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lunes, 18 de agosto de 2025

Instrucciones del virrey Enríquez de Almansa

 


El cuarto virrey que tuvo Nueva España, don Martín Enríquez de Almansa, instruyó a sus sucesores sobre lo que convenía hacer para el buen gobierno. Puede decirse que con este virrey se cierra todo un periodo en la vida de Nueva España, pues los problemas que señala son los mismos que se repiten a lo largo de los siglos siguientes:

"Y comenzando por lo más importante, digo que la mayor seguridad y fuerza que tiene esta tierra, es el virrey que gobierna y la Real Audiencia; y lo que más puede sustentar esta fuerza, es que sustenten ellos entre sí mucha conformidad y paz; y tras esto, que traiga siempre tan sujeta a la república, para que ninguno se atreva con las cabezas a cosa que huela a desacato, so pena de castigo ejemplar, cosa que se ha hecho con algunos en mi tiempo, sin ruido; porque cosa cierta es que no puede haber mucha seguridad donde los mayores no fueran acatados y temidos. Y si quiere Vuestra Señoría saber el medio con que entre ambas cosas se puede conseguir, mayormente en esta tierra, digo que vivan bien los que mandan, porque en esto pueden siempre usar su libertad y entrar y salir con ella en todos casos sin temor...

Después de esto, sabrá Vuestra Señoría que aunque juzgan en España que el virrey es acá muy descansado, y que en tierras nuevas no debe haber mucho a qué acudir, que a mí me ha desengañado de esto la experiencia y el trabajo que he tenido y lo mismo verá Vuestra Señoría, porque yo hallo que sólo el virrey es acá dueño de todas las cosas que allá están repartidas entre muchos, y él solo ha de tener cuidado de lo que cada uno había de tener en su propio oficio, no solamente seglar, sino también eclesiástico... Y fuera de esto, no hay chico ni grande, ni persona de cualquier estado que sea, que no sepa acudir a otro en todo género de negocios, sino al virrey... porque hasta los negocios y niñerías que pasan de enojos entre algunos en sus casas, les parece que si no dan cuenta de ellos al virrey, no puede haber buen suceso. Y visto yo que la tierra pide esto, y que el virrey ha de ser padre para todo, y que para ellos ha de pasar por todo esto y oírlos a todas horas, sufrirlos con paciencia me ha sido forzoso hacerlo. Y esto mismo procure hacer Vuestra Señoría.

"Y en acudir a otras obligaciones que sólo son del virrey, que es el amparo de todos los monasterios y hospitales y mucha gente pobre y desamparada, que hay en esta tierra, huérfanos y viudas, mujeres e hijos de conquistadores y criados de Su Majestad; porque pasarían mucho trabajo si el virrey no mirara por todos. Y en lo de los hospitales conviene acudir al de indios de esta ciudad y al de San Juan de Ulúa, porque como el de los indios de aquí tiene nombre de hospital real, y piensan todos que Su Majestad provee lo necesario, acuden pocos a él, y así padece necesidad. Demás de los españoles, después de servirse de los indios, más cuidado tienen de sus perros que no de ellos, y hubieran muchos perecido, así de esta ciudad como de fuera, si no se les hubiera hecho este recurso...

"Ya traerá Vuestra Señoría entendido que de las dos repúblicas que hay que gobernar en esta tierra, que son indios y españoles, que para lo que principalmente Su Majestad nos envía acá es para lo tocante a los indios y su amparo. Y ello es así, que a éstos se debe acudir con más cuidado, como a parte más flaca, porque son los indios una gente más miserable, que obliga a cualquier pecho cristiano a consolerse de ellos. Y esto ha de hacer el virrey con más cuidado, usando con ellos oficio de propio padre. Que es: por una parte no permitir que ninguno los agravie, y por otra no aguardar a que ellos no acudan a sus cosas porque no lo harán; sino dárselas hechas, habiendo visto lo que conviene, como lo hace el buen padre con sus hijos: y e non esto ha de ser sin costa ni gastos, porque los más de ellos no tienen de dónde sacar un real, si no venden, ni sus negocios son de calidad ni cantidad...

"He querido dejar para la postre el tratar a Vuestra Señoría lo que entiendo más le ha de cansar en los negocios, que son las provisiones de cargos de justicia de esta tierra: porque los que piensan que más derechos a ellas tienen, son los nacidos en ella, hijos y nietos de conquistadores, aunque de éstos entiendo quedan pocos; y en efecto de no les dar a ellos los cargos, hacen tanto ruido, que no falta sino poner el negocio a pleito, porque pedir testimonio para ir a quejarse a España, por ordinario lo hacen... Y lo que Su Majestad me mandó fue, pues yo tenía esto presente, que como lo demás lo gobernase, mirando lo que más convenía al servicio de Dios y suyo y bien de la tierra. Y lo mismo haga Vuestra Señoría, sin reparar en quejas..."


(Tomado de: Lira, Andrés - El gobierno virreinal. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

sábado, 17 de septiembre de 2022

Expansión territorial y conquistas siglo XVI, II

  


Fundaciones

Las expediciones militares fundaron en su recorrido villas y fuertes que corrieron diferentes suertes. Unas se conservaron, otras con el tiempo se despoblaron y desaparecieron. Muchas de ellas originaron nuevos centros, que a su vez sirvieron de punto de partida para la penetración en territorios desconocidos.

Una de las principales fuerzas que movieron este avance paulatino a territorios inexplorados fue la misma que empujó a algunas expediciones militares: la búsqueda de metales preciosos. Pequeños grupos de hombres se internaban en tierras de chichimecas, impulsados por alguna vaga noticia acerca de la existencia de vetas. Los poblados fundados a causa de ello eran, a su vez, origen de otros.

Así como la expedición de Francisco de Ibarra tuvo su génesis en la zona minera de Zacatecas, se estimuló la formación de poblaciones en la zona del Bajío; en un principio fueron presidios (lugares donde estaba destacada una fuerza militar) y crecieron gracias al comercio que se efectuaba con la región minera. Tal es el caso de San Miguel el Grande.

Por 1554, los chichimecas comenzaron a asaltar y robar sistemáticamente las carretas que transitaban con mercaderías rumbo a Zacatecas. Al principio se intentó detener estos asaltos mediante una campaña militar, organizada por don Luis de Velasco, quien puso a Francisco de Herrera al frente de numerosos soldados. Pero esta fuerza no consiguió dominar a los indios, los cuales sistemáticamente se refugiaban en sitios inaccesibles ante la presencia de los soldados. Otras campañas militares, como la de Hernán Pérez de Bocanegra, consiguieron el mismo resultado.

Se vio, pues, que era indispensable buscar otra manera de proteger la seguridad de los caminos; la mejor manera de conseguirla sería fundar otras poblaciones además de San Miguel el Grande, que fueron Celaya, Aguascalientes y León. Pero estas fundaciones no bastaron para contener a los chichimecas, los cuales siempre encontraban un lugar o un momento propicio para atacar, de manera que se trató de lograr un acuerdo de paz con ellos. Un mestizo llamado Miguel Caldera estableció conversaciones con los indios y, finalmente, en la época de don Luis de Velasco el segundo, se logró la paz. El virrey comprometióse a darles carne para su sustento. En cambio, ellos aceptaron que se fundaran poblados de indios y de españoles en las regiones que habitaban. Así nacieron San Luis de la Paz, San Miguel Mezquitic y Colotlán.

También la ganadería originó el que se abrieran nuevos territorios a la expansión española. La rápida reproducción del ganado creó grandes problemas a la agricultura en las zonas centrales de Nueva España. Los cultivos de las regiones de Tepeapulco, del valle de Toluca, de Oaxaca y Jilotepec eran destruidos con mucha frecuencia por los rebaños; para evitarlo, el virrey ordenó que se dirigieran a zonas donde había grandes extensiones de tierra despoblada. Así fue como en los años posteriores a 1540 se inició el establecimiento de estancias ganaderas en tierras habitadas por chichimecas. Se introdujo la ganadería en los llanos de San Juan del Río, en la región de Apaseo y en Querétaro. Antes del descubrimiento de las vetas de plata, Guanajuato existía como estancia de ganado, propiedad de Pedro Muñoz. A medida que las regiones fueron aumentando su población, el ganado fue conducido más al norte; y con el tiempo llegó a ser una de las causas del nacimiento de grandes haciendas, como la de Francisco de Urdiñola, gobernador de Nueva Vizcaya, en Coahuila, a principios del siglo XVII.

Fundaciones hechas por indios.

El papel representado por los indios sedentarios en la colonización y población del virreinato de Nueva España es de suma importancia. Ya en las primeras expediciones que se llevaron a cabo para acrecentar el dominio español se encuentran los grandes ejércitos de indios aliados que las acompañaban. Pedro de Alvarado condujo tlaxcaltecas a Guatemala. De Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula procedían los indios que auxiliaron a Nuño de Guzmán en la conquista de Nueva Galicia. Ibarra, Carbajal y Oñate utilizaron sus servicios, y cuando se consideró indispensable la colonización de Texas, los tlaxcaltecas fueron llevados también allí.

Pero no sólo se recurrió a ellos en las campañas militares, sino que como pacificadores fueron enviados para fundar en regiones alejadas de sus centros de origen. Se pensaba que ante el ejemplo de su vida, que transcurría en forma pacífica y organizada, los indios nómadas terminarían, a su vez, por aceptar ser reducidos. Así, fray Juan de San Miguel estableció con guamares, otomís y tarascos el pueblo de San Miguel, conocido actualmente como el Viejo para distinguirlo de la población española que se formó años después con el fin de detener los ataques de los chichimecas.

Cuando don Luis de Velasco logró la paz con estos últimos, se llevaron cuatrocientas familias de tlaxcaltecas, que fundaron Tlaxcalilla (muy cerca de San Luis Potosí), San Miguel Mezquitic, San Andrés y Colotlán. Para evitar que Saltillo continuara despoblándose, Francisco de Urdiñola fundó muy cerca San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

Las poblaciones establecidas por las autoridades españolas con fines civilizadores tuvieron una organización especial que favorecía el que los indios ofrecieran menos resistencia a abandonar sus lugares de origen. A los habitantes se les dotaba de tierras y agua, se prohibía la proximidad de estancias propiedad de españoles, e incluso se limitaba su paso por ellas. Se les autorizaba tener ganados y poseer caballos, y sus parroquias eran administradas por frailes. No siempre se logró mantener estas condiciones, porque los españoles, que vivían o tenían estancias en las regiones donde estos pueblos se fundaron, trataban de obligarlos a trabajar en su provecho y procuraban apoderarse de las tierras que consideraban buenas, haciendo caso omiso de las disposiciones existentes para la protección de estos poblados. No fue posible conseguir la fusión de los indígenas llevados del centro con los nómadas que aceptaban reducirse, porque los primeros siempre miraron con menosprecio a los segundos.

Aparte los movimientos de población india, a los que nos hemos anteriormente, hubo otros hacia el norte, en que en forma espontánea un gran contingente de indios se dirigió en busca de la libre contratación a las zonas mineras y a las estancias de ganado.

La expansión misional.

A partir del territorio conquistado por Hernán Cortés, las órdenes religiosas extendieron sus labores misionales hasta regiones distantes y desconocidas. Los frailes seguían instaurando nuevos centros para la predicación, sin esperar que nuevos establecimientos de españoles dieran a los lugares una relativa seguridad. En esta actividad son muy conocidos fray Juan de San Miguel, quien predicando recorrió tierras que ahora pertenecen al estado de Guanajuato; fray Bernardo Cosin llegó al actual estado de San Luis Potosí; fray Andrés de Olmos evangelizó la Huasteca; fray Andrés de Segovia y fray Miguel de Bolonia, en 1541, fundaron el pueblo de Juchipila; fray Agustín Rodríguez, en 1581, predicaba en territorios inexplorados, los cuales en la actualidad pertenecen al estado de Chihuahua, y fray Juan de Larios, en 1674, fundó la misión de San Francisco de Coahuila. Los misioneros redujeron a muchos indios, que terminaron por adaptarse a la vida sedentaria, y facilitaron el posterior establecimiento de centros españoles, que encontraban en estos pueblos la mano de obra necesaria para sus estancias y haciendas.

Muchas veces la llegada de hacendados que trataban de obligar a los indios reducidos a que trabajasen en sus propiedades destruyó la labor de los evangelizadores, porque ellos, que habían aceptado paulatinamente la vida en los pueblos y que algunas veces difícilmente se habían sometido a la autoridad de los frailes, se rebelaban ante las exigencias de autoridades y propietarios de tierras, y se volvían a los montes o huían a las sierras, destruyendo las misiones y matando a la población blanca y a los misioneros.

A causa de ello, durante los siglos XVI y XVII, en el norte las misiones estuvieron constantemente expuestas a la destrucción, y el trabajo de los religiosos se vio muchas veces reducido a la nada; entonces volvían a empezar, construyendo nuevas misiones o reconstruyendo las perdidas.

Franciscanos y jesuitas fueron principalmente los encargados de la evangelización en tierras de chichimecas. Los franciscanos ejercieron las misiones principalmente en Zacatecas, Nueva Vizcaya (actualmente los estados de Durango y Chihuahua), Nuevo Reino de León, Coahuila y Texas; es decir, hacia el norte y este de Zacatecas.

Sinaloa (norte del estado que lleva ese nombre) fue punto de partida para los jesuitas; se extendieron hacia el este por la Sierra Madre Occidental, y hacia el norte por las regiones que llamaron Ostimuri, Sonora y Pimerías, en el actual estado mexicano de Sonora y en el norteamericano de California.

Expansión por necesidades de defensa.

Nueva España siempre tuvo problemas de defensa en la región septentrional. La amenaza que representaba el avance de los establecimientos franceses obligó a las autoridades españolas a ocuparse de la colonización de provincias, que no habían presentado atractivos suficientes a fin de mover a su poblamiento espontáneo.

En 1682, Roberto Cavelier, señor de La Salle, partió de Nueva Francia (Canadá) y exploró el río Mississippi de norte a sur hasta llegar a su desembocadura. El gobierno francés consideró que la comunicación fluvial con el golfo de México era de gran trascendencia y ayudó a La Salle para que en una segunda exploración se adentrara por el río en sentido inverso al de la expedición anterior.

Los exploradores llegaron a La Florida en el año 1684; costeando, pasaron frente a la desembocadura del Mississippi, al parecer sin advertirla. Continuaron navegando y desembarcaron en la bahía del Espíritu Santo, donde fundaron el fuerte de San Luis. La Salle exploró la región, siempre en busca del río, que no encontró. Viendo que los bastimentos se habían perdido, decidió ir por tierra en busca de auxilio. En el camino algunos de sus compañeros lo asesinaron y los hombres del fuerte quedaron abandonados a su ventura. Los indios, que advirtieron su precaria situación, los atacaron y mataron.

En la capital del virreinato de Nueva España se tuvo noticias del desembarco de los franceses, porque capturaron a unos piratas que hablaron sobre la fundación del fuerte de San Luis. De Cuba y Veracruz partieron navíos que recorrieron las costas del golfo de México sin encontrar al enemigo, aunque hallaron los restos de una nave.

Mientras tanto, los gobernadores de Nueva Vizcaya y del Nuevo Reino de León recibieron informes de los misioneros y de los indios sobre algunos extranjeros vestidos de hierro, que andaban entre los texas preguntando por las minas de plata, y los aconsejaban en contra de los españoles, a los que decían no debían obedecer porque no eran buenos. El capitán Alonso de León hizo prisionero a un francés, el cual no pudo proporcionar datos sobre el sitio que buscaban porque no había pertenecido a la fuerza de La Salle, sino a un grupo que había salido de Nueva Francia con intenciones de encontrarlo. El indio Juan Xaviata procuró los datos que finalmente permitieron en el año 1689 la localización de las ruinas del fuerte de San Luis en la bahía del Espíritu Santo.

