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viernes, 11 de marzo de 2022

Corrido de la persecución de Villa, 1916

 


De la persecución de Villa


Patria México, febrero veintitrés,

dejó Carranza pasar americanos:

dos mil soldados, doscientos aeroplanos,

buscando a Villa, queriéndolo matar.


Después Carranza les dijo afanoso:

-Si son valientes y lo quieren combatir,

concedido, les doy el permiso,

para que así se enseñen a morir.


Comenzaron a echar expediciones,

los aeroplanos comenzaron a volar,

por distintas y varias direcciones,

buscando a Villa, queriéndolo matar.


Los soldados que vinieron desde Texas

a Pancho Villa no podían encontrar,

muy fastidiados de ocho horas de camino,

los pobrecitos se querían regresar.


Los de a caballo ya no se podían sentar,

mas los de a pie no podían caminar;

entonces Villa les pasa en su aeroplano

y desde arriba les dijo: -Gud bay.


Cuando supieron que Villa ya era muerto,

todos gritaban henchidos de furor:

-Ahora sí, queridos compañeros,

vamos a Texas cubiertos con honor.


Mas no sabían que Villa estaba vivo

y que con él nunca iban a poder;

si querían hacer una visita

hasta la sierra lo podían ir a ver.


Comenzaron a lanzar sus aeroplanos,

entonces Villa un buen plan les estudió:

se vistió de soldado americano

y a sus tropas también los transformó.


Mas cuando vieron los gringos las banderas

con muchas barras que Villa les pintó,

se bajaron con todo y aeroplanos

y Pancho Villa prisioneros los tomó.


Toda la gente de Chihuahua y Ciudad Juárez

muy asombrada y asustada se quedó,

sólo de ver tanto gringo y carrancista

que Pancho Villa sin orejas los dejó.


Qué pensarán los "bolillos" tan patones

que con cañones nos iban a asustar;

si ellos tienen aviones de a montones

aquí tenemos lo mero principal.


Todos los gringos pensaban en su alteza

que combatir era un baile de carquís,

y con su cara llena de vergüenza

se regresaron en bolón a su país.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)




lunes, 18 de octubre de 2021

Corrido de Venustiano Carranza 1914



De don Venustiano Carranza


Ese Victoriano Huerta,

no se les vaya a olvidar,

que debe una cuentecita

y la tendrá que pagar.


¡Muera Victoriano Huerta!

¡Muera el Gobierno fatal!

¡Que vivan los carrancistas

que nos dieron libertad!


Don Venustiano Carranza

tiene palabra de rey,

que ha tomado muchas plazas

y también a Monterrey.


Don Venustiano Carranza

reclama ser Presidente

y por eso cada día

se le recarga más gente.


De Monterrey a Laredo

y de Lerdo hasta Torreón,

se echaron los carrancistas

toda la Federación.


Y también en el Saltillo

comenzaron a pelear

hasta que fueron vencieron

a la hermosa capital.


Huerta ya tiró las trancas,

se salió por un corral,

cuando supo que Carranza

tomaría la capital.


Ese Victoriano Huerta

era un vil y traicionero,

que asesino al Presidente

por interés del dinero.


La sangre que es derramada

por montes y serranías

es por el traidor de Huerta,

Mondragón y Félix Díaz.


Ora sí, señor Carranza,

hasta aquí puso una raya,

pa'que no corra más sangre

en los campos de batalla.


De ustedes ya me despido

y en Dios pongo mi esperanza.

¡Viva Francisco I. Madero

y Venustiano Carranza!


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)

jueves, 9 de septiembre de 2021

Corrido de Madero 1911

 


De Madero


Cometa [Halley], si hubieras sabido

lo que venías anunciando,

Nunca hubieras salido

por el cielo relumbrando;

no tienes la culpa tú,

mi Dios, que te lo ha mandado.


¡Ay, qué Madero tan hombre,

bonitas son sus aiciones!

Mandó a los cabecillas

echar fuera las prisiones.

¡Madre mía de Guadalupe,

llénalo de bendiciones!


Porfirio está retratado

con su águila y su letrero

y en el letrero diciendo:

"¡No pudiste con Madero,

con otros habrás podido,

porque eres camandulero!"


