sábado, 14 de diciembre de 2019

Proclama de Ignacio López Rayón para medidas económicas y postura insurgente, 1810


Primera proclama del licenciado Don Ignacio Antonio López Rayón [en donde se requieren medidas económicas y postura insurgente ante los europeos]

23 de octubre de 1810

Ignacio López Rayón

El Licenciado don Ignacio Antonio López Rayón, por particular comisión del Excmo. Sr. don José Miguel de Hidalgo y Costilla, Capitán General del Ejército de Redención de estas Nobilísimas y muy felices Américas, etcétera.
Por cuanto entendió la superioridad de S.E. la coalición, inteligencias y reprobados arbitrios que se adoptaban de acuerdo con la sublevada estirpe de los Bonapartes, sobre la entrega, dimisión, saqueo, exterminio y total ruina de estos afortunados reinos; lleno del más glorioso entusiasmo, se resolvió a cualesquier coste, libertar la Patria de la voracidad del tirano y sus crueles enemigos.
A cuyo fin, convoca a todo americano que, conforme a los sentimiento de su corazón, preste a el intento cuanto por su persona y sus arbitrios sea capaz de franquear para el éxito de esta universal, justa, religiosa y santa causa, concurriendo con puntualidad, eficacia y celo a la ejecución de cuanto por sus respectivos jefes se les prevenga e imponga.

1° Siendo lo primero, que a todo europeo que voluntariamente no se presente al jefe más inmediato, se aprehenda su persona y se conduzca a la disposición de S.E.
2° Que los bienes, sean de la clase que fueren, reconocidos por de los referidos europeos, sean confiscados y puestos en secuestro y seguro depósito para la aplicación conveniente.
3° Que, por tanto, todo americano que haya girado comercios, compañías, relaciones y cuentas de que resulte acción, alcance y haber perteneciente a europeo, lo manifieste en el término de ocho días, so pena de incurrir en el enorme delito de traidor a la Nación.
4° Por cuanto al objeto y punto de vista de este plan de operaciones, no es otro que la manutención de nuestra santa religión y sus dogmas, la conservación de nuestra libertad y el alivio de los pueblos, los declara libres de la pensión de tributo: exento, asimismo, del gravamen que infiere el estanco de pólvora, naipes y papel sellado, dejando el tabaco en hoja, labrado y polvo, bajo el sistema que ha girado.
5° Que habiendo considerado lo gravoso que era al público el impuesto del seis por ciento que indistintamente se exigía de alcabala de todo efecto, y siendo conveniente mantener arbitrios para subvenir a los crecidos gastos de un ejército defensor y fiel custodia de la Nación, ha venido en moderarlo al tres por ciento en los efectos del país y al relacionado seis en los ultramarinos; declara de comercio libre todas las bebidas que se hallaban prohibidas bajo la anterior regla.
6° Sobre declarar, como revestido de la autoridad que ejerce por aclamación de la Nación, declara iguales a todos los americanos, sin la distinción de castas que adoptó el fanatismo: es consecuente que queda abolida la mísera condición de esclavo, y libre todo el que lo haya sido como cualquiera individuo de la Nación.
7° y último. Que debiendo concurrir cada individuo de por sí y todos en masa a la defensa de tan justa causa, deberán alarmarse conforme a las facultades de cada uno y circunstancias en que nos hallamos.

Todo lo cual he resuelto publicar por bando y fijar por rotulones para que, puesto en noticia pública, nadie pueda alegar ignorancia ni excusar las penas que tenga a bien imponer la Superioridad por la infracción de cualesquiera de los ya relacionados artículos, tendréislo entendido para su puntual y debido cumplimiento.

Tlapuxahua, octubre 23 de 1810. Licenciado Ignacio López Rayón.

(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo I Antecedentes. La lucha por la libertad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

viernes, 13 de diciembre de 2019

Santos Degollado

Nació en la ciudad de Guanajuato en 1811. En 1828 llegó a Morelia, donde trabajó de escribiente en la Haceduría de la Catedral. Autodidacto ejemplar, llegó a formarse una vasta cultura. En 1835 se suma al movimiento liberal. Siendo gobernador de Michoacán don Melchor Ocampo (1846), fue designado secretario de la Dirección de Estudios del Estado; también había sido presidente de la Junta Directiva de Fomento de Artesanos; al reabrirse el Colegio de San Nicolás fue nombrado secretario del plantel, al que dio gran prestigio.  
Actuó en el Bajío, como uno de los principales sostenedores de la Revolución de Ayutla. Por riguroso escalafón pasó de soldado raso a general. Al triunfo del movimiento liberal, Comonfort le nombró gobernador y comandante general de Jalisco; participó en el Congreso Constituyente de 1856; en marzo de 1858 fue nombrado ministro de Guerra y Marina y general del Ejército Federal. Fue uno de los más esforzados paladines de la causa progresista; participó en múltiples batallas con espíritu denodado, aunque casi siempre con suerte desafortunada, por lo que se le llamó el Héroe de las derrotas y el Santo de la Reforma.
Destituido de su alto cargo, en 1860, y sometido a proceso, por entablar pláticas para pacificar el país, con el encargado de negocios de Inglaterra, George W. Mathew, en las que se planteó el reemplazo de Juárez como presidente y la reunión de un nuevo congreso.
Al ser fusilado Melchor Ocampo en Tepeji del Río, el 4 de junio de 1861, solicitó y obtuvo de la Cámara de Diputados que se le permitiera, a fin de salir al mando de una columna militar a batir a los conservadores y vengar la muerte de su hermano, el ilustre reformador. El 15 de junio de 1861, en el Monte de las Cruces, al trabar el primer combate con las fuerzas de Márquez, halló la muerte.

(Tomado de:  Tamayo, Jorge L. (Introducción, selección y notas) - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99. Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1993)


***


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

jueves, 12 de diciembre de 2019

Breve historia de la guerrilla mexicana


La guerrilla mexicana surgió como consecuencia de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 y tuvo 2 focos principales: el primero apareció en la Universidad Patricio Lumumba, de Moscú, donde era becario el maestro de escuela Fabricio Gómez Souza, originario de Nanchital, Ver., quien al escuchar por radio lo ocurrido en Tlatelolco, llegó a la conclusión de que el régimen priista iba a derrumbarse y creyó ver la oportunidad de acelerar su caída. Con este fin reunió a una docena de estudiantes mexicanos y entre todos formaron el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), con Gómez Souza como jefe.

