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jueves, 3 de noviembre de 2022

Selección Nacional; Uruguay, una epopeya: El Mundial de 1930

 


El año de 1930 fue difícil para México. La lucha de poderes dentro de la Federación se hacía notar mientras nuestro país se preparaba para acudir, por invitación del embajador uruguayo, a la primera Copa del Mundo, que se iba a celebrar en Montevideo del 13 al 30 de julio de ese mismo año. Ante los malos resultados arrojados en la Olimpiada de Amsterdam, con aquel decepcionante 7-1 en contra y con la nula aceptación del futbol nacional, se optó por llamar a un seleccionador que decía conocer a la perfección las nuevas tácticas empleadas en Europa y en América del Sur y, ante todo, se decía motivador de jugadores. Su nombre: Juan Luqué de Serrallonga, un andaluz radicado desde hacía tiempo en nuestro país y que dirigía uno de los equipos de mayor renombre de la época, el Germania.

El cuadro mexicano que viajaría a Montevideo fue elegido por dos hombres pertenecientes a la FMF: Jesús Salgado, presidente del Atlante, y Luis Andrade Pradillo, representante del América. En aquellos años el seleccionador tenía poca o nula injerencia en la selección de los jugadores. Los convocados a esta primer experiencia mundialista fueron: Isidoro Sota y Óscar "Yori" Bonfiglio; "Récord", Manuel "Chaquetas" Rosas y Francisco Garza Gutiérrez; Felipe Rosas "El Diente", Alfredo Sánchez "El Viejo", Raimundo "El Mapache" Rodríguez y Efraín Amezcua; Hilario "El Moco" López, Roberto "La Pulga" Gayón, Dionisio "Nicho" Mejía, "El Trompito" Carreño, Luis "Pichojos" Pérez, José "Pepe" Ruiz, Felipe "La Marrana" Olivares y Jesús "El Chiquilín" Castro. Además, como primer árbitro internacional mexicano viajó Gaspar Vallejo. El jefe de la delegación encargado del hospedaje y los viáticos fue Ernesto Sota García, quien actuó como jugador en Amsterdam.

El viaje fue largo: partieron el 2 de junio rumbo a Veracruz, donde abordaron al día siguiente un vapor que los trasladó a Nueva York. Ahí tuvieron la oportunidad de adquirir balones ingleses de excelente calidad y de entrenar con un equipo local. Viajaron en barco a Sudamérica días después. Fue una travesía de 26 días, durante los cuales practicaron calistenia, brincaron la cuerda y trotaron por el barco. El balón fue tocado pocas veces, pues corría el peligro de salirse por la borda, por lo que se amarró uno al mástil y los jugadores intentaban cabecearlo o, alzando la pierna, puntearlo hacia arriba.

Llegaron a Río de Janeiro y realizaron prácticas durante dos días. Una vez en Montevideo, se hospedaron en Villa Lezica, un lugar alejado de los pecados mundanos en donde Luqué de Serrallonga creyó proteger a sus inquietos jugadores.

El día 13 de julio México tuvo la suerte de inaugurar el primer Campeonato Mundial. El partido se desarrolló en el Estadio Pocitos del Club Peñarol ante seis mil espectadores, porque el Estadio Centenario no estaba terminado aún. En el palco de honor se encontraba Jules Rimet, presidente de FIFA.

El resultado del partido fue un contundente 4-1 en favor de Francia. Los mexicanos, según las crónicas, salieron un tanto desconcertados y asustadizos. El segundo juego fue contra Chile el 16 de julio en el Parque Central, casa del Nacional, ante 12 mil aficionados. México cayó de nueva cuenta al son de tres goles a cero. El último encuentro disputado por los nuestros fue ante Argentina, a la postre subcampeón, y fue el mejor jugado, a pesar del 6-3 en contra. Este partido sí se llevó a cabo en el famoso estadio del Centenario el 19 de julio a las tres de la tarde, con asistencia de 60 mil personas.

