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viernes, 20 de diciembre de 2024

Telenovelas VIII Un camino inexplorado: el humor negro



Un camino inexplorado: el humor negro 


En 1963 Ernesto Alonso reunió a tres "monstruos sagrados" del teatro nacional: las españolas Amparo Rivelles y Ofelia Guilmáin, y la cubana Carmen Montejo, para interpretar los papeles principales de una telenovela escrita especialmente para ellas por el talentoso dramaturgo Hugo Argüelles, Doña Macabra. Hacía su aparición un género inexplorado hasta entonces por la telenovela: el humor negro. La historia fue un éxito absoluto: dos ancianas medio brujas son asediadas por un ambicioso pariente político convencido de que ellas esconden en su casa un tesoro. Las tres actrices estuvieron soberbias en sus papeles,  acompañadas por dos excelentes primeros actores: Enrique Rambal y Narciso Busquets, con la muy ágil dirección del propio Alonso. 

Con esta telenovela empezó la grabación en "locaciones": se grababa en el exterior para "darle aire" a la producción (y a veces también para ahorrarse algunos pesos de escenografía). En aquellos tiempos heroicos la grabación en locaciones era algo digno de verse: los gigantescos camiones llamados "unidades de control remoto" llevaban en sus entrañas las máquinas de videotape y ocupaban una cuadra entera junto con el camión de la planta de energía, el camión de maquillaje, el de vestuario y el cámper que hacía las veces de camerino y vestidor de los actores. Era un desfile circense que partía de Televicentro entre los aplausos y la admiración de los curiosos. Por otra parte, el personal de estas unidades estaba capacitado para filmar con sus cámaras partidos de fútbol, pero no las sutilezas de una telenovela, de modo que el director se les veía negras para hacerles entender que lo que iban a filmar no se parecía a un tiro a gol sino a una escena de amor. Con todo, gustó mucho ver a los actores caminando por calles verdaderas. 

Hugo Argüelles volvió a incursionar en la telenovela y en 1964 presentó, también para Ernesto Alonso y la Rivelles, La mujer dorada, uno de los fracasos más sonados del medio por lo audaz de su argumento: en un circo se exhibe casi desnuda a una bella mujer que tiene la piel dorada, como de angelito barroco; sus amigos son el enano, la mujer gorda, los siameses, la mujer barbuda. Este desfile monstruoso desagradó a los ejecutivos de Telesistema, quienes ordenaron el corte repentino de la telenovela en el capítulo 40, sin remate ni explicación. Al día siguiente, en su horario se pasaba un documental sobre la pesca de atún en Alaska.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)

lunes, 25 de abril de 2022

José Peón Contreras

 


El poeta doctor José Peón Contreras (1843-1907)

Nació en Mérida en 1843 y murió en la ciudad de México en 1907; formó parte de la generación de poetas románticos del siglo XIX, tales como Eligio Ancona, Juanes, Irigoyen Lara, Santamaría, Ramón Aldana, Peniche Moreno Cantón, Rita Cetina Gutiérrez, Julia Feblesu, etc. Todos ellos contribuyeron con sus mejores letras a las canciones de esos años iniciando así una larga y provechosa tradición. Peón Contreras fue, además de poeta, notable comediógrafo, médico y politico. Como letrista colaboró con el legendario trovador "Chan Cil" [Cirilo Baqueiro], dejando una herencia de poemas en los que abrevaron los mejores cantilenistas y trovadores del momento.

Entre sus letras más conocidas, todas ellas musicalizadas por "Chan Cil", hay que mencionar: A María, La mestiza, Adiós, Azucena, Vuelvo a ti y Despedida. Como dato curioso, Peón Contreras escribió una poesía jocosa que estuvo de moda en Yucatán allá por 1900, se llamó La chinche y la pulga, y comenzaba así:

La chinche y la pulga

se quieren casar

no hacen la boda

por falta de pan.


(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)





miércoles, 26 de agosto de 2020

Rafael Delgado


Nació en Córdoba y murió en Orizaba, ambas en Veracruz (1853-1914). Estudió en el Colegio Nacional de Orizaba. Allí mismo enseñó historia, geografía y literatura (1875). Fue profesor de lengua castellana en el Colegio Preparatorio de Jalapa (1901), rector del Colegio Preparatorio de Orizaba (1909) y director general de Educación del Estado de Jalisco (1911). Miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua (desde 1906), colaboró en las publicaciones periódicas de su época (Boletín de la Sociedad Literaria Sánchez Oropeza, El Censor, El Reproductor, El País, La Revista Moderna y El Cosmopolita) y escribió dramas: La caja de dulces (1878), El caso de conciencia (1880) y Antes de la boda (1885); cuentos: La chachalaca, El lechero y La Gata, entre otros; y novelas: La calandria (en la Revista Nacional de Artes y Ciencias, 1890), Angelina (en El Universal Ilustrado, 1901), Los parientes ricos e Historia vulgar (1904).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

