La Historia de Mexico y de los mexicanos como se ha escrito: a través de diarios, de proclamas, de actas, de folletos, de libros. Los testimonios, los datos fríos, los análisis, las letras espontáneas de los corridos. Finalmente, nuestra historia. ¡No nos pierdas la pista!
Cuando la televisión recurrió a Caridad Bravo Adams, a mediados de los años sesenta, se pudo declarar la primera madurez de la telenovela; doña Caridad era una veterana de las letras con una carrera notable. Tabasqueña criada en Puerto Rico, regresó a México en 1934 para actuar en obras de corte nacionalista, recitar sus poemas, llenos de nostalgia y desarraigo y aparecer brevemente en una película de amores chinacos, Corazón bandolero. Sin embargo, terminó radicando en La Habana, donde probaría sus armas radiofónicas con la serie La novela del aire, que en la W inspiró El teatro del aire. El éxito de su radionovelas y la publicación de sus primeras novelas, de cortes desmesuradamente rosa, se reflejó en la filmación de varias de ellas, como La mentira en 1952, La intrusa en 1953, Pecado mortal y Estafa de amor en 1954 y Corazón salvaje en 1955.
Su ingreso en la telenovela, con una adaptación de Corazón salvaje, fue un éxito que todavía se recuerda: era 1966 y tenía su primer estelar Enrique Álvarez Félix, recién egresado de la Escuela de Ciencias Políticas de la UNAM, que despertaba comentarios por doquier debido al parecido físico con su legendaria madre; Enrique Elizalde era "Juan del Diablo" (el primero de la serie), Julissa, hija de Rita Macedo y Luis de Llano era "Mónica" y Jacqueline Andere, "Aimée". Pese a la pobreza de la producción, el desempeño de esos jóvenes actores, apoyados por veteranos como Miguel Manzano y Fanny Schiller, dirigidos con gran pericia y malicia por Ernesto Alonso, hizo que esa enredada historia de amores cruzados de dos hermanas por un desgastado levantara pasiones sobre todo entre las adolescentes, que no habían oído la radionovela ni visto la película 10 años atrás.
La adaptación de esa obra bastaría para que Bravo Adams figurara en la historia del género, por las varias versiones que se hicieron después, al mostrar que su dominio de la estructura dramática y lo inquietante de sus personajes, que nunca se alinean ni en el Bien puro ni en el Mal declarado, resisten el paso del tiempo. Pero de inmediato se adaptó La mentira, que pasó a la posteridad como la primera telenovela en cuyo honor se compuso un tema musical ("Se te olvida", de Álvaro Carrillo, cantado por Pepe Jara). Doña Caridad vería adaptadas una y otra vez todas sus obras: Estafa de amor, Bodas de odio, Pecado mortal, Yo no creo en los hombres, con la constante del melodrama puro: amores imposibles por razones de origen, por malentendidos que sitúan a los amantes en polos opuestos o por la presencia de un tercero en discordia y al final… el amor que todo lo vence.
(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)
un día los dioses se pusieron celosos... allí el árbol
del bien y del mal apenas producía el primero, y
los dioses hicieron que el árbol echara el segundo
fruto, y como primer espécimen de la cosecha soltó
a un bípedo humano... se decía llamar Garrido
Canabal. Y el bípedo, por la ley de la cachiporra,
del colmillo más fuerte y del zarpazo que mayor
cantidad de sangre derrama, se encaramó sobre el
pavor de todas aquellas gentes buenas y sencillas,
y se hizo Gobernador del Estado.
Luis C. Sepúlveda, El Informador,
13 de noviembre de 1931.
Tomás Garrido Canabal (1890-1943) fue Gobernador de Tabasco de 1919 a 1934 en periodos interrumpidos. Durante su gobierno mantuvo un cacicazgo de corte militar y tintes fascistas; promovió la persecución religiosa solapada por Plutarco Elías Calles; creó ligas de resistencia; "compartió" el poder con su familia; proscribió la libertad de prensa y de reunión; cambió la educación laica por la educación racionalista con libros de texto socialistas, y promulgó una serie de leyes absurdas en las que fueron sesgadas las libertades esenciales.
