lunes, 28 de noviembre de 2022

Sahagún: Del agüero al ver una comadreja en su camino



 LIBRO QUINTO 

Que trata de los agüeros y pronósticos, que estos naturales tomaban de algunas aves, animales y sabandijas para adivinar las cosas futuras.


[...]

CAPITULO VI

DEL MAL AGUERO QUE TOMABAN CUANDO VEÍAN QUE LA COMADREJA  O MOSTOLILLA ATRAVESABA POR DELANTE DE ELLOS CUANDO IBAN POR EL CAMINO O POR LA CALLE.

De este animalejo que se llama comadreja, o mostolilla, se espantaban y tomaban mal agüero cuando la veían entrar en su casa, o traspasar por delante de si, cuando iban por el camino o por la calle; y concebían en su corazón mala sospecha de que les había de venir algún mal, o que si algún viaje tomasen no les había de suceder bien, que habían de caer en manos de ladrones o que les habían de matar, o les habían de levantar algún falso testimonio; 

y por esto ordinariamente los que (se) encontraban con este animalejo les temblaban las carnes de miedo, y se estremecían y se les espeluzaban los cabellos; algunos se ponían yertos o pasmados, por tener entendido que algún mal les había de acontecer. 

La forma de este animal, acá  en esta tierra, es que son como los de España, que tienen la barriga y pecho blanca y todo lo demás bermejo.


(Tomado de: Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)

jueves, 24 de noviembre de 2022

Códices mixtecos prehispánicos

 


Códices mixtecos prehispánicos 

Manuel A. Hermann Lejarazu


Los códices mixtecos prehispánicos conforman un importante grupo de documentos cuya temática principal es la narración histórica y genealógica de los diversos linajes que gobernaron en el Posclásico. Los que sobrevivieron a la conquista española son los códices Bodley, Nuttall, Vindobonensis, Selden y Colombino-Becker. En vez de hablar únicamente de seis códices, en realidad se trata de ocho relatos histórico-pictográficos, elaborados en distintas épocas y por diversos autores, pues muchos se componen de una parte anversa y otra reversa que no constituyen una unidad.


Códice Bodley (anverso)

Registro completo sobre la historia y genealogía de Tilantongo desde el siglo X hasta el XVI. Este documento fue terminado hacia 1519 o 1521 y muestra un estilo que perduró en diferentes regiones de la Mixteca hasta principios del siglo XVII.

Códice Bodley (reverso)

Relato sobre los orígenes míticos de los señores de Lugar de Bulto de Xipe hasta la biografía de 4 Viento. Reconstruye parte de las genealogías de Tlaxiaco y Achiutla y se vincula con Tilantongo en su parte final. Elaborado antes que la sección anversa.


Códice Nuttall (anverso lado 2)

Narración mítico-histórica sobre los orígenes del señorío de Suchixtlán hasta el advenimiento de la segunda dinastía de Teozacoalco, con varios datos sobre el origen de Tilantongo como centro de poder. Abarca desde el siglo X hasta el XIV y quizá fue concluido hacia esta época.

Códice Nuttall (reverso lado 1)

Biografía de 8 Venado realizada en una época anterior al lado anverso, pero posterior a la vida del personaje. Tal vez fue elaborado a principios del siglo XIV y quizá sea contemporáneo del Códice Colombino-Becker.


Códice Vindobonensis (anverso)

Conforma un relato sagrado sobre los orígenes míticos del universo mixteco y los rituales que llevaron a su ordenamiento por los dioses creadores. Se desconoce su época de elaboración, pero guarda similitudes estilísticas e iconográficas con el Códice Nuttall.

Códice Vindobonensis (reverso)

Relación sucinta sobre la genealogía de Tilantongo desde el siglo X hasta el siglo XIV. Manuscrito quizá realizado hacia el siglo XVI, pero con una tradición pictórica diferente a la del anverso.


Códice Colombino-Becker

Biografía de  8 Venado (1063-1115) y breve biografía de 4 Viento (1092-1164). Según los estudios de Nancy Troike (1974), ambos códices formaban un mismo documento que fue separado en los primeros años que siguieron a la Conquista. Pudo haber sido elaborado en el siglo XIV. 


Códice Selden

Historia y genealogía de todas las dinastías de Jaltepec desde el siglo X hasta el siglo XVI. Aunque en rigor el Códice Selden fue terminado a mediados del siglo XVI, hacia 1556, se considera de origen prehispánico debido a que no existe ninguna influencia española en su elaboración.


(Tomado de: Hermann Lejarazu, Manuel A. Códices mixtecos prehispánicos. Dossier. Tres mil años de cultura en Oaxaca, Puebla y Guerrero . Arqueología Mexicana, Vol.XV núm. 90. Editorial Raíces, México, 2008)


lunes, 21 de noviembre de 2022

Dios omnipotente, y don Porfirio presidente... (I)


Al cumplirse en 1910 el primer centenario de la iniciación del movimiento de Independencia de México, Porfirio Díaz se exhibía en la cúspide de su prepotencia política. Así, los festejos organizados para celebrar ese primer centenario expresan, con elocuencia, la tendencia, la sustancia, la modalidad imperante en materia de gobierno: Poca política y mucha administración, como el propio Díaz definió la fórmula de su personalísimo estilo de gobierno.

