viernes, 28 de septiembre de 2018

Tarahumara

Tarahumara (cada vez más lejos)

 

(1964)


Dir.: Luis Alcoriza.


Prod.: Matouk.


Guión: Luis Alcoriza.


Intérpretes: Ignacio López Tarso, Jaime Fernández, Aurora Clavel, Eric del Castillo, Alfonso Mejía, Pancho Córdova, Carlos Nieto.


Raúl, un antropólogo, va a la sierra a estudiar los problemas de los tarahumaras. Es testigo de varios hechos que le hacen entender las costumbres de este grupo y los abusos que se cometen con ellos. Cuando decide hacer una denuncia es asesinado.

(Tomado de: Enrique Vela – La arqueología y el cine mexicano. Arqueología Mexicana, edición especial #49. Editorial Raíces, S.A. de C.V. México, D.F. 2013)



jueves, 27 de septiembre de 2018

Carlos Pellicer




Carlos Pellicer




(Villahermosa, Tabasco, 4 de noviembre de 1899 - Ciudad de México; 16 de febrero de 1977)


Secretario de José Vasconcelos, viajó con él por Sudamérica, Europa y el Cercano Oriente.

Fue maestro de letras e historia y director del Departamento de Bellas Artes. Cumplió una admirable tarea como museólogo (el Parque de la Venta y el Anahuacalli de Diego Rivera, para citar dos ejemplos). Fue académico de la Lengua. En 1964 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura. Al año siguiente fue electo en la reunión de Génova Presidente de la Comunidad Latinoamericana de Escritores.

Si López Velarde y Tablada inician nuestra poesía contemporánea, Carlos Pellicer es el primer poeta realmente moderno que se da en México. No insurge contra el Modernismo: lo incorpora a la vanguardia, toma de esta y otras corrientes aquello útil para decir lo que quiere decir. Cuando muchos de los “Contemporáneos “ exploraban los desiertos de la conciencia, Pellicer redescubrió la hermosura del mundo: el sol que arde sobre los ríos vegetales del trópico, el mar que a cada instante llega por vez primera a la playa. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese “trópico entrañable” los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permiten mirar “en carne viva la belleza de Dios”. Mágica y en continua metamorfosis, su poesía no es razonamiento ni prédica: es canto. Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin.

Libros de poesía:

Material poético 1918-1961 (1962) [contiene: Colores en el mar y otros poemas, Piedra de sacrificios, 6, 7 poemas, Hora y 20, Camino, Hora de junio, Exágonos, Recinto y otras imágenes, Subordinaciones, Práctica de vuelo y Poemas no coleccionados].

Con palabras y fuego (1963).

Teotihuacán, y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlan (1965).

(Tomado de: Octavio Paz, Alí Chumacero, et al: Poesía en Movimiento, II)






miércoles, 26 de septiembre de 2018

Madame Calderón de la Barca





Francis Erskine Inglis, marquesa Calderón de la Barca nace en Edimburgo, capital de Escocia, en 1806 y muere en Madrid, el 6 de febrero de 1882. Siendo muy joven publica su novela The Offended One (La ofendida). Emigrada a los Estados Unidos, casa con el diplomático Ángel Calderón de la Barca; sus vivencias como acompañante de su esposo las vuelca en dos libros: La vida en México durante una residencia de dos años en ese país, y El “attaché” en Madrid. Su vejez transcurría en la corte real de Madrid, donde se encargaba de la educación de la infanta doña Isabel, cuando fue sorprendida por una apacible muerte.

La vida en México, de Madame Calderón de la Barca, traducida del inglés y prologada por Felipe Teixidor, quien considera esta obra como “el mejor libro que jamás haya escrito sobre México un extranjero”. Clásico en su género, la crónica de viaje de The life in Mexico, que recoge en forma epistolar las impresiones de quien fuera esposa de Ángel Calderón de la Barca –primer ministro plenipotenciario de España en México- durante su estancia de dos años en nuestro país (18 de diciembre de 1839-6 de enero de 1842), fue publicada originalmente en 1843, en Boston, no fue sino hasta 1920, año en que se hizo la primera edición en español, cuando cobró de inmediato merecida fama y fue objeto de numerosas ediciones y comentarios, entre otros el muy acertado de Manuel Toussaint: “Ningún viajero, en ningún tiempo, ha hecho una descripción más detallada y más sugestiva de nuestro país… Se diría un naturalista que con potente microscopio analiza los hombres y a las cosas.” La vida en México no fue escrita con el propósito de publicarse; fue William H. Prescott, el célebre historiador de la Conquista de México, quien convenció a la marquesa de la necesidad de publicar su epistolario mexicano, cabe subrayar que en dicha obra coexisten una prosa fluida y elegante. Y una “íntima tristeza reaccionaria”.


(Tomado de: Mme. Calderón de la Barca. Recorrido por Michoacán. Cuadernos Mexicanos, año II, número 77. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F. s/f)

martes, 25 de septiembre de 2018

El transporte en la colonia


Calesa, mediados del siglo XIX

Fray Sebastián de Aparicio a mediados del siglo XVI introdujo en la colonia el transporte por medio de carretas tiradas por bueyes mansos.

Anteriormente desde la época de los aztecas, existían las andas, las que continuaron utilizando los conquistadores con las "hamaquillas de redes" y la "silla a la espalda", todos estos conducidos por indios y negros esclavos.

Bombe

Carro convoy

Con el transcurso de los años llegaron los carruajes: el Bombe, la Estufa, la Litera de mulas, la Calesa, los Simones, el Cupé, los Farlones, las Carrozas, y las Diligencias, tiradas por briosos corceles y dirigidas por lacayos portando lujosas libreas.

Los carruajes de la nobleza estaban forrados de terciopelo carmesí, guarniciones de plata, colgaduras de seda blanca, algunos revestidos de carey, pero siempre abundando los adornos y las ricas pedrerías.

La Estufa del Divinísimo se veía con devoción y respeto. A su paso los transeúntes se hincaban de rodillas, la guardia batía marcha y presentaban armas.

Coche simón

La carroza del virrey

Algunos carruajes en lugar de tener portezuela tenían vistosas cortinas. Las Carrozas tenían elevado el pescante.

Los carruajes de la clase media tenían que sufrir la falta de muelles y no tenían más ventila que la portezuela.

Se prohibió el exceso de velocidad de los caballos, el no colocar en las banquetas los farlones ni las acémilas, porque impedían el paso de los transeúntes, se multaban a los cocheros por lanzar chiflidos y palabrotas.

La estufa del Virrey

La estufa del Divinísimo

El 20 de junio de 1793 el virrey conde de Revillagigedo dio la concesión a don Antonio Valdés Murguía y Saldaña, para establecer los coches de alquiler, los que llegaron a llamarse "Coches de Provincia", estableciendo su sitio en el Portal de Mercaderes para satisfacer la demanda de los habitantes de la colonia.

Litera de mulas

Ómnibus

(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)





lunes, 24 de septiembre de 2018

Códice Aubin


Códice Aubin

(Códice de 1576)

Códice Aubin, folio 42. Narra la llegad de los españoles, y la Conquista de México.


Perteneció a Lorenzo Boturini Benaducci, de cuya colección la obtuvo Joseph Marius Alexis Aubin, coleccionista francés que vivió en México en la primera mitad del siglo XIX. Pasó después a la colección Aubin-Goupil de París, de la cual fue robado, yendo a parar por último a la biblioteca del British Museum de Londres. (Ms. Add. N° 312219), donde se conserva. Hay copias parciales de él en las bibliotecas nacionales de París y Berlín, lo mismo que en la Nacional de Antropología de México.

Es un códice mexica posthispánico, de carácter histórico, que conserva la técnica indígena; con textos en náhuatl, escritos con caracteres latinos. Se trata de anales tomados de pinturas jeroglíficas y de anales aztecas, todos posteriores a 1540. Describe la peregrinación de los mexicanos desde Aztlán hasta Tenochtitlan. Continúa con unos anales en los que aparecen los señores de Tenochtitlan y los acontecimientos más importantes, como son: dedicación de templos, plagas, nevadas, terremotos, eclipses, pestes, guerras, tributos. Otra parte está destinada a narrar los acontecimientos desde la Conquista hasta 1607. Hasta 1596 es de una misma mano; de 1597 a 1607, es de otras. Hay varias ediciones de este códice, siendo la mejor y más moderna la de Charles Dibble, de 1963: Códice de 1576 (Códice Aubin). Historia de la Nación Mexicana. Reproducción a todo color del Códice 1576 (Códice Aubin). Trae introducción, notas, índices versión paleográfica y traducción directa del náhuatl por el editor. El impropio nombre de Códice 1576 proviene de que la copia de Berlín lleva esa fecha.
                                                                           
(Tomado de: Enciclopedia de México)







viernes, 21 de septiembre de 2018

Artemio de Valle-Arizpe


(Artemio de Valle Arizpe, por Saturnino Herrán)

Artemio de Valle-Arizpe nació en Saltillo, Coahuila, en 1884, y murió en la ciudad de México en 1961. El 1° de febrero de 1942 fue nombrado cronista de la ciudad de México. Sus relaciones amistosas con estudiosos y escritores mexicanos de la talla de Luis González Obregón y Victoriano Salado Álvarez lo aficionaron a los temas virreinales. El profundo interés que por estos temas compartían los escritores mencionados los llevó a constituir la tendencia literaria conocida como “colonialista”, de la cual él es, quizá, el máximo representante. No sólo creó un estilo adecuado a la vida de la Colonia, sino que dio forma a un léxico y una sintaxis abundante en arcaísmos. Entre sus obras sobresalen:

Por la vieja calzada de Tlacopan (1937), historia.

Del tiempo pasado (1932), leyendas.

El Canillitas (1941), novela.

(Tomado de: Artemio de Valle-Arizpe. De perros y colibríes en el antiguo México. Cuadernos Mexicanos, año II, número 86. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F. s/f)




jueves, 20 de septiembre de 2018

Oscar Lewis




Oscar Lewis nació y murió en Nueva York, EE.UU. (1914-1970). Estudioso de la antropología, hizo la mayor parte de sus investigaciones en nuestro país. Su obra más importante y famosa, Los hijos de Sánchez (1961), describe la vida de una familia pobre en la ciudad de México. Esta obra desató agrias polémicas, pues, afirmaban sus detractores, el libro denigraba a México. La obra, sin embargo, sobrevivió a la crítica y ha tenido una apreciable influencia en la antropología urbana. Escribió también Cinco familias (1959), Tepoztlán (1960), Una muerte en la familia Sánchez (1965), y otras.

(Tomado de: Oscar Lewis - Campesino zapatista. Cuadernos Mexicanos, año II, número 96, México, D.F., coedición SEP/Conasupo, s/f)





miércoles, 19 de septiembre de 2018

José Agustín Arrieta


José Agustín Arrieta



Nació en Santa Ana, Chiautempan, Tlax., en 1802; murió en la ciudad de Puebla en 1874. Estudió pintura en la Academia de Puebla con los maestros Salvador del Huerto, Julián Ordóñez y Lorenzo Zendejas. En 1850 expuso en México el cuadro Eneas: en 1855, en Puebla, cuatro bodegones



y nuevamente en México, en 1865, el retrato de Juana Uranga de Arriaga y Joven leyendo frente a un espejo; en 1869, El último amor de la mujer, y en 1871 Una escena de familia y cinco bodegones. Sus mejores obras, que se apartan de los cánones de la Academia, representan escenas populares. El Museo Nacional de Historia conserva algunos buenos ejemplos de este género: Puesto de aguas frescas, Interior de pulquería y La sorpresa



el Museo Bello de Puebla, dos cuadros; otros tres la colección de Enrique Cabrera Bello, y la de Francisco Pérez Salazar China poblana con platón de mole y Costeño con fruta



En este último se evidencian, acaso más que en ningún otro, las altas cualidades del pintor. Los bodegones de Arrieta son de los cuadros decimonónicos más apreciados. Hay muestras excelentes en los museos Bello y del Alfeñique, en Puebla, y en poder de varias familias de aquella ciudad.