La persecución del mandatario local contra los católicos incluyó el asesinato de sacerdotes, o su obligación de casarse; el cierre de todas las iglesias y la destrucción de altares; además, orilló al pueblo a comer carne los días de vigilia, suprimió la Navidad, prohibió símbolos religiosos en las tumbas y proscribió la palabra "dios" y todas las que lo aludieran, como "adiós". El pasatiempo de los empleados públicos bajo su gobierno era formar en las calles filas de imágenes de santos y "fusilarlas".
Pero no sólo imágenes religiosas fueron pasadas por las armas: en noviembre de 1931, El Informador denunció en sus páginas la barbarie ejecutada por Garrido: "Confirmese la noticia de que el gobernador Garrido Canabal ordenó que fueran ahorcados ochenta y cinco campesinos de Villa Guerrero porque éstos en acción de justicia colectiva lincharon al alcalde Chables de ese pueblo, por haber estuprado y dado muerte a una niña de pocos años. Chables era uno de los secuaces mimados de Garrido Canabal [...] En salsas fuertes nadie puede superar al Garrido caníbal de Tabasco".
En 1933, el gobernador creó el Bloque de Jóvenes Revolucionarios conocido como los Camisas Rojas, "un grupo de choque que allanaba domicilios, destruía imágenes religiosas, humillaba a los bebedores y apaleaba a los políticos antigarridistas". Posteriormente, convertido en secretario de Agricultura durante la presidencia de Cárdenas, se trasladó a la ciudad de México.
El 30 de diciembre de 1934, al momento que los feligreses católicos salían de misa en la parroquia de Coyoacán, un grupo numeroso de Camisas Rojas atacó a los fieles. Fallecieron seis. Después de esta matanza, el presidente Cárdenas le pidió la renuncia y Tomás Garrido Canabal marchó al exilio a Costa Rica. Murió en Los Ángeles, California, en 1943.
(Tomado de: Molina, Sandra – 101 villanos en la historia de México. Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F. 2008).
Por su bella voz, desde muy niña triunfó cantando la diva tabasqueña de la belle époque mexicana. El público había amado su presencia escénica desde pequeña y la vio crecer en el escenario donde despertaba una adoración sin límites. Reina de un espectáculo teatral y musical en que se interpretaban zarzuelas, a la llegada a México de María Conesa al Teatro Principal, en 1907, decidió cambiar de género, abrazando el de la opereta, género donde como nunca lució su hermosísima voz de claro y melódico timbre.
Sangre de artista, una de las operetas que interpretaba con mayor éxito, parecía una definición muy apropiada de su persona. Pero el público mexicano literalmente la consideró y la coronó como "La reina de la opereta" y muchos en realidad la consideraba "La emperatriz de la opereta".
En giras internacionales, actuando y cantando La Duquesa del Bal tabarín, El Conde de Luxemburgo, La princesa de los Balcanes y Eva, la Iris triunfó en Sudamérica, Madrid, La Habana, en perpetuas "noches de gloria" (por cierto, título también de una película que interpretó en 1937), aunque su vida privada siempre fue particularmente desgraciada. Con el producto de su arte edificó uno de los teatros más bellos y suntuosos de la ciudad, el Teatro Esperanza Iris, en la calle de Donceles (hoy restaurado), pero al que se le ha quitado su nombre, que deben reintegrársele, pues es el mínimo homenaje que este país y esta ciudad deben a una de sus más preclaras artistas que elevó a milagro el arte lírico.
(Tomado de: Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)
Se trata de una de las sociedades complejas más antiguas del área mesoamericana. De hecho, debido a su gran antigüedad -su desarrollo pleno tuvo lugar entre 1200 y 400 a.C.- se desconoce la identidad étnica de sus integrantes, el idioma específico que hablaban (aunque se ha propuesto que era uno de la familia mixe-zoque) y por lo tanto la manera en que se referían a sí mismos también se desconoce.
El término olmeca fue acuñado por los arqueólogos en el siglo XX para referirse a los característicos vestigios de esta cultura. Si algo distingue a la sociedad olmeca es su gran complejidad, patente no sólo en sus extraordinarias creaciones culturales -como cabezas colosales, altares y objetos en jade- sino en su capacidad de trascender su ámbito originario y convertirse en la primera cultura propiamente mesoamericana.