En busca de ayuda, los del MAR acudieron a la embajada cubana, pero Fidel Castro le tenía pavor a Gustavo Díaz Ordaz y nada consiguieron. En seguida presentaron su solicitud a las autoridades soviéticas, las cuales no podían arriesgar la suerte del gran aparato de espionaje contra Estados Unidos que mantenían en México y tampoco les dieron nada, aunque se les sugirió ponerse en contacto con la embajada de Corea del Norte. en este país imperaba el generalísimo Kim II Sung, un megalómano famoso por sus extravagancias y delirio de grandeza, que aspiraba a convertirse en líder de todo el Tercer Mundo y, por lo tanto, aprobó entusiastamente la petición de los mexicanos.


Peregrinación al lejano Oriente

Apenas un mes después del “Tlatelolcazo”, Gómez Souza viajó a Pyongyang, capital de Corea del Norte, donde se le pidió reunir por lo menos medio centenar de revolucionarios fanáticos que recibirían entrenamiento especial en Corea del Norte y volverían a México para encargarse de entrenar a otros revolucionarios. A fin de no llamar la atención, los futuros guerrilleros deberían llegar en 3 contingentes sucesivos. De vuelta en Moscú, Gómez Souza recibió de la embajada norcoreana 25,000 dólares para que él y 4 de sus compañeros fuesen a México a efectuar el reclutamiento inicial. Los 5 llegaron al país por rutas separadas en los primeros meses de 1969.

A principios de 1970, el medio centenar de guerrilleros ya había llegado a Pyongyang, en 3 contingentes. Por la vía de París viajaron a Berlín oriental y de allí tomaron el tren a Moscú. Luego, amparados por pasaportes norcoreanos con nombres supuestos, tomaron el Transiberiano hasta llegar a su destino. (Los soviéticos argumentaron que su implacable policía para nada sospechó de tantos norcoreanos que hablaban español; y el gobierno mexicano, entonces simpatizante del “socialismo” aceptó la explicación.)

Los guerrilleros fueron llevados a un campo de entrenamiento situado a 50 kilómetros al noroeste de Pyongyang, donde fueron sometidos a un régimen castrense-monacal, de largos y constantes ejercicios, sin ninguna diversión, hacinados en barracas de madera y bajo la prohibición de beber alcohol o tener relaciones sexuales. Se les enseño manejo de armas, karate, técnicas para dinamitar y de asalto a bancos e instalaciones militares, métodos para disfrazarse y organizarse, manejo de claves y aparatos de telecomunicación, etc. Sobre todo, se les impartió un fuerte adoctrinamiento para que perdieran el miedo a morir y matar.

El fracaso de los coreanos


En septiembre de 1970 todos estaban ya de regreso en México. No se les proporcionaron armas ni dinero en escala importante, pues las armas debían obtenerlas asesinando soldados y policías y el dinero lo conseguirían por medio de asaltos a bancos y secuestro de personajes acaudalados. Cada guerrillero debía reclutar y entrenar a 10 más y así sucesivamente, hasta disponer de varios millares y quedar en condiciones de tomar el poder. Con rapidez pasmosa instalaron centros de entrenamiento en México, D.F., Zamora, Mich., San Miguel Allende y Salamanca, Gto., Querétaro, Qro., Puebla, Pue., Chapala, Jal., y Acapulco, Gro.

En febrero de 1971, 4 guerrilleros alquilaron una casa en Jalapa, Ver., donde se establecería un centro de entrenamiento para manejo de explosivos. Por el aspecto estrafalario de los jóvenes, un vecino supuso que eran hippies marihuanos y los denunció a la policía local, que como medida precautoria dio aviso a la Dirección Federal de Seguridad.

El subdirector de la DFS, Miguel Nazar Haro, viajó a Jalapa para ver qué sucedía. Al entrar a la casa se llevó la primera sorpresa: se topó con un pizarrón tapizado de diagramas de torres de transmisión eléctrica, con indicaciones sobre los puntos donde se debe colocar los explosivos para derribarlas. Los hombres de Nazar no tuvieron más que permanecer en el domicilio para ir deteniendo uno por uno a los guerrilleros que fueron llegando. En los interrogatorios confesaron lo que planeaban hacer y dijeron que esperaban la llegada de otros “estudiantes”. El jefe del centro tenía instrucciones de reportarse a Gómez Souza cada cierto tiempo y, cuando faltaron los reportes, el propio cabecilla se trasladó a Jalapa para investigar. En total cayeron así 19 “coreanos” -entre ellos Gómez Souza- y 21 reclutas nuevos. Ese golpe y otros que vinieron en rápida sucesión determinaron la muerte del MAR. A fines de 1976 se supo que sólo quedaban en libertad 11 “coreanos”, pues los demás habían sido muertos o estaban en la cárcel. Pero la actividad subversiva no desapareció, sino que fue heredada por un segundo foco guerrillero.


Soldados dormidos

El 2 de octubre de 1968, el estudiante de filosofía y letras de la UNAM, David Jiménez Sarmiento, miembro de la Juventud Comunista, escapó sano y salvo de Tlatelolco y de inmediato se prometió luchar hasta el último aliento por vengar a sus compañeros caídos. Rápidamente reunió a varios camaradas para formar 3 comandos guerrilleros llamados “Lacandones”, “Arturo Gámiz” y “Patria o Muerte”, los cuales tomaron la vanguardia de la subversión cuando los “coreanos” fueron prácticamente liquidados.

Los de este segundo foco se inspiraban en el ejemplo de Arturo Gámiz, un maestro de escuela comunista radicado en el DF que, tratando de emular las hazañas de Fidel Castro, el 23 de septiembre del ya lejano 1963 y en compañía de una docena de compañeros atacó por sorpresa el pequeño cuartel militar de Madera, Chih., con la idea de establecer un foco guerrillero en la Sierra Madre. Varios soldados que dormían fueron muertos, pero otros tomaron las armas y en un santiamén mataron a Gámiz y 10 de sus acompañantes. Los fugitivos fueron ultimados por elementos del ejército el 11 de septiembre de 1968.