(Tomado de: Enciclopedia de México, tomo 1)

martes, 18 de septiembre de 2018

Volcanes de Nueva España


Volcanes de Nueva España



El descanso de los habitantes de México es menos turbado por temblores de tierra y explosiones volcánicas que el de los habitantes del reino de Quito y de las provincias de Guatemala y de Cumaná. En toda la Nueva España no hay sino cinco volcanes encendidos, esto es, el Orizaba, el Popocatépetl, y las montañas de Tuxtla, de Jorullo y de Colima. Los temblores de tierra, que son bastante frecuentes en las costas del océano Pacífico y en los alrededores de la capital, no causan en aquellos parajes desastres semejantes a los que han afligido a las ciudades de Lima, de Riobamba, de Guatemala y de Cumaná. Una horrible catástrofe hizo brotar de la tierra, el día 14 de septiembre de 1759, el volcán de Jorullo, rodeado de innumerable multitud de pequeños conos humeantes. En el mes de enero de 1784 se oyeron en Guanajuato truenos subterráneos que eran casi más espantosos por lo mismo que no venían acompañados de ningún otro fenómeno. Todo esto parece probar que el país contenido entre los paralelos de 18 y 22° oculta un fuego activo que rompe de tiempo en tiempo la costra del globo, incluso a grandes distancias de la costa del océano.

(Tomado de: Humboldt, Alejandro de – Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España. Estudio preliminar, revisión del texto, cotejos, notas y anexos de Juan A. Ortega y Medina. Editorial Porrúa, colección “Sepan Cuantos…” #39. México, D.F.,2004)



lunes, 17 de septiembre de 2018

Ahí está el detalle




Ahí está el detalle (1940)



Dir. Juan Bustillo Oro, con Mario Moreno “Cantinflas”, Joaquín Pardavé y Sara García.

Filmada del 25 de junio al 16 de julio de 1940 en los Estudios CLASA. Estrenada el 11 de septiembre de 1940 en el cine Palacio – tres semanas.

Comentario: en el artificioso mundo humorístico de Juan Bustillo Oro, un mundo habitado por catrines prosopopéyicos y maniáticos del equívoco verbal, la irrupción de Cantinflas tuvo el efecto de una bomba. Conquistado por una de las secuencias más divertidas de toda la historia del cine mexicano, el público hizo desde ese momento de Cantinflas su ídolo.


(Tomado de: Algarabía #142. Emilio García Riera – Las grandes películas de la Época de Oro. México, D.F. 2016)







viernes, 14 de septiembre de 2018

Apaches


Apaches

Apaches, dibujo por García Cubas.

Conjunto de tribus indias que pertenecen a la nación atabasca norteamericana. Vivían ocasionalmente en el norte de México y eran temidos por su belicosidad, astucia y resistencia. Nunca tuvieron organización política ni gobierno tribal fijo. Se dividían en 10 tribus principales: tontos, coyoteros, chiricagües, gileños, mimbreros, faraones, mezcaleros, llaneros, lipanes y navajos. Los españoles llamaron también vaqueros y llaneros a los apaches mezcaleros, lipanes y jicarilla que vivían en las planicies a orillas del Río Bravo. Su lengua es parecida al navajo. Sus costumbres religiosas reflejan la influencia de los Indios Pueblos. No fueron sometidos sino en 1886, después de larga resistencia, bajo sus jefe Cochise, Victorio y Gerónimo, contra tropas norteamericanas y mexicanas.

Los apaches eran el tipo de indios que posteriormente fueron idealizados en Europa como pieles rojas de extraordinario valor y destreza inigualada en el manejo de las armas y en la cacería. efectivamente, las colonias militares establecidas a lo largo de la frontera nada pudieron contra el azote apache hasta conseguir la ayuda de los kikapús y de otras tribus indias. el gobierno norteamericano movilizó un ejército numeroso y bien armado para dar caza a minúsculos grupos de indios, antes de poder someterlos. fue una verdadera cacería humana que terminó con el confinamiento de los supervivientes en reservaciones. algunas familias vinieron a radicarse en Chihuahua. se estimó que los apaches que incursionaban en Sonora a mediados del siglo XIX no pasaban de mil, o de 3 mil, si se contaban sus mujeres e hijos. en cambio, Antonio García Cubas afirma que en 1876 no bajaban de 10 mil los que asolaban Sonora, Coahuila y Chihuahua. podría ser que este número incluyera también a los comanches, tan salvajes como los apaches, pero enemigos de éstos.

los cronistas de la colonia afirmaron que los apaches andaban desnudos. no fue así en el siglo XIX, pues se les describe vestidos con unos calzoncillos de gamuza, una especie de chaparrera y un gorro de piel de venado adornado con plumas, según la jerarquía, y calzados con teguas que no se quitaban ni para dormir. las mujeres se ponían enaguas que les llegaban hasta las rodillas y un cotón que les colgaba hasta medio cuerpo cubriendo pecho y espalda. Usaban zarcillos de varios colores y se embadurnaban la cara con almagre. eran primordialmente carnívoros, aunque también comían pitahayas, bellotas, biznagas, piñones, mezcal tatemado y otros vegetales silvestres. Hacían excelente trabajos de cestería. Lo que más estimaban era el valor en la batalla y la habilidad en la caza. Sus ideas religiosas eran rudimentarias, aunque se ha destacado el mito de “la creación y el benefactor”. entre sus costumbres sociales se ha mencionado la prohibición de trato entre suegra y yerno.

