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jueves, 24 de julio de 2025

Luis Leal

Luis Leal


Es uno de los ejes alrededor del cual gira la historia de la crítica literaria latinoamericana y en particular de la literatura chicana. Nació en Linares, Nuevo León, en 1907 y emigró a Estados Unidos a la edad de 19 años; obtuvo la ciudadanía norteamericana después de haber participado en la Segunda Guerra Mundial. Su visión de ambos países le ha permitido anular fronteras y enlazar y conjugar tradiciones, folclore e historia en estudios que reafirman las raíces y la identidad de los mexicanos-americanos y que muestran sus contribuciones a la historia y la cultura americanas. Incansable promotor de la literatura mexicana y mexicano-americana, cuya prolífica labor como investigador y profesor universitario se ve reflejada en una veintena de libros y unos 300 artículos de crítica especializada y en la dirección de unas cincuenta tesis doctorales. A esta labor, hay que añadir su trabajo editorial en varias revistas literarias especializadas, así como en el National Chicago Council of Higher Education y su participación en la Comisión de la Literatura de las Américas de la Modern Language Association. Luis Leal, profesor emérito de la Universidad de Illinois, desde varios años ha escogido como su casa al Centro de Estudios Chicanos de la Universidad de California, en Santa Bárbara donde a sus casi 79 años de edad sigue contribuyendo al conocimiento de la literatura. Su obra ha enriquecido la trayectoria de la literatura mexicana de este siglo y ha elevado a la literatura chicana a la posición que hoy ocupa en el mundo de la academia. En 1991 recibió la orden mexicana del Águila Azteca. [Falleció en Santa Bárbara, California, en 2010]



(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 16 de junio de 2025

Judy Baca

 


Judy Baca


Reconocida pintora chicana y pionera del movimiento mural en Los Ángeles, fue fundadora, en 1974, del primer programa mural en esta ciudad y co-fundadora del Centro de Recursos Sociales y Artes Públicas en Venice, California, en el que fungió como directora de 1970 a 1980. Originaria de Los Ángeles, de abuelos mexicanos, nació en 1946. Estudió artes en la Universidad Estatal de California de Northridge. Después de realizar su maestría en arte, vino a México a estudiar el muralismo de “los tres grandes”. A finales de los sesenta, cuando el movimiento chicano estaba en pleno auge, comenzó a llevar su arte a la calle. Judy encontró en el mural la manera de poner su trabajo al servicio de su gente. Siempre se ha caracterizado por su trabajo interracial. Su obra más conocida “La gran muralla de Los Ángeles”, mural de media milla de longitud, sobre la historia de los grupos étnicos de California. Trabaja en un programa mural sobre la guerra, la paz, la cooperación, la interdependencia y el crecimiento espiritual conocida como “World Wall: A vision of the Future without Fear”, mural itinerante consistente en siete paneles de 10 por 30 pies.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

sábado, 19 de abril de 2025

Texas, Nuevo México, California… I



Texas, Nuevo México, California…


I


Determinó la esclavitud la desmembración de México? ¿Hubiera ocurrido sin ella? 


La carta de Benjamín Franklin a su hijo William, fechada en Londres el 28 de agosto de 1767, refiriéndole sus entrevistas con lord Shelburne, sobre el proyecto de colonización del Valle del Misisipí, "...en la bahía de México, para ser usado contra Cuba o el mismo México...", descubre que la anexión de la isla y la de México, o, por lo menos, de una parte de éste, está ya en la mente de las clases dirigentes de las trece colonias. 

Ya la memoria secreta del Conde de Aranda a Carlos III, en el temprano 1783, prevenía: "Esta república federal ha nacido pigmea... Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas... El primer paso será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio que no nos será posible defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y, a más de eso limítrofe... ¿Cómo podemos nosotros esperar que los americanos respeten el reino de la Nueva España cuando tengan facilidad de apoderarse de este rico y hermoso país?”.

En abril de 1802, Jefferson instruía a Livingston, primer ministro en París: "En el globo existe un solo sitio cuyo propietario es nuestro enemigo natural: es Nueva Orleans, por donde deben pasar al mercado tres octavos de lo que produce nuestro territorio. Francia, al colocarse en tal puerta, asume respecto a nosotros una actitud de desafío. España podía haberlo conservado, tranquilamente, por años; su estado es tan débil que difícilmente sentiríamos su posesión de ese lugar, y no pasaría mucho tiempo sin que surgiera algunas circunstancia que resultaría en la sesión, por lo que valía la pena esperarnos." Y Livingston contestaba a Jefferson: "Como parte del territorio de España, Luisiana no tiene frontera precisa, por lo que es fácil prever el destino de México.”

Es muy conocida la advertencia del embajador español en Washington, Luis de Onís, al virrey de México, Francisco Xavier Venegas, en nota reservada, fechada en Filadelfia, el 10 de Abril de 1812: "Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta república, y confirmándose sus miras hostiles contra España. V. E. se haya enterado ya por mi correspondencia que este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo [o río Grande], siguiendo su curso hasta el grado 31, y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nueva Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio ese proyecto a toda persona sensata; pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del Gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de la república.”

El mismo año 1812, el insurgente mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara acude a Monroe, entonces secretario de Estado, en pos de ayuda para la independencia de su país. Monroe se la ofrece, pero exige la seguridad de que el nuevo Estado adopte la forma federal y se incorpore a Estados Unidos. 

Todo este periodo, desde fines del siglo XVIII y durante toda la lucha independentista de México, está lleno de historias de expediciones contra el territorio mexicano, organizadas en territorio norteamericano, patrocinadas, o, por lo menos, permitidas por las autoridades norteamericanas. 

En 1818, a propósito de la sesión de la Florida por España a Estados Unidos, surgió la discusión de los límites entre Estados Unidos y Nueva España. Entonces John  Quincy Adams sostuvo al mismo Luis de Onís: "Que el Misisipí en todo su curso hasta el Océano fue descubierto por súbditos franceses, desde el Canadá, en 1663; que La Salle, francés, comisionado y facultado por Luis XIV, descubrió la Bahía de San Bernardo y formó allí una colonia en el año 1665, al Oeste del Río Colorado, y que siempre se había entendido, como por derecho debía entenderse, que aquella posesión en la Bahía de San Bernardo, en conexión con la del Misisipí, se extendía hasta el Río Bravo…”.

En 1820, el puritano Moisés Austin, de Luisiana, obtiene del gobernador español de Texas permiso para introducir 300 familias norteamericanas. Cada colono recibirá 640 acres, más 320 para la esposa, 100 para cada hijo y 50 para cada esclavo. Los colonos profesarán la fe católica, jurarán fidelidad al rey y se obligarán a defender el territorio contra los indios y los filibusteros. En 1823 el gobierno independiente ratificó la concesión de Austin. "La ayuda que Poinsett prestó a Austin debió ser muy fuerte, pues consiguió que los hombres de Estado de México pusieran su atención en el proyecto y que decidieran en un asunto que les repelía…”  Poinsett había llegado a fines de octubre de 1822, con "carácter particular", pero a bordo de un buque de guerra de los Estados Unidos. Aunque solo se trataba de una visita muy breve, apenas duró catorce días, Poinsett llevó tan lejos su influencia como que obtuvo la libertad de 23 norteamericanos que conspiraban para la segregación de Texas. Eran los primeros... Nuevas concesiones atrajeron mayor número de colonos. En 1827 llegaron a 10,000. En 1820, a 20,000. Hacia 1826 ya se alzan contra México. Y nuevamente es Poinsett quien media a su favor. 