En verdad, pocas épocas, como entonces, contemplaron en la Ciudad de México un despliegue tan espectacular y rico de obras nuevas e inauguraciones. El calendario de festejos llevados a cabo entre septiembre y diciembre de 1910 es por demás expresivo para conocer la dosis de renovación urbana que Porfirio Díaz entregaba a la metrópoli a pocos meses de que dejase la presidencia, expulsado por una Revolución Social que aspiraba a mucha administración pero, también, a mucha política.


Maratón urbano.- La dinámica urbana y el embellecimiento de la Ciudad de México que alcanzaron dimensión de maratón durante 1910 (470,679 Habs.), llegaba precedida por antecedentes que expresaban el interés de Díaz en favor de la modernización y el enriquecimiento urbano de la ciudad: ya desde agosto de 1877, en el Paseo de la Reforma se había inaugurado el monumento a Cristóbal Colón, donado por Antonio Escandón; el monumento a la memoria de Cuauhtémoc en el propio Paseo de la Reforma; la estatua del Gral. Vicente Guerrero en el Jardín de San Fernando; el Monumento Hipsográfico, en la Plaza del Seminario, al norte de la Plaza de la Constitución; y la estatua de doña Josefa Ortiz de Domínguez en la Plaza de Santo Domingo; el edificio de la Aduana Nacional de Santiago, en Tlatelolco; dos estaciones de los FF.CC., el Hospital General, de ambiciosas dimensiones para la época: 32 pabellones, 67 recintos, 170,000 metros cuadrados; la Biblioteca Nacional de México, en la actual esquina de la Av. Isabel la Católica y República de Uruguay; el alumbrado público de la Ciudad; el Gran Canal del Desagüe del Valle de México, obra titánica para su tiempo (se dice metafóricamente que fue hecha a "lomo de indio" aludiendo a que careciéndose de maquinaria y de fuerza eléctrica, se construyó a base de mano de obra. Se le puede comparar con la realización de los 63 km del Canal de Panamá, construido con máximo despliegue de recursos tecnológicos y económicos. El de México -47 kms de canal abierto, 10 kms de túnel de Tequixquiác y 2.5 kms del Tajo de Nochistongo- se construyó cuando el presupuesto del país era de $60 millones); el Palacio de Correos aún hoy en funcionamiento; la Escuela de Jurisprudencia en la esquina de San Ildefonso y Av. República de Argentina, etc.


Así, en septiembre de 1910 se alcanzó la culminación con el gigante acorde sinfónico de obras públicas que a la Ciudad de México le imprimieron dimensión sin precedente:


*Inauguración del Manicomio General -2,600 pacientes - (en la que fue hacienda de La Castañeda, en Mixcoac, en sustitución del hospital de San Hipólito -derribado- y del Hospital de la Canoa -hoy casa Núm. 39 de la segunda de Donceles). Este edificio empezó a ser demolido en 1966 para construir, en ese mismo sitio, una gigantesca unidad habitacional: Lomas de Plateros. La demolición se iniciaba cuando Arturo Quintana -según el mismo narra- "consulté con el ingeniero encargado de la obra si me podría vender algunas piezas y me contestó: Si usted quiere le vendemos el edificio entero. Lo pensé unos momentos y acepté la proposición. Así, en vez de demolerlo, se pusieron a clasificar piedra por piedra que fueron trasladadas hasta mi pequeño paraíso, como yo le llamo a Coapexco (Edo. de México). Tiempo después y durante 2 largos años nos pusimos a armar el edificio, como si se tratara de un gigantesco rompecabezas..."

En los mismos terrenos de Coapexco, Quintana descubrió -y ha restaurado- las ruinas de la que fuese la primera cervecería de América Latina, la cual funcionaba ahí hasta la Primera Guerra Mundial (1918/1922).   


*Colocación de la primera piedra de la que sería cárcel de la ciudad (Lecumberri, hoy hogar del Archivo General de la Nación).


*Inauguración del Palacio de Relaciones Exteriores (en la hoy Av. Juárez, en el área que actualmente ocupa el nuevo edificio de la Lotería Nacional).


*Inauguración del edificio de la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) en la esquina de la actual calle de Balderas y avenida Morelos (hoy edificio del periódico "Novedades"), y que hasta entonces funcionaba en un modesto local ubicado en la calle Patoni hoy avenida Juárez, en el tramo comprendido entre las calles de Iturbide y Humboldt.


*Inauguración de la Escuela Correccional para Varones, en la entonces población de Tlalpan.


*Inauguración de la Escuela Normal para Maestros, en San Jacinto, sobre Czda. México-Tacuba en un terreno llamado Tabla del Rosario, edificio ocupado por el Colegio Militar.


*Inauguración de la Columna de la Independencia, en el Paseo de la Reforma, proyectada por el Arq. Antonio Rivas Mercado.


*Inauguración del Hemiciclo a Benito Juárez, en la hoy Av. Juárez.


*Colocación de la primera piedra del Palacio Legislativo, posteriormente transformado en Monumento a la Revolución.


*Inauguración de las obras del túnel de Tequixquiác.


*Inauguración de las obras de ampliación de la antigua Penitenciaría en las calles de Belén (hoy Centro Escolar Revolución).


*Inauguración del Monumento a George Washington, donado por el gobierno de los EE UU., en la Plaza de Dinamarca, en la Colonia Roma (actualmente en el bosque de Chapultepec).


*Inauguración del Monumento a Humboldt, donado por el gobierno de Alemania, en los jardines de la Biblioteca Nacional.


*Inauguración del Monumento a Luis Pasteur, donado por el gobierno de Francia, en el Paseo de la Reforma y Plaza de los Ferrocarriles.


*Inauguración de la estatua de San Jorge, reproducción de la esculpida por Donatello, donada por el rey de Italia, ubicada en una hornacina de la fachada de la Academia de San Carlos.


*Inauguración de la Universidad Nacional de México, en la actual esquina de las calles de Rep. de Guatemala y Lic. Verdad (hasta entonces la vida de la Universidad transcurrió salpicada de accidentes. Fundada en 1553 en la actual esquina de las calles de Seminario y Moneda, en 1554 se trasladó a los solares que, originalmente propiedad de Cortés, se encontraban situados en la Plaza del Volador (área hoy ocupada por la Suprema Corte de Justicia), dando origen a la denominada calle de la Universidad, hoy Erasmo Castellanos Quinto. En 1833 fue clausurada por Gómez Farías; en 1834 la restauró Santa Anna. En 1857 fue vuelta a cerrar por Comonfort. En 1858 nuevamente fue restablecida por Zuloaga y Juárez la clausuró en 1861. La Intervención Francesa la abrió y Maximiliano la clausuró en 1864. El 25 de septiembre de 1910 justo Sierra la reinstaló).


*Inauguración del Monumento a Garibaldi, donado por el residente italiano Augusto Volpi, en la esquina de las actuales calles de Guaymas y Av. Chapultepec.


*Colocación de la primera piedra de un monumento -que nunca se construyó- dedicado a Isabel la Católica.


*Inauguración del Parque Popular Balbuena.


*Inauguración del monumento, rematado por un reloj, donado a la ciudad por la Colonia Turca, en la esquina de las actuales calles de Bolívar y Av. Venustiano Carranza.


*Inauguración de la Estación Sismológica Central en los terrenos del Observatorio Astronómico de Tacubaya.


*Inauguración del Instituto Tecnológico, en la Alameda de Santa María de la Ribera.


*Inauguración de la Escuela Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez en la hoy Plaza Aquiles Serdán.


*Inauguración del Instituto Médico, en la esquina de las hoy calles de Balderas y Ayuntamiento.


*Inauguración de la gran tienda El Centro Mercantil. Su fundador fue don Nicolás de Teresa, visionario más metido a diplomático que a comerciante quien, inspirado en las Galerías Lafayette de París, quiso darle a México su símil.

Su cercano parentesco con Porfirio Díaz no impidió que sus competidores, particularmente españoles y franceses, lo pusieran en mil aprietos. Muerto en Austria cuando fungía como embajador de México, su viuda, María Luisa Romero Rubio, vendió El Centro Mercantil a dos habilidosos comerciantes de la casta empresarial mexicana de la época: Santiago Erechederra, español; y Santiago Roberts, francés.

Su bella cúpula de cristal, ordenada a Francia y construida por herreros y forjadores italianos, tuvo un costo de $1 millón. Hoy aloja al Gran Hotel de México y está valuada en $13 millones.


Una de las aportaciones más importantes de Díaz para el embellecimiento de la Ciudad de México, realizada como uno de los preliminares a las Fiestas del Centenario de 1910, fue la colocación en el Paseo de la Reforma, de las estatuas de próceres de la historia de México. Esta tarea se inició en 1889. Para ella, se obtuvo el concurso de los gobiernos de los estados. En 1896, ya estaban colocadas todas las estatuas.



(Tomado de: Romero, Héctor Manuel. - "Dios omnipotente, y Don Porfirio presidente..." -La Ciudad de México (Delegación Cuauhtémoc) en 1910/1911-. Ediciones de la Delegación Cuauhtémoc, México, D. F., 1982.)

jueves, 17 de noviembre de 2022

Carlota de México


Carlota de México

El 9 de julio de 1866, muy temprano, la emperatriz Carlota salió de la Ciudad de México rumbo a Veracruz, donde abordaría un barco con destino a Europa. No iba en viaje de placer, sino a cumplir una misión política: convencer al emperador francés Napoleón III y al papa Pío IX para que ayudaran al tambaleante imperio que 2 años antes una junta de 215 notables decidiera establecer en tierras mexicanas. Su esposo Maximiliano, el archiduque de Austria y emperador de México, la había acompañado hasta Ayotla, en las estribaciones de la Sierra Nevada, donde medio de fragantes naranjales el matrimonio se dio el que sería su último beso.

A partir de ese momento la mala suerte pareció ensañarse con la soberana, de sólo 26 años. Llovía torrencialmente, los caminos estaban casi intransitables y una rueda del carruaje que la transportaba se partió en 2, retrasándola varias horas.

Niña bonita

Nacida en 1840, María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina pasó su niñez en el castillo de Laecken. De tarde en tarde, su padre, el rey Leopoldo I de Bélgica, la sentaba sobre sus piernas y acariciándole los cabellos castaños la llamaba "mi pequeña sílfide". Su madre, la piadosa Luisa María de Orleans, hija de Luis Felipe (rey de Francia entre 1830 y 1848) había muerto cuando Carlota tenía 10 años, pero la niña encontró a diario en los mimos de su progenitor y sus hermanos mayores: Felipe, príncipe de Flandes, y Leopoldo, duque de Brabante, quien más tarde sería rey de Bélgica y del Congo Belga.

