jueves, 17 de enero de 2019

Emma Godoy


Escritura, feminismo y gracia.

Ciudad de México, julio de 1965.
 
La cultura, como defensa personal, es mejor que el judo, pero después de adquirirla hay que despojarse de ella e irse a bañar al río.

Tras una frase como ésta, queda una sin saber si seguir preguntando, o simplemente dejar que ese manantial sui generis siga brotando. Opté por lo último, y logré conocer una mente al desnudo, pura y genuina.

Recogí el otro día a un perro callejero, estoy segura de que quiere ser gente, es impresionante, tiene psicología humana: él quisiera ser gente… y yo perro. Soy salvaje, quiero serlo y detesto todo lo que es civilización.

Sin embargo, está usted aquí, vive en esta civilización.

Me gusta la vida, la ordinaria, sin complicaciones. El hombre luchaba por civilizarse, el moderno debe salvarse de la gasolina, las alfombras, las licuadoras… y debe confesarse que dentro lleva un salvaje. Mire, Helen, a pesar de vivir en el Distrito Federal, y de haber cursado la Universidad, yo seguiré siendo pueblerina toda mi vida. Y soy de pasto, usted es de asfalto. (No pude menos que asentir con una sonrisa).

Hábleme de su vida un poco. ¿Cómo llegó a ser escritora?

Nací en Guanajuato, y fui la última de trece hermanos; así que ya se puede imaginar cómo me mandaban, y mi única manera de defenderme fue destacando en algo; y cuando, en sexto año, premiaron una composición sobre petróleo que yo hice - ¡Petróleo! ¿a quién se le ocurre? -, en casa se me descubrió. Después, ya en la secundaria, escribí para una revista llamada México al Día, que no era tan importante, pero más tarde colaboré en una llamada Ábside, en la cual sí escribían señores conocidos mundialmente. Entonces me empezaron a respetar… aunque ni crea, a veces pienso que ni se han enterado.

Hagamos un paréntesis y recordemos que Emma es maestra en literatura española; tiene también maestría y doctorado en filosofía, estudios de psicología y pedagogía; cursó también estudios en la Sorbona y en LÉcole du Louvre. En docencia, la Normal Superior, etimologías grecolatinas y etimologías indígenas; ciencia e historia de la educación, historia del arte en México, historia del arte moderno. Entre sus libros, Pausas y arenas (poesía) 1948; Caín, el hombre (teatro), Érase un hombre pentafásico (novela), que fue distinguido con el premio William Faulkner de la Universidad de Virginia en 1961. Además, múltiples ensayos, poemas, etc., en revistas y periódicos. De su obra teatral, Caín, que fue representada en Roma, dice:

Es un Caín moderno, en la plena desesperación de no llegar. Va errante por los caminos de la cultura; porque el hombre se ha propuesto lo inalcanzable, puesto que muere y no llega a su realización; de ahí su insatisfacción. Se pregunta: ¿a qué seguir? Como ejemplo tenemos a Miguel Ángel, que en su última obra, el Juicio final, dijo: “Apenas estoy empezando”, pues tuvo conciencia de lo que le faltaba realizar. Un chico de secundaria hace poesía cursi, pero se siente poeta realizado; el de preparatoria, ya duda; y el de universidad, va adquiriendo conciencia de su ignorancia. Mientras más se avanza, la verdad retrocede.

Yo sólo sé que nada sé…

Ándele. Pero insisto, ¿a quién le interesa la cultura? Somos un país de incultos. Además ¿para qué sirve? Sobre todo a la mujer, que en cuanto se iguala al hombre deja de amarlo, y el amor es muy importante. Pero para amar se necesita admirar, y se admira al que es superior, diferente. Lo veo con mis alumnos, la relación menos emotiva es la que hay entre camaradas de clase.

Debo admitir que hay más cantidad de chicos enamorados de chicas, que éstas de ellos; y la razón es que no los admiran, porque sin darse cuenta el hombre se achaparra ante el susto de ver a la mujer que sube. ¡Sí! Estamos pagando muy cara la cultura.
 
[Emma Godoy, 25 de marzo de 1918-30 de julio de 1989]
 
(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)

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