí hizo Jaime Contreras. Por eso no se enteró que, junto a las piezas destrozadas de la cabeza del ángel dorado, yacía un trozo de papel viejo y carcomido por el tiempo. Una carta que habría de convertirse en rumor. Ante la mirada sorprendida de quienes se acercaban temerosos, el obrero levantó el trozo de papel y con sumo cuidado lo desdobló. Imposible para él descifrar el contenido -Jaime Contreras no sabía leer-, pasó la hoja a un señor que había llegado hasta su lado. El hombre leyó en silencio las palabras deslavadas por el tiempo y sentenció: "Es una carta de amor".

Hacía muchos años, después de que el escultor terminara el boceto y después también de que el molde fuera acabado, el fundidor del Ángel de la Independencia había decidido meter en la cabeza de la inmensa estatua la carta que no se atrevió a darle a su amada, quien días antes lo había abandonado. Hubo de temblar en la ciudad, de caerse decenas de construcciones y de morir más de sesenta personas, para que la mujer, cuyo rostro cruzaban ya las arrugas de la vida, conociera las últimas palabras que le dedicara su más famoso enamorado. Hay quienes incluso dicen que la pareja, después de que el contenido de la carta se hiciera público, se reencontró.

(Tomado de: Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México, Editorial Grijalbo, México, D.F., 2008)

domingo, 4 de noviembre de 2018

Las tortillas



Las tortillas, alimento habitual del pueblo, y que no son más que simples pasteles de maíz, mezclados con un poco de cal, y de la misma forma y tamaño de nuestros scones, las encuentro bastante buenas cuando se sirven muy calientes y acabadas de hacer, pero insípidas en sí mismas. Su consumo en todo el país se remonta a los primeros tiempos de su historia, sin cambio alguno en su preparación, excepto con las que consumían los antiguos nobles mexicanos, que se amasaban con varias plantas medicinales, que se suponía las hacía más saludables. Se las considera particularmente sabrosas con chile, el cual para soportarlo en las cantidades en que aquí lo comen, me parece que sería necesario tener la garganta forrada de hojalata.


(Tomado de: Madame Calderón de la Barca: La vida en México)



De las comidas que usaban los señores

1.- Las tortillas que cada día comían los señores se llamaban totonqui tlaxcalli tlacuelpacholli, quiere decir tortillas blancas y calientes, y dobladas, compuestas en un chiquíhuitl, y cubiertas con un paño blanco.

2.- Otras tortillas comían también cada día que se llamaban ueitlaxcalli, quiere decir tortillas grandes; éstas son muy blancas y muy delgadas, y anchas y muy blandas.

3.- Comían también otras tortillas que llaman quauhtlaqualli; son muy blancas, y gruesas y grandes y ásperas;

4.- otra manera de tortillas comían que eran muy blancas, y otras algo pardillas, de muy buen comer, que llaman tlaxcalpacholi;

5.- también comían unos panecillos no redondos, sino largos, que llaman tlaxcalmimilli; son rollizos y blancos y del largor de un palmo o poco menos.

6.- Otra manera de tortillas comían, que llamaban tlacepoalli ilaxcalli, que eran ahojaldradas, eran de delicado comer.

La que vende tortillas

2.- La que vende solamente tortillas vende tortillas de muchas maneras como se dijo en el libro octavo, capítulo XIII, y otras tortillas que tienen dentro ají molido o carne, y las que son untadas con ají, y hechas pella entre las manos, y las que están untadas con chilmolli; y las tortillas de huevos, y las de masa mezclada con miel, que son como guantes, y tortillas cocidas debajo del rescoldo, y otras muchas maneras de tortillas.

(Tomado de: Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)




viernes, 2 de noviembre de 2018

Corrido de Chucho el Roto

Corrido de Chucho el Roto

(Anónimo)
 
 

A la cuadrilla
de Chucho el Roto
un hombre honrado,
se incorporó,
porque aquel jefe,
que era un valiente,
siempre triunfó.
 
Bandolero, bandolero,
que tienes el corazón
más noble
que el de un caballero.
 
En muchos lances
comprometidos,
triunfar hiciste
tu decisión,
y con el arma
no descuidada,
honores diste
a tu legión.
 
En los peligros,
más complicados
demuestras siempre
tu gran valor,
y con audacia
de hombre completo
tremolas siempre,
tu pabellón.
 
Nunca dejaste
que la perfidia
manchara al bravo
que compasivo,
con los humildes,
fuiste mil veces
su salvador.
 
Con sus hazañas,
de hombre afamado
a las mujeres
cautivas fiel,
porque eras digno
como bandido,
y tu palabra siempre valió.
 
Muy generoso,
siempre con maña,
en mil asaltos,
venciste al fin.
Jamás de nadie
quedas burlado,
y en los peligros
vences doquier.
 
Con los humildes
fuiste un hermano,
secas su llanto,
dales hogar,
y con semblante
de buen cristiano,
siempre de todos
te hiciste amar.
 
Bandolero, bandolero,
que tienes el corazón
más noble
que el de un caballero.

Jesús Arriaga, mejor conocido como Chucho el Roto, nació en la calle de Manzanares, del barrio de La Merced, en la ciudad de México y fue el bandido urbano más famoso del México de las postrimerías del siglo XIX.

El ingenio caracterizó los robos de Chucho el Roto, ya que la mayoría de sus asaltos los efectuó utilizando disfraces y engaños, tratando siempre de evitar, en lo posible, el uso de la violencia. El disfraz preferido de Jesús Arriaga fue el de aristócrata porfirista, personaje al que popularmente se conocía como Roto o Rotos, de ahí el sobrenombre de Jesús Arriaga.


Parte del producto de los asaltos de Chucho el Roto se destinó a ayudar a gente menesterosa, lo que ganó a Jesús Arriaga una gran popularidad en la ciudad de México, misma que fue compartida por sus compinches: La Changa, El Rorro y La Fiera.

Chucho el Roto fue aprehendido por la policía de la ciudad de México y trasladado a la cárcel de San Juan de Ulúa, donde murió en 1895.


Las hazañas de Chucho el Roto, fueron el tema de la más larga radionovela seriada mexicana, así como de varias versiones de películas cinematográficas, al igual que obras de teatro, corridos e historietas.


(Tomado de: Antonio Avitia Hernández- Corrido Histórico mexicano (1810-1910) Tomo I)




Capítulo 1 de la radionovela, XEW: