miércoles, 30 de mayo de 2018

Eligio Ancona

Eligio Ancona



Nació en Mérida, Yucatán, en 1836; murió en la ciudad de México en 1893. Recibió el título de abogado en la Universidad Literaria del Estado en 1862. Luchó como periodista contra el golpe de estado de Comonfort y contra la Intervención Francesa; para ello fundó tres periódicos, La Sombra de Morelos, La Píldora y Yucatán, los cuales fueron suprimidos. Los imperialistas lo desterraron a la isla de Cozumel, de donde volvió al ser restaurada la República, para ocupar la secretaría general del gobierno del Estado. Luego fue gobernador y comandante militar de Yucatán, diputado federal, magistrado de circuito y, por último, en 1891, ministro de la Suprema Corte de Justicia. Fue enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Además de periodista de combate, Ancona  fue historiador, novelista y dramaturgo. Como escritor, fue precursor de quienes, como Ignacio Manuel Altamirano, se propusieron crear una literatura nacional, tratando temas de la vida y la historia del país.


Su principal obra de investigación es la Historia de Yucatán desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, publicada en 4 volúmenes en Mérida, entre 1878 y 1881. Una tercera edición, hecha en Mérida en 1917, agrega un tomo que estaba inédito. Sus primeras novelas, La mestiza (1861) y El filibustero (1864) tienen carácter costumbrista. Las que siguieron son de tema histórico y de tipo romántico: La cruz y la espada (1864), Los mártires del Anáhuac (1870), El conde de Peñalba (1879) y Memorias de un Alférez (edición póstuma, 1904). Sus obras de teatro conocidas son: Nuevo método de casar a una joven (estrenada en 1862), La caja de hierro y Las alas de Ícaro (estrenada en 1880).


Francisco Sosa, que escribió una biografía de Ancona, le atribuye una comedia en verso llamada Rica heredera, y Altamirano menciona otra obra titulada Trabajos electorales.

(Tomado de: Enciclopedia de México)

La Elotera





¡Los elotes! ¡Los elotes cocidos! ¡Tiernitos los elotes!


De verdad tiernos; de veras dientes de leche para nuestros cansados dientes.



-¿A cómo los da, marchantita?



La elotera va sacando del agua hervida, dentro del bote de lata renegrida, tiznada a fuerza de tantas lumbres, atados de blancos peces, sartas de perlas, y los va colocando en la tablita de madera bañada que está sobre el bote, pero a modo de ocupar sólo una tercera parte de su obertura.



-Éstos grandes a ochenta; éstos cuestan sesenta…



-Caray, marchanta, ni que fueran las perlas de la virgen. A ver, búsqueme uno chiquito de a cuarenta para este muchacho de porra, tan necio.



-Pos sólo que sea este, marchanta. Pero tiéntelo, está muy tiernito.



Exactamente como en los peces: la clienta o el cliente clava la uña al elote previamente despojado de la seda verdenilo de sus hojas.



-Póngale sal, marchanta.



-¿Con chile?



Y la elotera unta de la sal húmeda de los platitos sobre la tabla, el elote túrgido. Sal con chile o blanca. Al gusto.



Llovió a cántaros, quedaban despidiéndose las gotitas menudas de la lluvia cuando la elotera recogió sus cosas: el bote ya vacío, la tablita, el banquito también de madera en que se sienta, los platos de la sal blanca y de chile y el cerrito de hojas dos veces mojadas de los elotes, y se encamina a su vivienda olorosa a maíz, arrebujada en su rebozo a pintas azules, brincando los charcos de la calle. Y uno va por la tarde con la abierta sonrisa del campo entre los dientes, y el aroma del campo y su figura morena que se ha vuelto blanca para nuestra gula.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los mexicanos se pintan solos)



martes, 29 de mayo de 2018

Catedral de Morelia



Michoacán ha tenido cinco Catedrales: la primera, por Cédula real del 20 de septiembre de 1537, al disponer la reyna de España que se construyera la Catedral a juicio del virrey Antonio de Mendoza y de don Vasco de Quiroga, habiendo elegido la población de Tzinzunzan, un lugar muy habitado.

La segunda por cédula Real del 26 de agosto de 1539, fue trasladada a la ciudad de Pátzcuaro, que en aquella época, era un barrio de Tzinzunzan a la vez recreo de los reyes tarascos y por haber encontrado mejores condiciones.


La tercera el rey Carlos V expidió una Cédula Real el 11 de marzo de 1550, para edificar un gran templo, el cual quería Vasco de Quiroga tuviera suficiente espacio para recibir a los fieles, pero fue suspendida la obra al saberse lo falso del terreno por la proximidad de las aguas.


La cuarta, al ser trasladado el obispado a la ciudad de Valladolid en 1579, se escogió uno de los templos para sede del obispado.