Precoz, dotada de fuerte temperamento y notable perseverancia, la chiquilla poseía una figura esbelta y sus ojos color castaño oscuro cambiaban al verde claro cuando les daba la luz del sol. De adolescente,  leía las obras de los santos Alfonso de Ligorio y Francisco de Sales, del historiador griego Plutarco y de Carlos Forbes, Conde de Montalembert y defensor del catolicismo liberal.

Por aquellos tiempos llego a la corte de Bruselas un personaje que marcaría su destino: el archiduque Maximiliano de Habsburgo, hermano de Francisco José, emperador de Austria y Hungría. Al recién llegado le gustaba la buena comida, la danza, la música, la poesía y la literatura (en su castillo de Miramar, a orillas del mar Adriático, guardaba alrededor de 6,000 libros). No tenía una gran fortuna personal, por lo que su familia buscaba cazarlo con alguna acaudalada princesa.

Días de vino y rosas

Carlota, de 17 años, se enamoró profundamente del apuesto noble de 1.85 de altura, ojos azules y larga barba rubia. Él tenía 25 años y no aparentaba quererla con tanta intensidad; de hecho, había negociado con Leopoldo I casarse con ella, a cambio de un millón de francos que requería para terminar de construir su Palacio en Miramar.

El matrimonio se celebró el 27 de julio de 1857 en la catedral de Santa Gúdula. Carlota uso una diadema de brillantes entreverados con flores de naranjo, un velo confeccionado por hilanderas de Bruselas y un manto real bordado en Brujas. Maximiliano, por su parte, lucía el vistoso uniforme del ejército austríaco. Después de la ceremonia viajaron por el río Rhin y, a su paso, los lugareños arrojaban floridas guirnaldas.

Los recién casados fueron comisionados para gobernar las provincias lombardo-venecianas, al norte de Italia. En Milán fueron bien recibidos, pero los conflictos regionales y las intrigas palaciegas los obligaron poco después a dejar los asuntos de Estado y retirarse al castillo de Miramar.

La aventura mexicana

A Maximiliano le faltaban bienes y le sobraban deudas; en cambio la fortuna de Carlota era cuantiosa (algunos historiadores afirman que al morir, en 1927, era la mujer más rica del mundo). Leopoldo I, previendo que al archiduque no lo movía el amor sino la ambición, había incluido en el contrato matrimonial una cláusula según la cual las posesiones de Carlota no podían ser usadas por su consorte. El rey no se equivocaba: cuando Maximiliano aceptó gobernar México se fijó a sí mismo un sueldo de un millón 600,000 al año. En contraste, el presidente Benito Juárez (a quien la lucha contra los conservadores había obligado a asentarse en Paso del Norte, actual Ciudad Juárez) sólo percibió 30,000 pesos  anuales durante su gestión.

El 14 de abril de 1864, a bordo de la fragata Novara, Maximiliano y Carlota enfilaron hacia México, convencidos por los conservadores mexicanos y por Napoleón III de que México entero anhelaba una monarquía y de que el emperador francés apoyaría el Imperio con tropas y recursos económicos. En junio llegaron a Veracruz; y cuando entraron a la Ciudad de México, con gran pompa y circunstancia, fueron seguidos por más de 200 carruajes en los que viajaba lo más lucido de la sociedad capitalina. Al anochecer fueron conducidos a las habitaciones del Palacio Nacional, pero la cama estaba tan llena de chinches que no pudieron dormir. El emperador pasó horas tendido sobre una mesa de billar y su esposa permaneció en un sillón, rascándose furiosamente. Por las ventanas se colaba el ruido ensordecedor de los cohetones y petardos que los partidarios de la monarquía lanzaban para festejar a sus regias majestades.

El principito

Radicados en el castillo de Chapultepec, Maximiliano y Carlota jamás volvieron a dormir juntos ni engendraron hijos. Un pasquín difundido por un por un tal Abate Alleau decía que Maximiliano era estéril debido a una enfermedad venérea que una mulata le contagio en un viaje por Brasil y otros murmuraban que era impotente. Al menos esta última versión era falsa: mientras Carlota se ocupaba de los quehaceres administrativos en México, el emperador solía escaparse a Morelos donde, en la Quinta Borda de Cuernavaca o en su quinta El Olvido, en Acapantzingo, recibía a mujeres como Guadalupe Martínez (la legendaria "India bonita") y Concha Sedano, hija del jardinero que cuidaba la quinta morelense.

Un biógrafo no muy confiable dijo que cuando Carlota partió hacia Europa a solicitar auxilio estaba embarazada del coronel Karl van der Smissen, jefe del cuerpo de voluntarios belgas que custodiaban a los emperadores. En todo caso, para asegurar la sucesión en el trono, Carlota y Maximiliano adoptaron a un nieto del ex gobernante Agustín de Iturbide; llamado igual que su abuelo, tenía 3 años de edad, era hijo de una estadounidense y hablaba con acento "pocho". Por la adopción, los familiares del pequeño fueron nombrados príncipes y princesas, indemnizados con 150,000 pesos cada uno y obligados a establecerse en Europa, con la promesa de no volver sin permiso de Maximiliano.

Momento de decisión

Durante los primeros meses del imperio, una parte del pueblo adoraba a los soberanos, en especial a Carlota, preocupada más por el bienestar de sus gobernados que por las banalidades del protocolo que su marido cumplía con fastidioso rigor. La emperatriz fundó la Casa de la Maternidad e Infancia e impulsó leyes que prohibían el castigo corporal y las jornadas excesivas de trabajo para los indígenas.

En febrero de 1866 Napoleón III a anuncio Maximiliano el retiro de las tropas francesas de México (porque su mantenimiento era muy costoso); sólo dejaría al servicio del mandatario a 10,000 integrantes de la Legión Extranjera. Desconsolado, el emperador decidió renunciar a su cargo y largarse del país, pero Carlota, en una elocuente carta, le hizo ver que abdicar era como extenderse un certificado de incapacidad. "Mientras en México haya un emperador, habrá un imperio", sentenció la archiduquesa.

Cinco meses después se embarca rumbo a Europa, donde la aguardaba un triste destino: la locura.

Diplomacia dudosa 

Respecto a la pérdida de sus facultades mentales se ha contado numerosas historias. Unos dicen que la archiduquesa fue víctima de hechizos del culto vudú; otros, que le dieron ciertas yerbas de origen prehispánico capaces de enloquecer a quien las ingiere, como el toloache o el ololiuque ("hongo de los ojos desorbitados" que causa "visiones o cosas espantables"). 

En todo caso, la emperatriz se trastornó a partir del desdeñoso recibimiento que tuvo en Europa. En Francia, Napoleón III y su consorte se negaron a verla y la hospedaron en un hotel y no en el Palacio de las Tullerías, como correspondería a su cargo imperial. Cuando por fin logró ver al monarca francés, lo acusó a gritos de traidor, advenedizo, desleal y carente de palabra. Como réplica, el aludido convocó a un consejo de ministros que decidió dejar a su suerte a Maximiliano frente a sus enemigos.

Tampoco tuvo éxito con el papa Pío IX. El 2 de octubre llegó al Vaticano pero el pontífice (que estaba desayunando cuando la exaltada emperatriz, vestida de negro, irrumpió en sus aposentos) le dijo de mal talante que nada podía hacer por ella ni por su marido. Colérica, Carlota metió los dedos en la taza de chocolate de Pío IX; decía no haber bebido o comido nada tras el intento de Luis Napoleón y su mujer de envenenarla y calificó el emperador de "Satanás disfrazado". Luego se negó a salir de la residencia papal, asegurando que espías de Napoleón III la esperaban afuera para matarla, y tanto lloró y gritó que el papá se resignó a dejarla dormir en la biblioteca del edificio.

Paranoia

Al día siguiente, para lograr sacarla del Vaticano, inventaron una visita al orfanatorio de San Vicente de Paul donde, sedienta, Carlota metió la mano en un puchero hirviente y se desmayó. Los guardias vaticanos aprovecharon esta circunstancia para ponerle una camisa de fuerza y depositarla en el Grand Hotel de Roma.

De allí se escapaba regularmente para tomar agua de las fuentes y exigía que antes de probar bocado una tal señora Kruchacsévic y su gato cataran los alimentos. La camarera particular de la emperatriz, Matilde Doblinger, puso en las habitaciones de su ama un brasero y unas gallinas, porque la hija del rey Leopoldo solo accedía a comer los huevos que las aves ponían ante sus ojos.

Su hermano Felipe fue por ella a Roma y se la llevó a Miramar, donde la mantuvo enclaustrada por espacio de varios meses. Algunos biógrafos sostienen que allí vino al mundo el hijo de Carlota e identifican a ese vástago con el general Máximo Wygand, quien, nacido en 1867, fue sucesivamente gobernador de Argelia, ministro de guerra francés y jefe militar en África del Norte.

La hora final

Maximiliano se enteró de la locura de su esposa desde octubre de 1866, al recibir un telegrama del Vaticano y otro de Miramar. La noticia lo desmoronó por completo. Acosado por los liberales, inició una descontrolada huída, hasta que fue apresado, encerrado en el convento queretano de Las Capuchinas y fusilado el 19 de junio de 1867 en el cerro de las Campanas, junto con sus aliados conservadores Tomás Mejía y Miguel Miramón.

Carlota no solo sobrevivió a su marido sino a casi todos sus contemporáneos. Conservaba como reliquia una caja de palo de rosa que, según ella, contenía un fragmento del corazón de Maximiliano, órgano que presuntamente le habían arrancado después de fusilarlo. Como jamás soltaba la caja, sus damas de compañía tenían que darle de comer en la boca.

Durante sus últimos años quedó casi calva, tullida y semiciega, además de padecer cáncer de mama. Comía hilos de colchas, alfombras y cortinas, insectos, el jabón con que la bañaban y hasta sus propios y escasos cabellos.

Finalmente, murió el 19 de enero de 1927, a los 86 años de edad. En sus manos cruzadas fue colocado un rosario, en su cabeza, un gorro de encaje blanco (cuyas cintas le sostenían la mandíbula) y sobre su cuerpo docenas de rosas. Una helada tarde prolífica y nieve y ventiscas fue enterrada en la capilla del castillo de Laecken, donde había transcurrido su infancia, junto al lugar en que yacía el cuerpo de su madre.