miércoles, 22 de abril de 2020

Juan Ruiz de Alarcón


Nacido, según unos, en el Real de Minas de Tasco, y, según otros, en la ciudad de México, con anterioridad a 1581, D. JUAN RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA pertenecía a antigua y acomodada familia. Tal vez protegido por el primer Virrey, el abuelo del poeta, D. Hernando de Alarcón, había venido a establecerse en la Nueva España. Era, además, el futuro autor dramático, de claro linaje: por su padre, D. Pedro Ruiz de Alarcón, descendía de una familia de Cuenca ennoblecida en el siglo XII; pero por su madre, doña Leonor de Mendoza, era de todavía más ilustre ascendencia: la de la casa de los Mendozas, que dio a Castilla su primer Almirante y a México su primer Virrey, y en la que figuraron nombres tan señalados en las letras como el Canciller López de Ayala, el Marqués de Santillana, ambos Manriques, Garcilaso de la Vega y Hurtado de Mendoza.
Plácidos y tranquilos han de haber corrido los años de su infancia. Presumible es que su familia gozara de mediana cuando no holgada posición económica: su padre era minero del Real de Tasco; la social túvola excelente. Destinado a la carrera de las letras, hacia 1594 ingresó en la Universidad de México, donde hizo los estudios de Artes y casi todos los de Cánones.Encontrábase a la sazón nuestra Universidad -si hemos de juzgar por los encomios de Cervantes de Salazar- en el apogeo de su esplendor juvenil; pero, ello no obstante, grande atracción ejercían en los estudiantes mozos de la Nueva España los emporios universitarios de la Península. Sea por ésta u otra causa, el joven Alarcón fue enviado a España en 1600.
A mediados de agosto de aquel año encontrábase ya en Sevilla. Ha de haber salido en seguida para Salamanca, en cuya Universidad, dos meses después, el 25 de octubre, obtenía el bachillerato en Cánones. Gradúase alli mismo de bachiller en Leyes el 3 de diciembre de 1602. Para auxiliarlo en sus estudios, un pariente suyo de Sevilla, Gaspar Ruiz de Montoya, le fija una pensión anual de 1650 reales; dato éste que mueve a creer que quizá por aquel tiempo la familia de Alarcón se habría empobrecido o arruinado. Y en tal convicción nos afirma el hecho de que el poeta súbitamente corta la carrera, abandona a Salamanca, márchase a Sevilla, y allí, para atender a su subsistencia, aparece en 1606 ejerciendo, aunque sin título, la abogacía. En situación tan poco lucida, posiblemente difícil, acaso angustiosa, natural es que pensara en el retorno a su patria. En México vivían aún sus padres y su hermano Pedro. México ofrecía tal vez al estudiante "destripado" de Salamanca mejores perspectivas: la esperanza de continuar y concluir la interrumpida carrera; la probabilidad de asegurar, con la ayuda de personas de valimiento, algún puesto.
El retorno a Indias parece que fue su idea predominante. Escaso andaba de recursos; pero no faltó quien le amparase: un vecino de Jerez de la Frontera, al morir en 1607, le deja un legado de 400 reales para ayuda del viaje. Magra es la suma; otras de seguro no vinieron a redondearla. De ahí que se las ingenie el poeta para emprender la travesía como criado de Fr. Pedro Godínez Maldonado, obispo de Nueva Cáceres, en Filipinas, que salía aquel mismo año en la flota de Nueva España. Demanda, de la Casa de Contratación, para ese efecto, la licencia respectiva; pero el proyectado viaje fracasa, debido a que la flota es de pronto destinada a la persecución de los piratas holandeses. No por esto desmaya Alarcón; está resuelto a partir, y partirá. Al año siguiente -1608-, en abril, pide otra vez licencia a la Casa de Contratación para hacerse a la mar, y no ya él solo, como fuera de suponer, sino con sus tres criados. Menos que dudoso era que los tuviese quien se ganaba la pitanza ejerciendo de "tinterillo", como acá decimos;pero júzguese que tan aparentemente rumboso arbitrio no llevaba otro propósito, por parte de Alarcón, que el de negociar las licencias sobrantes para allegarse mayores recursos.
