lunes, 18 de septiembre de 2023

Juana B. Gutiérrez

 


La insurrección y la palabra

Juana B. Gutiérrez

(1875-1942)


Juana Belén Gutiérrez Chávez nació en San Juan del Río, Durango, el 27 de enero de 1875. "Este dato debe ser importante importantísimo, porque lo han anotado con minuciosa escrupulosidad en los registros de la cárcel, cada vez que he estado ahí".

Procedente de una familia de escasos recursos, fue hija de Santiago Gutiérrez y Porfiria Chávez. Su padre ejercía oficios de campo y orfebrería según lo demandara la población, a fin de ganar algunos centavos que le permitieran sostener la casa.

A pesar de la precariedad en que creció, logró acercarse a la lectura en forma autodidacta. Su condición de clase la hizo consciente, a muy temprana edad, de la explotación e injusticias de que era víctima el grueso de los trabajadores.

Se casó a los 17 años con Cirilo Mendoza, un obrero analfabeta a quien enseñó a leer y escribir. Sin embargo, "la muerte prematura de su esposo la dejó desde muy joven en estado de viudez y con tres hijos que alimentar: los pequeños Santiago, Julia y Laura Mendoza Gutiérrez". Santiago murió a corta edad, apenas unos años después que su padre, lo que significó un duro golpe para Juana.

su vocación contestataria la aproximó al pensamiento liberal en su vertiente federalista y anticlerical. Para difundir sus perspectivas, se sirvió de su pluma y se convirtió en periodista: "A sus 22 años empezó a colaborar como corresponsal en periódico liberales y opositores al régimen porfirista: en El Diario del Hogar, fundado por Filomeno Mata y en El Hijo del Ahuizote dirigido por Daniel Cabrera.

A pocos meses de su incursión en la prensa publicó un reportaje denunciando las condiciones de trabajo de los mineros de Coahuila, mismo que fue interpretado por el gobierno como un desafío y provocó su primer encarcelamiento. Mientras purgaba su condena, gente de la localidad suplicó por su excarcelación:


A la señora Mendoza la estimamos por su abnegación y su virtud irreprochable como esposa y madre, por su inquebrantable energía y por su claro talento que será mañana gloria de nuestras letras. Si la virtud y el talento merecen consideración, deseamos que esta vez se le guarden cumplidas a la señora Mendoza en atención a la desgracia que le aflige, pues no hace aún ni un mes que se murió su padre, y en atención a la estimación que le profesamos [...] No pedimos más que sin demora se le admita la fianza.


Apenas quedó en libertad reafirmó sus opiniones pasadas y se involucró con mayor brillo en la oposición ideológica a Porfirio Díaz. Viajó a Guanajuato en 1901 y desde ahí fundó el semanario Vésper, nombre que dedicó a su hijo fallecido, quien disfrutaba observando una estrella vespertina. El lema bajo el que se rigió la publicación fue ¡Justicia y Libertad!:


Y el periódico se publicó con gran regocijo del impresor que en muy poco tiempo se había llevado todos mis ahorros. Cuando estos hubieron concluido hice vender las cabras. ¡Mis cabras! Confieso que cuando llegó ese trance tuve el impulso de volverme a la montaña, un deseo desesperado de abrazar a la "Sancha", mi cabra favorita, de remontar a las cumbres, de ver el sol; aquel sol ardiente que reverberaba en las lomas y quemaba la frente... Sí, volver a la montaña... No, decididamente yo no me volvería a la montaña mientras Porfirio Díaz fuera Presidente.


Juana marcó un parteaguas en la historia de México, pues fue de las primeras mujeres en dirigir una publicación. Desde su primer número, Vésper contó con el respaldo de los Flores Magón:


La señora Juana de Gutiérrez de Mendoza, acaba de fundar en Guanajuato un periódico liberal, Vésper, destinado a la defensa de las instituciones liberales y democráticas. Los dos primeros números que tenemos a la vista desbordan entusiasmo y fe por la sagrada causa de la libertad. Vésper, está destinado a desempeñar importante papel en este momento en que los buenos mexicanos luchan contra el personalismo entronizado, para preparar el advenimiento de una era de progreso para nuestra Patria.


La sagacidad e ironía que esgrimía Juana en sus artículos dedicados al clero y al Estado provocaron la rabia del gobernador, quien ordenó incautar la imprenta y detener a la autora de los textos que consideraba oprobiosos. Gracias a la advertencia de un amigo, la joven logró burlar a sus captores.