Con el fin de evitar que en lo venidero los franceses pudieran ocupar esa región, en 1690 el rey ordenó que los franciscanos de Santa Cruz de Querétaro se encargaran de fundar misiones entre los texas. La primera fue la de San Francisco y, apoyándose en ella, otras que no tuvieron muy larga vida, ya que se abandonaron en 1694 debido a los problemas que presentaban su abastecimiento y mantenimiento.


(Tomado de: Camelo, Rosa - Expansión territorial y conquistas. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

lunes, 27 de diciembre de 2021

Facultades del virrey Mendoza

 


El primer virrey de Nueva España, don Antonio de Mendoza, fue nombrado en 1529, pero hasta 1535 no se trasladó al reino que iba a gobernar. Se le dieron amplias facultades para que pudiera ejercer la representación personal del rey que se le encomendaba. He aquí una parte del documento en que el rey especificaba el alcance y calidad de su autoridad:


"... Por esta nuestra carta mandamos al presidente y oidores que al presente  residen en la ciudad de México... y al nuestro capitán general y capitanes de ella, y a los consejos, justicias e regidores, caballeros y escuderos oficiales e omes buenos de todas las ciudades, villas y lugares de la dicha Nueva España, que al presente están pobladas e se poblaren de aquí adelante, que sin otra larga ni tardanza alguna, e sin más requerir ni consultar... vos hayan, reciban o tengan por nuestro visorrey e gobernador de la dicha Nueva España e sus provincias, e vos dejen y consientan libremente usar y ejercer los dichos oficios por el tiempo que como dicho es, nuestra merced e voluntad fuere, en todas aquellas cosas e cada una de ellas entendáis que a nuestro servicio y buena gobernación, perpetuidad y noblecimiento de la dicha tierra e instrucción de los naturales viéredes que conviene, para usar y ejercer los dichos oficios, todos se conformen con vos y vos obedezcan, y con sus personas y gentes vos den y hagan dar todo el favor y ayuda que les pidiéredes y menester hubiéredes, y en todo vos acaten y obedezcan...

"E otro si, es vuestra merced, que si vos el dicho don Antonio de Mendoza entendiéredes ser cumplidero a nuestro servicio e a la ejecución, que cualquier persona que ahora está o estuviere en la dicha Nueva España, tierras e provincias della, se salgan y no entren ni estén en ella, les podéis mandar de nuestra parte y lo hagáis de ella salir..."


En las instrucciones que llevaba se le encargó que ejerciera el cargo de capitán general, hasta entonces desempeñado por Hernán Cortés, y recontara los veintitrés mil vasallos que se te habían otorgado al conquistador cuando se le había hecho marqués del valle de Oaxaca. También se le ordenó que vigilara a los encomenderos y redujera las cargas de tributos y servicios que pesaban sobre los indios, según conviniera a su buen tratamiento. Todo esto estaba encaminado a moderar el poder que habían ganado los conquistadores de la tierra.

Por otra parte, se le encomendó que controlara a los eclesiásticos, a los cuales debía dirigirse bajo la forma de ruego y encargo, por el respeto de su fuero; cuidando de que no agraviaran a los habitantes y deshaciendo, como presidente de la Audiencia, aquellos agravios que habían cometido. También se le avisó que las órdenes religiosas no debían recibir tierras ni construir monasterios sin el "pase" del Consejo de Indias.


(Tomado de: Lira, Andrés - El gobierno virreinal. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

martes, 29 de diciembre de 2020

Carlos Mérida


Oriundo de Quetzaltenango, Guatemala, es Carlos Mérida [1891-1984]. Su formación básica de pintor la recibió en París, donde vivió durante cuatro fructíferos años, plenos de experiencia. En 1915 retornó a Guatemala a descubrir el país, como más tarde habría de sucederle a Diego Rivera; ante sus ojos se mostró el arte de los mayas y el colorido fabuloso de los textiles indígenas. El impacto fue tan poderoso que no habrá de desaparecer, a pesar de las muchas variaciones que a lo largo del tiempo ha tenido esa influencia, en el caso suyo, es como una constante oculta.
Un primer viaje en 1919 le trajo a México. Atraído por el movimiento de los muralistas retornó en 1921, para sentar sus reales en este país en el cual vive hasta el presente. ¿Es Carlos Mérida un artista guatemalteco? Sí, por la nacionalidad que no ha perdido. Pero es mexicano por los años que lleva en este país, conviviendo con otros artistas y contribuyendo como ellos a dar carácter a lo que es correcto denominar escuela mexicana de pintura. Carlos Mérida ha creado aquí lo más significativo de una obra de fama internacional; aquí ha triunfado, es un valor de la cultura de este país.
En el gran arranque que fueron las pinturas del Anfiteatro Bolívar, Mérida intervino como entusiasta ayudante de Diego Rivera. Más tarde y por su cuenta corrió la decoración mural de la sala infantil de la Biblioteca de la Secretaría de Educación Pública. Pinturas por desgracia perdidas. Tal fue su breve paso por el muralismo comprometido con lo nacional; quizá su propia posición patriótica mantenida hasta hoy haya sido la causa fundamental de su falta de interés para militar en las filas de los pintores mexicanos del ciclo muralista.
En adelante Carlos Mérida se dedicó a trabajar una obra que en nada se identificaba con la expresión oficial de este país. Rehuyó todo compromiso político con el nacionalismo mexicano, máxime cuando los artistas se organizaron en un sindicato al cual se afilió inicialmente, pero cuyos dictados pronto abandonaría. Él quedó como un solitario dentro de un ambiente que en ese momento rebosaba creatividad, renovación plástica y un cierto idealismo que unía a la mayoría. Pero de la prueba a que se sometió voluntariamente habría de salir triunfante y poseedor de una personalidad propia que, al final, es el motor que suele impulsar a los artistas.
Según Justino Fernández, hacia 1927 Carlos Mérida empezó pintar cuadros abstractos, lo "que resultaba exótico en el medio". Visto con cierto detenimiento, el citado año resultó significativo en la trayectoria del artista. Realizó su segundo viaje a Europa y en París pudo conocer directamente los últimos movimientos del arte de vanguardia; así fue como se informó de lo que hacían maestros como Pablo Picasso, Wasily Kandinsky, Joan Miró, Paul Klee y el gran sudamericano Joaquín Torres García, por sólo citar a los más conocidos. Sin embargo, en esos momentos lo novedoso estaba en la obra de los surrealistas, y en los considerables esfuerzos que se realizaban con el abstraccionismo. Pero quizá el suceso de mayor importancia para Mérida en ese año, fue abandonar lo que ya constituía su pasado: la liquidación de los temas inspirados en el mundo indígena guatemalteco y su color de lo folklórico. En adelante sus obras estarán influidas por dos factores, o sea, la integración de sus raíces americanas, sutilmente expresadas, con las corrientes del arte de este siglo [XX], sagazmente asimiladas en Europa.

Es conveniente asentar aquí que Carlos Mérida es un magnífico dibujante, con una tendencia hacia la simplificación de las formas que lo lleva a los diseños de carácter geométrico; hacia la abstracción, en la que no llegó a caer por completo, pues en todo cuanto hace existe más de una referencia a la naturaleza, las figuras humanas y en ocasiones las de algunos animales.
Mérida es tanto un gran dibujante como un gran pintor, que maneja con sello personal una exhuberante paleta de vivos colores, característica fundamental de su obra. Logra está creación valiéndose de distintas técnicas y materiales diversos, como el óleo, y otros novedosos, como la caseína, y las vinílicas, en bases como la tradicional tela de lino, pero también sobre el moderno masonite y el antiguo papel de amate. Incluso en obras en las que Mérida ha recurrido al mosaico de vidrio, sus colores se imponen. "A nuevas ideas, nuevos materiales, y a la inversa", tal ha sentenciado este hombre, que ha sobresalido también en el arte de la estampa moderna y que no se ha detenido ante la experimentación misma.
Las pinturas de Carlos Mérida situadas entre 1932 y 1943 participan de una doble posición estética: la del surrealismo y la referente a la abstracción. Para un artista poseedor de una fantasía fincada en lejanas herencias en las que la magia y los mitos desempeñaron primordial función, hasta cierto punto estaba dispuesto para la aceptación y práctica del arte surrealista. No es necesario aclarar, por otra parte, que el de Carlos Mérida fue un surrealismo en el que la originalidad de lo americano está presente, de manera un tanto semejante al caso de Wilfredo Lam; si para el cubano la jungla tropical y fetichista es el leitmotiv de su obra, para Mérida la presencia de ciertos signos procedentes de los códices mayas, será el tema distintivo en sus telas surrealistas; como ejemplos se citan los siguientes: Variaciones sobre un tema maya (1939) y Tiempo en rojo mayor (1942). En cambio en otros cuadros expresó el surrealismo ortodoxamente en función de los sueños, como en Símbolos de sueños insólitos (1939) y Sueño de un convaleciente (1939).

