La religión mexica
Una religión mesoamericana
La religión es un producto de la actividad cotidiana del hombre. Es el resultado de la necesidad práctica de entender y manejar una realidad compleja compuesta por el medio natural, la sociedad y su propia interioridad. En la construcción de la religión mexica predomina la herencia de una milenaria actividad agrícola, procesada y transformada a lo largo del tiempo.
Fuentes para su estudio
La comprensión de una realidad histórica remota, como lo es la religión mexica, es producto de una ardua labor científica. En ese sentido, está condicionada por el enfoque particular y muy diverso de los investigadores que a lo largo del tiempo se han dedicado a su estudio. Así, el entendimiento de la cosmovisión mexica se ha ido enriqueciendo a la par de los avances en el estudio de las numerosas fuentes indígenas y españolas, y en especial de los numerosos hallazgos arqueológicos.
La vida ritual
La religión es básicamente una acción regida por la práctica inveterada. Como la creencia, constituye un sistema. En este caso fundamentalmente desemboca en una técnica, en un sistema de comunicación con las sobrenaturaleza. La acción cultural tiene como uno de sus ejes la adecuación de la voluntad de los dioses al tiempo-espacio mundano, con el propósito de que el agente pueda satisfacer sus necesidades de subsistencia. En este sentido, los rituales eran fundamentales y en el caso de los mexicas, un conjunto de ellos tenía gran importancia: las fiestas de los meses del año solar.
Los templos
La cosmovisión de los pueblos mesoamericanos se reflejó en la cultura material, como la arquitectura y la disposición de las ciudades. En los centros de los sitios se localizaban templos cuya forma, decoración y función se correspondían con el papel que las deidades a que estaban dedicadas tenían en el entramado mítico y ritual
El Templo Mayor de los mexicas estaba dentro de un espacio sagrado, aislado del mundo profano por un muro. Ese espacio reproducía el concepto cosmogónico mexica del quincunce: cuatro rumbos y un centro. En el centro se elevaba el Templo Mayor, que simbolizaba el Coatépetl, la montaña sagrada, que almacenaba la lluvia, los rayos, las semillas multiplicadoras de la vida.
Situado en el centro del espacio sagrado, el Templo Mayor se convertía en el axis mundi, centro del mundo, para los mexicas. Era la morada de los dioses y el lugar por excelencia en que los hombres podían descender a los nueve niveles del inframundo o ascender a los 13 niveles de los cielos.
Era el lugar donde los seres humanos hacían ofrendas y pedimentos a las divinidades, y donde renovaban con ellas los pactos de reciprocidad. Ahí, en las dos capillas ubicadas en la cima de Coatépetl, los mexicas donaban sangre y corazones, lo más preciado por los hombres, para que los dioses se alimentaran y recuperaran fuerzas para que pudieran, a su vez, dar alimentos y vida a los seres humanos.
(Tomado de: Dossier: La religión mexica. Los mexicas. Arqueología Mexicana, Vol.XVI núm. 91. Editorial Raíces, México, 2008)
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