Por fin realiza su sueño; el 12 de junio de 1608, y formando probablemente parte del séquito de Fr. García Guerra, Arzobispo de México, sale en la flota de D. Lope Díez de Aux Almendáriz. Lo acompaña un individuo secretario, y en la misma flota viaja Mateo Alemán, el ilustre autor de El pícaro Guzmán de Alfarache. Dos meses después contempla las playas del país nativo: la flota arriba a San Juan de Ulúa el 19 de agosto. Por el camino de Tlaxcala, con Fr. García Guerra, dado que haya figurado en su séquito, se dirige Alarcón a México. Aquí ha de haber encontrado, tal vez intacto, quizá mermado -y de seguro empobrecido- el hogar que dejó. Con su llegada coincide un gran acontecimiento: la inauguración de las obras del desagüe del Valle de México, por el Virrey D. Luis de Velasco, a quien acompañaba el recién venido Arzobispo, el 17 de septiembre de 1608.
¿Qué hizo D. Juan Ruiz de Alarcón de vuelta en su tierra? La verdad es que las ilusiones que posiblemente se había forjado, se realizaron en muy pequeña parte, y, en mucha mayor, se desvanecieron.
Gradúase de Licenciado en Leyes por la Universidad de México el 21 de febrero de 1609. No alcanza, sin embargo, a doctorarse, a pesar de que, vista su pobreza, se le dispensa la pompa para obtener el grado. Escribe el vejamen o sátira académica al doctorarse su amigo Bricián Díez Cruzate. De 1609 a 1613 se opone sucesivamente a las cátedras de Instituta, Decreto y Código; pero no consigue ninguna. Si malaventurado en estos lances universitarios, no le va mejor en sus pretensiones a cargos públicos. Su deformidad física dista de recomendarle para ellos. Lo más a que llega es a prestar sus servicios como abogado de la Real Audiencia de México.
Por bien de las letras y por la gloria del dramaturgo debemos celebrar estos continuados descalabros. ¿Qué hubiera sido de la carrera literaria de Alarcón si se queda en la Nueva España? ¡Gracias le sean dadas a los próceres que lo desampararon; gracias también a la muy insigne Universidad que no lo acogió! Muerto desde 1612 Fr. García Guerra -su protector por lo visto no sobrado diligente-; fallidas sus esperanzas burocráticas a la sombra del Virreinato, y acaso -¿por qué no suponerlo ya que entonces tenía escritas algunas de sus comedias?- deseoso de probar la fama literaria que le facilitaría hallar mejor acomodo en la Corte, a España decidió volverse, como en efecto lo hizo, saliendo de México en los últimos días de mayo de 1613. A fines de este mismo año ha de haber llegado a Madrid. Documentalmente consta que en Sevilla se encontraba en 1615.
Entonces da comienzo su vida literaria, vida de ruda lucha, activa, batalladora y a la par hosca y amarga, que consume los mejores años de su existencia, hasta que la silueta del dramaturgo, alejado al fin de las musas, se esfuma en el fondo grisáceo de la quietud funcionaresca.
Grande fue su genio, cuando, siendo en realidad un extranjero, habiendo escrito tan poco, en comparación con sus émulos, logró imponerse como personalidad original en aquel mundo de los corrales madrileños, dinámico, arrollador, cambiante, señoreado por el inmenso Lope de Vega.
Nadie tan combatido como Alarcón; nadie tan burlado y vilipendiado. La flor y nata de los ingenios en aquel maravilloso momento del Siglo de Oro hizo armas -harto innoblemente, por cierto- en su contra. Motejábasele, ante todo, por su deformidad física: era corcovado de pecho y espalda, barbitaheño y probablemente, moreno de color. Por lo cual lo zahieren a porfía Góngora, Quevedo, Lope, Tirso, Vélez de Guevara, Salas Barbadillo, Antonio de Mendoza, Montalván Suárez de de Figueroa... Quién le llama "zambo de los poetas", "Don Talegas" o "Don Cohombro"; quién asegura que "tiene, para rodar, una bola en cada lado"; quién lo compara con el enano Soplillo. Se le encarnece considerándolo "hombre en embrión", "baúl-poeta" o "señor bola matriz". Y es célebre la quintilla del regidor Juan Fernández:
Tanto de corcova atrás
y adelante, Alarcón, tienes
que saber es por demás
de dónde te corco-vienes
o a dónde te corco-vas.
Pero, dignamente, moldeando en serenidad su amargura, el poeta responde tales befas por boca de uno de sus personajes en Las paredes oyen:


