viernes, 29 de septiembre de 2023

Balada de los dos abuelos

 


Balada de los dos abuelos

El 6 de octubre de 1978, en la madrugada, son asesinados a machetazos Gilberto Flores Muñoz, de 72 años, director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera, y ex secretario de Agricultura en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, y su esposa Asunción Izquierdo (la novelista Ana Mairena). El duelo es tumultuoso y la familia se deshace en lágrimas, encabezada por el hijo único de los muertos, Gilberto Flores Izquierdo, subdirector médico del Instituto Mexicano del Seguro Social. La investigación queda a cargo del capitán Jesús Miyazawa Álvarez, director de la Policía Judicial del D. F.

La primera certeza: la residencia es inexpugnable y el asesino no pudo ser gente ajena a los Flores. En el velorio sobresalen los gritos del nieto: "¡Que esto no se quede así! ¡Castigo para quien lo haya hecho!" Pasado el entierro, Flores Alavez le informa a Miyazawa: el día anterior paseó por la ciudad junto con su amigo Anacarsis Peralta. Al interrogársele, Anacarsis confiesa: "Acompañé a Quiles (Gilberto) a comprar unos machetes que necesitaba, según él, para derribar una cabaña que ya no le servía. También compró unos limatones para afilar los machetes, aguarrás y guantes en una tlapalería, y el válium en una farmacia... Él me dijo que todo eso lo quería porque a la hora de usar el machete se pondría los guantes y que el valium era porque no podía conciliar el sueño..." Lo dejó en casa de sus abuelos en Las Palmas 1535, entre las 12 de la noche y la 1 de la mañana.

La escena que merecería la presencia la presencia de Hércules Poirot (en la versión de Miyazawa al periodista Francisco Pulido en Crónicas espeluznantes): la familia reza el rosario por el alma de los difuntos, se presenta el jefe de policía y anuncia: "Entre ustedes se halla el asesino. Y Flores Alavez responde: "Por mi parte, que desde este momento me detengan, ya que el que nada debe nada teme." Él tiene 20 años de edad, estudia con los Legionarios de Cristo en la Universidad Anáhuac y tiene aficiones místicas. Al presentársele ante la prensa declara: "Lo hice motivado por una enfermedad mental." En la confesión oscila entre la amnesia y el recuerdo preciso: "Sí le entregué a Anacarsis los guantes de color negro y el machete para que los tirara o los quemara y que no hiciera preguntas tontas, ya que después le explicaría. Todo esto lo hice para evitar que al encontrar los objetos me fueran a culpar." Más tarde se desdice y jura ser inocente.

Al caso lo rodea el clima paroxístico propio de los grandes momentos de la nota roja, y los lectores (que, por lo mismo, se consideran necesariamente expertos) quedan al tanto del repertorio: las riñas de la familia; los hábitos y las obsesiones de Gilberto, el Quiles; los intentos del padre y del defensor del acusado por hallar con rapidez otros "culpables"; "la ambigüedad" observada por los psicólogos de la Procuraduría del Distrito Federal en quien a los 20 años se declara virgen; la lucha por salvar a Flores Alavez de su propia confesión. El caso da origen a tres novelas: Mitad oscura (1982) de Luis Spota; Los cómplices (1983) de Luis Guillermo Plaza, y la excelente reconstrucción documental de Vicente Leñero, Asesinato (1985).


(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994) 

lunes, 25 de septiembre de 2023

Del cacao que se coge en la Nueva España y corre por toda ella, 1586

Del cacao que se coge en la Nueva España y corre por toda ella, 1586


Fray Alonso Ponce

Viaje a Chiapas (Antología).

[...]


El cacao es una fruta como almendras sin cáscara, más corta y más ancha y no tan puntiaguda ni tan delgada, o se puede decir que tiene la proporción y hechura de los piñones con cáscara, pero mucho más gruesa y de color entre colorado y negro, los árboles que llevan estas fruta son a manera de los naranjos, tienen la hoja como la del laurel, aunque más ancha y que tira un poco a la del naranjo; en su tronco desde el mesmo suelo y en lo grueso de las ramas echan unas mazorcas larguillas y redondas con unas puntas al cabo, y dentro destas, debajo de una corteza, están los granos que llaman cacao, cójenlas a su tiempo y quiébranlas, y sacada la fruta, pónenla a curar al sol. Es el árbol del cacao muy delicado, de suerte que no le ha de dar el sol a lo menos de lleno, ni le ha de faltar agua para que dure mucho y lleve mucha fruta, aunque en Yucatán se da sin agua, en hoyas y lugares húmedos y umbríos, pero eso es poco y de poco fruto. Por esa razón tienen los indios sus cacauatales donde hay agua con qué regarlos, y cuando los plantan entreplantan también ciertos árboles que se hacen muy altos y les hacen sombra, a los cuales llaman madres de cacao. Hay en aquello de Xoconusco y en lo de Xuchitepec, y en otras provincias de lo de Guatemala, dos cosechas de cacao en cada un año, la una es entre Pascua y Pascua, y esta es la más gruesa y principal, la otra y menos principal es por nuestro Padre San Francisco: cuando acude bien, hay árbol que lleva pasada de cien mazorcas, las cuales son muy vistosas, y cada una de las medianas tiene a veintiocho a treinta granos. Este cacao sirve de moneda menuda en toda la Nueva España, como en Castilla la de cobre, cómpranse con el cacao todas las cosas que con el dinero se comprarían, vale en lo de Guatemala una carga de cacao que contiene veinticuatro mil granos, treinta reales de a cuatro, y llevado a la Nueva España, a la Puebla de los Ángeles, a la Tlaxcalla y México, se vende cuando más barato a cincuenta reales de a cuatro. Hay indios que si guardaran y tuvieran mañana, fueran muy ricos por las huertas y cosechas que tienen desta fruta, pero españoles que tratan en ella hay muchos dellos muy prósperos; llévanla a la Nueva España, a lo de México en harrias por tierra y en navíos por el mar del Sur, y en esta granjería hayan grandes intereses y ganancias y a trueque deste cacao les llevan a los indios a sus pueblos y casas, la ropa y las demás cosas que han menester. Demás de ser moneda el cacao se come tostado como si fueran garbanzos tostados, y así es muy sabroso, hacen dél muchas diferencias de bebidas muy buenas, unas de ellas se beben frías y otras calientes, y entre esas hay una muy usada que llaman chocolate, hecha del cacao sobredicho molido y de miel y agua caliente, con lo cual le echan otras mezclas y materiales de cosas calientes: es esta bebida muy medicinal y saludable.


(Tomado de: López Sánchez, Cuauhtémoc (recopilación) - Lecturas Chiapanecas IV. Miguel Ángel Porrúa, Librero-Editor. México, D. F., 1991)

jueves, 21 de septiembre de 2023

Ariel

 


Ariel (premio)


Presea que otorga la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, A. C. a lo más destacado de la producción del cine nacional. El trofeo es de bronce recubierto con plata y mide 38 cm. con un peso aproximado de cuatro kilogramos. Obra del escultor mexicano Ignacio Asúnsolo, la cual representa a un hombre con las manos pegados a sus piernas, en actitud de emprender el vuelo, símbolo de espíritu idealista y anhelo de ascensión. La Academia se instituyó el 3 de julio de 1946, en el número 36 de la calle Roma de la ciudad de México y fue fundada por escritores, realizadores, actores, técnicos, músicos y periodistas. La primera entrega de premios se llevó a cabo el 15 de mayo de 1947, en el centro social El Patio, pero luego se realizaría en la residencia oficial de los Pinos y el Palacio de Bellas Artes. La cinta galardonada en 1947 fue La barraca, de Roberto Gabaldón. La presea se entregó ininterrumpidamente de 1947 a 1958, año en que se suspendió debido a conflictos internos en la propia industria. La entrega se reanudó en 1972.

César Aguilera.