(Tomado de: Estrada, Elsa R. de - Carlota de México. Contenido ¡Extra! Mujeres que han dejado huella. Segunda serie, segundo tomo. Editorial Contenido, S. A. de C. V. México, D. F., 1999)

lunes, 14 de noviembre de 2022

Causas y consecuencias de la guerra con México, 1847

 


Causas y consecuencias de la guerra con México

William Jay

[William Jay (1789-1858), hijo de John Jay, actor de la independencia norteamericana. Graduado de Yale, representa el tipo del reformador de la primera mitad del XIX, campeando por la abolición de la esclavitud, la paz y la difusión de la Biblia. Fundó la Sociedad Bíblica Americana y escribió para la Sociedad Británica Pacifista un librito para demostrar los males de la guerra (1842). Se opuso con ardor a la guerra y publicó en 1849 un libro para demostrar la culpabilidad de los Estados Unidos en la guerra del 47 (A Review of the Causes and Consequences of the Mexican War), que ha sido la obra más citada por los historiadores mexicanos. El trozo que incluimos es parte de ella]


INMEDIATAMENTE después que se obtuvo el voto final del senado en favor de la anexión de Texas, se levantó de su asiento un senador de la Florida y presentó una iniciativa en el sentido de que se declarara que el presidente debía emprender negociaciones inmediatas para obtener que se cediera la isla de Cuba a los Estados Unidos. No se proponía una acción determinada, pues el objeto que se perseguía con esa iniciativa era únicamente familiarizar al público con los métodos a que debía recurrirse para adquirir territorio esclavista. La anexión de Texas obraba exactamente en la misma forma en que el olor de la sangre excita a un lobo hambriento, y el ansia de adquirir territorios mexicanos, en vez de quedar satisfecha, provocaba una ferocidad voracísima. En realidad Texas había sido conquistada virtualmente bajo la administración de Mr. Tyler y hay razones para creer que Mr. Polk estaba decidido a que su administración se señalara por la anexión de California. Esta provincia había despertado desde hacía mucho tiempo la codicia de los esclavistas y se habían hecho grandes esfuerzos por orientar a la opinión pública de acuerdo con las funciones del presidente. Los periódicos abundaban en artículos referentes a la fertilidad de California, su enorme importancia para los Estados, como hecho incontrovertible los designios secretos de la Gran Bretaña de adjudicarse esos territorios ya fuese por la fuerza o bien mediante un tratado. Recordará el lector la prematura toma de posesión y anexión permanente de California que realizó el comodoro Jones; también tendrá presente que en un período anterior se hicieron muchos esfuerzos infructuosos por adquirir por compra esa provincia, en todo o en parte. Ya habían penetrado en esos territorios de California tan lejanos muchos aventureros incansables, y la opinión se había propagado extensamente de que una región demasiado valiosa y atractiva para que pudiera dejársele en poder de los mexicanos. El gobierno de México, aleccionado con lo ocurrido por efecto de la colonización de Texas, dio órdenes de que se expulsa de California a todos los ciudadanos de Estados Unidos. Nuestro ministro protestó contra esa disposición y entonces se modificó el ordenamiento del gobierno mexicano en el sentido de que quedaron incluidos todos los extranjeros considerados como peligrosos para la paz pública. Sin embargo, de ello, Mr. Calhoun secretario de Estado a la sazón, ordenó que se presentará una nueva protesta al gobierno mexicano.

Veamos ahora lo que confesó en unas declaraciones nuestro ministro Mr. Thompson: "A fines de diciembre de 1843 recibí noticias de que el gobierno mexicano había expedido una orden de expulsión contra los nacionales de Estados Unidos que se hallaran en el departamento de California y territorios circunvecinos. Hasta ese momento, sin embargo, no se había pretendido aplicar tal disposición. Unos cuantos años antes se había dado una orden semejante, que incluía no sólo a los ciudadanos de los Estados Unidos, sino también a los súbditos británicos; y la disposición se había puesto en práctica con gran perjuicio y en algunas ocasiones hasta con ruina total de las personas expulsadas. Durante seis meses habían luchado inútilmente los ministros de Inglaterra y de los Estados Unidos solicitando que se derogará la ley. Tuve la buena suerte, sin embargo, después de dirigir algunas notas severas al gobierno mexicano, de que se anulara el decreto, pero no antes de apelar a la última ratio de la diplomacia: exigir mis pasaportes, medida a la que rara vez puede apelar con justificación un agente diplomático sin órdenes expresas de su gobierno. Confieso que sentí positivo miedo de que se me enviasen los pasaportes; pero me pareció que el paso estaba justificado por las circunstancias y que con él ponía fin a una larga discusión. El resultado demostró que mis cálculos eran exactos. Se derogó la ley y se enviaron instrucciones en ese sentido a todos los Departamentos, algunos de los cuales se hallan a 2,000 millas de la capital. Confieso que al asumir esa actitud altiva respecto a la orden de expulsar a nuestra gente de California, sentí ciertos escrúpulos, porque se me había informado que estaba urdiéndose un complot por los americanos y otros extranjeros que residían en California y que pensaban repetir en aquel territorio las escenas que se habían desarrollado en Texas".

Al describir California, decía Mr. Thompson: "El azúcar, el arroz y el algodón tienen allí un clima que les es perfectamente propio." Claro está que los mismos móviles que produjeron las "escenas desarrolladas en Texas" darían origen a su reproducción en California. Ya veremos después que Mr. Thompson no estaba mal informado.

Había dos modos de adquirir a California: mediante negociaciones y mediante una guerra. Lo primero era lo más económico y probablemente lo segundo sería lo más expedito, pero a menos que fuese México quien rompiera las hostilidades, resultaría en extremo peligroso recurrir a la guerra exponiendo la popularidad y la estabilidad de la administración.