En el hombre no has de ver
la hermosura o gentileza:
su hermosura es la nobleza;
su gentileza, el saber.
También inclinaban a chacota sus pretensiones aristocráticas, tan características y comunes en los criollos de la Nueva España.Ya hemos visto que era de noble prosapia; pero los escritores de la Península no transigían con que él se empeñase en anteponer a su nombre el "don" de que ahora todo el mundo usa. "Amaneció hecho un don..." -escribe Suárez de Figueroa-. "Los apellidos de D. Juan crecen como hongos... -léese en una censura atribuida a Quevedo-... Yo aseguro que tiene las corcovas llenas de apellidos. Y adviértase que la D no es don, sino su medio retrato."
Y allí de Alarcón haciendo decir a uno de sus héroes en La prueba de las promesas:
Si fuera en mí tan reciente
la nobleza como el DON
diera a tu murmuración
causa y razón suficiente;
pero si sangre heredé
con que presuma y blasone
¿quién quitará que me endone
cuando la gana me dé?
¡Qué más! Hasta daba pasto a la sátira su modo de ser afable y cortés, con algo de dulzón, como de genuino americano. A las veces, sin embargo, no se detenían sus rivales y envidiosos, en la frase maligna; iban más allá: al estrenarse El Anticristo echaron aceite pestilente en las candilejas, con ánimo de interrumpir la representación. Desarrollóse ésta en medio de silbidos, sofocaciones y estornudos. Y, al final, la obra hubiera ido irremisiblemente al fracaso, a no haber sido por la intrepidez de la comedianta que hacía de protagonista. Por estos hechos, a juzgar por una carta de Góngora, se ordenó la aprehensión de Lope de Vega y de Mira de Mescua.
Quien semejantes ataques provocaba, llevaba implícita la realidad de su propio valer. Las comedias de Alarcón se imponían. Interesaron a la Reina. No tardaría el esperado favor oficial que, satisfaciendo al pretendiente, aniquilase al poeta. En 1623, con motivo de las fiestas organizadas en Madrid para celebrar los conciertos matrimoniales entre Carlos Eduardo, Príncipe de Gales, y doña María de Austria, Infanta de Castilla, el autor de La verdad sospechosa fue designado para escribir el acostumbrado Elogio descriptivo. Deseoso de congraciarse con los de arriba, apremiado por el tiempo y carente de dotes -¡Él, que tanto las necesitaba!- para el cultivo de ese género de retórica ocasional y cortesana, se allegó algunos amigos para que le ayudasen a sobrellevar tan pesada carga, tramando, con él, sendas octavas. Con lo que resultó tal y tan endiablado engendro ("poema sudado, hijo de varios padres" lo llamó Pérez de Montalbán), que llovieron sobre el autor frases hirientes y chuscas.
¡Pero algún día había de cuajar el ansiado nombramiento para este poeta que, aguardándolo, había compuesto, a guisa de entretenimiento y para edulcorar la espera, tan buenas comedias! El 17 de junio de 1626, merced a la protección del presidente del Consejo de Indias D. Ramiro Núñez Felipes de Guzmán, obtiene Alarcón el puesto de Relator interino del mismo Consejo, cargo que se le confirma en propiedad a 13 de junio de 1633. Confinado en la vida burocrática; atento a negocios mercantiles de América que algo le habían producido, y acaso, en el fondo, muy en el fondo, desencantado de la vida literaria, D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza abandonó, al menos ostensiblemente, el cultivo de las letras. Silencioso, meditativo, se ha de haber encerrado en su casa. De tiempo atrás había tenido en Doña Ángela Cervantes una hija natural que llevaba el nombre de Lorenza de Alarcón. "Hacia el fin de sus años -escribe Alfonso Reyes- vivía con cierta holgura en la calle de las Urosas; tenía coche, criados y dinero para sus amigos." Falleció en Madrid el 4 de agosto de 1639. Descansa en la parroquia de San Sebastián.
Junto a la opulencia lujuriosa del teatro de Lope de Vega, junto al de Calderón y aun al lado de Tirso, la obra dramática de Alarcón resulta escasa por el número de títulos: contando las dudosas y las escritas en colaboración no llegan a treinta y cinco las comedias del mexicano. Dos volúmenes publicó de ellas su autor: el primero en 1628, con ocho piezas; el segundo en 1634, con doce: veinte en total, a las que hay que agregar cuatro más, tenidas como rigurosamente originales y auténticas. De tales comedias, unas siguen las huellas de Lope y Tirso: El semejante a sí mismo, El desdichado en fingir, La cueva de Salamanca, La industria y la suerte. Otras son de carácter: La verdad sospechosa, Las paredes oyen, La prueba de las promesas, Mudarse por mejorarse, El examen de maridos, No hay mal que por bien no venga, Los favores del mundo. Entre las dramáticas figuran: El Anticristo, La crueldad por el honor, El tejedor de Segovia (segunda parte), Quien mal anda, mal acaba, La culpa busca la pena, y el agravio, la venganza, El dueño de las estrellas. De tipo heroico: Ganar amigos, Los pechos privilegiados, Todo es ventura, La amistad castigada. En fin, de enredo, sólo se cuenta una: Los empeños de un engaño; y de tramoya, otra: La Manguilla de Melilla.
La escasa fecundidad de Alarcón explícase en parte por los azares de su vida dificultosa. Explícase también por la hostilidad del público, a quien, en el prólogo de sus comedias, apellidaba Alarcón "bestia fiera" y, al ofrecérselas impresas le decía: "...trátalas como sueles, no como es justo, sino como es gusto, que ellas te miran con desprecio y sin temor, como las que pasaron ya el peligro de tus silbas, y ahora pueden sólo pasar el de tus rencores".
Pero lo que no sólo explica, sino justifica esta escasa fecundidad, es la naturaleza misma de dicho teatro, que dista de la improvisación y, por sus características esenciales, revela ser obra meditada, de sereno y pausado pulimento. Si empezó imitando a Lope, acabó Alarcón por crear un tipo de comedia personalísimo e inconfundible. A la par que entretener proponíase edificar y enseñar. "Orgulloso y discreto, observador  y reflexivo -observa Pedro Henríquez Ureña-, la dura experiencia social le llevó a formar un código de ética práctica cuyos preceptos reaparecen a cada paso en las comedias." Fustiga vicios: la ingratitud, la maledicencia, la mentira, la inconstancia. Exalta virtudes: la piedad, la gratitud, la lealtad. Pero tal propósito moral no se realiza directamente por medio de la prédica; va implícito en la fábula, envolviéndola, iluminándola. Fue incomparable en el arte de crear personajes, vigilando su desarrollo lógico, sin desentenderse de su condición humanísima. La minuciosidad y fuerza penetrante del análisis psicológico, corre en el parejas con la observación menuda de las costumbres. Y por lo que toca no ya al fondo, sino a la forma, a la exterioridad artística de la comedia alarconiana, son tales sus cualidades, que la hacen caso único y de excepción en literatura castellana. Tanto se preocupa el poeta de la composición, del ordenamiento arquitectónico de la obra, como del estilo. Proporción y armonía ofrecen el plan, en sus lineamientos generales, y la intriga, en su desarrollo. Sobrio por naturaleza, el autor se aparta de enredos y personajes inútiles. Corta con viveza actos y escenas. Sus diálogos son breves; concisos los monólogos. De escasos vuelos líricos, su versificación es limpia y elegante, tanto como hermosos el lenguaje por su sencillez y pureza.