La quinta, la actual Catedral se inició en 1640 y quedó terminada en 1744, destacándose majestuosamente en la bella y próspera ciudad.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)



domingo, 27 de mayo de 2018

Fanny Anitúa Yáñez

Fanny Anitúa Yáñez


Nació en Durango, Dgo., en 1887; murió en la ciudad de México en 1968. Inició sus estudios musicales en Durango con María Aispuru de Lille; en 1905 se trasladó a la capital del país para ingresar como becaria al Conservatorio Nacional de música, de donde pasó a Italia, en premio a sus extraordinarias facultades. En 1909 debutó en Roma como protagonista de la ópera Orfeo de Gluck, y a poco logró el acceso al Teatro de la Scala de Milán.

 Realizó viajes por diversas partes del mundo y en 1942 regresó al país y sirvió como catedrática en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en el Conservatorio Nacional.




(Tomado de: Enciclopedia de México)

sábado, 26 de mayo de 2018

El Nevero

El Nevero



Este era el profesor de historia sagrada. Una vez preguntó a sus alumnos: -¿A qué vino Jesús al mundo?

Y un vozarrón se metió entre los barrotes de la ventana del salón contestando:

-¡A tomar nieve!

Era, ¿lo recuerda usted?, el cuento inocente de abuelito; cuando abuelita, tan piadosa, se enfurruñaba, apostrofándolo: -¡Mídete esa boca, hereje!

Era el nevero, un amigo jurado de este calor que ya no se aguanta. Y del bochorno.

El vendedor equilibrista con su chongo de trapo sobre la cabeza, sobre el chongo el cubo de madera; dentro del cubo, entre hielo y sal gruesa, de cocina, el bote de nieve.

"¡De limón la nieve!"...

Porque la nieve clásica es la que cae del cielo, por diciembre, cuando Jesús nació entre los humildes. Después la de limón; después la de piña, después la de mango, después... porque, dígase lo que se diga, las nieves maravillosas, talismanes del sosiego refrescante, son las "de agua".

Chente aguarda al nevero que trae su cubo y bote con la nieve, junto con los barquillos, los vasos y conos de papel, sobre un carrito con ruedas de patines. Pero también le compra, a la entrada del mercado de Independencia, al tradicional nevero de los "cartuchos" de vainilla, que todavía anda por ahí.

Marcela, en cambio, apenas es mediodía y ya tiene el oído prendido en los tendederos del aire, esperando las campanitas del carro moderno de los helados. En cuanto lo oye, corre y me dice: -¡Dame veinte centavos para un helado de campanitas! -¿De campanitas? Ya caímos. Es por eso que nos parece, a veces, que Marcela tiene la música por dentro.

(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (Texto) y Alberto Beltrán (Dibujo) – Los Mexicanos se pintan solos)



 

jueves, 24 de mayo de 2018

Pedro María Anaya

Pedro María Anaya


Nace en Huichapan, Hidalgo, en 1795; muere en la ciudad de México en 1854. Nacido en el seno de una familia criolla de recursos, inició a los 16 años su carrera militar en el ejército realista, sentando plaza de cadete en el regimiento de Tres Villas. Ya siendo capitán, se adhirió al bando insurgente en junio de 1821, después de que Iturbide había proclamado el Plan de Iguala. En 1822 formó parte del ejército, comandado por Vicente Filisola, que fue a Guatemala para supervisar el plebiscito en que se resolvería la anexión de Centroamérica a México. Ascendió a general en 1833 y fue ministro de Guerra durante la presidencia de José Joaquín de Herrera (de agosto a diciembre de 1845). Fue electo diputado y presidente del Congreso y ocupó dos veces en forma interina la Presidencia de la República (del 2 de abril al 30 de mayo de 1847 y del 8 de noviembre de 1847 al 8 de enero de 1848). Junto al general Manuel E. Rincón, dirigió la defensa del puente y del convento de Churubusco durante la invasión norteamericana y cayó prisionero en dicha acción (20 de agosto de 1847). En esa oportunidad pronunció la frase que se hizo histórica, al ser requerido por el general norteamericano Twiggs para que entregara las municiones: "Si hubiera parque, no estarían ustedes aquí". Fue libertado al firmarse el armisticio entre Santa Anna y Scott. En el gobierno de Mariano Arista fue nuevamente ministro de Guerra y Marina (22 de septiembre de 1852 a 5 de enero de 1853) y murió un año más tarde, siendo director general de correos. Hay un importante monumento a su memoria en el jardín frontero al es convento de Churubusco, en la ciudad de México, sobre la calle que lleva su nombre.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 23 de mayo de 2018

Lola Beltrán

Lola Beltrán



Nació en Sinaloa. Comenzó siendo secretaria taquimecanógrafa en la emisora XEW, teniendo, por tal motivo, contacto directo con el medio artístico. Allí conoció a la famosa cantante “La Torcacita”, quien la ayudó en su primera presentación. Ésta tuvo lugar en la década de los cincuenta y puso a prueba sus dotes como cantante a través de las canciones La Piedra


y Cucurrucucú Paloma. Los promotores y productores allí presentes quedaron agradablemente sorprendidos, siendo contratada para formar parte del elenco de la compañía disquera Peerless. En esa misma época hizo dueto con “La Prieta linda”. Entre los compositores que más interpretó se encuentran: Tomás Méndez, José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez, Ignacio Jaime y Rey Pérez y Soto. Algunos de sus éxitos fueron La espiga, La cigarra, Huapango torero,


Paloma déjame ir, Paloma negra, Soy el tren sin pasajeros, ésta última grabada también por Pedro Infante.