Porfirio es el responsable

de todita la Nación,

no quiso doblar las manos,

que hubiera revolución,

no quiso entregar la silla,

que le dolía el corazón.


Madero con su asistente

sufrió muy crueles tormentos,

vino conquistando gente

y formando regimientos

para echar fuera a Porfirio

con todo su ayuntamiento.


Hasta que se llegó el día

que el Señor nos concediera

que la Nación alcanzara

lo que más nos conviniera,

México está en alegría

revoloteando bandera.


Madero, tú no te creas

de lo que te han contado;

que refuercen las fronteras,

que quede bien reforzado,

para que sepan lo que hacen

toditos los mexicanos.


¡Y achi y achi!, ¡qué bonito

está lloviendo en el cerro!

Ensíllenme mi caballo,

yo ya me voy con Madero,

porque me esperan las tropas

y fuerzas del extranjero.


Aquí va la despedida

con cariño verdadero,

éstas son las mañanitas

de don Francisco I. Madero.

¡Que vivan los mexicanos!

¡Que viva México entero!


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)





jueves, 12 de agosto de 2021

Corrido entrada de Juárez a la ciudad de México 1867

 


De la entrada de Juárez a la ciudad de México

[1867]

Señores escuchen/la bendita nueva:

ya murió el austriaco,/ya ganó el chinaco.

El quince de julio

del año sesenta y siete,

entró don Benito Juárez

triunfante a la capital.


Después de años de fatigas,

la nación lo vio triunfar,

ya fue destruido el francés,

¡que viva la Libertad!


La guerra fue sangrienta,

pues los malos mexicanos,

que se cubrieron de afrenta,

se unieron a los tiranos.


Juárez, Iglesias y Lerdo,

Corona y Riva Palacio,

con inaudito valor

dominaron al traidor.


Y con las tropas mejores

combatieron bravamente,

derrocando a los traidores,

hasta que entró el Presidente.


La revuelta fue tremenda,

la lucha fue desigual,

mas la victoria estupenda

los trajo a la capital.


Don Benito les decía,

en días de tribulación:

-Combatamos con denuedo,

y que viva la nación.


Los soldados aguerridos,

con singular esperanza,

combatían sin vacilar

a los infames traidores.


¡Viva Juárez, mexicanos,

que viva la Libertad,

ya todos somos hermanos,

que viva la capital!


¡Que vivan todos los libres,

vivan los bravos soldados,

que vivan y que revivan,

toditos los mexicanos!


Ya con ésta me despido

de esta bella capital,

aquí se acaba el corrido

del triunfo de la nación.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)

jueves, 18 de marzo de 2021

Corrido del sitio de Querétaro


Al patíbulo del Cerro de las Campanas

van a morir mis compañeros,

sucumbieron cual fieles guerreros.

Eran Méndez, Mejía y Miramón.


Ya la muerte fue llegando,

compañeros..., ¡qué dolor!,

que por ser Emperador

la existencia fue a perder,

y sus títulos de honor;

todito se acabó.

¡Adiós, Gobierno imperial!


Adiós, querida Carlota,

que te hallas en Miramar,

llorando loca de amores

a tu esposo sin cesar.


Año de sesenta y siete,

Miguel López, ¡qué dolor!,

en el día quince de mayo

entregó al Emperador.


Ese fuerte de la Cruz

se rindió a discreción,

fue por haberlo vendido

Miguel López, ¡qué dolor!


El general Escobedo

a sus tropas les decía:

-Éntrenle, fieles muchachos,

con todo valor y hombría.


Las cinco de la mañana,

el Emperador corría

al Cerro de las Campanas

con Miramón y Mejía.

¡Viva Juárez, mexicanos!


¡Vivan los republicanos

que nos dieron libertad!

¡Viva don Porfirio Díaz

que a sus pies hizo rodar

el infame Gobierno imperial!


Por el Cerro de las Cruces

empezaron a tirar

los de las blusas rayadas

que tiraban con afán; 

los de adentro les decían:

-¡Tengan sus piezas de pan!

¡Apárenlas, que allá van!


