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lunes, 19 de agosto de 2024

Marcelo Chávez


 

Marcelo Chávez 

(actor)

(1911-1970, Veracruz, México) Hábil guitarrista e interesado desde joven en la música y la comedia, Marcelo Chávez se había desempeñado como "patiño" de cómicos como Don Catarino, Donato y Mario Moreno "Cantinflas" en carpas, así como en radio. Cuando Germán Valdez solicita un comparsa, Paco Miller pensó de inmediato en él. A partir de ese momento, la figura obesa de Marcelo aparece unida a la de Tin Tan. A pesar de las breves intervenciones fílmicas de Marcelo: Maravilla del toreo y Canto a las Américas -ambas de 1942-. El despegue de éste arranca al lado de Tin Tan en Hotel de verano (1943). Así, sobre todo en las primeras cintas de la pareja, Marcelo obtuvo papeles mejores, en otras tan sólo participaba de manera breve, pero graciosa, en filmes como Músico, poeta y loco (1947), Yo soy charro de levita (1949), El Ceniciento (1951), El bello durmiente, La isla de las mujeres (ambas de 1952) o en El rey del barrio (1949) en la cual interpreta al policía de la esquina que anda tras la pista de una torpe banda de maleantes liderada por Tin Tan. 

Rafael Aviña.


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 8 de agosto de 2024

Cara e'foca y otros demonios

 


Cara e'foca y otros demonios 

Por Ana María Cortés


Si el compositor alemán Ludwig van Beethoven trascendió con su sinfonías número Cinco y Nueve, Dámaso Pérez Prado provocó escándalo y dio la vuelta al mundo con sus mambos número Cinco y Ocho. 


¡Aaaaaggghh! ¡Uuugg!... Era el sonido gutural que brotaba de la boca de Dámaso Pérez Prado "El Cara e'foca" -como lo apodó su paisano Benny Moré por su piel morena, largos bigotes y prominente cuello- para indicar a sus músicos irrumpir el ambiente de cualquier teatro, cabaret o salón de baile, con saxofones roncos, apagados, que explotaban en un sonido agudo sostenido por la trompeta de Cecilio "Chilo" Morán para dar la tonalidad del mambo "José", rúbrica de la Orquesta de Pérez Prado. 

Pablo Dámaso Jesús "Pipo" fue hijo de la directora de una escuela primaria, Sara Prado, y del periodista Pablo Pérez. Nació en Matanzas, Cuba, el 11 de diciembre de 1917 -según sus declaraciones ante las autoridades autoridades mexicanas de migración- y estudió música en su ciudad natal, especializándose en piano. 

En la capital cubana, La Habana, el músico matancero empezó "hueseando", es decir, trabajó como pianista en varias agrupaciones. Al pertenecer a la del cabaret Kursaal, conoce a Orlando Guerra "Cascarita", cantante de la orquesta más famosa de ese momento en Cuba: La Casino de la Playa, y comienza a hacer arreglo musicales para él. Con la agrupación de Paulina Álvarez conoce todo lo relacionado al danzón; después formó una orquesta propia, de las llamadas "charangas”.

Patadas y gritos 

Como su música no gustaba a los dueños de las disqueras cubanas, Prado decide viajar a nuestro país, animado por la actriz y bailarina Ninón Sevilla, aunque él aseguraba que lo invitó Kiko Mendive, cantante de la orquesta del también cubano Arturo Núñez, a quien Dámaso ya le había hecho algunos arreglos musicales. 

Durante los años 40, México estaba en pleno crecimiento industrial y las clases media y alta de la capital asistían a los espectáculos de los centros nocturnos, como el Ciro's del Hotel Reforma, el salón Candiles del hotel Del Prado o El Patio, donde la música norteamericana de las grandes bandas (Glenn Miller, Harry James, Tommy Dorsey, Benny Goodman, Louis Armstrong) era interpretada por Luis Alcaraz, Gonzalo Curiel, Ernesto Mesta Chaires, entre otros. 

Prado encuentra este panorama al llegar a nuestro país en octubre de 1948 y se dedica a elaborar arreglos para Kiko Mendive; luego graba con la compañía discográfica RCA Víctor. Sin éxito aparente, debuta el domingo de resurrección (2 de abril) de 1950 en el salón de baile Brasil, al cual asistió el presidente de la República Mexicana Miguel Alemán Velasco, y el actor Mario Moreno "Cantinflas", entre otros. Se improvisó entonces una nueva forma de bailar: la gente se juntaba por equipos y no por parejas, y como en los minuetos de antaño surgieron los movimientos coreográficos masivos. 

Tras el éxito del Brasil las ofertas pulularon. No sólo los salones de baile lo requerían, sino también los centros nocturnos y los teatros, como El Margo (hoy Blanquita), donde tuvo temporadas exitosas, incluso una de ellas duró un año y siete meses.

A partir de 1949, El Cara e'foca ingresa al cine como arreglista: ya consagrado, le piden que toque sus temas más conocidos en las cintas; las primeras donde participa como arreglista son Coqueta (Fernando A. Rivero, 1949) y Aventurera (Alberto Gout, 1949). En Perdida (Fernando A. Rivero, 1949), aparece una de sus canciones: "Maravillosa", la cual baila Ninón Sevilla. El mambo permitió el lucimiento de actores y actrices como auténticos bailarines, entre ellos Joaquín Pardavé, Adalberto Martínez "Resortes", Rafael Baledón, Niní Marshal, Famie Kaufman "Vitola", Germán Valdés "Tin Tán", que se movían de manera chusca. En cambio, las Dolly Sisters, Ninón Sevilla, Gloria Mestre, María Antonieta Pons, Amalia Aguilar o Rosa Carmina, mostraban sus exuberantes cuerpos y trajes rumberos, provocando suspiros de los espectadores y la ira de los representantes de la iglesia católica: en la ciudad mexicana de Culiacán, Sinaloa, prohibieron a los fieles cualquier contacto con el ritmo, mientras que en Colombia les negaban el perdón divino, y en Venezuela, tanto Pérez Prado como María Antonieta Pons eran considerados "la verdadera encarnación del diablo”.