Se trasladó a la Ciudad de México y reanudó la edición de Vésper en 1903, a pesar de sus dificultades económicas y de que ya era identificada como subversiva por los agentes de Díaz. Desde sus páginas, reprochó a los hombres omisos su tibieza ante el yugo que los despojaba de sus derechos:


Porque sois incapaces de defender a vuestros conciudadanos, por eso lo hacemos nosotras, porque soy incapaces de defender vuestra libertad, por eso hemos venido a defenderla para nuestros hijos, para la posteridad a quien no queremos legar sólo la mancha de nuestra ignominiosa cobardía. Porque no usáis de vuestros derechos, venimos a usar de los nuestros, para que al menos conste que no todo era abyección y servilismo en nuestra época.


En el mismo año figuró como primera vocal del Club Liberal "Ponciano Arriaga", puesto desde el que firmó una protesta por el cierre de publicaciones y el encarcelamiento de periodistas liberales, gracias a ello entró en contacto con Santiago de la Hoz, Elisa Acuña y Rosetti, Antonio Díaz Soto y Gama y Camilo Arriaga. A pesar de que su labor era más que visible, nunca fue avalada por asociaciones como la Prensa Asociada de México, integrada en su mayoría por hombres cercanos al régimen.

La agitación social generada por las reuniones entre los grupos disidentes derivó en la aprensión de sus cabezas más notorias -entre ellos los Flores Magón- bajo el cargo de sedición. Juana fue a visitarlos mientras purgaban su condena y descubrió la monstruosa desigualdad que insensibilizaba a los hombres y los arrojaba al abismo del crimen.

Ella también fue encarcelada al poco tiempo, cuando Díaz sintió que había erradicado los diarios de mayor circulación y decidió encargarse de los de menor tiraje. "Vésper, que hasta entonces había sido respetado, fustigó con indignación a la tiranía, y la tiranía llena de odio se despojó del último resto de pudor y arrojó a las galeras de Belém a la Sra. Gutiérrez de Mendoza [...] y a la Srita. Acuña y Rosetti de la misma publicación."

Cuando salió de prisión siguió los pasos de sus colegas y partió rumbo a Laredo, ya que el gobierno había amenazado con clausurar al medio que le permitiera escribir a cualquiera del grupo. Llegó a territorio estadounidense, acompañada por Elisa Acuña, gracias al apoyo incesante de su amigo Santiago de la Hoz

Ya reunidos en el exilio, los periodistas relataron sus peripecias:


Hace más de 3 años que se nos persigue, pero sin resultado. Los inicuos procesos contra periódicos independientes como Regeneración, Renacimiento, Excélsior, El Hijo del Ahuizote, Vésper, El Demófilo y tantos otros en que tuvimos parte, no nos desconcertaron y tampoco nos hicieron vacilar las vejaciones personales... Efectuando una violación a la ley como nunca antes se había visto ni aún en México, el autócrata Díaz ordenó al juez de la causa contra El Hijo del Ahuizote, Excélsior y Vésper que prohibieran la publicación de nuestros periódicos.


En Estados Unidos hubo una división en el grupo de liberales mexicanos. Camilo Arriaga -hijo de Ponciano Arriaga, constituyente de 1857- había asumido un liderazgo que ponderaba la negociación con Díaz por la vía democrática, mientras que Ricardo Flores Magón promovía luchar contra él por conducto del anarquismo. La facción encabezada por Arriaga, de la que Juana formaba parte, se trasladó a San Antonio para evitar que las fricciones trascendieran. Desde esa nueva sede operativa, Vésper volvió a editarse.

la ruptura definitiva de Juana y los Flores Magón se consumó en marzo de 1904, tras la muerte de Santiago de la Hoz. De acuerdo con Enrique Flores Magón, él y de la Hoz fueron a bañarse al río Bravo e, inesperadamente, un torbellino atrapó al segundo hasta que se ahogó. Sin embargo, otras voces acusaron al sobreviviente de haber asesinado a su compañero por rencillas ideológicas. Juana, entristecida por la suerte de su amigo, suscribió la versión del homicidio y se distanció de los anarquistas.

