Hace ya cientos o serán miles de años, que el volcán de San Andrés, en Michoacán, dejó de vomitar su fuego espeluznante. Se quedó tan quieto que su cráter se volvió dulce, apacible, laguna de aguas azules y verdes.
San Andrés, como región volcánica es ya poco conocida aun para muchos michoacanos; sin embargo, la misma área, con el nombre de Los Azufres, despierta entusiastas y encendidos comentarios. Desde "pequeña Suiza" hasta "paraíso tarasco", los elogios son interminables. Y merecidos.
Se trata de una zona encantadora desde el punto de vista escénico. Uno de esos paisajes de tarjeta postal como sacados de algún nórdico país. Sin embargo, está en este México donde usted tiene el privilegio de vivir. Y a escasas cuatro horas, en automóvil, del D. F.
Montañas y lagos ciertamente abundan en el país. ¿Qué hay, entonces, en Los Azufres, que hace del lugar algo tan singular?
La combinación de atractivos.
Desde el camino que sube por la montaña copiosamente arbolada, van contemplándose en sucesivos planos las serranías michoacanas. Cuando deja de verse el panorama de la altura, es el bosque delicioso el motivo de admiración. Luego, la "Laguna Larga", situada no en el fondo de un valle como acontece con casi todas las lagunas, sino en lo más alto de la montaña, en el cuenco de lo que fuera un cráter. Y aparece de pronto, como un zafiro laminado. Y en su derredor un millón de altos pinos montando gallarda guardia.
En el fondo de las aguas clarísimas se ven los "respiraderos", pequeños conos que aparecen de pronto, se forman, dan salida al vapor sulfuroso y al agua que hay aprisionada muy abajo, y luego desaparecen para dejar lugar a un nuevo, diminuto cono que reanuda la operación, incesantemente, sin repetirse jamás. El agua es, pese a todo, fría. Poco invitante al nado.
Sin embargo, a cien metros de la laguna, hay un estupendo estanque natural, dónde el agua es tibia y acariciante; no hay grandes profundidades (dos metros es la mayor) que resulten peligrosas para los chicos.
Y a unos doscientos metros, siguiendo el arroyo que alimenta al estanque, está el surgidero del agua termal, caliente y olorosa a azufre. En torno al manantial, una pequeña y rústica "poza" artificial permite tomar inolvidables baños de salud.
Toda la región abunda en grietas por las cuales escapa el vapor prisionero en las entrañas telúricas. Es un espectáculo curioso, interesante, extraño, poco visto. Y hay también una "Laguna Negra", donde el cieno da a las aguas una oscura coloración. Aquí la temperatura rebasa los cincuenta grados centígrados; no es agua para baños ni cosa parecida sino simplemente una curiosidad de la Naturaleza, particularmente por la capa de vapor que flota sobre la superficie acuática.
Quieto, idílico es el ambiente. Son los dominios de la placidez. Muy pocos habitantes: una docena o dos, casi todos leñadores (¿qué tarasco no ha sabido del corte de madera?). No hay ningún caserío ni poblado próximos o por lo menos visibles, pero sí una magnífica escuela rural, impecable y casi elegante.
No hay lugar donde hospedarse. Este es el perfecto lugar de montaña para el "camping", para la tienda de campaña y la vida improvisada al aire gloriosamente libre. La temperatura es fresca durante el día; el sol caliente como debe de ser. Pero todas las noches de todo el año son frías, muy frías, y el cielo maravillosamente lleno de esos caminos luminosos que son las constelaciones.
La ruta, a partir del D. F.: carretera a Toluca-Zitácuaro y Ciudad Hidalgo (kilómetro 212). A seis kilómetros de esta población, rumbo a Morelia, está la desviación camino de terracería en muy buenas condiciones hacia San Pedro (cuatro kilómetros); siguiendo el mismo camino se sube por la montaña y veinte kilómetros después ya está usted en Laguna Larga (aproximadamente cuatro kilómetros antes de llegar, hay una bifurcación: la ruta de la derecha conduce a Los Azufres, el "baño viejo", en tanto que la de la izquierda lleva a la laguna de la que antes hablamos. Los Azufres, propiamente, no nos parece muy atractivo sino como curiosidad: es una gran poza de lodo burbujeante y azufroso donde el baño se dice que es casi milagroso.
Las ciudades más apropiadas como "base", le resultan, según su rumbo de procedencia, Zitácuaro, a 72 kilómetros, o Morelia, a 125 kilómetros, ambas con hoteles y restaurantes razonablemente buenos.
(Tomado de: Möller, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)
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