Habiendo cultivado, pues, casi todos los géneros, Ruiz de Alarcón creó uno que le pertenece por legítimo e indiscutible señorío: la comedia moral y de costumbres. Teniendo por antecedente remoto al latino Terencio, con el que la crítica le señala grandes semejanzas, influyó directamente en Corneille, fue el precursor de Molière y de él procede el teatro de Moratín, por lo cual puede afirmarse que es Alarcón, así en la literatura francesa como en la española, la fuente de donde arranca la comedia moderna.
Nació el gran dramático y se educó en México; pero vivió poco más de la mitad de su vida y murió en España; en España hizo su carrera literaria y sus comedias son de asunto español. ¿Debemos considerarlo como mexicano? ¿Fue, más bien, español?
Durante mucho tiempo se creyó esto último; ahora México reivindica su derecho a considerar como suya esa gran figura universal de las letras.
La tesis del mexicanismo del insigne escritor es relativamente nueva: data de 1913, cuando, en memorable conferencia, el crítico hispanoamericano don Pedro Henríqwuez Ureña sostuvo que Alarcón "pertenece de pleno derecho a la literatura de México y representa de modo cabal el espíritu del pueblo mexicano".
En comprobación de tal aserto, obsérvese, desde luego, una característica del dramaturgo: su "singularidad" dentro del teatro español de su época. El primero en advertirla fue un contemporáneo: Montalván: "las dispone -decía- con tal novedad, ingenio y extrañeza, que no hay comedia suya que no tenga mucho qué admirar..." Aludiendo a esto mismo, Fitzmaurice-Kelly expresa "que la personalidad tan marcada del genio de Ruiz de Alarcón -la extrañeza de que habla Montalván- da lugar a que casi se le aprecie mejor en el extranjero que en España". E insistiendo en lo que él llama la "nota personal", el "equilibrio" de Alarcón, declara que estas cualidades le colocan "algo aparte de los dos o tres más eminentes autores dramáticos españoles". Basta, en efecto, leer a Alarcón, para comprenderlo así; para enterarse de que el dramaturgo era una unidad aparte entre las grandes figuras del teatro del siglo de oro.
Ahora bien: si aquél se diferenciaba de éstas, ¿ofrecía, en cambio, su arte, algunas peculiaridades que revelaran su origen mexicano? Henríquez Ureña ha señalado varias: la discreción, la sobriedad, el desarrollo pausado -no agitado ni vertiginoso- de sus comedias, que coinciden con "el sentimiento discreto, el tono velado, el matiz crepuscular" que se advierte en la poesía mexicana; así como (cualidades que derivan del modo de ser mexicano) la brevedad en la observación, lo imprevisto en la réplica, la abundancia de fórmulas epigramáticas, y por último, la cortesía. "El propósito moral y el temperamento meditativo de Alarcón iluminan con pálida luz y tiñen de gris melancólico este mundo estético, dibujado con líneas claras y firmes, más regular y más sereno que el de los dramaturgos españoles, pero sin sus riquezas de color y forma."
Pero aún hay consideraciones de otra índole que conviene examinar al respecto. Cuando Alarcón partió para España en 1600, tras de haber pasado en la tierra natal su niñez y primera juventud, y hecho buena parte de su carrera universitaria, era un espíritu formado ya; "había ya vivido -como expresa Alfonso Reyes- en un ambiente de sello inconfundible y propio de los primeros veinte años de su vida, que es cuando se labran para siempre los rasgos de toda psicología normal". Probablemente ya por entonces había iniciado su carrera literaria, escribiendo sus primeras comedias -no, es cierto, de las mejores entre las suyas, pero sí de las que acusan rasgos distintivos de su genio-. Hartzenbusch afirma, con copia de razones, que El desdichado en fingir, La culpa busca la pena, y La cueva de Salamanca, fueron escritas por los años de 1599; es decir, cuando Alarcón aún no salía de México, y cuando era aquí estudiante de la Universidad. La industria y la suerte y Quién mal anda, mal acaba datan, según el propio Hartzenbusch, de 1600 y 1602, respectivamente; por lo que habrá que considerarlas como pertenecientes a la época en que el poeta estudiaba en Salamanca, si no es que la primera de dichas comedias fue compuesta todavía en México. Ábrese luego en la tabla cronológica de Hartzenbusch un paréntesis: de 1602 a 1616, o sea el período que comprende la apurada permanencia de Alarcón en Sevilla, litigando, y el retorno a México, de 1608 a 1613. Anterior a 1616 juzga el crítico español que haya sido El semejante a sí mismo. Acaso fue escrita esta obra -y así lo admite como verosímil Menéndez y Pelayo- al volver Alarcón a su patria; pues en la primera escena refiérese a la inauguración de las obras del desagüe de esta ciudad, que tal vez presenció. Y cabe presumir que de la misma época o muy poco posterior sea La prueba de las promesas, en la que figura un personaje -el mago D. Illán- que conjeturó Fernández Guerra hubiera sido inspirado al dramaturgo por la extraña personalidad, toda ella rodeada de misterio, del sabio Enrico Martínez, autor de las susodichas obras del desagüe del Valle de México.
Sí, pues, D. Juan Ruiz de Alarcón nació, se educó y pasó su primera juventud en México; si aquí se reveló su vocación literaria y dio su arte los primeros frutos, y si, por último, este arte, así entonces como en su desarrollo ulterior mostró diferenciarse del predominante en España en la misma época, y presenta, además, características de sensibilidad, de expresión, que lo asemejan al peculiar modo de ser mexicano, es evidente que por mexicano hay que tener a Alarcón.
Ciertamente "exiguo" y "desproporcionado" para dramático de tal perfección y grandeza resulta el marco de la poesía colonial, como afirma Menéndez y Pelayo. Mas no por estar fuera del marco, deja de pertenecernos la figura. Una sociedad naciente no podía ofrecer, no ofreció -ya lo hemos visto- ambiente propicio a las letras. Nuestra poesía en el siglo XVI redujósde a balbuceos retóricos, a unos cuantos versos circunstanciales, y al perfil de un poeta arcano. En el teatro, dentro de horizontes estrechísimos, sólo tuvimos un ingenio menor: González de Eslava. Inédita en su mayor parte, durante siglos, permaneció pa obra preclara de los cronistas... ¡Y como para compensarnos de tanta y tan penosa indigencia, bien que proyectándose sobre el fondo magnífico de la España del Siglo de Oro -único que podía contenerla-, se yergue, altiva y solitaria, la gloriosa y muy mexicana figura de D. Juan Ruiz de Alarcón!