Al Mambo le salen alas 

Desde su llegada a México y hasta su deportación (6-octubre-1953), el músico matancero participó en 30, cintas la última de este periodo fue Sindicato de telemirones (René Cardona, 1953). El maestro afirmaba que inventó el mambo sin saber el porqué; sacó el nombre de una expresión cubana "cuando no nos gustan las noticias de algún político". Sin embargo, algunos críticos aseguran que fue el músico Orestes López quien escribió el primer danzón-mambo, cuando trabajaba en la charanga de Antonio Arcaño en Cuba, el cual utilizaba la palabra "mambear" como sinónimo de "improvisar". El mambo conquistó al mundo con una orquesta formada por músicos mexicanos, dirigida por el Cara e'foca, quien afirmaba con orgullo: "A Japón he ido a trabajar más de 20 veces. En Alemania llevo más de 110 millones de discos vendidos”.

Además de deleitar el oído del emperador Hirohito, los reyes Hussein de Arabia Saudita y Juan Carlos de España también dieron patadas, movieron los hombros y la cadera frenéticamente, incluso cuando la agrupación de Dámaso fue a Marruecos, el rey Kassam "regaló mil dólares a cada uno de nosotros, los músicos de la orquesta", aseguró en una entrevista Filiberto Meléndez. Prado trabajó en la RCA Víctor hasta que lo expulsan del país. Armando Cárdenas, locutor y conocedor del mambo, aclaró: "se piensa que lo deportaron por tratar de ponerle ritmo al Himno Nacional. Sólo sucedió que se fue al Margo cuando tenía un contrato firmado con el teatro Cervantes y lo reportaron". Se refugió en Estados Unidos de 1953 a 1958 y ahí crea "La suite de las Américas", "El concierto para bongó" y "Vudú Mambo". Al regresar a México, en 1964, el maestro trae otros ritmos como el suby, la chunga, y el dengue, pero el público sigue fiel al mambo. Su última cinta como actor fue El dengue del amor (Roberto Rodríguez, 1965); además se presentó en televisión, centros nocturnos y teatros de revista. 

Prado tuvo muchas mujeres en su vida, pero se sabe que sólo con dos se casó. La primera fue Engracia Salinas (con la cual vivió durante los últimos días de su vida) y junto a ella procreó un hijo: Gerardo Dámaso. Su matrimonio se efectuó en 1951 y se divorció en 1976 para contraer nupcias en 1979 con María del Carmen Josefina Linares. También se sabe que con una italiana mantuvo una relación, de la cual nació su hija O'dalia. 

Durante una gira Japón en 1988 el Cara e'foca había decaído; su salud minaba a causa de la diabetes. Los músicos disidentes del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM), dirigido por Venustiano Reyes "Venus Rey", rindieron homenaje en vida al maestro; además, actores y cantantes, como Blanca Guerra, Ofelia Medina, María Victoria, Yolanda Montes "Tongolele", Tania Libertad y Eugenia León, entre otros, montaron un espectáculo en el teatro Blanquita del 7 de septiembre al 4 de octubre de 1989, con el fin de recaudar fondos para el músico matancero. Sin embargo, luego de amputársele una pierna, sufrió una hemorragia cerebral y sin contar con el apoyo del SUTM, ni de la ANDA (Asociación Nacional de Actores) para ser atendido por especialistas, el Rey del Mambo falleció el 14 de septiembre de 1989 a los 72 años de edad; su cuerpo fue velado en la agencia funeraria de Gayosso Félix Cuevas, en la ciudad de México. Han pasado ya 10 años desde su muerte y todo parece indicar que el mambo nos acompañará en el próximo milenio. 


(Tomado de: Cortés, Ana María - Somos Uno, especial de colección, Las rumberas del cine mexicano. Cara e'foca y otros demonios. Año 10, núm. 189. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 1999)

jueves, 9 de noviembre de 2023

Los mariachis

 


Los mariachis

¡Ay, Jalisco, no te rajes!

Los verdaderos mariachis -porque los hay de aquí, de la Candelaria de los Patos- son de Jalisco, para más señas, de Tecalitlán o Cocula. Su asiento natural en México es, o era, la plaza de Garibaldi, frente al Tenampa. En Guadalajara, el Parián de Tlaquepaque.

Los hay de sombrero ancho y galoneado, para apantallar turistas; porque el auténtico suyo es de copa y ala corta y remangada. El zapato de una pieza; el pantalón ajustado y sobrio; la blusa, campera.

"¡Suena el arpa vieja, llora el guitarrón!..." No tiene vuelta de hoja, se necesita ser de palo, sin alma en el cuerpo, para no sentir que hierve el pecho en la agreste varonía de sus canciones. Esas de reto ranchero y de amor rendido -porque todavía los valientes lloran-. Y el guitarrón, el clarinete, la guitarra, los violines, el flautín y el requinto . Y Guadalajara, La Culebra, Atotonilco, Chapala, Virgencita de Talpa, Échame a mí la culpa... rasgan, castor y lentejuela, el pasmo nocturno; nomás para darle gusto al gusto y, en buche de tequila, echarse chiquito el mar. En la madrugada de arrayán aromado, prender el ex voto de la serenata…

Un día, ya lejano, aquel genio impetuoso que se nombraba Silvestre Revueltas convocó en Tecalitlán a los mariachis. Embraveció un mar de sombreros altivos e instrumentos gozosos y él -Poseidón ordenando las olas- pasó de la mañana a la noche dirigiendo una sola música, El Maracumbé: "Yo soy el Maracumbé, el rey de todos los sones".

Mariachis, despectivamente, les llaman en México aquellos acostumbrados a recibir puñalada de pícaro, en vez de la llana nobleza. 


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

lunes, 20 de febrero de 2023

Enrique Bátiz

 


Enrique Bátiz

Decenios musicales.

Ciudad de México, enero de 1975.

¿Es un genio? ¿Es virtuoso o compositor? ¿Showman o político? Apasionado y dinámico, a los treintitrés años Enrique Bátiz lo es todo, incluso esposo de una afamada pianista polaca y padre de una niña y un niño.

Desde que tenía 10 años sentí la música -dice- y para mí su valor real emocional, el llevar su estética y su mensaje al corazón de las personas.

Estudió en Nueva York, en la Juilliard, y tiene posgrados en varias ciudades de Europa, donde vivió durante doce años. ¿Por qué regresó?