Y el sondeo "informal" de Poinsett en las conferencias del 7 y 8 de noviembre de 1822, descritas por Francisco de Paula Azcárate, comisionado de Iturbide: "Encontré que el señor Poinsett sobre una mesa tenía extendido el mapa de América de Melish y que con vista de él se empeñó en persuadirme que la línea tirada desde la embocadura del río Sabina... no era el lindero mejor para perpetuar la división del territorio de la nación mexicana y el de los Estados Unidos... y aunque era cierto que la línea referida estaba convenida por el Tratado de Onís, enviado de la España, supuesta nuestra gloriosa independencia, se podría variar de mutuo acuerdo eligiendo tierras que con viveza me señalaba en el mismo mapa, sin mentar siquiera su nombre, y así recorrió de mar a mar. Percibí que la idea era absorberse toda la provincia de Texas, y parte del reino de León para hacerse de puertos, embocaduras de ríos y barras en el Seno Mexicano; tomarse la mayor parte de la Provincia de Coahuila, la Sonora y California baja, toda la Alta y el Nuevo México, logrando así hacerse de minerales ricos, de tierras feracísimas y de puertos excelentes en el mar del Sur. 

"...al día siguiente, antes de entrar en materia, le presenté mi credencial y le exigí la suya. Sin leer la mía, me repuso no venir con carácter público alguno, sino sólo como un viajero que manifestaba francamente sus opiniones…

"...alargamos la discusión y entonces pude percibir que sus objetos eran 5: 1° apoderarse de todas las tierras feracísimas y ricas de minerales que he referido; 2° tener puertos en una y otra mar para hacer exclusivamente el comercio interior de las provincias mediterráneas de nuestro territorio por el Río grande del Norte cuya navegación facilitaríase con botes de vapor; 3° hacerse exclusivamente del comercio de la peletería de castor, oso, racón, marta, sibolos, grasas y otros renglones...; 4° apropiarse exclusivamente la pesquería de la perla que se hace en las costas interiores y exteriores de ambas Californias, la de la nutria, la del vayenato, la de la cachalaza, la de la sardina y la de la concha...; 5° apropiarse también el comercio de cabotaje…”.

Poinsett fue acreditado como ministro más tarde, en 1825. Las instrucciones de Clay -marzo 26- le ordenaban negociar nuevos límites, "más lógicos y ventajosos..." Entonces Poinsett dedicó sus mejores energías a trabajar por la frontera que había propuesto en 1822. Para favorecer su plan, organiza las logias yorquinas, a través de las cuales crea el "partido americano", fuerza primigenia de la antipatria. Tras bastidores, Poinsett intriga, divide, enreda, azuza, maneja el entreguismo criollo, prepara la mutilación territorial. Hasta que la animosidad popular impone su retiro, a fines de 1829. "Su primer paso había sido formar una institución egoísta que se extendió que se extendió por toda la comunidad, que admitió en su seno a toda clase de gente, sin discriminación alguna, y que acabó siendo la directora de los destinos de la nación... Esta sociedad toma posesión del gobierno, arruina las finanzas, desorganiza el ejército, destruye la confianza pública, y quita de lugares de responsabilidad a todos aquellos cuyo patriotismo hubiera sido una garantía de buena administración..." - Anthony Butler, sucesor de Poinsett, a Van Buren, , secretario de Estado. México, 21 de mayo de 1830. 


Pero sería injusto desdeñar el arsenal de los antagonistas. Que, además, resulta altamente ilustrativo. 

"Nada es más fluctuante que el valor de los esclavos; una de las últimas leyes de Luisiana lo redujo en veinticinco por ciento a las veinticuatro horas de conocerse el proyecto. Si nos tocara la suerte -y confío que así sucederá- de adquirir Texas, el precio de los esclavos aumentaría." Es el razonamiento de Upshur, en la Convención de Virginia, en 1829. Fue más tarde Upshur fue más tarde secretario de Estado en el gobierno de Taylor, en las vísperas de la invasión y la guerra. 

Doddrigde, otro convencional, agrega: "La adquisición de Texas elevaría considerablemente el valor de los esclavos."

Pronto el debate llega al senado. He aquí Cómo opina Calhoun en mayo de 1836, ya segregada Texas: "Existen poderosas razones para que Texas forme parte de la Unión. Los Estados del sur, poblados por esclavos, están profundamente interesados en prevenir que la nación disponga de un poder que los moleste; y los intereses marítimos y manufactureros del Norte están igualmente interesados en hacer a Texas parte de la Unión." Calhoun sería después secretario de Estado de Taylor. 

En agosto de 1843, el secretario de Estado Upshur escribe el encargado de negocios de los Estados Unidos en Texas, W. S. Murphy: "El establecimiento en el centro mismo de nuestros estados esclavistas  de un país independiente, cuyo gobierno prohibiera la existencia de la esclavitud, sin embargo de estar ese país habitado por personas que en su gran mayoría nacieron entre nosotros, educada según nuestras costumbres y vulgarizadoras de nuestro idioma, no dejaría de producir los más desventurados efectos en los dos partidos. Si Texas estuviera en tal condición, su territorio proporcionaría un fácil refugio a los esclavos fugitivos de Luisiana y Arkansas y sería un apoyo para ellos, un estímulo para que se fugaran, lo que posiblemente no podría contrarrestarse por los reglamentos municipales ni por los de esos Estados."

El 18 de enero de 1844 Murphy dice a Upshur: "Si Texas no se agregara a los Estados Unidos, no podría mantener esa institución diez años y, probablemente, ni la mitad de ese tiempo."

El 24 de septiembre insistía: "La Constitución de Texas asegura al amo el derecho perpetuo sobre el esclavo y prohíbe la introducción a Texas de esclavos procedentes de otras partes, salvo de los Estados Unidos... Si los Estados Unidos conservan y aseguran a Texas la posesión de su Constitución y la presente forma de gobierno, habremos ganado todo lo que podemos desear y también todo lo que Texas pide y anhela…""

Y el 23 de mayo de 1844, suscrita ya la anexión, Green, encargado de negocios de Estados Unidos en México, dice a Bocanegra, ministro de Relaciones Exteriores de México: "El suscrito ha recibido, también, instrucciones para notificar al Gobierno mexicano que este paso fue impuesto a los Estados Unidos, para su defensa propia, como consecuencia de la política adoptada por la Gran Bretaña respecto a la abolición de la esclavitud en Texas. Era imposible para los Estados Unidos presenciar con indiferencia los esfuerzos de la Gran Bretaña para abolir la esclavitud en ese territorio. No podía dejar de ver que la Gran Bretaña poseía los medios, en vista de la efectiva condición de Texas, para cumplir los objetivos de su política, salvo que fueran evitados por eficientes medidas, ya que, de consumarse, conducirían a un estado de cosas peligroso, en exceso, para los Estados adyacentes y para la Unión misma."


Otros testimonios concilian los puntos de vista: "La anexión ha sido una medida política largo tiempo acariciada y creída indispensable (por los Estados Unidos) para su salvaguardia y bienestar y, en tal virtud, ha sido un objeto constantemente perseguido por todos los partidos, y su adquisición fue asunto de negociaciones de todos los gobiernos durante los últimos veinte años... El azar de un asunto de política sobre asuntos importantes entre los Estados Unidos y una de las principales potencias de Europa desde el reconocimiento de Texas, ha vuelto la adquisición más esencial, todavía, para la salvaguardia y seguridad de los Estados Unidos, y, en consecuencia, ha aumentado proporcionalmente la necesidad de la adquisición." Quien así se expresa es nada menos que el ministro de los Estados Unidos en México, Shanon, en nota dirigida al ministro de Relaciones Exteriores de México, Rejón, el 14 de octubre de 1844.


Pero la desmembración de México se hubiera producido igual con o sin la esclavitud. La tendencia expansionista es una de las constantes de la historia norteamericana. La esclavitud es un fenómeno superviniente y coadyuvante. Ya antes, Estados Unidos había adquirido la Luisiana y las Floridas. Y después del desgarramiento de México, Estados Unidos toma las Filipinas, Puerto Rico, Panamá. Para no entrar en el orden de la expansión económico-política. Admitir que la esclavitud determinó las desmembración de México equivale a olvidar toda la historia de los Estados Unidos, velar su carácter expansionista, cerrar los ojos a la perspectiva histórica. 