Filmó varias películas junto a Miguel Aceves Mejía, Amalia Mendoza, Rosita Quintana, Demetrio González y Lucha Villa. Intervino en la filmación de la película Las fuerzas vivas. Fue contratada por la casa grabadora RCA compitiendo en ventas de discos con Amalia Mendoza, Rosita Quintana, Rosa de Castilla y María de Lourdes.


Grabó numerosos discos de larga duración y un álbum triple acompañada por el mariachi de Arcadio Elías. Trabajó también en la industria cinematográfica, coproduciendo con Julio Aldama y con CONACINE. Fue muy admirada en el extranjero, especialmente en España, donde sólo le hicieron competencia en su género Chabela Vargas y Lucha Villa. Le fue entregada la medalla Virginia Fábregas en reconocimiento a sus 25 años de labor artística. En noviembre de 1978 cantó para los reyes de España, frente al Monumento a la Canción Mexicana, sus éxitos El rey de José Alfredo Jiménez, y La feria de las flores de Chucho Monge.



Es considerada una de las mejores intérpretes del género ranchero. Murió en la Ciudad de México, el día 24 de marzo de 1996.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

martes, 22 de mayo de 2018

La Quesadillera



Las de huitlacoche y flor de calabaza se llevan el premio de la gula; pero la quesadillera, como madre para sus hijos, no tiene predilecciones; le valen igual las de papa y olas de queso, suavecitas; las de crujiente chicharrón que las endiabladas de rajas, que retuercen la lengua.

Al pardear la tarde, instala su comercio la quesadillera. Es corriente y común que al amparo de una tienda, de donde saca, cable de por medio, la luz de un foco. Pero hay muchas todavía que prefieren el modo antiguo de instalarse en la esquina y alumbrarse con mechero de petróleo.

Hace años se situaba en la esquina de Justo Sierra con Argentina una vendedora de quesadillas con sabor glorioso. Probarlas era como oír a Castellanos Quinto su clase de literatura; ignorarlas, no ser estudiante. Hoy día opera por la colonia Independencia, junto a La Barata, y le hacen rueda por las quesadillas y por lo apetitosa.



Pero aquí y allá bate blandas palmas la quesadillera y, por no perder la costumbre, la gente se hace bolas.




-¿Ya, marchanta? Ya tengo mucho aquí.




-¡Orita, marchantita! Estas para la señora, que llegó primero...




Las doradas quesadillas... !Si sólo recordarlas afloja las mandíbulas y hace agua la boca!


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo (texto) y Alberto Beltrán (dibujo) – Los Mexicanos se pintan solos)



sábado, 19 de mayo de 2018

José María Luis Mora

José María Luis Mora



Con la firma de Un ciudadano de Zacatecas, en 1831, cierto estudio magistral triunfó en un concurso convocado por la legislatura local de esa entidad. El estudio se intitulaba: Discurso sobre la naturaleza y aplicación de las rentas y los bienes eclesiásticos. Su autor era José María Luis Mora.


Con dicho estudio inició el largo proceso de secularización de la nación mexicana; en la calidad y el ejemplo, la visión clara de la realidad, la honestidad y desinterés de ese hombre, la generación liberal de 1857 tuvo a uno de sus mejores maestros. Su pensamiento la dotó del primer programa económico, político y social que llevó a la estructuración de México en el curso del siglo XIX.



Nacido en Chamacuero (hoy Comonfort, Guanajuato) Mora estudió en Querétaro y en la ciudad de México. Licenciado y doctor en Teología se ordenó sacerdote y en 1825 realizó por sí mismo los estudios de abogado y presentó el examen correspondiente en el estado de México. Armado con un enorme caudal de conocimientos que abarcaban –dice Silva Herzog- todas las ciencias sociales: derecho, historia, sociología, ciencia económica, política, ciencia de la educación, estadística y un acabado pensamiento filosófico, el doctor Mora abordó la vida pública como el más acabado y prístino reformador.



Maestro de latín y humanidades en el colegio de San Ildefonso en 1820, y del curso de economía política por él establecido en la misma institución en 1823, contempló desde la cátedra y el estudio los acontecimientos que estremecían a la nación, y los analizó con frialdad y con valor a través de su amplísima cultura. Como diputado al congreso constituyente del estado de México, colaboró en la formulación de leyes hacendarias, de ayuntamientos y de las que creó el Instituto Científico y Literario de dicha entidad, donde más tarde estudiaron Ignacio M. Altamirano e Ignacio Ramírez.