Los viejos comunistas tachaban de infantilismo la aventura de Gámiz, pero muchos jóvenes vieron en él a un héroe de epopeya, el revolucionario suicida que alcanza en el martirio la gloria suprema. Los distintos comandos actuaban con independencia unos de los otros y se ha dicho, aunque sin confirmarlo, que desde Moscú o La Habana les llegaron órdenes de formar un solo grupo, al que llamaron Liga 23 de Septiembre, en recuerdo de la fecha en que Gámiz llevó a cabo el ataque al cuartel de Madera. (Sólo los famosos Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, así como algunos grupos menores, se mantuvieron ajenos a la Liga).

Los hijos de la decadencia

Entre los independientes destacaron 4 hermanos apellidados Campaña López y originarios de Cosalá, Sin., Dos de los hermanos, Carlos y Alfredo, estudiantes de la Universidad de Guadalajara y miembros de la Juventud Comunista, asaltaron varios bancos y empresas a fines de 1972 y principios de 1973. Poco después fueron aprehendidos y, para liberarlos, un tercer hermano, llamado Juventino y apodado “Ho Chi Minh”, fundó las FRAP (Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo). Los Campaña López llevaron a cabo varios secuestros muy sonados, como el del cónsul norteamericano de Guadalajara, Terrance Leonhardy, el del industrial Pedro Sarquis y el de José Guadalupe Zuno, suegro del presidente Echeverría; como pago por las liberaciones obtuvieron varios millones de pesos y la libertad de 30 guerrilleros, entre ellos los hermanos Carlos y Alfredo, quienes fueron enviados en avión especial a Cuba.

Las FRAP perdieron terreno poco a poco y el principal dolor de cabeza del gobierno pasó a ser la Liga 23 de Septiembre, que hasta en el título de su periódico clandestino -Madera- proclamaba su carácter suicida y, en sus páginas, remachaba las tesis de que no tiene nada de malo matar policías o soldados, ya que éstos son instrumentos de la burguesía, y llamaban “expropiaciones” a los secuestros y asaltos bancarios.

El primer golpe de la Liga tuvo lugar el 17 de septiembre de 1973, cuando asesinaron al industrial regiomontano Eugenio Garza Sada en un fallido intento por secuestrarlo. El gobierno anunció que no negociaría con delincuentes y después de 2 o 3 fracasos la Liga dejó de promover secuestros, para concentrarse en los asaltos bancarios. Todavía en 1976 trataron infructuosamente de secuestrar a Margarita López Portillo, hermana del presidente electo, y en este fallido intento murió el fundador, Jiménez Sarmiento.

Los de la 23 de Septiembre asesinaron -frecuentemente a sangre fría- a por lo menos 76 policías antiterroristas. Un día se metieron al Hospital Naval del DF y dieron muerte sorpresiva a 4 marineros de guardia para quitarles las armas. Además del odio que sentían ante los elementos policiacos, actuaban motivados por la esperanza de crear pánico entre los familiares, para que los instaran a buscar un trabajo menos peligroso. Inevitablemente, los policías respondían con el mismo odio y extraoficialmente se sabe que dieron muerte a centenar y medio de guerrilleros, además de que lograron encarcelar a cerca de 300.

Hasta 1976, fecha del último balance publicado, quedaban en libertad cerca de 200 guerrilleros cuyos descendientes o émulos -el más notable es el Subcomandante Marcos- siguen atizando la subversión en escala menor, aunque sus probabilidades de éxito se han reducido desde que a últimas fechas la sociedad mexicana dio pruebas de rechazar cada vez más firmemente las soluciones violentas.

(Tomado de: Acosta, Jaime - II Breve historia de la guerrilla mexicana. Contenido, #462, diciembre de 2001. México, D.F.)

martes, 10 de diciembre de 2019

José Clemente Orozco, Páginas Autobiográficas II

Fabrés
Al tiempo de ingresar a la Academia de Bellas Artes para hacer estudios formales de pintura, la institución estaba en el apogeo de su eficiencia y buena organización. Había recibido un gran impulso de don Antonio Fabrés, un gran pintor académico español traído a México me parece que por don Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública, para hacerse cargo de la Sección de Pintura como maestro supremo.
Al llegar de Europa hizo una gran exposición de sus numerosas obras en las salas de la Academia, habiendo causado tal exposición una gran sensación entre los artistas e intelectuales de México, pues mostraba profundos conocimientos de la técnica pictórica y una habilidad excepcional. Los temas de sus pinturas eran en su mayoría religiosos y de costumbres. Pintura muy influenciada por Velázquez y otros pintores semejantes, españoles. Inmediatamente fue rodeado por un grupo numeroso de discípulos y empezó a trabajar él mismo en un gran estudio que le fue proporcionado en la misma Academia.
Los salones de clases nocturnos fueron reconstruidos por Fabrés, instalando muebles y enseres especiales, muy propios para el trabajo de los alumnos. La iluminación eléctrica era perfecta y había la posibilidad de colocar un modelo vivo o de yeso en cualquier posición o iluminación por medio de ingeniosa maquinaria parecida a la del escenario de un teatro moderno.
Para los modelos vestidos trajo de Europa una gran cantidad de vestimentas, armaduras, plumajes, chambergos, capas y otras prendas algo carnavalescas, muy a la moda entonces en los estudios de pintores académicos. Con esta colección de disfraces era posible pintar del natural mosqueteros, toreros, pajes, odaliscas, manolas, ninfas, bandidos, chulos y otra infinidad de tipos pintorescos a que tan afectos eran los artistas y los públicos del siglo pasado.
Entre los discípulos predilectos del maestro Fabrés, hay que mencionar a Saturnino Herrán, una verdadera promesa para la pintura mexicana y que hubiera llegado a ser un artista notable en el México de hoy.
Otros discípulos o simples asistentes a las clases de Fabrés fueron Diego Rivera, Benjamín Coria, los hermanos Garduño, Ramón López, Francisco de la Torre, Francisco Romano Guillemín, Miguel Ángel Fernández y otros muchos.
Las enseñanzas de Fabrés fueron más bien de entrenamiento intenso y disciplina rigurosa, según las normas de las academias de Europa. Se trataba de copiar la naturaleza fotográficamente con la mayor exactitud, no importando el tiempo ni el esfuerzo empleado en ello. Un mismo modelo, en la misma posición, duraba semanas y aun meses frente a los estudiantes, sin variación alguna. Hasta las sombras eran trazadas con gis para que no variara la iluminación. Al terminar de copiar un modelo determinado durante varias semanas, un fotógrafo tomaba una fotografía del modelo a fin de que los estudiantes compararan sus trabajos con la fotografía.
Otro ejercicio muy frecuente era copiar un modelo de yeso, puesto de cabeza, la Venus de Milo, por ejemplo.
Por todos estos medios y trabajando de día y de noche durante años, los futuros artistas aprendían a dibujar, a dibujar de veras, sin lugar a duda.
Mi entrada en la Academia fue unos seis meses antes de que el maestro Fabrés regresara a Europa. Asistí a sus talleres sin llegar a ser propiamente su discípulo, pero sí lo suficiente para darme cuenta de lo que había que hacer para aprender a pintar, y me puse a hacerlo con tenacidad, con verdadero encarnizamiento, con la determinación de quien quiere alcanzar un fin sin importarle el precio y así fue por varios años.
En la Academia había modelo gratis, tarde y noche, había materiales para pintar, había una soberbia colección de obras de maestros antiguos, había una gran biblioteca de arte, había buenos maestros de pintura, de anatomía, de historia del arte, de perspectiva y, sobre todo, había un entusiasmo sin igual. ¿Qué más podía desear?