Ya se ha indicado que el abstraccionismo de Carlos Mérida debe tomarse con cierta cautela, ya que en él no llega a perderse por completo lo objetivo de la naturaleza. En medio de composiciones excelentemente estructuradas por colores, el espectador no precipitado no se encontrará con la simple idea de los objetos, sino con algo más que eso. No obstante, hay algunas obras en las cuales llegó a una expresión lírica del abstraccionismo; aun en aquellas en las que sin duda depende del impacto que debió causarle Hans Arp, quien como él militó tanto en el surrealismo como en el arte abstracto; como ejemplo de lo aseverado se citan los cuadros Claro de tierra y La espía, ambos de 1936. El caso de Mérida frente al abstraccionismo, se debió quizá a un problema de ambigüedad artística, el cual fue obstáculo para que se entregara por completo a esa corriente; es probable que dentro de la misma habría figurado de manera sobresaliente.
La obra de Carlos Mérida le valió el ser considerado como un artista de vanguardia en el momento en que se pretendía que para el arte mexicano no había más que una ruta: la del muralismo politizado. Su obra novedosa apareció hacia 1940 en cuadros que llamaron la atención por el carácter plano que tenían las figuras. Estás se mostraban recortadas entre sí y con una tendencia abierta hacia lo geométrico, a ello contribuía el acento dado con vivos colores, divididos por las líneas de un dibujo de trazo firme. A partir de este año Mérida recobró la imagen de los hombres y los animales, pues los temas pintados le eran sugeridos por las antiguas leyendas mayas contenidas en las páginas del Popol-Vuh. Así produce El pájaro Cu y La luna y el venado, de 1951.
En la década de los cincuenta Carlos Mérida introdujo como elementos básicos en su obra las formas geométricas: el cuadrado, el triángulo y el rectángulo, más el círculo. La rítmica composición que hay en los cuadros está ordenada por una serie de ejes que se cruzan para dar forma a las figuras citadas, con las que se construyen los cuerpos de hombres, animales y la arquitectura de edificios. Los colores obedecen también a la estructuración rítmica de la composición. Ante la nueva expresión de Mérida, Justino Fernández escribió lo siguiente: "La geometría adquiere interesantes efectos en sus manos, ya sea insinuando el movimiento de las formas o bien dándole la rigidez que conviene a su concepción".

En ciertas obras de este periodo, que habrá de prolongarse considerablemente a pesar de algunas innovaciones, Mérida retornaría al abstraccionismo de carácter geométrico; quizá ha sido el momento en que más cerca cha estado de una abstracción completa, lo que se confirma en los cuadros titulados Composición en líneas (1954) y Armonía en rojos (1958). Sin embargo, ésto no fue sino una excepción, pues la mayor parte de lo que produce hasta la fecha fluctúa entre ese abstraccionismo geométrico y una figuración alusiva a la representación del hombre. Este es, por otra parte, el estilo pictórico de Carlos Mérida, que lo distingue de sus contemporáneos. En buen número de cuadros trabajados conforme a sus conceptos de la geometría, existe un ritmo estructural que parece provenir de las composiciones musicales, lo cual no es extraño, si se tiene presente que Mérida intentó ser músico, hasta que una incipiente sordera cae lo impidió, y ha sido un fanático de la música, de manera particular del jazz; en un cuadro como Paisaje de la urbe No. 1 (1956), fácilmente se advierte la estructura de ritmos, como sucede en la música.
A través de lo expuesto hasta aquí se comprende la importancia que la obra de Carlos Mérida adquirió ante las jóvenes generaciones de artistas, que vieron en él un antecedente y, por lo mismo, un precursor de la renovación que éstos se propusieron realizar en favor del arte contemporáneo de México. Cuando aquí se inició una tardía corriente abstraccionista, los jóvenes se encontraron con Mérida, que se constituyó en un estímulo y ejemplo a seguir.

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #105, Arte contemporáneo; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Fermín Revueltas


(1902-1935). Nació el 7 de julio en Durango. Desde niño mostró afición por el dibujo. Así tomó en Guadalajara clases de pintura con el pintor Benigno Barrasa. De 1913 a 1919 vive en los Estados Unidos, donde estudia en Chicago y visita los museos y talleres de los artistas. Regresa a México en 1920, y forma parte del grupo de pintores de la Escuela de Pintura al Aire Libre, en Milpa Alta, D.F. En 1922 se une al grupo de pintores que inician el movimiento muralista en la Escuela Nacional Preparatoria. Ese mismo año tuvo una exposición individual en el Palacio de Bellas Artes. Su cuadro Indianilla fue premiado y adquirido por Bellas Artes. En París fue premiada su obra Casa de mi tío. En 1923 ingresa al Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores y Grabadores Revolucionarios. En 1925 dirige la Escuela al Aire Libre de Guadalupe Hidalgo y del colegio de San Pedro y San Pablo. Dos años después funda la Escuela al Aire Libre de Cholula, Puebla. Posteriormente es nombrado maestro en el Departamento de Bellas Artes y en la Escuela Industrial de Insurgentes. Realizó para la Escuela Nacional Preparatoria a la encáustica el mural Fiestas de la Virgen de Guadalupe. Al año siguiente pinta al fresco el Torito, en la Secretaría de Educación Pública. En 1932 ejecutó Símbolos del trabajo, un fresco en el diario El Nacional Revolucionario, hoy destruido. Después, la Alegoría de la producción (1933), a la encáustica, en el Banco Nacional Hipotecario y de Obras Públicas, hoy Banco Azteca. En 1934, Todo por la colectividad proletaria de México, muro en corral (ejecutado por la casa Montaña, de Torreón, Coahuila), en las oficinas del Partido Revolucionario Institucional de Culiacán, Sinaloa. Trabajó el mural al fresco en la Escuela de Ferrocarrileros de México, en 1934, y al año siguiente en la Escuela Gabriela Mistral, que quedó inconcluso. Había hecho los frescos del interior del monumento a Álvaro Obregón y decorado además la casa del general Almazán, así como un mural en la biblioteca de la finca "Eréndira" de Pátzcuaro, Michoacán.


(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #100, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexllicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Xavier Guerrero



(1896-1966) Nació en San Pedro de las Colonias, Coahuila, durante la travesía que su familia realizó del sur al norte del país para instalarse en Chihuahua. Desde niño inició el aprendizaje de la pintura en el taller de su padre, artesano y decorador de casas. En 1910, siendo un joven pintor desconocido, interviene en la decoración mural del llamado Palacio de las Vacas, casona de estilo mudéjar en la calle de San Felipe, en Guadalajara. La decoración, realizada al óleo, abarcó todas las habitaciones, paredes, techos, corredores y escaleras con escenas campestres, temas bíblicos, bodegones, escenas románticas, alegorías, cenefas y paisajes: todo dentro del gusto de la época. En 1916 se hace miembro del "Centro Bohemio", taller colectivo integrado por artistas jaliscienses de vanguardia. Presenta sus primeras exposiciones en Guadalajara en 1921. Roberto Montenegro lo nombra jefe del equipo que realiza los murales del antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo. Suyo es el mural de la cúpula con los signos del zodiaco.
Junto con Rivera y Siqueiros es elegido miembro (1923) del Comité del Partido Comunista de México. Ya antes había sido miembro fundador del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores, Escultores y Grabadores. En 1924, también con Rivera y Siqueiros, integra el comité ejecutivo del periódico El Machete, órgano del sindicato. Colabora con Rivera en la decoración de los muros de la Secretaría de Educación Pública. En 1928-32 recibió una beca para estudiar en la escuela Lenin de la URSS. Recorre varios países de Europa. En 1933 es miembro fundador de la LEAR. En su obra mural destacan: Los elementos de la naturaleza (1935). La apropiación capitalista de la riqueza; Las luchas sociales; Precursores revolucionarios mexicanos; La revolución y la ciencia dueña de los elementos al servicio del hombre. Todos ellos cubriendo una superficie de 60 M2 al fresco en Sutas, Guadalajara, Jalisco. Entre 1941-43 realiza el mural al fresco Amistad entre México y Chile, en el Tablero del Club Social Aguirre, cerca de los Trabajadores del Hipódromo , Santiago de Chile. En 1941-53, ejecuta un fresco en el vestíbulo de la Escuela México en Chillán, Chile. Quizá su obra mural más lograda sea la que ejecutó en el cine Ermita en 1930, con el tema El Día y la Noche, en la que empleó óleo sobre aplanado con incisiones rellenas con fósforo.