A principios de 1906, Regeneración saludó el regreso de Vésper, pero al poco tiempo de lo acusó de obstruir el crecimiento del Partido Liberal y a Juana de difamar a sus miembros más importantes:


Reconocemos a la Sra. de Mendoza el derecho de juzgarnos como mejor le plazca y hacer esfuerzos por arrebatarnos la confianza de los liberales en provecho de ella y de Camilo Arriaga, que quisieran estar en nuestro lugar. Desgraciadamente para ellos, nuestros correligionarios están probando que prefieren estar con los que hacemos trabajos prácticos [...] que con los que sólo saben criticar, sembrar divisiones y declararse a sí mismos los más aptos, los más honrados y los más dignos de confianza.


Juana reaccionó y emprendió una campaña de denuncia en contra de los excesos de los Flores Magón, a quienes acusó de manejar los fondos de las asociaciones liberales en su beneficio y de cobrar por las conferencias que impartían. Ricardo Flores Magón hizo todo cuanto pudo por desprestigiarla profesional y moralmente:


Cuando estábamos en San Antonio supimos, eso es asquerosísimo, que Doña Juana y Elisa Acuña y Rosetti se entregaban a un safismo pútrido que nos repugnó. Pudimos comprobarlo de muchas maneras, y descubrimos que en la capital de la República no se hablaba de otra cosa entre los que conocían a las señoras "liberales" que de sus asquerosos placeres.

[...]

Nosotros pensamos que era indecoroso que se nos viera unidos a esas mujeres y procuramos alejarnos de ellas, pero sin darles a entender que nos daban asco. Doña Juana estaba acostumbrada a que yo la mantuviera y cuando vio que no le daba más dinero se volvió enemiga mía y del grupo. Ahora ha visto que los correligionarios están con nosotros y nos ayudan en nuestros trabajos y eso le ha llenado de despecho y por eso ataca. Si a ella le ayudaran los correligionarios no haría tal. Pero cómo le han de ayudar si ya muchos están enterados de sus porquerías.


El encono aumentó cuando Juana puso en duda las intenciones altruistas de los que habían sido sus compañeros:


Cuando llegamos a Laredo, el primer proyecto que [los Flores Magón] nos expusieron fue... ¡Oh! Dios de las libertades, el matemático proyecto de dar en el Teatro de aquella ciudad CONFERENCIAS POLÍTICAS SOBRE NUESTRO PAÍS A PESETA LA ENTRADA [...] esos son los REDENTORES!(?) estos son los patriotas, estos son los miembros de la Junta Organizadora, estos son, en fin, los insultadores de mujeres que rugen de rabia y despecho porque hemos sido bastante dignas y amamos bastante a nuestra patria para no llevar sus desdichas al mercado, para no vender por una peseta sus infortunios [...] Creo que antes que ser socialistas debemos ser mexicanos y entiéndase bien, por los vericuetos que pretende guiar Regeneración, ni llegaremos a ser socialistas y dejaremos de ser mexicanos.


La división involucró incluso a Madero, quien era uno de los principales apoyos económicos de los opositores y tomó partido por el grupo de Juana. Los siguientes años fueron para ella de intenso activismo, pues además de su labor periodística se dedicó a fortalecer las filas del Partido a Liberal en la lucha antirreeleccionista. Por entonces hizo amistad con Dolores Jiménez y Muro, con quien promovió la creación de distintas agrupaciones dedicadas a la difusión de ideas reformistas en contra de Díaz. También se preocupó por la participación de la mujer en la vida social y política, lo que la llevó a fundar el Club Femenil Antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc.

En 1910 apoyó la candidatura de Madero y dio a conocer "la visión que entonces ella tenía de sí y la independencia de carácter que sostendría a lo largo de su vida. Afirmaba estar en posesión de su libertad, en pleno uso de sus derechos y de su soberanía, sin yugos ni cadenas, sin preocupaciones ni prejuicios, desconociendo temores y abominando cobardías, para 'nosotros no hay tiranía posible y con ser así nos basta para ser inmensamente libres'".

La oposición fue nuevamente perseguida por los esbirros de un Díaz temeroso de perder la elección presidencial. Entre encarcelamientos y homicidios, Juana siguió en pie de guerra contra el gobierno generador de la desigualdad que tanto abominaba. Cuando estalló la Revolución, la periodista demostró ser una luchadora tenaz, participó en distintas sublevaciones y, cuando al fin Madero se alzó con la victoria, abogó por quienes habían caído presos en los distintos frentes.