Fundamentalmente, equivale a olvidar la naturaleza de la formación histórica que Estados Unidos representa.


(Tomado de: Medina Castro, Manuel. El Gran despojo. Texas, Nuevo México y California. Editorial Diógenes, S. A. México, Distrito Federal, septiembre de 1971)


domingo, 6 de abril de 2025

Gloria Molina

 


Gloria Molina 


Primera mujer hispana electa Supervisora del Condado de Los Ángeles por el Primer Distrito, cargo que ocupa desde 1991. Nació en 1948 en Montebello, California, de padres mexicanos, creció en Pico Rivera y estudió en el Colegio del Este de Los Ángeles. Como estudiante empeñosa, que se hizo cargo de su familia desde los 19 años, logró graduarse en ciencia política en la Universidad de California en Los Ángeles. Después de algunos años de dedicarse a la docencia en el Este de Los Ángeles, con una gran sensibilidad combativa y consciente de las condiciones de marginación, abuso, ignorancia y pobreza de miles de mexicanos que vivían en esa parte de la ciudad angelina, decide incorporarse a la política afiliándose al Partido Demócrata en 1977, durante la administración del presidente Carter, es nombrada subdirectora de personal de la Casa Blanca y un año después regresa a California para ocupar la Dirección de Servicios Sociales y de Salud en San Francisco. Al poco tiempo se convierte en la asistente administrativa del congresista californiano Willie Brown, puesto que deja en 1982 cuando es electa asambleísta estatal por el 56 Distrito, convirtiéndose en la primera mujer hispana en la Legislatura Estatal de California. Como legisladora promovió tantos proyectos de ley como le fue posible para proteger a los mexicano-americanos. Cuando en 1987 es electa uno de los 16 concejales del Ayuntamiento de Los Ángeles, su misión se centró en poner en práctica esas leyes. Con un claro perfil político de luchadora, Gloria Molina destaca por su fortaleza y su fuerte compromiso con la comunidad de origen mexicano que representa. Recibió del gobierno de México la orden mexicana de El Águila Azteca en 1992. [Falleció en 2023].


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

miércoles, 27 de marzo de 2024

Juan Gómez-Quiñones

 


Juan Gómez-Quiñones

[1940-2020]


Profesor de historia en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Originario de Parral, Chihuahua, creció y se educó en el Este de Los Ángeles. Con estudios de licenciatura en literatura, maestría en estudios latinoamericanos y doctorado en historia por la UCLA, se ha dedicado por 27 años a la docencia e investigación en historia política, laboral, intelectual y cultural. Entre sus publicaciones cabe mencionar: Chicano Politics: Reality and Promise, 1940-1990; Mexican American Labor, 1970-1990; The Roots of Chicano Politics 1600-1940 y Sembradores: Ricardo Flores Magón y El Partido Liberal Mexicano. Gómez Quiñones ha sido un incansable promotor de la cultura y de los estudios chicanos. Fue Director del Centro de Estudios Chicanos de la UCLA, fundador de la renombrada revista Aztlán: International Journal of Chicano Studies y co-editor del Plan de Santa Bárbara. Su labor académica ha estado siempre acompañada por reconocido liderazgo comunitario que se ha hecho patente en su activismo en movimientos de derechos civiles, política electoral, trabajo, migración y programas con jóvenes.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 20 de noviembre de 2023

Edward R. Roybal

 


Edward R. Roybal 

Hijo de una familia de clase media méxico-americana nació, en 1916 en Albuquerque, Nuevo México. A la edad de 4 años se mudó a Los Ángeles. Después de graduarse de la Universidad de California en Los Ángeles y la universidad de Southwestern, Roybal inició su labor como trabajador social y educador en salud, a finales de la década de los treinta. Tras su participación en la Segunda Guerra Mundial, ya de regreso en California, un grupo de méxico-americanos forma la asociación Community Services Organization (CSO) para lanzarlo como candidato al Ayuntamiento de Los Ángeles en 1947. La derrota de Roybal sirvió para que la CSO se diera a la tarea de registrar a un buen número de votantes mexicano-americanos que aseguraron en 1969 su elección como Concejal en el Ayuntamiento de Los Ángeles. Así, se convirtió en el primer mexicano que formara parte de dicho ayuntamiento desde 1881. Tras varias reelecciones, Roybal se mantuvo en este cargo por trece años. En 1962 fue electo para la Cámara de Representantes y sentó de nuevo precedente como el primer mexicano-americano del Condado de Los Ángeles en el Congreso Federal. Durante sus treinta años en el Congreso Roybal trabajó con gran tenacidad a favor de reformas sociales y económicas. En 1967 introdujo la primera acción federal de educación bilingüe. Como presidente del Caucus Hispano en 1982, dirigió la oposición contra sanciones a empleadores de trabajadores indocumentados. A lo largo de su carrera el Congresista luchó por la participación ciudadana de los hispanos en todos los niveles de gobierno. [Falleció en 2005, en California] Su hija Lucille Roybal Allard es ahora diputada federal demócrata, la primer mujer mexicano-norteamericana electa para el Congreso.


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 11 de septiembre de 2023

César Chávez

 


César Chávez

Nació en Yuma, Arizona, en 1927, pero creció en California. Como hijo de inmigrantes mexicanos dedicados a las labores del campo vivió las tribulaciones de los trabajadores agrícolas. De su familia recibió el espíritu de servicio, su fe católica y la conciencia de organizar a los trabajadores para demandas colectivas. Durante los años cuarentas emigró a San José, California, y se casó con su fiel compañera de lucha Helen Fábila. Ahí conoció al padre Donald Mcdonell quien tuvo enorme influencia en su vida, profundamente católica. Chávez recibió su entrenamiento formal como organizador trabajando para la Community Services Organization (CSO), a la que renunció en 1962 por no lograr su apoyo para organizar a los trabajadores del campo, la principal preocupación de su vida. Emprendió su viaje a Dellano, California, donde sin más ayuda que la de su familia y sus fieles compañeros, Gil Padilla y Dolores Huerta, se dio a la tarea de convencer a los campesinos, yendo de puerta en puerta, para formar el primer sindicato independiente de trabajadores agrícolas, la National Farm Workers Association (NFWA). Con un sindicato sin dinero, constituido por mexicanos y filipinos pobres, Chávez incluyó la religión y los derechos civiles en su disputa laboral, lo que le ganó la ayuda de la iglesia y de grupos pro derechos civiles. Bajo la bandera roja con el águila negra, tácticas no violentas y un discurso pacifista al grito "Justicia para los campesinos y viva la virgen de Guadalupe" Chávez logró convertir su movimiento denominado La Causa, en la gran cruzada nacional de lucha por una mayor justicia social. Académicos, estudiantes y trabajadores liberales se unieron a sus marchas, huelgas y boicots que culminaron con victorias para los trabajadores agrícolas. Fue reconocido por el gobierno de México con la condecoración El Águila Azteca en 1990. Chávez murió en 1993, cuando seguía incansable con su lucha, reconocida a nivel mundial. A su funeral asistieron más de cincuenta mil personas y estuvieron presentes la bandera de México y el estandarte de la virgen de Guadalupe. 


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 24 de abril de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

 


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

La historia de la minoría mexicana es distinta a la de cualquier otro grupo minoritario norteamericano. El único paralelo cercano es el de los indios americanos, y aún ahí, encontramos pocas semejanzas. Los mexicanonorteamericanos se convirtieron en minoría por conquista, no mediante la inmigración a este país como gente subordinada. El comienzo de la historia de los mexicanonorteamericanos que data del siglo XIX, es la relación de cómo se convirtieron en pueblo subordinado. Como veremos, el proceso varió ligeramente en cada uno de los estados fronterizos: Texas, Nuevo México, Arizona y California. El comienzo de esta historia, con sus importantes variaciones de estado a estado, sentó las bases de la inmigración que vino de México, en mayor escala, en el siglo XX, e influyó en el papel económico, político y social que podían desempeñar los mexicanonorteamericanos.