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #100, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

lunes, 26 de octubre de 2020

Gunther Gerzso


De una generación posterior a Rufino Tamayo, Carlos Mérida y Wolfgang Paalen es Gunther Gerzso, quien nació en la ciudad de México en 1915. Gerzso es un caso excepcional en la pintura mexicana, tanto por haberse iniciado tarde como por el sentido de continuidad que ha mantenido. A partir de 1947, año en el que pintó sus primeras obras alejado de toda referencia concreta con la naturaleza, no ha modificado su postura, antes bien le ha dado la solidez que se alcanza con el ejercicio congruente de una idea de orden estético.
Tras recibir una esmerada formación cultural en Europa, Gunther Gerzso hizo estudios de escenografía en Cleveland, Ohio. Se dedicó por largos años a la escenografía en el cine nacional; y aunque estas actividades aparentemente nada tienen que ver con su pintura, en ella existe cierto trasfondo de ese pasado. Cómo autodidacta empezó a pintar sin mayores pretensiones, no obstante ser amigo de Julio Castellanos y Juan O'Gorman. Espíritu abierto a todas las corrientes de la cultura, siempre estuvo atento a los cambios originados en el arte contemporáneo, para lo que contribuyeron sus viajes a Europa y los Estados Unidos.
Los extranjeros radicados en el país suelen reunirse por diversos motivos y más aún si los identifican intereses comunes; así sucedió con el grupo de artistas surrealistas llegados a México hacia principios de la cuarta década del siglo [XX]. En esas reuniones se encontraron Leonora Carrington, Remedios Varo y el poeta Benjamin Péret, Alice Rahon y Wolfgang Paalen, entre otros; Gunther Gerzso frecuentó ese grupo, del cual recibió enseñanzas, estímulos y entusiasmos. Sobre todo de Paalen quien fue factor decisivo para que se entregara a la pintura surrealista; por el cuadro Silencio (1942) se advierte la influencia que en Gerzso ejerció el artista mencionado. 
Entre 1942 y 1946 se dedicó a la pintura surrealista; sin embargo son contadas las obras que dentro de tal corriente produjo, aunque se puede decir, sin hipérbole, que todas son interesantes por su originalidad, como sucede con el Retrato de Benjamin Péret (1944); en otros casos el interés descansa en la expresión, incluso por la franca agresividad que muestran; esas pinturas acusan un estado de tensión por el que seguramente Gerzso pasaba, lo que parece evidenciarse en dos obras trabajadas en 1944; Panorama y El descuartizado; el título de la segunda no puede ser más significativo.

Gunther Gerzso -L'ecartelé (El descuartizado), 1944


Después de la experiencia surrealista vivida, Gunther Gerzso modificó por completo el estilo de su expresión; se podría afirmar que entró en un período de paz, orden y superación, hasta llegar finalmente a lo que sería su estilo definitivo, en el cual el orden estructural característico pertenece a un artista clásico, aunque el colorido no corresponda a esa expresión por ser en algunos casos de fuerte y contrastante entonación.
El nuevo periodo que Gerzso abrió en su pintura se manifiesta con una tendencia hacia una expresión relacionada con el arte abstracto; aunque las referencias e incluso los títulos de sus obras indiquen una dependencia con la naturaleza -como en el caso de los paisajes- o con determinadas formas creadas por el ingenio del hombre, como pueden ser las arquitectónicas. Estás dependencias están sugeridas mediante signos que remiten a la idea originaria de la que partió el artista. Este periodo se extiende durante once años aproximadamente, y la producción del mismo se refiere tanto al paisaje en sí, como al que rodea a las zonas arqueológicas de Veracruz y Yucatán. En otras telas los vestigios de las antiguas culturas son el tema central. Cómo ejemplo de lo dicho se citan los siguientes cuadros: La ciudad perdida (1950), Estructuras antiguas (1955), Paisaje de Papantla (1955), Paisaje arcaico (1956) y Lab-Na (1959).
Gunther Gerzso. Estructuras Antiguas, 1955

Lo que estas pinturas parecieran entregar son composiciones muy meditadas sobre las decoraciones de mosaicos de piedra que cubren las fachadas de los edificios mayas. En otras ocasiones, en medio de un paisaje del que sólo se da un esquema colorido, las formas sugieren las ruinas de edificios o pirámides. Al final de este periodo ya se define con cierta claridad lo que habrá de constituir el estilo personal de Gunther Gerzso, sin embargo hay un paso intermedio, originado por el viaje que en 1959 hiciera a Grecia. En él persiste su interés por el paisaje, llegando a la máxima abstracción, enriquecida por la temática inspirada en la tradición clásica.
El estilo más representativo de este maestro de la pintura contemporánea de México, se presentó al comenzar la década de los sesenta. Su repertorio formal no es muy extenso; está constituido por razonadas estructuras geométricas, casi siempre asimétricas. En esta etapa llega a un considerable grado de abstracción mediante composiciones matemáticamente trazadas, en las que el color cumple una primordial función. Mas a pesar de todo, la pintura de Gunther Gerzso está cargada de sugerencias, en algunas ocasiones apenas perceptibles. Hay cuadros con violentas e inquietantes rasgaduras pictóricas ficticias; en otras el misterio de lo infinito se insinúa a través de recuadros que presentan una perspectiva ilusoria. Pero se puede especular aún más frente a buen número de sus pinturas.
Para el ojo experto del observador atento de obras de arte, para aquél que sabe ver más allá de las apariencias inmediatas, no pueden escapar las intenciones eróticas que Gerzso ha dispuesto en más de un cuadro. Es probable que tal aseveración provoque asombro; alguien se preguntará ¿Cómo es posible que en un artista tan racional, tan intelectualizado de obras abstracto-geométricas pueda existir un pintor erótico? En algunas ocasiones lo erótico está presente de manera muy velada; en otras las sugerencias, los signos de su propio código lo dicen todo, por más que no se quiera advertir lo considerado como tabú. Por lo demás, lo erótico no es nada nuevo en su pintura: en 1945 pintó Naufragio, cuadro que es uno de los más violentos e impresionantes que existen dentro del erotismo pictórico de México. En pinturas correspondientes al abstraccionismo que él practica la intención erótica no desaparece; así sucede en Clitemnestra (1959), cuadro en el que los colores cálidos acentúan la nota. En Torso (1960), el tema es demasiado obvio para no entenderlo. Igual sucede con un dibujo del mismo año y título. En otros cuadros la carga erótica está sugerida está sugerida mediante cortes o rasgaduras ficticias pintadas, para indicar el sexo femenino.
Gunther Gerzso. Desnudo, 1959

En líneas atrás se indicó el sitio que Gunther Gerzso ocupa entre los pintores de vanguardia en México, como Rufino Tamayo, Carlos Mérida y Wolfgang Paalen. De los cuatro fue el último que figuró como un artista alejado de un arte comprometido y didáctico. No obstante las circunstancias que mediaron en su aparición como pintor, hacia la quinta década del siglo, fue considerado por los jóvenes artistas como un precursor, el exponente de un arte por el que ellos pugnaban; así lo vieron en ese momento gentes como Manuel Felguérez y Vicente Rojo, entre otros. Ese es uno de los méritos que tiene este maestro de la pintura actual de México.