En 1831 reveses políticos lo hicieron refugiarse en Zacatecas, al amparo del grupo liberal formado por Valentín Gómez Farías y Francisco García Salinas. En ese lugar Mora escribió el Catecismo Político de la Federación y el Discurso sobre la naturaleza y aplicación de las rentas y los bienes eclesiásticos, considerado como “el documento más concienzudo, erudito y dialéctico que sobre esa materia se ha escrito en México y en toda América”.



Electo diputado al congreso general de la República por el estado de Guanajuato en 1833, inspiró la brillante administración de Gómez Farías, en la que culminó la actividad creadora del doctor Mora, para continuar en 1835 en el exilio y perpetuarse hasta nuestros días pues, en palabras de Herzog, “su figura crece cada día, como el árbol copudo y frondoso que ofrece en la llanura asilo al caminante”.



Fue entonces uno de los seis directores de la Dirección General de Instrucción Pública, director de Ciencias Ideológicas y Humanidades y el encargado de la elaboración del plan educativo para México. Sencillo y modesto, Mora trató siempre de ocultarse tras su propio pensamiento al considerar que “las cuestiones se hacen odiosas porque personalizan, ya que el medio más seguro para hacer ilusorias las reformas es envolver las cosas en las personas”.



Su decisión y energía se aprecian en sus palabras: “Si a todo se le tiene miedo y se buscan medidas que carezcan absolutamente de inconvenientes, no será posible hallarlas, ni se adelantará jamás un paso en las reformas sociales tan urgentes en el estado actual de la República.” El sociólogo y educador se revela: “Si la educación es el monopolio de ciertas clases y de un número más o menos reducido de familias, no hay que esperar ni pensar en sistema representativo, menos republicano, y todavía menos popular. La oligarquía es el régimen inevitable de un pueblo ignorante.”



Mora opuso a la escolástica colonial, hace un siglo, el culto a los héroes; y al absolutismo de los Borbones el sistema representativo, la división de poderes en el gobierno, elecciones periódicas y populares, la libertad de producir y de comerciar, de imprenta y de pensamiento, la inviolabilidad de la propiedad y la responsabilidad de los funcionarios públicos.



Las obras de Mora bien pueden considerarse como los documentos reformistas más completos de la época.


(Tomado de: Mejía Zúñiga, Raúl - Benito Juárez y su generación. Colección SepSetentas, núm. 30. Secretaría de Educación Pública, México, D.F., 1972)


viernes, 18 de mayo de 2018

El afilador

El afilador



En estos tiempos de confort norteamericano en que el hogar cuenta desde calderos atómicos hasta con música de las esferas, las amas de casa se olvidan del afilador. Pero su protesta no es agresiva, es entre sobrio y melancólico el acento de su caramillo.
Una vez, por la calle 60 de Mérida, apareció un afilador; la caminó de punta a punta por mitad del arroyo, bajo el sol de plomo de la tarde, sin que ninguna de las puertas, cerradas a piedra y lodo contra el sopor de la siesta, se abriera para llamarlo. Desde entonces, aunque la cuchillería, las tijeras y mi navaja corten un cabello en el aire, yo hago que llamen al afilador. No sé, pero entre todos los humildes operarios que caminan el loco tiempo y el loco capricho de las ciudades, es el afilador el de más hinchados pies y corazón más dolorido.


¡!Pist¡! Le hacen de pronto al afilador, y él detiene su caballete medieval, levanta su enorme rueda, y con ella, torno de su piedra para afilar, va mojando y afilando, afilando y mojando, y ¡qué bárbaro!, con la yema de los dedos prueba el filo que recrea. Los niños le hacen coro como a un mago o a un faquir.


Algunos han hecho su taller ambulante a lomo de bicicleta, pero la inmensa mayoría parecen como salidos de estampas antiguas. Antes sus mejores amigos eran los espadachines; ahora son los carniceros, dueños y señores de la cuchillería del mundo.
Sigue el afilador su rodar y rodar tozudo. El largo y suplicante tono de su caramillo va partiendo el alma y afilando el aire.

(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo y Alberto Beltrán – Los Mexicanos se pintan solos)

jueves, 17 de mayo de 2018

Guillermo Aguirre y Fierro


Guillermo Aguirre y Fierro



Nació en San Luis Potosí, S.L.P., en 1887; murió en la ciudad de México en 1949. Periodista y poeta romántico, publicó en 1942 un volumen de versos llamado Sonrisas y Lágrimas, en el cual figura el poema sentimental El Brindis del Bohemio, que alcanzó gran popularidad.