Es casi imposible escribir una historia coherente relativo a cualquier minoría norteamericana. La historia se nutre normalmente de documentos, en los que los mexicanos aparecen sólo ocasionalmente y por casualidad, cuando reaccionan o actúan frente a un interés o acción de la sociedad en sentido más amplio. Con la excepción de Nuevo México, no hay ningún registro de los actos de la minoría mexicana en el desarrollo de los eventos económicos y sociales de la historia de los Estados Unidos. Aun los estados fronterizos, hasta hace poco tiempo, estuvieron aislados y alejados de los principales acontecimientos de la historia de los Estados Unidos. Se puede decir que la repentina aparición de los mexicanonorteamericanos en la conciencia americana es sólo un aspecto de la repentina aparición de la región entera en un panorama nacional con estrecha interdependencia.

Principio de la historia de los mexicanos: hasta 1900

La historia de esta minoría comienza cuando los estados fronterizos pasaron a los Estados Unidos. Esto ocurrió por medio de rebelión (en Texas), después de una guerra entre México y los Estados Unidos (Texas, [California] y Nuevo México), y por adquisición (Arizona y Nuevo México). En el período transcurrido entre la Batalla de San Jacinto, en 1836, y la compra Gadsden de 1853, los Estados Unidos adquirieron los actuales estados de Texas y Nuevo México y parte de Colorado, Arizona, Utah, Nevada y California.

En este enorme escenario, en esa época, no había más que un puñado de actores. Si observamos el número aproximado de mexicanos que había en cada uno de esos estados, cuando pasaron a depender de los Estados Unidos, comenzaremos a entender la experiencia diversa de los mexicanos en cada zona. Había quizás 5,000 mexicanos en Texas, 60,000 en Nuevo México, no más de 1,000 en Arizona y tal vez 7,500 a lo largo de California. Existían también algunos poblados en lo que es ahora Colorado, pero muy pequeños, y estaban demasiado aislados para que los tomemos en cuenta.

Generalmente, los pobladores mexicanos se establecieron en forma semejante a las varillas de un gran abanico: penetraron al sudoeste a través de los pasos montañosos y los valles de los ríos. El "abanico" que formaron sus poblaciones abarcó más de 3,200 kilómetros en su extremo norte, pero en muy pocos lugares se extendió más de 240 kilómetros al norte de la frontera mexicana. Estos primeros pobladores españoles establecieron pequeños núcleos cerrados, fáciles de defender, en valles estratégicos en las riberas fértiles y en otras típicas ubicaciones fronterizas. Tres factores casi siempre determinaron la elección del sitio: la existencia de agua, medios de transporte y protección contra los indios merodeadores.

Desde los primeros años fue esencial protegerse de los indios. Bien pudieron haber existido alrededor de 120,000 indios nómadas en estos territorios. Casi todos los indios del siglo XIX, especialmente las tribus más prósperas de apaches, controlaban por la fuerza casi toda esta región, lo que contribuyó a que se aislaran y mantuvieran intactas las poblaciones e instituciones mexicanoespañolas. Carey McWilliams escribe: "De 1848 a 1887 los angloamericanos estuvieron tan preocupados con los indios que disponían de poco tiempo para dedicarse a la colonización de la región o a la explotación de sus recursos." Sobre todo, las interminables emboscadas, batallas y matanzas acaecidas en los territorios de Nuevo México y Arizona hicieron que a los mexicanos les conviniera la protección de tropas norteamericanas. En 1886, el último de los grupos invasores de apaches cruzó la frontera con México o cayó bajo el dominio de los Estados Unidos. Fue entonces cuando pudo empezar la colonización del sudoeste por los angloamericanos.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 14 de noviembre de 2022

Causas y consecuencias de la guerra con México, 1847

 


Causas y consecuencias de la guerra con México

William Jay

[William Jay (1789-1858), hijo de John Jay, actor de la independencia norteamericana. Graduado de Yale, representa el tipo del reformador de la primera mitad del XIX, campeando por la abolición de la esclavitud, la paz y la difusión de la Biblia. Fundó la Sociedad Bíblica Americana y escribió para la Sociedad Británica Pacifista un librito para demostrar los males de la guerra (1842). Se opuso con ardor a la guerra y publicó en 1849 un libro para demostrar la culpabilidad de los Estados Unidos en la guerra del 47 (A Review of the Causes and Consequences of the Mexican War), que ha sido la obra más citada por los historiadores mexicanos. El trozo que incluimos es parte de ella]


INMEDIATAMENTE después que se obtuvo el voto final del senado en favor de la anexión de Texas, se levantó de su asiento un senador de la Florida y presentó una iniciativa en el sentido de que se declarara que el presidente debía emprender negociaciones inmediatas para obtener que se cediera la isla de Cuba a los Estados Unidos. No se proponía una acción determinada, pues el objeto que se perseguía con esa iniciativa era únicamente familiarizar al público con los métodos a que debía recurrirse para adquirir territorio esclavista. La anexión de Texas obraba exactamente en la misma forma en que el olor de la sangre excita a un lobo hambriento, y el ansia de adquirir territorios mexicanos, en vez de quedar satisfecha, provocaba una ferocidad voracísima. En realidad Texas había sido conquistada virtualmente bajo la administración de Mr. Tyler y hay razones para creer que Mr. Polk estaba decidido a que su administración se señalara por la anexión de California. Esta provincia había despertado desde hacía mucho tiempo la codicia de los esclavistas y se habían hecho grandes esfuerzos por orientar a la opinión pública de acuerdo con las funciones del presidente. Los periódicos abundaban en artículos referentes a la fertilidad de California, su enorme importancia para los Estados, como hecho incontrovertible los designios secretos de la Gran Bretaña de adjudicarse esos territorios ya fuese por la fuerza o bien mediante un tratado. Recordará el lector la prematura toma de posesión y anexión permanente de California que realizó el comodoro Jones; también tendrá presente que en un período anterior se hicieron muchos esfuerzos infructuosos por adquirir por compra esa provincia, en todo o en parte. Ya habían penetrado en esos territorios de California tan lejanos muchos aventureros incansables, y la opinión se había propagado extensamente de que una región demasiado valiosa y atractiva para que pudiera dejársele en poder de los mexicanos. El gobierno de México, aleccionado con lo ocurrido por efecto de la colonización de Texas, dio órdenes de que se expulsa de California a todos los ciudadanos de Estados Unidos. Nuestro ministro protestó contra esa disposición y entonces se modificó el ordenamiento del gobierno mexicano en el sentido de que quedaron incluidos todos los extranjeros considerados como peligrosos para la paz pública. Sin embargo, de ello, Mr. Calhoun secretario de Estado a la sazón, ordenó que se presentará una nueva protesta al gobierno mexicano.

Veamos ahora lo que confesó en unas declaraciones nuestro ministro Mr. Thompson: "A fines de diciembre de 1843 recibí noticias de que el gobierno mexicano había expedido una orden de expulsión contra los nacionales de Estados Unidos que se hallaran en el departamento de California y territorios circunvecinos. Hasta ese momento, sin embargo, no se había pretendido aplicar tal disposición. Unos cuantos años antes se había dado una orden semejante, que incluía no sólo a los ciudadanos de los Estados Unidos, sino también a los súbditos británicos; y la disposición se había puesto en práctica con gran perjuicio y en algunas ocasiones hasta con ruina total de las personas expulsadas. Durante seis meses habían luchado inútilmente los ministros de Inglaterra y de los Estados Unidos solicitando que se derogará la ley. Tuve la buena suerte, sin embargo, después de dirigir algunas notas severas al gobierno mexicano, de que se anulara el decreto, pero no antes de apelar a la última ratio de la diplomacia: exigir mis pasaportes, medida a la que rara vez puede apelar con justificación un agente diplomático sin órdenes expresas de su gobierno. Confieso que sentí positivo miedo de que se me enviasen los pasaportes; pero me pareció que el paso estaba justificado por las circunstancias y que con él ponía fin a una larga discusión. El resultado demostró que mis cálculos eran exactos. Se derogó la ley y se enviaron instrucciones en ese sentido a todos los Departamentos, algunos de los cuales se hallan a 2,000 millas de la capital. Confieso que al asumir esa actitud altiva respecto a la orden de expulsar a nuestra gente de California, sentí ciertos escrúpulos, porque se me había informado que estaba urdiéndose un complot por los americanos y otros extranjeros que residían en California y que pensaban repetir en aquel territorio las escenas que se habían desarrollado en Texas".