(Tomado de: Aguilera, César. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 18 de septiembre de 2023

Juana B. Gutiérrez

 


La insurrección y la palabra

Juana B. Gutiérrez

(1875-1942)


Juana Belén Gutiérrez Chávez nació en San Juan del Río, Durango, el 27 de enero de 1875. "Este dato debe ser importante importantísimo, porque lo han anotado con minuciosa escrupulosidad en los registros de la cárcel, cada vez que he estado ahí".

Procedente de una familia de escasos recursos, fue hija de Santiago Gutiérrez y Porfiria Chávez. Su padre ejercía oficios de campo y orfebrería según lo demandara la población, a fin de ganar algunos centavos que le permitieran sostener la casa.

A pesar de la precariedad en que creció, logró acercarse a la lectura en forma autodidacta. Su condición de clase la hizo consciente, a muy temprana edad, de la explotación e injusticias de que era víctima el grueso de los trabajadores.

Se casó a los 17 años con Cirilo Mendoza, un obrero analfabeta a quien enseñó a leer y escribir. Sin embargo, "la muerte prematura de su esposo la dejó desde muy joven en estado de viudez y con tres hijos que alimentar: los pequeños Santiago, Julia y Laura Mendoza Gutiérrez". Santiago murió a corta edad, apenas unos años después que su padre, lo que significó un duro golpe para Juana.

su vocación contestataria la aproximó al pensamiento liberal en su vertiente federalista y anticlerical. Para difundir sus perspectivas, se sirvió de su pluma y se convirtió en periodista: "A sus 22 años empezó a colaborar como corresponsal en periódico liberales y opositores al régimen porfirista: en El Diario del Hogar, fundado por Filomeno Mata y en El Hijo del Ahuizote dirigido por Daniel Cabrera.

A pocos meses de su incursión en la prensa publicó un reportaje denunciando las condiciones de trabajo de los mineros de Coahuila, mismo que fue interpretado por el gobierno como un desafío y provocó su primer encarcelamiento. Mientras purgaba su condena, gente de la localidad suplicó por su excarcelación:


A la señora Mendoza la estimamos por su abnegación y su virtud irreprochable como esposa y madre, por su inquebrantable energía y por su claro talento que será mañana gloria de nuestras letras. Si la virtud y el talento merecen consideración, deseamos que esta vez se le guarden cumplidas a la señora Mendoza en atención a la desgracia que le aflige, pues no hace aún ni un mes que se murió su padre, y en atención a la estimación que le profesamos [...] No pedimos más que sin demora se le admita la fianza.


Apenas quedó en libertad reafirmó sus opiniones pasadas y se involucró con mayor brillo en la oposición ideológica a Porfirio Díaz. Viajó a Guanajuato en 1901 y desde ahí fundó el semanario Vésper, nombre que dedicó a su hijo fallecido, quien disfrutaba observando una estrella vespertina. El lema bajo el que se rigió la publicación fue ¡Justicia y Libertad!:


Y el periódico se publicó con gran regocijo del impresor que en muy poco tiempo se había llevado todos mis ahorros. Cuando estos hubieron concluido hice vender las cabras. ¡Mis cabras! Confieso que cuando llegó ese trance tuve el impulso de volverme a la montaña, un deseo desesperado de abrazar a la "Sancha", mi cabra favorita, de remontar a las cumbres, de ver el sol; aquel sol ardiente que reverberaba en las lomas y quemaba la frente... Sí, volver a la montaña... No, decididamente yo no me volvería a la montaña mientras Porfirio Díaz fuera Presidente.


Juana marcó un parteaguas en la historia de México, pues fue de las primeras mujeres en dirigir una publicación. Desde su primer número, Vésper contó con el respaldo de los Flores Magón:


La señora Juana de Gutiérrez de Mendoza, acaba de fundar en Guanajuato un periódico liberal, Vésper, destinado a la defensa de las instituciones liberales y democráticas. Los dos primeros números que tenemos a la vista desbordan entusiasmo y fe por la sagrada causa de la libertad. Vésper, está destinado a desempeñar importante papel en este momento en que los buenos mexicanos luchan contra el personalismo entronizado, para preparar el advenimiento de una era de progreso para nuestra Patria.


La sagacidad e ironía que esgrimía Juana en sus artículos dedicados al clero y al Estado provocaron la rabia del gobernador, quien ordenó incautar la imprenta y detener a la autora de los textos que consideraba oprobiosos. Gracias a la advertencia de un amigo, la joven logró burlar a sus captores.

Se trasladó a la Ciudad de México y reanudó la edición de Vésper en 1903, a pesar de sus dificultades económicas y de que ya era identificada como subversiva por los agentes de Díaz. Desde sus páginas, reprochó a los hombres omisos su tibieza ante el yugo que los despojaba de sus derechos:


Porque sois incapaces de defender a vuestros conciudadanos, por eso lo hacemos nosotras, porque soy incapaces de defender vuestra libertad, por eso hemos venido a defenderla para nuestros hijos, para la posteridad a quien no queremos legar sólo la mancha de nuestra ignominiosa cobardía. Porque no usáis de vuestros derechos, venimos a usar de los nuestros, para que al menos conste que no todo era abyección y servilismo en nuestra época.


En el mismo año figuró como primera vocal del Club Liberal "Ponciano Arriaga", puesto desde el que firmó una protesta por el cierre de publicaciones y el encarcelamiento de periodistas liberales, gracias a ello entró en contacto con Santiago de la Hoz, Elisa Acuña y Rosetti, Antonio Díaz Soto y Gama y Camilo Arriaga. A pesar de que su labor era más que visible, nunca fue avalada por asociaciones como la Prensa Asociada de México, integrada en su mayoría por hombres cercanos al régimen.

La agitación social generada por las reuniones entre los grupos disidentes derivó en la aprensión de sus cabezas más notorias -entre ellos los Flores Magón- bajo el cargo de sedición. Juana fue a visitarlos mientras purgaban su condena y descubrió la monstruosa desigualdad que insensibilizaba a los hombres y los arrojaba al abismo del crimen.

Ella también fue encarcelada al poco tiempo, cuando Díaz sintió que había erradicado los diarios de mayor circulación y decidió encargarse de los de menor tiraje. "Vésper, que hasta entonces había sido respetado, fustigó con indignación a la tiranía, y la tiranía llena de odio se despojó del último resto de pudor y arrojó a las galeras de Belém a la Sra. Gutiérrez de Mendoza [...] y a la Srita. Acuña y Rosetti de la misma publicación."

Cuando salió de prisión siguió los pasos de sus colegas y partió rumbo a Laredo, ya que el gobierno había amenazado con clausurar al medio que le permitiera escribir a cualquiera del grupo. Llegó a territorio estadounidense, acompañada por Elisa Acuña, gracias al apoyo incesante de su amigo Santiago de la Hoz

Ya reunidos en el exilio, los periodistas relataron sus peripecias:


Hace más de 3 años que se nos persigue, pero sin resultado. Los inicuos procesos contra periódicos independientes como Regeneración, Renacimiento, Excélsior, El Hijo del Ahuizote, Vésper, El Demófilo y tantos otros en que tuvimos parte, no nos desconcertaron y tampoco nos hicieron vacilar las vejaciones personales... Efectuando una violación a la ley como nunca antes se había visto ni aún en México, el autócrata Díaz ordenó al juez de la causa contra El Hijo del Ahuizote, Excélsior y Vésper que prohibieran la publicación de nuestros periódicos.


En Estados Unidos hubo una división en el grupo de liberales mexicanos. Camilo Arriaga -hijo de Ponciano Arriaga, constituyente de 1857- había asumido un liderazgo que ponderaba la negociación con Díaz por la vía democrática, mientras que Ricardo Flores Magón promovía luchar contra él por conducto del anarquismo. La facción encabezada por Arriaga, de la que Juana formaba parte, se trasladó a San Antonio para evitar que las fricciones trascendieran. Desde esa nueva sede operativa, Vésper volvió a editarse.

la ruptura definitiva de Juana y los Flores Magón se consumó en marzo de 1904, tras la muerte de Santiago de la Hoz. De acuerdo con Enrique Flores Magón, él y de la Hoz fueron a bañarse al río Bravo e, inesperadamente, un torbellino atrapó al segundo hasta que se ahogó. Sin embargo, otras voces acusaron al sobreviviente de haber asesinado a su compañero por rencillas ideológicas. Juana, entristecida por la suerte de su amigo, suscribió la versión del homicidio y se distanció de los anarquistas.

