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martes, 28 de agosto de 2018

Gritos callejeros


Gritos callejeros



Hay en México diversidad de gritos callejeros que empiezan al amanecer y continúan hasta la noche, proferidos por centenares de voces discordantes, imposibles de entender al principio; pero el señor… me los ha estado explicando, mientras empiezo a tener un más claro entendimiento de lo que significan. Al amanecer os despierta el penetrante y monótono grito del carbonero:

¡Carbón, señor!” El cual, según la manera como se pronuncia, suena como “¡Carbonsiú!
Más tarde empieza su pregón el mantequillero:

“¡Mantequía! ¡Mantequía de a real y di a medio!”

¡Cecina buena, cecina buena!”; interrumpe el carnicero con voz ronca.

¿Hay sebo-o-o-o-o?” Esta es la prolongada y melancólica nota de la mujer que compra las sobras de la cocina, y que se para delante de la puerta.

Luego pasa el cambista, algo así como una india comerciante que cambia un efecto por otro, la cual canta:

¡Tejocotes por venas de chile!”; una fruta pequeña, que propone en cambio de pimientos picantes. No hay daño en ello.

Un tipo que parece buhonero ambulante deja oír la voz aguda y penetrante del indio. A gritos requiere al público que le compre agujas, alfileres, dedales, botones de camisa, bolas de hilo de algodón, espejitos, etcétera. Entra a la casa, y en seguida le rodean las mujeres, jóvenes y viejas, ofreciéndole la décima parte de lo que pide, y que después de mucho regatear, acepta. Detrás de él está el indio con las tentadoras canastas de fruta; va diciendo el nombre de cada una hasta que la cocinera o el ama de llaves ya no pueden resistir más tiempo, y asomándose por encima de la balaustrada le llaman para que suba con sus plátanos, sus naranjas y granaditas, etc….

Se oye una tonadilla penetrante e interrogativa, que anuncia algo caliente, que debe ser comido sin demora, antes de que se enfríe: “¡Gorditas de horno caliente!”, dicho en un tono afeminado, agudo y penetrante.

Le sigue el vendedor de petates: “¿Quién quiere petates de la Puebla?, petates de cinco varas?” Y éstos son los pregones de las primeras horas de la mañana.

Al mediodía, los limosneros comienzan a hacerse particularmente inoportunos, y sus lamentaciones y plegarias, y sus inacabables salmodias se unen al acompañamiento general de los demás ruidos. Entonces, dominándolos, se deja oír el grito de:

“-¡Pasteles de miel!

¡Queso y miel!

¿Requesón y melado bueno?” (El requesón es una especie de cuajada, que se vende como si fuera queso).

En seguida llega el dulcero, el vendedor de fruta cubierta, el que vende merengues, que son muy buenos, y toda especie de caramelos.

¡Caramelos de espelma, bocadillos de coco!

Y después, los vendedores de billetes de la lotería, mensajeros de la fortuna, con sus gritos:

¡El último billetito, el último que me queda, por medio real!” un anuncio tentador para el mendigo perezoso, que ha encontrado que es más fácil jugar que trabajar, y que a lo mejor tiene el dinero para comprarlo, escondido entre sus harapos. A eso del atardecer se escucha el grito de:

¡Tortillas de cuajada!”, o bien “¡Quién quiere nueces!”, a los cuales le sigue el nocturno pregón de “¡Castaña asada, caliente!”, y el canto cariñoso de las vendedoras de patos: “¡Patos, mi alma, patos calientes!”, “¡Tamales de maíz!”, etc., etc. Y a medida que pasa la noche, se van apagando las voces, para volver a empezar de nuevo, a la mañana siguiente, con igual entusiasmo.


(Tomado de: Madame Calderón de la Barca: La vida en México)


miércoles, 30 de mayo de 2018

La Elotera





¡Los elotes! ¡Los elotes cocidos! ¡Tiernitos los elotes!


De verdad tiernos; de veras dientes de leche para nuestros cansados dientes.



-¿A cómo los da, marchantita?



La elotera va sacando del agua hervida, dentro del bote de lata renegrida, tiznada a fuerza de tantas lumbres, atados de blancos peces, sartas de perlas, y los va colocando en la tablita de madera bañada que está sobre el bote, pero a modo de ocupar sólo una tercera parte de su obertura.