Al describir California, decía Mr. Thompson: "El azúcar, el arroz y el algodón tienen allí un clima que les es perfectamente propio." Claro está que los mismos móviles que produjeron las "escenas desarrolladas en Texas" darían origen a su reproducción en California. Ya veremos después que Mr. Thompson no estaba mal informado.

Había dos modos de adquirir a California: mediante negociaciones y mediante una guerra. Lo primero era lo más económico y probablemente lo segundo sería lo más expedito, pero a menos que fuese México quien rompiera las hostilidades, resultaría en extremo peligroso recurrir a la guerra exponiendo la popularidad y la estabilidad de la administración.

Si obráramos con alguna fanfarronería al presentar nuestras reclamaciones, hinchándolas hasta el punto máximo posible, y después ofrecíamos bondadosamente el echarlo todo al olvido a cambio de que se nos cediera la California, a lo cual podíamos agregar, para dulcificar la cosa, unos cuantos millones de compensación, quizá podríamos amedrentar a México hasta el punto de inducirlo a que nos cediera su provincia. Pero el resultado era dudoso. México había sido siempre tenaz en la defensa de su suelo y se había rehusado a aceptar todo cohecho a cambio de una parte de él. La única alternativa en pie era la guerra. México se hallaba en ese momento con una sensibilidad extrema por obra de los de Texas. Su ministro en Washington había pedido sus pasaportes al aprobarse la resolución conjunta de las cámaras legislativas. Mr. Shannon, después de insultar al gobierno con su conducta ofensiva, había salido de México y todo trato diplomático entre los dos países se hallaba en suspenso. En tales circunstancias no sería difícil provocar una guerra, y tal conflicto nos daría posesión de California. Pero luego, una guerra, para ser popular o siquiera tolerable para la gente del norte de los Estados Unidos que participaría de las cargas de la Guerra sin participar a la vez del botín que se obtuviese, tendría que ser "una guerra provocada por actos de México".

Así que lo más conveniente era intentar en primer término negociaciones pacíficas, y si fracasaban, producir la guerra induciendo a México a dar el primer golpe. Una guerra de este orden sería defensiva, no agresiva; claro que México sería humillado inmediatamente y nos tocaría a nosotros imponer las condiciones de paz, una de las cuales sería la renuncia a la provincia codiciada. Los hechos posteriores prueban que la política que acabamos de explicar fue la que adoptó desde luego Mr. Polk y a la cual se aferró con una pertinancia sin titubeos.


(Tomado de: Vázquez de Knauth, Josefina - Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47. Colección SEP/Setentas #19. SEP, México, D. F., 1972)

lunes, 6 de junio de 2022

Francisco Galí

(Francisco Galí: mapa de la Alcaldía Mayor de Tlacotalpan, 1580)

Navegante, cartógrafo y urbanista español de la segunda mitad del siglo XVI, que posiblemente perteneció a la familia de los notables alarifes moros de ese apellido establecidos en Zaragoza, España, en el siglo XV. Después de realizar algunos viajes se estableció en Tlacotalpan, Veracruz, cuya traza urbana diseñó, ejecutando también algunos trabajos cartográficos de gran precisión, como el mapa a escala de la Alcaldía Mayor de Tlacotalpan, entonces perteneciente al Obispado de Tlaxcala, que acompaña a la relación de Juan de Medina, fechada el 18 de febrero de 1580,:la cual respondía al interrogatorio de Felipe II, cursado a todos los alcaldes de las colonias americanas y que fue reproducido, al igual que la carta mencionada, en el tomo V de los Papeles de la Nueva España recopilados por Del Paso y Troncoso. Era en aquel entonces virrey de México, Pedro de Moya y Contreras, quien encargó a Galí la exploración de los mares y las costas occidentales del septentrión americano en busca de fondeaderos para los buques procedentes del Océano Pacífico. Partió Galí de Acapulco el 10 de marzo de 1582 con dos fragatas, en las que navegó por más de dos años hasta las costas asiáticas; visitó Manila y Macao, y estudió cuidadosamente las corrientes marinas; desembarcó a su retorno en el lugar que hoy ocupa San Francisco de California. Galí escribió la relación pormenorizada de su viaje y se la remitió al virrey; pero el manuscrito, por causas ignoradas, llegó a manos del holandés Juan Hugo van Livischen, quien lo publicó en su idioma como Derrotero de las Indias (Amsterdam, 1596, 1614 y 1626); se publicaron también traducciones al inglés  (Londres, 1598), al latín (La Haya, 1599) y al francés (Amsterdam, 1610, 1619 y 1638). Hasta la fecha no existe ninguna versión española de tan importante relación.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

jueves, 4 de noviembre de 2021

Nueva España: Fronteras distantes



A finales del siglo XVIII, la superficie de la Nueva España rebasaba los cuatro millones de kilómetros cuadrados. En el norte, abarcaba los actuales estados norteamericanos de California, Arizona, Nuevo México, Texas y Florida. En el sur, el virreinato se extendía hasta la península de Yucatán y Chiapas. El viaje de la capital a las lejanas minas de Santa Bárbara y Parral duraba entre tres o cuatro meses en época de secas.
El paisaje novohispano se fue transformando a través de los siglos con la introducción de nuevas especies de plantas, animales y técnicas de producción. La combinación de diversos recursos naturales y la desigual distribución geográfica creó un paisaje variado. Se pueden distinguir cinco áreas principales: el México central, la vertiente del Golfo y la del Pacífico, la zona norte y la zona sur.
El México central se ha caracterizado por la presencia de sierras ásperas, clima templado y valles fértiles. Ya que las tierras están situadas en diferentes altitudes, las regiones que forman esta área tienen diversos climas. Esos contrastes climáticos permitieron la producción de múltiples productos en distancias relativamente cortas. El maíz y el frijol se daban bien en casi todas partes, y se criaban vacas, cerdos y pollos. El cultivo de trigo y la cría de ganado lanar, en cambio, se concentraban en las regiones templadas. Los cultivos tropicales, como la caña de azúcar, el algodón y el tabaco, florecieron en la tierra caliente cercana y en las vertientes del Golfo y del Pacífico.
Hacia el norte, la tierra se va haciendo cada vez más árida y agreste. Esta región dilatada tuvo poca población, pero fue muy rica en minas y ganados, y abasteció al centro de materias primas: lana, algodón, mulas, caballos, vacas, cueros y plata. La novedad del siglo XVIII es la ampliación de la frontera norte. El temor a la penetración de los rusos en la costa del Pacífico, y de los franceses en el golfo de México, obligó a una expansión defensiva en esos territorios. California, Nuevo México y Texas se poblaron entonces de misiones y presidios.
En el sur, las dos cadenas de montañas que limitan el altiplano se unen y forman un paisaje de montes altos salpicados por pequeños valles. La Sierra Madre del Sur, los macizos de la Mixteca y las montañas de Oaxaca tienen un clima similar al de las mesetas altas. En las tierras bajas de Tabasco abunda el agua y la vegetación es exuberante. En Chiapas se combinan las tierras altas y boscosas con zonas de bosque tropical, mientras que Yucatán se caracteriza por planicies cálidas, escasa vegetación y aguas subterráneas.
La región del sur estuvo poco integrada al centro del virreinato. Allí la economía se dedicó a satisfacer la demanda local, con escasas excepciones: la grana cochinilla de Oaxaca y el cacao de Tabasco lograron acceder al comercio de ultramar. Un caso de aislamiento más acusado es el de Yucatán. Esta región prefirió extender sus redes comerciales hacia el Caribe español, y sólo hasta el siglo XIX comenzaría a insertarse en la economía nacional. La rica geografía sureña creó una diversidad regional que se distinguía por los rasgos étnicos, la vestimenta, la comida, las fiestas y tradiciones locales, del resto de la Nueva España.


