Mostrando las entradas con la etiqueta liberales. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta liberales. Mostrar todas las entradas

lunes, 14 de abril de 2025

Suárez y Navarro informa desde Mérida, 1860

 


Suárez y Navarro informa desde Mérida


Mérida, noviembre 17 de 1860 

Excmo. Sr. Presidente de la República 

don Benito Juárez 

Mi señor y amigo que aprecio:


Como adición a última hora de mis dos anteriores, tengo que añadir dos incidentes de bastante gravedad respecto a la cosa pública de este Estado y otro respecto a mi viaje. 

Sea el primero que por comunicaciones llegadas aquí el 10, los capitanes de los indios sublevados han propuesto la paz y aunque ya corría en el público esta especie, yo no quise decir a usted nada en mi carta del 12 hasta no saber auténticamente el hecho; la tira adjunta instruirá a usted de lo sucedido. Creo que usted lo recibirá de oficio así como en el expediente instruido en Campeche sobre los indios cogidos en Sisal; por esto no me extiendo en dar pormenores sobre ambos acontecimientos. 

Parecía que la guerra entre Campeche y Mérida no se efectuaría; pero nuevos incidentes me hacen creer que se realizará esta guerra que juzgo desastrosa para ambas partes. Parece que Campeche ha ministrado armas, gente y dinero a un Sr. Vargas, el cual ha reunido 400 según unos, o 500 según otros, y ha ocupado el Partido de Maxcanú (a) 12 leguas de aquí y que viene sobre esta ciudad. Probablemente dentro de pocos días sucederá algo que complique más los males de este infeliz país. 

Parece que la desgracia me fuerza a hacer alto aquí y no irme, como lo deseaba, en el regreso del vapor. 

Vea usted la carta adjunta y juzgue usted si tendré medios para moverme y recursos con qué vivir; estoy, pues, lleno de miseria porque la paga que recibí en septiembre, me ha sido insuficiente para pagar lo que he consumido en seis meses que hace estoy viviendo de prestado. 

Si usted no ordena que conmigo no habrá la orden que se cita, estoy en la incapacidad de hacer nada; por esto, aquí espero las ulteriores órdenes de usted.

Soy con el mayor afecto su servidor q. b. s. m.

Juan Suárez y Navarro 


P. D. Al pegar mi carta, sé que Sisal ha sido ocupado por las tropas de Campeche y que tropas de Maxcanú avanzan. Creo que sería bueno el que usted se decidiera a nombrar una comisión que mediase y pusiera término a los males que preveo y que veo indudables.


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

jueves, 6 de marzo de 2025

Juárez acelera las operaciones sobre México, 1860

 


Juárez desea se aceleren las operaciones sobre la ciudad de México, 1860 


Teúl, noviembre 13 de 1860.

Excmo. Sr. don Manuel Doblado.

Guanajuato 

Muy señor mío y amigo:

Acabando de recibir la apreciable suya ha llegado también un extraordinario de Guadalajara que trajo varias noticias importantes para todos los jefes que actualmente figuran en beneficio de la actual revolución, una de ellas alarmante por las complicaciones que pueden resultar por el negocio de la ocupación de la conducta de platas y otras muy favorables respecto al giro -que la unidad y energía de los jefes han sabido mostrar- para salvar circunstancias muy críticas, cuyo curso habría desnaturalizado en totalidad los trofeos que nuestro partido ha conseguido por la unidad del Ejército Federal. Las primeras se refieren a que si no se indemnizan las sumas extranjeras de la conducta que se tomó, hay un conflicto, porque sabe que circula la noticia de una junta de Ministros extranjeros en Jalapa para tomar el partido que crean más ventajoso y será probablemente el apoderarse de los puertos de nuestra República. 

El señor Juárez, para evitar tal conflicto, quiere que se aceleren las operaciones de guerra sobre México y que, concluyendo pronto, pueda irse el grueso del Ejército Federal a impedir el golpe que se prepara; también hace una excitativa para impedir en lo moral tal golpe y ésta se refiere a que cada Gobernador se comprometa a satisfacer proporcionalmente al poder monetario de su Estado, un contingente que permita y sea susceptible de indemnizar en compañía las cantidades sustraídas y los daños y perjuicios a que la reclamación de dichos caudales pueda dar lugar. 

Las segundas consisten en que el Excmo. Sr. don Santos (Degollado) quiere sustraerse al ridículo que ha caído sobre él, así como también la censura que ante el Gobierno General y ante la Nación toda, se ha contraído por la ocupación de la conducta como por su malhadado plan que seguramente viene a complicar un tanto la situación; el tal modo consistió en un pronunciamiento que iba a efectuar mandando a Zaragoza, sin tener ya facultades para ello, que toda la fuerza la pusiera a las órdenes del Sr. (López) Uraga, a quien confería sus omnívoras facultades y le hacía observaciones muy exageradas con respecto a personas que si bien deben pagar con sus intereses, había de ser más bien por un conducto adecuado. Usted adivinará el resto, pues no se pueden encomendar a la pluma, cosas que por un extravío puedan interpretarse desfavorablemente. La persona contra que se procedía es Muñoz Ledo, a quien se debían intervenir sus bienes todos, para indemnizar los perjuicios ocasionados…

El Sr. Zaragoza desconoció el mandato de don Santos y respondió a Uraga dignamente lo mismo que a Mirabete, ayudante de don Santos, que venía de orden superior a encargarse de la comisaría. Todos estos golpes, dados en falso, lo han desconcertado a tal grado que no es posible sea capaz de aventurar nada nuevo. 

Se dice vagamente que (López) Uraga estaba en el complot dirigido desde que sé yo qué punto, creo que de México. 

Dos comunicaciones llegaron a la vez para las destitución de don Santos, una por la ocupación de la conducta, otra por el plan Mathew-Degollado. Todo esto es demasiado serio para verlo como un acontecimiento muy pasajero que sea superficial. 

Además ha llegado Francisco Cendejas, como comisionado del Sr. Juárez hacia González Ortega; no sé aún su comisión porque no quiso venir acá. Todo esto lo debe usted saber porque sus agentes son siempre mejores, pero lo informo yo por si usted no tuviere conocimiento de esto.

Muy de la aprobación del señor (González) Ortega ha sido la ejecución del pobre Patrón y desea que si Andrade está en igual caso se le aplique la ley. 

Hágame usted favor de saludar a Doloritas, a mi familia, la de Siliceo, a Prieto, etc. y, agradeciéndole y aceptando sus ofrecimientos, soy de usted su s. s.

José G. Lobato


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

martes, 7 de enero de 2025

Proclama de Ignacio Zaragoza a las fuerzas constitucionalistas, 1860

 


Proclama del Gral. Ignacio Zaragoza a las fuerzas constitucionalistas, 1860 


Compañeros:

Con el heroico combate del día 29 del mes anterior (y) la feliz jornada del 1° del presente [se refiere al asalto a Guadalajara y al combate de Zapotlanejo] habéis dado muerte a las últimas esperanzas de la reacción. La traición de Tacubaya queda vencida; los derechos del pueblo quedan garantizados.

Franco tenéis el paso hacia la Capital de la República: sus puertas se os abrirán y si vuestros enemigos, ciegos por sus crímenes, aún hicieren un esfuerzo para oponer resistencia, con otro combate arrancaréis de sus manos las cadenas allí forjadas para oprimir al pueblo mexicano. 

