Mostrando las entradas con la etiqueta piedra del sol. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta piedra del sol. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de enero de 2019

Antigüedades mexicanas




Entre los escasos restos de antigüedades mexicanas, interesantes para un viajero instruido, que quedan ya en el recinto de la ciudad de México, ya en sus inmediaciones, pueden contarse las ruinas de las calzadas (albarradones) y de los acueductos aztecas; 

la piedra llamada de los sacrificios, adornada de un bajo relieve que representa el triunfo de un rey mexicano, 


el gran monumento calendario que con el precedente está abandonado en la plaza mayor; 


la estatua colosal de la diosa Teoyaomiqui, tendida por el suelo en uno de los corredores de la Universidad y por lo común envuelta en tres o cuatro dedos de polvo; los manuscritos o sean cuadros jeroglíficos aztecas pintados sobre piel de maguey, sobre pieles de ciervo y telas de algodón (colección preciosa de que se despojó injustamente al caballero Boturini, Muy mal conservada en el archivo del palacio de los virreyes y cuyas figuras atestiguan la imaginación extraviada de un pueblo que se complacía en ver ofrecer el corazón palpitante de las víctimas humanas a ídolos gigantescos y monstruosos); los cimientos del palacio de los reyes de Acolhuacán, en Texcoco; el relieve colosal esculpido en la faz occidental del peñasco de pórfido llamado el Peñón de los Baños; y otros varios objetos que recuerdan al observador instruido las instituciones y las obras de pueblos de la raza mongolesa, y cuya descripción y dibujos daré en la relación histórica de mi viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente.

(Tomado de: Humboldt, Alejandro de – Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España. Estudio preliminar, revisión del texto, cotejos, notas y anexos de Juan A. Ortega y Medina. Editorial Porrúa, colección “Sepan Cuantos…” #39. México, D.F.,2004)


lunes, 11 de junio de 2018

Axayácatl

Axayácatl


Sexto señor de los aztecas, sucedió a su padre, Moctezuma I, en 1469; murió en 1483. Su nombre significa Máscara de agua.

Bajo su reinado se amplió el dominio tenochca. De temperamento guerrero y audaz, atacó ante todo el vecino reino de Tlatelolco, famoso por su gran mercado y rival de Tenochtitlan por sus pretensiones religiosas, que lo llevaron al intento de edificar un gran santuario a Huitzilopochtli, dios de la guerra. Axayácatl mató con su propia mano a Moquihuix, último rey de los tlatelolcas, en el Templo Mayor de la ciudad (1473). Pretendió, sin éxito, dominar a Tlaxcala. En una expedición guerrera a los Altos de Toluca, participó personalmente en la batalla, pero un guerrero matlatzinca le hirió tan gravemente una pierna, que el rey quedó cojo. Posteriormente realizó otras expediciones que afirmaron el dominio azteca en la región de los huastecos; reunió riquísimo botín en oro, plata y joyas de todas clases, que habían de caer en manos de los soldados de Cortés. Murió a la edad de 30 años. Le sucedió su hermano Tizoc.

Bajo Axayácatl las artes religiosas llegaron a su máximo desarrollo. En esa época se labró la gran Piedra del Calendario, que pesa más de 20 toneladas y tiene un diámetro de 4 metros. Durán (Historia I), Torquemada (Monarquía Indiana I), Tezozómoc (Crónica Mexicana) y otros historiadores ofrecen numerosos datos sobre el reinado de Axayácatl. Su nombre tiene las variantes de Axayaca, Axayacatzin, (Mendieta), Axáyatl (Sahagún), Jayacazi (Relación de Ichcateopan) y formas similares. Se atribuye a Axayácatl un poema elegíaco en celebración de Itzcóatl. He aquí la traducción del doctor Ángel María Garibay K.:


Tú festejado eres, divinos hechos hiciste.
Pero quedaste muerto donde el camino se tuerce.
Hechos desoladores hiciste.
No sin razón, dijo un hombre:
“El que persiste llega a cansarse:
ya a nadie sostiene en vida el que da la vida.”
Día de llanto, día de lágrimas:
triste está tu corazón.

(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 2 de mayo de 2018

Juan Vicente de Guémes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo



Segundo Conde de Revillagigedo, fue el quincuagésimo segundo virrey, de 1789 a 1794; tomó posesión del virreinato de la Nueva España el 17 de octubre de 1789, en la Colegiata de Guadalupe.

Revillagigedo nació en la Habana, hizo sus estudios y carrera militar en las tropas de la Casa Real. La firmeza de su carácter y la prudencia fueron las dotes que desplegó durante su gobierno.



El 24 de octubre al dar principio su administración sucedió un acontecimiento que consternó a los habitantes de la colonia. Don Joaquín Dongo, acaudalado vecino, de esta muy noble ciudad amaneció asesinado junto con su cuñado, cuatro dependientes, el cochero y otros cuatro criados. De la caja de caudales se llevaron una gran cantidad de dinero y alhajas, no dejando huellas ni sospechas de quienes podían haber sido los autores del salvaje crimen.

El virrey dictó apremiantes órdenes para esclarecer el delito y después de una gran actividad de las autoridades, lograron la aprehensión de los criminales, siendo estos tres españoles llamados Felipe Aldama, Joaquín Blanco y Baltazar Quintero. Se les formó un proceso en el que confesaron su delito, se recuperaron las alhajas y el dinero, siendo sentenciados a sufrir la pena de “garrote”, acto que se llevó a cabo en la Plaza de Armas el 7 de noviembre en un cadalso enlutado.


Revillagigedo dictó beneficios para hermosear y limpiar la ciudad de México, la que más tarde se le consideró como la más bonita del Nuevo Mundo: mandó asear el Palacio y desalojar a los puestos de comidas que aquí había; prohibió severamente arrojar basura en las calles; mandó a recoger los cerdos y vacas que vagaban por las calles de la ciudad; mandó empedrar las principales calles; construyó atarjeas y tapó varias acequias.



Pidió prestados ciento cincuenta mil pesos para continuar su obra; pidió al sabio José de Alzate perfeccionara el estudio sobre la seda silvestre para favorecer al indígena; el 17 de diciembre de 1790 al estar ejecutando obras en la Plaza Mayor, se encontró la famosa piedra Tonalamatl, el “Calendario Azteca”, ordenó el virrey fuera enviada al arqueólogo don Antonio de León y Gama para su estudio y descripción de los jeroglíficos; mejoró el servicio de correos en todo el país, aumentando las estafetas a lugares muy remotos y las diligencias conducían correspondencia y bultos grandes.

Ordenó se efectuara en todo el país un censo de población, el que dio por resultado que en el año de 1795 la Nueva España contara con 4,483,569 habitantes. Estos datos fueron minuciosamente mandados a tomar por los Intendentes y Gobernadores de las provincias.


Por su honradez, manejó los fondos públicos y la actividad que desarrolló en bien de la capital de la Nueva España, se conquistó muchos enemigos, los que confabularon promoverle un juicio de residencia. El Ayuntamiento presentó una requisitoria muy terrible. El Consejo de Indias recibió el proceso y este tribunal falló la Inculpabilidad condenando a los regidores de México, al pago de costas por haberle formado inicua acusación.


Revillagigedo no llegó a saber de su rehabilitación, pues triste y colmado de desengaños entregó el bastón de mando el 12 de julio de 1794, muriendo el 12 de mayo de 1799. El rey Carlos IV, para honrar su memoria, le dio la recompensa del título de Grande de España con derecho a sus descendientes.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)