México tenía gran número de aduares apaches en su territorio antes de los tratados de guadalupe Hidalgo. Sus incursiones y depredaciones, que en ocasiones llegaban hasta Durango, perjudicaron seriamente regiones norteñas. Cuenta Lumholtz en su México Desconocido que “desde el límite de Estados Unidos hasta unas 250 millas al sur, se encontraba bajo el completo poder de los salvajes apaches. Del centro que ocupaban en sus montañas, estos merodeadores hacían incursiones devastadoras en los estados próximos, al este y al oeste, cayendo sobre las haciendas, entrando a pillaje en los pueblos, llevándose los caballos y ganados, matando a los hombres y sometiendo a la esclavitud a mujeres y niños; debido a ello se hacía impracticable el laboreo de las minas; las haciendas quedaban desiertas, y las iglesias construidas por los españoles se reducían a ruinas. Aquellos indios se habían hecho dueños absolutos de todo y eran tan temerarios que hubo tiempo en que dedicasen cierto mes del año para sus pillajes, al cual daban el nombre de la luna de los mexicanos, sin que ello fuera obstáculo para robar en las otras estaciones. A menudo los perseguían las tropas  hasta las montañas; pero eran tan diestros en el tiro, y se escondían tan bien en las fortalezas naturales de su nativo dominio, que la persecución no daba nunca resultado y los mexicanos estaban del todo paralizados por el terror. Dicha tribu se había convertido en tan grande calamidad, que el gobernador de Chihuahua obtuvo de la Legislatura un decreto por el cual se ponía a precio la cabeza de los apaches; pero pronto tuvo que revocarse esta disposición, en vista de que los mexicanos, ávidos de obtener la recompensa, se dieron a matar pacíficos tarahumares a quienes les arrancaban la cabellera juntamente con la piel de la cabeza, todo lo cual, por supuesto, era muy difícil probar que no pertenecía a los apaches”.

Ya no hay apaches en México. Un etnólogo norteamericano, Thomas Hinton, de la Universidad de Toronto, emprendió en 1960 una expedición para encontrar a los últimos (las famosas 25 familias) en la región donde los libros y la vox populi los colocaban: la Sierra Madre de Chihuahua. Al cabo de algunos meses de vana búsqueda en las serranías, comprobó que su supuesta presencia sólo obedece a una leyenda perpetuada por algunos autores, cada uno de los cuales se refiere a la autoridad de su predecesor. Estos indios fieros y belicosos sólo sobreviven en la exclamación popular; “¡Ay Chihuahua, cuánto apache!”. También llevan el nombre de apaches los participantes de ciertas danzas. Son frecuentes entre los danzantes religiosos del centro de la República. En las fiestas de Chalma se pueden ver muchos grupos de las Cofradías de Apaches. Todos bailan acompañados por jaranas de armadillo.

(Tomado de: Enciclopedia de México)




martes, 11 de septiembre de 2018

Urbanidad a la mexicana


Urbanidad a la mexicana




He pasado cerca de una semana con una ligera fiebre; entre escalofríos y calor. Me atendió un médico de aquí y que parece ser la persona más inofensiva que uno pueda imaginarse.

 Cada día me tomaba el pulso y me recetaba alguna inocente pócima. Más lo que dio de veras fue una lección de urbanidad. Todos los días, cuando se ponía en pie para despedirse, sosteníamos el siguiente diálogo:

“-¡Señora (esto junto a la cama), estoy a sus órdenes!”

“-Muchas gracias, señor.”

“-¡Señora (esto ya al pie de la cama), reconózcame por su más humilde servidor!”

“-¡Buenos días, señor!”

“-¡Señora (aquí haciendo alto junto a una mesa), beso a usted los pies!”