Con la esperanza de presenciar la transformación social que se auguraba tras la caída de Díaz, Juana recorrió las regiones campesinas del centro del país. Acompañada por Dolores Jiménez, Gildardo Magaña, Santiago Orozco y Camilo Arriaga, descubrió que la precariedad y la explotación seguían vigentes, por lo que decidió apoyar la naciente lucha de Emiliano Zapata. La tensa situación de Morelos provocó fusilamientos sumarios de los simpatizantes del zapatismo, entre los que se hallaba Orozco. Para salvar la vida de su joven amigo y alertar de las atrocidades que ocurrían en Cuautla, Juana escribió una extensa carta dirigida a Madero:


La segunda vez que vine me encontré esta desgraciada Ciudad hecha un dolor de una sola pieza, horrorizada y atemorizada ante la amenaza de ser matada por el asesino Figueroa. El crimen se consumó; Figueroa fue Gobernador y el terror comenzó a reinar en Morelos. Los habitantes de ésta emprendieron la fuga y era doloroso contemplar el éxodo sombrío de este desgraciado pueblo que se marchaba qué sé yo a dónde en defensa de la vida.

Hicimos circular unas hojas sueltas invitando al pueblo para que se preparara para las elecciones de gobernador, a fin de que en ellas hiciera triunfar a su favorito Emiliano Zapata. Esto bastó para que la persecución se recrudeciera y fueran perseguidas hasta las señoritas en cuya casa yo me había alojado. A mí misma me llamó el presidente municipal [...] y me dijo que: "Como autoridad me prohibía que hiciera propaganda electoral en favor de Zapata." Yo me reí de él y continué mi trabajo porque esa es la voluntad de este pueblo y la mía. Los vecinos quisieron que viniera Santiago Orozco, mi hijo, y lo mandé llamar inmediatamente, tocándole estar aquí el día de las elecciones secundarias. Al terminar éstas, el presidente del Colegio Electoral invitó a los concurrentes a que hicieran una manifestación para dar cuenta al pueblo del resultado de las elecciones. Los manifestantes comenzaron a vitorear a Zapata y el tal Presidente que es un Sr. Balbuena, se dirigió al pueblo diciéndole que no aclamara Zapata porque la autoridad no quería. A su vez habló Santiago y dijo que el pueblo era soberano y estaba en su derecho al aclamar a Zapata. Después, y en un lugar privado, se reunió el pueblo y Santiago les habló de la convivencia de guardar un orden absoluto para evitar que los enemigos tuvieran pretextos para perseguirlos, pero que no desmayaran; que el presidente municipal le había dicho que este era un pueblo de ladrones y asesinos, de bandidos e incendiarios, pero él que sabía lo contrario, estaría siempre al lado de ese pueblo, aunque también le llamaran bandido, ladrón e "incendiario". [...] Al martes siguiente llegaron fuerzas de Figueroa al mando de Federico Morales, y a las 5 de la tarde aprehendieron a un hombre del pueblo, fusilándolo una hora después. En la madrugada de ese día yo salí para México, a caballo, acompañándome Santiago hasta Ozumba, de donde se regresó a ésta a instancia de los mismos vecinos.

En el mismo momento en que Santiago se disponía a ponerme un mensaje a México avisándome que sacaban a Marino, fue aprendido él. Un amigo me dio aviso por telégrafo de la aprehensión de Santiago, y me dirigí al Ministerio de Gobernación y al Procurador General en demanda de garantías. Debido a esto se suspendió la ejecución de Santiago que había ordenado Figueroa, quien ya imposibilitado para consumar ese asesinato más, lo mandó poner a disposición del juez de letras de esta Ciudad. Y aquí está, preso, sin que el juez de ni un paso en el proceso, ni haya medio alguno de ponerlo en libertad. Esto es sencillamente abominable y no se nota la ausencia de dn. Porfirio Díaz.

De suerte que, en los momentos en que lea Ud. esta carta, habrá llegado ya al puesto para cuya conquista contribuimos, y nosotros, los que hemos gastado todos nuestros elementos y toda nuestra existencia por conquistar la libertad, no podemos disfrutar ni de la libertad material, lo cual no deja de hacernos reír un poco.

Le ruego a Ud. que si le es posible, se sirva decirme qué puedo esperar de Ud. en este asunto, en la inteligencia de que la libertad de Santiago me importa más que mi propia vida.


Juana volvió a Morelos y se alegró de encontrar a Orozco con vida. Hacia finales de 1912 integró el "Comité Femenil Pacificador", que tenía como finalidad informar a las mujeres sobre los inconvenientes de nuevos levantamientos armados, para que ellas difundieran ese mensaje entre sus familiares y amigos.