Volví con la idea de servir. De transmitir mis enseñanzas. Quería trabajar y hacer una obra para México.

Se dice que usted actúa más como político que como artista.

Estudié música. Me gradué de músico. Di muchos conciertos e hice presentaciones en Europa. Soy amigo del que fue gobernador del Estado de México, el profesor Carlos Hank González. Es a través de la política como se desarrollan los países; es como se hace patria. Si uno va a contribuir para cambiar a México, a que se desarrolle distintamente de cómo lo había hecho antes, tiene uno que participar y aportar. Ningún político va a apoyar cosas que no son buenas. Si esto me hace político... entonces a lo mejor lo soy.

¿Hay talento en México?

Sí hay talento, y también hay muchas intrigas. Tengo cinco años de vivir en México, y yo pensé que los cargos que le hacían al maestro Carlos Chávez tenían fundamento: lo acusaban de dictador y de querer arruinar al músico mexicano. Sin embargo, Carlos Chávez fue víctima de un grupo. Él sigue siendo una persona importante, querida y apreciada en el mundo entero, quizás el mexicano vivo más distinguido que tenemos en la música.

¿Interpreta usted a músicos mexicanos?

He drigido casi todos, entre ellos Revueltas, Ponce, Huízar, Moncayo, Blas Galindo y Rodolfo Halftter, que aún vive. Bajo otras batutas la orquesta del Estado de México ha tocado música de Carlos Chávez.

¿Cómo ve usted la educación musical en México?

Muy atrasadita. En México tenemos maestros de música que se dedican a la enseñanza en las escuelas primarias y secundarias, que es el único medio por donde les llega a los niños ese arte. Lo óptimo sería que se les ofreciera esto mismo, pero en forma más completa y más educativa. Debo aclararle que mi madre se ha dedicado a hacer esto durante treinta años aunque debo criticar que no existe un libro de texto adecuado, con un sistema que logre que al niño y al adolescente les guste la música. La Secretaría de Educación debería solucionar este problema.

Su estilo de dirigir tan apasionado, de movimientos tan dinámicos, ¿como lo adquirió?

Así como las composiciones de cada genio musical son distintas, y unas son más grandes que otras, yo creo en las distinción que la vida le ha dado a cada persona, que se llama talento: es una luz divina que se ha colocado en cada persona pero a muy distinto nivel. A algunos les ha tocado bastante y a muchos casi nada. El país no está lleno de músicos y los pocos que se dedican a esto lo hacen porque les gusta, les nace, lo sienten, pero no todos tenemos esa cualidad. Entonces hay que estar muy conscientes de que en el arte lo importante es el talento. En segundo término está en la educación, la escuela y los beneficios que de ellos se derivan. Yo estuve en las mejores escuelas, me precio de haber estado en contacto con los más importantes maestros de mi época, y eso quiere decir que educación no me ha faltado... lo que me falta a lo mejor es mucho talento. Pero independientemente de la educación y del talento, necesita uno también tener una inteligencia que le permite estudiar ambas cosas, para explotarlas a su debido tiempo. La inteligencia nos hace pensar todos los días. Yo pienso en notas musicales, yo pienso en los compositores y de repente escribo, compongo y también analizo. También pienso en la disciplina, en las reglamentaciones de una orquesta sinfónica, pienso en mi trabajo, en mi familia, en fin, en una serie de quehaceres diarios, entre ellos leo, y leo bastante. Llevo una vida que no es rutinaria, me acuesto tarde y me levanto temprano, y a veces no duermo porque estoy intranquilo, porque mi cerebro no descansa. No considero que tengo nada en particular de genio, pienso que tengo simplemente el deseo de que lo que mis manos toquen sea bueno, que produzca, que desarrolle y sea eficaz y perfecto, lo más cercano posible a la perfección a todos los niveles, incluyendo el político, por eso quizás tengo algo de suerte en ese ámbito. Yo quise ser un virtuoso, de ahí que no haya compuesto mucho.

¿El virtuoso es un showman?

Pero de los sensacionales, o sea que todos sus programas son fuertes, que deslumbra al auditorio por su destreza y agilidad. Yo me di cuenta de que en mi técnica no iba a llegar a esos niveles sino le dedicaba otros diez años de mi vida y por el otro lado me apasioné más en el valor estético de la música y de las "acrobacias".

(Tomado de: Krauze, Hellen – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Ventos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)

lunes, 20 de junio de 2022

Ricardo Palmerín

 


Ricardo Palmerín (1889-1944)

Nació en Tekax, Yucatán, en el año de 1889. Sus padres se trasladaron a Mérida cuando Palmerín tenía siete años, y ya en esa ciudad, el niño por sí solo se dedicó a tocar la guitarra.

Sus primeras melodías fueron: La flor de Xkanlol y La flor de mayo. Conoció a los grandes poetas yucatecos y a los cancioneros de la época, como Cirilo Baqueiro ("Chan Cil"), Fermín Pastrana ("Huay Cuue") y García Rejón, quienes lo apoyaron e impulsaron para que siguiera componiendo. Así nacieron Las golondrinas, El rosal enfermo, Entre las almas y entre las rosas. Fue un gran amigo del poeta Luis Rosado Vega, y esa afinidad se reflejó de manera extraordinaria en las canciones que ambos crearon, logrando una unidad incomparable entre la letra y la música. Entre las canciones que ambos hicieron, destacan: Xkokolché (nombre maya del ruiseñor), Vestida de blanco, Las avecillas, El crucifijo, Mi tierra, Mi guitarra, Tus huellas y la célebre Peregrina.

Según el poeta Ermilo Padrón López, Palmerín junto con Pepe Domínguez rescataron la genuina canción yucateca, al mismo tiempo que Palmerín fue el máximo compositor del bambuco yucateco.

Palmerín viajó a la capital con un grupo de trovadores, en una embajada cultural que Carrillo Puerto mandó a la ciudad de México con motivo de las Fiestas de la Consumación de la Independencia. Posteriormente, con el señuelo de mejorar su situación económica y respondiendo a una invitación del doctor Alfonso Ortiz Tirado, Palmerín decide trasladarse a la ciudad de México.

A pesar de los triunfos que conquistó en la capital, nunca logró el éxito económico ya sea porque el compositor no quiso o no logró adaptarse al ambiente competitivo y comercial de la metrópoli, ni ajustar su producción a las exigencias de la radio y las disqueras. Esto, desgraciadamente, le afectó al grado de enfermarlo.