(Tomado de: Florescano, Enrique y Rojas, Rafael - El ocaso de la Nueva España. Serie La antorcha encendida. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V. 1a. edición, México, 1996)

martes, 5 de noviembre de 2019

Hernán Cortés



Nació en Medellín, Extremadura, y murió en Castilleja de la Cuesta, ambas en España (1485-1547). Fue hijo del capitán Martín Cortés y de Catalina Pizarro Altamirano, ambos de ascendencia noble, aunque de escasa fortuna. A los 14 años de edad pasó a Salamanca, para estudiar latinidad y jurisprudencia, pero en dos años que allí estuvo apenas aprendió la primera y tuvo cierta práctica jurídica al lado de un escribano. Vagó después un año por el camino de Valencia y regresó pobre y urgido a Medellín, ya con la resolución de probar fortuna en América. Sus padres le dieron la licencia y el dinero para el viaje. En 1504 se embarcó en San Lucar de Barrameda, en una nave de Alonso Quintero, con destino a La Española (Santo Domingo), donde gobernaba Nicolás de Ovando, un pariente suyo. Participó en las campañas contra los indios de Amihuayahua y Guacayarima, y luego obtuvo una encomienda y la escribanía del ayuntamiento de Azúa, villa recién fundada. Vivió en paz y con holgura 6 años, hasta que en 1511 acompañó al capitán Diego Velázquez a la conquista de Cuba. En premio de sus servicios recibió en encomienda los indios de Manicarao, se estableció en Santiago de Baracoa y fue el primer español que tuvo hato y cabaña en el oriente de la isla. 
Por ese tiempo un compañero suyo, Juan Juárez, llevó desde Santo Domingo a Cuba a su madre y a tres hermanas, a una de las cuales, Catalina, la Marcaida, galanteó Cortés, resistiéndose después al matrimonio. Este incumplimiento y su carácter pendenciero le concitaron la animosidad de Velázquez, que amaba a otra hermana de Juárez y quien acabó por ponerlo preso. Tras una fuga y otras aventuras, al fin contrajo nupcias con Catalina y obtuvo de Velázquez el nombramiento de alcalde de Santiago, puesto que desempeñaba en 1518. 
En ese y en el año anterior los viajes de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva revelaron la existencia de nuevas tierras al oeste, pobladas por indígenas de una cultura superior y ricas en oro y plata. Deseoso de extender los dominios del rey, el gobernador Velázquez organizó una tercera expedición y puso al frente de ella a Cortés, con quien arregló el negocio por escritura del 23 de octubre de 1518, otorgada ante Alonso de Escalante. Las instrucciones se reducían a buscar a Grijalva, explorar el país descubierto, tomar posesión de él, obtener oro, imponer la fe y rescatar a unos cautivos cristianos de que se hablaba. Tras rápidos preparativos, Cortés zarpó de Santiago el 18 de noviembre e hizo escalas en Trinidad y La Habana para proveerse de bastimentos, pertrechos y hombres. Velázquez sospechó una posible defección de Cortés y trató de detenerlo, revocándole la licencia, pero éste abandonó la isla, ya en actitud de franca rebeldía, el 18 de febrero de 1819. Unos días más tarde tocó Cozumel e inició así su mayor hazaña, que culminaría el 13 de agosto de 1521 con la toma de México-Tenochtitlan.
La capital del imperio azteca quedó arrasada y Cortés fijó su residencia en Coyoacán. Allí fueron a sometérsele muchos señores indígenas, entre ellos el monarca de los tarascos. El monto del botín, que a muchos de los de su hueste pareció irrisorio, hizo que permitiera el tormento que Julián de Alderete aplicó a los señores de México y de Tacuba, a quienes por ese medio se trató de obligar a que revelaran el paradero de los tesoros perdidos. Para atraerse el favor de Carlos V, le envió el conquistador la quinta parte de lo conseguido, primero con Antonio de Quiñones, que murió en ruta, y luego con Alonso de Ávila, que cayó prisionero de los franceses; pero que pronto repuso con el tesoro que al fin puso Diego de Soto en manos del rey de España. Mientras tanto, Velázquez, contando con el apoyo del Obispo de Burgos, consiguió que se enviase al gobernador Cristóbal de Tapia, con orden de quitar el mando a Cortés y conducirlo preso a la corte; pero como tales instrucciones no eran directas del emperador, los comisionados de Cortés lo convencieron de que se reembarcara, contentándolo con comprarle los caballos y negros que había traído (diciembre de 1521). Al fin triunfaron las gestiones del duque de Béjar y otros amigos del conquistador, y el 15 de octubre de 1522 se nombró a Cortés, desde Valladolid, gobernador y capitán general de la Nueva España, se prohibió a Velázquez intervenir en los asuntos de ésta y se levantó el embargo sobre el oro y otros bienes remitidos a Martín Cortés. Por entonces se decidió reconstruir la capital en el mismo sitio en que había estado, muy a pesar de los inconvenientes de su situación lacustre, aunque referida ahora a una traza española. En noviembre de 1522 murió Catalina Juárez, quien poco antes había llegado a Nueva España.
Apenas consumada la caída de México-Tenochtitlan, quiso Cortés que se emprendiera la exploración de territorios más remotos: entre otros, Juan Álvarez Chico, Alonso de Ávalos y Gonzalo de Sandoval penetraron al occidente; Francisco de Orozco y Pedro de Alvarado viajaron al país de los zapotecos: el propio Alvarado fue enviado después a la conquista de Guatemala (1523) y Cristóbal de Olid, por mar, a la de Honduras (principios de 1524). Éste último, seducido por Velázquez, gobernador de Cuba, traicionó a Cortés, quien primero envió contra él a Francisco de las Casas y luego fue personalmente en su busca. Salió de México en octubre de 1524 con un lucido y fuerte acompañamiento y llevándose por precaución a Cuauhtémoc y otros señores vencidos. Dejó en la capital, encargados del gobierno, al tesorero Alonso de Estrada, al contador Rodrigo de Albornoz y al licenciado Alonso de Zuazo. Alcanzó sin mayores dificultades la desembocadura del río Coatzacoalcos, pero de allí en adelante los expedicionarios tuvieron que atravesar ríos caudalosos, abrirse paso en la selva, transitar por áspero pedregales, salvar pantanos, tender puentes y sufrir el ataque de las plagas tropicales. En Izancanac o Xicalango, temiendo una conspiración de los jefes cautivos, hizo colgar de una ceiba a Cuauhtémoc y a Cohuanacoxtzin, señor de Texcoco; y de un bastidor de madera, al fraile franciscano Juan de Tecto. Estas muertes ocurrieron el martes de carnaval 26 de febrero de 1526. Cuando llegó a Naco encontró que ya el desertor había muerto a manos de las Casas; auxilió a los colonos de Trujillo y aun quiso explorar un estrecho en Nicaragua, pero las noticias que recibió de México (el alzamiento de Gonzalo de Salazar y Peralmíndez Chirinos contra los oficiales reales) lo movieron a emprender el regreso. Viajó por mar a La Habana (donde ya había fallecido Velázquez) y de ahí a Veracruz (24 de mayo de 1526). En México una insurrección popular depuso a los usurpadores y él entró a la ciudad en julio.
Durante su expedición a las Hibueras (Honduras), su secretario Juan de Rivera consiguió que se otorgara a Cortés el tratamiento de don, se le nombrara adelantado de la Mar del Sur y se le dieran el hábito y las armas de Santiago, comprometiéndose por él a entregar a la corona 200 mil pesos en año y medio; pero a la vez que se le conferían esos privilegios, las acusaciones de sus enemigos aumentaban, de modo que se dispuso abrirle juicio de residencia. El 2 de julio de 1526 llegó a México el juez Luis Ponce de León, asumió el gobierno el día 4 y murió el 20, sospechándose que Cortés mandó envenenarlo. Antes de fallecer, dejó al mando al licenciado Marcos de Aguilar, inquisidor del Santo Oficio, quien a su vez murió 7 meses después, siendo sustituido por el tesorero Alonso de Estrada. Este desterró de la capital a Cortés, quien primero se mudó a Coyoacán y luego a Texcoco, para finalmente pasar a España y exponer sus quejas. Carlos V lo recibió con honores, le concedió el título de marqués y le cedió vasallos y posesiones. y le confirmó el cargo de capitán general (6 de julio de 1529), pero no le devolvió el gobierno político, pues desde 1528 se había instalado la primera Audiencia, presidida por Nuño de Guzmán e integrada por enemigos suyos. Cortés consiguió en Roma, por conducto de su enviado Juan de Rada, el patronato perpetuo del Hospital de la Purísima Concepción, después llamado de Jesús. Por esos días contrajo nupcias con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar y sobrina del conde de Béjar. Entre las joyas que regaló a su esposa estaban 5 esmeraldas valuadas en 100 mil ducados. La Audiencia, mientras tanto, le siguió el juicio: se le acusó de intentar alzarse con la tierra, de haber defraudado a la corona menguando el quinto real, de haber desobedecido las instrucciones que trajeron Narváez y Tapia, y de haber asesinado a Catalina Juárez, Ponce de León y Garay.
Sin embargo, el proceso no tuvo mucho efecto en España, donde pesaban más sus relevantes servicios, y regresó a Veracruz el 15 de julio de 1530, en compañía de su madre, su esposa y una numerosa comitiva. Pasó a Tlaxcala y Texcoco, pero no entró a México por habérselo prohibido la emperatriz para evitar fricciones con la Audiencia. Al cambio de los miembros de Ésta y mientras se precisaban los límites territoriales del marquesado, se retiró a Cuernavaca para administrar sus vastas haciendas y planear, en su carácter de adelantado de la Mar del Sur, nuevas exploraciones y conquistas en el Océano Pacífico. La primera la envió a las Molucas, confiada a Álvaro de Saavedra; la segunda, en 1532, zarpó de Zacatula, al mando de Diego Hurtado de Mendoza, que pereció; la tercera, en 1533, terminó con la muerte de Diego Becerra, a manos del piloto Ortún Jiménez, descubridor casual de California; la cuarta, en 1535, la dirigió él mismo hasta La Paz y el golfo que lleva su nombre, después de haber rescatado en Chametla un navío que fue tomado por Nuño de Guzmán; y la quinta, en 1539, a cuyo término Francisco de Ulloa descubrió el litoral occidental de la península. 
en 1540 tuvo serias diferencias con el virrey Antonio de Mendoza, pues creyó que la expedición terrestre al norte de Sonora, en busca de las míticas ciudades de Quivira y Cíbola, invadía sus derechos sobre la Mar del Sur. Viajó a España para quejarse ante Carlos V, pero esta vez no fue atendido, a pesar de que se unió a las fuerzas del emperador en la desafortunada campaña contra Argel (1541). En Sevilla tuvo otro grave disgusto al ver frustrado el matrimonio de su hija María con Álvaro Pérez Osorio, hijo del marqués de Astorga. Decepcionado y enfermo, testó el 12 de octubre de 1547, en Sevilla, ante el escribano público Melchor de Portes; se retiró a Castilleja de la Cuesta y murió el 2 de diciembre de ese año, a los 63 de edad.
De su matrimonio con Juana de Zúñiga, dejó Cortés un hijo (Martín) y 3 hijas (María, Catalina y Juana). Tuvo además 5 bastardos: Catalina Pizarro, de una india cubana; Martín, de Marina; Luis, de Elvira de Hermosillo; Leonor, de Tecuichpochtzin o Isabel Moctezuma; y María, de otra india noble. Su cadáver se depositó en el sepulcro de los duques de Medina Sidonia, extramuros de Sevilla, y después se trajeron sus huesos a la Nueva España. Estuvieron en la iglesia de San francisco de Texcoco hasta 1629, en que por disposición del virrey marqués de Cerralvo se trasladaron a la capilla mayor de San Francisco de México. De ahí pasaron, en tiempos del virrey Revillagigedo, a un sepulcro que se construyó en la iglesia del Hospital de Jesús, pero en 1823, ante el temor de que la plebe lo profanara, se ocultó en secreto la urna que contenía los restos. Estos fueron hallados, en un muro del propio templo, en 1946. El conquistador fue cronista de sus propias acciones, pues escribió 4 Cartas de Relación a Carlos V (1520, 1522, 1524 y 1526). 