Si obráramos con alguna fanfarronería al presentar nuestras reclamaciones, hinchándolas hasta el punto máximo posible, y después ofrecíamos bondadosamente el echarlo todo al olvido a cambio de que se nos cediera la California, a lo cual podíamos agregar, para dulcificar la cosa, unos cuantos millones de compensación, quizá podríamos amedrentar a México hasta el punto de inducirlo a que nos cediera su provincia. Pero el resultado era dudoso. México había sido siempre tenaz en la defensa de su suelo y se había rehusado a aceptar todo cohecho a cambio de una parte de él. La única alternativa en pie era la guerra. México se hallaba en ese momento con una sensibilidad extrema por obra de los de Texas. Su ministro en Washington había pedido sus pasaportes al aprobarse la resolución conjunta de las cámaras legislativas. Mr. Shannon, después de insultar al gobierno con su conducta ofensiva, había salido de México y todo trato diplomático entre los dos países se hallaba en suspenso. En tales circunstancias no sería difícil provocar una guerra, y tal conflicto nos daría posesión de California. Pero luego, una guerra, para ser popular o siquiera tolerable para la gente del norte de los Estados Unidos que participaría de las cargas de la Guerra sin participar a la vez del botín que se obtuviese, tendría que ser "una guerra provocada por actos de México".

Así que lo más conveniente era intentar en primer término negociaciones pacíficas, y si fracasaban, producir la guerra induciendo a México a dar el primer golpe. Una guerra de este orden sería defensiva, no agresiva; claro que México sería humillado inmediatamente y nos tocaría a nosotros imponer las condiciones de paz, una de las cuales sería la renuncia a la provincia codiciada. Los hechos posteriores prueban que la política que acabamos de explicar fue la que adoptó desde luego Mr. Polk y a la cual se aferró con una pertinancia sin titubeos.


(Tomado de: Vázquez de Knauth, Josefina - Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47. Colección SEP/Setentas #19. SEP, México, D. F., 1972)

jueves, 10 de noviembre de 2022

Chava Reyes

 


Tenía 71 años cuando aquella tarde del 19 de enero de 2008 Salvador saltó a la cancha. No sólo se tomó la foto con el equipo de sus amores, las Chivas del Guadalajara, sino que arrancaría como titular en el cuadro que enfrentaría a los Pumas de la UNAM. Bastaron tres toques al balón para que el estadio Jalisco se le entregara completamente. Cerca de cincuenta segundos después, el número 57 salía de cambio y, a juzgar por el trote con el que lo hacía, parecía que había rejuvenecido con el andar de sus botines sobre el césped. Como parte del homenaje, Chava Reyes imponía el récord del jugador más longevo que había alineado profesionalmente en México.

Los niños tal vez preguntaron a sus padres: "¿Por qué 57?, ¿Quién es?". Bueno, 1957 marcó el inicio de la época dorada del club de futbol Guadalajara. Aquel equipo llamado "Campeonísimo" con el pasar de los años, logró su primera estrella profesional -con gol de Chava, por cierto - ese año y resultó prácticamente imparable los siguientes. Con Reyes Monteón en la cancha, cosecharon siete títulos de la liga mexicana en menos de diez años. ¡Una locura!

El también apodado Melón nació en 1936 en Guadalajara y debutó a los dieciséis años. "Soy chiva de nacimiento", decía. En cuanto a su talento como anotador, los números hablan por sí solos: 122 goles en la liga nacional con la playera de los tapatíos. Tuvo que llegar un nuevo milenio y varios cambios generacionales para que su marca fuera batida.

También fue pilar fundamental en la selección tricolor, a la que se entregó con pundonor en tres copas del mundo (Suecia 1958, Chile 1962 e Inglaterra 1966), en las que jugó cada uno de los partidos, así como en una gran cantidad de contiendas internacionales. De hecho, un pequeño secreto que tenía con su novia era su profesión. Se la comunicó pocos días antes del mundial de futbol de Suecia en 1952... Total, se iba a enterar. Tiempo después se casaron.

El campeonísimo Chava Reyes nos dejó un 29 de diciembre de 2012, víctima de cáncer de colon. Muchos rememoraron entonces sus palabras tras aquel partido de homenaje con el 57 en su espalda: "Es una sensación muy especial después de tantos años de jugar y volver a pisar la cancha del Jalisco oficialmente, me trajo un gran recuerdo de aquellos tiempos. Sentí una gran emoción, más por toda la gente que todavía se acuerda de mí, a la cual le doy gracias por estos aplausos. Después de esto, para mí ya no puede haber más".

Pero hubo más. Dejó su recuerdo en todos los que, sin verlo jugar, lo reconocieron como un grande. Como una leyenda.


(Tomado de: Díaz, Gerardo - Chava Reyes. Relatos e historias en México. Año VIII, número 95, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2016)


lunes, 7 de noviembre de 2022

Cine mexicano: las rumberas

 


El llamado cine de rumberas empezó a tomar forma gracias a las bailarinas que llegaron de Cuba y que en México iniciaron en el teatro de revista. Aunque ya había rumberas y números de baile desde que empezó el cine sonoro, el género de rumberas como tal, es decir, la típica historia de la muchacha que debe bailar para sostener a su familia o la que cayó en un mundo de perdición debido a engaños, empezó a tomar forma a partir de los años 40 y duró como tal hasta bien entrados los 60. En la época de gran auge eran cinco las estrellas de este subgénero fílmico: las cubanas María Antonieta Pons, Amalia Aguilar, Ninón Sevilla y Rosa Carmina; y la mexicana Meche Barba.