A principios de 1906, Regeneración saludó el regreso de Vésper, pero al poco tiempo de lo acusó de obstruir el crecimiento del Partido Liberal y a Juana de difamar a sus miembros más importantes:


Reconocemos a la Sra. de Mendoza el derecho de juzgarnos como mejor le plazca y hacer esfuerzos por arrebatarnos la confianza de los liberales en provecho de ella y de Camilo Arriaga, que quisieran estar en nuestro lugar. Desgraciadamente para ellos, nuestros correligionarios están probando que prefieren estar con los que hacemos trabajos prácticos [...] que con los que sólo saben criticar, sembrar divisiones y declararse a sí mismos los más aptos, los más honrados y los más dignos de confianza.


Juana reaccionó y emprendió una campaña de denuncia en contra de los excesos de los Flores Magón, a quienes acusó de manejar los fondos de las asociaciones liberales en su beneficio y de cobrar por las conferencias que impartían. Ricardo Flores Magón hizo todo cuanto pudo por desprestigiarla profesional y moralmente:


Cuando estábamos en San Antonio supimos, eso es asquerosísimo, que Doña Juana y Elisa Acuña y Rosetti se entregaban a un safismo pútrido que nos repugnó. Pudimos comprobarlo de muchas maneras, y descubrimos que en la capital de la República no se hablaba de otra cosa entre los que conocían a las señoras "liberales" que de sus asquerosos placeres.

[...]

Nosotros pensamos que era indecoroso que se nos viera unidos a esas mujeres y procuramos alejarnos de ellas, pero sin darles a entender que nos daban asco. Doña Juana estaba acostumbrada a que yo la mantuviera y cuando vio que no le daba más dinero se volvió enemiga mía y del grupo. Ahora ha visto que los correligionarios están con nosotros y nos ayudan en nuestros trabajos y eso le ha llenado de despecho y por eso ataca. Si a ella le ayudaran los correligionarios no haría tal. Pero cómo le han de ayudar si ya muchos están enterados de sus porquerías.


El encono aumentó cuando Juana puso en duda las intenciones altruistas de los que habían sido sus compañeros:


Cuando llegamos a Laredo, el primer proyecto que [los Flores Magón] nos expusieron fue... ¡Oh! Dios de las libertades, el matemático proyecto de dar en el Teatro de aquella ciudad CONFERENCIAS POLÍTICAS SOBRE NUESTRO PAÍS A PESETA LA ENTRADA [...] esos son los REDENTORES!(?) estos son los patriotas, estos son los miembros de la Junta Organizadora, estos son, en fin, los insultadores de mujeres que rugen de rabia y despecho porque hemos sido bastante dignas y amamos bastante a nuestra patria para no llevar sus desdichas al mercado, para no vender por una peseta sus infortunios [...] Creo que antes que ser socialistas debemos ser mexicanos y entiéndase bien, por los vericuetos que pretende guiar Regeneración, ni llegaremos a ser socialistas y dejaremos de ser mexicanos.


La división involucró incluso a Madero, quien era uno de los principales apoyos económicos de los opositores y tomó partido por el grupo de Juana. Los siguientes años fueron para ella de intenso activismo, pues además de su labor periodística se dedicó a fortalecer las filas del Partido a Liberal en la lucha antirreeleccionista. Por entonces hizo amistad con Dolores Jiménez y Muro, con quien promovió la creación de distintas agrupaciones dedicadas a la difusión de ideas reformistas en contra de Díaz. También se preocupó por la participación de la mujer en la vida social y política, lo que la llevó a fundar el Club Femenil Antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc.

En 1910 apoyó la candidatura de Madero y dio a conocer "la visión que entonces ella tenía de sí y la independencia de carácter que sostendría a lo largo de su vida. Afirmaba estar en posesión de su libertad, en pleno uso de sus derechos y de su soberanía, sin yugos ni cadenas, sin preocupaciones ni prejuicios, desconociendo temores y abominando cobardías, para 'nosotros no hay tiranía posible y con ser así nos basta para ser inmensamente libres'".

La oposición fue nuevamente perseguida por los esbirros de un Díaz temeroso de perder la elección presidencial. Entre encarcelamientos y homicidios, Juana siguió en pie de guerra contra el gobierno generador de la desigualdad que tanto abominaba. Cuando estalló la Revolución, la periodista demostró ser una luchadora tenaz, participó en distintas sublevaciones y, cuando al fin Madero se alzó con la victoria, abogó por quienes habían caído presos en los distintos frentes.


Con la esperanza de presenciar la transformación social que se auguraba tras la caída de Díaz, Juana recorrió las regiones campesinas del centro del país. Acompañada por Dolores Jiménez, Gildardo Magaña, Santiago Orozco y Camilo Arriaga, descubrió que la precariedad y la explotación seguían vigentes, por lo que decidió apoyar la naciente lucha de Emiliano Zapata. La tensa situación de Morelos provocó fusilamientos sumarios de los simpatizantes del zapatismo, entre los que se hallaba Orozco. Para salvar la vida de su joven amigo y alertar de las atrocidades que ocurrían en Cuautla, Juana escribió una extensa carta dirigida a Madero:


La segunda vez que vine me encontré esta desgraciada Ciudad hecha un dolor de una sola pieza, horrorizada y atemorizada ante la amenaza de ser matada por el asesino Figueroa. El crimen se consumó; Figueroa fue Gobernador y el terror comenzó a reinar en Morelos. Los habitantes de ésta emprendieron la fuga y era doloroso contemplar el éxodo sombrío de este desgraciado pueblo que se marchaba qué sé yo a dónde en defensa de la vida.

Hicimos circular unas hojas sueltas invitando al pueblo para que se preparara para las elecciones de gobernador, a fin de que en ellas hiciera triunfar a su favorito Emiliano Zapata. Esto bastó para que la persecución se recrudeciera y fueran perseguidas hasta las señoritas en cuya casa yo me había alojado. A mí misma me llamó el presidente municipal [...] y me dijo que: "Como autoridad me prohibía que hiciera propaganda electoral en favor de Zapata." Yo me reí de él y continué mi trabajo porque esa es la voluntad de este pueblo y la mía. Los vecinos quisieron que viniera Santiago Orozco, mi hijo, y lo mandé llamar inmediatamente, tocándole estar aquí el día de las elecciones secundarias. Al terminar éstas, el presidente del Colegio Electoral invitó a los concurrentes a que hicieran una manifestación para dar cuenta al pueblo del resultado de las elecciones. Los manifestantes comenzaron a vitorear a Zapata y el tal Presidente que es un Sr. Balbuena, se dirigió al pueblo diciéndole que no aclamara Zapata porque la autoridad no quería. A su vez habló Santiago y dijo que el pueblo era soberano y estaba en su derecho al aclamar a Zapata. Después, y en un lugar privado, se reunió el pueblo y Santiago les habló de la convivencia de guardar un orden absoluto para evitar que los enemigos tuvieran pretextos para perseguirlos, pero que no desmayaran; que el presidente municipal le había dicho que este era un pueblo de ladrones y asesinos, de bandidos e incendiarios, pero él que sabía lo contrario, estaría siempre al lado de ese pueblo, aunque también le llamaran bandido, ladrón e "incendiario". [...] Al martes siguiente llegaron fuerzas de Figueroa al mando de Federico Morales, y a las 5 de la tarde aprehendieron a un hombre del pueblo, fusilándolo una hora después. En la madrugada de ese día yo salí para México, a caballo, acompañándome Santiago hasta Ozumba, de donde se regresó a ésta a instancia de los mismos vecinos.