Soldados: paz quieren los habitantes de la República y la paz ha sido conquistada por vuestro valor. Después será necesario consolidarla: tal vez la Patria os volverá a exigir vuestros servicios. Si entonces, como ahora, los prestáis con el mismo entusiasmo, castigaréis a los revoltosos y jamás desaparecerán de nuestro suelo las instituciones republicanas y las bases consignadas en el Código Constitucional de 1857. 

Estad preparados para la última jornada: en ella seréis conducido siempre a la victoria, por vuestro jefe, el activo demócrata que en Peñuelas y Silao arrancó para su frente, en beneficio social, un laurel a la fortuna. Entretanto, recibid las felicitaciones de la Patria: ella saluda a los guerreros que le han dado vida cuando estaba amenazada su nacionalidad: os reconoce por sus buenos hijos y yo recordaré con orgullo que tuve el honor de mandar el ejército de operaciones en los días felices de sus más gloriosos triunfos. 


Guadalajara, noviembre 4 de 1860.

Ignacio Zaragoza


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

jueves, 20 de junio de 2024

10 batallas decisivas en México (V)



10 batallas decisivas en la historia de México [V]


Luis A. Salmerón Sanginés


(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)

5

Batalla de Calpulalpan

22 de diciembre de 1860

Ese día se enfrentaron en las cercanías de Calpulalpan (hoy en Jilotepec, Estado de México) los ejércitos de los partidos liberal y conservador en lo que sería la última batalla de la Guerra de Reforma (1858-1860).

En la primera etapa del conflicto la balanza parecía inclinarse a favor de los conservadores, quienes contaban con el apoyo de la mayoría del ejército formal, pero poco a poco la tendencia fue revirtiéndose hasta que en Calpulalpan el partido conservador se jugó la última carta con su mejor general, Miguel Miramón, al mando de ocho mil soldados, treinta cañones y algunos de los oficiales más experimentados como Leonardo Márquez o Miguel Negrete.

Por su parte, los liberales contaban con once mil hombres, aunque poco menos de la mitad de cañones que los conservadores; su general en jefe, Jesús González Ortega, contaba con oficiales como Ignacio Zaragoza y Leandro Valle. Su ejército estaba formado por las guerrillas republicanas que se habían levantado contra el golpe de Estado tres años atrás y, pese a no tener en su mayoría educación militar, eran soldados curtidos en los campos de batalla.

El combate inició a las ocho de la mañana con la ventaja inicial de los conservadores que, tomando la iniciativa y aprovechando la superioridad de su artillería, atacaron el ala izquierda liberal, pero dos horas después la superioridad numérica del bando enemigo y una serie de movimientos estratégicos para envolver a los conservadores por la retaguardia decidieron la victoria liberal. El ejército conservador quedó completamente destrozado.

Tres días después de la batalla, en la Navidad de 1860, González Ortega entró a la capital al frente de treinta mil soldados, marcando el triunfo liberal en la Guerra de Reforma. Así el Estado laico y republicano se afirmó en la historia mexicana al someter a las poderosas corporaciones que influían decisivamente en el rumbo del país: la Iglesia y el Ejército.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)

jueves, 13 de junio de 2024

Yucatán a mediados del siglo XIX


Antecedentes: Yucatán a mediados del siglo XIX

Una historia muy particular 

[...]

A la llegada de los españoles, la península no sólo no contaba con un poder centralizador como el resto de México, sino que estaba dividida en 16 cacicazgos en lucha unos con otros, lo cual constituyó durante décadas un reto memorable para conquistadores, colonizadores y misioneros. Durante la etapa colonial, Yucatán no constituyó realmente parte del virreinato de Nueva España, sino que su capitán general y gobernador dependía, en lo político, del virrey en lo militar, del rey, y de la Real Audiencia para las cuestiones judiciales. Dicho capitán general era nombrado directamente por la corona y en los casos de un interino por el virrey. Bajo su autoridad estaban los alcaldes mayores y los tenientes de rey, como el que administraba el puerto de Campeche. En el siglo XIX y a raíz de las reformas borbónicas, el capitán general fue sustituido por un intendente con poderes casi absolutos en los ámbitos político, administrativo, judicial y militar. En los inicios del XIX, Yucatán era una intendencia con capital en Mérida, que comprendía las Islas y la alcaldía mayor de Tabasco.

Como ya mencionamos, la península ni siquiera tenía una continuidad territorial con Nueva España. No existía tampoco una similitud cultural en cuanto al grupo indígena que habitaba la península y que era el maya. En general, tenía lazos económicos más fuertes con Cuba que con México y, por lo mismo, mayores y más fuertes lazos sociales y de comunicación. Desde 1814, Yucatán era la única provincia que podía comerciar libremente con otras naciones, incluyendo a otras colonias españolas. Tenía sus propias tropas y navíos de guerra, así como un arancel de aduanas muy favorable, o sea, menor del que pagaban las provincias de Nueva España (15% por mercancías extranjeras y 9% por mercancías cubanas). Es importante recordar todas estas particularidades de Yucatán en los albores del siglo XIX, por la relevancia que más tarde tendrán en sus tendencias políticas y en sus relaciones con el centro de México.

la independencia de México es el mejor ejemplo de un proceso histórico regional, ya que la lucha se concentró en el Bajío, el centro del país y la tierra caliente, y no tocó a Yucatán más que cuando ya había realmente terminado. El triunfo de los grupos de poder criollos realizas encontró un eco favorable en la sociedad yucateca, que se había mantenido conservadoramente al margen del conflicto, y ello se explica por las características tan particulares que tenía Yucatán A fines de la etapa colonial, y que ya mencionamos brevemente.

Resulta interesante conocer la opinión de Juan Suárez y Navarro quien, en 1861, realizó para el presidente Juárez una extensa investigación acerca del acontecer en Yucatán, del por qué de sus particularidades, de las rencillas entre Mérida y Campeche y del estado que guardaba el comercio de esclavos mayas a Cuba. Entre otras cosas, comenta lo siguiente:


Permaneciendo los habitantes de aquel suelo enteramente extraños a la gran lucha iniciada en 1810 hasta 1821, por un acto libre y espontáneo, también calculado como necesario, Yucatán se adhirió al gran todo de la nación, y en aquella época, y muchos años después, fue atendido y considerado por el gobierno nacional. La especie de independencia de que Yucatán disfrutó bajo el gobierno de los virreyes, favoreció el que desde muy temprano se aclimatasen allí las doctrinas y los principios liberales, y no por otro motivo cuando en 1823 fue derrocado el imperio fugaz de Iturbide, el gobierno de la península siguió el impulso de la nación, ratificando el pacto de unión a ella como el más seguro medio de su futuro bienestar.


El país emergió de largo proceso independentista en medio de una gran euforia que no correspondía a una realidad que hablaba a gritos de escasez de recursos, baja demografía, total desorganización social y política, estancamiento del comercio de ultramar, fuga de capitales y deuda externa. Los criollos triunfantes, con Iturbide a la cabeza, se propusieron de inmediato gobernar a México mediante una monarquía constitucional que al poco tiempo fracasó; y así, en 1821, se abre el debate nacional acerca de la naturaleza del gobierno que más le convenía al país, debate que llegó a convertirse en guerra civil y que determinaría el desarrollo de México en esa etapa.