El Doctor Atl
La primera noticia que recuerdo haber tenido del Doctor Atl fue con motivo de una controversia pública muy aguda entre él y los amigos de Julio Ruelas. Parece que fue uno de tantos choques entre los románticos y los modernistas. Ruelas era un pintor de cadáveres, sátiros, ahogados, fantasmas de amantes suicidas, mientras que el Doctor Atl traía en las manos el arco iris de los impresionistas y todas las audacias de la Escuela de París. Ruelas había hecho un magistral autorretrato al aguafuerte y encima de la cabeza se había grabado un insecto monstruoso que le clavaba en el cráneo un aguijón colosal: era la crítica. Y otros grabados que representaban demonios bajo la apariencia de súcubos sorbiendo los sesos de un pobre hombre. Pero la época que se aproximaba ya no iba a ser de súcubos, sino de violencia y canalladas.
Poco después encontré a Atl en la Academia; tenía ahí un estudio y asistía con nosotros a los talleres de pintura y de dibujo nocturno; mientras trabajábamos, él nos contaba con su palabra fácil, insinuante y entusiasta, sus correrías por Europa y su vida en Roma; nos hablaba con mucho fuego de la Capilla Sixtina y de Leonardo. ¡Las grandes pinturas murales! ¡Los inmensos frescos renacentistas, algo increíble y tan misterioso como las pirámides faraónicas, y cuya técnica se había perdido por cuatrocientos años!
Los dibujos que hacía Atl eran de gigantes musculosos en actitudes violentas como los de la Sixtina. Los modelos que copiábamos eran obligados a parecerse a los condenados del Juicio Final.
Ya por entonces había inventado Atl sus colores secos a la resina, que se trabajaban como el pastel, pero sin tener la fragilidad de éste. La idea era, según nos decía, tener colores que lo mismo sirvieran para pintar sobre un papel o sobre tela, que sobre una roca del Popocatépetl; lo mismo en pequeño que en grande y sobre cualquier material, así fuera metálico, al interior o a la intemperie. Unos colores así serían ciertamente cosa de maravilla y los que ya usaba, si no eran todavía perfectos, representaban un paso considerable hacia el fin deseado. Con ellos pintó unos cuadros muy grandes sobre tela, que representaban los volcanes y que decoraban  un café muy espacioso que hubo en la calle del 16 de Septiembre en la acera sur, cerca de San Juan de Letrán. Con los mismos colores pintó también un gran friso de figuras femeninas como ninfas o musas conduciendo una guirnalda hacia un retrato de Olavarrieta, un filántropo de Puebla que donó una valiosa colección de cuadros antiguos a la Academia. este friso estaba colocado sobre los mismos cuadros, que eran exhibidos por primera vez,
La técnica de aprendizaje que dejó Fabrés fue bastante modificada por nosotros. Los modelos ya no duraban en la misma posición días y más días. El dibujo era muy concienzudo, pero hecho con más rapidez para adiestrar más la mano y el ojo. Los nuevos ejercicios consistían en disminuir poco a poco el tiempo de copia de un modelo vivo hasta hacer croquis rapidísimos, en fracciones de minuto y más tarde llegamos a dibujar y pintar de un modelo en movimiento. Ya no había fotografía con la cual comparar los trabajos, y la simplificación forzosa del trazo instantáneo hacía aparecer el estilo personal de cada estudiante.

(Tomado de: Orozco, José Clemente - Páginas autobiográficas. Cuadernos Mexicanos, año II, número 97. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F. s/f)



lunes, 9 de diciembre de 2019

Axolotes


Tal vez no existe un nombre mexicano relacionado con la fauna tan difundido en el mundo como el de “axolote”. Estos anfibios son típicos de Norteamérica, y abarcan desde el valle de México hasta el norte. A las especies mexicanas, que en general no se transforman en adultos y se reproducen en estado larvario (neoténesis), se les llama más propiamente axolotes. No hay que confundirlos con los estados larvarios de sapos y ranas, conocidos como tepocates o renacuajos.

Los axolotes pertenecen al género Ambystoma y se caracterizan por tener muy marcadas las fases de su desarrollo postembrionario. Durante el estado larval viven en el agua y tienen el cuerpo cilíndrico, la cabeza plana, la boca muy grande, los ojos pequeños y unas prolongaciones dérmicas en la parte lateral posterior de la cabeza que soportan las branquias y con las cuales respiran dentro del agua. Tienen la cola comprimida con un pliegue dérmico en forma de aleta, las patas cortas y robustas y los dedos poseen membranas interdigitales, con éstas y con la cola nadan.