Aunque es frecuente que -debido a las numerosas características de los olmecas que permanecieron entre los grupos mesoamericanos de épocas posteriores- se le considere la "cultura madre", lo cierto es que sus logros deben ser vistos como consecuencia de los desarrollos de sociedades previas. Sea como fuere, los olmecas tienen un lugar especial en la historia mesoamericana, y su organización política y su cosmovisión alcanzaron una complejidad sin paralelo hasta entonces. De esa complejidad surgieron varias de las pautas culturales que en adelante y hasta la conquista española caracterizarían al conjunto de las sociedades prehispánicas, entre ellas: la construcción de edificios ceremoniales situados de acuerdo a planes bien definidos; una estructura social capaz de organizar la realización de esas y otras obras públicas; el desarrollo de un estilo artístico claramente reconocible, en su mayor parte asociado a monumentos y objetos cuyo fin era la legitimación del grupo dirigente; la realización de rituales complejos como el del juego de pelota, y el desarrollo de sistemas calendáricos y de escritura.
Cronología 1500-1200 a.C. Primeras fases de San Lorenzo. Se establece una aldea que cuenta con una población de entre 100 y 200 habitantes. 1200-900 a.C. Crecimiento poblacional en San Lorenzo, que llega a miles de habitantes. Se lleva a cabo una magna obra de remodelación de la loma en la que se encuentra el sitio, el cual se convierte en el más importante de la región. En San Lorenzo se encuentran ya la mayoría de los elementos característicos de la cultura olmeca, como el establecimiento de un centro ceremonial, rituales complejos, cabezas colosales y altares. 900-850 a.C. Tal vez a consecuencia de conflictos sociales o de cambios ambientales, comienza el abandono de San Lorenzo y su entorno. Al final de este periodo se destruyen y entierran la mayoría de los monumentos de piedra. 900-500 a.C. El lugar de San Lorenzo como el principal centro de la región es ocupado por La Venta, cuyo apogeo es en muchos sentidos el de la cultura olmeca. En esta ciudad, además de cabezas colosales y altares, se levanta la estructura ceremonial más importante de su época y se realizan grandes ofrendas. El estilo olmeca se difunde por varias regiones mesoamericanas. Esta amplia difusión puede verse como consecuencia de alianzas entre la elite olmeca y las de esas regiones, o debido al establecimiento de un sistema comercial interregional. 500-400 a.C. Decadencia de La Venta; varios de sus monumentos son destruidos. El centro de la cultura olmeca se traslada a Tres Zapotes. Aunque en este sitio se siguen fabricando esculturas, como las cabezas colosales, se aprecian cambios en el estilo. Tras un breve periodo la cultura olmeca desaparece.
(Tomado de: Vela, Enrique - Culturas prehispánicas de México. Arqueología Mexicana, Edición Especial #34. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. México, D.F., 2010)
Existen cuatro especies de catán; tres de ellas se distribuyen en el noreste de México, desde el río Pánuco hasta el río Bravo, y la otra en el sur del país, en Tabasco, Campeche y Chiapas. Pueden vivir en aguas tranquilas y corrientes, pero parecen tener preferencia por los ríos. Son peces fácilmente identificables, pues su cuerpo es alargado y cilíndrico; el hocico, formado por el alargamiento de las mandíbulas, tiene apariencia de un pico alargado y delgado en las especies norteñas, o corto y ancho en las del sur. Esta estructura tan característica se asocia a la presencia de dientes fuertes y agudos, que lo asemejan a un cocodrilo o lagarto. De esta similitud deriva el nombre común de pejelagarto. El cuerpo está completamente encerrado en una armazón de escamas romboides, a veces esculpidas, que forman una cubierta casi impenetrable. De ahí que también se le llame pez armado. Las articulaciones y el arreglo de éstas en forma diagonal permiten cierta flexibilidad al cuerpo. Otra propiedad interesante del grupo es que, además de la respiración branquial propia de todos los peces, aprovechan el aire atmosférico; es decir, tienen respiración aérea a través de un órgano muy vascularizado que hace la función de pulmón. La respiración pulmonar es tan necesaria que cuando de manera experimental se les impide salir a la superficie del agua mueren asfixiados. Como consecuencia