En el mismo momento en que Santiago se disponía a ponerme un mensaje a México avisándome que sacaban a Marino, fue aprendido él. Un amigo me dio aviso por telégrafo de la aprehensión de Santiago, y me dirigí al Ministerio de Gobernación y al Procurador General en demanda de garantías. Debido a esto se suspendió la ejecución de Santiago que había ordenado Figueroa, quien ya imposibilitado para consumar ese asesinato más, lo mandó poner a disposición del juez de letras de esta Ciudad. Y aquí está, preso, sin que el juez de ni un paso en el proceso, ni haya medio alguno de ponerlo en libertad. Esto es sencillamente abominable y no se nota la ausencia de dn. Porfirio Díaz.

De suerte que, en los momentos en que lea Ud. esta carta, habrá llegado ya al puesto para cuya conquista contribuimos, y nosotros, los que hemos gastado todos nuestros elementos y toda nuestra existencia por conquistar la libertad, no podemos disfrutar ni de la libertad material, lo cual no deja de hacernos reír un poco.

Le ruego a Ud. que si le es posible, se sirva decirme qué puedo esperar de Ud. en este asunto, en la inteligencia de que la libertad de Santiago me importa más que mi propia vida.


Juana volvió a Morelos y se alegró de encontrar a Orozco con vida. Hacia finales de 1912 integró el "Comité Femenil Pacificador", que tenía como finalidad informar a las mujeres sobre los inconvenientes de nuevos levantamientos armados, para que ellas difundieran ese mensaje entre sus familiares y amigos.

Cuando ya había asumido mayor protagonismo en el movimiento de Zapata, la sorprendió la noticia del asesinato de Madero a manos de los golpistas encabezados por Huerta. Para entonces ya ostentaba un grado militar y era famosa entre la tropa por haber mandado fusilar a un soldado que violó a una joven después de una batalla.

En septiembre de 1913 cayó presa acusada de conspirar contra el gobierno En complicidad con el mismísimo jefe del Ejército del Sur. En la prensa, se difundió que pasaría poco tiempo en la cárcel de Belém, pues purgaría su condena en las Islas Marías. Su hija Laura guardó fiel recuerdo de los días aciagos de la detención de Juana, de la angustia que le atormentó hasta que supo de su paradero y de los rumores que la misma autoridad hizo circular asegurando que había delatado a sus compañeros de lucha.

Sus captores la sometieron a interrogatorios, amenazas y maltratos creyendo que lograrían doblegarla y obtener información invaluable para desarticular el movimiento de Zapata, pero ella mantuvo la entereza y logró engañarlos dándoles datos y nombres falsificados:


Urrutia creía que yo estaba haciendo las grandes revelaciones y habló con Chávez y Pita de tratar este asunto con Huerta. Aquello acabó por divertirme pero mi diversión duró poco. Urrutia ordenó que me deportaran a Quintana Roo. A las 2 de la mañana Urrutia volvió, insistiendo que revelara quiénes ayudaban a los rebeldes. Era muy tonto y muy aparatoso y trató de impresionarme presentándome un papel y lápiz para que "por última vez" escribiera a mis familiares. Y se retiró a otra pieza. Por una ventana del piso alto, vi llegar a los soldados de la gendarmería montada. Aquello sí no era broma. O tal vez lo sería, pero como las deportaciones eran muy acostumbradas, yo creí en mi inmediata deportación y una verdadera angustia me encogió el estómago. "Pues ahora sí que desintegré el gabinete de Victoriano Huerta" dije para mí sola. Pero aquella triste broma me sugirió una idea que traté de poner en orden inmediatamente. Como un rayo, con esa rapidez del pensamiento y de la necesidad apremiante, imaginé los sucesos. Todo se reducía a que salieran como yo me los imaginaba. Esperé, fumando desesperadamente, pero con una apariencia tan tranquila como me era posible simular. Media hora después volvió Urrutia, insistiendo en obtener revelaciones. -Bueno, respondí simulando enojo, ¿por qué me pregunta usted a mí?, si ustedes lo saben mejor, si ustedes mismos son los que ayudan a los rebeldes... -¿Qué está usted diciendo? gritó Urrutia en el colmo de su furia. -Eso mismo. -¿A quién se refiere usted?... dígalo enseguida. -No creo que usted ignore las actividades del Sr. Lic. Calero y sus amigos. No acababa de pronunciar esas palabras, cuando Urrutia gritó llamando a Chávez y a Pita, ordenándoles que inmediatamente aprendieran a Calero, que según recuerdo era senador o no sé qué. Urrutia dio una patada en el suelo y reiteró la orden con feos modos. Los esbirros salieron contristados. Urrutia dio varias vueltas por la estancia haciendo preguntas. Yo había recobrado todo el aplomo de que me era posible disponer ante una fiera como aquélla, regocijada por el magnífico resultado. Si aquello continuaba así, Atenor Sala me pagaría la trastada de poner sobre mi pista a la policía, y de más a más con la aprehensión de Calero, la gente del gobierno de Huerta se enredaria entre sí, y por el momento no me deportarían, dándome tiempo para intentar otro recurso... Calero fue detenido a aquellas horas Atenor Sala también, Palacios y otro señor que no reconocía yo, igualmente, y el lío estaba ya, entre ellos mismos... La culpa de esta lenidad la eché sobre el licenciado Rodolfo Reyes, que había ordenado al juez que favoreciera a Sala y socios. No aseguro que así haya ocurrido, pero sí creo que aquel lío influyó poderosamente en la caída de Urrutia, Reyes, etc. Teniendo la seguridad absoluta de que el general Robles dejó el Estado de Morelos a causa de mi revelaciones. En parte estaba logrado el objeto de mi viaje.


La estrategia de Juana dio resultado y causó confusión entre los mandos huertistas. Estuvo diez meses en prisión haciéndose pasar por delatora, gracias a lo cual quedó libre y pudo trasladarse de nuevo a territorio morelense. Retomó la actividad periodística en Vésper y fundó La Reforma, desde el cual escribió sobre la problemática de los indígenas en cuestiones de tenencia de la tierra, salud y educación.

La victoria de Venustiano Carranza sobre Huerta conllevó un intento de pacificación, sin embargo, la causa constitucionalista no reconoció a Zapata como líder revolucionario y lo tachó de bandido, al tiempo que zapatistas y villistas se aliaron al advertir que no tenían cabida en la nuevo proyecto de nación.

Juana, a través de sus publicaciones, fue artífice de la resistencia zapatista y una de las principales detractoras de Carranza, por lo que pisó nuevamente la cárcel en 1916, en esta ocasión acompañada por su hija Laura, quien era su asistente.

Después de pasar casi un año en la penitenciaría, Juana fundó la Colonia Agrícola Experimental Santiago Orozco, uno de los primeros proyectos autosustentables que se emprendieron en México. El objetivo era instalar una comunidad constituida fundamentalmente por indígenas que se dedicaran a producir sus propios alimentos sin intermediarios. Aunque se les otorgaron subsidios para la compra de instrumentos de labranza, no recibieron apoyo suficiente para convertir el experimento en una forma de vida.

En 1922 Juana se incorporó a la primera campaña de alfabetización nacional promovida por José Vasconcelos. Desempeñó su labor docente en Jalisco y Zacatecas, entidades por las que viajó sin descanso impartiendo clase incluso en los poblados de más difícil acceso. "Como reconocimiento a su desempeño como maestra misionera, en 1926 se le nombró inspectora de escuelas rurales en Zacatecas. [...] Además de sus funciones [...] funda y forma parte de una agrupación de indígenas llamada Consejo de los Caxcanes, cuya finalidad fue el rescate de los valores y la dignidad de la raza y la cultura indígena."

Al margen de sus trabajos como profesora, en 1924 publicó el libro Por la tierra y por la raza, en el que denunciaba la marginación indígena propiciada por el clero y proponía la adopción de modelos autóctonos para el desarrollo social. Los comunistas criticaron su acendrado nacionalismo. Posteriormente editó y distribuyó algunos folletos en los que opinaba acerca de la realidad política después de la Revolución. En el transcurso de la guerra cristera recibió el nombramiento de directora del Hospital Civil de Zacatecas y mantuvo intacta su vocación de servicio.