A riesgo de simplificar pavorosamente el acontecer para abreviar en lo posible esta semblanza introductoria y ubicar a Yucatán en los inicios del siglo XIX, diremos que la gran escisión política a nivel nacional se dio entre el grupo de los liberales y el de los conservadores. Estos últimos en general continuaron durante varias décadas favoreciendo al régimen monárquico como el mejor para el país, mientras que los liberales, partidarios del republicanismo, se dividieron a su vez, en dos facciones: los federalistas y los centralistas. Los primeros partidos políticos del país emanados de las logias masónicas en pugna pronto se identificaron con estas tendencias: los yorkinos eran federalistas, mientras que los escoceses optaron por el centralismo.

A partir de 1812, los grupos políticos yucatecos reflejaron el acontecer político nacional con particularidades propias: los sanjuanistas, una curiosa mezcla de liberales católicos, apoyaron resueltamente los cambios propugnados por la constitución de Cádiz. Su lucha se centró en lograr una serie de reformas sociales desde el punto de vista cristiano, que incluían el rescate de la población maya. Paralelamente, el grupo de los liberales compuesto por criollos y mestizos anticlericales, sostenía que el modelo político y económico a seguir era el de Estados Unidos, y de acuerdo con estas ideas, los mayas les parecían un obstáculo en el progreso de la península. Un tercer grupo era el de los rutineros, al que pertenecían las autoridades políticas, el alto clero y numerosos hacendados, todos ellos monárquicos recalcitrantes interesados en mantener el statu quo y continuar dominando y utilizando a los mayas.

Para 1818, los sanjuanistas habían dado lugar a la llamada Confederación Patriótica, a la cual se sumaron también varios liberales y rutineros. Esta agrupación, que no comulgaba con los ideales insurgentes de Independencia, apoyó nuevamente la Constitución de Cádiz y el establecimiento de una monarquía constitucional. Al mismo tiempo, el grupo liberal se empezó a identificar con la logia yorkina, a la cual se sumaron varios sanjuanistas y también rutineros. Los pocos rutineros que permanecieron como tales se convirtieron en un reducido grupo de conservadores monárquicos. Para 1823, este panorama de tendencias y alianzas políticas había evolucionado hasta incluir a tres grupos: la Liga, producto de la unión de la Confederación Patriótica y otros grupos menores, la Camarilla, emanada de la logia yorkina, y el partido liberal como tal. Tanto la Liga como la Camarilla se habían olvidado por completo de la reivindicación de los mayas y sus miembros eran todos republicanos federalistas y liberales; la única diferencia era que los partidarios de la Liga eran católicos y los de la Camarilla, anticlericales. Por su lado, el partido liberal yucateco imprimió un nuevo sello al panorama político de la península -que era el de un republicanismo federalista liberal- al irse polarizando entre Mérida y Campeche. Como bien dice Suárez y Navarro:


Los principios políticos jamás han estado en discusión en la Península; la clase inteligente nunca ha entrado en lucha por esas o las otras teorías de gobierno, porque evidentemente en ningún estado de la Confederación han existido tan de tan antiguo los principios liberales y republicanos como en aquel suelo privilegiado. Las leyes más importantes de reforma que la nación ha sostenido por medio de una lucha sangrienta, estaban ejecutoriadas en Yucatán desde el año de 1782, puesto que bajo el gobierno del obispo Piña se verificó la desamortización de bienes eclesiásticos... el origen de las vicisitudes políticas de aquel país no ha sido la mayor o menor resistencia que hayan podido hacer las clases menos ilustradas ni los intereses de las corporaciones que en el resto de la República han pugnado abiertamente contra las tendencias del siglo... la lucha política en Yucatán se circunscribe a intereses puramente personales…


De esta forma, la lucha política en Yucatán adquirió características muy particulares, pues dependió de los intereses económicos, básicamente comerciales, de estas dos entidades, las cuales eran federalistas separatistas o federalistas prounión con México, según les conviniera. En lo único en lo que siempre estuvieron de acuerdo fue una rotunda negativa al centralismo que implicaba una intervención directa del gobierno mexicano en los asuntos yucatecos. De los intentos centralistas por controlar y doblegar a la península emanan todos los problemas que se generaron entre Yucatán y México, como lo afirmaría cualquier yucateco que se precie de serlo. No obstante, también Yucatán jugó con fuego en momentos cruciales para el país, parapetándose detrás de una pretendida neutralidad y alimentando el fuego de la lucha política interna con funestas consecuencias.


(Tomado de: Careaga Viliesid, Lorena - De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, Distrito Federal, 2000)

jueves, 7 de septiembre de 2023

Juan de Dios Arias

 

Juan de Dios Arias

1828-1886

Periodista, militar y poeta poblano que nació en 1828. Desde adolescente se ganó la vida por medio de ocupaciones mercantiles, las cuales no le privaron de escribir artículos llenos de ingenio e ironía. Ocupó uno de los primeros puestos en el periodismo mexicano al iniciarse en 1844, escribiendo para El Centinela y otros periódicos liberales. En 1856 publicó el periódico satírico La Pata de Cabra. Luego colaboró en La Orquesta y en La Sombra. Su participación en la política como liberal lo llevó a ocupar una curul como diputado varias veces, incluso en el Congreso Constituyente de 1856-1857.

Ingresó al ejército y alcanzó el grado de coronel. En la campaña contra los franceses fue secretario del general Mariano Escobedo durante el sitio de Querétaro. Sirvió en los cargos de oficial mayor de la Secretaría de Relaciones y desempeñó la Secretaría de la Legación Mexicana en los Estados Unidos. Después fue subsecretario de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Escribió la Reseña Histórica del Ejército del Norte durante la Intervención Francesa, publicada en México en 1867. Colaboró en la magna obra México a Través de los Siglos. Murió en la Ciudad de México. 


(Tomado de: de Lara, María Eugenia, y Amparo Gómez Tepexicoapan - Liberales mexicanos del siglo XIX. Álbum fotográfico. Varía Gráfica y Comunicación, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 22 de junio de 2023

José María Arteaga

 


José María Arteaga 

1833-1865

Aguascalientes fue la cuna de José María Arteaga. Aunque algunas fuentes refieren que nació en la Ciudad de México y que aún siendo niño fue llevado a la capital hidrocálida donde hizo algunos estudios. En 1848 se trasladó a San Luis Potosí y sentó plaza de soldado. Ingresó en la carrera militar en 1852, alcanzó el grado de sargento y al año siguiente el de capitán. En 1854 marchó hacia el sur bajo las órdenes de Zuloaga, de tal manera que comenzó sirviendo en las filas conservadoras pero sus convicciones le llevaron al bando liberal desde 1855, después de la capitulación de Nuzco entre santanistas y partidarios del Plan de Ayutla. Ascendió a Comandante de Batallón. En Uruapan, con el grado de mayor y bajo las órdenes de Comonfort, intervino en la lucha de Jalisco y Colima; ascendió a coronel y se convirtió en gobernador de Querétaro.