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

martes, 8 de octubre de 2019

José Tomás de Cuéllar


Nació y murió en la Ciudad de México (1830-1894). estudió en los colegios de San Gregorio, San Ildefonso y Militar de Chapultepec. Participó en la defensa de éste contra los norteamericanos en 1847), Llevó cursos de pintura en la Academia de San Carlos. A partir de 1850 escribió para el Semanario de Señoritas, La Ilustración Mexicana, El Siglo XIX, El Laberinto, El Eco del Comercio, El Federalista, El Semanario de las Familias y otros periódicos y revistas. Escribió para el teatro: Deberes y sacrificios (representada en 1855), Arte de amar, Natural y figura (sátira contra el afrancesamiento), El viejecito chacón, ¡Qué lástima de muchachos!, Azares de una venganza, Un viaje a Oriente, Redención, Cubrir las apariencias y una Pastorela. En 1869 editó en San Luis Potosí, junto con José María Flores Verdad, La Ilustración Potosina, donde aparecieron sus novelas Ensalada de pollos (primera versión) y El pecado del siglo. Fundó después, en la ciudad de México, el grupo Bohemia Literaria, y publicó, con el seudónimo de Facundo, las 6 novelas de la primera época (1871-1872) de la serie La Linterna Mágica: Ensalada de pollos (segunda versión), Historia de Chucho el Ninfo, Isolina la ex figurante, Las jamonas, Las gentes que "son así", y Gabriel el cerrajero o las hijas de mi papá. De 1872 a 1882 fue secretario de la legación en Washington y de 1887 a 1890 oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores. De 1889 a 1892 la casa de Miralles y Blanchard editó en Barcelona, en 24 volúmenes, la serie completa de La Linterna Mágica, que añade a las anteriores las novelas siguientes: Baile y cochino, Los mariditos, Los fuereños y La Noche Buena, más algunos artículos y poemas. Cuéllar es uno de los más destacados representantes del costumbrismo mexicano.



(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)

martes, 19 de marzo de 2019

Juan García Ponce




(1932-2003). La contemplación. Comenzó como dramaturgo, pero después prefirió el cuento y la novela. También fue ensayista, traductor y editor. Se destacó por ser el principal crítico y difusor de la generación de Ruptura. Obra: Crónica de la intervención (novela, 1982).


Tomado de: María Luisa Durán – ante todo, el Arte: la Generación de la Casa del Lago. Algarabía #127. Rebeldes del arte mexicano. México. D.F., 2015)






viernes, 15 de febrero de 2019

Hugo Argüelles




Dramaturgo del género oscuro

Ciudad de México, septiembre de 1970.

Me recibió Macabra con sus ladridos de lobo, pero Hugo la calló, mientras me decía:

Lo que quiere es que la acaricies.

Primero muerta”, pensé yo, pero contesté: “Mejor enciérrala, ¿no?Macabra, como si me entendiera, me olió y muy digna se volteó para ignorarme el resto del tiempo.

Una vez dentro de la casa, por una de las ventanas que dan al patio vi cientos de palomas que revoloteaban ¿Y eso qué es?

Tengo una colección de palomas rarísimas que me han ido trayendo de aquí y de allá.

¿Dónde es “aquí y allá”?

De la India tengo unas que se llaman mokis y son sagradas; también tengo las capuchinas y otras que nacieron en Egipto y en África, y que ya se han reproducido. Mira, aquí fuera está el palomar (tan alto como un edificio). En la sala estilo Luis XV, destaca un majestuoso Cabrera y algunos hermosísimos retablos enmarcados en yeso. Decidí olvidar un poco el decorado y dedicarme a charlar con este singular escritor, cuando sobre la mesa vi unas hojas con un gigantesco curriculum vitae que se iniciaba así: “1952-1957.cinco años en la carrera de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina.”

¿Pero cómo, Hugo, después de cinco años dejaste tu carrera?

Sí, porque definitivamente no era lo mío. Desde el tercer año de medicina la inquietud de escritor estuvo por encima de la inquietud de ser médico, y bajo la tutela de Novo y Carballido cursé al mismo tiempo el primer año de Bellas Artes.

¿En tu casa lo sabían?

¡Claro que no! Pero surgieron entonces las obras Los cuervos están de luto y Los prodigiosos, que fueron premiadas inmediatamente.

Y con eso se acabó la mentira.

¡Cierto! Seguí la carrera de Letras Españolas, especialización en Arte Dramático, y de ahí a trabajar, con obras en escena.

¿Cuál fue tu primera obra que se estrenó?

Los cuervos, en 1960, producida y actuada por Carmen Montejo. Después Francisco del Villar la vio y se interesó en llevarla al cine, pero antes me pidió otra historia… Trabajé como enajenado, y en quince días surgió El tejedor de milagros.

¡Fantástica! Ganó un premio, ¿verdad?

Muchos en México, y uno en Alemania. Fui a Berlín con El tejedor, y me quedé en Europa estudiando y viendo mucho teatro.

¿Y la televisión?

Cuando regresé a México me mandó a llamar Ernesto Alonso y me dijo: “Las gentes como tú y yo nos hablamos de tú”. Surgió Doña Macabra, lo entusiasmó, la dirigió magníficamente y triunfó. ¿Tú sabes que Doña Macabra fue la única farsa de humor negro que se ha hecho en televisión? Era tanto el abuso del chantaje mental que había que sanearlo a base de humor negro.

¿Qué piensas del cine mexicano?