En 1943, hizo un último intento por emerger y formó un conjunto con su nombre, integrado por dos cantantes, Jaime Nolla Reyes y Pedro Fernández Trava, el tololochista Carlos Salazar, Arturo Cámara Tappan y él mismo. Desgraciadamente el compositor estaba ya muy enfermo. El coronel Wenceslao Labra, en aquel entonces gerente de la Lotería Nacional y gran admirador de Ricardo, hizo que por cuenta de dicha institución se le internara en el Sanatorio Inglés, donde falleció el 30 de enero de 1944; fue sepultado en el Panteón Español.

Después de su muerte, un grupo de trovadores yucatecos se reunieron con el objeto de formar una institución que diera impulso y protegiera la producción peninsular, y así, el 31 de octubre de 1949 quedó constituida la Sociedad Artística Ricardo Palmerín.


(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

martes, 16 de noviembre de 2021

Agustín Lara y el cine


En 1931, el cine sonoro hizo su aparición en México con la película Santa, cuya dirección musical estuvo a cargo de Miguel Lerdo de Tejada. El tema musical de la película fue la célebre canción Santa con la que Lara inició una serie de redituables contribuciones románticas al arte fílmico nacional. Numerosas películas y varias actuaciones (no muy notables), pero que contribuyeron a acrecentar su figura pública, son el resultado de esta relación con el celuloide.

Los filmes Novillero (1936), Noche de ronda (1942), Mujer (1946), Humo en los ojos (1946), Revancha (1948), Perdida (1949), Coqueta (1949) debieron mucho de su éxito taquillero al aura de las canciones de Lara y a sus letras "plenas de significado" para un público dispuesto a conmoverse hasta las lágrimas.

Lara donó al cine mexicano algo más que canciones; le proporcionó argumentos sacados con tirabuzón de los títulos de sus canciones o trozos mitologizables de su agitada y atribulada vida. En el año 1946, su canción Noche de ronda en la voz de Elvira Ríos, sirvió como tema musical para la película Esos hombres, interpretada por Arturo de Córdova y Marina Tamayo.

Ese mismo año, Lara debutó como actor en la película Novillero al lado de Lorenzo Garza y Luz Ma. Bautista, siendo el tema musical el paso doble del mismo nombre. En 1937, se estrenaron otras dos películas: Adiós Nicanor con la canción del mismo nombre, y La gran cruz también con canciones del compositor.

Dentro de la filmografía lariana cabe destacar algunas películas como Distinto amanecer considerada clásica del cine en México, con la actuación de Andrea Palma, en la cual se estrenó la canción Cada noche un amor.

Ese año de 1943, se realizó otra versión de Santa, dirigida por el norteamericano Norman Foster, y de nuevo se utilizó la canción de Lara. Es curioso que la melodramática novela de don Federico Gamboa fuera utilizada tan reiteradamente y que precisamente Coqueta (1949), otra de las películas en que Lara intervino como actor, haya sido un refrito más de ese tema que en cursilería dejó corto al bueno de don Federico. Rociada abundantemente con una buena dotación de canciones de todas las épocas y estilos de Lara: Siempre te vas, Oye la marimba, Escarcha, Noche de ronda, Madrid, Amor de mis amores, es un buen ejemplo de lo que se esperaba de la presencia del músico-poeta en la pantalla. Lara hace el papel de Rubén, un músico ciego que mata loco de celos a la inefable Ninón Sevilla. Perdida, también de 1949, es otro ejemplo interesante. Esta vez, Agustín representa a Agustín y es naturalmente un músico famoso que acoge a Ninón Sevilla en su casa y se enamora de ella, sin poder evitar que al final de la folletinesca cinta, ésta se suicide. La música de la película proporciona además un muestrario de lo que entonces estaba de moda. Arreglos de Pérez Prado, Miseria de Miguel Ángel Valladares, Perdida de Chucho Navarro, El bobo de la yuca de Marcos Perdomo y Tú, sólo tú de Valdés Leal. Lara participaba con su presencia y dos viejos éxitos: Oración caribe y Talismán.

La mujer que yo amé (1950) nos presenta otra vez a Agustín como Agustín, el pianista del cabaret costeño Los Siete Mares que esta vez salva con sus canciones a Elsa Aguirre de una cojera esquizofrénica, para terminar con la cara marcada por un rival celoso. Finalmente, logra huir a México con "Toña la Negra" para poder cantar Oración caribe en el Politeama de los años treinta, donde los dos alcanzan la gloria artística.

Una nueva biografía titulada La vida de Lara, se filmó en 1958 con las canciones más conocidas del compositor y, naturalmente, el argumento se basó más en dichas canciones que en la verdadera vida del músico-poeta.

Lo importante, por supuesto, en toda la filmografía lariana, no era propiamente el argumento, sino la representación visual del "artista". Lara había venido a simbolizar al músico por antonomasia, al cancionero sensible y al poeta inspirado. Curiosamente, todos estos filmes que contribuyeron a convertir a Lara en el estereotipo más falso y convencional del compositor inspirado, coincidieron con la disminución real de su producción de canciones.

En 1958, Lara vivía de su producción ya hecha, de sus melodías una y otra vez repetidas y acomodadas a los nuevos ritmos y estilos de moda. En todos estos filmes, las viejas canciones de Lara representaban la "intemporalidad y la inmanencia" de la inspiración, y por extensión, la "sensibilidad romántica a la mexicana".