de lo anterior, es frecuente observarlos nadar cerca de la superficie. Por estas características, y otras más, al catán se le considera arcaico, es decir, verdadero fósil viviente que representa faunas que florecieron hace unos 250 millones de años. Los catanes son carnívoros: su dieta comprende principalmente peces, aunque también ingieren renacuajos, ranas y otros pequeños vertebrados, además de macrocrustáceos y grandes insectos. Sus hábitos alimenticios están estrechamente relacionados con el aparato masticatorio. Aunado a los fuertes dientes mandibulares, poseen dientes en la lengua, paladar y branquias. La reproducción se lleva a cabo casi durante todo el año, aunque es más intensa de abril a septiembre. Son ovíparos, y los huevecillos adherentes se pegan a la vegetación. La especie más robusta es la que habita la parte tropical de México: Lepisosteus tropicus, y aunque lo más frecuente es encontrar ejemplares de 60 a 80 cm, pueden alcanzar tallas cercanas a los 1.5 m y pesar hasta 5 kg. En el norte de México vive la especie L. osseus. Estos peces son muy apreciados como alimento. En el sureste de México a menudo se observa una cantidad considerable de ellos en los mercados y su carne se emplea para la preparación de platillos regionales. (Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)
Nació en Villahermosa, Tabasco, en 1936; murió en Italia en 1970. Hizo estudios de Arquitectura y Letras en la UNAM. En 1965 se dio a conocer con un poema elegíaco, Oscura Palabra, que despertó el interés de la gente de letras. En 1967 publicó Relación de los hechos y en 1969 obtuvo dos premios de poesía. En 1970 emprendió un viaje por Europa y murió en un accidente de automóvil. Sus poemas, dispersos en revistas y periódicos, fueron reunidos en un volumen póstumo: El otoño recorre las islas (1973).
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen II, Bajos-Colima)
Blues
No era necesaria una nueva acometida de la soledad para que lo supiera. Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos. Donde el amor moró y tuvo reino queda ya sólo un muro que avasalla la hierba. Queda una hoja de papel no en blanco donde está anocheciendo. Donde goteaba luceros una noche sobre unos hombros limpios como verdad mostrada, sólo queda una brisa sin destino. Donde una mujer fundara un beso, sólo árboles postrados al invierno.
Y no era necesario decirlo. El corazón sin que sea una lágrima puede sombrear las mejillas.
La ventana da a la tristeza. Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia me penetra en el pecho para lamer mi corazón.
El aire es una mano que está hojeando mi frente. Mi frente donde la luna es una inscripción, una voz esculpiendo su olvido.
Como humo la luna se levanta de entre las ruinas del atardecer. Es muy temprano en ese azul sin rostro. No era necesario enturbiar la soledad con el polvo de un beso disuelto. No era necesario memorizar la noche en una lágrima.
Labios sobrecogidos de olvido, pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose, ruido de nubes que el otoño piensa.
Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua donde el anochecer flota en silencio. Hay una rama de árbol como un brazo esculpido por algún abandono.
Hay miradas y cartas donde la noche puso en marcha al vacío, a las frentes que extinguen su remoto color sobre letras que enlazan señales de viaje.
Aquí está la tarde. Puede enrolarse en ella quien esté enamorado. Aquí está la tarde para designar una ausencia.
Suena en mi pecho el mundo como un árbol ganado por el viento.
No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo puede ser otra mano evaporándose.
Invernará la noche en mi pecho. No era necesario saberlo. No tiene importancia. Espero una carta todavía no escrita donde el olvido me nombre su heredero.
Batman
Recomenzando siempre el mismo discurso, el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para distraer al silencio; la persecución, la prosecución y el desenlace esperado por todos. Aguardando siempre la misma señal, el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle. (Quiero decir ese gran reflector encendido de pronto )
La noche enrojeciendo, la situación previa y el pacto previo enrojeciendo, durante la sospecha de la gran visita, mientras las costras sagradas se desprenden del cuerpo antiquísimo de la resurrección.