“-¡Señor, beso a usted la mano!”

“-¡Señora (esto cerca de la puerta), mi pobre casa, y cuanto hay en ella, y yo mismo, aunque inútil, todo lo que tengo, es suyo!”

“-¡Muchas gracias, señor!”

Me da la espalda para abrir la puerta, pero se vuelve hacia mí después de abrirla.

“-¡Adiós señora, servidor de usted!”

“-¡Adiós, señor!”

Sale por fin, mas entreabriendo luego la puerta y asomando la cabeza:

“-¡Buenos días, señora!”

Estos cumplidos, tan prolongados entre el médico y el paciente, como si indicasen una separación con un no sé qué de “dulce pesar”, me parece que están, hasta cierto punto, mal empleados. Se considera aquí más cortesano decir Señorita que Señora, aun cuando se trate de una mujer casada; y la dueña de la casa es generalmente llamada La niña, aunque pase de los ochenta. Esta última costumbre es todavía más común en la Habana, en donde las negras ancianas que siempre han vivido con la familia están acostumbradas a llamar así a sus jóvenes amas, sin cambiar jamás el tratamiento en el curso de los años.

(Tomado de: Madame Calderón de la Barca: La vida en México)


lunes, 10 de septiembre de 2018

Tlacaxólotl, Tapir

Tlacaxólotl, Tapir [Tapirus americanus]


Hay un animal en esta tierra que se llama tlacaxólotl; es grande, mayor que un gran buey, tiene gran cabeza y largo el hocico, las orejas muy anchas, tiene los dientes y las muelas muy grandes pero de la forma de la persona; tiene muy grueso el pescuezo y muy fornido; tiene los pies y las manos gruesas, las uñas como buey, pero mayores; tiene las ancas grandes y anchas la cola tiene gruesa y larga; es de color de buey rojo, tiene muy grueso el cuero; la carne es de comer, dicen que tiene la carne y el sabor de ella de todos los animales y aves, y aun de hombres.

Este animal es raro; vive en las provincias de Atzcan y de Tepotzotlan, Tlaquilapan, que son hacia Honduras; vive en las montañas y desiertos, entre las peñas, come cacahuates monteses (…) come también maíz verde y mazorcas de maíz; cuando topa con un maizal, cómelo todo sin dejar nada (…) Cuando estercola, echa los cacaos enteros, casi una carga de ellos cada vez; andan los habitantes de aquella tierra a buscar su estiércol para recoger el cacao que echa este animal.

(Tomado de Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)

viernes, 7 de septiembre de 2018

Comida oaxaqueña


Comida oaxaqueña


Ningún folklore más interesante, más revelador del verdadero espíritu popular que aquél que pudiéramos llamar folklore culinario. Son las comidas de cada país como la ficha antropológica integral, colectiva, y no sólo del cuerpo, sino también del alma. Si comparamos, comiéndolos, los alimentos de los norteamericanos, los franceses, los ingleses, los españoles, los italianos, sabremos más acerca de esos pueblos que todo lo que nos digan los tratados.

Esto es ya tan característico, que algunos platos son como símbolos de la nacionalidad: el steak británico, la pasta sciuta italiana, el cocido español, el pork and beans yanqui, representan lo mejor de cada país que su propio escudo de armas. Aquí, en México, ¿no es el guajolote del mole el único animal que puede competir en nacionalismo con el águila de la bandera?

Pues, si en cada nación estudiamos con el paladar los alimentos de sus diversas regiones, ¡qué geografía tan verdaderamente humana no llegamos a construir!

La cocina de México, rica, si las hay, variada y sabrosa, y difícil de condimentar y digerir como ninguna, es la base más firme en que descansa la nacionalidad. Y ¡cómo varía en los diversos estados de la República! ¡Cómo es suculenta de mariscos en las costas, rica de carnes en la Altiplanicie, de vegetales en Puebla, de condimentos de leche en el Bajío, la región de los pastos! Ya desde el siglo XVI era admirada nuestra cocina nada menos que por Juan de la Cueva, insigne poeta español, que al describir la ciudad de México no podía dejar de hacer elogios de sus alimentos,

…que un pipián es célebre comida,
que al sabor dél os comeréis las manos.

Oaxaca había de ser por fuerza abundosa de buena y peculiar comida. Basta ver, en el mercado, la variedad de comestibles para comprobarlo.

