jueves, 4 de noviembre de 2021

Nueva España: Fronteras distantes



A finales del siglo XVIII, la superficie de la Nueva España rebasaba los cuatro millones de kilómetros cuadrados. En el norte, abarcaba los actuales estados norteamericanos de California, Arizona, Nuevo México, Texas y Florida. En el sur, el virreinato se extendía hasta la península de Yucatán y Chiapas. El viaje de la capital a las lejanas minas de Santa Bárbara y Parral duraba entre tres o cuatro meses en época de secas.
El paisaje novohispano se fue transformando a través de los siglos con la introducción de nuevas especies de plantas, animales y técnicas de producción. La combinación de diversos recursos naturales y la desigual distribución geográfica creó un paisaje variado. Se pueden distinguir cinco áreas principales: el México central, la vertiente del Golfo y la del Pacífico, la zona norte y la zona sur.
El México central se ha caracterizado por la presencia de sierras ásperas, clima templado y valles fértiles. Ya que las tierras están situadas en diferentes altitudes, las regiones que forman esta área tienen diversos climas. Esos contrastes climáticos permitieron la producción de múltiples productos en distancias relativamente cortas. El maíz y el frijol se daban bien en casi todas partes, y se criaban vacas, cerdos y pollos. El cultivo de trigo y la cría de ganado lanar, en cambio, se concentraban en las regiones templadas. Los cultivos tropicales, como la caña de azúcar, el algodón y el tabaco, florecieron en la tierra caliente cercana y en las vertientes del Golfo y del Pacífico.
Hacia el norte, la tierra se va haciendo cada vez más árida y agreste. Esta región dilatada tuvo poca población, pero fue muy rica en minas y ganados, y abasteció al centro de materias primas: lana, algodón, mulas, caballos, vacas, cueros y plata. La novedad del siglo XVIII es la ampliación de la frontera norte. El temor a la penetración de los rusos en la costa del Pacífico, y de los franceses en el golfo de México, obligó a una expansión defensiva en esos territorios. California, Nuevo México y Texas se poblaron entonces de misiones y presidios.
En el sur, las dos cadenas de montañas que limitan el altiplano se unen y forman un paisaje de montes altos salpicados por pequeños valles. La Sierra Madre del Sur, los macizos de la Mixteca y las montañas de Oaxaca tienen un clima similar al de las mesetas altas. En las tierras bajas de Tabasco abunda el agua y la vegetación es exuberante. En Chiapas se combinan las tierras altas y boscosas con zonas de bosque tropical, mientras que Yucatán se caracteriza por planicies cálidas, escasa vegetación y aguas subterráneas.
La región del sur estuvo poco integrada al centro del virreinato. Allí la economía se dedicó a satisfacer la demanda local, con escasas excepciones: la grana cochinilla de Oaxaca y el cacao de Tabasco lograron acceder al comercio de ultramar. Un caso de aislamiento más acusado es el de Yucatán. Esta región prefirió extender sus redes comerciales hacia el Caribe español, y sólo hasta el siglo XIX comenzaría a insertarse en la economía nacional. La rica geografía sureña creó una diversidad regional que se distinguía por los rasgos étnicos, la vestimenta, la comida, las fiestas y tradiciones locales, del resto de la Nueva España.


(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)

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