Meche Barba (que en realidad había nacido en Nueva York, pero su familia regresó a México a los seis días de nacida) se incorporó a las rumberas de alto nivel casi por casualidad. Cuando se iba a rodar Humo en los ojos, Alberto Gout, el director, quería como protagonista a Pons, descubrimiento de Juan Orol, pero al parecer no pudo lograrse un acuerdo económico y hubo que buscar a otra actriz. Tras una serie de pruebas, el protagónico cayó en Meche Barba, quien ya había participado como intérprete en otras producciones (por ejemplo, con la misma María Antonieta Pons en Rosalinda).

Ya que Barba no tenía mucha experiencia con los ritmos caribeños, tuvo que prepararse a conciencia hasta que encontró un estilo de baile propio, tal vez un poco más frío que el resto de las demás. Por tal motivo, a ella se le conoció como "la rumbera mexicana".

(Tomado de: Fuentes, Olivier - Muy interesante Data. Datos curiosos del cine. Cine mexicano . Editorial Gyl Televisa, S.A. de C.V., México, 2019)

jueves, 3 de noviembre de 2022

Selección Nacional; Uruguay, una epopeya: El Mundial de 1930

 


El año de 1930 fue difícil para México. La lucha de poderes dentro de la Federación se hacía notar mientras nuestro país se preparaba para acudir, por invitación del embajador uruguayo, a la primera Copa del Mundo, que se iba a celebrar en Montevideo del 13 al 30 de julio de ese mismo año. Ante los malos resultados arrojados en la Olimpiada de Amsterdam, con aquel decepcionante 7-1 en contra y con la nula aceptación del futbol nacional, se optó por llamar a un seleccionador que decía conocer a la perfección las nuevas tácticas empleadas en Europa y en América del Sur y, ante todo, se decía motivador de jugadores. Su nombre: Juan Luqué de Serrallonga, un andaluz radicado desde hacía tiempo en nuestro país y que dirigía uno de los equipos de mayor renombre de la época, el Germania.

El cuadro mexicano que viajaría a Montevideo fue elegido por dos hombres pertenecientes a la FMF: Jesús Salgado, presidente del Atlante, y Luis Andrade Pradillo, representante del América. En aquellos años el seleccionador tenía poca o nula injerencia en la selección de los jugadores. Los convocados a esta primer experiencia mundialista fueron: Isidoro Sota y Óscar "Yori" Bonfiglio; "Récord", Manuel "Chaquetas" Rosas y Francisco Garza Gutiérrez; Felipe Rosas "El Diente", Alfredo Sánchez "El Viejo", Raimundo "El Mapache" Rodríguez y Efraín Amezcua; Hilario "El Moco" López, Roberto "La Pulga" Gayón, Dionisio "Nicho" Mejía, "El Trompito" Carreño, Luis "Pichojos" Pérez, José "Pepe" Ruiz, Felipe "La Marrana" Olivares y Jesús "El Chiquilín" Castro. Además, como primer árbitro internacional mexicano viajó Gaspar Vallejo. El jefe de la delegación encargado del hospedaje y los viáticos fue Ernesto Sota García, quien actuó como jugador en Amsterdam.

El viaje fue largo: partieron el 2 de junio rumbo a Veracruz, donde abordaron al día siguiente un vapor que los trasladó a Nueva York. Ahí tuvieron la oportunidad de adquirir balones ingleses de excelente calidad y de entrenar con un equipo local. Viajaron en barco a Sudamérica días después. Fue una travesía de 26 días, durante los cuales practicaron calistenia, brincaron la cuerda y trotaron por el barco. El balón fue tocado pocas veces, pues corría el peligro de salirse por la borda, por lo que se amarró uno al mástil y los jugadores intentaban cabecearlo o, alzando la pierna, puntearlo hacia arriba.

Llegaron a Río de Janeiro y realizaron prácticas durante dos días. Una vez en Montevideo, se hospedaron en Villa Lezica, un lugar alejado de los pecados mundanos en donde Luqué de Serrallonga creyó proteger a sus inquietos jugadores.

El día 13 de julio México tuvo la suerte de inaugurar el primer Campeonato Mundial. El partido se desarrolló en el Estadio Pocitos del Club Peñarol ante seis mil espectadores, porque el Estadio Centenario no estaba terminado aún. En el palco de honor se encontraba Jules Rimet, presidente de FIFA.

El resultado del partido fue un contundente 4-1 en favor de Francia. Los mexicanos, según las crónicas, salieron un tanto desconcertados y asustadizos. El segundo juego fue contra Chile el 16 de julio en el Parque Central, casa del Nacional, ante 12 mil aficionados. México cayó de nueva cuenta al son de tres goles a cero. El último encuentro disputado por los nuestros fue ante Argentina, a la postre subcampeón, y fue el mejor jugado, a pesar del 6-3 en contra. Este partido sí se llevó a cabo en el famoso estadio del Centenario el 19 de julio a las tres de la tarde, con asistencia de 60 mil personas.

En total, se anotaron cuatro goles y se recibieron 13. Juan "Trompito" Carreño, Manuel Rosas (dos veces) y Roberto "La Pulga" Gayón fueron los anotadores mexicanos. El seleccionado nacional concluía así su primera gesta mundialista y regresaba a tierra azteca ante la decepción de los aficionados, que esperaban más de su representativo. La serie de las enseñanzas proseguía.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)