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #105, Arte contemporáneo; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

miércoles, 29 de enero de 2020

Sebastián Lerdo de Tejada

Hijo de don Antonio Lerdo de Tejada, español, y de doña Concepción Corral y Bustillos, criolla. Nació en Jalapa, Ver., el 25 de abril de 1820. 
Estudió en el Seminario Palafoxiano de Puebla, en donde recibió las órdenes menores. Renunció a la vida eclesiástica y continuó sus estudios en el colegio de San Ildefonso en México, recibiendo en 1851 el título de abogado; fue profesor de Artes en San Ildefonso desde 1849 y rector del mismo plantel de 1852 a 1863.
Participó en todos los acontecimientos que agitaron a México desde 1850, principalmente en la época de la intervención francesa. Perteneció a la Academia Interior de Buen Gusto y Bellas Artes. Fue magistrado del Tribunal de Justicia en 1855, miembro de la Junta Electoral del 30 de diciembre de 1858, que nombró jefe provisional del Ejecutivo; presidente de la Cámara de Diputados en 1861. Formó parte de la Comisión de Relaciones que dictaminó en contra del tratado Wyke-Zamacona. Poseía gran talento, vasta instrucción y energía, y una gran habilidad política. 
Fue un estadista consumado por su talento, cultura y experiencia. Acompañó a Juárez hasta Paso del Norte. En septiembre de 1863 Juárez lo nombró ministro de Justicia, y el 11 del mismo mes pasó al ministerio de Relaciones y Gobernación, desde donde emitió los decretos de noviembre de 1865 que prorrogaron el período presidencial de Benito Juárez hasta la terminación de la guerra, eliminando con ello a Jesús González Ortega, que pretendía asumir la presidencia en su carácter de presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Lerdo fue el director de la política del país y el iniciador de grandes cuestiones internacionales que cristalizaron en el fortalecimiento del Derecho Internacional mexicano. Ocupó la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. Candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1871, fue derrotado y retornó a su cargo de presidente de la Corte. A la muerte de Juárez, asumió la presidencia interinamente por ministerio de ley. Convocó a elecciones para el periodo constitucional de 1872-1876, presentándose como candidato en contra del general Porfirio Díaz, al que derrotó, tomando posesión el 1 de diciembre de 1872.
Durante su administración hubo paz relativa, pues las luchas de carácter religioso la alteraron. En 1873 dispuso la expulsión de 15 jesuitas extranjeros, y en 1874 fueron desterradas las Hermanas de la Caridad. En septiembre de 1873 elevó a la categoría de constitucionales las Leyes de Reforma. Reforzó la marina nacional, para lo que adquirió los pequeños vapores de guerra: “Independencia”, “Libertad”, “México” y “Demócrata”. Sometió al cantón de Tepic, en donde se encontraba levantado Manuel Lozada, el “tigre de Alica”, a quien derrotó el general Ramón Corona en la batalla de la Mojonera en 1873. Inauguró el primer ferrocarril de México a Veracruz en enero de 1873 y trató de unir los distintos partidos políticos. Dignificó la administración de justicia y auspició la educación.
En 1874 reformó la Constitución, estableciendo nuevamente la Cámara de Senadores.
Trató de reelegirse en 1876, pero en contra de ello, Díaz proclamó en enero de ese año el Plan de Tuxtepec. Los generales donato Guerra, de Jalisco; Méndez y Carrillo, en Puebla; Couttolenc, en Veracruz; Treviño y Naranjo, en Nuevo León, y otros secundaron el movimiento. Lerdo envió fuerzas contra los sublevados. El general Porfirio Díaz en su Plan desconocía al presidente de la República y a todos los funcionarios y convocaba a elecciones.
José María Iglesias, presidente de la suprema Corte, también se enfrentó al gobierno por razones jurídicas. El 16 de noviembre el general Díaz derrotó a las fuerzas del gobierno en Tecoac, entró en México y Lerdo tuvo que abandonar la capital. Salió por Acapulco el 25 de enero de 1877 rumbo a San Francisco, California y luego hacia Nueva York, en donde falleció el 21 de abril de 1889.
Su cadáver fue trasladado posteriormente a México y se le sepultó en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Con Iglesias y Juárez, Lerdo representó la legalidad, defendió la República y forjó la conciencia nacional.

(Tomado de: Navarro A., Ramiro - Sebastián Lerdo de Tejada. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)


lunes, 20 de enero de 2020

José María Iglesias

Abogado y político mexicano, nació en México, D. F., el 5 de enero de 1823. sus padres fueron don Juan N. Iglesias y Castro y doña Mariana Inzaurraga y Carrillo. Estudió la carrera de abogado, terminándola en el año de 1845. Fue asimismo catedrático del primer curso de Artes en el Colegio de San Gregorio, cargo que desempeñó antes de obtener el título de abogado.
Maestro de física en 1845 y de Derecho en 1846, munícipe del Ayuntamiento de México en 1847. Ministro del Supremo Tribunal de la guerra cuando se encontraba el gobierno de México en Querétaro, durante la invasión americana.
Contrajo matrimonio con la señorita Juana Calderón Tapia en 1849. Diputado en 1852, obtuvo triunfos parlamentarios por su talento e ilustración. En 1857, Comonfort lo nombró ministro de justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública. Fue magistrado de la Suprema Corte de Justicia en 1858, cuando era presidente de ella don Benito Juárez.
En 1860 se le nombró Administrador General de Rentas y después de la Aduana de México.
Durante la invasión francesa acompañó al señor Juárez, habiendo sido designado ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública. En 1864 fue nombrado ministro de Hacienda hasta julio de 1867, en que el gobierno nacional regresó a México. En 1868 fue diputado al Congreso Federal; después ocupó los ministerios de Gobernación, Justicia e Instrucción, hasta 1871.
Siendo presidente de la República el licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, Iglesias fue designado presidente de la Suprema Corte de Justicia de la nación. Debido a la ley de 18 de mayo de 1875, que restringía la actuación de la Suprema Corte, presentó su renuncia, pero no le fue aceptada. Con la reelección de Lerdo, estalló en su contra la revolución porfirista. Iglesias como presidente de la Suprema Corte de Justicia asumió la presidencia, declarando por medio de un manifiesto que Lerdo había roto sus títulos legales y que por ministerio de ley, como presidente de la Corte, le correspondía dicho cargo.
En Salamanca lanzó un manifiesto y fue reconocido por los gobernadores de los estados de Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí y Jalisco. Ante el triunfo de Díaz, Iglesias marchó a Guadalajara, después a Colima y Manzanillo, embarcándose rumbo a Mazatlán, hasta llegar a San Francisco, California. Regresó en 1877 a México, en donde murió el 17 de diciembre de 1891.
Es uno de los autores de los Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, México, 1850. Colaboró en El Siglo XIX, de Ignacio Cumplido. Escribió un Estudio constitucional sobre las facultades de la corte de Justicia. En Nueva York escribió para justificar su actitud política La cuestión presidencial en 1876 y la Autobiografía del señor licenciado don José María Iglesias.
Publicó a partir de 1862-1866 la Revista histórica sobre la Intervención Francesa, con profundas y atinadas reflexiones acerca de ese hecho.