Va mejorando y con vistas a reconquistar otros mercados internacionales. Tanto por la temática que ya se atreve al estudio de caracteres y a no abusar de prototipos, como al nivel técnico, que es de indudable adelanto.

¿Trabajas para todo el que te lo pida?

No. Soy selectivo.

¿Dónde se han presentado tus obras?

Los cuervos se presentó en Checoslovaquia. El tejedor, en Alemania. Los prodigiosos, Medea, y Los visitantes del sueño, en Cuba. Y actualmente se estudia en Madrid la puesta en escena de La ronda de la hechizada.

¿Por todas te han premiado?

Por la mayoría.

¿Por qué siempre escribes obras tétricas?

Las siento. Mira, nada menos cuando empecé a escribir La hechizada, fue como si alguien me la dictara: estuve seis días sin despegarme del papel; pero lo curioso vino después: un buen día, leyendo de seres hechizados, descubrí que en Asturias –de donde es mi padre- existió hacia 1575 un monje que exorcizaba a los poseídos; prestó servicios, entre otros, a Carlos II el Hechizado. Este monje fue perseguido por la Inquisición y no se supo su fin. Parece que unas monjas de un convento lo protegieron, pero lo espeluznante del caso es que el monje se llamaba Hugo Fernando Argüelles.

Entiendo ahora que todo esto te produce el más profundo respeto…

Mucho, y en mi próximo viaje a España, que será pronto, me propongo investigar más sobre ese monje.
¿Tú dirías que eres “una buena persona”?

Ni bueno, ni malo. Tengo muchas amistades lo cual puede hacer pensar que soy buena persona, pero también tengo enemigos, y me encanta tenerlos, sobre todo si son interesantes y demoníacos para que la enemistad tenga sentido.

Para mí, que tú eres mucha pose.

Utilizo la pose porque da tranquilidad y te quita gente de encima, muchos imbéciles.

¿Ganas mucho?

Trabajo para vivir una buena vida, como a mí me gusta…

Dejar a Hugo fue un descanso para mi mente, porque a pesar de ser mi amigo, sus obras me producen escalofríos…



[Hugo Argüelles, 2 de enero de 1932, Veracruz, Veracruz; 24 de diciembre de 2003, Cd. De México]

(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)






jueves, 17 de enero de 2019

Emma Godoy


Escritura, feminismo y gracia.

Ciudad de México, julio de 1965.
 
La cultura, como defensa personal, es mejor que el judo, pero después de adquirirla hay que despojarse de ella e irse a bañar al río.

Tras una frase como ésta, queda una sin saber si seguir preguntando, o simplemente dejar que ese manantial sui generis siga brotando. Opté por lo último, y logré conocer una mente al desnudo, pura y genuina.

Recogí el otro día a un perro callejero, estoy segura de que quiere ser gente, es impresionante, tiene psicología humana: él quisiera ser gente… y yo perro. Soy salvaje, quiero serlo y detesto todo lo que es civilización.

Sin embargo, está usted aquí, vive en esta civilización.

Me gusta la vida, la ordinaria, sin complicaciones. El hombre luchaba por civilizarse, el moderno debe salvarse de la gasolina, las alfombras, las licuadoras… y debe confesarse que dentro lleva un salvaje. Mire, Helen, a pesar de vivir en el Distrito Federal, y de haber cursado la Universidad, yo seguiré siendo pueblerina toda mi vida. Y soy de pasto, usted es de asfalto. (No pude menos que asentir con una sonrisa).

Hábleme de su vida un poco. ¿Cómo llegó a ser escritora?

Nací en Guanajuato, y fui la última de trece hermanos; así que ya se puede imaginar cómo me mandaban, y mi única manera de defenderme fue destacando en algo; y cuando, en sexto año, premiaron una composición sobre petróleo que yo hice - ¡Petróleo! ¿a quién se le ocurre? -, en casa se me descubrió. Después, ya en la secundaria, escribí para una revista llamada México al Día, que no era tan importante, pero más tarde colaboré en una llamada Ábside, en la cual sí escribían señores conocidos mundialmente. Entonces me empezaron a respetar… aunque ni crea, a veces pienso que ni se han enterado.

Hagamos un paréntesis y recordemos que Emma es maestra en literatura española; tiene también maestría y doctorado en filosofía, estudios de psicología y pedagogía; cursó también estudios en la Sorbona y en LÉcole du Louvre. En docencia, la Normal Superior, etimologías grecolatinas y etimologías indígenas; ciencia e historia de la educación, historia del arte en México, historia del arte moderno. Entre sus libros, Pausas y arenas (poesía) 1948; Caín, el hombre (teatro), Érase un hombre pentafásico (novela), que fue distinguido con el premio William Faulkner de la Universidad de Virginia en 1961. Además, múltiples ensayos, poemas, etc., en revistas y periódicos. De su obra teatral, Caín, que fue representada en Roma, dice:

Es un Caín moderno, en la plena desesperación de no llegar. Va errante por los caminos de la cultura; porque el hombre se ha propuesto lo inalcanzable, puesto que muere y no llega a su realización; de ahí su insatisfacción. Se pregunta: ¿a qué seguir? Como ejemplo tenemos a Miguel Ángel, que en su última obra, el Juicio final, dijo: “Apenas estoy empezando”, pues tuvo conciencia de lo que le faltaba realizar. Un chico de secundaria hace poesía cursi, pero se siente poeta realizado; el de preparatoria, ya duda; y el de universidad, va adquiriendo conciencia de su ignorancia. Mientras más se avanza, la verdad retrocede.