Cuando ya había asumido mayor protagonismo en el movimiento de Zapata, la sorprendió la noticia del asesinato de Madero a manos de los golpistas encabezados por Huerta. Para entonces ya ostentaba un grado militar y era famosa entre la tropa por haber mandado fusilar a un soldado que violó a una joven después de una batalla.

En septiembre de 1913 cayó presa acusada de conspirar contra el gobierno En complicidad con el mismísimo jefe del Ejército del Sur. En la prensa, se difundió que pasaría poco tiempo en la cárcel de Belém, pues purgaría su condena en las Islas Marías. Su hija Laura guardó fiel recuerdo de los días aciagos de la detención de Juana, de la angustia que le atormentó hasta que supo de su paradero y de los rumores que la misma autoridad hizo circular asegurando que había delatado a sus compañeros de lucha.

Sus captores la sometieron a interrogatorios, amenazas y maltratos creyendo que lograrían doblegarla y obtener información invaluable para desarticular el movimiento de Zapata, pero ella mantuvo la entereza y logró engañarlos dándoles datos y nombres falsificados:


Urrutia creía que yo estaba haciendo las grandes revelaciones y habló con Chávez y Pita de tratar este asunto con Huerta. Aquello acabó por divertirme pero mi diversión duró poco. Urrutia ordenó que me deportaran a Quintana Roo. A las 2 de la mañana Urrutia volvió, insistiendo que revelara quiénes ayudaban a los rebeldes. Era muy tonto y muy aparatoso y trató de impresionarme presentándome un papel y lápiz para que "por última vez" escribiera a mis familiares. Y se retiró a otra pieza. Por una ventana del piso alto, vi llegar a los soldados de la gendarmería montada. Aquello sí no era broma. O tal vez lo sería, pero como las deportaciones eran muy acostumbradas, yo creí en mi inmediata deportación y una verdadera angustia me encogió el estómago. "Pues ahora sí que desintegré el gabinete de Victoriano Huerta" dije para mí sola. Pero aquella triste broma me sugirió una idea que traté de poner en orden inmediatamente. Como un rayo, con esa rapidez del pensamiento y de la necesidad apremiante, imaginé los sucesos. Todo se reducía a que salieran como yo me los imaginaba. Esperé, fumando desesperadamente, pero con una apariencia tan tranquila como me era posible simular. Media hora después volvió Urrutia, insistiendo en obtener revelaciones. -Bueno, respondí simulando enojo, ¿por qué me pregunta usted a mí?, si ustedes lo saben mejor, si ustedes mismos son los que ayudan a los rebeldes... -¿Qué está usted diciendo? gritó Urrutia en el colmo de su furia. -Eso mismo. -¿A quién se refiere usted?... dígalo enseguida. -No creo que usted ignore las actividades del Sr. Lic. Calero y sus amigos. No acababa de pronunciar esas palabras, cuando Urrutia gritó llamando a Chávez y a Pita, ordenándoles que inmediatamente aprendieran a Calero, que según recuerdo era senador o no sé qué. Urrutia dio una patada en el suelo y reiteró la orden con feos modos. Los esbirros salieron contristados. Urrutia dio varias vueltas por la estancia haciendo preguntas. Yo había recobrado todo el aplomo de que me era posible disponer ante una fiera como aquélla, regocijada por el magnífico resultado. Si aquello continuaba así, Atenor Sala me pagaría la trastada de poner sobre mi pista a la policía, y de más a más con la aprehensión de Calero, la gente del gobierno de Huerta se enredaria entre sí, y por el momento no me deportarían, dándome tiempo para intentar otro recurso... Calero fue detenido a aquellas horas Atenor Sala también, Palacios y otro señor que no reconocía yo, igualmente, y el lío estaba ya, entre ellos mismos... La culpa de esta lenidad la eché sobre el licenciado Rodolfo Reyes, que había ordenado al juez que favoreciera a Sala y socios. No aseguro que así haya ocurrido, pero sí creo que aquel lío influyó poderosamente en la caída de Urrutia, Reyes, etc. Teniendo la seguridad absoluta de que el general Robles dejó el Estado de Morelos a causa de mi revelaciones. En parte estaba logrado el objeto de mi viaje.


La estrategia de Juana dio resultado y causó confusión entre los mandos huertistas. Estuvo diez meses en prisión haciéndose pasar por delatora, gracias a lo cual quedó libre y pudo trasladarse de nuevo a territorio morelense. Retomó la actividad periodística en Vésper y fundó La Reforma, desde el cual escribió sobre la problemática de los indígenas en cuestiones de tenencia de la tierra, salud y educación.