(Tomado de: Navarro A., Ramiro - Sebastián Lerdo de Tejada. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)





sábado, 28 de diciembre de 2019

Revolución cristera, 1875-1876


[...] la llamada Revolución cristera que estalló en Michoacán y Jalisco entre 1875-76 y que tuvo como causa principal, aun cuando no única, el protestar por la aplicación de las medidas reformistas que herían la sensibilidad de los católicos mexicanos. En Saguayo, Zamora y Nuevo Urecho hubo sublevaciones. En esta última población Abraham Castañeda y Antonio Reza lanzaron un plan por el que desconocían la Constitución de 1857; los poderes de la Nación y proponían un presidente interino para que convocase a un Congreso que constituyera al país en república, la cual tendría como religión oficial a la católica. Se enviaría un representante ante la Santa Sede que arreglara un concordato, mediante el cual se dejara resuelto el problema de las adjudicaciones de los bienes eclesiásticos nacionalizados. El Plan de Nuevo Utrecho proponía la abolición del impuesto del timbre, por el que tanto luchara Matías Romero, y de los capitales, y apoyaba la reducción de los gastos del gobierno. Otro motivo, más íntimo, que los rebeldes tenían, radicaba en la defensa de sus propiedades agrícolas, principalmente las que estaban constituidas en comunidades de las que eran despojados en razón de las leyes reformistas. La ocupación violenta de tierras en esas zonas y en otras vecinas como las de Coalcomán, de las que fueron despojados los naturales, quienes tuvieron que replegarse hasta la costa para sobrevivir y defender lo poco que les quedó, representa un motivo potente de resistencia. Esa resistencia será la que, mezclada también con una persecución antirreligiosa, daría lugar a la revolución cristera de la época del general Calles y Obregón en 1926-1927.

(Tomado de: de la Torre Villar, Ernesto - La administración de Lerdo de Tejada (1872-1876). Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

miércoles, 14 de agosto de 2019

Lerdo de Tejada y los indígenas, 1872-1876



Los indígenas bajo la administración de Lerdo de Tejada


Los grupos indígenas del país produjeron en los años que nos ocupan [1872-1876] varias alteraciones. En el norte, comanches y apaches, que escapaban de la cacería que el general norteamericano Sheridan había decretado contra ellos, asolaban ranchos y aldeas, asesinaban hombres y niños, raptaban a las mujeres, robaban el ganado y hacían imposible la vida desde Sonora a Tamaulipas. Destacamentos militares establecidos en los estados fronterizos, así como también en Yucatán, trataron de detener los avances, latrocinios y homicidios que los indios cometían. Hombres influyentes, como los Terrazas de Chihuahua y García Morales en Sonora, hicieron frente a la situación, organizando grupos de milicias, a los que dotaron de armas e implementos para la persecución de los malhechores. El mejor aliado que por entonces se tuvo para combatir ese flagelo lo representaron otros grupos indígenas, como el de los kikapoos, que llegó en 1859, dio guerra a los comanches y logró contenerlos. El gobierno les otorgó tierras en Chihuahua y más tarde ante el acoso de los texanos al mando de McKencie a esos indios, se les trasladó a Durango en donde todavía habitan consagrados a la agricultura.


En el noroeste fueron los pápagos, los opatas y pimas quienes resistieron a los apaches, más la situación de peligro no cesó del todo y la tranquilidad de Sonora, Sinaloa y Baja California no era muy efectiva. En el occidente Manuel Lozada, el 17 de enero de 1873, lanzó su Plan Libertador de los pueblos unidos de Nayarit, se declaró en franca rebeldía contra el gobierno de Lerdo, rebelión que sólo termina con la muerte de Lozada el mes de julio de ese mismo año.


Por el sur, alejados de todo centro cultural, sin ninguna vía de comunicación, dentro de selvas oscuras y primarias, indios esclavizados, sometidos a todos los vejámenes de hacendados, funcionarios y militares mantenían un nivel de vida infrahumano.


En Chiapas los chamulas practicaban aún el sacrificio humano copiando la crucifixión como forma de holocausto. El castigo que se les impuso provocó la guerra de castas que se contuvo en 1873 con resultados sangrientos muy crecidos. San Cristóbal, Simojovel y Chilón sufrieron durante largos meses la furia incontenible de los indios que en ese momento volcaban su odio concentrado de siglos sobre sus opresores, blancos y ladinos. En Yucatán, aunque la guerra de castas surgida dos décadas atrás había cesado, aún no se extinguían los rescoldos de la misma. Buena parte de los indios sublevados, para escapar de la muerte o de su venta como esclavos a Cuba, prefirió internarse en la selva y vivir en una rebelión latente. Chan Santa Cruz, la capital de los rebeldes, no fue sujeta ni por liberales ni por los imperiales y en 1872 produjo nueva explosión rebelde que puso en peligro a Valladolid y alertó al gobierno que destacó fuerzas para contenerlos.


Los indios llamados cruzoob, apoyados por los ingleses de Belice, quienes les dotaban de parque y armas, asaltaban haciendas y pequeños poblados robando y matando sin cesar. La República Restaurada no pudo dominar ese foco de rebeldías y de inseguridad. Correspondió al régimen de Porfirio Díaz acabar con dureza y en forma definitiva con ese problema.


(Tomado de: Torre Villar, Ernesto de la - La administración de Lerdo de Tejada (1872-1876). Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

sábado, 29 de junio de 2019

Chiapas y Soconusco, 1881



En el campo de la política exterior, tenemos la controversia suscitada con Guatemala. Gobernaba a la República de Guatemala Justo Rufino Barrios, de ingrata memoria, quien, como todo tiranuelo, desviaba el descontento que producía su mala administración con actitudes expansionistas y demagógicas.


Ansioso de poder y popularidad y mal aconsejado por grupos antimexicanos, trataba de afianzar su dictadura con el apoyo del gobierno norteamericano. Justo Rufino Barrios reclama a México, a base de una interpretación absurda de la historia de las relaciones entre los dos países, y con una argumentación jurídica totalmente inválida, la devolución de las provincias de Chiapas y Soconusco que desde el mes de septiembre de 1824 habían declarado, a base del libre principio de autodeterminación de los pueblos, anexarse a México y formar parte de la República mexicana como un estado más de nuestra federación, deseo que ratificaron con posterioridad a 1838, cuando se disolvió la República de Centroamérica, habiendo en 1840 pedido Soconusco su reincorporación a Chiapas y por tanto a México, lo cual fue aceptado por el Congreso. Más aún, en los años 1877 y 1879, Guatemala se comprometió a que comisionados de los dos países realizaran una serie de trabajos destinados a fijar con exactitud los límites entre las dos repúblicas, evitar el paso ilegal de uno a otro país, evitar la comisión de delitos en esa zona fronteriza, principalmente el paso de grupos armados merodeadores que ocasionaban frecuentes daños en las poblaciones mexicanas. México estaba interesado en contener también la intromisión de ingleses por el territorio de Belice y evitar que Gran Bretaña siguiera incitando a los indios de Yucatán y Quintana Roo a la rebelión.


Barrios deseaba reconstituir la unidad centroamericana a base de anexiones y para ello quería ocupar Chiapas y Soconusco como principio de anexarse después Costa Rica y El Salvador, que se opusieron a sus designios. Para realizarlo, pulsó al gobierno norteamericano, encabezado por el presidente J. A. Garfield, quien tenía como encargado del Departamento de Estado a James Blaine, que favorecía una política expansionista. Los Estados Unidos vieron con buenos ojos los deseos de Barrios, que solicitaba su ayuda, pues eso le permitía intervenir más hondamente en Centroamérica.


Fue en su mensaje presidencial del 16 de septiembre de 1881 cuando el presidente [Manuel] González dio a conocer a la nación las dificultades con el vecino país, acerca de lo cual encontró apoyo en el Congreso, que declaró por boca de su presidente: “La Representación Nacional aprueba los esfuerzos que el Poder Ejecutivo ha hecho para llevar a buen término y procurar solución honrosa a situación tan punible y puede estar seguro de que en ese sentido, así como en el sentido de la dignidad y del derecho de la República, contará siempre con el decidido apoyo del Poder Legislativo”.


Ignacio Mariscal, quien dirigía las relaciones exteriores, recibió de parte del ministro de los Estados Unidos en México, Philip H. Morgan, una comunicación en la que éste le informaba que su gobierno, atendiendo la petición guatemalteca, había creído conveniente actuar como consejero desinteresado en la diputa con Guatemala, pues estaba convencido “de los peligros que correrían los principios que México ha defendido tan señaladamente y con tan buen éxito, si viera con desprecio los límites que la separan con sus vecinas más débiles, o si se recurriera al uso de la fuerza para ejercer derechos sobre un territorio en disputa, sin la debida justificación de títulos legítimos…” El secretario [Ignacio] Mariscal, al informarse de las pretensiones norteamericanas, respondió que México no aceptaba ni siquiera discutir los derechos que tenía sobre Chiapas y Soconusco, los cuales integraban libremente la federación y que tampoco creía aceptable admitir la actuación de un árbitro en ese asunto que no lo requería.