Durante la Guerra de Reforma alcanzó el grado de capitán de brigada, combatiendo contra los conservadores. Realizó la campaña de Michoacán. Al terminar la lucha civil fue nombrado de nuevo gobernador de Querétaro, cargo que dejó para combatir a los franceses. Intervino militarmente en Barranca Seca y en Acultzingo, y fue herido en esta última batalla por lo cual se retiró algún tiempo a Morelia. Se reincorporó a la lucha; en 1864 se le nombró gobernador de Jalisco y tomó el mando de una División del Ejército del Centro. Ascendió a general de División por sus méritos contra los invasores y realizó con gran valor la campaña de Michoacán. Fue hecho prisionero por las fuerzas de Méndez en el pueblo de Santa Ana Amatlán. Merece ser conocida la carta que Arteaga escribió a su madre momentos antes de morir: "Hoy -dice- he caído prisionero y mañana seré fusilado. Muero a los treinta y tres años de edad. En hora tan suprema es mi consuelo legar a mi familia un nombre sin tacha. Mi único crimen consiste en haber peleado por la Independencia de mi país. Por esto me fusilan. Pero el patíbulo, madre mía, no infama, no al militar que cumple con su deber y con su Patria". Fue fusilado en Uruapan Michoacán el 21 de octubre de 1865.


(Tomado de: de Lara, María Eugenia, y Amparo Gómez Tepexicoapan - Liberales mexicanos del siglo XIX. Álbum fotográfico. Varia Gráfica y Comunicación, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

lunes, 14 de febrero de 2022

Epitacio Huerta

 


51

Epitacio Huerta (1827-1904)

"Era mi deber defender la Patria y la causa santa de sus leyes; y así lo hice -escribiría en sus memorias-. Era mi deber preferir, en el destierro, el hambre a la deshonra, el dolor a la ignominia; y con dignidad, y aún con placer, los preferí".El general había luchado contra el mejor ejército del mundo, el francés, y había sido derrotado. El castigo que tuvo que pagar por la defensa heroica de su patria fue muy caro. Y aún así, lo enfrentó con estoico carácter.

Epitacio Huerta era un reconocido militar que había entrado a la lucha ideológica durante la Revolución de Ayutla. Peleó contra Antonio López de Santa Anna en Jalisco y Michoacán, en donde estableció, con éxito, su centro de operaciones. Fue por ello nombrado comandante militar y gobernador de Michoacán. Las ideas liberales le convencían y peleó contra los conservadores en la Guerra de Reforma. Sin embargo, su mayor enemigo habría de provenir del exterior. Al inicio de la Intervención Francesa, habían pocos militares más decididos a desterrar a los invasores que Epitacio Huerta.

Estuvo en varias de las batallas más importantes de la época; sin embargo, la que habría de marcar su vida para siempre sería el sitio de Puebla de 1863. Tras varios meses de sacrificio y coraje, cayó la plaza, y lo aprehendieron. Se le ofreció un indulto a cambio de dejar las armas, lo cual rechazó tajantemente. Su castigo sería el exilio en Francia. Huerta era tan sólo uno de varios militares que no pudieron escapar en el camino de sus captores y que el 23 de julio fueron conducidos al país europeo.

En Francia, los prisioneros fueron intimidados en varias ocasiones para firmar un documento de sumisión al imperio francés. De los más de 500 soldados que llegaron al país galo, sólo 123 se negaron a firmarlo. Por supuesto, Epitacio Huerta, quien era el jefe de los prisioneros, estaba entre ellos. Por un año pasaron penas y humillaciones. No contaban con recursos para subsistir más que los que enviaban algunos mexicanos. Fue entonces cuando recibió la noticia que los prisioneros podían salir con libertad de Francia. El gobierno de Napoleón III, sin embargo, sólo pagaría el transporte a los que habían firmado la hoja de sumisión.

Huerta, desde ese momento, buscó por todo París los medios para pagar el transporte de sus compañeros leales a su patria. Para el 11 de julio, los recursos no eran suficientes. El gobierno francés decidió que, de no salir en las siguientes 24 horas, los combatientes mexicanos serían reducidos a prisión. Huerta decidió que viajaran a España. Sin embargo, el camino hacia la patria se veía aún lejano.

Pidió recursos a todo el mundo. Solicitó auxilio de los hombres más acaudalados de México, la mayoría de quienes, temerosos del castigo de los franceses, dieron poco o nada. Los alimentos comenzaron a escasear a los prisioneros en libertad.

El año de 1864 transcurrió sin que se viera una solución próxima al problema. Por si fuera poco los prisioneros comenzaron, además, a tener problemas con algunos prestamistas a quienes habían pedido dinero para comer. Aunque la desesperación hacía presa de los mexicanos, Huerta siempre mantuvo ecuanimidad y liderazgo para resolver los problemas conforme se iban presentando. Sin embargo, su frustración por no ver llegar la ayuda, a pesar de poner su nombre como promesa de pago o sus propias tierras a la venta, fue creciendo conforme se acercaba diciembre.

En los primeros meses de 1865 olvidó toda posibilidad de que los recursos oficiales auxiliaran a los leales mexicanos. Contactó entonces a uno de sus socios en México, Manuel Terreros, quien pronto aceptó donar la mitad de los gastos. El propio Huerta, de su bolsillo y de algunos donativos de otros mexicanos, puso el dinero restante. El 26 de febrero Huerta les decía a los prisioneros: "Partid al suelo patrio, buscad en el campo del honor nuevas glorias, sostened con bravura el pabellón nacional". Los prisioneros salieron de Europa el 27 de febrero siguiente. La misión más complicada y patriota de Huerta había sido cumplida.

Hubiera sido más sencillo firmar el documento de sumisión. Los traidores a la patria llegaron al país al poco tiempo de su firma; pero pisaron suelo mexicano deshonrados. Huerta y los demás oficiales prefirieron el hambre a la deshonra.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 



jueves, 11 de noviembre de 2021

Juan A. Mateos

 


59

Juan A. Mateos (1831-1913)

Guardaba cada batalla en su memoria o en los papeles sueltos en donde siempre escribía algún comentario o recuerdo que no quería se perdiera con el tiempo. En el campo de guerra se batía como si el fuego y el coraje dieran sentido a su vida. Pero el capitalino Juan Antonio Mateos era mucho más. Aquel 1854 había interrumpido su carrera de Leyes en el Colegio San Juan de Letrán de la Ciudad de México para luchar a favor de sus ideas liberales. El deber le había llamado a las armas, pero estaba seguro de que regresaría a la senda del conocimiento.

Así lo hizo en el momento en que la guerra se intensificaba. Aunque su participación en los campos liberales había sido trascendental, el destino le tenía marcadas nuevas y más importantes tareas. No por ello dejó de participar en grandes batallas, más aún después de enterarse de que su hermano Manuel había sido fusilado por órdenes del general conservador Márquez. Mateos no encontró consuelo hasta terminada la Guerra de Reforma, cuando por fin tuvo tiempo de escribir lo que había vivido como combatiente.

Sin embargo, aquella tranquilidad le duraría poco, pues la Intervención Francesa lo obligó a enfrentar a un nuevo enemigo. Esta vez su trinchera sería las de las letras. Por medio de varios artículos atacó la ocupación francesa y al llamado Segundo Imperio. Fue por uno de sus artículos, publicado en La Orquesta, que Mateos fue encarcelado.

La prisión no lo hizo cambiar de ideas. Una vez en libertad, volvió al ataque, esta vez criticando duramente el proyecto de colonización de Sonora. Ésta vez su castigo fue el destierro en San Juan de Ulúa y, meses más tarde, en Yucatán. Fue entonces que Mateos decidió volver a las armas. Con algo de fortuna logró ponerse a las órdenes de Porfirio Díaz, a cuyo lado luchó exitosamente en contra de las tropas invasoras. Mateos fue testigo y partícipe de la derrota final del imperio de Maximiliano y vio al poder republicano y progresista, en la figura de Benito Juárez, tomar las riendas del país. El capitalino no podía más que enorgullecerse de ello.