Quiero decir el gran experimento. buscándole a Dios en las costillas la teoría de la costilla faltante, y perdiendo siempre la cuenta de esos huesos porque las luces eternamente se apagan de pronto, mientras volvemos a insistir en hablar a través de ese corto circuito, de esa saliva interrumpida a lo largo de aquello que llamamos el cuerpo de Dios, el deseo de luz encendida.
Llamando, llamando, llamando. Llamando desde el radio portátil oculto en cualquier parte, llamando al sueño con métodos ciertamente sofocantes, con artificios inútilmente reales, con sentimientos cuidadosa y desesperadamente elegidos, con argumentos despellejados por el acometimiento que no se produce. Palabras enchufadas con la corriente eléctrica del vacío, con el cable de alta tensión del delirio. (Acertijos empañados por el aliento de ciertas frases, de ciertos discursos acerca del infinito.)
Recomenzando, pues, el mismo discurso, recomenzando la misma conjetura, el Clásico desperfecto en mitad de la carretera, el Divinal automóvil con las llantas ponchadas entorpeciendo el tráfico de las lágrimas y de los muertos, que transitan Clásicamente en sentidos contrarios. Recomenzando, pues, la misma interrupción, La pedorreta histórica de las llantas ponchadas, el sofisma de cada resurrección, el ancla oxidada de cada abrazo, el movimiento desde adentro del deseo y el movimiento desde afuera de la palabra, como dos gemelos que no se ponen de acuerdo para nacer, como dos enfermeros que no se coordinan para levantar al mismo tiempo el cuerpo del trapecista herido.
(Aquí el ingenio de la frase ganguea al advertir de pronto su sombrero de copa de ilusionista; ese jabón perfumado por la literatura con el cual nos lavamos las partes irreales del cuerpo, o sea el radio de acción de lo que llamamos el alma, las vísceras sin clave precisa, los actos sin clave precisa, la danza de los siete velos velada por la transparencia del dilema; y por la noche, antes de acostarse, la dentadura postiza en el vaso de agua, la herida postiza en el vaso de agua, el deseo postizo en el vaso de agua.)
La señal... la señal... la señal...
Así sonríes sin embargo, confiando otra vez en tu discurso, mirándote pasar en tus estatuas, flotando nuevamente en tus palabras. La señal, la señal, la señal. Y entretanto paseas por tu habitación. Sí, estás aguardando tan sólo el aviso, ese anuncio de amor, de peligro, de como quieran llamarle, ese gran reflector encendido de pronto en la noche.
Y entretanto miras tu capa, contemplas tu traje y tu destreza cuidadosamente doblados sobre la silla, hechos especialmente para ti, para cuando la luz de ese gran reflector pidiendo tu ayuda, aparezca en el cielo nocturno, solicitando tu presencia salvadora en el sitio del amor o en el sitio del crimen. Solicitando tu alimentación triunfante, tus aportaciones al progreso, requiriendo tu rostro amaestrado por el esfuerzo de parecerse a alguien que acaso fuiste tú mismo o ese pequeño dios, levemente maniático, que se orina en alguna parte cuando tú te contemplas en el espejo.
Miras por la ventana y esperas... La noche enrojecida asciende por encima de los edificios traspasando su propio resplandor rojizo, dejando atrás las calles y las ventanas todavía encendidas, dejando atrás los rostros de las muchachas que te gustaron, dejando atrás la música de un radio encendido en algún sitio y lo que sentías cuando escuchabas la música de un radio encendido en algún sitio.
Sigue la noche subiendo la noche, y en cada uno de los peldaños que va pisando, una nueva criatura de la oscuridad rompe su cascarón de un picotazo, y en sus alas que nada retienen, el vuelo balbucea los restos del peldaño o cascarón diluido ya en aire; y mientras tanto tú no llegas aún para salvarte y salvar a esa mujer que según dices debe ser salvada.
¿En qué sitio, en qué jadeo el sueño recorre el apetito reconcentrado de los dormidos? ¿Qué ola es ésa, que al golpear contra el casco hace que el marinero de guardia ponga atención por un momento, para decirse después que no era nada y torne a pasearse por el cuarto, mirando de vez en cuando por la ventana las luces dispersas de la calle? ¿Qué ir y venir está gastando el cuerpo de su andanza contra el casco manchado, cubierto de parásitos marinos?