Después de un lapso, algunas especies se transforman en adultos, por lo cual pierden paulatinamente las branquias y así pasan de la respiración branquial a la pulmonar, absorben la aleta caudal, son más cilíndricos y la cabeza es más chica, de modo que el adulto es más pequeño que la larva.

Los adultos viven en regiones o zonas muy húmedas y sólo se les puede encontrar cerca de depósitos de agua o deambulando en las noches de plena lluvia o después de ella. Por esta causa es difícil encontrarlos.

La especie más ampliamente distribuida es Ambystoma tigrinum, que vive en todo el altiplano y se transforma fácilmente en adulto. Se caracteriza por ser de 20 cm y por poseer una coloración negra con manchas amarillas esparcidas en todo el cuerpo.

En Michoacán existe otra especie (A. ordinarium), que se transforma fácilmente, es de menor tamaño que la anterior y no tiene manchas. En el norte encontramos a A. rosaceum, pequeña y con todo el cuerpo reticulado.

Los axolotes que nunca, o muy difícilmente, se transforman son A. Lacustris del Valle de México, y de Xochimilco A. mexicanum, a quien más se debe el nombre de axolote. Esta especie es muy usada para experimentación y se le ha exportado al viejo mundo y otras regiones.

En Pátzcuaro existe Ambystoma dumerili, comúnmente conocido como achoque cuando es larva y achoque sordo cuando pierde las branquias y se convierte en adulto, lo cual ocurre muy raramente.

A. lermaensis, propio de la Ciénagas de Lerma, México, es muy parecido al axolote de Xochimilco. Notable por ser el anfibio que más soporta aguas salinas, A. taylori o A. subsalsum vive en la laguna de Alchichica, Puebla.

El género Rhyacosiredon corresponde a un axolote que tiene muy pequeñas las branquias y que vive en el agua muy fría de pequeños riachuelos. R. rivularis se localiza al noroeste del estado de México; R. leorae, en Río Frío; R. altamirini, en la Sierra Nevada (Salazar y serranías del Ajusco), y R. zempoalensis, en las lagunas de Zempoala, Morelos.



(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

sábado, 7 de diciembre de 2019

Capital sin ríos, 1940


No habrá ríos en la capital


*Definitivamente desaparecerán los de Churubusco, La Piedad y el Consulado. - La metrópoli estará a salvo de inundaciones.


(24 de noviembre de 1940)


El Departamento de Obras Hidráulicas de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas acaba de concluir importantísimas obras que vinieron construyendo desde antes del periodo presidencial del general Cárdenas, tendientes a defender a la ciudad y al valle de México de las inundaciones y lograr la desaparición de los ríos de Churubusco, La Piedad y el Consulado, cuyos cauces, después de que se hagan las pruebas de las obras terminadas, serán demolidos a fin de urbanizar las zonas por las que atraviesan. Las obras realizadas para la eliminación del río Churubusco consisten en las presas de Texcalatlaco, Coyotes, San Jerónimo y Anzaldo, las cuales se hallan totalmente terminadas, salvo algunos detalles para ponerlas en uso. De estas presas unas son de derivación y otras de regulación, y están unidas entre sí por túneles o canales, los cuales conducirán toda el agua derivada al Pedregal agrietado de San Ángel en donde se resumen.
Para la eliminación de los ríos de La Piedad y del Consulado, así como del de Mixcoac, que es afluente del de Churubusco, se ha construido otro sistema de presas escalonadas, que, unidas por túneles o canales, desvían las aguas captadas hasta el río Hondo, afluente del río de los Remedios. Salvo pequeños detalles, todo este sistema se haya concluido e incluye las presas de Mixcoac, Becerra, Tacubaya, Tecamachalco, San Joaquín y Tornillo y han sido construidas en los ríos de sus mismos nombres.
Además, para defensa del valle de México, sobre el río de Cuautitlán se ha construido la presa de Guadalupe, que es la más grande y tiene por objeto regularizar las aguas broncas del citado río y utilizarlas para irrigación y para humedecer en la época de sequía el vaso de Texcoco, y evitar así las tolvaneras que asuelan a la ciudad de México, especialmente en el mes de febrero de cada año.
Con excepción de las presas de Tecamachalco y San Joaquín, todas las demás quedaron terminadas en el sexenio del general Cárdenas. Su costo aproximado es de siete millones de dólares.


(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)

viernes, 6 de diciembre de 2019

Las primeras huelgas, 1865

(En el arsenal; mural por diego Rivera)

II

Las primeras huelgas. Las organizaciones que tomaron parte.

En mayo de 1865, ya bajo el efímero Imperio de Maximiliano, los obreros textiles de las fábricas de San Ildefonso y La Colmena iniciaron sus actividades para defenderse de la rapiña patronal, organizando al efecto un baile con pretexto de festejar el aniversario de la fundación de la Sociedad Mutua del Ramo de Hilados y Tejidos del Valle de México.
Como consecuencia de estos preparativos estalló la primera huelga organizada en el país, por los obreros textiles de las fábricas de San Ildefonso y La Colmena, los días 10 y 11 de junio del propio año y por las siguientes demandas:

Contra la reducción en sus jornales a razón de medio real (5 centavos aproximadamente), en cada vara de manta, contra la desocupación de más de 50 obreros y los embargos de sus miserables salarios semanales por la tienda de raya y finalmente, contra el nuevo horario fijado para las labores, que era de “5 de la mañana a las 6:45 de la tarde, para las mujeres, y de las 5 de la mañana a las 7:45 de la tarde para los hombres.