Para 1932 reapareció Vésper en la que sería su última etapa. Juana redactó un texto a modo de recapitulación de todo lo que esa pequeña publicación había significado para ella y en la lucha por la construcción de un país democrático, en el que la libertad de expresión fuera un derecho:


Fue en 1901, alborada de este siglo tormentoso, cuando Vésper surgió a la vida con firmezas de roca y rebeldías montaraces que nada ni nadie pudo quebrantar, porque Vésper no surgió de los invernaderos de la civilización, surgió de las montañas, entre la aspereza del monte y la inmensidad azul, a donde no pueden llegar las fragilidades de la civilización. Abriéndose paso por entre un breñal de dificultades, Vésper vivió quince años, quince años de una vida agitada, intermitente, viendo la luz casi siempre a hurtadillas, desde el escondite sitiado por sus perseguidores, desde las prisiones por sobre el hombro de los carceleros, desde el rincón sombrío, en la tierra extraña, allí donde alumbra apenas el triste sol de los expatriados... Hoy, la sementera está cubierta de brotes, no importa si apenas se advierten perdidos entre el espeso matorral; están allí demandando cultivo, y hay que darse a la tarea de cultivar la fecunda sementera. Este trabajo es duro, laborioso, difícil, pero no imposible. Vésper es de estirpe de labradores y hará a conciencia su tarea en el campo que ayer se regó con sangre de los suyos. Después de tres lustros de luchas más intensas mientras más calladas, Vésper vuelve ya con mañaneros fueros en la misma cumbre: ¡Justicia y Libertad!


A finales de esa década, Gildardo Magaña, su antiguo compañero de batalla, la invitó a participar en el gobierno de Michoacán como directora de la Escuela Industrial para Señoritas, en la que organizó cooperativas y estudió las condiciones de trabajo de los obreros. La vida aventurera y desafiante que llevó le impidió seguir trabajando, por lo que el gobierno le ofreció una pequeña pensión por los servicios que prestó a la patria. La escritora, revolucionaria y activista Juana B. Gutiérrez de Mendoza falleció el 13 de Julio de 1942, dejando tras de sí un ejemplo de insurrección y dignidad ante la pobreza y la injusticia.


(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

jueves, 14 de septiembre de 2023

Luis Alcoriza

 


Luis Alcoriza

(director y argumentista, 1921-1992, Badajoz, España)

De joven, Luis Alcoriza de la Vega se incorpora a una compañía teatral y durante una gira con las hermanas Blanch llega a América. Debutó como actor de cine en La torre de los suplicios (1940). Seis años después surge en el guionismo con El ahijado de la muerte en colaboración con la actriz Raquel Rojas (Janet), seguido por Una extraña mujer y El rey de México. En 1949 empieza a trabajar con Luis Buñuel en El gran calavera y continuó en Los olvidados (1950) ganando el Ariel, y  Buñuel la Palma de Oro de Cannes por dirección. Después La hija del engaño (1951), El bruto (1952). Él, (sobre la novela de Mercedes Pinto), La ilusión viaja en tranvía (1953), La muerte en este jardín (1956) también con Raymond Queneau de la novela de José André Lacour, Los ambiciosos (1959) además de Louis Sapin Charles Dorat y Henri Castillou (sobre la novela de este último) y El ángel exterminador (1962). Con su esposa Janet concibió los argumentos para Nocturno amor (1947) estelarizada por Miroslava y dirigida por Emilio Gómez Muriel. De 1950 fueron: Huellas del pasado del realizador Alfredo B. Crevenna y El siete machos para Mario Moreno "Cantinflas" y Si viviera don Porfirio. En 1956 hace la adaptación para Escuela de rateros, basado en una pieza teatral de Carlos Llopis. En su faceta como guionista y realizador se cuentan: Los jóvenes (1960), Tlayucan (1961) y Mecánica Nacional (1971), entre otras.

César Aguilera.


(Tomado de: Aguilera, César. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 11 de septiembre de 2023

César Chávez

 


César Chávez

Nació en Yuma, Arizona, en 1927, pero creció en California. Como hijo de inmigrantes mexicanos dedicados a las labores del campo vivió las tribulaciones de los trabajadores agrícolas. De su familia recibió el espíritu de servicio, su fe católica y la conciencia de organizar a los trabajadores para demandas colectivas. Durante los años cuarentas emigró a San José, California, y se casó con su fiel compañera de lucha Helen Fábila. Ahí conoció al padre Donald Mcdonell quien tuvo enorme influencia en su vida, profundamente católica. Chávez recibió su entrenamiento formal como organizador trabajando para la Community Services Organization (CSO), a la que renunció en 1962 por no lograr su apoyo para organizar a los trabajadores del campo, la principal preocupación de su vida. Emprendió su viaje a Dellano, California, donde sin más ayuda que la de su familia y sus fieles compañeros, Gil Padilla y Dolores Huerta, se dio a la tarea de convencer a los campesinos, yendo de puerta en puerta, para formar el primer sindicato independiente de trabajadores agrícolas, la National Farm Workers Association (NFWA). Con un sindicato sin dinero, constituido por mexicanos y filipinos pobres, Chávez incluyó la religión y los derechos civiles en su disputa laboral, lo que le ganó la ayuda de la iglesia y de grupos pro derechos civiles. Bajo la bandera roja con el águila negra, tácticas no violentas y un discurso pacifista al grito "Justicia para los campesinos y viva la virgen de Guadalupe" Chávez logró convertir su movimiento denominado La Causa, en la gran cruzada nacional de lucha por una mayor justicia social. Académicos, estudiantes y trabajadores liberales se unieron a sus marchas, huelgas y boicots que culminaron con victorias para los trabajadores agrícolas. Fue reconocido por el gobierno de México con la condecoración El Águila Azteca en 1990. Chávez murió en 1993, cuando seguía incansable con su lucha, reconocida a nivel mundial. A su funeral asistieron más de cincuenta mil personas y estuvieron presentes la bandera de México y el estandarte de la virgen de Guadalupe. 


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

jueves, 7 de septiembre de 2023

Juan de Dios Arias

 

Juan de Dios Arias

1828-1886

Periodista, militar y poeta poblano que nació en 1828. Desde adolescente se ganó la vida por medio de ocupaciones mercantiles, las cuales no le privaron de escribir artículos llenos de ingenio e ironía. Ocupó uno de los primeros puestos en el periodismo mexicano al iniciarse en 1844, escribiendo para El Centinela y otros periódicos liberales. En 1856 publicó el periódico satírico La Pata de Cabra. Luego colaboró en La Orquesta y en La Sombra. Su participación en la política como liberal lo llevó a ocupar una curul como diputado varias veces, incluso en el Congreso Constituyente de 1856-1857.

Ingresó al ejército y alcanzó el grado de coronel. En la campaña contra los franceses fue secretario del general Mariano Escobedo durante el sitio de Querétaro. Sirvió en los cargos de oficial mayor de la Secretaría de Relaciones y desempeñó la Secretaría de la Legación Mexicana en los Estados Unidos. Después fue subsecretario de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Escribió la Reseña Histórica del Ejército del Norte durante la Intervención Francesa, publicada en México en 1867. Colaboró en la magna obra México a Través de los Siglos. Murió en la Ciudad de México. 


(Tomado de: de Lara, María Eugenia, y Amparo Gómez Tepexicoapan - Liberales mexicanos del siglo XIX. Álbum fotográfico. Varía Gráfica y Comunicación, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 4 de septiembre de 2023

Salinas de Gortari III ¿fue vendepatrias?

 


Segunda parte 

Su México

3

¿FUE VENDEPATRIAS?