No descansó y siguió escribiendo, contando sus recuerdos de lo que había sucedido en el país y dejando crónicas fidedignas para la posteridad. Juárez le reconoció su aporte nombrándolo ministro de la Suprema Corte de Justicia. El abogado fue además diputado y director de la Biblioteca del Congreso, pero fue el soldado y el escritor el que ha pasado para siempre a la historia.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Nicolás Romero

 


56

Nicolás Romero (1827-1865)

Fue un jinete excepcional. Recorría las veredas de los estados de México, Michoacán y Guerrero cual si hubiera nacido guerrillero. Su instinto le ayudaba a desaparecer cuando no quería ser visto y a atacar cuando nadie lo esperaba. Era una calamidad para el enemigo, que veía burlados todos sus intentos para capturarlo. El hidalguense jamás recibió instrucción militar, y sin embargo las tropas del mejor ejército del mundo se vieron incapaces de frenar las escaramuzas de Nicolás Romero, "El león de las montañas".

Sus manos estaban hechas para el trabajo duro. Su jornada laboral comenzaba muy temprano y terminaba tarde. Así es la vida de quienes tienen que trabajar para mantener a sus familias día con día. Desde joven tuvo la oportunidad de trabajar en la pujante industria textil que se desarrollaba en la Ciudad de México. Como textilero, gozó de cierta tranquilidad económica, aun y cuando no pudo ascender dentro de las clases sociales. Nicolás Romero luchaba por vivir al día. En varias ocasiones, de acuerdo con las ondulaciones de la economía nacional, cambiaba de empresa. Llegó incluso a trabajar en fábricas en el entonces lejano poblado de Tlalpan. En otras se dedicaba a la agricultura. Así que cuando tuvo la oportunidad de servir a su patria, con la fortaleza de los justos, no dudó en hacerse a las armas.

Sus ideales eran republicanos y patriotas. No contaba con experiencia en las armas cuando se unió al grupo de Aureliano Rivera durante la Guerra de Reforma. Fue ahí donde aprendió la táctica y estrategia de la guerra de guerrillas. Sus operaciones tuvieron gran éxito y fueron de mucha importancia para la causa liberal. Con esa experiencia, Romero comenzó a forjarse como hombre, como guerrillero y héroe.

Cuando supo que un invasor extranjero pretendía controlar el país, no dudó en enfrentarlo. De inmediato se unió a las tropas de Vicente Riva Palacio y a su lado participó en las campañas de Michoacán, Guerrero, Querétaro y el Estado de México. Una y otra vez consiguió sorprender a las tropas francesas. Muy pronto, Romero se convirtió en uno de los enemigos más peligrosos del imperio de Maximiliano de Habsburgo.

Los franceses lo buscaron exhaustivamente. Durante días y meses siguieron su huella sin poderlo capturar, hasta aquel fatídico día en que se enfrentó al ejército imperial en la cañada de Papanzidán, en el estado de Michoacán. Después de una fuerte batida, Romero fue hecho prisionero y conducido a la Ciudad de México en donde se le juzgó. La sentencia era de todos conocida y fue fusilado el 11 de marzo de 1865 en la plazuela de Mixcalco.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Francisco Zarco

 


54

Francisco Zarco (1829-1869)

"Del favor de la providencia y del patriotismo de los mexicanos, esperamos que al verse libres del yugo que los oprimía, sepan con cordura y con decisión salvar a su patria y acentuarse sobre bases sólidas la libertad", escribió al triunfo de la Revolución de Ayutla en el periódico En Siglo XIX, del cual  era editor. Tenía 26 años y era ya considerado una de las plumas más certeras de todo el país.

Su historia era admirable. Nacido en Durango, apenas había contado con algunos estudios durante su juventud en la Ciudad de México. Sin embargo, Francisco Zarco era un aguerrido autodidacta. Su memoria impactaba a quienes lo conocían y poseía un talento para los idiomas y las letras.

Tan sólo contaba con 14 años cuando entró a la Secretaría de Relaciones Exteriores como traductor -dominaba el inglés, francés e italiano-. Tres años más tarde, su inteligencia y erudición lo impulsaron a la secretaría del Consejo de Gobierno. Unos meses después, fue designado oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Apenas cumplía la mayoría de edad y su carrera política ya era envidiable. Para Zarco, el cielo era el límite.

Pero su verdadera pasión fue siempre el periodismo. Desde muy joven comenzó a escribir en diversos periódicos del país. Creía en las ideas liberales y se convirtió en uno de los principales periodistas políticos de México. No hizo de menos la crónica, pero fue en la columna política donde impuso su estilo combatiente y veraz. Desde las páginas de El Demócrata y El Siglo Diez y Nueve promulgaba el liberalismo. En sus artículos emprendió la lucha contra el centralismo durante la Revolución de Ayutla, y contra el conservadurismo en tiempos de la Guerra de Reforma.

"Demos libertad en todo, para todo y para todos", señalaba Zarco cuando le tocó ser diputado en el Congreso Constituyente de 1856 y 1857. Su participación en la formulación de la Carta Magna resultó fundamental. Defensor de la educación popular, la libertad de prensa y expresión, la igualdad, la democracia y los derechos populares e indígenas, también hubo de sufrir persecución, encarcelamiento y torturas por sus escritos, aunque siempre salió fortalecido de estos trances. No obstante, su salud comenzó a deteriorarse con rapidez.

En los cuarenta años que vivió, Zarco se convirtió en el escritor liberal más importante del país. Su amor por la escritura le llevó a incluso renunciar a grandes puestos políticos. Benito Juárez lo invitó a formar parte de su gabinete en Gobernación y Relaciones Exteriores, pero rechazó ambos puestos para seguir con su labor periodística. El héroe de la pluma liberal murió muy pronto, pero sus escritos siguen siendo base fundamental para entender al México de aquel entonces.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

lunes, 23 de agosto de 2021

Mariano Escobedo

 

 


50

Mariano Escobedo (1826-1902)


Cuando se enteró de la entrada del ejército estadounidense a suelo mexicano, tomó la decisión que habría de dirigir su vida para siempre. Apenas tenía 20 años, pero ya era un jinete ejemplar. Pocos como él conocían los caminos del norte del país. Desde pequeño había ayudado a su padre a llevar ganado por esas veredas. Nunca se imaginó que, al enlistarse como soldado raso para luchar contra la invasión estadounidense, comenzaría a forjar una de las más ilustres carreras militares.

Durante la invasión, participó destacadamente en varias refriegas, pero la que mayor atención le otorgó fue la de la Angostura, donde hasta el ejército enemigo se vio sorprendido por sus hazañas. Escobedo hizo prisioneros a 37 hombres en la acción del Cañón de Santa Rosa. Quienes lo vieron en aquella ocasión supieron que aquel joven tenía un largo y próspero futuro. En especial en un país donde la forma de dirimir desacuerdos ideológicos, políticos, religiosos y sociales era por medio de las armas.

Por conciencia fue liberal. Por ello, durante la Revolución de Ayutla se unió a la lucha contra el régimen santannista. Fue en su ciudad natal, Galeana, donde en 1855 encontró a los hombres que irían con él hacia la libertad. Su paso por el sur de Nuevo León fue exitoso yreplegó a los conservadores hacia Saltillo donde impuso el orden liberal.