(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)

martes, 27 de agosto de 2019

Córdova, Alaska


Hace años me sobrecogió el descubrimiento,en el mapa de Alasca, de Córdova, el puerto más cercano al cabo San Elías. Escribí al alcalde Roy Goodman y poco a poco me enteré de la historia de la pequeña metrópoli hiperbórea que ostenta un nombre “tan nuestro”. Goodman y los demás cordoveses (o cordovanos, como ellos se definen) ignoraban que Córdova se originó en las expediciones de conquista que llevaron a cabo en el lejano norte España y Nueva España. El 16 de julio de 1741 es la fecha de descubrimiento de América desde el oeste: Vito Bering, navegante danés al servicio del zar de Rusia, entrevió en la bruma el monte San Elías, gigantesco pico volcánico visible desde el mar a 300 kilómetros de distancia; tiene una altura de 5,516 metros, poco menos que el pico de Orizaba. Las expediciones novohispanas, que salieron todas del puerto nayarita de San Blas entre 1774 y 1792 para ganarle a los rusos e ingleses la posesión de aquellas regiones boreales en el extremo de California, dejaron en la costa canadiense nombres muy nuestros: el estrecho Juan de Fuca, las islas Galiano, Valdés y Texada, la bahía Redonda. El estrecho de Malaspina recuerda al navegante italiano al servicio de España, Alejandro Malaspina, quien en 1791 midió la altura del San Elías. Más al norte se encuentran los estrechos de Laredo y de Caamaño y la isla de Aristazábal; más al norte todavía, ya en Alasca, a una latitud de 61 grados, está la ciudad de Valdéz, (hoy Valdez), así llamada por Cayetano Valdéz, jefe de la expedición compuesta por las goletas Mexicana y Sutil. El vecino puerto de Fidalgo inmortaliza al teniente de navío Salvador Fidalgo, comandante del paquebote San Carlos; un poco al sureste, el puerto Gravina es homenaje al siciliano duque de Gravina, capitán general de la Armada Española y futuro héroe de Trafalgar. Casi paralelo a la bahía Orca (también nombre castellano que recuerda el encuentro con uno de estos feroces cetáceos de los mares fríos) se encuentra el puerto de Córdova.
Está por investigarse en los archivos de la Marina el día de la toma de posesión de Córdova. Su nombre es una fabulosa reminiscencia, en el extremo norte de América, de la Córdoba del Guadalquivir, debida a hispanos y novohispanos. No es menos impresionante el nombre de la goleta de Valdéz, llamada La Mexicana decenios antes de la independencia y que se adoptara el nombre de México para la nueva nación.
A principios del siglo XX, cuando se descubrió en el retrotierra una prodigiosa riqueza mineraria, MIke Heney, constructor del Ferrocarril Alascano, escogió Córdova como puerto ideal para la exportación del cobre. Córdova se volvió el más conspicuo canal del mundo por el cual pasaba el rojo metal; esto duró hasta el agotamiento de las minas. En 1939 se oyó en el puerto el último silbido de la locomotora. Los cordovanos tuvieron que dedicarse a una nueva actividad: la pesca. Se multiplicaron las empacadoras de salmón y de cangrejo; hoy en día Córdova es una ciudad moderna, ansiosa de progreso, una meca de los que buscan su futuro en el norte. Desde hace poco sacude a Alasca una nueva fiebre del oro, mil veces más fuerte que la de 1982. Esta vez se debe al descubrimiento del oro negro. ¿Cómo llevarlo al mar? En lugar de arriesgar el transporte por superpetroleros rompehielos, que se abrirían camino a través de un dédalo de islas polares, -venciendo rutinariamente el fabuloso pasaje del noroeste- se ha optado por la construcción de un oleoducto transalascano que desembocará en Valdés, puerto libre de hielos todo el año. El Pacífico en lugar del Atlántico.
Las autoridades de Córdova, Alasca, aceptaron mi proposición de establecer una relación de hermandad con Córdoba, Veracruz. Ignoraban las raíces mexicanas de su ciudad: en el museo que planeé para los cordovanos habrá piezas arqueológicas totonacas, bordados de Amatlán de los Reyes, muestras de café y de ron cordobés; en tanto que el museo de nuestra Córdoba se enriquecerá con muestras de antiguas piezas de cobre de los indígenas alascanos, cabezas de alce y de oso pardo, muestras de los exquisitos cangrejos enlatados. Desde luego, habrá intercambio de fotomurales, hábilmente iluminados.