El cargo de vendepatrias, enderezado contra Salinas sobre todo después de que empezó a negociar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, tampoco tiene base firme de sustentación. En esencia, el tratado consiste en que se otorgaron fuertes disminuciones o exenciones de impuestos sobre 5,900 artículos que los países socios pueden exportar a México, pero en cambio México obtuvo el privilegio de exportar al norte con fuertes rebajas impositivas 7,300 de sus propios artículos. En cualquier otro país el TLC habría sido recibido con regocijo, por ofrecer un acceso privilegiado a los mercados más ricos del mundo; en México fue visto como una cesión de soberanía. En otros países se habrían apresurado a incrementar la producción de los artículos para exportarlos en grande; en México nos limitamos a lloriquear por los peligros que ofrecía la importación masiva de productos extranjeros.

Alguien hasta equiparó el TLC con el Tratado McLane-Ocampo, mediante el cual Benito Juárez otorgó a Estados Unidos el derecho de tránsito de Nogales a Guaymas, Son., por la vía de Hermosillo; el mismo derecho para otra ruta que iría de Matamoros, Tamps., a Mazatlán, Sin., por Monterrey y Saltillo, y todavía el derecho a pasar del golfo de México al océano Pacífico por el istmo de Tehuantepec. Se facultó asimismo a Estados Unidos para proteger con sus fuerzas armadas tanto las rutas del Norte como la ístmica siempre que lo juzgase necesario, corriendo los gastos por cuenta de México. Además se otorgaron concesiones aduaneras que de hecho permitirían al gobierno de Washington fijar los impuestos de exportación e importación entre los dos países (El Tratado McLane-Ocampo jamás entró en vigor por haberlo rechazado los legisladores de Washington, entre los cuales privaba la opinión de que Juárez carecía de autoridad y recursos para imponérselo al pueblo mexicano).

El hecho de que se haya equiparado el TLC con el Tratado McLane-Ocampo refleja la terrible ignorancia histórica que se padece en México, gracias a la cual mucha gente considera muy patriótico pasarse el día despotricando contra los yanquis y alentando contra el inminente peligro que corre el territorio mexicano de ser anexado a Estados Unidos. Este delirio de persecución impide trazar una estrategia defensiva contra los afanes de dominio que, por supuesto, tienen los yanquis: para quitarse de hipocresías habría que pensar un poco en lo que pudo haber hecho México si la fuerza hubiera estado históricamente de su lado.

El antiyanquismo nació en la Nueva España, como producto de la xenofobia característica de los españoles de aquel tiempo, quienes consideraban que todos los extranjeros eran herejes empeñados en corromper las buenas costumbres de la sociedad hispánica. Lejos de temer al imperialismo, los primeros antiyaquis se consideraban superiores a sus vecinos del norte porque en la Nueva España funcionó la primera imprenta de América (aunque a principios del siglo XIX sólo había cuatro imprentas en todo el virreinato y éstas publicaban únicamente novenas, devocionarios y vidas de santos, mientras que en el norte se hacían grandes tirajes con los libros más avanzados de la época); y porque en México existía una de las primeras universidades del continente (la cual conservaba los planes de estudios del siglo XVI, mientras que en Estados Unidos ya habían despuntado universidades tan modernizantes como las de Harvard y Yale).

Por su parte, los imperialistas yanquis surgieron desde fines del siglo XVIII: eran hombres como el estadista Thomas Jefferson, uno de los primeros en prever que las desorganizadas colonias españolas de América iban a quedar a merced de los nacientes Estados Unidos; y aventureros como el ex vicepresidente Aaron Burr, quien en 1804 trató de formar una disparatada expedición para expulsar a los españoles y proclamarse rey de México.


Los protoimperialistas yanquis basaban sus ideas en hechos tan palpables como los siguientes:

*En 1767 los españoles sofocaron un motín popular que estalló en el norte de Guanajuato y San Luis Potosí para oponerse a la expulsión de los jesuitas. Los españoles degollaron a 87 revoltosos, propinaron azotes a 73 y encarcelaron a 654; a continuación el virrey en turno, Marqués de Croix, expidió la célebre proclama que dice: "De una vez para lo venidero deben saber los habitantes de este reino que nacieron para obedecer y callar y no para inmiscuirse ni opinar en los altos asuntos del gobierno."

*Los novohispanos callaron y obedecieron, mientras que por las mismas fechas, solo porque Inglaterra pretendía aplicarles un leve impuesto sobre el consumo de té al que ellos no habían consentido, los yanquis esgrimieron un inmortal lema que todavía nadie se ha atrevido a proclamar en México -No taxation without representation- y dieron así el primer paso que los llevaría a ganar la independencia.

*A principios del siglo XIX las dos terceras partes de los yanquis sabían leer, mientras que el 95% de los novohispanos eran analfabetos.

*Los armadores de Boston enviaban desde fines del siglo XVIII sus naves para que fueran por el Atlántico hasta el extremo sur del continente y, tomando por el Pacífico, continuaran hasta California para participar en la productiva casa de ballenas. Luego los barcos volvían al punto de partida y, a pesar de lo largo del trayecto, con esa actividad se formaron algunas de las primeras grandes fortunas de Estados Unidos. Los novohispanos y los mexicanos recientemente independizados pudieron haber hecho el mismo negocio mandando barcos en un cortísimo recorrido para llegar a las ballenas, pero jamás lo hicieron porque la operación les parecía demasiado complicada y porque preferían consagrarse a la más productiva tarea de "hacer negocitos" con el gobierno.


Estos hechos mostraron a los yanquis que los mexicanos eran gente comodina, analfabeta y sin espíritu político; e impulsos dictados por la naturaleza humana hicieron surgir el imperialismo.

Inicialmente, en México no parecen haber preocupado las aspiraciones imperialistas de los hombres del norte. En 1811, José María Morelos y Pavón despachó hacia Estados Unidos, en calidad de agentes diplomáticos, al acapulqueño Mariano Tavares y el norteamericano David Faro, con el mensaje de que Morelos estaba dispuesto a ceder el territorio de Texas a cambio de ayuda para la guerra de Independencia. Esto lo reconoció el propio Morelos en carta fechada el 17 de febrero de 1813 y dirigida al insurgente Ignacio Ayala, de Yanhuitlán, Oax.

(La carta en cuestión aparece en la Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México, publicada en 1882 por Juan E. Hernández y Dávalos. En cambio, fue omitida sin explicaciones por el historiador Ernesto Lemoine Villicaña en Morelos: su vida revolucionaria a través de sus escritos y otros documentos de la época, un libro publicado en 1965 por la UNAM al que ahora se tiene por versión oficial de los hechos.)

Por otra parte se ha difundido la versión de que el sometimiento de México fue obra del primer embajador de Estados Unidos, Joel R. Poinsett, quien maquiavélicamente introdujo divisiones en el cuerpo político de la nación para facilitar las intrigas de los imperialistas y dominar el país. Esto, si fuera verdad, indicaría que México es un país de bobos irredimibles por haberse dejado someter a Estados Unidos durante más de siglo y medio sin más esfuerzos que los desarrollados por un diplomático.


En 1837 Samuel Houston, un aventurero que jefaturaba unas gavillas de maleantes enviadas a apoderarse del territorio tejano, sorprendió dormido y en calzones -literalmente- al general Antonio López de Santa Anna jefe del ejército mexicano encargado de exterminar a los invasores.

Santa Ana pidió perdón y fue enviado a Washington a conferenciar con el presidente Andrew Jackson; después de mostrarse dispuesto a entregar no sólo Texas, sino todos los territorios que le pidieran, Santa Anna fue dejado en libertad. Creían los yanquis que se le fusilaría por abyecto y traidor en cuanto pisara tierra de México, pero cuando vieron que se le recibía con arcos triunfales y floridos discursos de pésame por los padecimientos sufridos en el cautiverio, los imperialistas advirtieron que nada les impediría la absorción de más territorios mexicanos.