...porque de pronto has dejado de pasearte por la habitación. ¿Acaso escuchas realmente ese ruido? ¿Ese ruido viene del pasillo o viene de tu deseo? (Cierta especie de ruido que tropieza con cierta especie de silencio dentro de ti, como alguien que se topa con una silla al caminar a oscuras...)
¡Tal vez ya prendieron el reflector para pedirte auxilio! ¡Tal vez fue esa mujer quien lo encendió!
Pero no, todavía no, nadie camina por el pasillo hacia tu puerta, nadie tropieza con una silla dentro de ti, y allí están doblados tu traje de héroe y tus sentimientos de héroe, listos para cuando entres en acción. ¿Pero por qué no han encendido ese gran reflector? ¿Es sólo el ascenso de la noche lo que deja sus cascarones rotos en el aire? ¿Qué criatura de la oscuridad picotea para que el aire tome forma de cascarón roto, de peldaño dejado atrás? ¿Qué es aquello que detiene de súbito tus paseos por la habitación mientras te dices 'Acaso deba esperar otro rato'?
Y vuelves a asomarte por la ventana. ¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo rayándolo fugazmente con sus pequeñas luces de navegación? Y algo dentro de ti que tú crees que es la noche allá afuera, cruje pisando cascarones rotos, peldaños donde el cuerpo de su andanza deja un hilo finísimo de baba o soliloquio, mientras retorna el fantasma de una mujer bandeado por la oscuridad donde el mar se encaverna después del zarpazo, y ese fantasma, que es la otra cara de la espuma, repite contra el casco del barco el golpe del sueño salpicando al silencio desde lejos.
Y vuelves a asomarte por la ventana. ¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo? ¿Qué es ese ruido que te hace mirar tu traje y tu antifaz, y asomarte después por la ventana?
Ir y venir alrededor de una silla, enrevesado viaje alrededor de una silla, guardando el equilibrio difícilmente al caminar y girar sobre un hilo finísimo de saliva.
Ir y venir, habladuría alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado, ir y venir alrededor de un viejo y descompuesto automóvil que estorba el tráfico en la carretera, gestos entrecruzados, habladuría de ventanas y escaleras labrando la estatua cuyo sentido griego vacila y se viene abajo en el trayecto entre una ventana y un reflector que no se ha encendido, mientras los cascarones rotos de la oscuridad crujen y se disuelven bajo el brusco aleteo con que la oscuridad va impulsando la noche.
Y otra vez te paseas, ¿quieres desovillar el hilo de saliva, el hilo de palabras sobre el que te balanceas en precario equilibrio? ¿En qué juego de tus frases, en qué humillante silencio has puesto el oído? Y otra vez te paseas y otra vez te vuelves hacia la ventana, pero ese resplandor pero ese resplandor que descubres de pronto, es el amanecer, palidísimo gesto de esa luz entre los edificios, donde el silencio enhebra las pisadas lejanas de todo lo nocturno.
¿Y ahora, qué es lo que sientes que se aleja, como alguien corriendo descalzo por la playa, entre la niebla que la luz va a ocupar? ¿Y en esa claridad en aumento, acaso puede todavía distinguirse la señal de un reflector encendido?
Paseos alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado, monólogo alrededor de una silla donde está un simulacro en forma de traje doblado, mientras el amanecer se deja llevar por su propia marea ascendente, y por el ruido de las barredoras mecánicas y de los primeros camiones urbanos que aparecen por las calles desiertas.
Basta cerrar los labios
Basta morir como una lámpara desde la madrugada, como el rescoldo de una brisa tersa; para morir, para suministrarnos la mano venidera del olvido; basta decirle no al día de mañana, basta ensayar los labios en un rumor de cera, basta beber un vaso de agua donde yazga el recuerdo de un ahogado.
Deja que la mano sea como un guante que usa el corazón para tocar el brazo o el alba de una novia entristecida. Deja que la mano sea como un campo donde el aire trasciende como humedad de pelo. El otoño se despierta en mi pecho y se sacude las plumas como pájaro caído fuera de la redondez de su canto. El otoño se desbanda por mi pecho como un viento veteado de árboles.
¿Quién me pone en los labios un color de palabras donde se siente el peso de la noche?