(Tomado de: Enciclopedia de México)


EL BRINDIS BOHEMIO
En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.
Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.
Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.
A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos
del grupo, y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.
Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del "feliz año nuevo" . . .
Una voz varonil dijo de pronto:
- las doce, compañeros;
digamos el "requiescat" por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos . . .
- Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiere a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.
¡Bravo!, dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y substancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
y brinde por . . . Europa,
ya que su extranjerismo es delicioso . ...
Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía. . .
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.
-Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas
lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata . . .
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague. ..
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.
Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones, y reír, y todo.
Se brindó por la patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.
Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro,
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba'
que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.
Por todos lados estrechado, alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:
-Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.
Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna.
Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos
uno por uno, el corazón entero.
¡Por mi madre!.. bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía;
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.
Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi madre bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella . ..
El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.







miércoles, 16 de mayo de 2018

Rafael Altamirano y Crevea


Rafael Altamirano y Crevea



Nació en Alicante, España, en 1866; murió en la ciudad de México en 1951. Cursó la licenciatura en la Universidad de Valencia (1881-1886) y el doctorado en derecho en la Universidad de Madrid (1887). Trabajó en el Museo Pedagógico Nacional (1888-1917) y en la Facultad de Derecho, como profesor auxiliar de Francisco Giner de los Ríos. En el Museo de Historia de España realizó trabajos de investigación documental y epigrafía. A iniciativa suya se creó en Oviedo la Extensión Universitaria (1892-1912), imitada por otras universidades.

Viajó por América (1909-1910) y asistió a las fiestas del Centenario de la independencia de México (1910). Vuelto a España, fue director del Seminario de Historia de América del Centro de Estudios Históricos de la Universidad de Madrid. Enseñó historia de las instituciones políticas y civiles de América en la Universidad de Madrid (1914-1920). Fue presidente del instituto de Derecho Comparado (1919) y miembro del Comité de Juristas que preparó para la Sociedad de Naciones el proyecto de Tribunal Permanente de Justicia Internacional, con sede en La Haya (1920), del que fue juez en 1921-1929 y 1930-1940.

A sus instancias, se creó la Conferencia Internacional de Enseñanza de la Historia, que presidió de 1932 a 1936. La Guerra Civil Española (1936-1940) y la invasión alemana de los Países Bajos (1939-1945) hicieron que se trasladara a Bayona, Francia (abril 1940-enero 1944), y de allí a Lisboa y Nueva York, pudiendo refugiarse en México a fines de 1945. Sustentó aquí conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras (1946), siguió escribiendo y colaboró con la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Dejó varias generaciones de alumnos españoles y latinoamericanos.

Autor fecundísimo, escribió para numerosos periódicos y revistas españolas y extranjeras a partir de 1886. Entre conferencias, artículos y libros, pasan de 430 sus títulos, que comprenden novela, crítica histórica, relatos, arte, biografías, crítica literaria, derecho comparado e internacional, pacifismo, historia de España y de América, bibliografía y pedagogía. Parte de su producción quedó resumida en: Obras Completas... (15 volúmenes). En México colaboró en las revistas Hoy, Universidad, Filosofía y Letras, Orbe, Mediterráneo, y Cuadernos Americanos y son de interés para la historia mexicana sus libros: España en América (Valencia, 1909), Interpretación histórica de dos hechos esenciales de la colonización española en América (Madrid, 1929), Técnica de la Investigación del Derecho (1934), Análisis de la Recopilación de las Leyes de Indias (Buenos Aires, 1941) y Los Cedularios como fuente del conocimiento del Derecho Indiano (1940-1945).


(Tomado de: Enciclopedia de México, tomo 1)

martes, 15 de mayo de 2018

El Cilindrero

El Cilindrero



No se explica cómo ha sobrevivido en este México que se va tragando a sí mismo. Un buen día, entre los malos del tiempo de don Porfirio, aparecieron por las calles de México estas cajas sonoras, llegadas de la ultramar Alemania. Todavía nadie ha dicho a quien las toca que se vaya con su música a otra parte.

El chiste no es tocar el cilindro, sino cargarlo. Allí quisiéramos ver al más pintado, caminando de esquina a esquina, de pulquería a pulquería, con el estorbo a cuestas, el sudor a la gota gorda. El cilindrero lo hace con abnegación de artista. Sin importarle que la espalda cruja, como que sabe lo que son sus sones.


Viste como le da la gana, pues aún no se les ha ocurrido ponerle uniforme. Se da el caso de que no vista. Llega a las puertas de Mi Oficina, bar de vasta parroquia, y él sabe que ha de tocar Club Verde o Alejandra. Frente al expendio de pulques finos que se nombra El Gran Tigre, los dramáticos sucesos de La Cama de Piedra y Juan Charrasqueado. A las criaditas, sus clientes invariables, les gusta Valentina, pero también Cachito, Échame a mí la culpa y Te me Olvidas.