(Tomado de Tibón, Gutierre - México en Europa y en África. Colección Biblioteca Joven, #14. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V. México, D.F., 1986)

miércoles, 5 de junio de 2019

Estados perdidos de México y la esclavitud




Los estados perdidos por México y la esclavitud

Una fase del movimiento antiesclavista [norteamericano] incluía la ayuda, para que escaparan esclavos durante la noche, a refugios seguros en el Norte, o, a través de la frontera, en el Canadá. Una red elaborada de rutas secretas para los fugitivos, conocida como “el ferrocarril subterráneo”, se estableció firmemente poco después de 1830 en todas las regiones del Norte. Las operaciones que tuvieron mayor éxito ocurrieron en el territorio del antiguo Noroeste. Solamente en Ohio se estima que no menos de 40,000 fugitivos esclavos escaparon hacia la libertad en los años de 1830 a 1860. En número de las sociedades locales antiesclavistas aumentaron a tal grado que en 1840 existían 2,000, con una totalidad de cerca de 2000,000 miembros.

A pesar de que el único objetivo de los abolicionistas activos era convertir a la esclavitud en un problema de conciencia para cada hombre y mujer, la gente del Norte, en conjunto, se mantenía aislada de cualquier participación en el movimiento antiesclavista. Ocupados como estaban con sus propios problemas, opinaron que la esclavitud era un asunto que los habitantes del Sur tenían que resolver por medios propios. Les parecía que la agitación desenfrenada de los fanáticos antiesclavistas amenazaba la integridad de la Unión, cosa mucho más importante para ellos que la abolición de la esclavitud. No obstante, en 1845, la adquisición de Texas y, poco después, las ganancias territoriales en el Suroeste como resultado de la guerra con México, convirtió el problema moral de la esclavitud en una cuestión política candente. Hasta ese momento, había parecido que la esclavitud se limitaría a regiones donde ya existía. Se le habían marcado sus límites por medio del Tratado de Misurí de 1820 y no había tenido oportunidad de traspasarlos. Pero ahora, con nuevos territorios anexados a la Unión, que parecían apropiados para una economía esclavista, la expansión de la “industria peculiar” nuevamente se convertía en una probabilidad real.


Muchos habitantes del Norte creían que, si la institución se mantenía dentro de límites cerrados, con el tiempo entraría en decadencia y moriría. Para justificar su oposición a la anexión de nuevos Estados esclavistas, señalaron, como precedentes obligatorios, las declaraciones de Washington y Jefferson y el Decreto de 1787 que prohibía la extensión de la esclavitud al Noroeste. Como en Texas ya existía la esclavitud, fue aceptada en la Unión, naturalmente, como un estado esclavista. Pero California, Nuevo México y Utah no lo tenían. Cuando los Estados Unidos, en 1846, se disponían a adquirir esas regiones, cuatro grupos principales hicieron sugestiones que entraban en conflicto entre sí. Los extremistas del Sur pretendían que todo el territorio adquirido de México pasara a los propietarios de esclavos. Los norteños, decididamente antiesclavistas, exigían que todas las nuevas regiones se cerraran a la esclavitud. Un grupo de hombres moderados sugirieron que se extendiera la línea del Tratado de Misurí hasta el Pacífico, con estados libres al Norte de ella y con estados esclavistas al Sur. Otro grupo moderado propuso que el problema se dejara a la “soberanía popular”, es decir, que el gobierno autorizara a los colonizadores a establecerse en el nuevo territorio con o sin esclavos, como quisieran, y cuando llegara el tiempo de convertir aquella región en estados, la gente misma diera solución al problema. Cada vez más, el peso de la opinión pública del Sur se inclinaba por el punto de vista de que la esclavitud tenía derecho a existir en todos los territorios; y cada vez más la opinión del Norte se inclinaba por el punto de vista de que no tenía el derecho de existir en ninguno. En 1848, cerca de 300,000 hombres votaron por los candidatos de un Partido de Tierra Libre que declaraba que la mejor política era “limitar, localizar y desanimar la esclavitud”.



El descubrimiento de oro en California, en enero de 1848, precipitó un torrente de buscadores de oro de todas las partes del mundo, que hicieron un total de más de 80,000 inmigrantes en el año de 1849. California se convirtió en un problema muy serio, pues forzosamente el Congreso tendría que determinar la situación política de esta nueva entidad antes de que pudiera establecerse un gobierno legal. Las esperanzas de la nación estaban puestas en el senador Henry, que, en dos ocasiones, en tiempos de crisis, había salido avante con arreglos mediadores. Esta vez, solventó de nuevo, una disputa regional peligrosa, con un plan bien trazado. Su transacción (después de ciertas modificaciones hechas por el Congreso) proponía, entre otras cosas, que se admitiera a California como un estado con una constitución de territorio libre (es decir, que se prohibiera la esclavitud), mientras que el resto de la nueva anexión se dividiera en dos territorios, el de Nuevo México y el de Utah, y que se constituyeran sin hacer mención de la esclavitud; que las reclamaciones de Texas sobre una parte de Nuevo México se satisfacieran con el pago de diez millones de dólares; que se estableciera una maquinaria más efectiva para capturar esclavos prófugos y regresarlos a sus amos; y que el comercio de esclavos (pero no la esclavitud) se aboliera en el Distrito de Columbia. Estas medidas -famosas en la historia norteamericana como el “Convenio de 1850”- fueron aprobadas, y el país respiró lanzando un suspiro de sincero alivio.

Durante tres cortos años, pareció que esta transacción había arreglado casi todas las diferencias. No obstante bajo la superficie, la tensión permanecía y crecía. La nueva Ley relativa a Esclavos Fugitivos ofendió profundamente a muchos norteños. Rehusaron tomar parte en la captura de esclavos, y, en cambio, ayudaron a los fugitivos a escapar. El “Ferrocarril Subterráneo” llegó a ser más eficiente y descarado en llevar a muchos a lugar seguro.

(Tomado de: Whitney, Frances - Síntesis de la historia de los Estados Unidos [An outline of american history]. Colección El mundo de hoy. Editorial Limusa-Wiley, S. A. México, D. F., 1966)