En 1847 emprenderían la guerra que los dejó en posesión de California, Arizona, Nuevo México, etc. Nicholas P. Trist, el diplomático norteamericano encargado de negociar el nuevo tratado de límites, se asombró al constatar que en México existía un "partido de la guerra hasta la anexión total" integrado por individuos dispuestos a prolongar las hostilidades a fin de que los invasores se vieran obligados a avanzar sobre todo el país y engullirlo. Aunque no lograron su propósito, estos individuos se complacieron en formar parte del ayuntamiento pelele que se estableció en la Ciudad de México durante la ocupación, homenajearon con un lucido banquete al jefe de las fuerzas invasoras y hasta tuvieron la vileza de entregarle a los sobrevivientes del Batallón de San Patricio, integrado por irlandeses que habían desertado del ejército yanqui para pelear al lado de los mexicanos.

Al término de la guerra, el gobierno liberal yucateco, afligido por una gran sublevación de los mayas, envió a Washington al licenciado Justo Sierra O'Reilly con la misión de implorar al gobierno norteamericano que se anexara el territorio yucateco aunque fuese como colonia. El congreso estadounidense rechazó la oferta argumentando que no veía provecho alguno en tener que gobernar a gente como los yucatecos.

La última absorción de territorio mexicano por parte de Estados Unidos data de 1853, cuando Santa Anna vendió en siete millones de dólares el valle de La Mesilla, un desértico terreno que hoy se dividen los estados de Arizona y Nuevo México. Nadie se opuso al dictado de Santa Anna.

Todavía en 1858, un presidente norteamericano, James C. Buchanan, pidió al gobierno conservador instalado en la ciudad de México que le vendiera la Baja California; los conservadores, antiyanquis de cuño colonial, rechazaron indignados la propuesta, por lo cual Buchanan presentó la misma oferta al gobierno liberal instalado en Veracruz y presidido por Benito Juárez.

El gobierno liberal estaba formado por ministros totalmente identificados con el "partido de la guerra hasta la anexión total", como Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada (este último, convencido hasta los tuétanos de que todos los males de México procedían de su herencia española, llegó a manifestarse dispuesto a trabajar no sólo por la anexión de todo el país a Estados Unidos, sino para que se impusiesen en México el protestantismo y el idioma inglés). Los liberales no podían tener escrúpulo en ceder Baja California, pero sabían que, de hacerlo abiertamente, la opinión pública los calificaría como traidores; y para eludir el punto fraguaron el proyecto de convertir a México en "un protectorado con otro nombre" de Estados Unidos.

Fruto de lo anterior fue el Tratado McLeane-Ocampo, firmado en Veracruz en 1859 y aprobado tanto por Juárez como por Buchanan. Se sobreentendía que una vez adueñados de la capital con ayuda yanqui, los liberales entregarian Baja California. (Los detalles sobre el "partido de la guerra hasta la anexión total" y del "protectorado con otro nombre" se encuentran expuestos en el libro Reforma México and the United States: a search for alternatives to Annexation, 1854-1861, del profesor Donathon C. Ollif, que los historiadores a sueldo del gobierno mexicano han eludido traducir al español y publicar en México).

La distribución de las tierras arrebatadas a México en 1847 provocó tal rebatiña entre los surianos empeñados en perpetuar la esclavitud y los norteños deseosos de suprimirla, que se hizo inevitable el estallido de la Guerra de Secesión (1861-1865), la cual causó la muerte de cientos de miles de personas y la destrucción de propiedades por valor de miles de millones de dólares. Y si eso ocurrió a causa de la absorción de territorios casi deshabitados, qué no podría ocurrir con tierras pobladas por millones de mexicanos turbulentos? Desde entonces empezó a cuajar en Estados Unidos la opinión de que era mal negocio anexarse más territorio mexicano.

En 1863, mientras Estados Unidos se desgarraba en la guerra civil, el ejército francés llamado en auxilio de los conservadores mexicanos -antiyanquis hasta el tuétano pero tan vendepatrias como los liberales yiancófilos- entró triunfalmente a la Ciudad de México y un año después Maximiliano de Habsburgo fue instalado en el trono del Imperio Mexicano. El gobierno de Washington, temeroso de que se concertara una alianza entre los surianos y los franceses, se olvidó de la Doctrina Monroe y declaró su neutralidad ante el conflicto, mientras fingía no darse cuenta de que los franceses adquirían pertrechos y contrataban mercenarios en su territorio; en cambio negaba ayuda material al gobierno liberal mexicano.

Al acercarse los franceses a la capital, Juárez huyó primero a San Luis Potosí y seguidamente a Saltillo, Monterrey, Chihuahua y Paso del Norte (la actual Ciudad Juárez). A la primera oportunidad despachó hacia Washington a su embajador Matías Romero, quien pasó años importunando al secretario de Estado, William H. Seward, con imploraciones de que aplicara la Doctrina Monroe y declarara la guerra a los franceses, o por lo menos proporcionara dinero, armas, municiones y hasta soldados para instalar a Juárez en la Presidencia.

Seward siempre salía con evasivas, tomándose su tiempo para actuar cuando estuviera en las mejores condiciones de hacerlo, o sea meses después de terminada la Guerra de Secesión. Entonces, muy a su salvo, envió una agria nota a Napoleón III pidiéndole que retirara sus tropas de México. El emperador francés ya estaba acosado en Europa por el surgimiento de la potencia prusiana, que no ocultaba su enemistad con Francia; a corto plazo tenía que ceder, aún guardando las apariencias; pero Romero se impacientó y logró convencer a un importante general norteño que andaba sin ocupación, J. M. Schofield, de que fuera a México con un ejército de 40,000 hombres entre los veteranos recién desmovilizados. Para inclinarlo a dejar plantado a Romero, a Seward le bastó con dar a Schofield una agradable puesto de observador militar en Europa. Luego llamó al embajador mexicano para recitarle el siguiente sermón:

-Convénzase, usted señor Romero: si el ejército de Estados Unidos marcha a México, jamás regresará, y cada millón de pesos que se les preste hoy el gobierno de Estados Unidos les costará después el territorio de un estado, así como cada rifle que les demos tendrán que pagarlo con una hectárea de concesiones mineras...Siempre será más honroso para los mexicanos que se salven por sus propios esfuerzos, pues así tendrán más probabilidades de estabilidad en el orden de cosas que se llegue a establecer.

Seward ideó después uno de los preceptos básicos del nuevo imperialismo yanqui: no hay que consentir demasiado a los gobiernos satélites (Sólo proporcionó algunas armas y municiones sobrantes de la guerra y algunos oficiales yanquis para que los liberales derrotaran a los conservadores abandonados ya por las tropas francesas.) Opuesto al imperialismo territorial que tantos perjuicios podían crear en Estados Unidos, Seward predicó en cambio a favor de un imperialismo económico-político: le seducía la idea de aprovechar los recursos naturales y la mano de obra barata de México y quiso alentar una emigración masiva de empresarios norteamericanos al país del sur.

Seward fue también el creador del segundo precepto fundamental del nuevo imperialismo: hay que ayudar a que los presidentes súbditos se instalen en su puesto, para que sepan a quién deben el empleo. Dos hombres peligrosos disputaban a Juárez la Presidencia: el prestigiado general Jesús González Ortega, quien según la letra de la Constitución debió haber sustituido a Juárez en el codiciado cargo desde el primero de diciembre de 1865; y el infaltable general Antonio López de Santa Anna, a quien los ayuntamientos de Jalapa y Veracruz ya organizaban un gran recibimiento en el puerto para -en compañía de la guarnición conservadora que no habían podido derrotar los liberales- llevarlo a la Ciudad de México y proclamarlo presidente antes de que Juárez llegara.