Hay que verlo cuando para frente a estos sitios de abigarrada concurrencia; planta luego el largo bastón que le sirve de apoyo y escudo, en su punta el tirante del cilindro, y toca y toca. Luego entra al local con la llave o manivela del instrumento en la mano, para mostrar su identidad, y va recogiendo centavos. Los idiotas musicales se los niegan, a él todo un director de banda popular.


Yo creo que avanzada la noche, rendido de cansancio, se mete en su cilindro y allí duerme como un bendito.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo y Alberto Beltrán – Los Mexicanos se pintan solos)



lunes, 14 de mayo de 2018

Fernando de Alva Ixtlixóchitl

Fernando de Alva Ixtlixóchitl



Nacido en Texcoco entre 1578 y 1580; muerto en la Ciudad de México hacia 1648. Mestizo, descendiente directo de los reyes de Acolhuacan y Tenochtitlan, bisnieto del último señor de Texcoco y de Beatriz Papantzin, hija ésta de Cuitláhuac. Estudió en el Colegio Imperial de la Santa Cruz de Tlatelolco, donde fue alumno distinguido. Hacia 1600-1604 radicaba en San Juan Teotihuacan. En 1612 fue gobernador de Texcoco y al año siguiente de Tlalmanalco. En las postrimerías de su vida fue intérprete del Juzgado de Indios,  en la Ciudad de México, y en el desempeño de ese cargo murió pobre y olvidado. Entre 1600 y 1608 escribió Relaciones históricas de la nación Tulteca o Relación de todas las cosas que han sucedido en la Nueva España, y de muchas cosas que los tultecas alcanzaron. Estas y otras relaciones y compilaciones contienen escritos sueltos, cantares, opúsculos y fragmentos, en los que hay repeticiones de hechos y personajes. Más tarde (de 1610 a 1640, según Chavero) escribió Historia Chichimeca, que se refiere a los mismos sucesos históricos, pero ya en forma organizada. Es muy probable que el título de Historia Chichimeca no sea el original, sino que le haya sido puesto por Carlos de Siguenza y Góngora, primitivo poseedor de los manuscritos. Boturini la llamó Historia general de la Nueva España y hay indicios de que es parte de una obra más amplia, cuyos originales se perdieron. Ixtlixóchitl da la versión texcocana de la historia antigua y de la conquista, contrapartida de la de Tezozómoc, que es la versión mexica. Alfredo Chavero dio a la imprenta dichas obras, anotadas, con el título de Obras Históricas (1891-1892). José Ignacio Dávila Garibi reprodujo la edición anterior con un prólogo en que añade noticias importantes (1952).

(Tomado de: Enciclopedia de México)

domingo, 13 de mayo de 2018

El Camotero





¡Qué extraña locomotora de vapor es esta que incendia la noche y alborota el espacio y el tiempo! ¿Una de 1873, cuando Sebastián Lerdo de Tejada inauguró el Ferrocarril Mexicano de México a Veracruz?


¿Una máquina de patio, una exploradora, una máquina loca? Sí: es una máquina romántica, de esas de grandes ruedas y recia trompa; de las del tren que corría por el ancha vía pita y pita y caminando; de silbato ululante en mitad de la llanura y del silencio; del caballo de fuego de la montaña. Sólo que su silbar no llama a la nostalgia sino a la glotonería. Viene la achacosa máquina que no puede con su alma de láminas, con su descarrilado estruendo. Atrás, bañado en resplandores de pasos cansados y largos, a pie a tierra, su maquinista fogonero.



¡Uuu! ¡Uuu! ¡Camotes…!



Arriba, la humeante chimenea escupiendo estrellas. Abajo la caldera crepitando leña. En medio el depósito de los almíbares irresistibles.



¡Camotes! ¡Plátanos asados!



En los andenes del barrio esperan impacientes niños y mujerío, preguntando con cuántas horas de retraso viene.



-Camotes medianos a ochenta; grandes a peso. Los plátanos, igual.



Si validos de la noche los rebeldes han volado puentes y durmientes, puede acontecer que un gendarme mordelón lo asalte a preguntas: que si pertenece al STFRM; que qué licencia porta; que qué piensa de la rehabilitación de los ferrocarriles. Entonces, infeliz de él, es de ver al camotero tragar camote.


(Tomado de: Ricardo Cortés Tamayo y Alberto Beltrán – Los Mexicanos se pintan solos)


viernes, 11 de mayo de 2018

Jesús García, el Héroe de Nacozari


 
 
Corrido de Jesús García
 
(Anónimo)

Voy a cantarles, señores,
lo que en Nacozari pasó,
el día siete de noviembre,
cuando la pólvora ardió.
 
Como a las dos de las tardes,
como a esas horas serían
cuando murió el héroe:
el héroe Jesús García.
 
¡Ay! señores, que desgracia,
en Nacozari pasó,
el día siete de noviembre,
la dinamita explotó.
 
Le dice José Romero:
"Jesús, vámonos apeando,
mira que ya el primer carro,
ya se nos viene quemando".
 