Ora son los quesillos, de tiras angostas, enredados, que dan la forma de un queso habitual; ora la infinidad de panes de los que el más sabroso, si no el más fino, es el que llaman resobado, grasoso, salado, hecho para la comida, en contraste con el pan de huevo, dulce, para la merienda. La gloria del mercado son, empero, los puestos de chiles, porque hay puestos en que únicamente chiles se venden. Y hay que ver la diversidad de chiles, en sus colores, formas y tamaños que excitan la gula de los oaxaqueños.

Sujetos al detestable régimen alimentario del hotel, de un cosmopolitismo insípido, hecho para complacer al más sibarítico agente viajero, apenas pudimos darnos cuenta de la genuina y legítima cocina oaxaqueña. Sin embargo, dos deliciosas exploraciones por ese campo me dan pretexto, si no autoridad, para deshacerme en elogios de ella, ya que no puedo reseñarla documentada y minuciosamente.

Una buena mañana fuimos invitados a comer tamales oaxaqueños. Y en verdad que son éstos los tamales más maravillosos que he comido en mi vida. Se les envuelve en dos hojas de plátano cruzadas que se van abriendo como un libro; y entre ellas y en el fondo del incuarto, cuando hemos acabado de abrirlo, se abriga el suculento tamal, no duro como los de México, sino pastoso, abundante de salsa y pollo.

Pero la cumbre de la comida oaxaqueña es naturalmente el mole. El mole oaxaqueño que yo conozco, pues hay varios, es negro como carbón, de sabor menos complicado que el mole poblano, pero no menos grato al paladar. Los dioses parecen regocijarse y la vida, dura, suavizar un poco sus contornos.


(Tomado de: Toussaint, Manuel - Oaxaca y Tasco. Grabados de Francisco Díaz de León. Lecturas mexicanas, primera serie, #80. Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1985)

jueves, 6 de septiembre de 2018

Álvaro Carrillo


Álvaro Carrillo (1921-1969)



Nació en Cacahuatepec, Oaxaca, en el año 1921. A los 19 años ingresó en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo para seguir la carrera de Ingeniero Agrónomo. Una vez recibido trabajó en la Comisión del Maíz. Aunque le gustaba su carrera terminó por abandonarla para dedicarse por completo a la música. Su primera canción fue Celia que una y otra vez fue cantada a las novias de sus amigos. Luego vinieron Sabor a mí, 



La señal, Sabor a nada, Sabrá Dios, Ése, Luz de luna, Amor mío, El andariego, 



El bravero, Un poco más, Se te olvida, La puerta se cerró detrás de ti, La mentira. Frank Sinatra grabó una versión en inglés de La mentira, canción que fue utilizada como fondo musical en una película y en una novela tituladas de igual forma. Otra de sus composiciones, Sabor a mí, fue grabada en Francia, Bélgica, Austria, Italia, Holanda, Inglaterra, España y Estados Unidos. Él mismo interpretaba sus composiciones acompañándose con su guitarra. Trabajó en el Teatro Blanquita, y en decenas de centros nocturnos y teatros de revista. Hizo numerosas presentaciones en radio y televisión. Recibió los trofeos El Pípila y El Disco de Oro en reconocimiento a su intensa labor musical. Falleció en el año 1969 en un accidente automovilístico cuando viajaba de Cuernavaca a México.

(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Catedral de San Cristóbal



En la población llamada Ciudad Real, hoy San Cristóbal de las Casas, en el año de 1528 se levantó un templo que más tarde llegaría a ser la Catedral.

Primeramente fue dedicado a la gloriosa Virgen y Madre de Dios, después se le cambió por el de san Cristóbal. En 1536 cambió el nombre de Ciudad Real por el de San Cristóbal de los Llanos.

El papa Paulo III por bula expedida el 14 de abril de 1538 fue eregida en obispado, señalando al licenciado Juan Arteaga para que fuera a ocuparla, pero antes de llegar a su sede, murió en Puebla, siendo designado para sustituirlo en el año de 1543 fray Bartolomé de las Casas.

Este nuevo obispo en muy poco tiempo mejoró notablemente la arquitectura de la modesta iglesia que tenía categoría de Catedral, colocándole tres naves, bellos decorados y una fachada estilo barroco.