Para cuando dio inicio la Guerra de Reforma (1858-1861) entre liberales y conservadores, Escobedo era ya un reconocido militar. Enfrentó en el centro del país a destacados militares, como Miguel Miramón, el azote de los liberales, y venció a la mayoría, incluido este último, en distintas batallas en Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí. Quizá su derrota más sensible fue la que sufrió en Irapuato frente a Adrián Woll.

Pero su fama y heroicidad serían realmente reconocidas durante la Intervención Francesa. Por segunda ocasión, el neoleonés se lanzó en defensa de su patria. Su aplaudida participación en la batalla del 5 de mayo de 1862 le valió el ascenso a general brigadier. Varias fueron las acciones de Escobedo contra los franceses y en todas destacó por su coraje, inteligencia y decisión. Ello le llevó a participar en el sitio de Querétaro en 1867. La toma de esa plaza fue el tiro de gracia al imperio de Maximiliano.

A pesar de haber ocupado en varias ocasiones la gubernatura de Nuevo León y San Luis Potosí, ser ministro de Guerra e incluso diputado, su verdadero legado se encuentra en las batallas que tan destacadamente libró en contra de conservadores y enemigos extranjeros. Su participación en cada una de ellas fue definitiva para el triunfo de unos y derrota de otros. Murió en 1902, ocupando una curul desde la que se oponía al régimen de Porfirio Díaz.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 


jueves, 12 de agosto de 2021

Corrido entrada de Juárez a la ciudad de México 1867

 


De la entrada de Juárez a la ciudad de México

[1867]

Señores escuchen/la bendita nueva:

ya murió el austriaco,/ya ganó el chinaco.

El quince de julio

del año sesenta y siete,

entró don Benito Juárez

triunfante a la capital.


Después de años de fatigas,

la nación lo vio triunfar,

ya fue destruido el francés,

¡que viva la Libertad!


La guerra fue sangrienta,

pues los malos mexicanos,

que se cubrieron de afrenta,

se unieron a los tiranos.


Juárez, Iglesias y Lerdo,

Corona y Riva Palacio,

con inaudito valor

dominaron al traidor.


Y con las tropas mejores

combatieron bravamente,

derrocando a los traidores,

hasta que entró el Presidente.


La revuelta fue tremenda,

la lucha fue desigual,

mas la victoria estupenda

los trajo a la capital.


Don Benito les decía,

en días de tribulación:

-Combatamos con denuedo,

y que viva la nación.


Los soldados aguerridos,

con singular esperanza,

combatían sin vacilar

a los infames traidores.


¡Viva Juárez, mexicanos,

que viva la Libertad,

ya todos somos hermanos,

que viva la capital!


¡Que vivan todos los libres,

vivan los bravos soldados,

que vivan y que revivan,

toditos los mexicanos!


Ya con ésta me despido

de esta bella capital,

aquí se acaba el corrido

del triunfo de la nación.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)

jueves, 24 de junio de 2021

Plan de Ayutla 1854

 


Plan de Ayutla 1854

La dictadura de Santa Anna propició que el viejo insurgente Juan Álvarez, con Florencio Villarreal e Ignacio Comonfort, iniciara una rebelión que alcanzó los propósitos expuestos en el plan que la animaba. Pero más que haber quitado del mapa político a Santa Anna, el Plan de Ayutla fue fundamental para el establecimiento de las instituciones liberales en México. Gracias al gobierno de él emanado se reunió el Congreso Constituyente de 1856-1857, y con él, un cambio radical en la historia de México.


Plan de Ayutla, de 1°. de marzo de 1854


Los jefes, oficiales e individuos de tropa que subscriben, reunidos por citación del señor Coronel don Florencio Villarreal, en el Pueblo de Ayutla, Distrito de Ometepec, del Departamento de Guerrero:

Considerando: 

Que la permanencia de don Antonio Lopez de Santa Anna en el poder es un amago constante para las libertades publicas, puesto, que con el mayor escándalo, bajo su gobierno se han hollado las  garantias individuales que se respetan aún en los países menos civilizados;

Que los mexicanos, tan celosos de su libertad se hallan en el peligro inminente de ser subyugados por la fuerza de un Poder absoluto, ejercido por el hombre a quien tan generosa como deplorablemente confiaron los destinos de la patria;

Que bien distante de corresponder a tan honroso llamamiento, sólo ha venido a oprimir y vejar a los pueblos, recargándolos de contribuciones onerosas sin consideración a la pobreza general, empleándose su producto en gastos superfluos y formar la fortuna, como en otra época, de unos cuantos favoritos;

Que el Plan proclamado en Jalisco y que le abrió las puertas de la República, ha sido falseado en su espíritu y objeto, contrariando el torrente de la opinión, sofocada por la arbitraria restricción  de la imprenta;

Que ha faltado al solemne compromiso que contrajo con la Nación al pisar el suelo patrio, habiendo ofrecido que olvidaría resentimientos personales, y jamásas se entregaría en los brazos de ningún Partido;

Que debiendo conservar la integridad del territorio de la República, ha vendido una parte considerable de ella, sacrificando a nuestros hermanos de la frontera del Norte, que en adelante serán extranjeros en su propia patria, para ser lanzados después, como sucedió a los californios;

Que la Nación no puede continuar por más tiempo sin constituirse de un modo estable y duradero, ni dependiendo su existencia política de la voluntad caprichosa de un solo hombre;

Que las instituciones republicanas son las únicas que convienen al pais  con exclusión absoluta de cualquier otro sistema de Gobierno;

Y por último, atendiendo a que la Independencia nacional se halla amagada, bajo otro aspecto no menos peligroso, por los conatos notorios del partido dominante levantado por el General Santa Anna; 

Usando de los mismos derechos de que usaban  nuestros padres en 1821, para conquistar la libertad, los que subscriben proclaman y protestan sostener hasta morir, si fuere necesario, el siguiente Plan: 

1º. Cesan en el ejercicio del poder público don Antonio López de  Santa Anna y los demas funcionarios que, como él hayan desmerecido la confianza de los pueblos, o se opusieren al  presente Plan.

2º. Cuando éste haya sido adoptado por la mayoría de la Nación, el General en Jefe de las fuerzas que lo sostengan, convocará un representante por cada Estado y Territorio, para que reunidos en el lugar que estime conveniente, elijan al Presidente interino de la República, y le sirvan de consejo durante el corto periodo de su encargo.

3º. El Presidente Interino quedará desde luego investido de amplias facultades para atender a la seguridad de independencia del Territorio Nacional, y a los demás ramos  de la Administración Pública.

4º. En los Estados en que fuere secundado este Plan politico, el Jefe Principal de las Fuerzas adheridas, asociado de siete personas bien conceptuadas, que eligirá el mismo, acordará y promulgará al mes de haberlas reunido, el Estatuto provisional que debe regir en su respectivo Estado o Territorio, sirviéndole de base indispensable para cada Estatuto, que la Nación es y será siempre una sola,  indivisible e independiente.

5º. A los quince días de haber entrado en sus funciones el Precidente interino convocará el Congreso extraordinario conforme a las bases de la ley que fue expedida con igual objeto en el año  de 1841, el cual se ocupe exclusivamente de constituir a la Nación bajo la forma de República representativa popular, y de revisar los actos del Ejecutivo Provisional de que se habla en el art. 2º.