Y le contesta Jesús:
"Yo pienso muy diferente,
voy a perder mi vida,
para salvar tanta gente".
 
Concédeme, Virgen querida,
de llegar a Puertecitas,
más que yo pierda la vida,
que se salve Placeritos.
 
Se encontró el cuerpo en pedazos,
con la cara ennegrecida,
tenía completos los brazos
y la palanca cogida.
 
Douglas le dice al cadáver:
"Eres un héroe Jesús,
tuviste muerte de apóstol,
llevaste al hombro la cruz".
 
Pasan de doce los muertos
y más de diez los heridos,
que, en el camino del Seis,
pudieron ser recogidos.
 
Del Porvenir a Pilares
salían en compañía,
sólo por venir a ver
al héroe Jesús García.
 
Su bóveda ha de ser de oro
Y de brillantes su cruz;
toda la gente le dice:
"Eres un héroe Jesús".
 
 

Jesús García Corona, nació el 2 de diciembre de 1881, en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Cuando Jesús García era niño, su familia se trasladó al mineral de Placeritos en Nacozari, Sonora, y de ahí, Jesús García, comenzó a trabajar para el ferrocarril, de vía angosta, propiedad de la compañía The Moctezuma Cooper Co.

Jesús García se inició como fogonero de fija, laborando después como fogonero y llegó a ser maquinista, cubriendo el tramo de vía de Pilares a Nacozari, Sonora.


El 7 de noviembre de 1907, Jesús García, junto con algunos compañeros de trabajo, se encontraba en los patios de la estación de Nacozari, cuando se incendió un furgón de pastura seca, que se encontraba cerca de dos furgones cargados de dinamita.


Jesús García, percatándose del peligro, se metió en la cabina de su máquina, la hizo retroceder y enganchó los carros, dirigiendo el tren fuera de la ciudad, mientras que sus compañeros huían para ponerse a salvo de la inminente explosión. Poco después de salir de la última línea de casas, a la altura del kilómetro seis de la vía de Nacozari al mineral de Pilares, se produjo la terrible explosión y todos los carros quedaron destruidos. En el percance murieron trece personas pero se salvaron los cinco mil pobladores de Nacozari.


Como héroe civil, Jesús García, El Héroe de Nacozari, ha sido objeto de múltiples homenajes; en su honor, la ciudad de Nacozari se llama Nacozari de García; el Siete de Noviembre es el día de los ferrocarrileros mexicanos; existen varios monumentos con su estatua y no son pocas las calles, escuelas y poblaciones que, con orgullo, llevan su nombre. De los corridos sobre Jesús García, el más conocido es Máquina 501, que se hizo famoso en la interpretación de Francisco "Charro" Avitia.




(Tomado de: Antonio Avitia Hernández- Corrido Histórico mexicano (1810-1910) Tomo I)

domingo, 6 de mayo de 2018

Francisco Javier Mina

Francisco Javier Mina


La muerte del extraordinario caudillo de la insurgencia, José María Morelos y Pavón vino a desmoralizar a las fuerzas insurgentes; se redujo considerablemente el número de tropas; los jefes se encontraban aislados, divididos y sin autoridad; el general Manuel Mier y Terán disolvió el Congreso Constituyente y lo sustituyó por un “Directorio Ejecutivo”. El que prácticamente ni llegó a funcionar ni nadie lo tomó en cuenta.

Así estaban las cosas, cuando se supo que Fernando VII había vuelto a España, lo que alentó a los realistas a detener el progreso de los insurgentes. A esto había que agregar la llegada de más de dos mil soldados españoles, lo que parecía tocaba a su fin la guerra de Independencia, cuando un inesperado suceso vino a dar un hálito de vida a la revolución, al desembarcar el 15 de abril de 1817 en Soto la Marina Francisco Javier Mina.

Este famoso guerrillero dejó sus estudios en la Universidad de Zaragoza, España, para combatir a la invasión francesa. Después se sublevó en contra del absolutismo de Fernando VII y tuvo que abandonar su patria y exiliarse en Londres, donde conoció a fray Servando Teresa de Mier, quien le sugirió fuera a México a pelear por su independencia.


Mina y su expedición compuesta por trescientos hombres desembarcó en la Nueva Santander (Tamaulipas) y se dirigió rumbo al sur. El 24 de mayo llegó a la hacienda del “Cojo” y se apoderó de 700 caballos con los que montó a su gente y se internó en la sierra. El 8 de junio derrota al capitán Villaseñor en Valle del Maíz, San Luis Potosí. El día 15 el coronel realista Benito Armiñán al frente de dos mil hombres sufre una terrible derrota. Sin detenerse, se apodera el día 19 de Real de Pinos, rico mineral perteneciente a la Intendencia de Zacatecas.


Desde este lugar, Mina logra ponerse en comunicación con el jefe insurgente Pedro Moreno, quienes se reúnen en el Fuerte del Sombrero, la mañana del 24 de junio.