Como al poco tiempo el presidente Garfield fue asesinado, le sucedió Chester Arthur quien nombró como secretario de Estado a Frederick Frelinhuysen, llevando ambos una política más conciliatoria. México, por otra parte, destacó a Marías Romero, hombre que gozaba de influencia y estima en los Estados Unidos y el cual, ligado por amplia amistad con el general Grant, convenció tanto a la opinión pública cuanto a los políticos yankis, de la justicia de México y de las desmedidas ambiciones de Barrios. Este, pese al envío de su canciller, Lorenzo Montúfar, y del viaje que él mismo hizo a Washington, no logró que los Estados Unidos impusiesen a México su intervención como árbitro en una disputa improcedente. Más aún, aceptó, no del todo convencido, pues más tarde crearía nuevas dificultades, firmar con Romero, quien estuvo debidamente acreditado, una convención preliminar en la que se indicaba que “la República de Guatemala prescinde de la discusión que ha sostenido acerca de los derechos que le asistan al territorio de Chiapas y su departamento de Soconusco”. México evitaba así no sólo perder una porción de su territorio, sino también someterse a la intervención de un extraño en una disputa injusta. La posición de México quedó bien sentada y el gobierno de [Manuel] González obtuvo por ello el apoyo de la opinión pública.



(Tomado de: Torre Villar, Ernesto de la - Inicio del porfirismo. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

sábado, 23 de marzo de 2019

Palacio de Bellas Artes


Una vez demolido el Teatro Nacional en 1901, la ciudad de México quedó sin teatro digno para el ceremonial porfirista, a pesar de contar con el antiquísimo y transformado Principal. Para ello, el secretario de Instrucción don Justo Sierra arrendó y restauró en 1903 el teatro Arbeu que se había instalado en la iglesia de San Felipe desde 1875, con planos del arquitecto Apolonio Téllez Girón. Ya dotado de palco presidencial, el Arbeu es ocupado provisionalmente como "teatro oficial" mientras se erige la mole titánica del nuevo teatro Nacional. El antiguo teatro Nacional formaba parte de los edificios que serían reformados para las celebraciones de 1910. Estos trabajos de mejora se le encomendaron al arquitecto [Adamo] Boari pero en 1901 el gobierno decidió, dentro de su plan de reforma urbana, prolongar la calle de Cinco de Mayo, con lo cual se firmó la sentencia de muerte del teatro y del anhelo de su reconstrucción. En Boari recayó el contrato para proyectar el nuevo teatro, emplazado ahora a un costado de la Alameda, donde la nueva prolongación de la calle desembocaría.







De un viaje por Europa y Norteamérica para estudiar la tradición y los avances en la arquitectura teatral de entonces, Boari importó e interpretó los ideales constructivos, funcionales y decorativos que dieron a su proyecto singularidad y contemporaneidad propios. Dentro de los puntos que el autor destacaba como innovadores de su programa y únicos en el mundo, señalaba los siguientes: "Dobles entradas laterales para el servicio de carruajes; un gran jardín cubierto de cristales en lugar de foyer; una cúpula colocada sobre el jardín y no sobre la sala de espectáculos; la sala de espectáculos en forma de embudo, con el pavimento de una superficie cóncava y las galerías voladas; iluminación periférica y oculta; caja acústica en la bóveda; el telón en forma rígida y con cristales opalescentes; energía hidráulica y eléctrica para movimientos de escena; cabinas para dos proyectores cinematográficos”. No sólo resultaba sorprendente la silueta cupular triple, que a la manera de las mezquitas turcas, anunciaba una nueva fisonomía teatral, antes señalada por los peristilos y frontones; también desconcertaba su luneta semicircular en lugar de triangular, la cúpula sobre el gran vestíbulo-invernadero, y, desde luego, una sala ya no dispuesta a la italiana concepción de la herradura. Para evitar espacios ciegos el autor tomó de los teatros wagnerianos la forma de embudo. Este principio que ya se había usado con éxito en el auditorium de Chicago (Arqs. Adler y Sullivan, 1886), de donde el propio Boari lo estudió, sería, mas tarde, el mismo que se empleó para las varias salas de concierto y cinema. En cuanto al sistema constructivo se prefirió la "osamenta metálica interior" con muros de hormigón y granito recubiertos al exterior por mármoles italianos y mexicanos. Para la cimentación se contrató, con la casa Milliken Bros. de Nueva York, una gran plataforma reticulada de hierro y argamasa, que distribuiría el peso del edificio de modo homogéneo y a la vez fraguaría la inestabilidad del subsuelo, pero, aun antes de empezar a revestir de mármol la enorme jaula, la cimentación ya presentaba desniveles considerables en varias de sus partes.



En cuanto al aspecto estilístico fue voluntad clara del arquitecto el llamar a escultores, pintores y casas de diseño a integrar, con bronces, mármoles, cristales y mosaicos, la monumental obra decorativa.



Boari se afirmaba como un propulsor, a su modo, de las formas ondulantes que en la Exposición de París de 1900 dieron carta de filiación al Art Nouveau; una modalidad, más ornamental que arquitectónica, que abanderó la modernidad estilística del nuevo siglo. En la versión propia del arquitecto tenían cabida imágenes nacionales no empleadas antes con tanto acierto en la arquitectura de este género. Los mascarones de coyotes, monos y caballeros águila; la flora mexicana y las ondulantes serpientes-moldura, son parte de la nueva iconografía que hicieron del conjunto una interpretación originalísima del art nouveau, distante y menos obvia del concepto francés o belga. El peculiar sentido estilístico del teatro fue la síntesis de las colaboraciones de Leonardo Bistolfi y su panneau para el luneto central; Agustín Querol y sus cuatro pegasos que rematarían los cuatro ángulos del cubo de telares; Géza Marotti quien realizó el conjunto escultórico que corona la cúpula, el mosaico del arco de escena y el plafond circular de cristal con el tema de Apolo musageta; Boni y Fiorenzo, diseñadores de los relieves para claves, mascarones, guirnaldas y florones; Mazzucotelli es el autor del trabajo de herrería y, finalmente, el espectacular telón de cristales opalescentes fue realizado por la casa Tiffany de Nueva York con base a una panorámica del Dr. Atl, único artista mexicano que aportó un diseño al concierto ornamental del teatro.


Transcurridos los cinco años fijados para su estreno y rebasado en muchos el presupuesto inicial, el teatro no pudo inaugurarse en 1910 por el lamentable atraso de su fábrica. Se optó entonces por transferir su apertura para el centenario de la Consumación iturbidista en 1921. Se trabajó hasta 1916 en que, por conflictos propios de la Revolución y el deterioro del erario, se paralizaron las obras y se cancelaron los contratos. Ante la imposibilidad del regreso de Boari, el arquitecto Antonio Muñoz continuó las obras con sobrada lentitud hasta 1923, fecha en la que una vez más se congelaron.


 
A partir de entonces el Palacio viviría una situación vacilante; símbolo decaído del porfiriato y simultáneamente, de la nueva cultura revolucionaria, la obra se reanudó hasta 1928, bajo el fuerte impulso del secretario de Hacienda Alberto J. Pani. Finalmente, las labores continuaron hasta su conclusión en 1934, con los trabajos de techado de cúpulas, decoración interior y maquinaria técnica. La tarea de simplificación y desembarazo suntuario recayó en el arquitecto Federico Mariscal. En su proyecto, el vestíbulo y el salón de fiestas pasaron a formar las salas del Museo de Artes Plásticas, y los lineamientos estilísticos de los interiores derivaron del geometrismo impuesto en la arquitectura a partir de la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925.


(Tomado de: Jaime Cuadriello - El historicismo y la renovación de las tipologías arquitectónicas: 1857-1920. Historia del Arte Mexicano, fascículo #83, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)