Yo sólo sé que nada sé…

Ándele. Pero insisto, ¿a quién le interesa la cultura? Somos un país de incultos. Además ¿para qué sirve? Sobre todo a la mujer, que en cuanto se iguala al hombre deja de amarlo, y el amor es muy importante. Pero para amar se necesita admirar, y se admira al que es superior, diferente. Lo veo con mis alumnos, la relación menos emotiva es la que hay entre camaradas de clase.

Debo admitir que hay más cantidad de chicos enamorados de chicas, que éstas de ellos; y la razón es que no los admiran, porque sin darse cuenta el hombre se achaparra ante el susto de ver a la mujer que sube. ¡Sí! Estamos pagando muy cara la cultura.
 
[Emma Godoy, 25 de marzo de 1918-30 de julio de 1989]
 
(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)

viernes, 14 de diciembre de 2018

José Bergamín



 
Nació en Madrid, España, en 1895; murió en Fuenterrabía, el 28 de agosto de 1983. Licenciado en derecho, dirigió la revista Cruz y Raya (1933-1936). Fue una de las personalidades católicas que estuvieron del lado de la República y presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Llegó a México en 1940, como refugiado político. Aquí fue catedrático en la UNAM, dirigió la Editorial Séneca y publicó parte de su obra literaria. Regresó a España en 1959, pero tuvo que abandonarla de nuevo en 1964, por haber protestado contra actos represivos del régimen franquista. Entre sus numerosas obras están: El cohete y la estrella (Madrid, 1923), Tres escenas en ángulo recto (Madrid, 1924), Caracteres (Málaga, 1926), El arte del birlibirloque (Madrid, 1931), Mangas y capirotes (Madrid, 1933), Laberinto de la novela (Madrid, 1935), La estatua de don Tancredo (Madrid, 1935), Disparadero español (Madrid, 1936), Detrás de la cruz (1941), El pozo de la angustia (1941), Caballito del diablo (1942), El pasajero, peregrino español en América (1943), La hija de Dios y la niña guerrillera (1945), Fronteras infernales de la poesía (Madrid, 1959), y Rimas y sonetos rezagados (Madrid, 1962). Tradujo al español obras de importantes escritores católicos de otras lenguas. Su último libro de poesía, La claridad desierta, fue publicado en 1973 por la revista española Litoral, con texto e ilustraciones de homenaje de escritores y artistas de España e Hispanoamérica.

(Tomado de: Enciclopedia de México, volumen II, Bajos-Colima)


viernes, 29 de junio de 2018

Álvaro Araúz




Nació en Madrid en 1911; murió en la ciudad de México en 1970. Después de hacer estudios de medicina y pedagogía en universidades españolas, se consagró a las letras y en particular al teatro. Llegó a México en 1942 como refugiado político y aquí desarrolló una permanente actividad como divulgador de la literatura dramática, director de teatro y periodista. Editó 90 obras de teatro español y mexicano y de teatro francés que él mismo tradujo. Su obra poética la recogió en tres libros: Treinta y tres canciones (Madrid, 1935), voz y cuerda (Madrid, 1935) y Madrugada de cal (Barcelona, 1938). Para el teatro escribió y publicó en México: Castilla vuelve a Castilla (1959), La carroza del virrey (1959), Sota, caballo y rey (1960), Medias palabras (1965), Morir de pie (1966) y Los leales (1968). Editó además 5 volúmenes con crónicas sobre la Segunda Guerra Mundial y ensayos sobre Lope de Vega, Calderón y otros dramaturgos.


(Tomado de: Enciclopedia de México)

miércoles, 30 de mayo de 2018

Eligio Ancona

Eligio Ancona



Nació en Mérida, Yucatán, en 1836; murió en la ciudad de México en 1893. Recibió el título de abogado en la Universidad Literaria del Estado en 1862. Luchó como periodista contra el golpe de estado de Comonfort y contra la Intervención Francesa; para ello fundó tres periódicos, La Sombra de Morelos, La Píldora y Yucatán, los cuales fueron suprimidos. Los imperialistas lo desterraron a la isla de Cozumel, de donde volvió al ser restaurada la República, para ocupar la secretaría general del gobierno del Estado. Luego fue gobernador y comandante militar de Yucatán, diputado federal, magistrado de circuito y, por último, en 1891, ministro de la Suprema Corte de Justicia. Fue enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Además de periodista de combate, Ancona  fue historiador, novelista y dramaturgo. Como escritor, fue precursor de quienes, como Ignacio Manuel Altamirano, se propusieron crear una literatura nacional, tratando temas de la vida y la historia del país.


Su principal obra de investigación es la Historia de Yucatán desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, publicada en 4 volúmenes en Mérida, entre 1878 y 1881. Una tercera edición, hecha en Mérida en 1917, agrega un tomo que estaba inédito. Sus primeras novelas, La mestiza (1861) y El filibustero (1864) tienen carácter costumbrista. Las que siguieron son de tema histórico y de tipo romántico: La cruz y la espada (1864), Los mártires del Anáhuac (1870), El conde de Peñalba (1879) y Memorias de un Alférez (edición póstuma, 1904). Sus obras de teatro conocidas son: Nuevo método de casar a una joven (estrenada en 1862), La caja de hierro y Las alas de Ícaro (estrenada en 1880).


Francisco Sosa, que escribió una biografía de Ancona, le atribuye una comedia en verso llamada Rica heredera, y Altamirano menciona otra obra titulada Trabajos electorales.

(Tomado de: Enciclopedia de México)