Al tener conocimiento de que el coronel realista Cristóbal de Ordóñez, comandante de las fuerzas en Guanajuato iba a combatirlos, Mina sale a su encuentro y le ocasiona una terrible derrota en la que murieron 300 soldados y el coronel Castañón y dejando 22 prisioneros. Esta acción se efectuó el 28 de junio.


Otra de las salidas de Mina, fue a la hacienda del Jaral, del riquísimo coronel Moncada, derrotando a los 400 realistas y apoderándose de un rico botín en barras de plata y efectivo.


Mientras tanto, el gobierno virreinal formó un poderoso ejército al mando del mariscal Pascual de Liñán con órdenes de terminar con Mina y sus compañeros expedicionarios.


La tercera salida del Fuerte que hizo Mina fue sobre la población de León, la que creía desguarnecida, siendo rechazado con grandes pérdidas y viéndose obligado a replegarse hasta el Fuerte del Sombrero, en la sierra de Comanja, donde se encontraban fortificados Pedro Moreno, Encarnación Díaz y otros insurgentes.


El 31 de julio, Liñán sitia a los insurgentes en el Fuerte del Sombrero, quienes logran resistir dos semanas antes de abandonarlo por falta de víveres, agua y elementos de guerra. El 19 de agosto logran romper el sitio, perdiendo mucha gente, hasta llegar a fortificarse en el Fuerte de los Remedios, cerca de Pénjamo, que estaba defendido por el padre Torres.


Mina sale del Fuerte de los Remedios y ataca la Hacienda del Bizcocho, la que ocupa sin resistencia y fusila a 31 de los prisioneros. Al saberlo el mariscal Liñán va a sitiar el fuerte.


Mientras tanto, Mina efectúa una expedición por San Luis de la Paz y otros lugares del Bajío. Intentó socorrer a los defensores del Fuerte de los Remedios y fue rechazado. El coronel Orrantia es comisionado para dedicarse exclusivamente a perseguir a Mina. El 27 de octubre Pedro Moreno muere peleando y Francisco Javier Mina es hecho prisionero y fusilado con lujo de fuerza el 11 de diciembre de 1817.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)
(Moneda conmemorativa del Bicentenario de la Independencia de México, Acuñada por Banco de México)
Canción patriótica
Que al desembarcar el general Mina y sus tropas en la Barra de Santander, compuso Joaquín Infante, auditor de la división.
Acabad, mexicanos,
de romper las cadenas
con que infames tiranos
redoblan vuestras penas.
De tierras diferentes
venimos a ayudaros
y a defender valientes
derechos los más caros.
En vuestra insurrección
todo republicano
toma gustoso acción,
quiere daros la mano
Acabad y &c.
Mina está a la cabeza
de un cuerpo auxiliador
el guiará nuestra empresa
al colmo del honor
Si españoles serviles
aumentan vuestros males.
también hay liberales
que os den lauros a miles
Acabad y &c.
Venid pues, mexicanos
a nuestros batallones
seamos todos hermanos
bajo iguales pendones
Forzad con noble zaña
ese yugo insolente
que os impone la España
tan indebidamente
Acabad y &c.

Nuestra gloria ciframos
en que estais exaltados:
veros, pues procuramos
libres y emancipados.
De nuestros sacrificios
no queremos más apremio
los sucesos propicios
serán si hacemos gremio.
Acabad y &c.
Abajo los partidos
y toda vil pasión:
estando siempre unidos
formaremos nación.
Independencia, gloria,
religión, libertad,
grávense en vuestra historia
por una eternidad.
Acabad y &c.
Los mozos, los ancianos,
las mujeres también
esfuerzos sobrehumanos
hagan hoy por su bien
Y si los opresores
no huyeren arredrados
por vuestros defensores
serán exterminados.
Acabad y &c.
El liberal español Francisco Javier Mina, convencido de que podía luchar contra el absolutismo del rey Fernando VII, apoyando la lucha por la independencia de las colonias de América, patrocinado por comerciantes ingleses y estadounidenses y junto con Fray Servando Teresa de Mier, unió a varios partidarios de la independencia mexicana, de diversas nacionalidades, en una expedición de varios buques, que se autonombró Ejército Auxiliador de la República Mexicana y que desembarcó en Soto la Marina, en la desembocadura del río Santander, Tamaulipas.

Utilizando su propia imprenta, el Ejército Auxiliador publicó, entre otras cosas, esta canción patriótica, del cubano Joaquín Infante, en los primeros días de su estancia en territorio mexicano. La canción de Infante, aun cuando no es un corrido, expresa las intenciones del Ejército Auxiliador.


El desembarco del general Mina y sus tropas tuvo lugar el 15 de abril de 1817.


(Tomado de: Antonio Avitia Hernández- Corrido Histórico mexicano (1810-1910) Tomo I)