La huelga constituyó un fracaso porque los obreros cometieron el error de confiar el arreglo de su conflicto a las autoridades. Los resultados no se hicieron esperar, la fuerza pública sembró el terror entre los ingenuos huelguistas, atropellando, hiriendo, encarcelando y desterrando a muchos de ellos.
El revés sufrido con la huelga de la fábrica de San Ildefonso llevó el mayor desaliento a las filas de la naciente organización obrera. En este periodo de prueba se significó por su prudente retirada. Rhodakanaty y Zalacosta quienes pusieron todo su empeño en organizar una colonia agrícola, con cuyo propósito se fueron a Chalco, estado de México. Resultó una escuela en vez de la colonia, la cual funcionó por los años de 1866 a 68 bajo la dirección de Rhodakanaty, quien la dejaba de vez en cuando al cuidado de Zalacosta que había cesado de ser estudiante convirtiéndose en un obrero ebanista y sombrerero después.
El Club Socialista de Estudiantes, aunque separados sus miembros no había desaparecido: Zalacosta hacía propaganda entre los campesinos, en tanto que Villanueva y Villavicencio creaban o reorganizaban un nuevo grupo, la Sociedad Artístico-Industrial, que había existido ya anteriormente fundada por Epifanio Romero. Esta agrupación tenía como propósito en el fondo, la idea de la organización obrera, por más que la mayoría de sus dirigentes eran artistas, como Evaristo Meza, Rafael Pérez de León, pintores; Miguel Ibarra y Juan Fregoso, escultores. En este círculo se discutían las ideas y doctrinas de Fourier y Proudhon.

Choque de tendencias ideológicas

Con la caída del imperio volvió a México Epifanio Romero, quien disgustado porque Villanueva se negó a que la Sociedad Artístico-Industrial, se pusiera bajo la protección de Juárez, fundó en diciembre de 1867 el Conservatorio Artístico Industrial, nombrando al presidente Juárez, presidente honorario y vicepresidente a don Francisco Mejía, al mismo tiempo que recibía del coronel Miguel Rodríguez, un donativo de $1,000.00 para establecer una escuela.
El Congreso de la Unión votaba algunos meses después un subsidio de $1,200.00 anuales para el Conservatorio Artístico Industrial. ¡Parece que la idea de los subsidios y protección a las organizaciones han tenido partidarios mucho antes que durante los buenos días del reformismo obrero contemporáneo en el país! ¡Los Epifanio Romero se han reproducido maravillosamente en México!

La primera huelga victoriosa

Hasta la desaparición del gobierno oropelesco del intruso Maximiliano, llegaron a México informes sobre la constitución de la Primera Internacional (septiembre de 1864), produciendo un revuelo y renovación de actividades entre los obreros mexicanos, estimulados seguramente por este acontecimiento en Europa.
Se inicia por Villanueva, Villavicencio y Rafael Pérez de León, en enero de 1858, la organización de la fábrica textil La Fama Montañesa y poco después se constituye la Unión Mutua de Tejedores del distrito de Tlalpan, con la antes mencionada y además las fábricas textiles Contreras, La Abeja y Tizapán. En el mes de febrero del mismo año se organizan por segunda vez las sociedades del ramo de sastres y sombrereros.
Juan Cano, que había formado con Romero y Botello el llamado Conservatorio Artístico Industrial en diciembre de 1867, se apoderó con ayuda de algunos elementos del grupo de Villanueva, de las actas de la Sociedad Artístico Industrial y tomando el nombre de ésta se erigió en presidente, ocupando el edificio de San Pedro y San Pablo que Juárez había donado de acuerdo con Cano y sus miras de control.
Villanueva intentó acercarse a Cano para arrebatarle tal vez la dirección de la Sociedad Artístico Industrial, temiendo con razón que el nombre y prestigio de ésta fueran usados por Cano con éxito entre los obreros.
Rhodakanaty se opuso e hizo desistir a Villanueva. Pero Cano fracasó en sus propósitos, si es que los tuvo.
La Fama Montañesa inició la huelga textil en el distrito de Tlalpan el 8 de julio, presentando las siguientes peticiones:

Primera: Se pide respetuosamente a los señores propietarios de las fábricas de hilados y tejidos, que ordenen a los señores capataces un mejor tratamiento en las secciones del tejido y que se abstengan de abusar de su autoridad con las obreras.
Segunda: Es de pedir, y se pide, que en lo sucesivo se use mejor material que el hasta ahora empleado, ya que esto redunda actualmente en perjuicio de los bajos salarios que los artesanos obtienen.

Tercera: Se pide que en el pueblo de Contreras se deje establecer el comercio libre, pues siendo este pueblo de categoría dentro de la República, no es posible admitir que se mantenga dicho comercio en calidad de propiedad particular.

Cuarta: Se pide que las mujeres solamente trabajen doce horas, para que atiendan los deberes de su hogar.

Quinta: Se pide que los menores de edad sean pagados por los propietarios de las fábricas.

Sexta: Se pide que en lo sucesivo los operarios y los empleados cubran sus cuentas de índole privada libremente, y

Séptima: Se pide que se respete el libre derecho de los artesanos, haciendo ver “Que el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Los obreros alcanzaron un triunfo completo. Alentados por la victoria de los textiles del distrito de Tlalpan, se organizan en los meses de julio y agosto (1868), la Sociedad Mutua del Ramo de Carpintería, la Asociación Socialista de Tipógrafos Mexicanos, la Unión Mutua de Canteros, la Unión de Tejedores de Miraflores y se reorganizan las sociedades mutualistas de las fábricas de San Ildefonso y La Colmena.
Mientras tanto, se agrupaban nuevos adeptos en torno de Villanueva: Benito Castro, Pedro Ordóñez, Agapito Silva, Ricardo Velatti y otros que, como veremos después, desempeñaron papel importantísimo en el movimiento obrero y social del país con posterioridad. Con el objeto de dar una mayor importancia y solidez al movimiento obrero que se organizaba. así como buscar una táctica uniforme de unión y de lucha; fue lanzada la iniciativa para celebrar un congreso obrero, la que hubo de ser desechada por falta de recursos económicos. Sin embargo, se propuso en su defecto la integración de una asamblea permanente, compuesta por tres delegados de cada sociedad, idea que también fracasó en diciembre de 1868. El destacado dirigente Villanueva, formó entonces un grupo de militantes, que fue constituido en enero de 1869 bajo la denominación de Círculo Proletario.