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

martes, 12 de octubre de 2021

Gonzalo Curiel



Gonzalo Curiel (1904-1958)

Nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 10 de enero de 1904. De niño aprendió a tocar el piano. Estudió la carrera de medicina pero no llegó a terminarla porque decidió dedicarse por completo a la música. En 1935 hizo su debut en la XEW trabajando como pianista. Fue entonces cuando conoció al doctor Alfonso Ortiz Tirado, quien lo contrató y realizó con él una gira por el interior de la república. Poco después dio a conocer su primera composición, titulada He querido olvidar. Luego compuso Dime, que fue estrenada por José Mojica en el Teatro Arbeu de la ciudad de México. Fue autor de más de cien canciones. Entre ellas se han destacado: Tu partida, Son tus ojos verde mar, , Vereda tropical, Un gran amor, Deseo, Confesión, Desesperanza, Di que es mentira, Con mi guitarra, Confidencia, Blanca, Cuando, Calla, Agonía, Adiós, Al fin, Brazalete, Adversidad, Calla tristeza. La canción Tu partida pasó a ser el tema musical de su orquesta. Fue fundador de varios conjuntos, el primero de ellos fue Los Caballeros de la Armonía. Posteriormente, buscando cambios en la interpretación vocal, se unió con Emilio Tuero, Pablo y Carlos Martínez Gil, y Ciro Calderón para formar el cuarteto Ritarmelo (ritmo, armonía y melodía). Más adelante formó el grupo Los Diablos Azules que hizo importantes series de radio en la XEW. En 1931 formó otro conjunto que se llamó Los Trovadores del Ensueño. En 1937 fundó la orquesta El Escuadrón del Ritmo, con la que realizó, en 1940, una extensa gira por Estados Unidos, Brasil, Chile y Argentina, llevando como cancionista a Adelina García. En 1942 regresó a México e ingresó al cine nacional para la música de fondo de más de 126 películas. Ganó un Ariel por la musicalización de la cinta Eugenia Grandet. Participó con su orquesta en las películas: Payasadas de la vida, Cita con la muerte, Dancing y muchas otras. En 1948 fue estrenado su primer Concierto para piano y orquesta en re bemol, a través de la radiodifusora XEW. Su segundo concierto fue estrenado en la misma radiodifusora el 19 de abril de 1951. Fue fundador de la orquesta de la Unión Filarmónica de México. En 1953 fue condecorado en la Feria de Jalisco por el licenciado Agustín Yáñez, gobernador del estado. Fue fundador de la Sociedad de Autores y Compositores de Música y de la Unión Filarmónica de México y perteneció al Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica. Falleció el 4 de julio de 1958 en la capital de la república.


(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Roberto Cantoral



La barca y el reloj.
Ciudad de México, octubre de 1975.

Reloj no marques las horas…” Escrita en letra dorada en la puerta, la frase da nombre a la casa de Roberto Cantoral, el gran compositor de música romántica quien explica así su emblemática canción.
Ésta surgió como la idea de escribirle al tiempo; todos esos momentos felices que se van y que quisiera uno retener.
En el espacioso comedor -con muebles de época, como los de toda la casa- hay un enorme reloj, que sí marca las horas.

¿Cuántas canciones has escrito?
Trescientas y pico. He tenido suerte, llevo muchos años escribiendo. Cada año tengo un hit o dos. En 1974 gané el premio de la OTI con la canción “El Quijote”.
¿Oye, tú crees que los temas de hoy en día son diferentes a los de hace años?
La temática es la misma, lo que cambia es la expresión. “El Reloj” y “La Barca” marcaron una época de transformación. La gente abusa de la palabra amor: yo, desde que salí con esas dos canciones y “Regálame esta noche”, no uso la palabra amor así, la tomo más como un concepto universal. Hice una canción que se llama “Amoras de un verbo nuevo”, “amorar”, que quiere decir llenar de amor algo, invadirlo.
Tú rompes estructuras y se te permite usar palabras que a otros compositores no.
Es cierto. Yo fui el primero que metí en mis canciones la palabra “amante”, y ahora ya la usan los españoles, franceses, italianos, etc. La usé desde 1958. Considero que todo se puede decir, pero con un sentido de la elegancia, o sea que no se puede ser insultante en la escritura, por eso es arte. Cualquiera puede decir una cosa llanamente, pero el arte es para cubrir lo grotesco. “Te fallé como amante” no se refiere únicamente al sexo, como se puede pensar, sino a que te fallé en atenciones, en cuidado, en mil cosas.
Tú eres un triunfador en tu carrera y en tu vida. ¿Cómo lo haces?
Yo considero que para hacer cualquier cosa en la vida, lo primero que debe hacer un ser humano es realizarse como tal: si no, está incompleto. Yo me considero una persona realizada y eso para mí es lo más importante. Después vienen por consecuencia el triunfo, el dinero y una serie de cosas. Me preocupé primero por hacer un hogar. Tenemos cuatro hijos, tres varones y una pequeña nena, la “Quijotita”, que tiene tres años. Soy supersticioso, y les pongo seudónimos a mis hijos, usando los títulos de las canciones. A Joselito le tocó El triste.
¿Tienen tus hijos inquietudes artísticas?
Todos tocan el piano, pero el de seis años es al que más le gusta. Es al que no hay que decirle “ve a tocar”. Se levanta tempranito y antes de ir a la escuela, estudia.
¿Tienes amigos en el gremio? ¿Hay envidias?
Tengo pocos amigos. Quizás si exista un celo profesional, pero yo no me he preocupado de eso: ¡Si te cierran una puerta, se abren otras muchas!
¿Nunca le has cantado al macho mexicano?
Sí, una vez hice una canción haciendo ver al machismo en su verdadera esencia. En primer lugar tiene que tener un alto concepto de los valores: el machismo no es matar a una persona en la calle, golpear a una mujer, o creerse superior a los demás. ¡Esa es una bestia, no un ser humano! El hombre y la mujer son una unidad. Por cierto, he escrito una obra músico-literaria sobre los derechos humanos, y voy a promover que se presente en un teatro.
¿No puedes adelantarnos algo sobre ella?
¡Cómo no! Se llama El hijo del hombre, y el prólogo va así: “Este es un modesto homenaje para todos aquellos que, día con día, se esfuerzan arduamente en su trabajo, tales como el descubridor, el campesino, el creador, el obrero, el inventor, el científico y el sabio, por ser los engranajes más vitales y el incentivo de la gran maquinaria que formamos. Es fácil encender la luz ahora, ver autos, barcos, jets, locomotoras, cine, televisión, radio, rockolas, teléfonos, tractores, computadoras, miles de inventos, incontables horas de aquellos que quemaron sus auroras por el progreso que tenemos hoy; que a pesar de la gente negativa, que desde siglos todo lo entorpece, la humanidad jamás está pasiva. ¡O evoluciona o desaparece! Muchos extreman su negativismo, hablando siempre por reflejo propio; si es Italia , es mafia, es Al Capone, es la vendetta y no es Renacimiento pictórico, escultórico y poético. Si es Alemania es Hitler, y no Marx, ni Kant, ni Bach ni Wagner. Y así todos lo tasan igual; afirman que si es judío, es hambreador; si es negro, es indeseable o gente baja; si es yanqui es opresor o invasor; si es árabe, es vivales o ladrón; si es chino, es opio, vicioso o comerratas. ¡Qué pena! ¡Qué pena es carecer de dimensiones, pues no todas las francesas son cocottes, ni todos los ingleses son piratas, ni todo argentino es gigoló; ni mexicano es aquel que mata! ¡No es justo condenar sin reflexión, a toda una nación, a un credo o una raza, porque el talento no es un bien común y la mediocridad no tiene patria!”.