La victoria de Venustiano Carranza sobre Huerta conllevó un intento de pacificación, sin embargo, la causa constitucionalista no reconoció a Zapata como líder revolucionario y lo tachó de bandido, al tiempo que zapatistas y villistas se aliaron al advertir que no tenían cabida en la nuevo proyecto de nación.

Juana, a través de sus publicaciones, fue artífice de la resistencia zapatista y una de las principales detractoras de Carranza, por lo que pisó nuevamente la cárcel en 1916, en esta ocasión acompañada por su hija Laura, quien era su asistente.

Después de pasar casi un año en la penitenciaría, Juana fundó la Colonia Agrícola Experimental Santiago Orozco, uno de los primeros proyectos autosustentables que se emprendieron en México. El objetivo era instalar una comunidad constituida fundamentalmente por indígenas que se dedicaran a producir sus propios alimentos sin intermediarios. Aunque se les otorgaron subsidios para la compra de instrumentos de labranza, no recibieron apoyo suficiente para convertir el experimento en una forma de vida.

En 1922 Juana se incorporó a la primera campaña de alfabetización nacional promovida por José Vasconcelos. Desempeñó su labor docente en Jalisco y Zacatecas, entidades por las que viajó sin descanso impartiendo clase incluso en los poblados de más difícil acceso. "Como reconocimiento a su desempeño como maestra misionera, en 1926 se le nombró inspectora de escuelas rurales en Zacatecas. [...] Además de sus funciones [...] funda y forma parte de una agrupación de indígenas llamada Consejo de los Caxcanes, cuya finalidad fue el rescate de los valores y la dignidad de la raza y la cultura indígena."

Al margen de sus trabajos como profesora, en 1924 publicó el libro Por la tierra y por la raza, en el que denunciaba la marginación indígena propiciada por el clero y proponía la adopción de modelos autóctonos para el desarrollo social. Los comunistas criticaron su acendrado nacionalismo. Posteriormente editó y distribuyó algunos folletos en los que opinaba acerca de la realidad política después de la Revolución. En el transcurso de la guerra cristera recibió el nombramiento de directora del Hospital Civil de Zacatecas y mantuvo intacta su vocación de servicio.

Para 1932 reapareció Vésper en la que sería su última etapa. Juana redactó un texto a modo de recapitulación de todo lo que esa pequeña publicación había significado para ella y en la lucha por la construcción de un país democrático, en el que la libertad de expresión fuera un derecho:


Fue en 1901, alborada de este siglo tormentoso, cuando Vésper surgió a la vida con firmezas de roca y rebeldías montaraces que nada ni nadie pudo quebrantar, porque Vésper no surgió de los invernaderos de la civilización, surgió de las montañas, entre la aspereza del monte y la inmensidad azul, a donde no pueden llegar las fragilidades de la civilización. Abriéndose paso por entre un breñal de dificultades, Vésper vivió quince años, quince años de una vida agitada, intermitente, viendo la luz casi siempre a hurtadillas, desde el escondite sitiado por sus perseguidores, desde las prisiones por sobre el hombro de los carceleros, desde el rincón sombrío, en la tierra extraña, allí donde alumbra apenas el triste sol de los expatriados... Hoy, la sementera está cubierta de brotes, no importa si apenas se advierten perdidos entre el espeso matorral; están allí demandando cultivo, y hay que darse a la tarea de cultivar la fecunda sementera. Este trabajo es duro, laborioso, difícil, pero no imposible. Vésper es de estirpe de labradores y hará a conciencia su tarea en el campo que ayer se regó con sangre de los suyos. Después de tres lustros de luchas más intensas mientras más calladas, Vésper vuelve ya con mañaneros fueros en la misma cumbre: ¡Justicia y Libertad!


A finales de esa década, Gildardo Magaña, su antiguo compañero de batalla, la invitó a participar en el gobierno de Michoacán como directora de la Escuela Industrial para Señoritas, en la que organizó cooperativas y estudió las condiciones de trabajo de los obreros. La vida aventurera y desafiante que llevó le impidió seguir trabajando, por lo que el gobierno le ofreció una pequeña pensión por los servicios que prestó a la patria. La escritora, revolucionaria y activista Juana B. Gutiérrez de Mendoza falleció el 13 de Julio de 1942, dejando tras de sí un ejemplo de insurrección y dignidad ante la pobreza y la injusticia.


(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

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