González Ortega residía en Estados Unidos y cifraba sus planes en apersonarse en Tamaulipas, donde el cacique local, Servando Canales, aliado a varios influyentes militares liberales y una nube de chambistas varios, pensaba iniciar una revuelta contra lo que ellos llamaban "la usurpación de Juárez". Encontrándose en Nueva Orleans, González Ortega fue notificado por el comandante del puerto, general P. H. Sheridan, que no podía permitirle continuar a la frontera, ya que tenía órdenes de impedírselo, y, como González Ortega se escapó y alcanzó a llegar a las cercanías de Brownsville, un oficial llamado Burton Drew lo aprehendió; mientras tanto, el comandante militar Thomas D. Sedwick, con el pretexto de que necesitaba proteger las vidas y propiedades de los norteamericanos residentes en Matamoros, cruzó la frontera con un buen número de soldados y rápidamente puso en fuga al cacique Canales y entregó la plaza a un subordinado del general juarista Mariano Escobedo. Tiempo más tarde, González Ortega logró burlar la vigilancia y llegar a Zacatecas; pero allí fue aprendido por un ex partidario traidor que se había pasado a las filas del juarismo; lo tuvieron largo tiempo en la cárcel y en 1886 murió, aparentemente loco.

Santa Anna también había viajado a Estados Unidos para gestionar que le entregaran la Presidencia de México, pero Seward vio que ya estaba demasiado viejo y desprestigiado, por lo cual no le hizo ningún caso. Entonces Santa Anna fletó El barco Virginia a fin de que lo reuniera con la multitud de sus partidarios en Veracruz; pero el cónsul norteamericano del puerto maniobró para que el barco U.S.S. Tacony y el inglés H.M.S. Jason impidieran desembarcar al recién llegado y persuadieran al capitán del Virginia de que se lo llevara hasta la Habana.

Con esto y las armas, municiones y oficiales norteamericanos que obtuvieron los liberales, los conservadores fueron derrotados y Juárez pudo instalarse en Palacio Nacional.

Desde entonces los gobiernos mexicanos -liberales todos- han tenido historiadores a sueldo, los cuales han difundido la patraña de que los conservadores eran vendepatrias pero ellos no. Una hazaña parecida realizaron en la antigua URSS otros historiadores a sueldos del gobierno, quienes hicieron creer al pueblo ruso que el "padrecito Stalin" era modelo de buen gobernante.


Otras acciones del nuevo imperialismo yanqui fueron las que se detallan a continuación:

*En 1910, a pesar de que en general había sido buen pupilo del imperialismo yanqui, Porfirio Díaz disgustó al gobierno de Washington porque había tenido demasiados rasgos de independencia, como favorecer a los ingleses en el otorgamiento de concesiones petroleras y sobre todo, porque ya contaba 80 años de edad y se negaba a dejar la Presidencia a alguien que mostrara capacidad para proteger los intereses de los inversionistas extranjeros. Como resultado permitieron que Francisco I. Madero preparara y proclamara su revolución desde Texas.

*En 1913, porque Madero se mostró reacio a satisfacer las exigencias del imperialismo yanqui, el embajador norteamericano prestó su residencia para que en ella se reunieran los generales traidores Victoriano Huerta y Félix Díaz y allí mismo firmaran el pacto que condujo al derrocamiento de Madero.

*En 1914 el ejército norteamericano, que había ocupado Veracruz para evitar que Victoriano Huerta -el cual había acabado por desagradar a los imperialistas- recibiera armas de Europa, evacuó el puerto para permitir que se refugiara allí Venustiano Carranza, a quien perseguían las fuerzas del rebelde Pancho Villa. Como Carranza no quiso agradecer el favor, en 1920 Los rebeldes sonorenses acaudillados por Álvaro Obregón tuvieron toda clase de facilidades para abastecerse de pertrechos militares en Estados Unidos y emprender una revuelta que terminó con el asesinato de Carranza.

*En 1916 Pancho Villa cayó sorpresivamente sobre el pueblecillo de Columbus, Nuevo México, y saqueo las casas y asesinó a muchos norteamericanos pacíficos, en un criminal intento por forzar a Estados Unidos a declarar la guerra a Carranza. Poco después entraron a México 10,000 soldados norteamericanos de una expedición punitiva jefaturada por el general John J. Pershing, los cuales pasaron un año en Chihuahua sin lograr siquiera tomar contacto con el buscado Villa. Esto demostró lo peligroso que puede ser enfrentarse a las guerrillas mexicanas en vez de operar a través de los gobernantes; y desprestigió, quizás para siempre, a Los partidarios del imperialismo territorial, como el famoso magnate periodístico William R. Hearst, quien en aquel tiempo todavía clamaba por la absorción total de México.

*En 1922 el presidente Álvaro Obregón, quien tenía en el gobierno varios elementos que le aconsejaban negarse a pagar las indemnizaciones por daños y perjuicios causados por la revolución a ciudadanos norteamericanos y, de ribete, extorsionar a las empresas petroleras con la amenaza de la expropiación, fue obligado a firmar los llamados Tratados de Bucareli, en los que concedió con creces todo lo que le exigieron desde Washington. (Pero no es cierto, como dicen algunos desorientados, que se haya comprometido en una cláusula secreta a no fabricar en México aviones, barcos de guerra y motores de explosión: esto equivaldría a que en 1995 se pretendiera prohibir a México la fabricación de productos como máquinas para viajar en el tiempo.)

*En 1938 el embajador norteamericano Josephus Daniels brindó públicamente con Lázaro Cárdenas por el éxito de la expropiación petrolera. Los cardenistas juran que éste fue sólo un gesto amistoso de los que suelen tener, de vez en cuando, los yanquis. Rechazan que el brindis haya tenido relación con el interés demostrado tradicionalmente por los partidarios de la Doctrina Monroe de sacar a los ingleses de México, sabedores de que, a fin de cuentas, el petróleo mexicano quedaría siempre a su disposición y al precio que ellos fijaran, aunque lo extrajera PEMEX.


Lo peliagudo de luchar contra el imperialismo yanqui es que no funciona a la manera tradicional, por medio de ejércitos de ocupación, pues éstos, con algunos hechos heroicos, podrían ser expulsados del país.

Hoy día, el gran poder del imperialismo descansa en la deuda exterior, que de mínima en 1970 ascendió a 100,000 millones de dólares en 1982 y ahora alcanza 140,000 millones.

Los países endeudados catastróficamente no pueden tener soberanía. En este aspecto, Salinas fue tan responsable del sometimiento de México al imperialismo yanqui como otros presidentes, pero no más.

Japón es el único país que ha logrado defenderse con gran éxito del imperialismo yanqui. En 1853 el comodoro Mathew G. Perry (quien por cierto había comandado la fuerza naval que ocupara Veracruz cinco años antes) desafió la prohibición de navegar en aguas japonesas y penetró con cuatro poderosos barcos a la bahía de Yedo (Tokio) para dejar un ultimátum: Japón tenía un plazo de doce meses para renunciar a su política aislacionista y permitir que los barcos extranjeros usaran los puertos japoneses con fines comerciales. Tras reflexionar que ellos no contaban con barcos de vapor ni cañones como los yanquis, los gobernantes japoneses se resignaron a "tolerar lo intolerable" y aceptaron las exigencias de Perry, pero lejos de andarse con lloriqueos, consagraron sus mejores esfuerzos a la tarea de convertir su país en una potencia de primer orden.

El sorpresivo ataque a Pearl Harbor, en 1941, fue considerado como una venganza por la extorsión de Perry.

En 1945, después de librar la II Guerra Mundial, Japón se rindió incondicionalmente al general Douglas MacArthur. Hiroshima y Nagasaki habían sido arrasadas por bombas atómicas, todo el país estaba en ruinas y la población padecía hambre y frío, pero ni siquiera entonces cayeron los japoneses en la autocompasión y en atribuir todas sus desgracias a los yanquis. Calladamente se pusieron a trabajar hasta que asombraron al mundo con sus progresos industriales y ahora nadie puede decir que sean satélites de ningún imperialismo.

Carlos Salinas de Gortari nunca alentó con su ejemplo a los mexicanos para que imitaran las virtudes cívicas del pueblo japonés, pero de ninguna manera fue un vendepatrias: no se puede vender lo que estaba vendido desde el siglo XIX.


(Tomado de: Ayala Anguiano, Armando - Salinas y su México. Contenido ¡Extra! México de carne y hueso. Segunda parte. Deslinde de culpas. Editorial Contenido, S. A. de C. V. México, D. F., 1995)