(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)








martes, 1 de octubre de 2019

Manuel M. Ponce


Ponce: el gran precursor


A principio de siglo vivía en Aguascalientes una ciega llamada Sebastiana Rodríguez, que recorría los pueblos y ferias de la región interpretando con su hermosa voz canciones populares. entre sus oyentes más asiduos se contaba un jovencito llamado Manuel M. Ponce.
Manuel tenía fama de ser todo un “fenómeno musical”. Según afirman sus biógrafos, no había cumplido los cuatro años de edad cuando, después de haber escuchado atentamente las clases de piano que recibía su hermana Josefina, se sentó frente al instrumento y sin más preámbulo interpretó completa una de las piezas que había oído. Inmediatamente sus padres lo pusieron a recibir clases de piano y solfeo. Al parecer, su propia hermana Josefina colaboró muy activamente en su enseñanza.
Un año después, Manuel enfermó de sarampión. Cierto día, cuando aún estaba en cama, Josefina le dio algunas hojas de papel pautado para entretenerlo, y se llevó una gran sorpresa. Horas más tarde, el niño de cinco años le presentaba la partitura de su primera pieza, a la que había puesto por nombre La danza del sarampión. A los seis años ya tenía tres o cuatro canciones más en su haber.
En aquella época se había pasado del italianismo en materia musical al más acentuado afrancesamiento que, a esas alturas, se había tornado “prácticamente intolerable”, según palabras del musicólogo Vicente T. Mendoza. Así, en sus primeros años la producción de Manuelito se reducía a gavotas, valsecillos y otras melodías de inspiración semejante. Con los años, sin embargo, las tonadas tristes con rasgos de alegría o las alegres con rasgos de tristeza que entonaba Sebastiana llevarían al joven Ponce a integrar un concepto que ya intuía desde los primeros años de su adolescencia: que la música popular mexicana, si se refinaba y metodizaba sin desechar su esencia original, no sólo se convertiría en algo dignísimo y muy valioso, sino que presentaría grandes posibilidades de aceptación en el mundo entero.
Pero para consolidar y poner en práctica esta idea -aún nebulosa- Manuel tenía que recorrer un largo camino.


El niño serio


Manuel M. Ponce nació en Fresnillo, Zacatecas, en 1886. Tenía sólo unas cuantas semanas de vida cuando su numerosa familia se trasladó a la ciudad de Aguascalientes, en busca de mejores posibilidades económicas. Era Manuel el menor de los doce hijos de don Felipe Ponce -contador de profesión- y su esposa, doña María de Jesús Cuéllar. En Aguascalientes vivió el joven músico hasta la edad de 15 años; y se cuenta que su característica más notable -aparte, desde luego, de su precocidad musical- era su carácter dócil y serio.
Hizo los primeros estudios en la ciudad de Aguascalientes, donde siguió componiendo. En 1900 escribió una pieza de piano para la mano izquierda a la que tituló Malgré Tout (A pesar de todo), en honor del escultor manco Jesús Contreras; el mismo título lleva una célebre escultura de Contreras que adorna la Alameda Central de la ciudad de México y que habla elocuentemente de la determinación del artista de sobreponerse a la tragedia y continuar su obra a pesar de todo.
En 1901, Ponce ingresó al Conservatorio Nacional de Música, ya con cierto prestigio de pianista y compositor. Allí permaneció hasta 1903, año en que volvió a la ciudad de Aguascalientes. Este era sólo el inicio de su peregrinar. En 1904 marchó a Italia para cursar estudios superiores de música en el Liceo de Bolonia. Siguió estudiando entre 1906 y 1908 en Alemania y volvió a México para hacerse cargo de la cátedra de piano (que antes ocupó en el Conservatorio Ricardo Castro) y la de Historia de la Música.
En 1912 compuso su obra cumbre, Estrellita, que no es propiamente una canción de amor, como se suele pensar, sino “una nostalgia viva; una queja por la juventud que comienza a perderse. Reuní en ella el rumor de las callejas empedradas de Aguascalientes, los sueños de mis paseos nocturnos a la luz de la luna, el recuerdo de Sebastiana Rodríguez”, según escribió el propio autor. Ese mismo año, Ponce realizó en el teatro Arbeu el memorable concierto de música popular mexicana que, si bien escandalizó a los ardientes defensores de lo europeo, vino a constituir un hito fundamental en la historia de la canción nacional.
Con esta valiosa actividad de promoción de la música del país y con melodías como Estrellita, A la orilla de un palmar, Alevántate, La pajarera, Marchita el alma y una multitud más, Ponce ganó el honroso título de “creador de la canción mexicana moderna”. Y fue también el primer compositor mexicano de música popular que proyectó sus obras al extranjero: Estrellita, por ejemplo, ha sido parte del repertorio de las principales orquestas del mundo y de incontables cantantes, aunque muy a menudo sus intérpretes ignoran el origen de la canción y el nombre del autor.