  
(Tomado de: Díaz Ramírez, Manuel - Orígenes del Movimiento Obrero. Cuadernos Mexicanos, año II, número 75. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

jueves, 5 de diciembre de 2019

Guillermo Prieto


Guillermo Prieto, una de las figuras literarias más importantes del siglo XIX en México, nació en la capital el 10 de febrero de 1818 y murió el 2 de marzo de 1897, en la misma ciudad que tanto amó y la cual le inspiró sus más destacadas obras.
Guillermo Prieto pertenece al ilustre abolengo de “El Nigromante”, de Altamirano, de Cuéllar y de “Micrós”, escritores nacidos del pueblo e íntimamente compenetrados con él. Prieto fue espectador y actor al mismo tiempo de la agitada época mexicana que incluye guerras civiles, invasiones extranjeras -la norteamericana y la francesa-, la revolución de Reforma y de parte del paréntesis de paz, preludio de la Revolución mayor, la de 1910, que significó el gobierno de Porfirio Díaz.
Cultivó todos los géneros literarios, pues fue autor de notable fecundidad. Desde su composición “A Cristo Crucificado” hecha cuando el cólera azotaba a la ciudad y al país entero, en 1833, su nombre o seudónimo “Fidel”, apareció cotidianamente en diarios, semanarios, revistas, folletines y libros.
-Mi labor ha sido fecundísima- decía Prieto a don Luis González Obregón, quien durante sus últimos años de vida fue su acompañante y amigo predilecto-; poesías, crónicas de teatros, sociales y políticas, narraciones de viajes, novelitas, artículos de costumbres, editoriales, críticas literarias, estudios pedagógicos, cuanto puedas imaginarte… ¡Hasta recetas de cocina y novenas, triduos y jaculatorias…!
En las postrimerías del siglo pasado [siglo XIX], la figura de Guillermo Prieto era familiar a los transeúntes. El anciano, encorvado y vacilante, venía a la ciudad desde su retiro de Tacubaya, y se pasaba la mañana visitando librerías y curioseando en el desaparecido Volador, mercado de libros viejos.
En este trayecto diario se veía detenido y saludado por multitud de personas que le conocían y admiraban.
“A veces -nos cuenta González Obregón-, el “papelero” o muchacho que vendía periódicos y que saludaba al Maestro, llamándolo jefecito; a veces la china nonagenaria que le había conocido cuando él era “güero”, compañera en fandangos o paseos y “original” que le había servido para sus romances populares; ya la viuda pensionista, que junta con otras le descosieron los faldones cuando estaba de Ministro de Hacienda y les retardaba las quincenas por falta de fondos en el Erario; ya achacoso y retirado militar, cómplice y colega suyo en el célebre pronunciamiento, conocido con el nombre de los “Pollos y los Puros”; ora el viejo inmaculado que con Prieto había huido acompañando a Juárez hasta Paso del Norte; ora uno de los cómicos, víctimas de la furibunda silba que habían recibido en la representación del sainete titulado “Los dos boticarios”, escrito en días de forzado ayuno en colaboración con “El Nigromante”. Aquí, le hablaba una romántica señorita que quería un autógrafo para su álbum; allá, una joven de su tiempo, verdadera ruina humana ya próxima a desplomarse, que con voz gangosa y boca desmolada, pasaba saludándolo con un meloso “Adiós, Guillermo”; más allá, el señorón encopetado, que apenas le daba la punta de los dedos, cambiaba algunas palabras como de compromiso, y a quien el Maestro le entonaba un breve responso en los siguientes términos: “-Mira, tú, éste es un sinvergüenza adjudicatorio que hizo su fortuna a mi sombra, cuando fui yo Ministro de Hacienda”. Pero… sería imposible enumerar uno a uno, los individuos de todas castas que nos interrumpían y detenían en nuestros vagares e investigaciones; sólo haré constar que, don Guillermo, para todos y cada uno tenía una palabra amistosa, una cortés galantería, un lindo piropo, una frase de ternura o una sátira punzante, que atravesaba de medio a medio a su víctima… Porque así fue el Maestro, terrón de azúcar o amargoso acíbar; aunque a todas las hembras, feas o hermosas, las llamaba “chulas” o “preciosas”, y a todos los varones “hijos” o “hermanos”...
Aun cuando ha sido la obra poética de Guillermo Prieto la que le ha dado merecida fama, las “Memorias de mis Tiempos”, que abarcan los años de 1840 a 1853, forman un valioso documento de la vida mexicana en aquella agitada época.
Además de su carácter histórico, las “Memorias” tienen la cualidad de constituir una deliciosa y justa crónica de las costumbres del México de entonces.
Su valor literario puede ser discutible, pero están escritas con tal sencillez, con una tan absoluta ausencia de retórica, que alcanzan la calidad de un reportaje, pues no en vano fue “Fidel” también un destacado periodista.
Sus semblanzas de personajes notables de la época, son verdaderas joyas. Ahora que está de moda el “retrato literario”, sorprende encontrar en las páginas de Prieto el comentario certero, la observación justa, pues “Fidel” -bondad y nobleza de corazón-, no usa nunca la mordacidad envidiosa, ni siquiera para juzgar a sus enemigos políticos. Para muestra, las semblanzas de Almonte, Alamán, del mismo Santa-Anna.
Cuando habla de sus amigos o de las personas que admira, se transparenta una cálida emoción, como en la semblanza de Ignacio Ramírez, en la de Otero, en la de Gómez Pedraza, en la de Manuel Doblado, cuya vida es verdaderamente un cuento de hadas hecho realidad.
La vida del autor de la “Musa Callejera”, fue siempre limpia, honesta. Jamás se apartó del camino recto que sus convicciones, profundas y sinceras, le marcaron. En medio de fracasos, de luchas fratricidas que parecían no terminar jamás, supo conservar por su patria la más grande de las veneraciones.
Perseguido, desterrado, su amor a México que se refleja en toda su obra, no sólo permaneció intacto, sino que se agigantó.
Es precisamente en esta devoción, en esta indestructible fe de Guillermo Prieto en su país, en las que encontramos la clave del encanto de sus libros. Siempre nuevos, siempre verdaderos, espejo fiel de la vida de todo un pueblo, de su lucha constante por la libertad.