6º. Debiendo ser el Ejército el apoyo del orden y de las garantías sociales, el Gobierno Interino cuidará de conservarlo y atenderlo, cual manda su noble instituto, así como de protejer la  libertad del comercio interior y exterior, expidiendo a la mayor brevedad posible los aranceles que deben observarse, rigiendo entre tanto para las aduanas marítimas el publicado bajo la administración del señor Ceballos.

7º. Cesan desde luego los efectos de las leyes vigentes sobre sorteos y pasaportes y la gabela impuesta a los Pueblos con el nombre de ”Capitación”.

8º. Todo el que se oponga al presente Plan, o que prestare auxilios directos a los poderes que en el se desconocen, será tratado como enemigo de la independencia nacional.

9º. Se invita a los Excmos. señores Generales don Nicolás Bravo, don Juan Álvarez y don Tomás Moreno, para que puestos al frente de  las fuerzas libertadoras que proclaman este plan, sostengan y  lleven a efecto las reformas administrativas que en él se consignan, pudiendo hacerle las modificaciones que crean  convenientes para el bien de la Nación.

Ayutla, marzo 1° de 1854.- El Coronel Florencio Villarreal Comandante en Jefe de las fuerzas reunidas.- Esteban Zambrano, Comandante de Batallón.- José Miguel Indar, Capitán de Granaderos.- Martín Ojendiz, Capitán de Cazadores.- Leandro Rosales, Capitán.- Urbano de los Reyes, Capitán.- José Jijón, Subteniente.- Martín Rosa, Subteniente.- Pedro Bedoya, Subteniente.- Julián Morales, Subteniente.- Dionisio Cruz, Capitán de Auxiliares.-  Mariano Terrazas, Teniente.- Toribio Zamora, Subteniente.- José Justo Gómez, Subteniente.- Juan Diego, Capitán.- Juan Luesa, Capitán.- Vicente Luna, Capitán.- José Ventura, Subteniente.- Manuel Monblán, teniente ayudante de S.S. - Por la clase de Sargentos, Máximo Gómez.- Teodoro Nava.- Por la clase de Cabos, Modesto Cortés.- Miguel Pereas.- Por la clase de Soldados, Agustín Sánchez.- El Capitán, Carlos Crespo, secretario.


Plan de Ayutla reformado en Acapulco, el 11 de marzo de 1854.

En la ciudad de Acapulco, a los 11 días del mes de marzo de mil ochocientos cincuenta y cuatro, reunidos en la fortaleza de San Diego, por invitación del señor Coronel don Rafael Solís, los jefes, oficiales, individuos de tropa permanente, guardia nacional y matrícula armada que suscriben, manifestó el primero: que había recibido el señor Comandante principal de Costa Chica, coronel don Florencio Villarreal, una comedida nota en la cual le excitaba a secundar, en compañía de esta guarnición, el plan político que había proclamado en Ayutla, al que enseguida se dio lectura. Terminada ésta, expuso S. S. que aunque sus convicciones eran conformes en un todo con las consignadas en ese Plan, que si llegaba a realizarse, sacaría pronto a la Nación del estado de esclavitud y abatimiento a que por grados la había ido reduciendo el poder arbitrario y despótico del Excmo. señor general don Antonio Lópezde Santa Anna. Sin embargo, deseaba saber antes la opinión de sus compañeros de armas a fin de rectificar la suya y proceder con más acierto en un negocio tan grave,y que en tan alto grado afectaba los intereses más caros de la Patria. Oída esta sencilla manifestación, expusieron unánimes los presentes, que estaban de acuerdo con ella, juzgando oportuno al mismo tiempo, que ya que por una feliz casualidad se hallaba en este Puerto el señor Coronel don Ignacio Comonfort, que tantos y tan buenos servicios ha prestado al sur, se le invitara también para que en el caso de adherirse a lo que esta junta resolviera, se encargase del mando de la plaza, y se pusiera al frente de sus fuerzas; a cuyo efecto pasará una comisión a instruirle de lo ocurrido: encargo que se confió al comandante de batallón, don Ignacio Pérez Vargas, al capitán don Genaro Villagrán y al de igual clase don José Marín, quienes inmediatamente fueron a desempeñarlo. A la media hora regresaron exponiendo: que en contestación les había manifestado el señor Comonfort, que supuesto que en el concepto de la guarnición de esta plaza, la Patria exigía de él el sacrificio de tomar una parte activa en los sucesos políticos que iban a iniciarse, lo haría gustoso en cumplimiento del deber sagrado que todo ciudadano tiene de posponer su tranquilidad y sus intereses particulares, al bienestar y felicidad de sus compatriotas; pero que a su juicio, el plan que trataba de secundarse, necesitaba algunos ligeros cambios, con el objeto de que se mostrara a la Nación con toda claridad, que aquellos de sus buenos hijos que se lanzaban en esta vez los primeros a vindicar sus derechos tan escandalosamente conculcados, no abrigaban ni la más remota idea de imponer condiciones a la soberana voluntad del país, restableciendo por la fuerza de las armas el sistema federal, o restituyendo las cosas al mismo estado en que se encontraban cuando el plan de Jalisco se proclamó; pues todo lo relativo a la forma en que definitivamente hubiere de constituirse la Nación, deberá sujetarse al Congreso, que sé convocará con ese fin, haciéndolo así notorio muy explícitamente desde ahora. En vista de esas razones, que merecieron la aprobación de los señores presentes, se resolvió por unanimidad proclamar y en el acto se proclamó el Plan de Ayutla, reformando en los términos siguientes:


Considerando:

Que la permanencia del Excmo. señor General don Antonio López de Santa Anna, en el Poder, es un constante amago para la independencia y la libertad de la Nación, puesto que bajo su Gobierno se ha vendido sin necesidad una parte del Territorio de la República, y se han hollado las garantías individuales, que se respetan aun en los pueblos menos civilizados;

Que el mexicano, tan celoso de su soberanía, ha quedado traidoramente despojado de ella y esclavizado por el poder absoluto, despótico y caprichoso de que indefinidamente se ha investido a sí mismo el hombre a quien con tanta generosidad como confianza llamó desde el destierro a fin de enmendarle sus destinos;

Que bien distante de corresponder a tan honroso llamamiento, sólo se ha ocupado de oprimir y vejar a los pueblos recargándolos de contribuciones onerosas, sin consideración a su pobreza general, y empleando los productos de ellas, como en otras ocasiones lo ha hecho, en gastos superfluos y en improvisar las escandalosas fortunas de sus favoritos;

Que el plan proclamado en Jalisco, que le abrió las puertas de la República, ha sido falseado en su espíritu y objeto con manifiesto desprecio de la opinión pública, cuya voz se sofocó de antemano, por medio de odiosas y tiránicas restricciones impuestas a la imprenta;

Que ha faltado al solemne compromiso que al pisar el suelo patrio contrajo con la Nación, de olvidar resentimientos personales y no entregarse a partido alguno de los que por desgracia la dividen;

Que ésta no puede continuar por más tiempo sin constituirse de un modo estable y duradero, ni seguir dependiendo su existencia política y su porvenir de la voluntad caprichosa de un solo hombre;

Que las instituciones son las únicas que convienen al país con exclusión absoluta de cualesquiera otras; y que se encuentran en inminente riesgo de perderse bajo la actual administración, cuyas tendencias al establecimiento de una monarquía ridícula y contraria a nuestro carácter y costumbres, se han dado a conocer ya de una manera clara y terminante con la creación de órdenes, tratamientos y privilegios abiertamente opuestos a la igualdad republicana. Y por último: considerando que la independencia y libertad de la Nación se hallan amagadas también bajo otro aspecto no menos peligroso, por los conatos notorios del partido dominante que hoy dirige la política del General Santa Anna; usando los que suscribimos de los mismos derechos de que usaron nuestros padres para conquistar esos dos bienes inestimables, proclamamos sostener hasta morir si fuese necesario, el siguiente:

Plan:

1° Cesan en el ejercicio del poder público, el Excmo. señor General Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios que como él hayan desmerecido la confianza de los pueblos, o se opusieran al presente plan.