El exilio voluntario


Ponce parecía destinado a llevar, por fin, una vida metódica y tranquila, pero la inestabilidad creada por la Revolución le impedía desarrollar adecuadamente su labor de enseñanza y en 1913 decidió trasladarse a La Habana. Estuvo en Nueva York en 1916 y presentó algunas de sus obras en el Aeolian Hall. Después volvió a Cuba y ahí permaneció hasta septiembre de 1917. Retornó a México para hacerse cargo de una cátedra en el Conservatorio Nacional. Se enamoró de una de sus discípulas, llamada Clementina Morel, y en 1918 profesor y alumna contrajeron matrimonio. La boda coincidió con el nombramiento de Ponce como director de la Orquesta Sinfónica Nacional, puesto que desempeñó brillantemente por espacio de dos años y durante esa etapa dio a conocer muchas obras mexicanas y europeas de compositores jóvenes.
Hacia 1925 su situación económica era precaria, a pesar de que trabajaba intensamente en la composición y la transcripción de música mexicana. la cual era aceptada cada vez mejor por las clases media y alta. Por otra parte, se percató de que en Europa se hacían avances musicales vertiginosos, mientras que sus propios conocimientos se rezagaban. Su ansia de estudio pesó más que su angustia por alejarse del país y marchó a París tras pedir una licencia de seis meses en el Conservatorio. Al término de la licencia, Ponce decidió quedarse en Europa.
Estableció su residencia en París, donde permaneció hasta 1933 desempeñando empleos modestos y dirigiendo una revista en español sobre asuntos musicales. Mientras, absorbía las corrientes vanguardistas que en París alcanzaban la máxima expresión. Su ánimo se debatía entre el terror que le inspiraba la penuria de la vida en México y la nostalgia por su patria. Un día fue a un cafetín de los barrios bajos parisienses y escuchó a una cantante ciega interpretar Estrellita. El recuerdo de Sebastiana Rodríguez volvió a introducirlo súbitamente a la corriente musical de su patria y Ponce decidió regresar.


La vuelta del juglar


Ya en México volvió al Conservatorio y en la Universidad Nacional creó una cátedra de música folclórica. La periodista Rosario Sansores lo recordaría “con su abundante cabellera blanca y sus ojos negros y brillantes”, trabajando en el Conservatorio en ruinas, entre muebles polvorientos y pianos viejos y desafinados. El contraste con su vida musical y personal en Europa era abrumador, pero Ponce no perdió los ánimos; siguió revolucionando la enseñanza musical y componiendo infatigablemente. Al ser nombrado director del Conservatorio, instauró también en él la cátedra de música folclórica. 
Si en el periodo de la Revolución se había dedicado primordialmente a componer canciones y a transcribir tonadas populares recogidas en todo el país, en esta segunda etapa de su carrera -cumplida ya en buena parte su tarea de precursor de la canción mexicana- consagró casi todo su tiempo a la composición de música de altura, observando generalmente una tendencia nacionalista. Una de sus obras más importantes en este campo es, según los eruditos, el Concierto del sur, que dedicó a su amigo el guitarrista español Andrés Segovia y en el cual la guitarra desempeña el papel de instrumento solista. Al virtuoso Henrik Szeryng le dedicó igualmente su excepcional Concierto para violín y orquesta. No menor interés despertó en el mundo de la música clásica su obra sinfónica Chapultepec, dividida en tres partes.


Cuando la ilusión se desvanece


Compuso muchas otras obras de primer orden: Trío para piano y cello, Sonata para violoncello y piano, Instantáneas mexicanas, Suite en estilo antiguo y las deliciosas Miniaturas mexicanas para orquesta, aparte de innumerables motetes, romanzas y nocturnos. En cuanto a sus canciones populares, el pueblo siguió cantándolas durante muchos años y un buen número de ellas -que fueron en total más de 250- se incluyeron en las películas de la época. Todavía se dio tiempo para dirigir una revista musical y para escribir una gran cantidad de artículos.
Su trabajo intenso y la gran difusión de su obra no se tradujo, sin embargo, en una situación económica desahogada. En las casas que habitó, primero en la colonia Condesa y más tarde en San José insurgentes, vivió siempre en la mayor estrechez, escribiendo canciones para los jardines de niños con el fin de complementar sus magros ingresos. En 1942 se convirtió en miembro del Seminario de Cultura y en 1948 recibió del gobierno mexicano el Premio Nacional de Artes y Ciencias, que constaba de un diploma y $20,000.
La amargura de la pobreza se hizo presente en la solemne velada musical organizada para hacerle entrega del premio. En su discurso de agradecimiento, Ponce expresó: "…un premio, una ayuda que llega en los momentos en que la ilusión se desvanece ante la realidad desconsoladora…
Muy poco tiempo después, hacia la medianoche del 24 de abril de 1948, el padre de la canción mexicana murió, a causa de un ataque de uremia. En cumplimiento de su voluntad, se le enterró en el popular panteón de Dolores, en un sitio que los cronistas describieron como “un gran herbazal” de donde sería trasladado posteriormente a la Rotonda de los Hombres ilustres. Su cuerpo bajó a la tierra mientras la soprano Fanny Anitúa entonaba con infinita emoción la célebre Estrellita.


(Tomado de: Morales, Salvador y los redactores de CONTENIDO - Auge y ocaso de la música mexicana. Editorial Contenido, S.A. México, 1975)







miércoles, 25 de septiembre de 2019

Arturo Tolentino


(1888-1952) Nació en Sierra Mojada, Coahuila, el 13 de septiembre de 1888, donde estudió y recibió el título de tenedor de libros y contador. Desempeñó cargos públicos en el estado de Chihuahua y en la capital de la república como representante del pueblo chihuahuense. En 1941 fue nombrado director de la Biblioteca Municipal de la ciudad. Ese mismo año, junto con el periodista Heriberto García Rivas, fundó la Academia de Artes y Literatura de Chihuahua. Sin haber tenido una preparación musical formal compuso hermosísimas obras; entre ellas, el vals Ojos de juventud, Sonrisas de primavera, La dama blanca y Tus ojos. Falleció en la ciudad de Chihuahua el 3 de febrero de 1952.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Colección Los Noventa, #2. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D. F., 1989)




martes, 5 de febrero de 2019

Julián Carrillo

 
Nació en Ahualulco, San Luis Potosí, en 1875; murió en la ciudad de México en 1964. Fue el último de los 19 hijos de Nabor Carrillo y Antonia Trujillo, ambos de origen indígena. A los 10 años de edad fue llevado por su madre a San Luis Potosí, donde estudió música con el maestro Flavio F. Carlos; aprendió a tocar primero los timbales y después el violín; en las mañanas ejecutaba responsos fúnebres en la catedral y por las noches actuaba en fiestas.
 