En total, se anotaron cuatro goles y se recibieron 13. Juan "Trompito" Carreño, Manuel Rosas (dos veces) y Roberto "La Pulga" Gayón fueron los anotadores mexicanos. El seleccionado nacional concluía así su primera gesta mundialista y regresaba a tierra azteca ante la decepción de los aficionados, que esperaban más de su representativo. La serie de las enseñanzas proseguía.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

lunes, 24 de octubre de 2022

Selección Nacional, el primer uniforme, 1923-1956

 


En 1923 se convocó a la primera Selección Nacional Mexicana. En esa ocasión también se llevó a cabo la tarea de escogerle un uniforme.

Jesús Salgado, uno de los máximos dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol, acordó reunirse con José Martínez Ceballos, quien fungía como asesor y delegado del Comité Olímpico, para hablar sobre los uniformes que las delegaciones mexicanas llevarían a los Juegos de 1924. De esta plática salió en claro que no era habitual utilizar los colores de la bandera, por lo que Salgado, ya reunido en el campo del club España, decidió junto con Rafael Garza "Récord", capitán de la Selección, que utilizarían un uniforme color rojo subido, casi guinda, con un tono blanco en el filo del cuello y en la agujeta agujeta que cerraba la camiseta a la altura del pecho. El pantaloncillo sería completamente negro y las calcetas, las que cada quien tuviera, aunque se les recomendó a los jugadores que fueran oscuras.

Para la Olimpiada de Amsterdam 1928, las variantes serían mínimas, solamente cambiarían el pantalón por uno blanco. Cuando se jugó el primer Mundial en Uruguay, dos años después, se agregó por primera vez el escudo nacional a la camiseta y el pantaloncillo se tornó azul marino.

En 1934 se acordó, por iniciativa de "Récord", darle una variante al uniforme durante los enfrentamientos que sostendrían contra Cuba en las eliminatorias rumbo al Mundial de Italia. La camiseta en esta ocasión fue blanca, con el escudo centrado, el pantaloncillo oscuro y las calcetas rojas, pero con dos franjas blancas blancas horizontales en la parte alta. Para el partido en Roma contra los Estados Unidos, en el que la escuadra mexicana quedaría descalificada, se regresó a la camiseta guinda y el pantalón negro.

En los años siguientes hubo pocas variantes: la camiseta guinda con agujeta en el pecho era la oficial, y solamente se mostraban cambios en el pantaloncillo, que llegó a ser negro, blanco o azul. Para 1938, la agujeta desaparece y el cuello se vuelve redondo; y hacia 1947, ya con la nueva moda del sexenio alemanista, se utiliza durante el primer Campeonato Norteamericano de Futbol una camisa con los botones al frente y cuello de solapa, que los hacia parecer burócratas más futbolistas.

Las críticas al uniforme fueron fuertes y para las siguientes confrontaciones en 1949 y en los Mundiales de 1950 y 1954, se adopta el cuello en "V", con una tela de algodón más gruesa y un pantalón negro o azul marino más corto; las calcetas también negras o azules, llevaban una franja guinda gruesa en la parte superior.

Sería hasta 1956, durante los Juegos Panamericanos, cuando México desecharía definitivamente el guinda como color oficial (aunque lo seguiría utilizando en ocasiones) y daría un giro definitivo al uniforme, haciéndolo más llamativo, más nacional.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)


lunes, 17 de octubre de 2022

Selección Nacional; Y salimos al mundo; Amsterdam 1928

 


México había sorteado con éxito su primera aventura como selección. Los dos triunfos y el empate ante Guatemala eran tan sólo el primer paso; el siguiente peldaño era la salida al mundo para mostrar en otras partes de qué estaba hecho el futbolista mexicano.

En 1927 llegaron a nuestro país grandes equipos internacionales como el Colo-Colo de Chile, el Nacional de Montevideo (que era en realidad la Selección Uuguaya ganadora de la Olimpiada de 1924) y el Real Madrid de España, tres potencias mundiales. Aun cuando las goleadas a los conjuntos locales fueron estrepitosas, algo verían los directivos mexicanos que decidieron inscribir a nuestro país en la Olimpiada de Amsterdam 1928.