(Tomado de: Prieto, Guillermo (Fidel) - Memorias de mis tiempos (de 1840 a 1853). Introducción, Selección y notas de Yolanda Villenave. Biblioteca Enciclopédica Popular, #18. Secretaría de Educación Pública. México, 1944)



miércoles, 4 de diciembre de 2019

Hundimiento del Potrero del Llano, 1942


Enérgica protesta de México, en defensa del honor nacional

*Plazo que expira el día 21 para que se le dé la debida satisfacción
*El hundimiento del “Potrero del Llano”
*Un sumergible lo echó a pique no obstante que llevaba todos los signos de su nacionalidad y viajaba con luces encendidas. *De los 35 tripulantes del barco sólo han sido salvados 22. 
*El capitán y los oficiales perecieron

(15 de mayo de 1942)

Nuestro gobierno envió ayer una nota cablegráfica al encargado de Negocios de México en Estocolmo, con instrucciones de que se sirva entregarla al Ministerio de Negocios Extranjeros de Suecia, rogándole tenga la amabilidad de transmitirla a las autoridades correspondientes del Tercer Reich, del reino de Italia y del imperio de Japón. También se envió copia de ella, ayer mismo, a todas las cancillerías de los países de América.
La nota dice así:

El Gobierno de México ha recibido informes, por conducto de su consulado en Miami, Florida, de que ayer, 13 de mayo de 1942, a las 23:55 horas fue torpedeado y hundido frente a las costas de Estados Unidos de América, en las inmediaciones de dicha ciudad, el barco-tanque petrolero mexicano “Potrero del Llano”, de 6,132 toneladas, por un submarino perteneciente a una de las naciones del Eje y no obstante que el barco mexicano de referencia llevaba todos los signos exteriores de su nacionalidad y navegaba con las luces encendidas de manera de hacer claramente visibles los colores de la bandera mexicana.
De los 35 miembros de la tripulación -todos ellos de nacionalidad mexicana- sólo han sido salvados hasta estos momentos 22 marinos y existen razones poderosas para temer la lamentable pérdida de los 13 restantes, entre los cuales se encontraba la mayoría de la oficialidad.
Ante tan incalificable atentado -que pone de relieve, una vez más, los procedimientos de que las potencias del Eje no han vacilado en adoptar para conducir las hostilidades en el presente conflicto- el Gobierno de México eleva desde luego su más enérgica y formal protesta. 
En el presente caso no sólo se trata de una agresión contraria a los principios humanitarios más elementales, sino un hecho que constituye una flagrante violación del Derecho Internacional y de las reglas relativas a la acción de los submarinos respecto de los buques mercantes en tiempo de guerra, de acuerdo con el acta firmada en Londres el 6 de noviembre de 1936.
El atropello cometido en contra de México resulta tanto más injustificado cuanto que nuestro país, a pesar de las constantes violaciones de las normas del Derecho de Gentes llevadas a cabo por las potencias del Eje, ha ajustado invariablemente sus actos a los postulados jurídicos que sirven de base a la convivencia de los pueblos civilizados.
La dificultad de determinar con precisión la nacionalidad del submarino que torpedeó al “Potrero del Llano” no significa en concepto del Gobierno de México, un obstáculo a su facultad de protestar con máxima decisión y de reclamar las satisfacciones e indemnizaciones a que tiene derecho. En efecto, la unión que existe entre las potencias del Eje y la alianza que en tantas ocasiones han reafirmado, las hace en la práctica solidariamente responsables de los atentados cometidos por unidades pertenecientes a una de ellas en particular. De ahí que el Gobierno de México haya considerado indispensable dirigirse al de Suecia -a cuyo cuidado se encuentran los intereses mexicanos en Alemania, Italia y Japón- rogándole que, por los conductos que estime pertinentes, se sirva hacer llegar a las cancillerías de los referidos gobiernos el texto de la presente declaración.
Si para el próximo jueves 21 del corriente, México no ha recibido del país responsable de la agresión una satisfacción completa, así como las garantías de que le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y perjuicios sufridos, el Gobierno de la República adoptará inmediatamente las medidas que exija el honor nacional.
De acuerdo con el espíritu de la solidaridad continental, la Secretaría de Relaciones Exteriores pondrá hoy mismo esta manifestación en conocimiento de las cancillerías de las demás repúblicas americanas”.  


(Tomado de: Hemeroteca El Universal, tomo 3, 1936-1945. Editorial Cumbre, S.A. México, 1987)


martes, 3 de diciembre de 2019

José Mancisidor



Nacido en Veracruz en 1894, participa de la reacción popular de los habitantes del puerto de Veracruz ante la invasión norteamericana en 1914 e interviene a partir de ese momento en el movimiento revolucionario contra Huerta dentro de la División de Oriente. Participa más tarde en los frustrados movimientos revolucionarios de 1924 y 1927. Maestro de escuela, promotor de la corriente “proletaria” en la novela mexicana en la década de los años 30, editor de la revista Ruta y autor de varias novelas entre las que destacan: La asonada, Ciudad Roja y Frontera junto al mar. Historiador, ha publicado varios títulos del cual, su Historia de la Revolución Mexicana es sin duda el más importante. Muere en Monterrey en 1956.

(Tomado de: Mancisidor, José - El fin del Porfiriato. Cuadernos Mexicanos, año I, número 41. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)


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José Mancisidor (1894-1956), nacido en el puerto de Veracruz y muerto en Monterrey cuando impartía unos cursos de verano, fue un revolucionario activo toda su vida, y uno de los más importantes animadores de la literatura de contenido social. Su mayor significación está en el campo de la novela, pero cultivó también el cuento, del que hizo dos útiles antologías: Cuentos mexicanos del siglo XIX y Cuentos mexicanos de autores contemporáneos (1946). Su filiación revolucionaria se manifiesta en sus ensayos sobre Zolá, Marx, Lenin, Juárez, Hidalgo, Morelos, Guerrero, etc. Su primera novela, La asonada (1931), lo presenta como narrador áspero aunque vigoroso, carácter que se afirma en la segunda: La ciudad roja (1932). Una de sus obras más significativas es Frontera junto al mar (1953), sobre la heroica lucha del pueblo veracruzano contra los marinos de Norteamérica. El alba en las simas (1953) describe la lucha por la recuperación nacional del petróleo mexicano. Además de las obras anteriores, Mancisidor dejó un volumen de cuentos: La primera piedra (1950) y tres novelas inconclusas.

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)