(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)



martes, 4 de septiembre de 2018

Andrés Audifred


Andrés Audifred

Audifred: antes y después del Apagón


Audifred: Los amigos, según la belleza de la esposa

Audifred: Autorretrato

Nació y murió en la Ciudad de México. (1895-1958) estudió dibujo y pintura en la antigua Academia de San Carlos y en las Escuelas al Aire Libre de Churubusco y Coyoacán. Fue ayudante de Carlos Alcalde en El Imparcial y más tarde, ya convertido en experto caricaturista, trabajó en los periódicos El Globo (vespertino) y El Universal, y en las revistas Zig-Zag y El Universal Ilustrado. Sus dibujos se inspiran en tipos populares. V. Rafael Carrasco Puente: La caricatura en México (1953).

(Tomado de: Enciclopedia de México)



lunes, 3 de septiembre de 2018

El Enmascarado de Plata


 El Enmascarado de Plata



El Santo, héroe máximo de la época de oro  de la lucha libre, fue un hombre que guardó celosamente su rostro humano bajo su inmortal máscara de plata. Un hombre sobre el que existen cientos de rumores. Sus fanáticos y fanáticas llenaban la arena durante los combates de máscara contra cabellera, atentos a la menor posibilidad de que se descubriese la identidad de su ídolo. Nunca se atrevieron ni a imaginar quién podría estar debajo de la tela: lo respetaban demasiado para hacer suposiciones fáciles.

El Santo cuidaba cada detalle, al extremo de que, cuando viajaba con su administrador asistente, el Pelón Suárez, éste debía ir en otro avión. El enmascarado de plata mantuvo el misterio durante más de cuarenta años y sólo después de su muerte el público pudo ver su cara recia, vieja y golpeada, enterándose al mismo tiempo de su nombre: Rodolfo Guzmán Huerta, quien naciera en Tulancingo, Hidalgo.

Luego el público aceptó sin chistar que su hijo lo relevara en el ring, con la misma máscara y con el mito sobre sus espaldas. Aunque procreó diez hijos con su mujer, Maruca, un rumor muy extendido dice que el Hijo del Santo no es tal, sino que se trata de uno de sus sobrinos.

A fines de los años cincuenta, el editor José Guadalupe Cruz hizo del Santo un superhéroe, dibujando su historieta de manera semanal. Al mismo tiempo, el ídolo de las masas se presentaba cada domingo en diferentes lugares de la república. Desde los años sesenta también protagonizó películas, hechas con bajísimo presupuesto, todas las cuales hoy son de culto. En estas cintas, el Santo pelea contra los seres más extravagantes: marcianos, momias, mujeres vampiro, zombis, mujeres lobo, científicos locos. El personaje, adelantado a su época, era conocido en países del Medio Oriente y del sureste asiático. Estaba más cerca de la gente que Superman, y además no tenía su aburrida doble vida. Su ayudante y enemigo, Blue Demon, era mejor que cualquier Robin o que cualquier Guasón.

Rodolfo Guzmán creció en Tepito. De niño destacó en el béisbol y en el futbol, luego en la lucha grecorromana y en el jiujitsu. Dicen que antes de convertirse en el Santo, peleó con los nombres de Rudi Guzmán, El Hombre rojo, El Enmascarado, El Demonio Negro y El Murciélago II, hasta que la comisión de boxeo y lucha le exigió cambiar de nombre, pues este último ya estaba registrado. A sugerencia de su entrenador, Jesús Lomelí, eso también es lo que dicen, escogió el sobrenombre de el Santo, con el que debutó el 26 de julio de 1942, a los veinticinco años de edad, en la arena México.

Durante la década siguiente, tras abandonar el bando de los rudos, el Santo pulió su técnica en Guanajuato, en la primera escuela profesional de lucha libre que existió en nuestro país, dirigida por Cuauhtémoc el Diablo Velasco. Eso, por lo menos, es lo que se afirma.

Otro rumor que corre por ahí, cuenta que en los años ochenta, en el programa de televisión Contrapunto, conducido por Jacobo Zabludovsky, este periodista hizo que el Santo mostrara por primera vez medio rostro. Se dice que lo hizo bajo engaños y que el luchador salió del estudio sumamente molesto.

(Tomado de: Marcelo Yarza - 101 Rumores y secretos en la historia de México)