Nuevamente, como ocurrió en 1923, la mayoría de los integrantes de la Selección Mexicana provenían del club América, que estaba consagrado como el mejor equipo de la capital. Los convocados fueron: Nacho de la Garza y Óscar Bonfiglio; Emmanuel "Caballo" Guevara, Rafael Garza Gutiérrez "Récord"; Agustín Ojeda y Hesiquio Cerrilla; Nieves Hernández Pedro Suinaga, Luis "Oso" Cerrilla y Fernando Rojas, "Patadura"; Juan Terrazas, Juan"El Trompito" Carreño, Ernesto Sota, Adeodato López, Benito Contreras, Carlos Garcés y Dionisio"Nicho" Mejía. Como delegado de la Federación Mexicana de Futbol iba Jesús Salgado, uno de los directivos más importantes de aquella época, y como entrenador, el preparador físico Alfonso Rojo de la Vega, aunque todos sabían que el verdadero entrenador era "Récord". 

El viaje a Holanda fue muy accidentado. Se partió en ferrocarril y en barco rumbo a los Estados Unidos; una vez en Nueva York, se abordó el vapor Majestic. El recorrí duró casi un mes y se prohibió entrenar en el barco, por lo que cuando arribaron a Amsterdam, los jugadores estaban totalmente fuera de forma.

La Selección Mexicana tenía que enfrentar en el estadio Oude a la mítica España, la llamada "Furia Roja". El ganador del encuentro pasaría directamente a cuartos de final y el perdedor quedaría eliminado de la Olimpiada. La delantera española, comandada por el gran corzo Luis Regueiro (quien después jugaría y radicaría en México) era un verdadero trabuco. Corría el minuto 36 y nuestro país ya se encontraba en la lona por las tres anotaciones de Regueiro, "Kiriki" y Marculeta. Para el segundo tiempo,  la Selección Mexicana salió con ánimos, pero ante los embates ibéricos, no le quedaba más que defender. Con goles de Yermo Regueiro y Mariscal, España se puso adelante 6-0.

En un tiro de esquina, a nueve minutos del final del encuentro, México por fin logra el tanto del honor: Carlos Garcés cobra el tiro y el guardameta Jáuregui lo rechaza en corto para que lo tome Sota, quien dispara sobre el marco. Nuevamente Jáuregui rechaza, pero "El Trompito" Carreño para de pierna derecha y saca un obús tremendo para batir a los españoles. El gol fue celebrado como si se hubiera conseguido la medalla de oro. Minutos después, Yermo anotaría de nueva cuenta para poner el 7-1 definitivo.

El 5 de junio se perdió por 3-1 un partido de consolación frente a Chile. Antes de regresar al continente americano, la Selección emprendió su primera gira de 12 partidos amistosos contra cuadros de Holanda, Bélgica, Suiza y Alemania. Hubo derrotas y empates, pero también dos triunfos: 2-1 contra el Utrech V.V. de Holanda y 3-2 contra el Urmanía de Alemania.  México concluía así su primera incursión al mundo futbolístico. El aprendizaje apenas empezaba.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - La Selección Nacional. I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

lunes, 10 de octubre de 2022

Selección Nacional; primera experiencia 1923


(Club América en la cancha, 1925)

Hacia 1923, el futbol en México era practicado comúnmente por equipos conformados en las colonias extranjeras residentes en nuestro país. Había, sin embargo, un club en la capital cuyos integrantes eran mexicanos: el América. Su juego dinámico y de estilo definido llamó la atención de Juan de Dios Bojórquez, embajador de México en Guatemala. Invitado a aquel país a finales de 1922, el América fue la primera representación del futbol mexicano en el extranjero.

En 1923 México decide devolver la invitación al país centroamericano para que conforme una selección que venga a disputar una serie de tres partidos en contra de un representativo nacional. Las fechas marcadas para tal encuentro fueron el 9, 12 y 16 de diciembre de ese mismo año.