En 1895 compuso una misa a petición del párroco de San Juan de Dios. Ese año pasó a la Ciudad de México e ingresó al Conservatorio Nacional de Música; entre sus maestros se contaban José Rivera y Melesio Morales. El 23 de marzo de 1899, en una ceremonia en el Teatro Iturbide, se reveló como un virtuoso del violín, frente al presidente Díaz; becado por éste, marchó al Conservatorio Real de Leipzing, para estudiar composición con Salomón Jadasshon y violín en la orquesta de la Gewanghauss, bajo la dirección de Arthur Nikisch.
 
Un año después alternaba con Paderewsky, Camile Saint-Saëns y Puccini. En 1901 estrenó una obra y en 1904 ganó el primer premio en un concurso internacional de violín.
 
En 1905, al regresar a México, el general Porfirio Díaz le regaló un Amati.

Desde 1895, siendo alumno de física, acústica y matemáticas del doctor Francisco Ortega Fonseca, advirtió que al doblar cada cuerda por la mitad, ésta daba cada vez un octavo superior. Dividió después, ya no una cuerda completa, sino la distancia entre las notas la y sol, y encontró en ese intervalo 16 sonidos distintos. En los años siguientes logró 4,640 sonidos nuevos en la octava, de donde resultaron 37,120 en las 8 conocidas. A este descubrimiento le llamó Sonido 13, pues hasta entonces sólo se manejaban 12. Sobre estas bases, anunció el infinito musical, afirmando que pueden existir tantos sistemas musicales cuantos números hay. En 1911 viajó a Roma como delegado de México al Congreso Internacional de Música, donde presentó la ponencia Reforma a las formas clásicas de la composición. En 1913, al volver al país, fue nombrado director del Conservatorio Nacional. En 1914 marchó a Nueva York y fundó allí la Orquesta América.
 
 En 1925, en el Teatro Principal, ofreció un recital con obras basadas en los dieciseisavos de tono, y al año siguiente se presentó en el Town Hall de Nueva York con las mismas composiciones. En 1929 Leopold Stokoswky ejecutó en el Carnegie Hall un Concertino de Carrillo. En 1931 ambos dirigieron la Orquesta Sinfónica del Sonido 13. En 1950 Carrillo viajó a Europa llevando consigo un piano transformado, en el cual su hija Dolores tocó varias obras de la nueva música. En 1952 escribió Horizontes, para orquesta, en Sonido 13. Más tarde formó una colección de 15 pianos especiales, dio conciertos con ellos en el extranjero y los donó al Museo Nacional de Historia, junto con el manuscrito de su teoría.
 
Escribió 28 libros sobre temas musicales, y en uno de ellos presentó 13,300 escalas basadas en semitonos. Su Primera Sinfonía la compuso al comenzar el siglo XX. Es autor de numerosas composiciones, desde piezas ligeras para piano y violín, hasta sinfonías y óperas, como la titulada Matilde.
 
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen II, Bajos-Colima)
 



sábado, 20 de octubre de 2018

Jerónimo Baqueiro Foster

Jerónimo Baqueiro Foster




Nació en Campeche, Camp., en 1908; murió en la Ciudad de México en 1967. Estudió preparatoria en Mérida, aprendió a tocar la flauta, enseñó solfeo en Hopelchén y de 1915 a 1921 formó parte de la Banda Regional de Yucatán. Pasó a la Ciudad de México, trabajó como flautista en el Teatro Arbeu, ingresó a la Banda del Colegio Militar y en 1922 se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música. Discípulo de Julián Carrillo, divulgó la teoría del Sonido 13. Dedicado al periodismo durante 40 años, con especialización en temas musicales y de folclore, recogió sus artículos de El Nacional en Geografía de la canción mexicana. De 1942 a 1943 dirigió la Revista Musical Mexicana. Prologó el Chopin de Iwaz Kiewicz Jaroslaw (1949). Escribió Curso completo de solfeo (9ª. Ed., 1965), “La música”, en México 50 años de Revolución (1960), Historia de la música en México (1964) y La canción popular de Yucatán 1850-1950 (1970). Hizo estudios acústicos sobre instrumentos de boquilla circular y compuso, entre otras obras, La mañana de la cruz, lieder con letra de Juan Ramón Jiménez, y Danzatina, estudio para piano de 24 octavos.



(Tomado de: Enciclopedia de México, volumen 2, pág. 46. Bajos-Colima)



viernes, 10 de agosto de 2018

Federico Baena

Federico Baena
 
(1919-1996)


Nació el 2 de marzo de 1919 en la ciudad de México. Realizó sus primeros estudios en escuelas de la metrópoli. Estudió solfeo, armonía y composición con José F. Vázquez, Rodolfo Halffter y Jean Kumps. También estudió la viola y el violín con los maestros Rocabruna, Smillovits, Froelich y Vulfman, y el piano con Juan D. Tercero. Se inició como violinista en la Orquesta de la Escuela Nacional Preparatoria. En 1942 debutó como compositor, director y pianista en la emisora XEW. También fue violinista de la Orquesta Sinfónica de la UNAM. Entre sus composiciones se han destacado: Que te vaya bien,



Vete por favor, En qué quedamos,



Yo vivo mi vida, Cuatro palabras,



Vagabundo, Si vieras, Dos amigos, Por eso te perdono, Hay cariño y Cuatro cirios. Sus mejores intérpretes han sido María Luisa Landín, Fernando Fernández y María Luisa Bermejo. Su principal labor ha sido musicalizar películas además de sus actuaciones en televisión, teatro y centros nocturnos. También ha participado en numerosos programas de radio en las emisoras XEB, XEQ, XEX y XEW.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)



viernes, 30 de marzo de 2018

Elpidio Ramírez Burgos (El Viejo Elpidio)

Elpidio Ramírez Burgos ( -1960)





El “Viejo Elpidio” fue uno de los más afamados violinistas y compositores huastecos. En 1938 publicó la música de La Malagueña, a la que posteriormente Pedro Galindo puso texto. Perteneció a diferentes grupos siempre como director y violinista.



Entre ellos Los Trovadores Chinacos con Pedro Galindo, y Los Trovadores del “Viejo Elpidio”, uno de los más destacados. En 1948 publicó su Cielito Lindo huasteco. Fue uno de los arreglistas que más canciones huastecas rescató. Falleció el 14 de julio de 1960.


(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)