Juárez pensaba indultar

al grande Maximiliano

y deseaba que a su tierra

lo mandasen desterrado.


Pero Lerdo de Tejada,

según dicen, lo inclinó

a firmarle la sentencia

y el indulto no valió.


Aristócratas damas

pedían del Emperador

la vida, con grande afecto

y lágrimas de dolor.


Pero era fuerza y preciso

que el Archiduque muriesen,

para así salvar la patria

y el honor no padeciese.


El sitio fue muy terrible,

como pocos había habido,

fraguado con mucha astucia

y con genio precavido.


El mexicano triunfó

de la imperial opresión.

¡Viva Juárez y su Ley!

¡Viva la Constitución!


Mucha sangre se perdió

y muchas viudas quedaron;

mas la patria se salvó

y el pendón republicano.


Memorable fue ese sitio

porque señaló la gloria

del valiente mexicano

que inmortaliza la historia.


¡Viva, viva el Benemérito

Juárez, el gran liberal!

¡Viva, viva su justicia

y su genio colosal!


¡Viva México por siempre!

Cantemos a una voz

y de Querétaro el sitio

que tanto triunfo alcanzó.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)

lunes, 14 de diciembre de 2020

Corrido de Nicolás Romero

 


Viene Nicolás Romero,

como valiente y osado,

con Aureliano Rivera

que al mocho ya ha derrotado.


Es impetuoso y ardiente,

y combate con valor

al francés y al mexicano

que se ha unido al traidor.


En cien acciones de guerra

como valiente ha lucido,

Michoacán fue ya testigo

de sus hechos singulares.


-Ahora sobre ellos, muchachos

-grita Nicolás Romero-,

vamos a desbaratarlos

cual manada de borregos.


El francés retrocedía,

cuando miraba al valiente,

que con grandiosa osadía,

con su guerrilla combate.


Ganó en acciones de guerra,

y combatió valeroso,

con su espada que blandía

se portó como un coloso.


Michoacán fue la guarida,

fue el sitio de sus hazañas;

y como buen guerrillero

tuvo siempre buenas mañas.


Era el rayo de la guerra

ese rústico campeón,

y no había otro tan valiente

en todita la nación.


Los franceses le temieron,

porque él no conocía el miedo,

y a su nombre a más de cuatro

se les arrugaba el cuero.


En las guerras contra Francia

fue el primero entre los bravos,

ya que siempre repetía:

-México no tiene esclavos.


En Tacámbaro y por Ario,

y lo mismo en las montañas,

se batió como guerrero;

grandes fueron sus hazañas.


Riva Palacio decía:

-Ahora sí que venceremos,

viene Nicolás Romero,

y a franceses comparemos.


Toditos los combatientes

reconocieron su hombría,

y él en su caballo moro

su machete así blandía.


Estando ya por Zitácuaro,

le vinieron a decir

que el francés con sus legiones

lo atacaba y debía huir.


Él les respondió altanero;

-Combatiré con denuedo,

que soy puro mexicano,

y no conozco yo el miedo.


A inmediaciones del pueblo

fue la acción y la perdieron

los valientes de Romero,

que a la mala sucumbieron.


Él ya sólo busca abrigo

en las ramas de árbol grande,

mas al fin lo descubrieron,

sin que él pidiera las frías.


Un gallo lanzó un volido,

n'el árbol buscó refugio,

cuando vió que perseguido

se le llegaba su turno.


Ésa fue su perdición

y no hubo ya componendas,

y sorprendido en el punto

le pusieron centinelas.


Lo trajeron prisionero,

a la mera capital,

y sin ningún miramiento

le aplicaron el dogal.


En la plaza de Mixcalco,

al sonido de la diana,

fue matado aquel valiente

a la luz de la mañana.


Antes de la ejecución

-¡Viva México! -decía-,

mátenme, que al cabo a ustedes

se les llegará su día.


El año sesenta y cinco,

miren lo que sucedió:

un valiente entre los bravos,

por valiente se murió.


Nicolás Romero fue

el guerrillero afamado

que con nobleza y valor

por doquiera fue aclamado.


Vuela, vuela, palomita,

llévale la despedida

a ese que murió luchando

por la patria tan querida.