Con gran entusiasmo, se decidió formar en México, por primera vez en la historia, un conjunto que sería llamado Selección Nacional. Se nombró como entrenador al siempre polifacético Rafael Garza Gutiérrez "Récord", hombre clave en aquel América de los años veinte, quien sería auxiliado en la banca por Adolfo Frías. Cabe hacer mención de que aunque al representativo se le llamaría nacional, en realidad lo que hoy conocemos como Primera División comprendía solamente el Distrito Federal, en donde actuaban el España, Asturias, Aurrerá, Germania, América México y el recién aparecido Necaxa. El llamado se hizo una semana antes de la competencia para que todos los jugadores pudieran tocar el balón y decidieran qué uniforme se utilizaría para la ocasión. Los 14 convocados en el Parque España de Paseo de la Reforma fueron: Nacho de la Garza; Rafael Garza Gutiérrez "Récord" y Pedro "Perico" Legorreta; Manuel "Güero" Yáñez; Enrique "La Matona" Esquivel, Agustín Ojeda y Roberto Jardón; Carlos Garcés, Horacio Ortiz, Adeodato López, Mauro Guadarrama, "La Venada" Alatorre, Cornelio Cuevas y Alfredo "Fofo" García Besné.

Guatemala viajó con 13 jugadores para encarar estos encuentros amistosos: Luis Cruz Bolaños y Horacio Magnall; Adán Boza, F. Meza y Victorio Granai; David Barrios, Roberto Figueredo y León Arango; Santos Carrera, Alfredo Zúñiga, Enrique Álvarez, Lisandro Bocaletti y Rafael Villacorta.

Los tres partidos fueron emocionantes y la asistencia a los mismos fue buena.

Nuestro seleccionado ganó el primer partido por dos a uno. El honor de anotar el primer gol como seleccionado correspondió a Mauro Guadarrama al minuto 42 del primer tiempo.

El árbitro para este encuentro fue el magnífico silbante Enrique Gavaldá, que realizó una atinada labor. El segundo partido también fue dominado con un 2-0 y el último encuentro, con un Guatemala más ofensivo, terminó con empate a tres goles. Por primera vez en las tribunas retumbó el grito de México, México. La Selección, por fin, había nacido.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Selección Nacional I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

jueves, 11 de julio de 2019

El estilo del futbol mexicano


Hacia febrero de 1961, un jovencito de apenas 20 años, llegó con el poderoso Santos de Brasil para jugar en México uno de aquellos Torneos Pentagonales que desbordaron con la calidad de sus exponentes las canchas aztecas. El nombre de aquel muchacho negro, que había saltado hasta la cima de la admiración universal tras su actuación en el Mundial de Suecia, importaba menos que la magia de su corto apodo: "Pelé'.
Un reportero de El Nacional lo abordó para averiguar qué pensaba del fútbol mexicano: "Me ha impresionado -dijo cortésmente Pelé- su sentido para llevar el balón hasta el área, como lo hacen en pocos países, pero desgraciadamente -cosa que no sólo digo yo, sino que he escuchado en muchas partes- carecen de efectividad."
¿De dónde vengo, quién soy, hacia dónde voy? ¿Quién es mi padre, quién es mi madre? ¿Es esta mi cara, o mi máscara? Lo que Octavio Paz dijo de la cultura nacional en El laberinto de la soledad, lo ha dicho Manuel Seyde del futbol mexicano en La fiesta del alarido: el futbol nacional, como la cultura misma de nuestro país, autocelebratoria en sus ínfimos triunfos y autodestructiva tras sus más comunes decepciones, ha estado siempre pendiente de todos los espejos y atenazada por sus inseguridades. A la espera de que, por fin, la certidumbre de lo que se es despeje la falacia de tantas imágenes contradictorias.
Dividida nuestra admiración entre el glamour sudamericano, con su gambeta y su alta densidad creativa, y la frontalidad, precisión y rapidez de los europeos, los mexicanos se preguntaron en muchas ocasiones cuál era el estilo futbolístico de la tierra azteca.
En los comentarios, artículos y narraciones de los años cincuenta y sesenta los datos sobresalientes son: un juego relativamente ordenado, de pases cortos y al pie, pero falto de imaginación para destroncar a las defensas rivales, y de profundidad en sus avances, todo coronado con una increíble habilidad para fallar ante la meta enemiga.
El gran técnico argentino Guillermo Stábile, al observar asombrado el partido que México perdió ante Perú por 2-0 en el II Campeonato Panamericano de 1956, dijo: "¡Pero, che!... han dominado todo el tiempo y han realizado las jugadas más peligrosas, y van perdiendo… México debería ir ganando dos goles arriba cuando menos." Al finalizar el partido, volvió a comentar: "Es la derrota más injusta que he visto. Perú no ganó; México perdió."
Un cronista deportivo definió lo que por mucho tiempo había sido la esencia del futbolista mexicano, con este encabezado a un reportaje sobre Pedro Nájera en 1963: "PEDRO NAJERA, EL SIETE PULMONES. SUS CUALIDADES: LE QUITA LA PELOTA AL MISMÍSIMO PELÉ. SU DEFECTO… LUEGO DE QUITÁRSELA A PELÉ, ¡SE LA ENTREGA A COUTINHO!"