-Éstos grandes a ochenta; éstos cuestan sesenta…



-Caray, marchanta, ni que fueran las perlas de la virgen. A ver, búsqueme uno chiquito de a cuarenta para este muchacho de porra, tan necio.



-Pos sólo que sea este, marchanta. Pero tiéntelo, está muy tiernito.



Exactamente como en los peces: la clienta o el cliente clava la uña al elote previamente despojado de la seda verdenilo de sus hojas.



-Póngale sal, marchanta.



-¿Con chile?



Y la elotera unta de la sal húmeda de los platitos sobre la tabla, el elote túrgido. Sal con chile o blanca. Al gusto.



Llovió a cántaros, quedaban despidiéndose las gotitas menudas de la lluvia cuando la elotera recogió sus cosas: el bote ya vacío, la tablita, el banquito también de madera en que se sienta, los platos de la sal blanca y de chile y el cerrito de hojas dos veces mojadas de los elotes, y se encamina a su vivienda olorosa a maíz, arrebujada en su rebozo a pintas azules, brincando los charcos de la calle. Y uno va por la tarde con la abierta sonrisa del campo entre los dientes, y el aroma del campo y su figura morena que se ha vuelto blanca para nuestra gula.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los mexicanos se pintan solos)



martes, 22 de mayo de 2018

La Quesadillera



Las de huitlacoche y flor de calabaza se llevan el premio de la gula; pero la quesadillera, como madre para sus hijos, no tiene predilecciones; le valen igual las de papa y olas de queso, suavecitas; las de crujiente chicharrón que las endiabladas de rajas, que retuercen la lengua.

Al pardear la tarde, instala su comercio la quesadillera. Es corriente y común que al amparo de una tienda, de donde saca, cable de por medio, la luz de un foco. Pero hay muchas todavía que prefieren el modo antiguo de instalarse en la esquina y alumbrarse con mechero de petróleo.

Hace años se situaba en la esquina de Justo Sierra con Argentina una vendedora de quesadillas con sabor glorioso. Probarlas era como oír a Castellanos Quinto su clase de literatura; ignorarlas, no ser estudiante. Hoy día opera por la colonia Independencia, junto a La Barata, y le hacen rueda por las quesadillas y por lo apetitosa.



Pero aquí y allá bate blandas palmas la quesadillera y, por no perder la costumbre, la gente se hace bolas.




-¿Ya, marchanta? Ya tengo mucho aquí.




-¡Orita, marchantita! Estas para la señora, que llegó primero...




Las doradas quesadillas... !Si sólo recordarlas afloja las mandíbulas y hace agua la boca!


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los Mexicanos se pintan solos)



domingo, 13 de mayo de 2018

El Camotero





¡Qué extraña locomotora de vapor es esta que incendia la noche y alborota el espacio y el tiempo! ¿Una de 1873, cuando Sebastián Lerdo de Tejada inauguró el Ferrocarril Mexicano de México a Veracruz?


¿Una máquina de patio, una exploradora, una máquina loca? Sí: es una máquina romántica, de esas de grandes ruedas y recia trompa; de las del tren que corría por el ancha vía pita y pita y caminando; de silbato ululante en mitad de la llanura y del silencio; del caballo de fuego de la montaña. Sólo que su silbar no llama a la nostalgia sino a la glotonería. Viene la achacosa máquina que no puede con su alma de láminas, con su descarrilado estruendo. Atrás, bañado en resplandores de pasos cansados y largos, a pie a tierra, su maquinista fogonero.



¡Uuu! ¡Uuu! ¡Camotes…!



Arriba, la humeante chimenea escupiendo estrellas. Abajo la caldera crepitando leña. En medio el depósito de los almíbares irresistibles.



¡Camotes! ¡Plátanos asados!



En los andenes del barrio esperan impacientes niños y mujerío, preguntando con cuántas horas de retraso viene.



-Camotes medianos a ochenta; grandes a peso. Los plátanos, igual.



Si validos de la noche los rebeldes han volado puentes y durmientes, puede acontecer que un gendarme mordelón lo asalte a preguntas: que si pertenece al STFRM; que qué licencia porta; que qué piensa de la rehabilitación de los ferrocarriles. Entonces, infeliz de él, es de ver al camotero tragar camote.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo y Alberto Beltrán – Los Mexicanos se pintan solos)