(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)



jueves, 3 de diciembre de 2020

Cancioneros y paleros del siglo XIX


En la segunda mitad del siglo XIX la música mexicana se desarrolló de manera formidable gracias a dos hechos: por una parte, los músicos cultos -hasta entonces escasos- se multiplicaron y llevados por un verdadero frenesí de creación, empezaron a producir grandes cantidades de óperas, romanzas, polcas, valses, marchas y canciones, lo mismo que importantes tratados y métodos musicales; por otra, proliferaron los conjuntos de cuerdas pueblerinos (entre ellos el mariachi jalisciense) y los cancioneros de feria popularizaron enormemente los corridos.

Estos cancioneros solían trabajar con un palero que además recogía las dádivas de los espectadores. -¡Acérquense, valedores! -animaba el palero-. ¡Van a conocer las hazañas del famoso Heraclio Bernal, hombre valiente a carta cabal!

Entonces el cancionero rasgueaba su guitarra e iniciaba la narración:

Año de mil ochocientos ochentaidós al contar,

va a comenzar la tragedia y en ella murió Bernal...

-La vida de Bernal estaba en precio -interrumpía el palero-. ¿Que por qué? Pues porque era un hombre como nosotros, del pueblo, que robaba a los ricos para favorecer a los pobres. ¡A ver, mi vale, cuéntales cómo era Bernal!

Qué valiente era Bernal en su caballo retinto,

con su pistola en la mano, peleando con treintaicinco.

Qué valiente era Bernal en su caballo joyero.

Él no robaba a los pobres; antes les daba dinero.

-Pero no falta el pelo en la sopa. ¡Bernal fue vendido por su mejor amigo!- continuaba el palero.

El ingrato fue Crispín, cuando ya lo fue a entregar

pidiendo los diez mil pesos por la vida de Bernal.

¡Ah, qué Crispín tan traidor!  Nadie lo hubiera creído

cuando él se manifestaba como un amigo querido.

Vuela, vuela palomita a las cumbres del nogal,

que están los caminos solos: ya mataron a Bernal.

Y mientras el palero pedía "lo que sea su voluntad" a los arrobados oyentes, el cancionero lanzaba la obligatoria despedida:

Adiós, gringos de la costa, ya no morirán de susto,

ya mataron a Bernal, ya se pasearán a gusto.

Allá va la despedida al volar del pavorreal;

aquí se acaba cantando la tragedia de Bernal.

(Tomado de: Morales, Salvador y los redactores de CONTENIDO - Auge y ocaso de la música mexicana. Editorial Contenido, S.A. México, 1975)

lunes, 23 de noviembre de 2020

Corrido de Valerio Trujano

 


En mil ochocientos diez,

ora les voy a contar,

del que ha fundado la Hacienda,

fue don Manuel Gonduláin.


Por historieta diré,

tal vez no les diga nada,

antes que esto fuera Hacienda

esto era un rancho de cabras.


De esa fecha para acá

reinaban los gachupines;

cuando marchaban las tropas

al compás de los violines.


Pues de esa gente malvada

no me quisiera acordar;

porque sacaban al hombre

por la fuerza a trabajar.


Salió Valerio Trujano

de ese Huajuapan de León,

subió Manuel Gonduláin

y se dieron su atrancón.


Ese Manuel Gonduláin,

¡ah, qué suerte le tocó!,

que viéndose con Trujano

en Cuesta Blanca quedó.


¡Viva Valerio Trujano!,

señores, con su licencia,

¡viva nuestro cura Hidalgo!

que nos dio la Independencia.


¡Viva la Guadalupana!

¡Viva México ilustrado!

¡Vivan las ligas sociales!,

también los confederados.


Este versito nomás;

porque tal vez no me toque:

¡que viva Jesús Gontier

y también Francisco López!


Ya se acabó el padecer,

ya se acabaron las penas,

y rompimos esos lazos,

y rompimos las cadenas.


Pero ya voy recordando,

recorriendo mi memoria,

¡viva Valerio Trujano!,

el que nos cantó victoria.


Adiós, fieles compañeros,

adiós, queridos hermanos,

sólo les digo la historia

de ese Valerio Trujano.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)