(Tomado de: Sotelo, Greco - Crónica del futbol mexicano: el oficio de las canchas (1950-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)

lunes, 3 de junio de 2019

Las derrotas corteses

Hacia los meses finales de 1949 y los primeros de 1950, la leyenda viviente del fútbol mexicano, Rafael Garza, “Récord”, y el incipiente entrenador Octavio Vial, se reunieron con frecuencia y trataron de desactivar la tremenda bomba que el destino les había deparado.

“Récord” era técnico del cuadro crema, y era tal su fama que de pronto se vio preso del mayor tormento: ser el entrenador de la selección nacional. “La Pulga” Vial lo sustituyó en la dirección del América, y fungió como su asistente en la selección, que ya pensaba en la próxima Copa del Mundo en Brasil [1950]. Hacia la Navidad de 1949, la selección que “Récord” había armado en sus ratos libres fue goleada en España por el Real Madrid (7-1) y el Atlético de Bilbao (6-3). La crítica no se hizo esperar, y el apesadumbrado “Récord” tuvo que delegar el cargo en Vial.

Sin embargo, cuando la selección de Vial fue derrotada, días antes del Mundial, por el Botafogo y éste a su vez por un improvisado Combinado Tapatío, el diario El Nacional dictaminó: “Nuestra selección perdió y no debe ir a Brasil. Nada más van a poner en ridículo el nombre de México.” así las cosas, una selección nacional con escasos 15 días de preparación partió a hacerle frente al mejor equipo del momento, en la inauguración del estadio más grande del mundo.

El 24 de junio de 1950, ante las tribunas inacabables del Maracaná, disputando el primer partido de Copa del Mundo tras su interrupción en 1938, México no estuvo a la altura del compromiso. Ante un sistema ultradefensivo que apenas dejaba aire suficiente para respirar al portero Carbajal, Brasil, caminando, aplastó 4-0 a un equipo de profesionales a la mexicana.

El 28 de junio, en Porto Alegre, Yugoslavia planchó otra vez las camisas nacionales al ritmo de 4-1, el gol mexicano a cargo de Héctor Ortiz. Y el 2 de julio, en su despedida del Mundial carioca, México cayó vencido ante los suizos por 2-1, con el solitario tanto anotado por el veterano Casarín.

En aquel último partido ocurrió un detalle interesante. Al confundirse la casaca nacional suiza con la mexicana que se usaba entonces -de un rojo tirando a guinda- se decidió echar mano del clásico volado para resolver el problema. Esa fue la única victoria mexicana en el Mundial de Brasil: Suiza debía cambiar de uniforme. Pero no. La tradicional cortesía mexicana dijo que “de ninguna manera, no faltaba más, pase usted primero”... y los seleccionados nacionales jugaron con el uniforme de pantalón oscuro y camiseta a rayas azules del Gremio de Porto Alegre. México había perdido sin tocar el balón.

(Tomado de: Sotelo, Greco - Crónica del futbol mexicano: el oficio de las canchas (1950-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1998)