A veces hay algo en las palabras que se dicen, en aquellas que llevan del labio ansiosa vida, aquellas que sollozan el paisaje y respiran la cal de otra garganta; que es como ponerse de codos a pensar sobre el pretil de una tristeza antigua.
Hay playas donde la mar resuena como carne, como el golpe de un cuerpo que de pronto ha llorado. Hay lagunas y juncos, estuarios donde amarran los peces su oceanía desmedida, y hay ríos donde la tierra llega al mar insepulta en sus sueños imposibles.
Sufro. Sufro de esa moneda que redondea a la mano inútilmente. Sufro como un sentir pequeña espina en la mirada fija de las lágrimas. Sufro la cañamiel de una canción muy tonta. Sufro el esparcimiento de una muerte insepulta. Sufro la profundidad de los ríos donde la noche tienta a los ahogados.
Paso los ojos por la luz poco oída de una estrella. Paso los labios por las palabras de un día, donde el silencio crece como yedra.
Para morir, para cesar los labios para olvidar de pronto la forma de la tierra y salir para siempre de la asunción del mar; no es necesario el traje de los condenados ni la ceniza de los aturdidos. No es necesaria la cama de los enfermos ni el campo de batalla ya después, en silencio.
Basta un anuncio de hojas de afeitar, basta la prosperidad de un gerente, basta un tranvía equivocado.
Es arrojada la noche a la costa de nuestro pecho por un oleaje de luces. Hay un poco de acero turbado en una mano. Hay un niño sin ojos moviéndose en los ojos
Entonces ¿cómo tomar la luna? ¿Con qué mano o qué lágrima tocar la luz donde los labios ceden a la noche?
La respiración suena como pisar hojas secas. El bosque es tan profundo que las manos no se encuentran. Puedo silbar para espantar mi miedo, para que me oigas yacer en un claro del bosque cuando en realidad sólo hay claro en tus ojos.
Palabras y miradas transbordando ataúdes. De ataúdes de niños a negros ataúdes con barbas de abuelo.
A veces la noche crece como la barba de un dios desconocido.
Cerrar los labios es quedarse a solas. Puedes mover el frío entre tus dientes. Puedes ver en un cuello la pasión de la tarde. La mano puede confiarse al frío sin darse cuenta.
(Villahermosa, Tabasco, 4 de noviembre de 1899 - Ciudad de
México; 16 de febrero de 1977)
Secretario de José Vasconcelos, viajó con él por Sudamérica,
Europa y el Cercano Oriente.
Fue maestro de letras e historia y director del
Departamento de Bellas Artes. Cumplió una admirable tarea como museólogo (el
Parque de la Venta y el Anahuacalli de Diego Rivera, para citar dos ejemplos).
Fue académico de la Lengua. En 1964 le fue otorgado el Premio Nacional de
Literatura. Al año siguiente fue electo en la reunión de Génova Presidente de
la Comunidad Latinoamericana de Escritores.
Si López Velarde y Tablada inician nuestra poesía
contemporánea, Carlos Pellicer es el primer poeta realmente moderno que se da
en México. No insurge contra el Modernismo: lo incorpora a la vanguardia, toma
de esta y otras corrientes aquello útil para decir lo que quiere decir. Cuando
muchos de los “Contemporáneos “ exploraban los desiertos de la conciencia,
Pellicer redescubrió la hermosura del mundo: el sol que arde sobre los ríos
vegetales del trópico, el mar que a cada instante llega por vez primera a la
playa. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese “trópico
entrañable” los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego
le permiten mirar “en carne viva la belleza de Dios”. Mágica y en continua
metamorfosis, su poesía no es razonamiento ni prédica: es canto. Gran poeta,
Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la
poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se
resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer
es el mismo de principio a fin.
Libros de poesía:
Material poético 1918-1961 (1962) [contiene: Colores en el
mar y otros poemas, Piedra de sacrificios, 6, 7 poemas, Hora y 20, Camino, Hora
de junio, Exágonos, Recinto y otras imágenes, Subordinaciones, Práctica de
vuelo y Poemas no coleccionados].
Con palabras y fuego (1963).
Teotihuacán, y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlan (1965).
(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en
Movimiento, II)