2° Cuando éste hubiera sido adoptado por la mayoría de la Nación, el general en jefe de las fuerzas que lo sostengan, convocará un representante de cada Departamento y Territorio de los que hoy existen, y por el Distrito de la capital, para que reunidos en el lugar que estime oportuno, elijan Presidente interino de la República, y le sirvan de Consejo durante el corto periodo de su cargo.

3° El Presidente Interino, sin otra restricción que la de respetar inviolablemente las garantías individuales, quedará desde luego investido de amplias facultades para reformar todos los ramos de la Administración Pública, para atender a la seguridad e independencia de la Nación, y para promover cuanto conduzca a su prosperidad, engrandecimiento y progreso.

4° En los Departamentos y Territorios en que fuere secundado este plan político, el jefe principal de las fuerzas que lo proclamaren, asociado de cinco personas bien conceptuadas, que elegirá él mismo, acordará y promulgará al mes de haberlas reunido, el Estatuto provisional que debe regir a su respectivo Departamento o Territorio, sirviendo de base indispensable para cada Estatuto, que la Nación es y será una, sola, indivisible e independiente.

5° A los quince días de haber entrado a ejercer sus funciones el Presidente Interino, convocará un Congreso extraordinario, conforme a las bases de la ley que fue expedida con igual objeto en diez de diciembre de 1841, el cual se ocupará exclusivamente de constituir a la Nación bajo la forma de República representativa popular, y de revisar los actos del actual Gobierno, así como también los del Ejecutivo Provisional de que habla el artículo 2°.. Este Congreso Constituyente deberá reunirse a los cuatro meses de expedida la convocatoria.

6° Debiendo ser el Ejército el defensor de la independencia y el apoyo del orden, el Gobierno Interino cuidará de conservarlo y atenderlo, cual demanda su noble instituto.

7° siendo el comercio una de las fuentes de la riqueza pública, y uno de los más poderosos elementos para los adelantos de las naciones cultas, el Gobierno Provisional se ocupará de proporcionarle todas las libertades y franquicias que a su prosperidad son necesarias, a cuyo fin expedirá inmediatamente el arancel de aduanas marítimas y fronterizas que deberá observarse, rigiendo entre tanto el promulgado durante la Administración del señor Ceballos, y sin que el nuevo que haya de substituirlo pueda bastarse bajo un sistema menos liberal.

8° Cesan desde luego los efectos de las leyes vigentes sobre sorteos, pasaportes, capitación, derecho de consumo y los de cuantas se hubieren expedido, que pugnan con el sistema republicano.

9° Serán tratados como enemigos de la independencia nacional, todos los que se opusieren a los principios que aquí quedan consignados, y se invitará a los Excmos. señores generales don Nicolás Bravo, don Juan Álvarez y don Tomás Moreno, a fin de que se sirvan adoptarlos, y se pongan al frente de las fuerzas libertadoras que los proclaman, hasta conseguir su completa realización.

10° Si la mayoría de la Nación juzgare conveniente que se hagan algunas modificaciones a este plan, los que suscriben protestan acatar en todo tiempo su voluntad soberana.

Se acordó, además, antes de disolverse la reunión, que se remitieran copias de este Plan a los Excmos. señores generales don Juan Álvarez, don Nicolás Bravo, y don Tomás Moreno, para los efectos que expresa el artículo 9° que se remitiera otra al señor Coronel don Florencio Villarreal, Comandante de Costa Chica, suplicándole se sirva adoptarlo con las reformas que contiene; que se circulara a todos los Excmos. señores Gobernadores y Comandantes Generales de la República, invitándoles a secundarlo: que se circulará igualmente a las autoridades civiles de ese Distrito, con el propio objeto; que se pasará al señor coronel don Ignacio Comonfort, para que se sirva firmarlo, manifestándole que desde este momento se le reconoce como Gobernador de la fortaleza y levantará la presente acta para la debida constancia. -Ignacio Comonfort, coronel retirado. -Idem, Rafael Solís. - Idem, teniente coronel Miguel García, Comandante del Batallón, Ignacio Pérez Vargas. - Idem, de la Artillería, Capitán Genaro Villagrán. - capitán de milicias activas, Juan Hernández. - Idem, de la Compañía de Matriculados, Luis Mallani. - Idem, de la 1a. Compañía de Nacionales, Manuel Maza. - Idem, de la 2a., José Marín. - teniente, Francisco Pacheco. -Idem, Antonio Hernández. -Idem, Rafael González. -Idem, Mucio Tellechea. -Idem, Bonifacio Meraza. -Alférez, Mauricio Frías. -Idem, Tomás de Aquino. -Idem, Juan Vázquez. -Idem, Gerardo Martínez. -Idem, Miguel García. -Por la clase de sargentos, Mariano Bocanegra. -Jacinto Adame. -Concepción Hernández. -Por la de cabos, José Marcos. -Anastacio Guzmán. -Marcelo Medrano. -Por la de soldados, Atanasio Guzmán. -Felipe Gutiérrez. -Rafael Rojas.

(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)

viernes, 9 de abril de 2021

Francisco Gómez Palacio

 


Liberal duranguense de gran prestigio que actuó como civil en la guerra de Reforma y frente a la Intervención. Durante el porfiriato tuvo ingerencia en el desenvolvimiento de la Región Lagunera como gobernador de Durango.

(Tomado de:  Tamayo, Jorge L. (Introducción, selección y notas) - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99. Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1993).

lunes, 22 de marzo de 2021

Teodoro Flores

 


Militar liberal. Indio serrano azteca, descendiente de los guerreros mexicas que fueron enviados antes de la conquista para vigilar a los mixtecos. Con sus indígenas serranos oaxaqueños luchó a favor de Benito Juárez; y más tarde, al lado de Porfirio Díaz, contra el Imperio de Maximiliano. Tuvo tres hijos: Jesús, Ricardo y Enrique -todos Flores Magón-. A éstos dio a conocer las costumbres y tradiciones de su raza, haciendo hincapié en la comunidad de bienes: "Entre nosotros, todo es de todos; la tierra la trabajamos en común, y lo que producen los hombres hábiles se debe distribuir entre todos, según la necesidad de cada familia". En 1910 abandonó a Porfirio Díaz, que había perseguido a sus hijos Jesús y Ricardo, y quien le propuso un entendimiento a cambio de que aquéllos dejaran de oponérsele. Su respuesta: "Prefiero morir sin volver a ver a mis hijos; es más, prefiero verlos colgados de un árbol, antes de saber que se han retractado o arrepentido de lo que hayan hecho o dicho".

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)